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Ciencia, docencia y tecnología

versão On-line ISSN 1851-1716

Cienc. docencia tecnol.  no.55 Concepción del Uruguay nov. 2017

 

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Deleuze: cartografía genealógica del capitalismo contemporáneo

 

Por Rossi, Luis Sebastián Ramón*

Universidad Nacional de Entre Ríos. conicet.
Contacto: luissebastianrossi@gmail.com

Título: Derrames ii: Aparatos de Estado y Axiomática capitalista
Autor: Gilles Deleuze | Transcripción y traducción: Pablo Ires y Sebastián Puente
Edición: Buenos Aires, Cactus, primera edición
Año: 2017 Páginas: 416 | ISISBN 978-987-3831-21-8

El pasado agosto la editorial Cactus lanzó Derrames ii: Aparatos de Estado y Axiomática capitalista. Se trata de la transcripción y traducción de los cursos que el célebre1 filósofo francés Gilles Deleuze (1925-1995) dictase entre los meses de noviembre de 1979 y marzo de 1980 en la Universidad de Vincennes. El texto conforma la continuación de Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia (editado en 2005 por el mismo sello) que reunía las clases deleuzianas entre marzo de 1971 y febrero de 1979. Tanto Derrames ii como su antecesor2 abordan didácticamente las hipótesis centrales de tres libros fundamentales de Deleuze y de Félix Guattari (1930-1992): El Anti-Edipo (1972), Kafka, por una literatura menor (1975) y Mil Mesetas (1980).
El primer Derrames… trabajaba en profundidad complejas tesis esquizoanalíticas como la inseparabilidad entre producción deseante y producción social; el inconsciente como una fábrica antes que como un teatro de la carencia; o la primacía de las líneas de fuga sobre las contradicciones. Mientras que Derrames ii explicita gran parte de la teoría política y social deleuzoguattariana, al indagar, primero, el problema de los procesos de constitución de los aparatos de Estado partiendo de dos principios: por un lado, las figuras de Estado no presuponen ningún modo de producción sino una serie de procesos maquínicos y, por otro, contra el esquema evolucionista, existe una suerte de campo de coexistencia de las formaciones sociales. En dicho campo las formas estatales avanzadas dinamizan el nacimiento y la consolidación del capitalismo, de allí que las clases del filósofo francés se reúnan bajo un segundo problema: ¿en qué se reconoce al capitalismo como una axiomática y cómo se presenta en la actualidad (1979)? En último término estas preguntas lo llevarán a indagar las posibilidades abiertas por tales formaciones para salir de la axiomática.
Así, siguiendo estos principios, Deleuze construirá una tipología del campo de coexistencia presentando antes que modos de producción, una serie de maquinismos y semióticas (agenciamientos), propios de cada formación social, pero sin orden cronológico, ni prioridad lógica. A partir de trabajos arqueológicos y filosóficos, nuestro autor dedica largas sesiones a lo que llama, desde El Anti-Edipo, formaciones primitivas con maquinismos de anticipación-conjuración que impiden la resonancia de los centros de poder y con ello repelen, como señalaba P. Clastres (1978), la aparición misma de los procesos de estatalización. La figura rechazada por estas sociedades se condensa en la existencia de procesos de formación estatal que descansan sobre aparatos de captura (centrípetos y verticales) o sobre una sobrecodificación de las territorialidades primitivas y de las retículas urbanas. Luego Deleuze se detiene en la aparición de las ciudades y de sus equipamientos en tanto maquinismos compuestos de redes y circuitos comunicacionales, comerciales, religiosos, guerreros, etc. que les permiten desterritorializarse de los países en los que se formaron (desde Cartago hasta las actuales metrópolis bursátiles). Contra las redes urbanas, para Deleuze, las diferentes figuras del Estado establecerán, no sin sangrientas luchas, territorios en resonancia y una diferencia entre mercado interior y exterior que permite la plena consolidación del capitalismo. Por último, el filósofo describe formaciones internacionales o ecuménicas que no esperarán al capitalismo para empezar (como la metalurgia nómada o el cristianismo) y que no procederán por homogeneización, sino que se montarán sobre formaciones heterogéneas.
Con este esquema, las clases se desarrollan para fundamentar que los maquinismos de las formas o figuras de Estado son variables y múltiples. Así, retomando los esbozos de K. Marx y sin suponer progresión alguna, Deleuze señalará una primera figura de los aparatos de captura que llamará imperios despóticos arcaicos (Urstaat) seguida por lo que denominará imperios evolucionados (el romano, el chino, etc.). Los aparatos de los imperios arcaicos (o formaciones asiáticas) suponen tres dimensiones o cabezas del personaje público del déspota que funciona3 por comparación y apropiación monopolística de flujos territoriales fungiendo como propietario de la tierra (rentas), empresario del trabajo público (ganancias) y banquero creador de la moneda (impuestos). Se trata de un proceso de sobrecodificación de flujos territoriales de las comunidades agrícolas por diversos imperios, donde todo será público y aún no habrá esfera de lo privado. Por ello, como L. Mumford (2010) (aunque señalando diferencias), para Deleuze se inaugura, por un lado, una activa burocracia (de los escribas) y, por otro, una primera servidumbre maquínica (pública) sometida (asservi) a una mega- máquina imperial que produce obras descomunales (como las pirámides, entre otras). Pero esta sobrecodificación trascendente de flujos no se produce sin que, al mismo tiempo, sobre todo el campo social comiencen a correr flujos descodificados (de la tierra, del trabajo y de la moneda) que tienden a encontrar nuevas territorialidades privadas (propiedad, empresa y comercio privados nacerán de los esclavos libertos y de la propiedad pública imperial). Deleuze detalla este proceso describiendo los maquinismos que permiten la comparación y apropiación privada bajo nuevas relaciones de dependencia personal en los imperios evolucionados y que funcionan a través de lo que llama conjunciones locales o tópicas cualificadas de flujos descodificados (donde aparecerán ejemplos feudales). Serán estas conjunciones las que dejan todo preparado para que surja el capitalismo. De allí que el filósofo llegue al problema de definir al capital no ya como riqueza cualificada (territorial, artesanal, comercial, etc.) sino como actividad abstracta creadora de riqueza (devenida punto de subjetivación) y como propiedad no cualificada de derechos abstractos convertibles en tierra, dinero, medios de producción, etc.
Así el capital se expresará en la relación que posibilita que un sujeto puesto como universal (flujo descodificado de riqueza) se apropie de un objeto puesto como cualquiera (flujo descodificado de trabajo). Ya no se trata de una conjunción tópica entre un objeto y un sujeto determinados como sucede bajo las relaciones de dependencia personal sino de un maquinismo que permite la conjugación generalizada de flujos descodificados o no especificados: una axiomatización de todo el campo social que quedará expresada cabalmente en el mercado único y exterior del Capitalismo Mundial Integrado. Por ello, Deleuze señalará que el capitalismo siempre se acompaña de una crítica tajante al Estado4, puesto que conforma un maquinismo que, al menos en términos formales, ya no pasa por los aparatos de captura sino por un mercado único donde los problemas políticos se plantean en un sistema mundial antes que en la especificidad de los países. No obstante, el capitalismo necesita, a su vez, de las figuras estatales para fortalecerse, por ello provoca que los Estados cambien profundamente de rol y de funciones para convertirse en modelos de realización en los cuales la axiomática inmanente se efectúa en relaciones formales y elementos cualificados o especificados. La formación capitalista compone así una misma unidad con la figura de los Estados nacionales en tanto modelos de realización. Sin embargo, ello no quiere decir que los vuelva homogéneos, sino que los Estados serán heterogéneos entre sí al tiempo que isomorfos y polimorfos para una axiomática que no ceja de manifestarse como un verdadero bloqueador de flujos al instaurar reterritorializaciones donde comienzan las fugas al sistema. Deleuze señalará, por ejemplo, que en la carrera armamentística y espacial el capitalismo conjugará flujos descodificados y desterritorializados que abandonan la tierra. Pero, simultáneamente, debe contener tales fugas, de allí que comience a reterritorializarlas en una nueva tierra (como lo será la luna para la extraña composición capitalista de la nasa).
Aquí hemos de destacar el excelente trabajo editorial de Cactus que ha invertido muchos recursos para hacer inteligibles pasajes donde la ríspida voz de Deleuze se desparrama entre los fundamentos histórico-filosóficos y matemático-políticos de la noción de axiomática. Además, el logro del sello también se adivina en la relevancia de las clases, pues el problema fundamental de Deleuze será la situación política y económica mundial de su propia época, que aún es la nuestra. De hecho, la edición de Derrames ii aporta elementos fundamentales para comprender el estrecho vínculo que une Mil Mesetas con el problema que produjo que M. Foucault abandonase su genealogía de la biopolítica para dedicarse a diseccionar el nacimiento del ordo-neoliberalismo. Así, 1979 parece haber sido un año fundamental para que la crítica francesa anticipe los desastres del reagan-thatcherismo y del decálogo williamsoniano, aunque dos años antes muchas de las ideas deleuzianas serían esbozadas en La Revolución Molecular de Guattari5 (2017).
El curso continúa y el filósofo francés encuentra una bipolaridad en el capitalismo entre una tendencia a retirar axiomas y otra a agregarlos. Así la axiomática implica Estados mínimos que Deleuze y Guattari (1997), a contramano de la usanza, llaman totalitarios6 y que permiten la axiomatización de los flujos descodificados extrayendo axiomas. Las estructuras políticas y económicas de estos Estados organizan el colapso del mercado interno y sólo retienen los axiomas necesarios para la participación en el mercado externo (en los sectores de consumo, salarios, trabajo, etc.). Para ello mantienen como variable fundamental el nivel de reservas y la tasa de inflación, la apertura a capitales extranjeros y la reprimarización de la economía volcada a la exportación de productos alimentarios. Si el lector encuentra alguna familiaridad es porque el ejemplo concreto deleuzoguattariano del polo totalitario lo constituirá Chile (guiado por la Escuela de Chicago) mientras que otras dictaduras latinoamericanas y países del Tercer Mundo, ejemplificarán para el filósofo tendencias marcadas hacia dicho polo. Se trata de Estados totalitarios cuyos axiomas mínimos serán, primero, un amplio desarrollo de la propiedad territorial (monocultivo y monoproducción); segundo, una relación comercial de comprador con el exterior (progresivamente inscripta en la usura de la deuda externa); y, tercero, la proletarización, miseria y hambruna de grandes sectores de la población. Como dijimos, estos Estados totalitarios donde el mercado interno, sin desaparecer, depende completamente del externo, configuran un polo para la axiomática (como analiza nuestro autor en el caso francés), mientras que el otro polo lo constituyen los Estados socialdemócratas. Estos últimos no dejan de agregar axiomas y teoremas «socialistas» al mercado interno, al tener como horizonte la búsqueda del pleno empleo, la justicia social, ciertas condiciones laborales y democráticas para las mujeres, etc. De allí que la tesitura deleuzoguattariana sea que ambos polos (sustraer o agregar axiomas) conforman modelos de realización de la axiomática capitalista y, por ello, la política de los países se encuentra en un vaivén mixto y concreto entre estas polaridades (de allí que otro ejemplo deleuziano lo constituya un detallado análisis del «milagro» brasileño).
Pero hay un límite interior e inmanente del capitalismo surgido de la dinámica absoluta de la producción por la producción misma, aún si la axiomática gusta de hacernos creer que choca con límites extrínsecos (como la escasez de los recursos naturales, alimentarios, etc.). Así, Deleuze, a partir de una relectura de los Grundrisse, prevé que ese límite constituido por la baja tendencial de la tasa de ganancia implicará que, para seguir desarrollándose, la axiomática debe variar la proporción entre capital constante (invertido en materias primas y medios de producción) y capital variable (invertido en trabajo humano). Mientras la plusvalía provenga del segundo, no habrá necesidad de quebrar el equilibrio, pero la evolución del capital es inseparable, para nuestro autor, de una creatividad tecnológica fundamental, una suerte de virus que aumenta la proporción de la inversión en el capital constante. De allí que el capital constante se vuelva relativamente más importante y prevalezca sobre el variable, como lo demuestra el desarrollo tecnológico sin par de las máquinas informáticas y cibernéticas. Así, el proceso de trabajo pasa a ser adyacente a los sistemas hombres-máquinas, gestando una variación en los modos de subjetivación: a la sujeción salarial le será concomitante una segunda servidumbre maquínica generalizada. Por ello el curso se detendrá varias veces en una profunda crisis del trabajo anticipada por Marx y evidenciada en Italia por esos años. Bajo esta crisis el régimen de trabajo se vuelve precario, en negro, temporal, así como surgen figuras como la subcontratación, el desempleo, los neo-esclavismos, etc. Claramente los referentes e interlocutores deleuzianos estarán entre los autonomistas italianos (en particular A. Negri (2001)).
Sin dejar de señalar que las primeras víctimas de este nuevo régimen se encuentran entre sus estudiantes y entre sus compañeros docentes, el filósofo ve expandirse estos cambios rápidamente a todo el cuerpo social. Pero el nuevo régimen que desnuda la crisis o desgranamiento de la sujeción salarial y disciplinaria en absoluto significa la abolición del capitalismo, sino una nueva etapa del mismo, en el cual se conjugan Estados heterogéneos pero isomorfos a la axiomática. Así si en los países europeos puede quedar un resabio de la sujeción salarial como forma de regir la fuerza de producción, en las economías ultramodernas del Tercer Mundo Deleuze encuentra que la relación de producción sigue siendo capitalista, pero el modo de producción reedita, sin retroceso, modalidades feudales o casi esclavistas. Allí encuentra la horadación del salariado, pues aunque haya salario, es tan minúsculo o miserable frente al precio de los alimentos que nada puede comprarse (haciendo que proliferen los flujos de deuda –una nueva forma del control diría varios años después M. Lazzarato (2013)).Aunque aquí Deleuze diferenciará entre países, hay que señalar que no dejará de subrayar que se trata de procesos que se vivirán en los centros y en las periferias de un norte y de un sur ya desprendidos de su localización geográfica. Por ello, el ejemplo de centros desterritorializados lo configurarán las multinacionales o formaciones ecuménicas que le permiten al filósofo sostener, anticipando varias tesis sociológicas, que no hay un grupo que controle la política de este mercado mundial, sino que «el enemigo es múltiple » (Deleuze, 2017: 123).
Sin embargo, Deleuze no llora la crisis del salariado pues la axiomática al funcionar libera proposiciones indecibles o flujos que escapan a su conjugación y que conforman las últimas esperanzas. De allí que señale flujos rebeldes de población, de materia prima, alimentaria, flujos de esclavitud maquínica, de urbanización, etc. que se vuelven incontenibles para las reterritorializaciones artificiales de la axiomática. Además, subrayará que el trabajo precario guarda potencialidades revolucionarias inmensas para gestar nuevas formas de luchas que exceden los límites de la fábrica y se encarnan en los barrios, las regiones, etc. Aquí Deleuze esboza el problema urgente de cómo reaccionar y salir de la axiomática a través de un conjunto de proposiciones indecibles o líneas de fuga que pueblan el Tercer Mundo pero que no configuran un triunfo asegurado, sino que pueden inaugurar procesos de devenires minoritarios al multiplicar las conexiones eventuales entre flujos. Por ello, estos indecidibles serán del orden del acontecimiento y permitirán pensar en máquinas de guerra7 de experimentación y creación contra los aparatos de captura y la axiomática. El lector habrá adivinado que bajo esta cartografía genealógica se encuentra un ensayo concreto para plantear el problema sobre el que Deleuze y Guattari volverán en varios pasajes de sus obras: cómo comprender la mutación en el capitalismo contemporáneo en el marco de lo que denominarán sociedades de control. De allí también la importancia de esta edición que permite profundizar las tesis sociales y políticas en Mil Mesetas, y habilita a pensar en que tal vez algún día el siglo será deleuzoguattariano.

Notas

1 Deleuze era ya conocido por sus series monográficas sobre filósofos y literatos, en las que engendró los personajes conceptuales de Diferencia y Repetición (1968) y Lógica del Sentido (1969).

2 A pesar de ser la continuación de Derrames…, este curso se puede leer sin pasar por su antecesor pues guarda el mismo formato rizomático de las mesetas como aclara Deleuze desde su inicio.

3 Aquí Deleuze hace gala de dos principios inmanentes de su teoría social: el deseo es la puesta en comunicación funcional de las piezas de todo agenciamiento y la descripción de estos últimos implica siempre ponerlos en contacto con los diagramas de relaciones de fuerzas que efectúan. Además señalará el punto de desacuerdo con Foucault: el poder es una afección del deseo.

4 De hecho, la pregunta central de la que parte el curso es « (…)¿cómo es que sucedió que el desarrollo del capitalismo pase por el polo-Estado, cuando hay en el capitalismo tantas cosas que van en contra del Estado, que marchan incluso en función de una abolición de los Estados?» (Deleuze, 2017: 33).

5 De nuevo a favor de Cactus apuntemos que con la publicación de los escritos de F. Guattari en 2013 y 2015, se especifican diversos aspectos poco recorridos de las tesis de Mil Mesetas.

6 Específicamente, a partir de P. Virilio, Deleuze distingue entre Estado totalitario como mínimo de Estado y el máximo de Estado configurado por el fascismo (exclusión de capitales extranjeros, industria bélica, expansionismo, etc.).

7 Desde la primera clase Deleuze distinguirá, en sus caracteres fundamentales, entre máquina de guerra sin connotación bélica (con sus espacios lisos, composición aritmética, acción/actividad libre, armas/ joyas, afectos, etc.) y aparatos de captura (con espacios estriados, composición territorial, trabajo/sobretrabajo, herramientas y signos, sentimientos, etc.). Los aspectos desarrollados en la primera clase resumen lo escrito por Deleuze y Guattari (1997) en las Mesetas «1227. Tratado de nomadología: la máquina de guerra» y en «1440. Lo liso y lo estriado.»

Referencias bibliográficas

1. Clastres, P. (1978). La Sociedad contra el Estado. Caracas: Monte Ávila.         [ Links ]

2. Deleuze, G. (2005). Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia. Buenos Aires: Cactus.         [ Links ]

3. Deleuze, G. y Guattari, F. (1997). Mil Mesetas. Valencia: Pre-textos.         [ Links ]

4. Guattari, F. (2017). La Revolución molecular. Madrid: Errata naturae.         [ Links ]

5. Lazzarato, M. (2013). La fábrica del hombre endeudado. Buenos Aires: Amorrortu.         [ Links ]

6. Mumford, L. (2010). El mito de la máquina. La Rioja: Pepitas de calabaza.         [ Links ]

7. Negri, A. (2001). Marx más allá de Marx. Madrid: Akal.         [ Links ]

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