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Circe de clásicos y modernos

versão On-line ISSN 1851-1724

Circe clás. mod.  n.11 Santa Rosa jan./dez. 2007

 

Las últimas metamorfosis: César, Augusto y Ovidio

Jorge S. Mainero

Universidad de Buenos Aires

Resumen: Se ha señalado (Tissol 2002: 305) que los lectores de Metamorphoses nos sorprendemos cuando en los últimos libros se despliega abundante material histórico. El final se resuelve por medio de sucesivos desvíos: de César a Augusto, y de él a Ovidio. La figura del princeps se reconstruye mediante recursos como la ironía, el juego intertextual y la ambigüedad. Al cabo, la inmortalidad terrena del poeta pesa más que la inmortalidad astral del príncipe. Este desenlace, que predice el reconocimiento popular a la empresa literaria de Ovidio, hace pensar que la eternidad por él alcanzada resultó más concreta y más firme.

Palabras clave: Mito; Historia; Metamorfosis; Desafío; Eternidad.

The final metamorphoses: Caesar, Augustus, Ovid.

Abstract: It has been indicated (Tissol 2002: 305) that the readers of Metamorphoses are surprised when abundant historical material unfolds in the last books. The outcome shows successive deflections, from Caesar to Augustus, and then to Ovid. The princeps is reconstructed by means of procedures like irony, intertextual games and ambiguity. Ultimately, the terrestrial immortality of the poet weighs more than the astral immortality of the prince. This end, that predicts popular gratefulness to Ovid's work, makes us think that the eternity he reached was more solid and firmer.

Keywords: Myth; History; Metamorphosis; Challenge; Eternity.

La estructura de los Metamorphoseon libri

Nacido dos generaciones después de Virgilio, Ovidio conoció los progresos del principado sin haber sido testigo de las guerras que determinaron su existencia. De allí que sus intereses, valoraciones y actitudes difieran con frecuencia de los exhibidos por los poetas que lo precedieron, así como su obra difiere de la de ellos.
La estructura de su poema épico canónico, v.g., es tan fluida como podía esperarse del poeta de la fluidez; debido a ello ha sido largamente debatida por la crítica académica de las últimas décadas, desde que Lancelot P. Wilkinson juzgara arbitraria la división en quince libros. El hecho de que el mito de Faetón, apenas esbozado al fin del primer libro, se desarrolle en el segundo, a lo largo de más de trescientos hexámetros, estaría indicando una búsqueda de continuidad en el carmen perpetuum: las Metamorphoses no habrían sido divididas en libros de no haber requerido varios rollos de papiro, dada su extensión (Wilkinson 1955:149).
En los años ochenta, la crítica se preguntaba todavía si el poema tiene una estructura cognoscible, y si la separación de los libros es relevante para encontrar solución a este problema (Crabbe 1981: 2274). Antes se había intentado bosquejar una pauta estructural tomando en consideración las intercalaciones que quiebran una línea cronológica prolongada desde la cosmogonía hasta la Roma de Augusto. Así, "el modelo simple intercalado se repite a través del poema, siempre con una asociación temática de similitud o contraste" (Coleman 1971: 465). Otros, como B. Otis, propusieron una organización temática como principio central, pero sin demasiada fuerza explicativa o claridad.1

Aun sin acuerdo unánime, este debate tiende actualmente a zanjarse aceptando la pertinencia de las distinciones que establecen una suerte de tríptico. La introducción de la edición de Metamorphoses en Oxford World's Classics, por ejemplo, contempla un esquema tripartito entre dos marcos: la Creación (libro primero) y la Apoteosis de César (libro decimoquinto). Entre ambos hay tres secuencias de semejante extensión, que aluden respectivamente a dioses (1.452-6.420), héroes (6.421-11.193) y a figuras históricas (11.194-15.744). Dentro de esta distribución, las historias se agrupan por "principios de similaridad o contraste, temáticos, geográficos y genealógicos" (Kenney 1998: xxvi-xxvii). Gianpiero Rosati habla de una "épica impura" que sigue un doble principio estructural, combinando el orden cronológico, del caos al presente, con el orden analógico de los relatos enlazados por conexiones entre sus temas, personajes o lugares (Rosati 2002: 277).
La crítica germánica ha visualizado, asimismo, tres péntadas, con los dioses en la primera, instalados en el centro de la escena (1-5); los héroes y heroínas dominan la segunda (6-10); los jefes y gobernantes hacen lo propio en la tercera (11-15). Por lo demás, "los pasajes atribuidos a las Musas, a Orfeo y a Pitágoras (...) funcionan como sustitutos de epílogos metapoéticos a las péntadas individuales" (Holzberg 2002: 127).
Elucidada esta organización estructural, los lectores de las Metamorfosis no dejamos de sorprendernos, como lo ha subrayado recientemente Garth Tissol, después de recursar tantas transformaciones de ninfas y de otros habitantes del universo mitológico a través de los primeros diez libros, cuando en la última péntada se despliega una considerable cantidad de material histórico: "primero los temas troyanos, luego los romanos, distinguen la conclusión de la obra, en la cual se cumplirá cabalmente la progresión histórica en larga escala prometida en los versos iniciales del poema".2

El proemio recién mencionado consta de sólo cuatro hexámetros:

Este apretado comienzo no sólo da cuenta del tema y alcance de la obra, sino también de la autodeterminación y libertad de su autor. El carmen es perpetuum ("continuo"), lo que en sentido técnico se puede entender como alusión al género de pertenencia, la épica; pero si se le adiciona el sentido de decuctum, por contagio del verbo contiguo, gana también el significado de "modesto pero finamente trabajado" (cfr. Virgilio, Bucólicas, 6.5). Habría así dos poéticas, las de Homero y Calímaco, en último análisis, sintetizadas en un espacio mínimo por el poeta de Sulmona.3
La coronación de la obra contribuye a la mitificación de la historia romana, que ya se había impuesto en la literatura de los períodos tardorrepublicano y augustal. Hubo, pues, un doble camino en la Roma arcaica: del mito a la historia, en primer término, y luego su inversión, con el tránsito complementario de la historia al mito.4
En cuanto al último libro, que representa tanto el pasado inmediato como el presente y porvenir del poeta, allí tienen lugar, en el desenlace, las tres últimas metamorfosis: las de César, Augusto y Ovidio (Met. 15.745-879).

Julio César y Augusto

El final de Metamorphoses se resuelve, en efecto, por medio de sucesivos desvíos de sus ejes temáticos, que se desplazan primero de César a Augusto, y recalan por fin en el propio Ovidio. En este libro se remoza y reconstruye la figura del princeps a través de un reducido número de procedimientos de base, que incluyen la ironía, el juego intertextual y la ambigüedad. Son, todos ellos, claves para la interpretación del texto.
Hay en primer lugar un tratamiento conjunto de los jefes de la gens Iulia, dominado por una hipérbole que Ovidio pone al servicio de cierta voluntad de ironizar:

César, en su propia ciudad, es un dios
al que, eminente bajo Marte y en la
paz civil, ni las guerras terminadas
con triunfos, ni las proezas en la patria,
ni la rauda gloria de sus actos, lo
transformaron en nuevo astro y cometa
con cabellera más que su progenie. Y en
verdad, de las hazañas de César ninguna
obra es mayor que el hecho de que se
mostró como padre de éste. Sin duda:
¿es más valioso haber sojuzgado a los
marítimos britanos, y haber guiado las
naves vencedoras a través de las siete
bocas del Nilo productor de papiros, y
haber añadido al pueblo de Quirino
a los rebeldes númidas, y a Juba, amo
del Cinyps, y al Ponto henchido con los
nombre de Mitrídates, y haber merecido
muchos triunfos, haber obtenido
algunos, que haber engendrado a un
hombre tan grande? Siendo él soberano,
dioses superiores, favorecisteis en
abundancia al género humano.

Así, el v. 752 introduce con un scilicet de frecuente valor irónico5 un fragmento consagrado al repaso de la carrera heroica de César y sus inigualables victorias, que son comparadas desventajosamente con su condición de padre de Augusto. Aun admitiendo que es a la vez convencional y legal referirse al padre adoptivo como si fuese el padre real, el lejano vínculo entre tío abuelo y sobrino nieto vuelve absurda la comparación. Por lo demás, la ironía se extiende mediante la formulación de falsas preguntas retóricas. No menos irónico es el cierre (vv. 760-61) que llanamente dice que César debía ser convertido en dios para que Augusto no fuese nacido de simiente mortal.6 Es evidente que Ovidio, con fingida ingenuidad, pone al descubierto los objetivos políticos de la divinización de Julio César.
A continuación se manifiesta en la organización narrativa del poema el juego de la intertextualidad, evocando a Virgilio con el diálogo urdido entre Venus (vv. 765-78) y Júpiter (vv. 807- 42). Son inequívocos los ecos de este pasaje: primero habla Venus, que recuerda los avatares y desdichas de su linaje; después Júpiter, que le responde como portavoz del insuperabile fatum, en un contrapunto concebido como reescritura del libro I de la Eneida. 7

Entre ambos enunciadores se registran (vv. 782-98) los signos que, de acuerdo con la tradición romana de la adivinación (divinatio) inductiva, por presagios y prodigios, habían anunciado la muerte de César. Los prodigios se discriminan claramente de los presagios constituidos por signos naturales significativos, por el hecho de que aquéllos tienen como sello la aparición de un signo sobrenatural, trátese de un monstruo o de un hecho portentoso. Tales signos adivinatorios actúan en principio como símbolos degradados y mecánicos, incorporados a un sistema de decodificación fija, desprovistos del valor de una revelación personal. Marcan, no obstante, la presencia de una mancha y la necesidad de su purificación.

Tales palabras en vano profiere Venus, inquieta, por todo el firmamento, y conmueve a los dioses superiores que, aun cuando no pueden quebrantar los férreos decretos de las antiguas hermanas, ofrecen con todo señales indubitables del dolor venidero. Cuentan que armas, que chocaban estrepitosamente entre las negras nubes, y terribles trompetas y cuernos oídos por el cielo, presagiaron el crimen sacrílego. También la funesta faz del sol entregaba pálidos rayos a las tierras contristadas. Con frecuencia parecieron arder antorchas entre los astros, con frecuencia cayeron gotas de sangre en medio de los aguaceros. Y el lucero matutino, oscurecido, había cubierto su rostro con negra herrumbre, con sangre estaban cubiertos los carros de la luna. En mil lugares el búho de la Estigia emitió graznidos ominosos, en mil lugares lloró el marfil, y se refieren cánticos escuchados y palabras amenazadoras a través de los bosques sagrados. Ninguna víctima sacrificada ofrece buenos presagios, y las vísceras advierten que grandes desórdenes están cerca, y en las entrañas se encuentra cortado el lóbulo del hígado, y dicen que en el Foro, y alrededor de las casas y templos de los dioses, perros nocturnos aullaron, y anduvieron errantes las sombras de los muertos, y la ciudad fue conmovida por terremotos.

Para todo este segmento, el intertexto virgiliano es Geórgicas I 463-88, donde los signa, en su mayor parte coincidentes, se leen como prodigios inmediatamente posteriores a la muerte de César, manifestaciones de la cólera divina ante el magnicidio. Además del eclipse de sol (v. 466-68), otros signos aparecidos illo tempore son un estruendo de armas por el cielo de Germania (v. 474), terremotos en los Alpes (v. 475), una gran voz oída a través de los bosques silenciosos (vv. 476-77), la visión de pálidos fantasmas (simulacra) nocturnos de notables proporciones (vv. 477-78), los ganados parlantes (v. 478) y las estatuas ebúrneas que lloran (v. 480). Nótese que los sentidos intelectuales, el oído y la vista, son los alcanzados en primer término por los indicios de los dioses. Por último, hay inundaciones (vv. 481-83), fibras en las entrañas de los animales sacrificados (v. 484), sangre en los pozos (v. 485), aullidos de lobos en las ciudades (v. 486) y rayos que cruzan por un cielo sereno (vv. 487-88). Todo este complejo arsenal semiológico evidencia la ira divina, pero simboliza asimismo el desorden y la guerra civil que comprometen el destino de la nación. Es decir, la ruptura de un orden político que Augusto se encargaría de restaurar. Por su parte, Ovidio prodiga señales semejantes, que en su caso funcionan a priori, como presagios de un aciago porvenir. De este modo se dice en los vv. 799-800:

non tamen insidias venturaque vincere
fata/ praemonitus potuere deum ("las
advertencias de los dioses no pudieron
superar las emboscadas y el destino").
Pero no está tan clara la posición con
respecto a la restauración augustal.
En este sentido, Garth Tissol ha confrontado
las Metamorphoses con otras
expresiones artísticas, en particular,
con el programa escultural del Forum
Augusti, dedicado en el 2 a.C.

Al contemplar a un héroe romano en el Forum Augusti, la mirada del observador podía encontrar no sólo una imponente imagen, sino también un titulus que identificaba al personaje, y un elogium que recordaba sus méritos. Esta experiencia, además, tiene lugar dentro de un complejo arquitectural, el Forum Augusti, erigido por Augusto en pago de un voto hecho mientras combatía a los asesinos de su padre adoptivo en la batalla de Filipos. (...) Para Ovidio, disponer paralelas apoteosis de esos mismos héroes (...) es volver inevitable el reconocimiento, por parte del lector, de significados augusteos adosados a los héroes divinizados. Al mismo tiempo, en las Metamorfosis estas figuras son icónicas en un contexto de sentido mucho menos rigurosamente regulado que el del Foro. (...) Porque Ovidio presenta sus retratos, por así decirlo, sin titulus y elogium para reglar su interpretación. Expuestos de esta forma, los retratos pierden su transparencia interpretativa y devienen permeables para su incorporación en el flujo ovidiano.8
Vale decir que esta literatura no es monológica en modo alguno, y que su significado final permanece abierto. Para terminar, pueden compararse las últimas referencias al príncipe con las que se consagran al dictador. La metamorfosis estelar o catasterismo de César implica también la consumación de su apoteosis.

Apenas [Júpiter] había dicho estas cosas,
cuando la nutricia Venus se situó
en medio de la curia del Senado, invisible
para cualquiera, y arrebató de los
miembros de su hijo, César, el alma recién
liberada; y, no consintiendo que se
disolviera en los aires, la introdujo entre
los astros celestes. Y mientras la transportaba,
sintió que incorporaba luz y
se encendía, y la dejó ir de su regazo.
Ella vuela más alto que la luna y brilla
como estrella, arrastrando su cabellera
fl amígera por un extenso sendero.

La de Augusto, en segundo lugar, es meramente una apoteosis anunciada o prefigurada, aunque se diga de él que supera a su padre. Es importante hacer notar que el término heres (v. 819; referido al príncipe como "heredero" de César) suele tener connotación negativa entre los escritores augustales,9 de modo que el encomio de Augusto resta, cuando menos, ambiguo. Desde el v. 821 hasta el 840 se repasan sus hazañas bélicas como ultor de César, y llama la atención aquí la alusión a Tiberio, el sucesor designado, prolem sancta de coniuge natam (v. 836:"hijo de su sagrada esposa"), en medio de los elogia concedidos al princeps. ¿Cómo pueden incluirse entre sus aciertos los problemas sucesorios que afrontó ante la falta de un hijo propio? Incluso la plegaria en que el poeta le desea larga vida es sólo formal (vv. 860-870) y conserva alguna ambigüedad, dado que Augusto no ocupa, como en Geórgicas, 1.24-42, la posición de privilegio; Ovidio tenía reservado ese lugar para sí mismo.

Ovidio y el príncipe más allá de su tiempo

Se ha planteado, en fin, otro debate -que permanece todavía abierto- acerca de la ideología ovidiana y de su hipotética resistencia al principado, en tanto cultor de la libertas republicana. Thomas Habinek, por ejemplo, niega su condición de opositor y trata de incorporarlo en las filas de los augustales, al enfatizar que "la literatura es un importante componente de la hegemonía cultural que, para mal o para bien, sostuvo durante centurias el poder romano".10
A Alessandro Barchiesi le seduce adoptar una posición intermedia, signada por cierto escepticismo: opina que buena parte de la discusión descansa sobre alusiones controversiales, que acaso así permanecerán por siempre. Se trata de señales irónicas, desencantadas, críticas o incluso subversivas, a desencriptar de un discurso cortesano casi impecable en apariencia. "La verdad es que la cuestión así planteada sólo consiente soluciones demasiado subjetivas, que dependen de la imagen de Ovidio que tengamos y, más aún, de la que tengamos de Augusto y de su régimen" (Barchiesi 2001:76). Por ende, se contenta con insistir en la naturaleza polisémica de todos los discursos: propaganda, ideología, poesía ovidiana. Alessandro Schiesaro, en cambio, dictamina que la refl exión sobre el conocimiento que se da en los poetas latinos, de Lucrecio a Ovidio, no excluye una reflexión sobre el poder, sino todo lo contrario. Virgilio, por ejemplo, representa cierto retroceso del espíritu libertario lucreciano, al prohijar un proceso autoritario aunque paternalista. Ovidio no acepta ninguno de estos modelos: "su infatigable pasión por todo lo relativo, fluido, epistemológicamente elusivo, no puede volverse un criadero ideal para la autoridad y la norma".11 Su literatura codifica más bien una sofisticada denuncia en contra del autoritarismo del régimen augustal. Parte de la crítica francesa sostiene, en conformidad, que la poesía ovidiana dejó marcadas "sus divergencias con las orientaciones ideológicas del principado" (Fabre-Serris 1998: 35).
Por lo demás, la ley del cambio, enunciada en el discurso de Pitágoras (15.165: omnia mutantur; 15.178: cuncta fluunt), se aplica también a la ciudad de mármol del princeps. Clímax de la historia, la Roma de Augusto todavía pertenece al tiempo; las Metamorphoses, a la eternidad. Porque no sólo el cambio permanece para Ovidio, sino además el libro que lo explicita. El epílogo de hecho recurre a conexiones intertextuales con Horacio (Odas 3. 30), e intratextuales con el poema conclusivo de los Amores (3.15), para augurar la sempiterna perduración del poeta, por la vía de la supervivencia en la obra.

Y ya llevé a término mi obra, que no
podrá destruir ni la ira de Júpiter,
ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo
devorador. Que aquel día, que nada
tiene sino derecho sobre mi cuerpo,
ponga fin cuando quiera a la duración
de una vida insegura. No obstante,
inalterado en la mejor parte de
mí, seré remitido a los astros elevados,
y mi nombre será imborrable; y [allí]
por donde se extiende sobre tierras
conquistadas el poder romano, seré
leído en boca del pueblo, y perviviré
en la fama a través de todos los siglos,
si algo de verdadero tienen los presagios
de los poetas.

La inmortalidad terrena de Ovidio, en alas de la Fama, pesa más al cabo que la inmortalidad astral y olímpica del príncipe. Conviene refl exionar sobre el referente de la Iovis ira del v. 871, puesto que el parangón entre Júpiter y Augusto venía de desarrollarse explícitamente poco antes (vv. 858-60): pater est et rector uterque. Acaso este epílogo haya sido leído como una afrenta por el princeps (Holzberg 2002:150). E. J. Kenney (1998:466) anota: "es tentador conjeturar que estas palabras pueden haber sido añadidas en Tomi". Si tiene razón al especular que esta coda fue incorporada en el exilio, ella debe interpretarse como un desafío del poeta al responsable de su confinamiento.
Ovidio, en suma, despliega poéticamente una filosofía del cambio a través de los términos simbólicos de la razón mitológica. Esta forma suya de pensar acabó por volverse políticamente incorrecta tras la consolidación del Principado, al implantar la mutación en la base del devenir histórico, en tiempos que corrían hacia la concentración de poder y la intolerancia. Sus textos se vieron favorecidos por la recepción que hallaron en legiones de lectores, pero inquietaron a la élite gobernante. La relegatio del poeta en Tomi, el 8 d.C., no fue acaso sino el gesto airado del poder imperial al leer entre líneas una cosmovisión que sin duda lo desfavorecía. 

Notas

1 Ovid as an Epic Poet, Cambridge, 1966. V. la reseña de Anna Crabbe (Oxford) en ANRW (1981: 2275). Se postulan cuatro grandes secciones que contienen episodios simétricos e interludios: Amor divino, Venganza, Amor-pasión y Troya y Roma.

2 Tissol (2002: 305). Para el autor, un profesor en la Universidad de Emory que se ha ocupado asiduamente de Ovidio y Virgilio, la historia aparece "ovidianizada" en las Metamorphoses. "Al introducir en su trabajo asuntos de orden histórico y político, Ovidio invita a sus lectores a considerar la relación entre las metamorfosis míticas y el mundo exterior a ellas" (p. 310).

3 Cfr. Kenney (1998: xv). El genio ovidiano incluye entonces la capacidad de operar un sincretismo que renueva la propiedad artística común, conquistando su propia originalidad. William S. Anderson, por su parte, encuentra en este prólogo una tensión entre la elegía, de la que Ovidio ya era maestro, y la épica, en la que el paradigma era Virgilio. Cfr. Anderson (1996: 110 ss).

4 Georges Dumézil propuso, a partir de 1938, que los mitos romanos debían desenterrarse de la historia nacional, construida de acuerdo con una concepción trifuncional de la sociedad -funciones: soberana, guerrera y productora- que Roma había heredado de sus primitivos ancestros indoeuropeos (Cfr. Dumézil 1977: 13, 14 y 22; 1993: 24-51). Hostiles al vuelo libre de la imaginación, los romanos se aplicaron a lo concreto: se concentraron en la recreación del pasado de la Vrbs. Entre ellos el mito ha sido traspuesto al plano histórico. Como resultante de esta transferencia, los héroes no son sino los prohombres de los tiempos primitivos. Por ejemplo, Robert Schilling, discípulo de Dumézil, hizo notar que el arcaico tema indoeuropeo de los gemelos penetró en Roma de manera directa con la leyenda de Rómulo y Remo, e indirectamente con los Cástor y Pólux. Pero sucedió que "la pareja ha sido disociada en beneficio de uno solo. Rómulo deviene el 'elegido' de los dioses a costa de Remo, el 'réprobo'. Cástor es el único entronizado en el culto oficial, como patrono de los caballeros: Pólux sólo se le unirá más tarde, a favor de la ola sincretista (...).Así, Roma ha innovado, privilegiando a uno y eliminando al otro, mientras que Grecia, de acuerdo con la tradición indoeuropea, se limitó a reconocerles un papel diferente. En Homero (Odisea 11. 300), Cástor pasa por un 'domador de caballos'; Pólux, por un'campeón del cesto'" (Schilling l979: 10). Por otra parte, no pocos académicos italianos, desde Angelo Brelich hasta Enrico Montanari, publicaron estudios, elaborados bajo una dominante histórica, tendientes a evidenciar la voluntad política de construir una historia de los orígenes celebrante de los valores republicanos. Por eso varias gentes llevan nombres de héroes de fines del período etrusco, como Mucio Escévola (Cfr. Montanari 1988 y 1990).

5 El Oxford Latin Dictionary traduce "sin duda", en la cuarta acepción del término, y luego agrega: "irónico, al sugerir algo palpablemente imposible o absurdo". Proporciona enseguida ejemplos de tal uso en Terencio, Cicerón, Salustio y Ovidio (Met. III, 647). Cfr. también Ernout-Meillet (1979: 602).

6 Consuelo Álvarez y Rosa Iglesias, anotadoras españolas de Metamorfosis, titubean: "queda la duda de si aquí hay un auténtico elogio o una gran ironía" (Cfr. 1999: n. 1950, p. 789).

7 Cfr. Eneida 1.229-296. En medio de este fragmento figura la profecía de Júpiter sobre el poder eterno de Roma: imperium sine fine dedi (v. 279). Ya los comentaristas antiguos precisaron la importancia de esta noción. Cfr. Servio, Ad Aen. 1, 278; Bayet (1971 y 1976); Adkins L.& Adkins R. (1996).

8 Cfr. Tissol (2002: 311-12). También Claassen (1999) y Howatson (1989: 401-3).

9 Cfr. Horacio, Odas, 4.7.19-20: cuncta manus avidas fugient heredis, amico/ quae dederis animo ("Todos los bienes que concediste a tu amable deseo huirán a las manos ávidas de un heredero").

10 Habinek (2002: 61). Philip Hardie, el editor, no deja de señalar en su introducción (p. 10) que la posición de Habinek es, hoy por hoy, minoritaria. Cfr. a fortiori Mainero (2003 y 2004).

11 Schiesaro (2002: 74). En la vieja República de Cicerón, de Catulo y de Lucrecio prevalecía sobre la sumisión el anhelo de libertad; algo de esa inclinación espiritual queda en Ovidio.

Ediciones

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Recibido: 16/11/2006
Evaluado: 21/12/2006
Aceptado: 06/03/2007

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