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Ciencia, docencia y tecnología

versión On-line ISSN 1851-1716

Cienc. docencia tecnol.  no.45 Concepción del Uruguay jul./dic. 2012

 

HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES: INVESTIGACIÓN

Sexología, medicalización y perspectiva de género en la Argentina contemporánea

 

Jones, Daniel*; Gogna, Mónica**

Autores: *Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires -UBA-, Buenos Aires, Argentina; **Conicet, Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Universidad de Buenos Aires -UBA-, Buenos Aires, Argentina. Contacto: danielprotestantes@gmail.com

Artículo basado en los resultados del proyecto Sexualidad, ciencia y profesión en América Latina, promovido y financiado en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú por el Centro Latinoamericano de Sexualidad y Derechos Humanos (CLAM), coordinado por Jane Russo, coordinado en Argentina por Mónica Gogna, Centro de Estudios de Estado y Sociedad, julio 2007-marzo 2009;
Recibido en diciembre 2011
y Aceptado en mayo 2012.  


Resumen

El artículo explora los orígenes y dinámicas contemporáneas de la sexología en Argentina, con el objetivo de analizar dos cuestiones relevantes: 1) ¿cómo perciben sexólogas y sexólogos la creciente medicalización de la sexualidad?; y 2) ¿han incorporado estos profesionales, de alguna manera, una perspectiva de género en sus intervenciones? Ambos fenómenos se vinculan, ya que la medicalización contribuiría a la reproducción de asimetrías y estereotipos tradicionales de género, tanto en la organización del campo sexológico como en las concepciones de sexualidad utilizadas. El artículo se basa en una investigación empírica a partir de fuentes secundarias (programas de cursos y congresos sexológicos, reglamentos de afiliación y acreditación de asociaciones sexológicas, curriculum vitae de profesionales) y entrevistas a referentes del campo sexológico y a profesionales que abordan cuestiones de sexualidad e interactúan frecuentemente con sexólogos, pero que no se reconocen como tales.

Palabras clave: Sexología; Argentina; Perspectiva de género; Medicalización.

Sexology, gender perspective and medicalization in the contemporary Argentina

Abstract

This article inquires into the origins and current dynamics of sexology in Argentina, with the aim of analyzing two questions: 1) how sexologists perceive the growing medicalization of sexuality? and 2) have these professionals incorporated a gender perspective in their activities? Both phenomena are related, because medicalization contributes to the reproduction of gender asymmetries and stereotypes, within sexological field organization and their sexuality conceptions. The article is based on an empiric research including secondary sources (contents of sexology courses, conferences' programs, sexology associations' affiliation, accreditation rules and individual professionals' curriculum vitae) and interviews with sexology referents and professionals who deal with sexuality issues and often interact with sexologists, but who do not acknowledge themselves as such.

Keywords: Sexology; Argentina; Gender perspective; Medicalization.

Sexologia, medicalização e perspectiva de género na Argentina contemporânea

Resumo

O artigo explora as origens e dinâmicas contemporâneas da sexologia na Argentina, com o intuito de analisar duas questões relevantes: 1) como percebem sexólogas e sexólogos a crescente medicalização da sexualidade?; e 2) tem incorporado estes profissionais, de algum jeito, uma perspectiva de gênero em suas intervenções? Ambos os fenômenos estão ligados, já que a medicalização contribuiria para a reprodução de assimetrias e estereótipos tradicionais de gênero, tanto na organização do campo sexológico como nas concepções de sexualidade utilizadas. O artigo se baseia numa pesquisa empírica a partir de fontes secundárias (programas de cursos e congressos sexológicos, regulamentos de afiliação e credenciamento de associações sexológicas, curriculum vitae de profissionais) e entrevistas a referentes do campo sexológico e a profissionais que abordam questões de sexualidade e interagem frequentemente com sexólogos, mas não se reconhecem como tais.

Palavras chave: Sexologia; Argentina; Perspectiva de gênero; Medicalização.


 

I. Introducción

La sexología es un campo de conocimientos y de prácticas educativas y/o terapéuticas centrados en la sexualidad. Su origen se sitúa en la segunda mitad del siglo xix y desde entonces es ejercida por profesionales de diferentes disciplinas médicas y no médicas (Béjin, 1987a; 1987b; Bullough, 1994; Irvine, 2005). En Argentina, los primeros antecedentes de la sexología contemporánea se remontan a mediados de la década de 1950. Actualmente, el campo sexológico local es un espacio multidisciplinario donde coexisten especialistas de variadas trayectorias y formaciones, dedicados a dos grandes vertientes: la sexología clínica y la sexología educativa (o educación sexual).
Estos1 profesionales dirigen sus intervenciones a diferentes públicos: mayoritariamente adultos de clases media y alta, en la sexología clínica; niños y jóvenes de clases bajas principalmente, en la sexología educativa. En ambas vertientes predomina un enfoque orientado a la resolución o prevención de "problemas"2 (sea una disfunción sexual, un embarazo no planeado o una infección de transmisión sexual). En este artículo abordaremos dos cuestiones que nos parecen relevantes para entender los dilemas que enfrenta actualmente este campo: 1) ¿cómo perciben sexólogas y sexólogos la creciente medicalización de la sexualidad?; y 2) ¿han incorporado estos profesionales, de alguna manera, una perspectiva de género en sus intervenciones?
El concepto de medicalización fue creado por las ciencias sociales para explicar cómo el conocimiento médico es aplicado a una serie de comportamientos, sobre los cuales la medicina ejerce un control, aunque éstos no sean de modo autoevidente campo de intervención médica (Conrad, 1992; Zola, 1972; White, 2002). Específicamente, la medicalización de la sexualidad es un proceso de alcance mundial que supone la definición de prácticas y estados sexuales como problemas de salud (y en tanto tales, diagnosticables) a resolver mediante la aplicación de técnicas y saberes expertos (tratamiento). Desde la década de 1980, con la epidemia de vih/Sida, la sexualidad ha sido profundamente re-medicalizada (Vance, 1991). Actualmente, la medicalización de la sexualidad está relacionada con el surgimiento y desarrollo de las intervenciones quirúrgicas y una variedad de drogas para las disfunciones sexuales (Giami, 2011), especialmente el Sildenafil, conocido por su nombre comercial, Viagra.
Esta medicalización trae aparejados dos fenómenos concomitantes: a) el reforzamiento de la jerarquización de las profesiones en el interior del campo, al privilegiar a los médicos (que pueden prescribir fármacos) sobre los no médicos, y b) la reproducción de asimetrías y estereotipos tradicionales de género en detrimento de la incipiente incorporación de una perspectiva de género para entender los conflictos que la clínica pretendía "resolver". De ahí la pertinencia de analizar ambas cuestiones conjuntamente.
Con "perspectiva de género" designamos a una serie de enfoques analíticos y programáticos acerca del orden simbólico con que cada cultura elabora la diferencia sexual. Esto significa que adoptamos una concepción construccionista del género, pues "si en diferentes culturas cambia lo que se considera femenino o masculino, dicha asignación es una construcción social, una interpretación social de lo biológico" (Lamas, 1996:110-111). El género es tanto un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos como una forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1996). Esta perspectiva permitiría entender cómo la diferencia se transforma en desigualdad, cuestionar dicha desigualdad y eventualmente revertirla3.
En la primera sección del artículo describiremos la estrategia metodológica del estudio sobre cuyos resultados reflexionaremos aquí. En la segunda, caracterizaremos históricamente el proceso de constitución del campo sexológico en Argentina. En la tercera, analizaremos sus vertientes y tensiones internas, evaluando el impacto de la medicalización de la sexualidad sobre este campo. En la cuarta, abordaremos jerarquías y estereotipos de género que atraviesan a la sexología, y exploraremos en qué medida la sexología ha adoptado una perspectiva de género. En estas dos últimas secciones, nos proponemos indagar de qué manera los enfoques y posiciones que predominan en el campo sexológico condicionan sus posibilidades de reflexionar críticamente sobre la medicalización de la sexualidad y de incorporar una perspectiva de género.

II. Estrategia metodológica

Este artículo se basa en el análisis de los resultados de un estudio realizado entre 2007 y 2008, en tres etapas. En la primera elaboramos un mapa de la sexología en Argentina, que identifica las principales asociaciones, las instituciones de formación y los cursos que ofrecen, los encuentros periódicos, las revistas y los profesionales. Esto se hizo mediante búsquedas en Internet (análisis de las páginas web de las instituciones y/o profesionales del campo sexológico, cursos ofrecidos en las curriculas universitarias, etc.), análisis de otras fuentes secundarias (programas de cursos, reglamentos de afiliación y acreditación de asociaciones sexológicas, curriculum vitae de profesionales), consultas por correo electrónico con docentes universitarios y seis entrevistas exploratorias con pioneros del campo.
En la segunda etapa, realizamos 12 entrevistas individuales semiestructuradas con los principales referentes del campo sexológico (algunos ya entrevistados en la primera). Esta muestra quedó conformada por seis varones y seis mujeres, de los cuales cuatro eran médicos y ocho no médicos (entre ellos, cuatro eran psicólogos); en total fueron: cuatro sexólogos educativos, cinco sexólogos clínicos y tres especialistas en ambas áreas.
En una tercera etapa, para ampliar nuestra mirada acerca del rol profesional de los especialistas en sexualidad, entrevistamos a cinco profesionales que abordan cuestiones de sexualidad e interactúan frecuentemente con sexólogos, pero que no se reconocen como tales, ni se consideran parte del campo sexológico: un médico psicoanalista, un médico urólogo, una médica ginecóloga, una psicóloga psicoanalista y una psicóloga especializada en terapias sexuales. La muestra de todos los entrevistados se detalla en el Cuadro 1.

Cuadro 1. Informantes clave entrevistados


Nota: Glosario de siglas de las asociaciones e instituciones sexológicas: aases: Asociación Argentina de Sexología y Educadores Sexuales; aism: Academia Internacional de Sexología Médica; aress: Asociación Rosarina de Educación Sexual y Sexología; asel: Asociación Sexológica del Litoral; cepas: Centro de Educación, Pareja y Asistencia a la Sexualidad; cetis: Centro de Terapia e Investigación en Sexualidad; cipress: Centro Interdisciplinario de Prevención de Enfermedades de Transmisión Sexual y Sida; fesea: Federación Sexológica Argentina; flasses: Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual; iigg/uba: Instituto de Investigaciones Gino Germani/ Universidad de Buenos Aires; ipess: Instituto de Prevención y Educación en Salud y Sexualidad; socosex: Sociedad Cordobesa de Sexología; saegre: Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva; sash: Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.

III. Orígenes y etapas: la constitución del campo sexológico en Argentina

Los primeros antecedentes de la sexología en Argentina se remontan a la década de 1950 y están vinculados a iniciativas de educación sexual. En el Cuadro 2 ofrecemos una síntesis cronológica de la historia de la sexología y el contexto sociopolítico en Argentina.

Cuadro 2. Historia de la sexología y contexto sociopolítico en Argentina


Un punto de partida significativo fue la "Escuela para Padres", fundada por la psicóloga Eva Giberti en 1957, que popularizó conceptos psicoanalíticos al adaptarlos, en lo que respecta a la sexualidad, a niveles menos "subversivos" para los amplios sectores medios urbanos de la sociedad argentina (Plotkin, 2003). Lo que inicialmente fueron reuniones grupales con madres (luego también padres y docentes) en busca de ayuda para la crianza de sus hijos, creció hasta convertirse en un movimiento de alcance nacional que se extendió hasta comienzos de los '70. La experiencia tuvo una fuerte presencia en los medios masivos de comunicación y se incorporaron profesionales de distintas especialidades, lo que posibilitaba abarcar desde problemas en el aprendizaje hasta odontopediatría, pasando por psicoanálisis con niños y relaciones vinculares entre los miembros de la familia. Eva Giberti ha sido vista por el público masivo como una de las principales divulgadoras del psicoanálisis, en particular sobre sexualidad (Plotkin, 2003; Cosse, 2006). Sin embargo, su figura es difícil de clasificar a los fines de este trabajo, pues no es reconocida por los sexólogos como una integrante del campo (no la mencionan al preguntarles por los pioneros de la sexología) y ha sido desconocida desde la ortodoxia psicoanalítica (principalmente, por la Asociación Psicoanalítica Argentina), pese a su rol de bisagra entre ambos campos de saberes y prácticas (esto es, el sexológico y el psicoanalítico).
Simultáneamente, en la década del '60 se desarrollaron cursos de sexología en hospitales públicos y cátedras en las facultades de Medicina, impulsados por ginecólogos y obstetras que se dedicaban a la planificación familiar. En 1967, con auspicio de la International Planned Parenthood Federation (ippf), un grupo de ginecólogos y obstetras fundó la Asociación Argentina de Protección Familiar (aapf). Entre fines de la década del '60 y principios del '70, se crearon en el campo de la medicina las primeras asociaciones profesionales que incluían el término sexología: la Sociedad Argentina de Sexología y Educación Sexual, organizada por el Dr. Armando Domenech, y la Escuela Argentina de Sexología, creada por el ginecólogo y psicoanalista Héctor Segú. Ambas formaron numerosos educadores y terapeutas sexuales (Flores Colombino, 1980; Fridman, 2007). Hacia 1976, un grupo de médicos y psicólogos jóvenes de la ciudad de Rosario, interesados en cuestiones relacionadas con la sexualidad, fundó la Asociación Rosarina de Educación Sexual (luego Asociación Rosarina de Educación Sexual y Sexología -aress-), probablemente la primera institución dedicada específicamente a la educación sexual en el país.
Ya desde fines de la década de 1960, las acciones de organizaciones internacionales y las vinculaciones regionales con colegas del resto de América latina fueron cruciales para el desarrollo de las iniciativas en educación sexual. Tal es el caso de la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (asdi) que, a principios de los '70, brindó becas para la formación en educación sexual a numerosos profesionales latinoamericanos. En 1975, el primer grupo de becarios fundó el Comité Regional de Educación Sexual para América Latina y el Caribe (cresalc) que tendría un rol fundamental en la formación de educadores sexuales en la región y en Argentina en particular (Aller Atucha y col., 1994).
La década del '80 fue el momento de institucionalización del campo sexológico en el país y en la región: se crearon numerosas sociedades profesionales e institutos de formación y se consolidaron los ya existentes. En 1980, se creó la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (flasses); en el mismo año, Caldiz y Gindín organizaron el Centro de Educación, Terapia e Investigación en Sexualidad (cetis), institución privada dedicada durante 20 años a la formación de médicos y psicólogos como especialistas en sexología clínica. En 1982, ambos profesionales fundaron la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (sash), hoy la principal asociación sexológica del campo argentino; en 1983, se creó el Instituto Kinsey de Rosario. Este proceso de expansión y consolidación institucional de la sexología fue simultáneo a la declinación de los niveles de represión de la dictadura militar (a inicios de la década del '80) y se vio notablemente favorecido por el retorno de la democracia en 1983, que extendió el debate sobre cuestiones sexuales a un público más amplio.
Al mismo tiempo, en la ciudad de Buenos Aires, los nuevos especialistas en sexualidad establecieron consultorios privados y centros de atención. Esto significó un poderoso impulso para la vertiente clínica de la sexología, al abrirse nuevos canales de contacto con potenciales pacientes, en tácita disputa con el psicoanálisis. Éste, en sus diversas variantes, es aún hegemónico en las instituciones universitarias de enseñanza de Psicología y ha logrado una enorme difusión social en Argentina (Balán, 1991; Plotkin, 2003)4. Durante largo tiempo, el psicoanálisis fue visto (y aún lo es, desde amplios sectores sociales) como un conocimiento y una terapéutica apropiados para abordar la sexualidad; incluso así fue considerado por muchos de los sexólogos pioneros, que tenían formación psicoanalítica. Pero en la década de 1980 comenzaron a extenderse los enfoques cognitivo-conductuales dentro del campo sexológico, que hoy constituyen los más difundidos en su interior y que caracterizan a las terapias sexológicas. Estos enfoques -en los que se inscriben los clásicos modelos de Masters y Johnson (1981) y Helen Kaplan (1975)-, proponen una terapia focalizada en la resolución de un problema puntual, a partir de la modificación de comportamientos y pensamientos identificados como "disfuncionales". La mayor eficacia de los enfoques cognitivo-conductuales es un argumento que esgrimen los sexólogos clínicos para rechazar los enfoques psicodinámicos (como el psicoanálisis) que trabajan sobre las causas de larga data de un problema. La presencia del psicoanálisis en la sexología hoy es absolutamente marginal.
El impulso que tuvo la sexología clínica en la década del '80 se realimentó a fines de los '90 con el descubrimiento por parte del laboratorio Pfizer del Sildenafil (conocido por su nombre comercial, Viagra) para el tratamiento de la disfunción eréctil. Más allá del grado de aceptación que suscite entre los distintos profesionales, todos reconocen que la aparición del Sildenafil ha acentuado la "medicalización" de la sexualidad, a la que entienden como la farmacologización de los tratamientos y el consecuente predominio de los médicos (psiquiatras y urólogos) en detrimento de otros profesionales (por ejemplo, los psicólogos, no habilitados para recetar medicamentos), fenómenos que abordamos a continuación.

IV. Vertientes y tensiones del campo: el impacto de la medicalización de la sexualidad

El campo sexológico argentino es un espacio multidisciplinario donde coexisten especialistas de variadas formaciones, dedicados a dos grandes vertientes: la sexología clínica y la sexología educativa. El área clínica se ocupa del tratamiento de los "problemas sexuales" individuales o de pareja, tanto en su dimensión orgánica como psicológica. Mientras que las corrientes médicas abordan problemáticas sexuales concebidas como de origen principal o exclusivamente orgánico, diagnosticando enfermedades y "disfunciones", las psicológicas se abocan a las "disfunciones sexuales" consideradas de origen psico-emocional y/o relacional (si bien dentro del área clínica no existe un acuerdo sobre la existencia de una frontera clara entre este tipo de orígenes). En tanto ambas corrientes se orientan a la "resolución de problemas", pueden considerarse intervenciones "reparadoras" sobre la sexualidad. Mientras que sólo médicos y psicólogos están habilitados para acceder a la formación específica en sexología clínica y su ejercicio, en la sexología educativa, en cambio, hay docentes, psicólogos, cientistas sociales, psicólogos sociales, enfermeras y obstetras (pocos médicos se forman en educación sexual, más allá de que algunos realizan actividades educativas).
Además de estas dos vertientes que organizan el campo sexológico, en su interior existen tensiones entre profesionales de diferentes disciplinas debido al desigual poder que revisten sus respectivos saberes. El poder tradicional de la biomedicina se ha visto potenciado por la creciente preponderancia de los fármacos en el tratamiento de cuestiones de sexualidad, que ha ido desplazando a las psicoterapias tanto dentro como fuera de la sexología. Para referir a este fenómeno, los entrevistados apelan a la idea de "medicalización", definida en su discurso como el uso creciente de fármacos y procedimientos quirúrgicos en el abordaje de problemáticas sexuales y el consecuente predominio de los médicos (en relación con los psicólogos) en la sexología clínica, en particular, y en el área de salud sexual, en general. Tanto los sexólogos de formación médica como aquellos provenientes de la Psicología expresaron su preocupación por esta creciente medicalización de la sexualidad que ha acompañado la difusión del Sildenafil. Cabe subrayar que este fármaco potencia un tipo de abordaje pre-existente en la sexología clínica (orientado a la resolución de "problemas" y focalizado en el síntoma), al tiempo que desmotiva a quienes se habían formado en terapias sexuales procurando un tratamiento más comprehensivo:

"Los médicos es como que no crecieron en terapia, y hoy lo arreglan mucho con... los médicos sexólogos, lo arreglan mucho con medicación. (...) Para mí la sexología no es eso. Que pueda ser ayudada por medicamentos me parece perfecto y a veces nosotros mandamos a medicar, pero que no sea eso." (Psicóloga, sexóloga clínica y educadora sexual)

"En sexología clínica hay ahora, también en la cuestión clínica, dos corrientes dentro de la sexología: la medicalizada y la no medicalizada." (Docente, sexóloga educativa)

"[Los sexólogos] se ocupan de los síntomas, de todo lo que son las disfunciones sexuales, del cuadro de síntomas. (...) Si vos no revisaste otras cosas, vos vas a ser dependiente del medicamento. Si te dicen que si vos no tomas esto para el corazón vas a tener síntomas, vos lo tomás. En estos casos es más discutible, que tengas el síntoma sexual, que tengas alguna posibilidad de revisarlo desde otro lugar, y no que te den un antidepresivo o el Viagra, alguna opción." (Psicóloga, psicoterapeuta).

Desde la perspectiva de estas psicólogas y educadoras sexuales, los principales argumentos contra la "corriente medicalizadora", percibida como hegemónica en el campo sexológico, se basan en la idea de que en los problemas sexuales intervienen también factores emocionales y afectivos, cuya resolución no se obtiene por medio de fármacos. A diferencia de los tratamientos médicos que focalizan el problema en su manifestación orgánica, en las terapias se trabaja sobre la subjetividad del paciente, sus problemas vinculares, sus temores, etc. Nótese que, en boca de los sexólogos, el término "medicalización" se circunscribe a un proceso específico que podríamos denominar con mayor propiedad "farmacologización" de los tratamientos.
Incluso entre los sexólogos médicos se registró preocupación por el uso de fármacos como eje del tratamiento -aunque mucha menor preocupación que entre otros profesionales del campo-, al considerar que sólo deben indicarse en casos puntuales, como una entre múltiples opciones terapéuticas. Lejos de ser una autocrítica a su propia práctica, lo que cuestionan es el "negocio" que existiría en torno de la salud sexual, reflejado en la reciente proliferación de profesionales e instituciones de medicina sexual.
Aun a costa de generar efectos iatrogénicos para los pacientes -sostienen algunos entrevistados-, en los institutos privados de medicina sexual (vistos como externos al campo sexológico) utilizan el mismo método indiscriminadamente para diferentes problemas (ausencia de deseo, disfunción eréctil, eyaculación precoz) y promueven el uso de ciertas drogas por largos períodos debido a un interés espurio:

"Tratan con lo mismo la dificultad en la erección que los trastornos de control eyaculatorio, y a todos les inyectan un vaso-dilatador en el pene, pero esto es abrocharlos a una medicación que tienen que ir a comprar todos los meses. Está todo este negocio de la salud sexual que, bueno, pasa también en otras especialidades, obviamente, pero yo conozco más lo que me llega a mí. Hay un 30 % aproximadamente de pacientes que veo, que me llegan con experiencias terapéuticas previas absolutamente desastrosas." (Médico, sexólogo clínico y educador sexual)

En este contexto, adquiere mayor visibilidad la medicina sexual como una rama médica dedicada a la investigación y al tratamiento de las disfunciones sexuales, considerada una especialidad externa al campo sexológico por los profesionales del mismo, como ilustra el testimonio previo5.
En síntesis, mientras que educadoras sexuales, psicólogas y psicoanalistas destacan que los fármacos ocupan progresivamente el lugar de la palabra (desplazando a psicoterapeutas), los sexólogos clínicos con formación biomédica expresan su descontento al notar que el profesional formado en sexología es equiparado a, o desplazado por, el urólogo, andrólogo o ginecólogo sin formación sexológica, pero con capacidad de prescribir medicamentos o intervenir quirúrgicamente. Unas y otros ven así menoscabados su expertise y sus ingresos. El apoyo que algunos profesionales obtienen de los laboratorios de especialidades medicinales (en la modalidad de becas para asistir a congresos, o de subsidios a la organización de eventos o a la edición de publicaciones periódicas, etc.) refuerza su mayor poder y visibilidad frente a otros integrantes del campo sexológico. Esta medicalización del campo sexológico tiene diversos efectos en términos de género, que desarrollamos a continuación.

V. Jerarquías y perspectivas: el género en la sexología

El poder de la biomedicina en el interior del campo sexológico se ha incrementado en los últimos años. Cabe destacar que ello se produce en un campo caracterizado por una profunda división genérica del trabajo: como se muestra en el Cuadro 3, en Argentina una amplia mayoría de los sexólogos varones son médicos (78 %), mientras que la mayoría de las sexólogas mujeres son psicólogas o tienen una formación de base no médica (80 %). Esta división de género del trabajo sexológico se articula con las mencionadas tensiones provenientes de la jerarquización de saberes y profesiones.

Cuadro 3. Profesionales del campo de la sexología en Argentina6




Por sobre esto, el análisis documental reveló una escasa presencia de la perspectiva de género en el discurso sexológico. Sólo cinco de las 12 organizaciones sexológicas identificadas expresan adherir a dicha perspectiva entre sus objetivos, como consignamos en el Cuadro 4.

Cuadro 4. Asociaciones que congregan a sexólogos

Aunque la mayoría de los programas de formación sexológica a los que accedimos (18 de 22) enuncian temas relacionados al género, éste aparece como un fenómeno más a considerar y, en la mayoría de los casos (14 de 18), se incluye sólo en una unidad del programa. Esto es, el género no aparece concebido como un enfoque transversal a los distintos objetos de intervención de la sexología. Asimismo, de los 22 encuentros sexológicos (jornadas y congresos) relevados entre 2003 y 2007 encontramos sólo una mesa ("género y poder") y cuatro ponencias que incluían en su título la palabra género (tres en mesas de educación sexual y una de terapias sexuales).
¿Qué tipo de referencias a la perspectiva de género emergen en las entrevistas a profesionales del campo sexológico? El patrón común es que éstas asumen el carácter de un discurso políticamente correcto y, simultáneamente, de un indicador de actualización profesional:

"Los movimientos feministas han tenido mucha influencia y algunas personas de esos movimientos han hecho mucha fuerza por la perspectiva de género. Tal es así que nos cuidamos, cuando hablamos, de decir 'los y las' todo el tiempo." (Cientista social, educador sexual)

"Me parece importante hacerlo desde una perspectiva de género, porque de hecho yo considero que tanto varones como mujeres somos primero personas y merecemos igualdad de derechos y oportunidades. Eso hace que, obviamente, yo en la consulta, o en la formación, diga: 'las niñas y los niños'..." (Médico ginecólogo, sexólogo clínico y educador sexual)

Esta clase de referencias puede atribuirse, por un lado, a la creciente aceptación social de la igualdad de género como horizonte deseable (y el rechazo a las expresiones discursivas machistas más evidentes), en los sectores medios urbanos en Argentina, a los que pertenecen estos sexólogos y sus pacientes clínicos. Por el otro, al mencionar la perspectiva de género demostrarían que están al tanto de ciertos enfoques "de moda" y actualizarían valores como la libertad y el goce sexual femenino, promovidos por corrientes previas de la sexología, como la de Havelock Ellis, Magnus Hirschfeld y su Liga para la Reforma Sexual de entreguerras (Weeks, 1998; Rohden, 2009). En la mayoría de las entrevistas parece haber una invocación de tipo ritual de la expresión "perspectiva de género". Esto quedó de manifiesto cuando varios referentes del campo sexológico no supieron explicar en qué consistía o cómo incorporaban dicha perspectiva en su práctica profesional o en sus cursos de formación, pese a haber asegurado utilizarla. La incorporación de la perspectiva de género se reduce a cambios en el lenguaje (el uso de "las y los"), se convierte en una declamación formal de igualdad de derechos, o es confundida con el predominio numérico de mujeres en ciertos ámbitos laborales o académicos:

"Sí, hay [perspectiva de género], porque el 80% de los médicos, los estudiantes en la Facultad de Medicina, son mujeres [...] ... Yo en este momento me estoy atendiendo, todos mis médicos son mujeres, ¿te dice algo esto? [...] Y son más estudiosas... Y los médicos son más, eh, habilidad manual probablemente, de cirugías, para las cosas técnicas... Pero creo que el mundo le va a costar, pero se tiene que resignar. La Psicología la coparon las mujeres hace rato, hay una perspectiva de género impresionante en la Psicología..." (Médico psiquiatra, sexólogo clínico)

De sus documentos y discursos se desprende que la mayoría de los miembros del campo sexológico no visualizan a los estereotipos de género, las asimetrías de poder entre varones y mujeres y los mandatos sexistas como factores que intervienen en los problemas que su profesión intenta resolver. Cabe señalar que los principales referentes de la sexología en Argentina (la mayoría de los cuales fueron entrevistados) pertenecen a una generación que se formó con anterioridad a la incipiente difusión de los estudios de género a fines de los '80 en las universidades de Argentina (Gogna y col., 2009). Por sobre esto, a nivel local, la enseñanza de la Psicología ha estado dominada por un enfoque psicoanalítico que muchas veces refuerza visiones tradicionales sobre la sexualidad femenina (Plotkin, 2003).
A pesar de que la mayoría de los sexólogos no han incorporado la perspectiva de género, dicha variable atraviesa las problemáticas abordadas por la sexología clínica: la propia definición de las disfunciones sexuales y los tratamientos suelen reflejar representaciones tradicionales de género en la manera en que estos profesionales conciben la sexualidad masculina y la femenina. La centralidad del Sildenafil para tratar la disfunción eréctil supone una sexualidad masculina orgánica, bioquímica y desprovista de cualquier aspecto relacional, y refuerza la idea de que el desempeño masculino está ligado exclusivamente al funcionamiento del órgano sexual (Bozon, 2004; Rohden, 2009). Desde comienzos del siglo xx, la cuestión del rendimiento sexual masculino operó como un mandato bajo diversos discursos científicos (médicos, pero también psicológicos), al considerarlo la manifestación de un instinto natural intrínseco al varón (Laumann y Gagnon, 1995). En estos discursos subyacía la asociación de rendimiento sexual (expresada por la erección y/o la eyaculación en el momento adecuado) con virilidad y normalidad. Los recientes desarrollos de la medicina y la farmacología sobre la sexualidad masculina se enfocan en la función eréctil y la eyaculación, concibiéndolas como desprovistas de todo aspecto relacional y otorgando centralidad al funcionamiento orgánico y bioquímico del pene. Las dimensiones psíquicas, psicosociales y relacionales son reducidas a factores que pueden afectar la función sexual bajo la modalidad de estrés, depresión o ansiedad. En cambio, en el caso de la sexualidad de la mujer, las investigaciones actuales abordan principalmente el deseo y la excitación (o su debilidad) y otorgan un lugar central a las cuestiones psicológicas, emocionales y relacionales. La expectativa por la llegada de un "Viagra femenino" (bajo la forma de un parche de testosterona) orientado a aumentar el deseo, refleja la persistencia de una visión de la sexualidad femenina como atravesada por la dimensión relacional (Russo, 2009).

VI. Recapitulación y conclusiones

En este artículo nos propusimos analizar cómo conciben los profesionales del campo sexológico el proceso de medicalización de la sexualidad y cómo entienden a la perspectiva de género (si es que la tienen en su horizonte) y en qué medida la han incorporado.
En el discurso de los sexólogos, la "medicalización" es planteada como el uso creciente de fármacos y procedimientos quirúrgicos en el tratamiento de problemáticas sexuales. Este proceso ha suscitado algunos conflictos. El primero es entre quienes, desde la sexología, proponen un abordaje integral (psico-físico) de los problemas sexuales, y quienes se enrolan en la denominada "medicina sexual" (considerada una especialidad externa al campo por quienes se autodefinen como sexólogos), encarnada en la figura de los urólogos, que se centran exclusivamente en la dimensión orgánica de las disfunciones sexuales. El otro conflicto se desarrolla dentro del propio campo sexológico, entre los sexólogos más proclives a la adopción de tratamientos farmacológicos (generalmente vinculados a los laboratorios de especialidades medicinales) y aquéllos que defienden las terapias sexuales como garantía de una atención "humanizada" que visualiza al paciente en su condición de sujeto.
Por obvias razones, el discurso de la mayoría de los sexólogos entrevistados no incluye una noción más amplia de "medicalización". La medicalización entendida como la definición de prácticas y estados sexuales como problemas de salud (diagnóstico) a resolver mediante la aplicación de técnicas y saberes expertos (tratamiento) no compete exclusivamente a la biomedicina. También quienes tienen formación en Psicología pueden obrar dentro de este canon, aun cuando critiquen a la sexología farmacologizada y a la medicina sexual.
Por otra parte, observamos escaso conocimiento y comprensión de la perspectiva de género, tanto a nivel institucional como individual. Algunos entrevistados la confundieron con el predominio numérico de mujeres en ciertos ámbitos laborales y académicos. En otros casos, se observaba que la perspectiva de género se reducía a cambios en el lenguaje (como el uso de "las y los") o que se trataba de una declamación formal de igualdad de derechos.
¿Por qué resultaría preocupante que gran parte del campo sexológico no haya incorporado, ni en términos teóricos ni prácticos, herramientas de una perspectiva de género que problematice la cuestión del poder entre los integrantes de las parejas sexuales? Sus propuestas terapéuticas -sean de origen médico o psicológico- tienden a alimentar estereotipos de la sexualidad masculina y la femenina que reproducen desigualdades de género y mandatos opresivos, una tendencia reforzada por el mencionado proceso de medicalización.
Consideramos que romper con este patrón es uno de los grandes desafíos que enfrenta actualmente un campo que, mirado en perspectiva histórica, parece haber perdido la cualidad innovadora, el dinamismo y la riqueza que tenía en sus orígenes. Obviamente, no desconocemos que la sexología no escapa del deterioro que han sufrido en nuestro país las instituciones y el propio debate político intelectual como resultado de procesos político-económicos de larga data cuyo análisis excede este trabajo. Sin embargo, con sus tensiones y heterogeneidades, existen profesionales del mismo interesados en sumar su experiencia y saber para enfrentar algunos de los desafíos que enfrenta actualmente la sociedad argentina (entre otros, implementar programas de educación sexual a nivel escolar y comunitario, trabajar integralmente en la prevención de la violencia sexual y de género y en la asistencia a las víctimas, promover una mayor conciencia y respeto respecto de la diversidad sexual). También encontramos profesionales preocupados por revisar los presupuestos teóricos y las metodologías de trabajo que imperan actualmente en la sexología. Si unos y otros logran, en alguna medida, articular alianzas con otros actores sociales y convertirse en interlocutores válidos tanto del Estado como de la sociedad civil, habrán dado un paso en la dirección que imaginaron los pioneros de este campo sexológico hace más de medio siglo.

Notas

1. Utilizamos el genérico masculino cuando la distinción entre varones y mujeres no resulta analíticamente relevante.

2. Todas las expresiones entrecomilladas han sido tomadas de las entrevistas o documentos analizados.

3. Usamos la categoría género para abordar la distinción entre masculino/varones y femenino/mujeres porque así fue entendida por la amplia mayoría de los profesionales entrevistados. Dejamos para otros trabajos de esta investigación el abordaje de las desigualdades por orientación sexual.

4. Plotkin (2003) explica la amplia y rápida difusión del psicoanálisis en la década de 1960 en Argentina a partir del crecimiento de una clase media rica y educada con nuevas expectativas y pautas de consumo y las modificaciones en la concepción tradicional de la familia y el rol de la mujer en el hogar y en la sociedad.

5. La ciudad de Buenos Aires fue sede del 1º Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Impotencia (slai) en 1990 y del 11º Congreso Mundial de Medicina Sexual en 2004, organizado por la entonces International Society for Sexual and Impotence Research (ISSIR), lo que refleja el avance de la medicina (especialmente, la urología) en el campo sexológico y reactualiza la tradicional puja entre profesiones y especialidades por adjudicarse el monopolio en el estudio y el tratamiento de la sexualidad.

6. Esta muestra de 81 profesionales fue identificada a través de nuestra búsqueda electrónica en 2007-2008.

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