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Ciencia, docencia y tecnología

versión On-line ISSN 1851-1716

Cienc. docencia tecnol.  no.53 Concepción del Uruguay dic. 2016

 

HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES: INVESTIGACIÓN

Discursos de viajeros europeos y cultura escrita en la Argentina (1810-1910)

 

Román, Mario Sebastián; Petrucci, Liliana; Bechara, Marcelo; de Biaggi, María Lidia; Beghetto, Stella Maris; Rodriguez, María de los Ángeles; Mayorá, Román*

*Universidad Nacional de Entre Ríos.
Contacto: sromanreybet@yahoo.es

Artículo producido en el marco de Proyecto de Investigación pid 3190 «Discursos de viajeros europeos y cultura escrita en la argentina (1810-1910)» Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos.
Artículo presentado el 11/06/2016 y
admitido el 22/06/2016.


Resumen

En este trabajo nos propusimos profundizar en la «reconstrucción» del «mapa» de viajeros europeos que se desplazaron y permanecieron en las geografías que actualmente constituyen la Argentina durante el siglo xix. Analizamos los modos en que Alfred du Graty y Martin de Moussy contribuyeron a la construcción de la «memoria histórica», de un imaginario nacional y de la «narración de la nación» como representantes de la Confederación Argentina en las Exposiciones Universales de París de 1855 y 1867. Analizamos las intervenciones de dos viajeros pedagogos: Amadeo Jacques y Pedro Scalabrini, quienes intervinieron en la construcción del campo pedagógico en estas latitudes, a la vez que sus obras están atravesadas por la relación con «el otro» / «lo otro». Propusimos claves para investigar los modos de visualidad de los viajeros europeos, focalizando en el caso de Hermann Burmeister a partir de un recorte sobre el paisaje, la naturaleza y lo urbano.

Palabras clave: Viajeros europeos; Nación; Exposiciones Universales; Alteridad; Paisaje.

Abstract

This article delves into the «reconstruction» of the «map» of European travellers who got around and stayed in present-day Argentinean territory. Special attention was paid to the contribution of Alfred du Graty and Martin de Moussy to the construction of the «historical memory», of a national imaginary and of the «narration of nation» in their roles as representatives of Argentinean Confederation in two Universal Exhibitions in Paris (in 1855 and 1867). The interventions of two pedagogue travellers: Amadeo Jacques and Pedro Scalabrini, were analized, as outstanding characters who took a starring part in the configuration of the pedagogical field in these latitudes, at the same time that their works appear strongly influenced by the relationship with «the other» / «the otherness». Some keys were proposed to research on the forms of visuality of european travellers, focusing on the case of Hermann Burmeister, taking into account a delimitation on the landscape, nature and urban scenaries.

Keywords: European travelers; Nation; Universal Exhibitions; Otherness; Landscape.

Resumo

Discursos de viajantes europeus e cultura escrita na Argentina (1810-1910)

Neste trabalho nos propusemos aprofundar a «reconstrução» do «mapa» de viajantes europeus que se deslocaram e permaneceram durante o século xix nas terras que atualmente constituem a Argentina. Analisamos as maneiras em que Alfred du Graty e Martin de Moussy contribuíram para a construção da «memória histórica», de um imaginário nacional e da «narrativa da nação» como representantes da Confederação Argentina nas Exposições Universais de Paris de 1855 e 1867. Analisamos as intervenções de dois viajantes pedagogos: Amadeo Jacques e Pedro Scalabrini, que participaram na construção do campo pedagógico nessas latitudes, enquanto que suas obras estão atravessadas pela relação com «o outro» / «os outros». Propusemos chaves para investigar os modos de visualidade dos viajantes europeus, focalizando o caso de Hermann Burmeister a partir de um corte sobre a paisagem, a natureza e o urbano.

Palavras-chave: Viajantes europeus; Nação; Exposições Universais; Alteridade; Paisagem.


 

I. Introducción

El proyecto de investigación que ha sido condición de posibilidad de este trabajo1 que se propuso profundizar en la «reconstrucción» del «mapa» de viajeros europeos que se desplazaron y permanecieron en las geografías que actualmente constituyen la República Argentina durante el siglo xix, tarea que hasta el momento no había tenido sistematización.
La «reconstrucción» y análisis de ese «mapa» nos permitió profundizar en la reflexión en torno a las siguientes líneas de investigación: primeramente, el rol socio-histórico-político de los viajeros europeos en los procesos de construcción, lucha y reconfiguración del campo científico y pedagógico argentino, en su vinculación con el desarrollo de la cultura escrita y los proyectos político-culturales en pugna.
En segundo término, en la significativa contribución de los viajeros europeos en la institución y consolidación de un imaginario territorial que dio lugar a la «Nación Argentina», a las versiones de una memoria histórica «nacional», a la «narración de la nación».
Asimismo, se analizaron los modos en que los viajeros estudiados establecieron su vinculación con la alteridad y, por lo tanto, el efecto de sentido que se materializa en la construcción discursiva de las distintas figuras del «otro».
Partimos del presupuesto que durante el siglo xix, la cultura occidental reservó un importante espacio en el «orden de los libros» (Chartier, 1994) para los «relatos de viaje» (travel accounts en la tradición anglosajona, o récit de voyages en la francesa), para lo que nosotros denominamos los «discursos de (en) viaje» (Román, 2012).
Esta categoría nos permite, con criterio inclusivo, atender a una diversidad de géneros discursivos que tienen como condición de producción la experiencia del viaje (no la única, claro, pero sí privilegiada, −conditio sine qua non–), más allá de su finalidad, pero a la vez atendiendo al enclave institucional que les da marco. Son discursos que, cobrando materialidad en el objeto libro, «el primero de los grandes medios modernos de comunicación» (Williams, 1974: 21), dan cuenta de un desplazamiento entre «destinos», «tiempos» y «contextos» (Colombi, 2004) y fundamentalmente constituyen puntos nodales en la historia de la cultura escrita, tanto de la producción, circulación y reconocimiento del discurso científico como de las construcciones discursivas del pasado y del espacio, y de los sujetos que habitan, configuran y son configurados por ese orden del discurso.
Estamos frente a un orden a la vez producto y productor de discursos de viajeros europeos que se materializaron en numerosos volúmenes publicados a lo largo de todo el siglo xix, y que ocuparon un segmento relevante en el campo cultural, particularmente en el mercado editorial, en ambas costas del Atlántico; un orden que, como señala Walter Ong, gracias a la imprenta logró fijar «–tanto mecánica como filosóficamente– las palabras en el espacio y de este modo estableció un sentido más firme de lo concluido de lo que podía hacerlo la escritura.» (Ong, 2006: 145). El orden de los libros que materializan los «discursos de (en) viaje» del siglo xix es un orden no sólo de la escritura, sino de lo impreso.
Es así, entonces, que durante el siglo xix, los viajeros europeos tuvieron un rol socio-histórico decisivo en los procesos de construcción, lucha y reconfiguración del campo cultural, y especialmente científico «nacional», en su vinculación con los proyectos político-culturales y pedagógicos regionales, al hilo de su contribución a la cultura escrita.
Resultó particularmente relevante, en primer lugar, una serie de viajeros naturalistas, que tuvieron destacada incidencia con sus aportes pioneros en la fundación de la geología, paleontología y biología modernas a partir de sus exploraciones científicas en los años posteriores a la Independencia, en las barrancas del Paraná. Nos referimos a Alcide d’Orbigny y Charles Darwin, cuyos trabajos serían fundacionales para posteriores discusiones relacionadas con el desarrollo de las incipientes disciplinas que antes mencionáramos.
Vinculado por sus intereses científicos a aquéllos, encontramos ya durante el gobierno de Urquiza al frente de la Confederación Argentina a Auguste Bravard, quien también realizó exploraciones geológicas por Entre Ríos y más tarde estuvo al frente del Museo Nacional de Confederación. Bravard, que sucedió al belga du Graty en ese cargo, y entabló una interesante polémica con el francés Victor Martin de Moussy, referida a la determinación de los orígenes geológicos de la llamada «Formación Paraná».
Viajeros como los mencionados du Graty y de Moussy tuvieron un rol decisivo en los procesos de construcción discursiva del espacio confederal y de la memoria histórica.
Se evidencia, entonces, la vastedad de líneas y sub-líneas de investigación desarrolladas, por lo que, dadas las limitaciones de extensión, hemos optado aquí por reseñar sólo algunas de ellas, al hilo de la focalización en las figuras seleccionadas de algunos de los viajeros estudiados.
En primer lugar, entonces, realizaremos una primera detención en los modos en que el belga Alfred du Graty y el francés Martin de Moussy contribuyeron a la construcción de la «memoria histórica», esto es, de un imaginario nacional y de la «narración de la nación» como representantes de la Confederación Argentina en dos de las decimonónicas Exposiciones Universales de París (las de 1855 y 1867), en tanto estrategias transatlánticas de difusión de las «bondades» de nuestra geografía para la atracción de colonos e inversores europeos, y que a la vez que se erigieron como eficaces dispositivos destinados a «comunicar la nación» –la Confederación Argentina– a Europa.
En segundo lugar, se presentarán las intervenciones de dos viajeros pedagogos: el francés Amadeo Jacques y el italiano Pedro Scalabrini, relevantes figuras que intervinieron en la construcción del campo pedagógico en estas latitudes, a la vez que sus obras están atravesadas por la cuestión de la relación con «el otro»/«lo otro».
Finalmente, presentaremos algunas claves para investigar los modos de visualidad de los viajeros europeos, focalizando en el caso del prusiano Hermann Burmeister. Nos referimos a la formación de una mirada particular en relación a una cultura visual de los viajeros europeos, tomando el periplo hecho por Burmeister en la Confederación, siguiendo sus anotaciones sobre las ciudades visitadas y los hechos vividos, con el objetivo de aportar un abordaje sobre los modos de constitución de la «visualidad» y en relación a ello la posición de «observador» tomada por el científico alemán, a partir de un recorte sobre el paisaje, la naturaleza y lo urbano.

II. Los discursos de dos viajeros europeos y los procesos de semiotización para «comunicar la nación»: la puesta en escena de la Confederación Argentina en las Exposiciones Universales de París (1855 y 1867)

La Confederación Argentina realizó importantes esfuerzos por construir un imaginario de «nación» y tornarla visible al mundo, con el objetivo de darse a conocer en Europa. Una estrategia comunicacional sustantiva en este intento por generar una imagen «nacional» lo constituyeron las diversas participaciones en las Exposiciones Universales. Las mismas fueron un escenario propicio para configurar el papel de la Confederación como estado-nación y presentarse con una imagen atractiva para capitales y colonos inmigrantes, necesarios para alcanzar el crecimiento económico deseado e insertarse en el contexto capitalista mundial. Este proceso, hasta pasada la mitad del siglo xix, tuvo a dos viajeros europeos como protagonistas.
Proponemos aquí un acercamiento a la intervención de dos viajeros europeos (y sus correspondientes producciones textuales), Alfred du Graty y Martin de Moussy en la conformación de los pabellones de la Confederación
en las Exposiciones Universales de París de 1855 y 1867, que funcionaron como escenario para la mise-en-scène de la emergente «nación», para analizar el rol de estos viajeros en las formas de «comunicarla» al mundo.

II.1. Las Exposiciones Universales durante el siglo xix como piezas clave del dispositivo para «comunicar» la nación
Exposición Universal es el nombre genérico de varias exposiciones de gran envergadura celebradas en diversos puntos del planeta desde la segunda mitad del siglo xix. Surgieron como verdaderos espacios de comunicación entre las recientes naciones modernas –o en proceso de creación/consolidación–, con la idea de encontrar, desde una perspectiva eurocéntrica, nuevas maneras de reforzar los intercambios de una incipiente «mundialización totalizante»2 (Hobsbawm, 2006), para promover las relaciones y establecer políticas de interés común entre las naciones, junto con un modelo educativo ejemplar, a través de los intercambios comerciales a lo largo del tiempo.
La celebración de las primeras exposiciones internacionales o universales coincide con el despegue de la revolución industrial. El objetivo de estas exhibiciones era dar a conocer nuevos inventos y artefactos para favorecer el progreso técnico e industrial. La primera exposición de este tipo se organizó en el Reino Unido, cuna de la revolución industrial, en 1851.
Las exhibiciones internacionales, que se sucedieron con cierta regularidad desde 1851 (realizada en Londres) hasta la primera guerra mundial, fueron el escenario propicio para configurar su papel de estado-nación y fundamentalmente, en el caso de la Confederación Argentina, para presentarse con una imagen atractiva para capitales e inmigrantes, promoviendo que se sintieran deseosos de instalarse en América, factores considerados hegemónicamente por entonces como necesarios para alcanzar el crecimiento económico e insertarse en el contexto mundial. Los pabellones de las exposiciones se constituyeron en vidrieras o museos, según fuera el caso, donde se exhibían los que se consideraban productos característicos de cada región.
La participación argentina en las Exposiciones Universales constituyó un modo de pensar y representar la «nación» para los líderes políticos de la época. En las Exposiciones Universales realizadas en París en 1855 y 1867, la tarea de selección del material a presentar y el diseño de los pabellones correspondientes estuvo a cargo de dos viajeros europeos: el militar belga Alfred du Graty y el médico y geógrafo francés Martin de Moussy, respectivamente.

II.2. Alfred du Graty y la Exposición Universal de París de 1855
En 1853, siendo du Graty director del Museo Nacional, creado por el Gral. Justo José de Urquiza, la Confederación Argentina recibió la invitación para participar en la Exposición Universal de 1855. Desde las páginas del periódico El Nacional Argentino se señalaba que esa muestra era el ámbito adecuado para que los países americanos pudieran exhibir en Europa sus productos naturales, los cuales constituían una fuente de interés para la ciencia industrial y para el poder de las máquinas del viejo mundo (Podgorny, 1997).
La Exposición Universal de 1855 tuvo lugar en París, en el Campo de Marte, y abrió sus puertas desde el 15 de mayo hasta el 15 de noviembre del mismo año. El tema oficial fue Exposition Universelle des produits de l’Agriculture, de l’Industrie et des Beaux-Arts de Paris 1855 (Exposición Universal de los productos de la agricultura, de la industria y las bellas artes de París) y estuvo organizada por el Emperador Napoleón III.
En los registros oficiales de la Exposición Universal aparece que como comisionado de la Confederación Argentina el Barón du Graty, como explicáramos, director en ese momento del Museo Nacional. Con el concurso de algunos mineros locales, que accedieron a enviar muestras, y recurriendo a parte de las ya reunidas, du Graty pudo remitir a Francia una colección de 183 muestras de distintas provincias. Una vez clausurada la exposición, y conforme con un decreto del 10 de febrero de 1855, la colección fue puesta a la disposición de un museo de Francia y exhibida en el de la Academia Imperial de Minas de París:

«La muestra argentina se redujo en general a los minerales. El gobierno había dispuesto que después de la exposición, los objetos que se habían llevado fueran donados a los museos franceses, como así ocurrió. Du Graty redactó una Memoria sobre la riqueza minera de la Confederación Argentina que llamó la atención de algunos centros de Europa según la opinión de Alberdi que la emitió en carta a Urquiza de fines de 1856.» (Macchi, 1968: 14).

El costo del envío superó los fondos que el museo logró reunir, pero la posibilidad de hacer propaganda en los lugares donde se pretendía captar inversores, más que la convocatoria original, fue un acicate eficaz para comprometer la participación de productores de las provincias. En París, la muestra argentina se incluyó en el rubro «Productos de la Industria: industrias que tienen por objeto principal la extracción o la producción de materias brutas»:

«La Confederación Argentina estuvo representada en la Exposición Universal de París, en 1855, por una magnífica colección de minerales que obtuvo una mención honorífica y una medalla de la Sociedad Universal de Londres, para el fomento de las Artes y de la Industria. Hoy integra el Museo de la Escuela Imperial de Minas de París.
Dicha colección tiene bloques de cobre y de galena argentífera que pesan no menos de 300 a 400 libras. Diversas provincias aportaron un total de 182 muestras de distintas minas:
Córdoba: cobres, blenda, galena argentífera, hierro y oro.
Catamarca: cobres, níquel, plata y hierro
La Rioja: oro, plata nativa, galena argentífera, cobre, níquel.
Salta: Caolín, sal gema, arenas, etc.
Entre Ríos: carbonato de cal, piedra molar, piedra de afilar, cuarzo, ocres, etc.
Las demás provincias no pudieron participar por inconvenientes con los tiempos de envío de los minerales. Las más ricas de entre ellas son las de La Rioja, Catamarca, Mendoza, Córdoba, Tucumán, San Luis, San Juan, Jujuy y Salta» (du Graty, 2008: 110).

Al igual que la información de las colecciones del imperio Otomano, Egipto, Túnez, Portugal, el Ducado de Nassau, Perú, Guatemala, Nueva Granada y Haití, la correspondiente a la Confederación Argentina no fue incluida en el catálogo oficial original por no haber llegado a tiempo (Podgorny, 1997). Alfred du Graty envió también una memoria descriptiva de la muestra.
Los productos enviados (muestras minerales de nuestros territorios), dan cuenta del modo en que se presentaba la Confederación ante Europa: como una «cantera» con las enormes riquezas minerales, que buscaban consolidar las inversiones europeas (fundamentalmente británicas3) para la explotación de las minas y canteras, extendidas por todo el territorio:

«La Confederación no solamente posee minas de oro, plata y cobre; cuenta también entre sus producciones minerales más importantes con: plomo, hierro, zinc, níquel, antimonio, bismuto, estaño, mercurio, arsénico, azufre, sal, alumbre, nitrato; granito, pórfido, esmeralda, zafiro, topacio, amatista, cornalina, ágata; arenisca, calcáreos, mármoles; antracita y hulla; asfalto; arcilla, marga, arena; ocre amarillo y rojo; caolín y tierra para alfarería; grafito, amianto, etc., etc.
En general, la explotación de minas y el tratamiento de los minerales presentan pocas dificultades, pues todo contribuye a facilitar tales operaciones: la poca profundidad de las minas, el bajo precio de los animales, la abundancia de combustibles y de los fundentes, los ríos, etc. El único obstáculo con que tropieza la industria minera para alcanzar su desarrollo, es la falta de obreros, situación que puede subsanar la emigración, tanto para su propio beneficio como para el crecimiento de la riqueza de la Confederación.
La inmigración destinada a los trabajos en las minas no encontraría inconvenientes con el clima, porque al estar repartido en una gran superficie en latitud y a distintas alturas, ofrece condiciones variadas, y por consiguiente susceptible de admitir trabajadores de todos los países del mundo.
Hasta el momento la explotación minera se ha hecho a muy poca escala. Todos los días se realizan nuevos hallazgos, pero tales riquezas quedan enterradas en el seno de la tierra, pues no hay brazos ni capitales suficientes para dar el impulso necesario a esta industria, que sin lugar a dudas, obtendrá con el tiempo.
Las compañías extranjeras que se constituyeran para la explotación de minas de la Confederación, encontrarían enormes beneficios, pues podrían procurarse la propiedad de las mejores minas de plata y cobre a un precio excelente. Poniendo en marcha los nuevos métodos mecánicos para la extracción de minerales y para su tratamiento, y contando con ingenieros idóneos en la dirección del trabajo, se aumentaría el rendimiento a la vez que se economizaría la mano de obra, que es la parte más costosa de la explotación.» (du Graty, 2008: 109-110).

II.3. Martin de Moussy y la Exposición Universal de París de 1867
La Exposición Universal de 1867 se inauguró oficialmente en Partís, el 1 de abril y se clausuró el 31 de octubre del mismo año. Al igual que la de 1855, se realizó en los Campos de Marte, un predio de 48 hectáreas, a las que se anexó la isla de Billacourt, de 21 hectáreas.
En dicha ocasión, el Presidente Mitre nombró comisionado al médico francés Martin de Moussy, quien además fue elegido Jurado de los productos expuestos por los países de la América Central y la América Meridional4. Un análisis paratextual insinúa la jerarquización dada en el informe del viajero francés a esta última por sobre los países de la primera: un cuerpo tipográfico notablemente más grande fue seleccionado para la tapa y portada, convocando inmediatamente la mirada del lector hacia la América Meridional, y tornando poco visible a la América Central. Asimismo, en el orden textual, la Confederación Argentina ocupa el primer lugar, sucedida del resto de los países sudamericanos, y éstos, por último, de los de América Central5.
Allí presentó al público una versión preliminar con las últimas correcciones de su atlas Description geógraphique et statistique de la Confédération Argentine (1º edición, Libraire de Firmin Didot Fréres, Fils et Cie., Paris, 1869) en el que precisaba la topografía de cada una de las divisiones administrativas, sus ciudades y pueblos, incluida la provincia de Buenos Aires. Constituía un novedoso conjunto gráfico, un artefacto serial que permitía ofrecer una totalidad fragmentada de la Argentina del siglo xix, que se convertía en un objeto de lujo para el lector cultivado al que le comunicaba, en su espacio privado, una amplia nomenclatura geográfica. En fin, posibilitaba la distinción científica para su autor y para la «ciencia nacional» a la que representaba (González Bollo, 1998).
En el anterior sentido, el propio de Moussy explicaba:

«Le gouvernement argentin a exposé le grand ouvrage que le docteur Martin de Moussy a publié, sous ses auspices et à ses frais, et qui renferme, en trois volumes grand in -8º et un atlas in-folio, la description statistique et géographique de la république (…) L’atlas exposé par l’auteur compte trente cartes et compléte trés-pratiquement le tableau aussi exact qu’intructif de cette importante partie de l’Amerique du Sud, laquelle, gráce á ce travail, devient la mieux connue de ce continent.
Les quatorze provinces qui composent la Confédération Argentine s’occupent les intentions du gouvernement national, et publient aussi des travaux géographiques es statistiques sur diverses parties de leur sol.»6 (de Moussy, 1867: 12).

En el Informe sobre la Exposición Universal de París de 1867 arriba citado, de Moussy describe, asimismo, los productos «característicos» de la Confederación Argentina. Esta vez, además de las riquezas minerales, suma: lana, seda, tabaco, pieles curtidas, grasas animales, cera, cueros curtidos, carnes, pescados, cereales, farináceas, yerba mate, azúcar, vinos y licores. Finalmente, en el resumen estadístico correspondiente a la Confederación Argentina sistematiza sintéticamente datos referentes a: extensión geográfica, población, fuerzas armadas, papel moneda, importaciones y exportaciones (detalla los productos exportados a Francia), inmigración.
En la ocasión resultó por demás llamativa la imponente figura de un gaucho en el pabellón de la Confederación Argentina, según lo consigna un grabado en el periódico de la Exposición (González Bollo, 1998).
Vemos entonces, a poco más de una década de la anterior Exposición Universal de 1855, una reconfiguración de la imagen de la Confederación Argentina: además de la «cantera» inagotable de riquezas mineras, comienza a delinearse la imagen de una tierra productora y exportadora de «materias primas» para una Europa que, protagonista de la Revolución Industrial, se encargaría de la manufactura e industrialización de los insumos recibidos de América. Asimismo, y más allá del complejo proceso cultural que implicó, se instalaba la imagen (en tanto cliché) del gaucho, como figura estereotipada7 de la naciente «nación» Argentina8.
La intervención de los viajeros europeos en el campo cultural y científico local y en la «comunicación de la nación» a Europa, entonces, además de evidenciarse en su contribución en producciones textuales tales como manuales geográficos y estadísticos e históricos9 (indispensables para la creación de un imaginario territorial que alojara a la «nación», contribuyendo a su «invención»10 a partir de la instalación de una memoria histórica, colectiva y aglutinante11) se solidificó con el desarrollo de los emplazamientos institucionales que ofrecerían los museos y fundamentalmente con su decisivo protagonismo en las decimonónicas Exposiciones Universales, en tanto estrategias transatlánticas de difusión de las «bondades» de nuestra geografía para la atracción de colonos e inversores europeos.
Los pabellones confederales en esas exhibiciones funcionaron como una pieza clave del complejo dispositivo creado con una finalidad que aparecía como beneficiosa para ambas orillas del Atlántico, al proponerse la Confederación Argentina como una «nación moderna», con potencialidades económicas viables, explotables y atractivas, ofreciéndose como ventajosa para la avidez europea de generación de negocios rentables, o posteriormente como proveedora de materias primas para ser industrializadas en Europa, en el intento de integración al desarrollo del capitalismo mundial.

III. Travesías por los relatos de Amadeo Jacques y Pedro Scalabrini: las ideas pedagógico-filosóficas y las relaciones con «el otro»

A continuación retomaremos algunos de los rasgos que surgen del análisis de las producciones textuales ligados a las condiciones de producción y recepción, primero los de Amadeo Jacques y a continuación los de Pedro Scalabrini. Pretender reponer sintéticamente lo que las distingue, contiene las marcas del momento –ese espacio tiempo diferido y actualizado– y de los tópicos priorizados que la construyen.

III.1. Amadeo Jacques y la pasión pedagógico-filosófica
Amadeo Jacques (1813-1865) figura entre los «viajeros» intelectuales destacados que tuvieron que emigrar de Francia –en particular por los acontecimientos políticos ocurridos en 1851– y que marcó el «pensamiento filosófico y educacional» del Río de la Plata (Roig, 2006:11). Manganiello (1980) incluye a Amadeo Jacques en la denominada «generación de los constituyentes». El influjo de sus iniciativas y concepciones fueron plasmadas en la dirección
del Colegio de San Miguel de Tucumán y como director del Colegio Nacional de Buenos Aires. Su intervención en la organización de la instrucción general y universitaria está expresada en la «Memoria de 1865» (Jacques, 1945). La misma es valorada y distinguida como «la argentinidad de Jacques» (Mantovani, 1945; Caruso-Dussel, 1997; Vermeren, 1998).
A diferencia de Pedro Scalabrini, a Amadeo Jacques lo preceden sus destacadas actuaciones político-pedagógicas y las producciones filosóficas ligadas al eclecticismo de cátedra.
Jacques, en la carta que le dirige a Sarmiento diez años después de su exilio, se incluye como el soldado del ejército liberal, que debe dejar su patria sometida y humillada para ofrecer a las «jóvenes repúblicas americanas» su experiencia y «sus escasas luces» (Jacques,1862, carta inédita editada en Vermeren, 1998).
Unas frases que manifiestan la persistencia del duelo que ocasiona el exilio, el dolor de la patria, los ideales republicanos que cimentaron su lucha y la humildad con que significa sus capacidades, además de la representación de las repúblicas americanas.
La juventud contiene las huellas de sus condiciones de producción vinculadas a la valoración de la madurez que templa las pasiones, aquilata, desarrolla y consolida la organización del Estado, de la nación, de la producción científica y tecnológica, entre otras, en función de la civilización. Un significante que gravita y recorre los debates de la época y justifica las intervenciones y direccionamientos, con una larga historia en la producción teórica francesa, y que atraviesa el imaginario político, económico y cultural de los grupos criollos dirigentes.
La experiencia traumática del exilio pareciera que obliga a Jacques a reinventarse, o más bien, a hacer de su experiencia y conocimiento de las ciencias la ocasión para enfatizar su labor pedagógica y la promoción de conocimientos útiles para el naciente país12.
El «rito de pasaje» en este viajero tiene el pulso de un movimiento signado por las privaciones y el peregrinar de lugar en lugar que se prolonga en la escritura armada según emplazamientos y vacíos, en un ritmo signado por la concreción y focalización organizativa y proyectual de la apuesta educativa. Desde estas condiciones y los sucesos que provocan su destierro, adquiere otra significación la postergación de la obra filosófica proyectada, interrumpida por la muerte prematura.
La escritura traza un espacio encauzado por la autoridad civilizadora que requiere de la organización de la educación –según el análisis de sus condiciones y del estado de la instrucción pública que realiza en la Memoria de 1865 y es reconocida como el legado y la «argentinidad» de Jacques–. Una evaluación que lo lleva a priorizar las ciencias, la enseñanza práctica en la enseñanza elemental, por sobre las especulaciones metafísicas. El impulso y la necesidad que le otorga a las ciencias positivas, en las interpretaciones historiográficas posteriores, se la vincula al positivismo, aunque como vimos desconoce las diferencias entre este y la ciencia natural romántica –plasmada en la conferencia del «Circulo Literario»13 (Jacques, 1945)–.
Como representante del viejo mundo, encarna como figura ilustrada la relación imaginaria moderna con «lo otro». Es así que muchas de sus referencias a la «civilización», al «progreso», al «desarrollo» están revestidas de la misión educadora y de la participación en esos ideales.
«Lo otro» itinera entre el Estado negligente, la falta de educación que afecta la civilización material, la tierra «virgen» –la tierra funciona como categoría cultural equiparada a barbarie–, el paisaje semipoblado, los bárbaros, los civilizados. La inclusión en la categoría de bárbaros y como equivalentes de africanos, indígenas, españoles, mestizos –el soldado semejante al beduino–, forma parte de una mirada eurocéntrica que se extiende a los españoles como parte de las disputas y diferencias entre franceses y españoles. Cuando se detiene en las razas indígenas, en su falta de belleza, matiza y distingue los rasgos fisonómicos casi inteligentes de los indios descendientes de otras tribus más desarrolladas. Apreciación proveniente de un racialismo matizado por la distinción de los pueblos indígenas –entre bárbaros y civilizados–, que introduce una porosidad de las diferencias polarizantes.
Una relación con «lo otro» que se reitera en su enfoque pedagógico que requiere de la diferenciación entre los buenos estudiantes, activos y con talento y los malos, el vulgo que carece de…, los oyentes que entorpecen la clase, para asegurar la eficiencia de la tarea educadora (Jacques, 1945). Una diferencia estabilizada y dicotómica construye a un sujeto como objeto de la educación, con efectos sustancializadores que se complementa y afina con una disciplina severa hasta llegar a una vigilancia policial. Una mirada de la que no está ausente la preocupación pedagógica de promover y facilitar el conocimiento en niños y jóvenes, en la necesidad de modificar la organización de la educación, en el enfoque de las materias y en la metodología de enseñanza. La crítica al estado de la formación y las necesidades del país se plasman en la organización de la educación primaria, en la que las ciencias naturales tienen un lugar destacado, cuyos correlatos prácticos son originales –en la Confederación como en Francia– y permitirán potenciar el desarrollo productivo.
La figura del maestro adquiere relevancia desde una didáctica que potencie el conocimiento, la habilidad para «adecuarlos» a los niños y la variación de los métodos de enseñanza en beneficio del aprendizaje.
La potencia del conocimiento teórico transforma la práctica rutinaria y a la formación especializada mediocre. Una relación que le permite justificar y defender los beneficios de una educación secundaria que atienda al desarrollo de una inteligencia robustecida por una formación cultural general sólida que contiene todas las aplicaciones posibles14. La incorporación de materias novedosas –como Matemática y Física–, la relevancia de las ciencias naturales para un país que todavía desconoce sus potencialidades, son algunas de las marcas que permiten ubicarlo como «asimilado» en la galería de retratos de los viajeros.
El encadenamiento entre formación general –desarrollo intelectual– unidad y madurez encuentra en la analogía con el árbol, en su tronco común y las ramificaciones, la mejor representación del vigor de la formación impulsada. Una metáfora en la que retorna el exilio y su reverso, enlazada a su lucha republicana, a la significación ideológica de la formación vinculada a la unificación cultural y a la centralidad del «Estado educador».
Enraizándose desde la apuesta educadora y la pasión pedagógica, en la que los libros son la contrafigura del encadenamiento a un libro oficial, donde las diferencia de perspectivas, la libertad de elección, la originalidad de las propuestas, las variaciones en una enseñanza viva atenta al acontecimiento, apuntala una formación emancipada y hace del docente autor de la lección.
La función-autoral haciendo cuerpo con la praxis docente se acopla al murmullo anónimo, hace de la «ejecución» virtuosa –cimentada por un saber robusto– la razón de la trascendencia de la educación. La figura del maestro se expande más allá de la significación de lo que cuenta como obra, en los pliegues de una temporalidad efímera, hace de la ocasión la necesidad de responder, una originalidad que se despliega en las articulaciones y variaciones pedagógicas.

III.2. Pedro Scalabrini: maestro de la libertad de pensamiento
Pedro Scalabrini (1848-1916) emigra de Italia a los 19 años, después de una estancia en Buenos Aires se radica en Paraná, luego se traslada a Esquina, Corrientes, y a Buenos Aires. Durante ese itinerario interviene en la creación y dirección de colegios y como docente y, a partir de sus investigaciones paleontológicas impulsa la creación de museos escolares, de Ciencias Naturales en Entre Ríos, en Corrientes y en Buenos Aires. Desde 1872 figura en la nómina de los docentes de la Escuela Normal –en las cátedras de historia, filosofía y ciencias naturales–. La figura de Scalabrini ligada a la introducción del positivismo en clave no ortodoxa es destacada en la Historia de la Educación Argentina Scalabrini, pedagogo apasionado se construye como lector en sus textos y a través de ellos, la escritura no escapa a su énfasis pedagógico, de divulgación y a la función política ideológica de «escribiente» (Barthes, 2003). Producción sostenida, potenciada por su vocación paleontológica. Lo «propio» ligado a la investigación paleontológica contribuye a la escritura de la historia natural, una búsqueda de lo común, de lo habitable con la mira puesta en la humanidad. Excava en la lengua heredada, insiste, distingue, selecciona, contrabandea sin hacer causa con la revolución ni contra el sistema, se inscribe en el pero, hace del leer y escribir «el lugar», la ocasión para informar y formar.
A la pasividad del lector se le opone la creación escrituraria, privilegio de clase, de género…. Entre medio de ellas o en sus márgenes, Scalabrini transforma la pasividad de la apropiación en ejercicio del libre-pensamiento. Su lectura modifica los cánones de filiación y fidelidad, aunque no niegue la herencia y afirme el positivismo y su representación del progreso. Trastoca la lectura literal para potenciar la «cacería», diría de Certeau, para hacer del lector-maestro la ocasión para producir otra cartografía del texto, de los textos. ¿Un efecto del repliegue de la institución de control, del poder social, en una nación naciente?
Entre los «ritos de pasaje» de este viajero italiano, podemos señalar que el movimiento entre fronteras, la territorialidad y el testimonio se escenifica en diferentes líneas de convergencia, de tensión y de salida. La escritura aparece en su doble o triple significación, a saber: –el exilio, la pérdida del lugar, encuentra en la escritura la posibilidad de dominar el «espacio». Scalabrini se construye como divulgador, un nombre «menor» en la jerarquía de los escritores– creadores, toma el código, la palabra legible y el privilegio que representa, para constituirse como intelectual15 que hace valer la potencia del conocimiento y su relación con el progreso, la crítica político-social y pedagógica en función de una teleología humanitaria. –La escritura como testimonio de la historia natural y de la humanidad, los blasones, las «medallas de la creación» –es una metáfora de Scalabrini– que él infatigablemente explora (Scalabrini, 1967: 209). La historia se construye con lo heredado en un doble movimiento de filiación y superación. –La escritura como el itinerario de lo propio a lo otro, del exilio a la radiación y adopción de la patria «chica» –como llama a Entre Ríos– (Scalabrini, 1890). Del nosotros a compatriotas, de ellos a nosotros, el significante itinera en ese espacio tiempo móvil –entre italianos, españoles, argentinos, indígenas–, se arman y desarman jerarquías, reconocimientos, huellas que van modulando la búsqueda y la construcción de la «patria». El acento humanitario –consonante con el ideal comtiano– adquiere un tono de exhortación en distintos momentos de su producción textual, apunta a un común cuya fuerza ilocucionaria atraviesa sin rodeos las segregaciones y exclusiones racistas, xenofóbicas e ilustradas para integrarse en un significante que las trasciende –patria, nación–. Los «otros» y «nosotros» ligados por el conocimiento y las fatalidades que son parte de la familia humana.
La presencia de Scalabrini en la enunciación aparece escrupulosa, como pidiendo disculpas –infancia, confesión–, tal vez porque trasgrede las normas del género y el horizonte escritural –al que se refiere– signado por la creación intelectual, la originalidad (Scalabrini, 1875 y 1890). Una capacidad intelectual en falta transforma la escritura, el deseo de escribir en la continuación/ prolongación de su tarea educadora. Una mística que cimentó la escuela y potenció a la pedagogía emplazada por la Ilustración a educar y transformar las costumbres.
Avanza y retoma los principios pestalozzianos para hacer de la práctica de enseñanza el lugar de encuentro entre alumnos y maestro en función de la norma pedagógica del libre pensamiento16. La «rentabilidad» de la pedagogía se desplaza de la consideración del niño y joven como recipiente mudo, de las rutinas y mecanicismos que indigestan y hacen inhóspita a la escuela, admitiendo la necesidad de organizar programas que retomen los avances científicos pero sin negar la independencia de profesores y estudiantes. La relación maestro-discípulo pareciera constituirse en la continuación de la indagación científica, uno y otro convocados y reunidos por las incógnitas cognitivas que se constituyen en motor de las búsquedas. Las claves para otro modo de aprendizaje estarían enunciadas en la vitalidad del saber que liga y potencia el ejercicio de la observación y la reflexión, desplazando los estereotipos metodológicos. Y así transformar la enseñanza de la Historia Natural, generalmente abstracta y cosmopolita, en concreta y nacional. Un enfoque que pretende favorecer la comprensión del universo y las relaciones científicas y lógicas entre sus componentes.
El positivismo de Scalabrini, como lo señalamos, no está marcado por una asunción dogmática, fijada a la reiteración de las palabras del «maestro» –como llama a Comte–. En términos generales, podemos señalar sintéticamente su adhesión a la orientación teleológica del desarrollo, cuyo fin ideal es la humanidad y la educación popular, la crítica a la metafísica, al materialismo y a la educación católica, sin perjuicio de recurrir, donde encuentra los límites del positivismo, a articulaciones no previstas. Así lo explicita cuando considera la relación con el materialismo y el darwinismo, englobándolos como partes del positivismo, para aceptar la herencia con «beneficio de inventario». Cuando preconiza la necesidad de continuar la «sistematización del saber» remarcar que «la política positiva» no se funda en la lucha darviniana, sino en el comtismo (Scalabrini, 1967: 230). Pero retoma las premisas evolutivas del darwinismo por su dinamismo y rechaza su principio de la «lucha por la existencia» como condición del progreso. Valoriza y sostiene el impulso a la libertad de pensamiento del materialismo. Si bien critica la religión católica por la prédica de la resignación y la postergación de las necesidades en el más allá –«de los pobres», del pueblo–, la rescata como la más cercana a los sentimientos simpáticos y altruistas sostenidos por el comtismo. En contra de los análisis que vinculan la impronta individualista con el positivismo en la recepción Argentina, enfatiza un enfoque común y colectivo para la armonización de las necesidades de los diferentes grupos.
En la defensa de los sentimientos patrióticos se enlaza el científico positivista, el poeta y el educador para proponer una educación moral. Una necesidad sostenida en la inclusión de todos como «miembro de la familia humana», sin distinción de razas y nacionalidades, bárbaros o civilizados (Scalabrini, 1890:122).

IV. Modos de visualidad en los viajeros europeos: el caso de Hermann Burmeister

Otra de las líneas de trabajo se centró sobre los «modos de visualidad» y la reflexión respecto a «la mirada» de los viajeros sobre América. El abordaje de la «visualidad», definida como aquellos caracteres histórico-culturales que constituyen el acto de ver, operando sobre los datos ópticos para establecer operaciones de selección, inclusión o exclusión, permitió considerar aspectos, que a través de discursos e imágenes visuales, aparecen en las formaciones intelectuales y científicas y en los proyectos estéticos-culturales que se plasmaron en Argentina en el siglo xix e inicios del siglo xx.
Se trata de un modo particular de ver, «una mirada» para poseer, apropiarse y producir posteriormente la representación del mundo desde una concepción europea, masculina y cristiana, donde en el caso del viajero naturalista, a partir del paradigma de la Historia Natural, se pretendía controlar no sólo la naturaleza, sino colocar también a las otras culturas como parte del paisaje.
Este proyecto de inventario del mundo, asociado a la expansión europea, coloca al viajero en una perspectiva totalizadora, donde la «obra» que lleva adelante a partir de su ocularcentrismo, es la obra divina, exhibida posteriormente en jardines botánicos y museos de ciencias naturales.
Sosteníamos este supuesto considerando las ideas de Martin Jay sobre el perspectivismo cartesiano, como una episteme sobre la que se asienta esta idea de dominio de la naturaleza, ampliada a continuación por el enfoque de Mary Louise Pratt, donde se recorta al paisaje como un artefacto característico de la representación implementado por los viajeros.
Esto permitió avanzar sobre la obra escrita del naturalista prusiano Hermann Burmeister, particularmente Viajes por los Estados del Plata (Burmeister, 2008), a fin de destacar aquellos elementos que dan cuenta de las relaciones entre mirada, representación y naturaleza.
En este sentido, recordamos que Jay define al «ocularcentrismo» como la manera con que la era moderna, distinguiéndose de la época premoderna, estuvo dominada por el sentido de la vista. El «perspectivismo cartesiano» será el modelo visual considerado hegemónico y dominante de la era moderna, relacionado en las artes visuales con la perspectiva del renacimiento y con el cartesianismo y su racionalidad subjetiva en el campo de la filosofía.
Desde lo subjetivo, el perspectivismo cartesiano fundamentó un sujeto sin historia, sin interés y sin cuerpo, ajeno y lejano completamente al mundo que pretende conocer.
En este sentido, plantea Jay (2003) que la mirada construida por el ojo monocular desde lo alto de la pirámide del observador, universal y trascendental, es la misma para cualquiera que ocupara ese punto.

IV.1. Un inventario del mundo
Recuperando a Pratt (1997), definimos que la naturaleza se tornó narrable para los viajeros, principalmente, a partir del sistema de clasificación de Linneo, que posibilitó su observación y catalogación, proponiendo este orden una secuencia de hechos que podrían derivar así en una trama argumental.
La autora, siguiendo los planteos de Michel Foucault en Las palabras y las cosas (Pratt, 1997: 59), aborda la historia natural como una ciencia del orden, que se propone la descripción de lo visible, a partir de la afinidad y tensión de las cosas y el lenguaje con la representación, acercando el lenguaje a la mirada que observa y las cosas observadas a las palabras. El ojo ordenador, el ocularcentrismo como define Jay, es el que permite separar la confusión de seres dispuestos azarosamente, metales y minerales mezclados con vegetales y animales sobre tierra, mar y aire, componiendo
un sistema. «Una por una, todas la formas de vida del planeta habrían de ser retiradas de las enmarañados hilos de su entorno vital y entretejidas en las tramas europeas de unidad global y orden» (Pratt, 1997: 64).
Para la autora, este constructo ideológico representa, a través de la sistematización de la naturaleza, el propio mundo apropiado y reorganizado desde una perspectiva unificada y europea.

IV.2. El paisaje como artefacto
En relación con lo anterior, podemos considerar al paisaje como un «artefacto» construido, donde los resultados son cuidadosamente controlados, a fin de retener la ilusión del contacto directo y personal con lo representado, como una forma de posesión, donde el ser «testigo ocular» asegura la credibilidad y la autoridad del reporte visual.
Pablo Diener, en su trabajo Lo pintoresco como categoría estética en el arte de viajeros, indaga acerca del contenido que tuvo lo pintoresco como categoría estética a partir de su incorporación al repertorio conceptual de artistas y teóricos del arte a fines del siglo xviii, y también estudia «las connotaciones que lo pintoresco adquirió para los artistas viajeros seguidores de la tradición de Alexander von Humboldt» (Diener, 2007: 285).
Sostiene el autor:

«de un significado inicial que aludía a una forma de ver y aprehender la naturaleza siguiendo los cánones de composición de artistas clásicos, pasó a ser utilizado con un sentido considerablemente más amplio, como una forma de percepción y registro de la realidad en todos los ámbitos» (Diener, 2007: 285).

El uso de esta categoría amplió la percepción de lo diferente en el arte: se ampliaron las fronteras europeas, se abrió camino a la observación de motivos en Medio Oriente, y «de la misma manera, la aprehensión del paisaje y, en general, del mundo americano por parte de los artistas viajeros europeos se fue modelando poco a poco, teniendo como un importante punto de referencia y apoyo el concepto de lo pintoresco» (Diener, 2007: 290).
Por otra parte, Graciela Silvestri en La Pampa como el mar se pregunta acerca de las representaciones que elaboraban los viajantes europeos en relación al paisaje patagónico en nuestro país.
Poniendo acento en lo sublime, la autora señala que es un concepto «hallado en los ámbitos en que primaban la vastedad, el silencio, la vacuidad, la monotonía, se identificaba con el asombro, aquel estado del alma en el que todos sus movimientos se suspenden con cierto grado de honor»
 (Burke,1987 en Silvestri, 2008: 55) Silvestri toma a La Pampa como «el paisaje a través del cual se representó más asiduamente Argentina» y agrega que en nuestra cultura «primó (…) una versión genérica de La Pampa que reunió simbólicamente los muy distintos motivos en una imagen poderosa, sublime, como corresponde a la idea de Nación que por entonces se consolidaba» (Silvestri, 2008: 57).
Respecto a la semblanza del viajero, como consigna Rodolfo Raffino:

«Karl Hermann Conrad Burmeister desembarca en el puerto de Buenos Aires en el verano de 1857. Había partido de Alemania un año antes y tras un pasaje por París, Río de Janeiro y Montevideo arriba al territorio de la Confederación Argentina con un claro horizonte: estudiar la naturaleza de estas comarcas que había oído mencionar a su maestro y compatriota, el naturalista Alexander von Humboldt.» (Raffino, en Burmeister, 2008: 11)

En su periplo «recorrió Uruguay pasando después a Buenos Aires. Visitó Rosario, Mendoza, Entre Ríos, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Catamarca» (Rodríguez Esteban, 1991: 29).
Las impresiones de esta expedición, realizada entre 1857 y 1860, quedaron registradas en Viaje por los Estados del Plata, editado originalmente en Prusia en 1861, con una primera edición en castellano en 1943.
Su pasaje por algunas de estas ciudades fue detallado en el Proyecto, analizando cómo el científico alemán construye el paisaje, incluyendo elementos que hacen a la minuciosa descripción, que conjuga por momentos lo pintoresco con lo grandioso, en un cuadro que da cuenta de lo rutinario del viaje del observador y donde el decorado y la idealización son figuras que utiliza Burmeister al referirse al paisaje, estableciendo un orden sobre lo disperso para unificarlo en su relato.
Se sumaron también los aportes de Jonathan Crary (2008), a fin de dar cuenta de la constitución de la posición de «observador» en Burmeister, analizando su relato sobre «El 25 de mayo de 1858 y sus efectos» celebraciones de las que también se ha ocupado Sebastián Román, en función del análisis de las figuras del «otro» y de los modos de sociabilidad (Román, 2012), y que se volvieron a utilizar para continuar con la reflexión sobre los modos de visualidad Se presentaron en este recorrido esta algunas claves para investigar los aspectos vinculados a la formación de una mirada particular en relación a una cultura visual de los viajeros europeos, tomando el periplo hecho por Burmeister en la Confederación, siguiendo sus anotaciones sobre las ciudades visitadas y los hechos vividos, con el objetivo de aportar al Proyecto un abordaje sobre los modos de constitución de la «visualidad» y en relación a ello la posición de «observador» tomada por el científico alemán, a partir de un recorte sobre el paisaje, la naturaleza y lo urbano.

V. A modo de conclusiones

Como señalábamos en la Introducción, la vastedad de los resultados de nuestra investigación nos ha llevado a echar luz sobre algunas presencias, que implicando ausencias, hablan de la complejidad de los «discursos de (en) viaje» (en lengua inglesa, podríamos más «claramente» decir que el discurso en viaje es un discurso en problemas17).
El desafío ha sido abordar así la problemática del viaje como «objeto» de reflexión contemporánea, que sostenemos solo puede entenderse en su puesta en relación con sus condiciones de producción, para desedimentar sentidos naturalizados en torno suyo y a la vez tratar de comprenderlo como un discurso en su historicidad. De allí que nuestra reflexión sobre el discurso del viaje decimonónico tiene el gesto de poner en evidencia su pretensión de «objetividad», lo que nos permitió encuadrar la intervención de los viajeros europeos estudiados en estas latitudes durante el siglo xix.
Finalmente, cabe destacar que la intervención de los viajeros europeos en el campo cultural y científico regional no naufragaría con la caída del proyecto confederal, sino que por el contrario se solidificaría luego, con el desarrollo de los emplazamientos institucionales que ofrecerían los museos, con antecedentes ya en la política de Urquiza como Presidente de la Confederación Argentina, especialmente con la institucionalización de un «aparato técnico-científico», en los inicios de la década de 187018, y que sin dudas ofrece una amplia cantera para futuras líneas de investigación.

Notas

1 Esta publicación fue producida como resultado, en su inmediata finalización, del pid acreditado 3129: Discursos de viajeros europeos y cultura escrita en la Argentina (1810-1910) –período de ejecución: 14/12/09 – 14/06/13 – con sede en la FCEdu – uner y que contó con el financiamiento de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la uner. Sintetiza algunas de las principales líneas de investigación desarrolladas en el marco del mencionado proyecto, que posteriormente fueron desarrolladas in extenso y ampliadas vastamente en: Román (dir.), 2016.

2 Eric Hobsbawm llama a este proceso «la unificación del mundo», que acontecerá en la era del capital.

3 Recuérdese que a partir de la Independencia, el Imperio Británico había mostrado creciente interés en el comercio con las Provincias Unidas del Río de la Plata, especialmente en relación con la explotación minera, así como otros negocios. Viajeros –inversores– ingleses tales como los hermanos John Parish Robertson y William Parish Robertson, John A. B. Beaumont y William Mac Cann se ubican entre ellos.

4 Véase: de Moussy, 1867.

5 Véase: Chapitre IX. Statistique Générale, en: de Moussy, 1867: 49 y ss.

6 «El gobierno argentino expuso el gran trabajo que el doctor Martin de Moussy publicó, bajo sus auspicios y por cuenta suya, y que contiene, en tres volúmenes grandes en-8º y un atlas en folio, la descripción estadística y geográfica de la República (…) El atlas expuesto por el autor cuenta con treinta mapas y completa prácticamente un cuadro tan exacto como instructivo de esta importante parte de Sudamérica, la cual, gracias a este trabajo, se vuelve la mejor conocida de este continente.
Las catorce provincias que componen a la Confederación Argentina se ocupan de las intenciones del gobierno nacional, y publican también trabajos geográficos con estadísticas sobre distintas partes de su suelo.» (La traducción es nuestra).

7 En relación con el funcionamiento semiótico de los estereotipos y clichés, véase: Amossy y Herschberg Pierrot, 2001.

8 En relación con la construcción discursiva de la figura del gaucho en algunos viajeros europeos, véase: Román, 2011.

9 Véase: du Graty, 1858 y de Moussy, 1860, 1860a y 1864, por mencionar algunas fuentes.

10 En relación con la «invención» de la Argentina, véase: Shumway, 2005).

11 En relación con estos temas, puede consultarse: Román, 2009 y 2010.

12 Un análisis de estos aspectos se encuentran en: Petrucci, 2013.

13 Analizada en: Petrucci, 2013a.

14 Analizadas en detalle en: Petrucci, Liliana (2013). «Las ideas pedagógicas de Amadeo Jacques», seleccionado por el Comité de «Cuadernos de Educación» del Centro de investigaciones María Saleme de Burnichon, n.º 11, septiembre de 2013. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Publicación electrónica disponible en https://revistas.unc.edu.ar/index.php/Cuadernos/issue/view/510/showToc

15 Según el recorrido biográfico, su exilio no está precedido de producciones textuales.

16 Se puede consultar el trabajo de Liliana Petrucci: «Las intervenciones en la prensa escrita de Pedro Scalabrini», presentado en las «Jornadas de investigación en Comunicación y Cultura». Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de entre Ríos. Paraná, 10 y 11 de abril de 2013.

17 Jugamos con la similitud fonética entre travel (viaje) y trouble (problema).

18 Cuestión esta última en la que, por ejemplo, la participación de Burmeister fue sustantiva, tanto por su gestión en la Dirección del Museo Público de Buenos Aires, como por su rol en la reforma Académica de la Universidad de Córdoba durante el último tercio del siglo xix –véase: Román, 2016–)

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