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Ciencia, docencia y tecnología

versión On-line ISSN 1851-1716

Cienc. docencia tecnol.  no.40 Concepción del Uruguay mayo 2010

 

HUMANIDADES - CIENCIAS SOCIALES - INVESTIGACIÓN

Claroscuros de la responsabilidad social organizacional, una mirada desde la filosofía*

Chiaroscuros of the Social Responsibility of Organizations, a Philosophical View*

Heler, Mario**

*) Artículo derivado del proyecto de investigación: "Modernidad y transición actual: la dimensión ético-política en la sociedad de control", Consejo Nacional de Investigaciones Científicas -CONICET/ Universidad de Buenos Aires-UBA; remitido en: mayo de 2009, admitido en: diciembre de 2009.
**) Facultad de Ciencias Sociales y Ciclo Básico Común -CBC-, UBA; CONICET (Buenos Aires, Argentina). E-mail: marioheler@gmail.com

Resumen: Hoy se promociona la responsabilidad social organizacional. La puesta en discusión de esta responsabilidad remite a un problema central de la ética organizacional (no siempre tematizado): la relación entre la sociedad y las organizaciones. Sin embargo, la expresión misma puede operar como un obstáculo epistemológico en su discusión, ya que no se trata de una expresión unívoca que prescriba mecanismos para abordar dicha relación. Desarrollaré una forma de entender la cuestión de la responsabilidad social organizacional, desde la comprensión del circuito de la relación de responsabilidad. Algunas precisiones a los actuales significados ambiguos de términos como moral, ética y política servirán para estipular dos sentidos de responsabilidad que se mantienen en oposición/tensión cuando se trata de poner en práctica la responsabilidad social organizacional. Tal estipulación tal vez constituya una contribución de la ética de tradición filosófica a la discusión en las organizaciones sobre su responsabilidad.

Palabras clave: Filosofía política; Dimensión ético-política; Orden moral-policial; Organizaciones; Responsabilidad social

Abstract: The social responsibility of organizations is being fostered nowadays. The starting of the discussion of this responsability refers to a central problem of the ethics of organizations (not always considered a topic): the relation between society and organizations. However, the expression can operate as an epistemological obstacle for the discussion, as far as it is not an univocal expression which prescribes devices to approach the above mentioned relation. I shall explain a way of thinking the question of the social responsibility of organizations by means of understanding the circuit of the relation of responsibility. A few remarks about the present ambiguous meanings of terms such as morals, ethics and politics will help to stipulate two meanings of responsibility that stand in opposition/tension when carrying out the social responsibility of organizations. This stipulation might become a contribution of the ethics of philosophical tradition to the discussion in the organizations about their responsability.

Key words: Political philosophy; Ethical-political dimension, Moral-policial order, Organizations, Social responsability

I. Introducción

Hoy circulan demandas de ética que promocionan (en especial, pero no exclusivamente, desde organismos internacionales y/o regionales) la responsabilidad social organizacional (la referencia a las organizaciones amplía el campo de aplicación del concepto más allá de las empresas, incluyendo por ejemplo a las universidades)1. A su vez, tal promoción confluye con los planteamientos de una ética empresarial2 que ha tenido cierto impulso, paradójicamente, con la instalación de políticas neoliberales, así como en vinculación con la delimitación y consolidación de la llamada ética aplicada (Maliandi: 2004). No obstante, cabe la sospecha de que estas promociones se orienten hacia un maquillaje de las prácticas propias de la actual etapa del capitalismo, buscando disimular sus manifestaciones "salvajes" pero sin atentar contra su dinámica. Bajo estas circunstancias, la ética filosófica como cuestión filosófica puede ofrecer una mirada crítica sobre el fenómeno, capaz de contribuir a las discusiones sobre el tema en las organizaciones. Es que la filosofía no tiene por qué quedar reducida a una reflexión abstracta sin referencia social. Es capaz de contribuir al trabajo de elucidación de las propias prácticas sociales y, en este caso, se apunta a la responsabilidad social en las organizaciones.
En este sentido, adoptaré la perspectiva que interpreta como un avance la consideración actual de la responsabilidad social organizacional. Las discusiones y experiencias sobre el modo de abordaje de la cuestión ética en las organizaciones, desde fines del siglo XX, han desembocado en tal consideración. Y puede tomarse como un avance en tanto el solo hecho de la puesta en discusión de esta responsabilidad remite abiertamente a un problema central de la ética empresarial: la relación entre las organizaciones y la sociedad. Con su planteamiento se abre la posibilidad de cuestionar que sea el mercado el único lugar capaz de dar cuenta de tal relación, rompiendo con el supuesto de que es natural3 que esas relaciones se rijan por lógicas del lucro, dado que es en el mercado donde las variadas y diferentes interrelaciones se equivalen en intercambios mediados por el dinero y dirigidos a la obtención de ganancias (Friedman: 1970).
Sin embargo, la remisión a la sociedad de esa relación/problema pone en juego aspectos de las organizaciones habitualmente invisibilizados, que señalan algo más que los mecanismos del mercado. Es que llama la atención sobre las cadenas de dependencia mutua4 que componen la red de relaciones y relaciones de relaciones que constituyen lo social y, por tanto, también a las organizaciones. Por ello, la cuestión de la responsabilidad social lleva a poner en discusión que puedan pensarse las organizaciones como si fueran entes aislados que en algún momento se vinculan en el espacio del mercado y con el único objetivo de obtener ganancias. Por el contrario, permite observar que las organizaciones sólo existen y se desarrollan en el medio social: actúan formando parte de la sociedad. Las organizaciones son ejemplos paradigmáticos de la sociedad que integran.
La promoción de la responsabilidad social organizacional está motorizada por problemas surgidos precisamente en las relaciones existentes entre las organizaciones y la sociedad, problemas que aumentan la conflictividad que amenaza las actividades de aquéllas. La invitación a la práctica de la responsabilidad social en las organizaciones constituye una de las posibilidades para responder a esos problemas. En consecuencia, desde un punto de vista ético, estas respuestas resultarán pertinentes y relevantes si logran establecer efectivamente alguna diferencia en las relaciones ya dadas entre las organizaciones y la sociedad.
Pero las prácticas estandarizadas que adoptan los administradores se basan sobre una serie de cuestiones que se estipulan como las que son necesarias atender, con ciertos procedimientos, cuando una organización se involucra con la responsabilidad social (por ejemplo: Ramírez Cleves: 2008; Crozier: 2008; Chamon y Amurrio: 2007; Enderle: 2007; Etkin: 2008). De este modo, se hace primar una predeterminada forma de encarar su involucramiento, explorando una posibilidad entre todas las que se abren con el llamado a la responsabilidad social. Además, esa posibilidad estandarizada genera suspicacias, al emplear los mismos recursos utilizados usualmente en las organizaciones para obtener ganancias. Entonces, cabe interrogarse acerca de ¿qué clase de diferencia establece en la relación organizaciones-sociedad la modalidad con la que se promociona la responsabilidad social en las organizaciones, sean con o sin fines de lucro?
Aquí, no obstante, se trata de aprovechar las oportunidades generadas por el mismo planteamiento de la responsabilidad social de las organizaciones para, al menos, comenzar a reflexionar sobre los problemas que presentan las relaciones organizaciones-sociedad en nuestra actualidad. Pero puesto que la expresión "responsabilidad social" está lejos hoy de poseer una significación que interpele y oriente los comportamientos sociales, proponer una interpretación de su significado podría constituir un aporte al proceso de elucidación, esto es, para el necesario trabajo de pensar lo que se hace y saber lo que se piensa, en las organizaciones (Castoriadis: 1993:11). En especial, teniendo en cuenta que, tal como significa en la actualidad, la expresión misma puede operar como un "obstáculo epistemológico" (Bachelard: 1978).
Desde esta perspectiva, propondré una forma de entender la cuestión de la responsabilidad social en las organizaciones en nuestra actualidad en transición, a partir de una interpretación del circuito de la relación de responsabilidad. Hará falta estipular, además, algunas precisiones en las significaciones hoy ambiguas y multivalentes de los términos moral, ética y política (a los que agregaré policía, con forme a las diferenciaciones que se han propuesto en la filosofía política actual). De este modo, podré definir dos sentidos de responsabilidad que se mantienen en oposición/tensión cuando se trata de poner en práctica la responsabilidad social organizacional en nuestro contexto socio-histórico. El valor de la propuesta que aquí se realiza dependerá de que sea fructífera en la búsqueda de orientaciones críticas para el accionar de las organizaciones (aunque tal vez pueda llegar a serlo para aquellos de sus integrantes que ya están disconformes con la modalidad promocionada y ya están predispuestos a explorar otras perspectivas).

II. El circuito de la relación de responsabilidad

En principio, la expresión responsabilidad social organizacional atribuye a las empresas o, con mayor generalidad, a las organizaciones5, una responsabilidad ante la sociedad. Pero tomemos primero la idea de "responsabilidad" para poder pensar esto de que, con ella, hay una atribución -por tanto, un responsable- y un ante quien se tiene esa responsabilidad, como forma de percibir el circuito de la relación de responsabilidad.
Una de sus usuales caracterizaciones vincula a la responsabilidad con el ejercicio de la libertad. En las sociedades modernas la libre elección es postulada al mismo tiempo como un derecho y una obligación de cada uno y de todos. Pero precisamente por decidir libremente su comportamiento, el agente debe ser (mandato moral) responsable por las decisiones que adopta. Como responsabilidad significa etimológicamente capacidad de responder, asumir este mandato remite a dos capacidades que debe poseer el agente: la de poder dar una respuesta aceptable a la pregunta acerca de por qué se va a actuar o se actuó de una manera u otra6, por un lado, y por otro, la capacidad de responder por las consecuencias de su acción haciéndose cargo.
La responsabilidad refiere a una relación de causalidad. El agente libre (causa) decide un curso de acción y lo ejecuta, provocando efectos en el agente y en el medio donde la acción se realiza (incluidos los otros agentes). Decisión, acción y consecuencias quedan así enlazadas en una secuencia causal a través del agente que ha operado libremente (libre en tanto, al menos, estaba en su poder no actuar). Conforme a la concepción dominante en nuestras sociedades, la decisión del agente consiste en determinar cuáles serán las acciones que le permitan obtener sus fines, realizar sus intereses (efectos esperados por el agente). Pero todas las decisiones estarían siempre orientadas y convergerían hacia un "fin final" o interés central, convirtiendo en medios a los fines particulares. Este centro de convergencia de fines e intereses consistiría en la autoconservación, tanto de individuos y grupos como de las organizaciones y de la sociedad en su conjunto7. Las acciones de los agentes, todos ellos persiguiendo sus fines e intereses, y los efectos de todas esas acciones, confluyen y provocan consecuencias que de hecho afectan a las decisiones y las acciones de los agentes buscando su autoconservación. Pueden ser consecuencias queridas o no, previstas o imprevistas, pero si puede atribuirse el carácter de causante a un agente, éste es responsable por ellas8.
Por haber decidido libremente su acto, el agente debe entonces ser capaz de responder sobre el porqué de su decisión, lo que significa ser capaz de brindar un sentido a las acciones elegidas; esto es, investir las acciones (los movimientos y desplazamientos de los cuerpos, con sus afecciones mutuas) con un relato que se pueda narrar sin avergonzarse delante de los interlocutores. En principio, cualquier integrante de la sociedad puede preguntar a cualquiera y es ante cualquiera que el relato con que se responde debe ser aceptable, y será aceptable en tanto y en cuanto en el relato se apele a usos y costumbres compartidos, es decir, a usos y costumbres que han sido establecidos socialmente como los correctos y esperables para los miembros de una sociedad (en realidad, usos y costumbres compartidos y a la vez diferenciados según las diversas "partes" -Rancière: 1996- de la sociedad e incorporados a los individuos en el proceso de socialización). Es, entonces, como partícipe de un colectivo -más o menos extenso, más o menos asentado, etc.- que alguien pregunta a otro integrante y éste responde, sabiendo de antemano cuáles razones para su comportamiento son aceptables. La vergüenza aparece frente a otros cuando no se tienen razones que puedan ser evaluadas como correctas conforme a los compartidos criterios sociales de lo esperable y por tanto aceptable. En este sentido, la expresión responsabilidad social organizacional es redundante: toda responsabilidad es social.
Se es responsable, entonces, ante un colectivo de interlocutores que comparten los códigos de la sociedad a la que pertenecen -y/o de parte de ella-. Por lo tanto, aquel ante quien se es responsable tiene el derecho de reclamar que el comportamiento que "uno de nosotros" adopte sea conforme a los usos y costumbres establecidos en ese "nosotros" (y que prescriben cómo actuar entre "nosotros" y en relación con los "otros" con los que "nosotros" nos relacionamos). Al referirnos a la responsabilidad social empresarial, habrá entonces que tener en cuenta ante quiénes las organizaciones son responsables por serlo frente a la sociedad en general y, consecuentemente, visualizar esos códigos compartidos sobre "lo aceptable".
Por otro lado, dejamos señalado que la exigencia de ser responsable implica asimismo la capacidad de responder con el significado de hacerse cargo de las consecuencias del propio accionar. En tanto se trata de una causalidad con explícitas connotaciones morales, las consecuencias consideradas positivas atribuyen mérito al agente. En este sentido, ser responsable es, entonces, loable para la sociedad (traducido al lenguaje usual en las organizaciones, podría decirse que las consecuencias positivas de los comportamientos brindan beneficios). Mientras que las consecuencias negativas reclaman la reparación de los daños provocados y el hacerse cargo adquiere así el significado de pagar los costos, tanto como forma de reparación del perjuicio como de castigo del agente que lo ha ocasionado. Cabe recordar que la palabra responsable se usa también como sinónimo de culpable.
Las consecuencias negativas de un acto se presentan por el lado de las víctimas particulares, de aquellos que son lesionados a través de las consecuencias de la acción. Pero también se presentan por el lado del daño causado a la cohesión social en general. Aquí ; surge otra connotación de la responsabilidad, la que la asocia a una referencia recíprocaentre derechos y obligaciones. Tal reciprocidad está mediada por un reconocimiento social: si un derecho es socialmente reconocido como tal, a su vez queda determinado su respeto como una obligación (aunque muchas veces ese reconocimiento falta y debe ser conquistado). Pero la reciprocidad se expresa en el modo del deber ser. Por consiguiente, no está asegurada: no necesariamente el reconocimiento y el respeto se corresponden con los comportamientos particulares. La idea de daño se asocia así con la posibilidad de la lesión de derechos. No obstante, la correlación entre los derechos y las obligaciones, pese a no estar totalmente asegurada, es una de las condiciones de posibilidad de la cohesión social, pues ésta se teje con las expectativas sociales sobre el cumplimiento generalizado (universal)9 del respeto de derechos socialmente reconocidos. La creencia en la tendencia universal al cumplimiento robustece la fuerza de coacción de los usos y costumbres sociales.
Por el lado de la víctima, su reconocimiento como tal puede ocasionar compasión, pero su reclamo tendrá legitimidad si se ha dañado algunos de sus derechos reconocidos y tendrá éxito si se puede determinar el responsable-culpable. Cuando el comportamiento produce consecuencias negativas, entonces el responsable de la victimización no ha cumplido con sus obligaciones en relación con los derechos de la o las víctimas (hacia una parte de la sociedad). Pero además y al mismo tiempo, tampoco ha respetado el derecho de la sociedad a que sus integrantes acaten los mandatos sociales, mandatos que son traducibles en la obligación del respeto de los derechos socialmente reconocidos. La falta de respeto de este derecho de la sociedad puede ser reclamada por cualquiera (en tanto beneficiario y contribuyente a la cohesión social).
Las consecuencias negativas de la acción manifiestan entonces la violación de derechos y es esta manifestación concreta la que reclama resarcimiento (esto es, reconocimiento y reposición del derecho violado), a través del hacerse cargo por parte del agente (causante y culpable). Pero dada la faz particular y social del daño provocado por esas consecuencias, no alcanza entonces el resarcimiento de la o las víctimas, sino que es necesario también reparar la cohesión social. Hace falta, por ende, la sanción (jurídica y/o social)10 acompañada preferentemente por el sentimiento de la culpa (que conllevaría el arrepentimiento del responsable con una promesa de no repetir el incumplimiento). La reparación y la sanción, el pago de los costos, también tienen así una función ejemplificadora: anticipar los efectos que debe esperar cualquiera que no acate los usos y costumbres instituidos socialmente como correctos, buenos, justos.
Por todo ello, la responsabilidad debe ponerse en práctica antes deque se produzcan las consecuencias del acto libremente decidido. Ya desde la toma de decisión, el comportamiento responsable se orienta, entonces, por el deber de evitar victimizaciones, inscribiéndose en las expectativas sociales, confirmándolas y revalidándolas (aunque sea en apariencia)11. La responsabilidad como mérito corresponde a aquél que evita las consecuencias negativas que reclamarán reparación y castigo, tomando todos los recaudos necesarios y posibles para no provocarlas (y si se producen, podrá apelar a su impredecibilidad, negando que se trate de imprevisión del agente; por otra parte, desde el punto de vista de la conveniencia, parecería relevante que tales consecuencias no se hicieran públicas, ni admitir ser el causante, así como ocultar información incriminatoria, etc.). De cualquier manera, siempre existe el peligro de ocasionar perjuicios no queridos o que haya consecuencias que sean valoradas negativamente por parte de la sociedad.
El circuito de la relación de responsabilidad interpela, entonces, al agente a inscribir su accionar en un proceso que lo obliga a ser responsable desde el momento de la toma de decisión hasta una vez ocurridas las consecuencias de su accionar, cuando deberá hacerse cargo efectivamente de los efectos negativos ocasionados, si los hubiere. En todo el circuito, es responsable ante otros agentes sociales: ante aquéllos que tienen derecho a que actúe respetando sus derechos y, por ende, ante quienes tienen derecho a demandar reparación y castigo. Pero también es responsable ante la sociedad en su conjunto. Frente a la mirada social, la responsabilidad del agente será eficaz y eficiente si su modo de actuar ha evitado -o eludido- las posibilidades de tener que pagar los costos por consecuencias que estaba en su poder no causar.
Además de ser una relación social, la relación de responsabilidad previene entonces un estado de peligro estructural: nadie puede prevenir totalmente todas las consecuencias de sus accionar, por lo tanto, cualquiera es virtualmente culpable. No lo será efectivamente si puede persuadir de lo contrario, justificando (narrando) su accionar y mostrando, ante quien es responsable, que no es el culpable de las consecuencias negativas producidas, ya que ha actuado de manera responsable en todo su accionar y que lo seguirá haciendo también después. Si su narración es aceptada, no deberá pagar los costos, y deberá hacerlo si es rechazada (aunque también haya cuestiones de grados en la aceptación o el rechazo -atenuantes- que estipularán el precio a pagar).
Pero, en cualquiera de los casos, la atribución de responsabilidad tanto como el pago de los costos admiten la calificación de justos o injustos. Y esa calificación constituye una cuestión crucial para las organizaciones que tienen que ser responsables en su accionar: ¿cuál es, entonces, la medida de responsabilidad predominantemente en nuestras sociedades, es decir, cuáles son los parámetros que juegan en la atribución de responsabilidad tanto como en la especificación del hacerse cargo de las consecuencias?

III. La medida de la responsabilidad (el orden moral-policial)

Las costumbres y los usos establecidos, en consonancia con los derechos socialmente aceptados, fijan los criterios de inclusión y exclusión que operan en las interacciones sociales, establecen la frontera entre lo que es y no es permitido, aceptable, correcto, esperable, justo. De esta manera, hacen posible ver y decir determinados asuntos, al mismo tiempo que invisibilizan y hacen incomprensibles otros. Estos otros asuntos quedan así fuera de consideración (tal vez en los márgenes) y, si igualmente se expresan, tienen visos de irracionalidad: no pertenecen al ámbito de lo razonable, ni siquiera resultan del todo inteligibles para el entendimiento compartido de la sociedad y de sus organizaciones.
Es que el orden social se impone en el juego de las fuerzas sociales conformando un sistema de dominación12 que logra gobernar -podríamos decir- sobre los cuerpos y las almas de los miembros de la sociedad-y en cada organización-, de modo de obtener obediencia (aunque sea a través de una conformidad ficticia). La dominación se articula en el entramado de usos y costumbres que no sólo se observan en los comportamientos de sus integrantes (observar en el significado tanto de percibir como de cumplir), sino también en las características y funciones de las instituciones que los objetivan. Bajo estas condiciones, los cambios en los usos y costumbres, el reconocimiento de nuevos derechos, parece que tendrán que ser provocados contra la dominación y mediante luchas.
Teniendo en cuenta la vaguedad y multivocidad de los términos involucrados, introduzco la expresión orden moral-policial para especificar como sistema de dominación lo que hasta ahora he referido como orden social establecido o status quo. El significado etimológico de la palabra moral permite referir a los usos y costumbres incorporados en sus individuos (aspecto subjetivo), mientras que policía13 alude al aspecto objetivo de esos usos y costumbres, productores y productos de leyes y ordenanzas, de instituciones y organismos sociales que administran y gestionan "lo común". En este sentido, con esa expresión pretendo reunir y poner en correspondencia el aspecto subjetivo y objetivo del orden social -y el de las organizaciones que en tanto partes de ese orden a su vez lo recrean idiosincrásicamente en un orden propio. Más adelante contrapondré a este orden -y desde él- una dimensión éticopolítica14.
El orden moral-policial instituye una partición y una repartición de la sociedad, al dividir el todo social en sus partes y al distribuir los derechos y obligaciones de cada una de ellas. Conlleva entonces una contabilidad, puesto que estipula la condición en que cada parte cuenta (se la tiene en cuenta) en la sociedad. Sin embargo, puede haber partes que no cuenten, "partes que no son partes" (Rancière: 1996).
En la modernidad y hasta nuestros días, las desigualdades y opresiones de las partes manifiestan una conflictividad peculiar, dada la postulación distintiva del moderno orden moral-policial: la (formal) libertad e igualdad de todos. Tal postulación oculta que la igualdad y la libertad constituyen el punto de inflexión para la reproducción de nuestras sociedades de la igualdad desigual, es decir, encubre que esa postulación es condición de la generación de desigualdades y opresiones. La igualdad y libertad de todos se vincula con la idea de contrato: las partes contratantes son iguales en tanto se obligan por igual y en forma libre -dan presuntamente su consentimiento sin coerción (la esclavitud es inadmisible). Pero las obligaciones que contraen libremente tienden a ser desiguales para cada contratante (Heler: 2002; 2009).
Esta partición y repartición del orden moral-policial se incorpora en sus habitantes (moral) en los procesos de subjetivación, otorgándoles un sentido práctico (Bourdieu: 1999) para actuar en la sociedad, conforme a su pertenencia a una parte de la misma y según la posición que ocupan. El sentido práctico opera con lo visible y lo decible dentro del orden policial, con dificultades para dar cuenta de las desigualdades y opresiones generadas por la partición y repartición social (que las invisibiliza y silencia). De este modo, sólo es racional y razonable lo que encaja dentro de lo esperado y esperable, estipulado por los usos y costumbres que impone el orden moral-policial con su contabilidad. Por consiguiente, el orden moral-policial tiene como una de sus funciones fundamentales estabilizar e inmovilizar el devenir de los usos y costumbres ya impuestos. Éstos definen regularidades cuyo respeto conserva el orden establecido. El orden dado se toma, entonces, como el "buen" orden y como tal debe ser conservado. Su administración y gestión debe, por consiguiente, ser conservadora: dirigirse a la preservación del orden a través del tiempo. Contra esta dirección conservadora se enfrentan las demandas de cambios sociales15, en tanto que las instancias gubernamentales y directivas prefieren encargarse de introducir modificaciones que acallen aquellas demandas y sólo alteren en la menor medida posible el sistema de dominación (tanto en la sociedad como en las organizaciones).
Resulta, entonces, que dentro de un orden moral-policial todo está dispuesto para que la relación de responsabilidad -la atribución de responsabilidad y el ante quien se es responsable, el tipo de narración en la que se da cuenta de las acciones, así como los méritos y las culpas por las consecuencias producidas- se realicen conforme a su contabilidad, siendo funcionales a la autoconservación de los usos y costumbres. Más aún, operan dispositivos sociales de clausura16 que tienden a que, en el ejercicio de su responsabilidad, el agente considere sólo posibles estáticos (Heler, 2007 y 2005: 56); esto es, posibilidades impuestas como las únicas viables, "autosustentables", que son funcionales a la reproducción de la dominación y generadores de una ficción de elección libre17.
Desde la perspectiva expuesta, la medida de la respo nsabilidad predominantemente se determina en función del orden moral-policial dado: la atribución y el pago de los costos del responsable derivan de su contabilidad. Los mecanismos sociales funcionan, subjetiva y objetivamente, para la atribución y el pago de los costos en consonancia con lo socialmente establecido. Pero estos mecanismos son falibles. A su vez, la orientación conservadora, seguida por el orden moral-policial, reduce la posible injusticia en la atribución y estipulación de costos a una falla técnica o humana. De esta manera se procura evitar que se manifieste una cuestión de fondo: las desigualdades y opresiones que impone la participación y reparticipación social18 y que pueden impugnar sus determinaciones de atribución y pago de costos. Claro que tal impugnación requiere otra disposición de responsabilidad. Pero esta otra disposición se deja entrever, en cada momento, por referencia al postulado moderno de la igualdad y la libertad de todos, exigiendo ir más allá de su formal postulación en el moderno orden moral-policial. Es en nombre de la igualdad y libertad de todos que se demandan otros usos y costumbres posibles, el reconocimiento de otros posibles derechos. El orden moral-policial induce la concentración en los posibles estáticos, mientras que esas otras posibilidades (podríamos denominarlas en contraposición posibles dinámicos) quedan invisibilizadas y silenciadas.

IV. Otra disposición de la responsabilidad (la dimensión ética-política)

Precisamente, en relación con lo invisible y lo indecible en un determinado orden moral-policial, cabe la interpretación de la irrupción de la dimensión ético-política (Heler: 2009)19.
Si ética se entiende en función de la tradición que le asigna el papel de la crítica a la moral y si política se comprende como la lucha contra la partición y repartición policial, como la impugnación de la invisibilidad e indecibilidad de las desigualdades y opresiones que el orden policial impone, entonces, las cuestiones ético-políticas problematizan la partición y repartición social dominantes en nombre de la igualdad y la libertad. A su vez, suponen un proceso subjetivo de desidentificación y nueva subjetivación (ética) en la disputa, en la lucha (política) para que cuenten quienes no cuentan en la contabilidad social.
La contraposición entre el orden moral-policial y la dimensión éticopolítica constituye una oposición/tensión que no se resuelve en una elección (encrucijada)20. El orden moral-policial no sólo reprime las posibilidades dinámicas; también nos constituye en lo que somos (nos adjudica un papel social y el guión de nuestro desempeño en él, en correspondencia con nuestra posición social y permitiendo un espectro de variaciones que dan lugar a las diferencias individuales). Sin embargo, nos constituye sobre la base del postulado de la igualdad y libertad. Y aunque lo haga sólo formalmente, deja abierta la posibilidad de impugnar el orden moral-policial en cuanto a sus desigualdades y opresiones. Pero el orden moral-policial posibilita, al mismo tiempo que obtura, esta dimensión. Es que lo ético-político es una dimensión del orden moral-policial que, cuando irrumpe, exige el ser consecuente con ella, luchando por transformar el orden moral-policial con el objetivo de lograr un aumento de la libertad e igualdad en las relaciones y relaciones de relaciones que tejen el entramado social. Por lo tanto, ser consecuente lleva a una disputa, siempre subjetiva y objetiva: esfuerzo de crítica, de nueva subjetivación, de resignificación y de argumentación, dirigidos a la transformación del orden moral-policial.
No obstante, no puede predecirse cuándo ni cómo irrumpirá la dimensiónético-política. Tampoco las acciones consecuentes tendrán garantías respecto a sus efectivos resultados. Por tanto, la irrupción de la dimensión ético-política conlleva un desafío que puede asumirse o no. Pero, si se asume, constituye una apuesta pues sus logros pueden o no llegar a transformar las relaciones sociales según lo esperado; no es previsible lo que ocurrirá.
Teniendo entonces en cuenta los conceptos de orden moral-policial y de dimensión ético-política, en su contraposición, se pueden proponer dos formas de responsabilidad: una a la que podemos llamar responsabilidad moral-policial y otra que denominaré responsabilidad ética-política. A partir del planteamiento de la primera existe la posibilidad de que emerja la segunda, cuestionando la medida de responsabilidad de la primera y reclamando otra disposición. Son dos formas de responsabilidad en relación de confrontación, donde la segunda no existe sin la primera, ya que el moderno orden moral-policial posibilita la responsabilidadético-política al mismo tiempo que trata de clausurar su emergencia y sus posibles efectos.
La otra disposición de la responsabilidad es una posibilidad (dinámica) que se construye en la lucha contra las insuficiencias e inadecuaciones de la medida predominante de atribuir responsabilidad y pagar costos. Ya en la interpelación a ser responsable sucede la solicitación por la elección de los posibles estáticos (encrucijada), que no alteren sino que fortalezcan al orden moral-policial (aunque sí pueden hacerlo más vivible), a la vez que deja en disponibilidad otras posibilidades, que amplían el espectro de alternativas de una situación más allá de los posibles estáticos, orientándose hacia una mayor igualdad y libertad de todos.
Desde la perspectiva aquí adoptada, el planteamiento de la cuestión de la responsabilidad social organizacional pone en juego esta oposición/tensión entre las dos formas de entender la responsabilidad. Aunque el abordaje de esta oposición/tensión no ahorra dificultades, el hecho de que hace posible que sea vivenciada abona la idea que el planteamiento de esta cuestión ha significado un avance (idea que adoptamos como punto de partida de este escrito). Las dificultades que genera abordar la oposición/tensión entre la responsabilidad moral- policial y la responsabilidad ético-política en las organizaciones comienzan desde el momento mismo en que se plantea la discusión sobre la responsabilidad social organizacional. Sobre todo si se pretende evitar el maniqueísmo fácil de descubrir al malo de la película, sin atender a las condiciones de posibilidad reales de ejercer, en cada situación, una responsabilidad crítica y transformadora de las desigualdades y opresiones de la sociedad. Además, resulta arduo determinar cuándo se está o no en presencia de una reposición de cuestiones funcionales a una estrategia conservadora en la lucha por alguna transformación en la relación entre la sociedad y las organizaciones.
Aproximémonos entonces al estado de situación en que comienza a circular la cuestión que aquí nos preocupa, para tratar de ver cómo se manifiesta esta oposición/tensión.

V. Neoliberalismo y Responsabilidad Social Empresarial

Desde la segunda mitad del siglo XX, nuestro orden moral-policial tiende a la transnacionalización de las economías y la desnacionalización de los Estados del capitalismo periférico, la eliminación de los obstáculos al flujo del capital productivo y especulativo, la reducción de los costos de la fuerza de trabajo, la libre explotación de los recursos naturales, la reducción del gasto y aumento (regresivo) de los impuestos, el replanteamiento estructural del papel y la función del Estado, el aumento de la marginación y la exclusión social. Con la activación de estas tendencias, las organizaciones deben sobrevivir enfrentando una fuerte competencia (con concurrentes de muy desigual magnitud), desarrollando sus ventajas competitivas (Porter: 2002a; 2002b) frente a permanentes innovaciones y cambios que hacen incierta la toma de decisiones, siendo el éxito (las ganancias) el criterio básico para evaluar sus acciones (cumpliendo con las disposiciones jurídicas que regulan la actividad en el mínimo imprescindible).
Esta esquemática descripción del estado de situación en el que se asienta el planteamiento de la cuestión de la responsabilidad social organizacional todavía necesita completarse teniendo en cuenta los cambios en la producción, que desafían directamente a la administración y gestión de las organizaciones. Se trata fundamentalmente del pasaje -factible por la automatización y la informatización- de una producción fordista a otra posfordista, de la preponderancia del trabajo material a la del trabajo inmaterial (Hardt y Negri: 2002; Sennett: 2006); un pasaje que es causa y efecto de una producción dirigida al consumismo, a la multiplicación -suntuaria, despilfarradora- y a la renovación incesante del consumo (Bauman; 2007; Heler: 2008). Pero capaz de incrementar el capital.
Aparece, entonces, como paradójico que, mientras se consolidaba globalmente este estado de situación, al mismo tiempo se planteara la cuestión de la responsabilidad social empresarial. Pero quizá no sea tan paradójico, si pensamos en las resistencias generadas, y a su vez limitadas, por el afianzamiento del neoliberalismo, dentro del juego de las fuerzas sociales con sus estrategias y contra-estrategias. Un aspecto relevante que hay que tomar en cuenta es que, con tal afianzamiento, el mundo de la política (en el significado usual de la palabra), de la economía, de la producción cultural y artística y de la cotidianidad del ser humano pudo ser invadido por las relaciones mercantiles del capitalismo. Invasión que deja mantenerse a flote a las organizaciones que son aptas para sobrevivir en la selva posmoderna del mercado neoliberal.
Dadas estas tendencias y resistencias, la cuestión de la responsabilidad social organizacional se hace actualmente visible y decible en los términos siguientes: se supone que una organización es responsable ante quienes tienen algo en juego en su actividad. Pero ese algo en juego es notoriamente diferente si se trata de propietarios o accionistas, directivos o empleados, de la competencia, los proveedores o los clientes, de la sociedad en su conjunto o de la comunidad21. La heterogeneidad de aquéllos ante quienes se es responsable depende de los tipos de interacciones que mantiene la organización. Pero todos esos tipos de interacciones tienen un denominador común: son entendidos como intercambios.
En la mayoría de los casos, el intercambio se establece a través de la figura del contrato, más o menos explícito. Por lo tanto, se guían por la lógica de me-da-esto-le-doy-aquello-conforme-a-contrato. A su vez, lo que se intercambia (productos o servicios, bienes tangibles o intangibles) tienen un precio, se hacen equivalentes a través de su valor en dinero. Bajo esta lógica mercantil, los intercambios pueden ser (y por lo general lo son) desiguales, y en algunos casos bajo condiciones mínimas de libertad para alguna de las partes (ya hemos hecho referencia a la igualdad desigual que caracteriza a la sociedad y a las organizaciones modernas). En cualquier caso, los derechos y obligaciones de cada parte están estipulados contractualmente en los intercambios particulares, mientras que los vacíos pueden cubrirse con las disposiciones legales. La responsabilidad de las partes consiste, por lo tanto, en cumplir de la mejor manera posible con las obligaciones de cada cual (y la"mejor manera posible" será aquélla que represente un bajo costo y un alto rendimiento). El contrato (sea implícito o explícito), al establecer derechos y obligaciones, atribuye responsabilidades. En tanto que se conciba como un contrato mercantil, permite además calcular monetariamente el costo que habrá de pagar quien no haya ejercido su responsabilidad adecuadamente (en los contratos explícitos se incluye a veces alguna cláusula que especifica los montos indemnizatorios que corresponden al incumplimiento de alguna obligación). Desde esta visión parecen poder afrontarse todas las cuestiones en torno a la responsabilidad social de las organizaciones. Y además se confirmaría la opinión de Milton Friedman: sus responsabilidades radican en el incremento de sus ganancias.
Dado que los contratos estipulan, mediante libre consentimiento, las obligaciones de las partes, las organizaciones asumen las obligaciones que eligen y las eligen porque obtienen a través de ellas aquello que buscan: ganancias. Claro que si éste es el fin final, el auténtico interés de las organizaciones, cómo obtengan sus ganancias carece de absoluta importancia. Tener una visión, una misión y propósitos, ofrecer específicos productos o servicios en el mercado -según los imperativos de, digamos, la "calidad total" (por ejemplo, Feigenbaum: 2004)- no establecería diferencia alguna, porque todo se reduciría al resultado positivo del cálculo costo-beneficio. Se hace así cada vez más difícil distinguir qué era el medio y qué era el fin, una vez que la vida en su totalidad queda enlazada en las invisibles cadenas de dependencia que confluyen en el capital22. Tampoco la relevancia adquirida por los derechos de los clientes/consumidores parece generar problemas desde esta matriz de interpretación moral-policial, ya que también la relación entre la organización y el cliente se comprende como un intercambio regido por contrato implícito. Sin embargo, se puede considerar excesivo, y por tanto peligroso, el reconocimiento social de los derechos del consumidor si de alguna manera hace atractivo el ponerse en el lugar de la víctima y demandar resarcimiento; aunque, por otra parte, también cumpliría un papel ejemplificador contra probables aumentos fáciles y rápidos de las ganancias. Además, habría que considerar el papel del cliente/consumidor cuando la producción se organiza "a medida de la demanda" (por ejemplo: Monden: 1993; Cárdenas: 1993; Lefcovich: 2007).
La situación sería diferente ante la sociedad en general y ante la comunidad, salvo que la relación logre reducirse a un intercambio basado también en derechos y obligaciones de alguna manera valuables monetariamente. De este modo, los reclamos podrían ser canalizados y reducidos no sólo a lo que el contrato estipula, sino también a aquello que sea capaz de encontrar una equivalencia en dinero. La vía judicial ya está disponible, poniendo en práctica esta reducción (pero también en relación con una sanción como la privación de la libertad). Pero las comunidades y la sociedad (no limitada al Estado) son muy complejas y las obligaciones de la organización ante ellas se pueden multiplicar desfavorablemente, si la única responsabilidad de las organizaciones es la ganancia.
Por otra parte, en el marco de las políticas neoliberales se promueve, desde los organismos internacionales, la participación de la sociedad civil como contrapeso al Estado, los políticos profesionales y los funcionarios, frente al problema de la corrupción -pero una vez movilizada tal participación se dificulta su restricción a un solo aspecto- (Murillo: 2008).
Asimismo, si el "fin final" de toda organización es el lucro y la responsabilidad debe ejercerse para asegurar su obtención, la cuestión amenazante se ubica en el pago de los costos por la atribución de responsabilidad frente a consecuencias negativas. Esta cuestión pone en peligro los beneficios, sobre todo en épocas de incertidumbre, cuando además el éxito sería el único respaldo y la aparición de consecuencias imprevistas, azarosas, es siempre un riesgo de difícil cálculo. Pero la literatura sobre la responsabilidad social empresarial no deja de remarcar que la puesta en práctica de la misma brinda beneficios, es rentable. Entonces las acciones previas a la aparición de consecuencias desfavorables tienen que ser proactivas -anticipativas y no meramente reactivas, post-factum (Covey: 2005). Estas acciones parecen responder al tradicional dicho "curarse en salud" y operar de manera similar a una inversión en un seguro por riesgos. También remiten a la sospecha -ya mencionada anteriormente- de que cualquiera es virtualmente culpable.
Entonces, las acciones emprendidas en nombre de la responsabilidad social adquieren la forma de intercambios en los que la organización, calculando un riesgo probable de tener que hacerse cargo del pago de costos, entrega su parte ahora para recibir a cambio algo, si fuera necesario, en el futuro más o menos mediato: al menos una buena predisposición de la comunidad y de la sociedad hacia su acciones dirigidas a la obtención de ganancias (con sus probables consecuencias) 23. No olvidemos que (para el neoliberalismo y retomando la concepción económica del marginalismo) el valor dependería de la atribución de valor que realizan en forma subjetiva los concurrentes al mercado24. El prestigio, la imagen positiva, son entonces también recursos para la obtención de beneficios.
La responsabilidad social se convierte así en una cuestión más para añadir a las tareas de administración y gestión de las organizaciones. Completa las estrategias para la autoconservación y debe estar planificada, y hasta registrarse en un Balance Social, parte a su vez del Balance General. Pues ninguna acción debe dejar de ser registrada en las columnas del debe y el haber. Es que todo este tratamiento de la responsabilidad social organizacional se inscribe en lo usual y acostumbrado. No establece ninguna diferencia, sino que conduce a más de lo mismo (es decir, a la clausura dentro del orden dado). Por ende, es la responsabilidad moral-policial la que se demanda a las organizaciones, aunque la matriz de interpretación que la inviste deje entrever problemas y cuestiones (de los cuales he tratado de brindar algunos indicios en la exposición precedente), que hacen factible un planteamiento ético- político. Claro que es mejor una responsabilidad moral-policial brindando algún paliativo a las injusticias sociales que nada.

VI. Posibilidades ético-políticas de la responsabilidad social empresarial

La interpelación a la responsabilidad social organizacional puede orientarse a convertirse en una responsabilidad ético-política. No será entonces simplemente una tarea más que se agrega a la larga lista de tareas de un administrador-gestor de organizaciones, sino que llevará a la revisión de las que ya se vienen llevando adelante, pues la cuestión es establecer alguna diferencia dentro de la organización y en las relaciones con la sociedad. Tampoco se tratará de disfrazar al lobo de cordero para morder un mejor bocado de ganancias.
Apostar a la responsabilidad social ético-política será una tarea que deberá, además, enfrentar fuertes oposiciones justamente por salirse de lo usual y acostumbrado, por afectar tal vez las posibilidades de lucro.
Afrontar, entonces, el desafío de responder a la dimensión éticopolítica se presenta más bien como un desafío, un desafío necesario de afrontar si se habrá de ser consecuente (Badiou: 2004) con la irrupción de la dimensión ético-política; un desafío que no puede planificarse, implementarse y evaluarse teniendo en cuenta sólo los resultados cuantificables monetariamente, porque si ha de ser evaluado lo será por su proceso más que por sus productos, importarán más lo sucedido y las posibilidades que abra para continuar combatiendo las desigualdades y las opresiones.
Asumir la responsabilidad ético-política en la práctica concreta supone un proceso de descubrimiento: de revelar las grietas por donde emerge la dimensión ético-política en la organización (pero no entendiendo a la organización como un ente aislado, sino como una red de relaciones que la constituye y la comunica directamente con partes de la sociedad e indirectamente con la sociedad en su conjunto). Supone asimismo un proceso de invención: porque el modo de trabajar en y con la responsabilidad ético-política no encontrará ofertas de recetas (técnicas, procedimientos, concepciones) listas para su uso, sino que en cada caso particular habrá que recrear, inventar cómo hacer responsabilidad social. Al mismo tiempo, requerirá su construcción: edificar la responsabilidad ético-política, subjetiva y objetivamente. Pero será un proceso de descubrimiento-invención-construcción que, en sí mismo, constituye el ejercicio de la responsabilidad ético-político que se produce cooperativamente, en los esfuerzos compartidos de crítica, de desidentificación y de nueva subjetivación, de resignificación y de argumentación, dirigidos a la transformación del orden moral-policial de la organización. Un proceso donde es relativamente escaso el valor de los habituales procedimientos de cuantificación, mecanización, operativización, de coordinación por medio de organigramas y cronogramas... de todas las herramientas desarrolladas para la gestión de la organización y donde el experto en administración y gestión debe enfrentar creativamente con los otros la necesidad de potenciar la producción cooperativa (Heler: 2008 y 2010) en la organización. En última instancia, se trata del descubrimiento-invención-construcción de posibles dinámicos, que a diferencia de los posibles estáticos, requieren de la producción cooperativa para quedar en disponibilidad.
La interpelación a la responsabilidad social pone a la administración y gestión de organizaciones en medio de la oposición/tensión entre las dos clases de responsabilidad que hemos diferenciado. En esa oposición/ tensión, la responsabilidad ético-política no es, entonces, una posibilidad fácil. Ni pueden ser determinados con antelación los caminos que tomará, si se intenta ejercerla. Entonces, ¿una utopía más? Supongamos que sí.
Aun así, la puesta en consideración de esta oposición/tensión entre los dos tipos de responsabilidad una vez que se pone en circulación la interpelación a la responsabilidad social de las organizaciones, al menos permite no crear falsas expectativas con la demanda de tal responsabilidad, ni favorece cierto escepticismo que deja todo como está con fría distancia. Tampoco oculta las desigualdades y opresiones, las injusticias. De esta manera, genera condiciones de posibilidad para que emerja la dimensión ético-política y se actúe consecuentemente para establecer alguna diferencia con el estado del orden moral-policial en un momento determinado, una diferencia potenciadora de mayor libertad e igualdad para todos (cualquiera sea inicialmente la extensión de ese "todos").
No obstante, pareciera que tales condiciones de posibilidad no son tan lejanas y dificultosas, sino que encuentran un asidero en el hecho de que en el capitalismo se hacen dos cosas al mismo tiempo: se produce algo a la vez que se obtienen ganancias; no importa si se cultivan campos, se cría ganado, se fabrica o se vende vestimenta, se diseñan o se construyen puentes, se otorgan préstamos con interés, se brindan servicios o cualquier otra producción específica, mientras simultáneamente se busca aumentar el capital en todos esos quehaceres (Brown: 1999). Pero esta simultaneidad está invisibilizada por el predominio de la lógica del capitalismo, por el tipo de visión que enuncia Friedman y que las prácticas sociales hegemónicas confirmarían.
Establecería diferencia, en cambio, afrontar la tensión/oposición que se juega en el seno de las prácticas de cualquier organización, atender por ende a la tensión/oposición entre la lógica de la producción específica y la lógica de las relaciones capitalistas, cuestionando la pretendida primacía exclusiva de esta última y atendiendo a ambos elementos de la tensión/oposición. Se tratará entonces de encontrar, en cada circunstancia, el modo de enfrentar esta tensión/oposición, quizá estableciendo un punto de infle xión para que se pueda apostar por la responsabilidad
social ético-política.

Notas

1 Por ejemplo, en Latinoamérica y el Caribe, Iniciativa Interamericana de Capital Social, Ética y Desarrollo (SDS), sostenida por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuyo referente es Bernardo Kliksberg. Entre sus proyectos incluye el Boletín informativo de Ética y Desarrollo (2008) que se distribuye electrónicamente y que tiene como uno de sus temas principales promover la responsabilidad social. Sin embargo, el sitio web fue cerrado en el 2009.

2 De la numerosa bibliografía sobre la ética empresarial tomo algunos ejemplos que fueron publicados en castellano, en la década de los 90 (momento de su auge): Brown: 1992; Fernández: 1994; Garay: 1991; Gélinder: 1991; Gorosquieta: 1996; Ortiz: 1995; Sen: 1989; Schlemenson: 1990.

3 Calificar a algo de "natural" le otorga la connotación de dado universalmente, de forma inmodificable y, entonces, incuestionable, pese a ser un suceso socio-histórico. También se habla de "naturalización". Como veremos luego se vincula con lo que llamó "posibles estáticos".

4 "El lapso de tiempo entre el primer paso hacia un objetivo y el lapso con que se llega al objetivo se hizo más largo, y los pasos intermedios, más numerosos. [...] Poco a poco ese período de tiempo se fue prolongando. El instrumental se adecuó más a los objetivos; aumentó el número de herramientas especializadas y también se multiplicaron los oficios (...) Y en el transcurso de ese proceso, cada vez más personas quedaron sujetas por las invisibles cadenas de una creciente dependencia mutua. [...] A medida que las cadenas de acciones se hicieron más numerosas, se hicieron también menos perceptibles para los individuos entretejidos en esa red de interdependencias tanto por sus necesidades como por sus capacidades; y, finalmente, se hizo cada vez más difícil distinguir qué era el medio y qué era el fin." (Elías: 1990: 156-157) [la cursiva me corresponde].

5 Desde el inicio he preferido utilizar el término "organización" en vez de "empresa", aunque la referencia fuera en la mayoría de los casos a las organizaciones con fines de lucro. Esta preferencia, que sigue en realidad a la actualmente usual, pretende hacer valer las concepciones de la administración y gestión también para las organizaciones sin fines de lucro. Por otra parte, puede considerarse que esta intención en el uso de la palabra organización tendría sustento en que todas las prácticas sociales deben hoy regirse conforme a las relaciones mercantiles del capitalismo. En otra terminología, significa la subsunción real de la totalidad de la vida por el capital. Cf. Marx: 2001: capítulo V (inédito); Hardt y Negri: 2002.

6 La referencia a una acción por realizar (futuro) o ya realizada (pasado) no debe pasarse por alto. En el primer caso, se trata del ejercicio de la responsabilidad durante la deliberación sobre los curso de acción que pueden seguirse, pues tiene que ver con la toma de decisión previa a la ejecución, en tanto que el segundo caso remite al juicio, a la evaluación a la luz de sus consecuencias de la acción efectuada; en este segundo caso es una responsabilidad posfactum y está expuesta a enfrentar efectivas demandas de reparación y sanción cuando las consecuencias son evaluadas como negativas. En lo que sigue conviene tener en cuenta esta distinción ya que no será explicitada, puesto que la exposición pretende mostrar ambos momentos en su vinculación dentro del circuito de la relación de la responsabilidad. La doble capacidad del significado de la responsabilidad no se corresponde exactamente con esta distinción, porque en la toma de decisión ya hay que considerar las consecuencias y la justificación es requerida una vez llevado a cabo el curso de acción elegido.

7 La autoconservación se entiende modernamente en el doble sentido de perseverar en el ser y de ganarle un sentido a la existencia. En su formulación más elaborada: se trata de conservar, por sí mismo (auto), la vida, pero una vida digna de ser vivida por un humano.

8 Y no importa entonces si la acción la ha realizado un individuo en nombre propio o en representación de otros, v.g., de una organización. En tanto, las organizaciones toman decisiones sobre cuya base sus integrantes desarrollan determinados comportamientos, una organización es también una agente libre (y lo es en tanto su libertad se muestra en que tiene la capacidad de no actuar), aunque el grado de responsabilidad de sus integrantes dependerá de los mecanismos instituidos de decisión (usualmente jerárquicos). Por ello, en el ámbito legal, las organizaciones son personas jurídicas, una forma de explicitar que les corresponden atribuciones de responsabilidad.

9 Conviene tener en cuenta la distinción entre un universal del discurso, que se restringe a un universo o discurso particular, de la universalidad general que vale para cualquier universo o discurso particular. La discusión ética entre comunitaristas y universalistas gira en torno a esta distinción y a la relación entre los términos diferenciados, defendiendo posiciones inclusivas o exclusivas o una mezcla de ambas. Obviamente, la distinción resulta interesante cuando se piensa en la relación entre el universo social y el universo organizacional, es decir, la relación entre organización y sociedad.

10 Las organizaciones parecen temer fundamentalmente a la sanción jurídica, con sus órganos de aplicación que hacen efectivo el pago de los costos. La posible sanción social no posee órganos de aplicación, siendo más difícil de predecir y así como fáciles de eludir, aunque puede además movilizar la sanción jurídica. El "prestigio", la "buena imagen" de una organización es una defensa contra la posible sanción social.

11 "La representación mental que el grupo se hace de sí mismo sólo puede perpetuarse en y a través del esfuerzo incesante de representación (teatral) mediante el cual los agentes producen y reproducen, incluso en y a través de la ficción, la apariencia al menos de la conformidad a la verdad ideal del grupo, a su ideal de verdad." (Bourdieu: 1999: 222)

12 Sistemas o estados de dominación: situaciones en las que "las relaciones de poder, en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo inmóvil y fijo e impidiendo la mínima reversibilidad de movimientos -mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares-, nos encontramos ante lo que podemos denominar un estado de dominación." [la cursiva me corresponde] Ver:"La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad. Entrevista con Michel Foucault realizada por Raúl Fomet-Betancourt, Helmul Becker y Alfredo Gómez-Muller el 20 de enero de 1984". (pp. 93-125). En: Foucault, M. (1996).

13 En el diccionario, "policía" tiene como una de sus acepciones: "buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno". Cf. Rancière:1996; Heler: 2009).

14 La estipulación del significado de ambas expresiones es diferente al uso acostumbrado, aunque en línea con ciertas tradiciones.

15 "El poder no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que le queda a esteúltimo la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro. Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que. si no existiesen posibilidades de resistencia -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación-, no existirían relaciones de poder. Al ser ésta la forma general que adoptan las relaciones de poder, me resisto a responder a la pregunta que a veces me plantean: si el poder está presente, ¿entonces no existe libertad? La respuesta es: si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque existen posibilidades de libertad en todas partes. No obstante, hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación. En muchos casos, las relaciones de poder son fijas, de tal forma que son perpetuamente disimétricas y que el margen de libertad es extremadamente limitado." (Foucault:, 1996).

16 Castoriadis caracteriza la "clausura" así: "Cualquier interrogante que tenga sentido dentro de un campo clausurado, en su respuesta reconduce a ese mismo campo", esto es, reconduce todo planteamiento hacia los parámetros y las modalidades aceptados dentro del campo, procurando así desarraigar las disidencias a través de la domesticación de la crítica (Castoriadis: 1998: 319) (cf. Heler: 2005: 54-58).

17 Estos dispositivos adquieren nuevas y relevantes funciones cuando se produce el pasaje que Deleuze, siguiendo a Foucault, estima que se produce actualmente en el paso de la "sociedad disciplinaria" a la "sociedad de control" (Deleuze: 1991).

18 "En vez de decir que toda policía niega la igualdad, diremos que toda policía hace daño a la igualdad. Diremos entonces que lo político es el escenario sobre el cual la verificación de la igualdad debe tomar la forma del tratamiento de un daño." (Rancière: 1996: 35-60)

19 Al hablar de "dimensión", pretendo señalar que es un aspecto constitutivo y que emerge, o se abre, en el interior del orden moral-policial.

20 Por lo común, los conflictos y problemas se comprenden como una "encrucijada", donde se piensa como un camino que, al dividirse en dos o más senderos, obliga a elegir entre uno de ellos, entre una de las posibilidades incompatibles. En cambio, concebido como un "enredo", el conflicto/problema se percibe como resultado de estar aprisionado en una situación por una red, cuyos hilos son factores de distinta índole y fuerza, difíciles de compatibilizar, y que actúan juntos en una situación. Esta red no deja más que algunas posibilidades a elegir (encrucijada), salvo que se trabaje para intentar desenredarse. Entender el conflicto/problema como"enredo" exige la diferenciación de esos factores que interfieren en la situación, es decir, la revisión crítica del conflicto (y no la salida rápida por una de los caminos de la encrucijada). Dado que los conflictos/problemas no se solucionan sino que requieren su transformación, afrontarlos como una "encrucijada" es sólo desplazarlos: creyendo que se los está solucionando, cuando en realidad sólo se posterga su reaparición. Con la revisión crítica que deriva de su abordaje como un "enredo" se puede comenzar a transformar el conflicto/problema (Heler: 2005: 54-58).

21 El término "comunidad", en este contexto, se suele utilizar para referirse a la parte de la sociedad ubicada en el entorno social de la organización (pueblo, barrio, etc.); aunque la organización no realice con la comunidad sus intercambios específicos, sus actividades afectan de alguna forma a los intereses comunitarios, pudiendo hacerlo en forma favorable o perjudicial. Actualmente¿habría que incluir a las "organizaciones de la sociedad civil" (defensores de consumidores, ecologistas, otros grupos de intereses específicos) y a los medios de comunicación?

22 Ver supra nota 5. Además, en relación con la dominación sobre la vida en su totalidad, en términos de la discusión actual sobre la"biopolítica", cf. por ejemplo: Giorgi y Rodríguez: 2007 (además de su excelente prólogo, a cargo de los compiladores, el libro reúne textos fundamentales en esta discusión de G. Deleuze, M. Foucault, G. Agamben, A. Negri y S. Zizek).

23 Así pueden interpretarse las acciones filantrópicas que incluyen la puesta en práctica de la responsabilidad social (cf. para la Argentina, Agenda de la Responsabilidad Social Empresaria: 2007).

24 Cf. en esta línea de interpretación: Casas: 2009.

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