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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod.  no.12 Santa Rosa Jan./Dec. 2008

 

Terratenientes, campesinos y arriendo de tierras en la Atenas del siglo V a.C.

Large Landowners, Peasants, and Land Leases in Fifth-Century Athens

Diego Paiaro

[Universidad de Buenos Aires-CONICET]

Resumen: Partiendo de que la igualdad política coexistió con un desigual reparto de la tierra, el objetivo del artículo es estudiar el arriendo de tierras privadas como un modo de entender las relaciones que se entablaban entre dos clases sociales diferentes de la ciudadanía: los terratenientes y los campesinos. Se analiza este tipo de relaciones como un mecanismo utilizado para: administrar las propiedades de los ciudadanos ricos; acceder a tierras extras por parte de familias campesinas en un determinado período del ciclo de vida del hogar familiar; y subordinar y explotar económicamente a miembros pobres de la ciudadanía.

Palabras clave: Arriendo de tierras; Terratenientes; Campesinos; Explotación; Ciudadanía.

Abstract: Assuming that political equality coexisted with an unequal distribution of the land, the aim of the article is to study private land leases as a way to understand some relationships between two different social classes of the citizen body: the rich landowners and the peasantry. Tenancy is analyzed as a mechanism for: a) managing wealthy citizens' properties; b) making available extra land for peasant families in order to match their needs through different phases of the household life cycle; c) subordinating and developing economic exploitation of poor citizens.

Keywords: Land lease; Large landowners; Peasants; Exploitation; Citizenship.

I

Hace casi veinte años, Robin Osborne (1988: 323) afirmaba que "debería quedar claro que cualquier estudio sobre la economía de la ciudad griega que deje de lado los arrendamientos de propiedades será gravemente deficiente". En este trabajo analizaremos el arriendo de tierras privadas en la Atenas del siglo V en tanto relación productiva entre sectores terratenientes y campesinos de la ciudadanía. Para ello daremos por sentado dos situaciones que resultan fundamentales para enmarcar la cuestión: a) como resultado de la stásis arcaica, el campesinado de la Atenas clásica contaba con una posesión segura de su lote de tierra (klêros) y amplios derechos de participación política que evitaban su explotación tanto por parte del Estado (a través de tributos) como por parte de los terratenientes (a través de corveas, servidumbre personal, esclavitud por deudas, etc.); en este sentido, la integración de los productores directos en las instituciones de la pólis impidieron el desarrollo de instancias extraeconómicas capaces de asegurar la transferencia regular y sistemática de excedentes desde las unidades domésticas de producción hacia los terratenientes y/o el Estado (Finley 1982: 114; 1986a: 131)1; b) existió un desigual reparto de la tierra de labranza entre los miembros de la comunidad lo que supone la existencia de una situación social diferenciada: en un polo del espectro social se comprueba la presencia de propietarios que concentran una cantidad de tierras que excede la capacidad laboral de la familia por lo que deberían proveerse de alguna otra forma de mano de obra; en el otro polo aparecen familias que poseen fincas cuyas dimensiones son inferiores a las necesarias para la reproducción material del grupo doméstico (o, incluso, carecen totalmente de tierra), por lo que debemos suponer que contaron con el acceso a campos de labranza suplementarios y/o a otras fuentes de ingresos2. En síntesis, creemos que la igualdad política y la desigual distribución de la tierra justifican la indagación acerca de la existencia o no de mecanismos menos formales y estables -que en tanto no están basados en una diferenciación jurídico-política son "económicos" (Plácido 1989: 69-70, 76)- que relacionen al productor agrícola directo con los dueños de la tierra.
La tenencia es una relación socio-productiva que admite un amplio abanico de posibilidades y consiste en un tipo de posesión de la tierra en la cual el arrendatario o tenente debe pagar regularmente una determinada cantidad de renta al terrateniente por el usufructo de la parcela. En las sociedades precapitalistas, en las que existe un amplio rango de posesiones condicionales y no hay una división tajante entre propietarios y no propietarios, las condiciones sobre las que se establecen las relaciones entre el terrateniente y el arrendatario pueden ser extremadamente variadas dependiendo de la demografía, la disponibilidad de tierras, las condiciones de acceso a las mismas, etc. Si bien para el caso ateniense el tema de la propiedad de la tierra no carece de ambigüedades, es claro que la posesión del klêros por parte de los ciudadanos estaba asegurada políticamente, era estable a través de las generaciones y no se encontraba sujeta a una subordinación del productor directo al terrateniente o al Estado como en el feudalismo o en las formaciones de tipo tributarias. De este modo, bajo el régimen de lo que Marx (1990: 72) denominaba la "forma de propiedad antigua", el acceso a la tierra está garantizado por la pertenencia a la comunidad encontrándose el productor directo libre de dependencia. En este sentido, la ambigüedad que el concepto de propiedad tiene en el mundo griego no nos permite derivar de ello un argumento a favor de la existencia de relaciones de arrendamiento (nos oponemos aquí a Wood 1988: 75). El hecho de que no exista una definición nítida de propiedad privada como sucede en las sociedades modernas no implicó, en Atenas, que el acceso a ella no estuviera garantizado para los miembros de la comunidad siempre y cuando aquellos puedan mantener su pertenencia al cuerpo cívico3. En síntesis, la relación de tenencia en el contexto Ático no se basó en una diferencia político-jurídica entre el terrateniente y el productor ni fue tampoco la consecuencia de un acceso condicional a la tierra a causa de la ausencia de propiedad absoluta del medio de producción; es decir, no estuvo enmarcada en relaciones de compulsión extraeconómica4. Por el contrario, la única base para el desarrollo de arrendamientos la constituye la distribución desigual de la tierra entre los miembros de la comunidad (Wood 1988: 97)5.
Una vez delimitada la problemática, pasemos al análisis de las fuentes.

II

Los datos empíricos, principalmente epigráficos, para el arrendamiento de tierras pertenecientes a entidades colectivas (pólis, dêmos, phulé, phratría, trittús, cultos religiosos, etc.) es relativamente abundante y fue frecuentemente analizada6. Para el caso de las tierras pertenecientes a ciudadanos, la evidencia con que contamos es sustancialmente menor, ambigua y proviene principalmente de finales de los siglos V y IV (Burford 1993: 178; Jones 2004: 27; Osborne 1988: 304). Como afirmaba Finley (1985: 216 n. 68), "sabemos casi nada acerca de los arrendamientos de tierras de individuos privados en Atenas. Los acuerdos no eran tallados en piedra". Así, la evidencia para dar cuenta de ello surge a partir de fuentes en las que estos no son el objeto principal del discurso.
Muchas veces esta laguna en la documentación es citada como un dato que permite inferir la poca importancia de los arrendamientos (Mossé 1980: 82; Zimmern 1961: 234) así como el hecho de que para el siglo IV sobreviva un corpus de evidencia mayor llevó a algunos investigadores a plantear que el arriendo de tierras creció en importancia hacia el fin de la Guerra del Peloponeso o que se relaciona con la "crisis de la ciudad-Estado" (Finley 1986b: 50). Sin embargo, hay que tener en cuenta dos elementos: en primer lugar, puede ser que los contratos entre privados quizás hayan simplemente desaparecido; en segundo término, debemos considerar que la puesta por escrito de cualquier transacción legal era una práctica muy rara antes de mediados del siglo IV y eran los acuerdos verbales frente a testigos los mecanismos considerados mas confiables7.
A pesar de lo escaso de la evidencia, es interesante reflexionar acerca de la regularidad y la prolongación en el tiempo del arrendamiento como práctica en la sociedad ateniense: por un lado, gracias a una estela de la Acrópolis de finales del siglo VI podemos saber que a los clerucos atenienses en Salamina se les prohibía arrendar los lotes de tierra que les eran asignados, lo que supone que esta era una práctica de hecho conocida en la ciudad madre (IG I3.1; cf. Bertrand 1992: 38-39). En el mismo sentido, pero para la segunda mitad del siglo V, el pago de rentas por el usufructo de la tierra aparece mediado por la coacción ya que nos encontramos en el contexto de las acciones que emprende Atenas en represalia a la revuelta del 427:

Después de esto no fijaron un tributo a los lesbios, sino que, tras dividir el territorio, salvo el de Metimna, en tres mil lotes, reservaron trescientos para consagrarlos a los dioses, y a los otros enviaron clerucos sacados a suerte entre ciudadanos atenienses; con éstos, los lesbios se comprometieron a pagar una suma de dos minas al año por cada lote, y ellos mismos siguieron trabajando la tierra (autoì eirgázonto tèn gên). (Tucídides 3.50.2-3)

Otros casos similares nos permiten pensar que el arriendo de tierras a cambio de rentas era una relación de producción común entre los colonos atenienses y los pueblos sometidos al imperio (Zelnick-Abramovitz 2004: 330-344).
Por otro lado, a partir de un texto de Isócrates sobre 'los buenos viejos tiempos' de Solón y Clístenes, podemos entender algo acerca de cómo se organizaban las relaciones sociales en momentos en que estaba vigente la pátrios politeía. Mas allá de que lo que se pueda apreciar en ese texto, sean principalmente los problemas ideológicos de mediados del siglo IV y no tanto la sociedad ateniense del siglo VI (Plácido 1997: 286; Wood 1988: 97-98), es destacable que en él aparezca la idea de que en un momento de idílica concordia entre las clases sociales, el arriendo de tierras era una práctica normal:

Quienes tenían haciendas no menospreciaban a los se hallaban en una situación más menesterosa, sino consideraban que era para ellos una vergüenza la pobreza de los ciudadanos y socorrían sus necesidades, confiando a unos terrenos de labor por moderadas rentas (georgías epì metríais misthósesin)... (Isócrates, Areopagítico, 31-32)

Finalmente, si a la evidencia anterior le sumamos las referencias que esporádicamente aparecen diseminadas en los siglos V y IV, podemos pensar que el arriendo de tierras fue, en la época clásica, una práctica conocida, común y continuada en el Ática desde por lo menos el siglo VI (Osborne 1988: 311).
En síntesis, creemos que, a pesar de las carencias de documentación, los acuerdos de tenencia entre privados no deben ser totalmente desestimados como forma posible de relación entre terratenientes y campesinos (Wood 1988: 181-82). Los escasos datos, junto con el conocimiento del contexto social, político y económico de la Atenas democrática, constituyen una buena base para pensar cómo se podría haber desarrollado dicho tipo de relación productiva así como también para reflexionar sobre su función y lugar en el entramado social.
Las tierras de los ciudadanos eran arrendadas de dos modos: por un lado, el arconte epónimo se encargaba de arrendar a un tercero las propiedades de quienes quedaban huérfanos hasta el momento en que éstos pudieran hacerse cargo del oîkos (Aristóteles, Constitución de Atenas, 56.6-7); por otro lado, las tierras eran puestas en arriendo por sus propios propietarios para obtener de ello una renta. Es este segundo tipo el que nos interesa, en tanto que las propiedades de huérfanos eran arrendadas fundamentalmente por ciudadanos ricos ya que se le exigía al arrendatario como garantía una propiedad capaz de cubrir el capital arrendado más la renta; sin lugar a dudas, la estima social y la rentabilidad que ofrecía este tipo de operaciones debieron de ser considerables ya que varios grandes propietarios pusieron en riesgo incluso sus lotes ancestrales para tener acceso a ellas (Finley 1985: 38-44; Osborne 1988: 315-16; 2003: 192).
Gracias a un discurso de Lisias sabemos que a principios del siglo IV el propietario de una finca rural fue juzgado por el Areópago por un delito vinculado a los olivos sagrados. Algunos datos que en la estructura del texto son secundarios son de principal importancia para nuestro problema. En el discurso se relata la historia de un lote de tierra con el objetivo de demostrar que en él nunca hubo olivos sagrados:

Poco antes de los Treinta se la compró Anticles y la arrendó (exemísthosen). Yo se la compré a Anticles cuando se hizo la paz. [...] Cuando yo entré en posesión de la finca, antes de que pasaran cinco días, se la arrendé (apemísthosa) a Calístrato con Pitodoro de arconte. Éste la cultivó durante dos años sin que recibiera ningún olivo ni privado ni sagrado ni tocón alguno. Al tercer año la cultivó (ergásato) Demetrio, aquí presente. El cuarto año se la cedí en arrendamiento (emísthosa) a Alcias, liberto de Antístenes, que ha fallecido. Después, durante tres años, la cultivó igualmente en arrendamiento (emisthósato) Proteas. [...] Cuando había transcurrido este tiempo, la cultivé yo mismo. El acusador afirma que, con Suníades de arconte, yo arranqué un tocón. Pero los que la cultivaron antes, y la tuvieron de mí en arrendamiento (misthoménoi) muchos años, os han testificado que no había ningún tocón en la finca. (Lisias 7.4; 9-11)

Los arrendamientos que aparecen son claramente los de una propiedad privada y nada indica que hayan sido consignados de forma escrita. En el pasaje hay cuatro colonos sucesivos que usufructuaron la parcela durante un período de seis años: el primero por dos años, otros dos arrendatarios por un año cada uno y el último durante tres años. Debe destacarse el hecho de que tanto Anticles como el cliente de Lisias no parecieran haber tenido problemas a la hora de encontrar un arrendatario, incluso en un período conflictivo como el fin de la Guerra del Peloponeso. A ello se le puede sumar la falta de testimonios literarios en el cual aparezca la dificultad para hallar arrendatarios (Osborne 1988: 311).
En resumen, estamos frente a un terrateniente rico propietario de una serie de pequeñas o medianas parcelas diseminadas que se servía para trabajarla de, por un lado, fuerza de trabajo esclava pero también de arrendatarios a cambio de renta8. El modo en que la fuente aborda el asunto indicaría que se trata de una práctica común, como lo demuestra el hecho de que el propietario anterior, Aticles, haya explotado la tierra de la misma manera (Burford 1993: 178; Wood 1988: 73). El hecho de que uno de los colonos sea un liberto (Alcias) indicaría que el arriendo a no ciudadanos era un práctica conocida9.
Del mismo modo podemos interpretar un pequeño resto de evidencia que aparece en otro discurso. Este fue elaborado para un proceso de diadikasía: el abuelo del demandante prestó dos talentos a Eratón quien paga regularmente los intereses hasta su muerte, acaecida en torno a la guerra del Peloponeso; los tres hijos del deudor (Eratón II, Erasifonte y Erasístrato) dejan de pagar al acreedor y el padre del demandante acusa a Erasístrato obteniendo su condena. Finalmente, el Estado confisca la totalidad de los bienes de Eratón y, frente a ello, el demandante inicia el proceso de diadikasía que da origen al discurso. Nos interesa el hecho de que el orador, para demostrar que las propiedades se encontraban bajo su propiedad en el momento de ser confiscadas por el Estado, afirma que:

Las propiedades de Esfeto las tengo arrendadas (emísthoka) desde hace tres años, mientras que por las de Cicinna y por la casa he estado litigando con sus ocupantes. [...] Pues bien, para que veáis que ello es verdad, os presentaré como testigos, primero, a los que me tienen arrendada (memisthoménous) la finca de Esfeto... (Lisias 17.5; 8)

Del pasaje se desprenden algunos elementos sobre los que resulta interesante reflexionar. En primer lugar, al igual que en la fuente anterior, el arriendo de tierras aparece como una práctica nada excepcional y no formalizada por un contrato escrito. Pareciera desprenderse que la tierra que el demandante posee en el dêmos de Esfeto es arrendada a más de un colono (que atestiguarán en el caso) por lo que debemos suponer que: a) se trata de colonos que sucesivamente arriendan un mismo lote; b) un único lote es subdividido y arrendado a diferentes familias; o c) la propiedad se encuentra dispersa en distintas parcelas que son arrendadas simultáneamente de modo independiente (Osborne (1988: 314), se inclina por la segunda opción). En cualquiera de los casos, la práctica del arriendo aparece como un mecanismo corriente para administrar una propiedad. No es un dato menor el hecho de que las tierras arrendadas en los dos discursos no pertenecen a lo que denominaríamos la 'propiedad ancestral' de las familias; por el contrario, la tierra del discurso VII fue comprada recientemente por el orador y la del XVII es obtenida como resultado de un proceso judicial y se encuentra sujeta a una disputa legal. Ello nos lleva directamente al estudio de cómo administraban sus propiedades las familias prominentes de la Atenas clásica.

III

Gran parte de la evidencia que tenemos para el arrendamiento de tierras en el Ática clásica proviene de listas de propiedades de algunas familias ricas que llegaron hasta nosotros. Basándose en el estudio de Davies (1981: 127, 202, 335, 553, 589-90), Osborne hizo un detallado análisis de estos casos en los que pudo verificar que en seis de las listas aparece mencionado el arrendamiento de modo explícito, en dos casos está asumido implícitamente y en los cinco restantes pareciera que no existiera el arriendo, pero, sin embargo, ellos son problemáticos10. De estos datos se puede inferir que si bien el arrendamiento de propiedades no es lo que domina el panorama de las familias acomodadas (no tenemos datos de ningún ateniense que haya arrendado toda su propiedad para vivir solo de rentas), es significativo el hecho de que al menos una parte de las propiedades son arrendadas con bastante regularidad (Davies 1981: 49; Osborne 1988: 311-14). En este sentido, debemos pensar en las alternativas con que contaba un gran propietario a la hora de explotar sus tierras. En teoría, todo terrateniente griego tenía tres formas de gestionar su hacienda sin que estas se excluyan entre sí: a) el propietario y su familia administran la hacienda por cuenta propia; b) consiguen un administrador asalariado, liberto o esclavo; c) la tierra es arrendada a un tercero (Burford 1993: 177; Carlsen 2002: 117).
Si se tiene en cuenta esto último, no parecería raro el hecho de se compruebe el arriendo de una parte de la propiedad de la mayoría de los ciudadanos ricos para los que contamos con datos sustanciales. La fragmentación y dispersión por el Ática de sus propiedades rurales seguramente dificultó la supervisión directa de las mismas. En dicho contexto el arriendo a familias campesinas a cambio de una renta puede haber sido una opción más razonable que la explotación de aquellos lotes a través de mano de obra esclava. De no ser así, el propietario se vería obligado a viajar constantemente para controlar el trabajo y las condiciones locales en los campos alejados o a conseguir un administrador; estas dos posibilidades implicaban que a) se debía disponer de tiempo suficiente para poder trasladarse a zonas alejadas restándole dedicación a su carrera política en la ciudad11; o b) se debe incurrir en un gasto extra para comprar un esclavo administrador o pagar un salario al encargado de la supervisión de un lote que, dado su escaso tamaño, contaba con una baja dotación de mano de obra12. Es menester suponer que ante tal situación una opción común adoptada por los terratenientes frente a una parcela de pequeña dimensión, aislada de las otras propiedades y situada en zonas alejadas haya sido el hacerlas producir por familias campesinas a cambio de rentas como modo de obtener un ingreso fijo pero también mantener la capacidad productiva del lote13.
Detengámonos por un momento sobre el hecho de que la percepción de rentas puede haber significado una fuente regular de dinero mas allá de que su valor cuantitativo nos es imposible estimar. Un modo de pensar la función de esa renta es a partir de la importancia que el dinero ocupa en el modo de vida de los ciudadanos acaudalados de la democracia ateniense14. Según Osborne (2003: 194), los ciudadanos ricos necesitaban de un ingreso regular en efectivo. A partir del estudio de la propiedad de Fenipo y de Demóstenes, se pone de relieve la preferencia de los miembros de la clase litúrgica hacia 'empresas de alto rendimiento en efectivo' puesto que, por ejemplo, 'Fenipo tenía un ojo en el mercado' y organizaba la explotación de su hacienda para obtener un ingreso en numerario lo más regular posible. Este ingreso tenía como objetivo hacer frente a una serie de necesidades sociales, como por ejemplo elevar la cuantía de la dote, arrendar haciendas de los ciudadanos huérfanos, comprar nuevas tierras, hacerse cargo de los gastos del funeral de algún familiar, atravesar crisis temporarias, pagar las diferentes obligaciones que la ciudad imponía a los estratos superiores del cuerpo de los ciudadanos (eisphorá, liturgias, etc.), etc. La necesidad de dinero para cumplir con estas expectativas sociales determinó que muchos atenienses ricos obtuvieran préstamos hipotecando sus propiedades rurales, a través de los hóroi (Finley 1985; 2000: 85-102; Osborne 2003: 192). Del mismo modo se entiende el arriendo de 'tierras públicas', ya que además de ser un motivo de orgullo de cara a la comunidad, responde también, no a las necesidades de subsistencia, sino a la búsqueda de capital (exento en algunos casos de las responsabilidades tributarias) para cumplir con los requerimientos de la vida política, social y familiar de los sectores más acomodados (Osborne 2003: 198-99). Entonces, podríamos pensar que el arriendo de lotes privados era un modo a partir del cual los ricos podrían, por un lado, obtener rentas en tanto propietarios de la tierra (Burford 1993: 177), pero, por otro lado, también utilizar ciertas ventajas económicas en tanto arrendatarios: hacer un uso más eficiente de la fuerza de trabajo (principalmente esclava), diversificar su producción y obtener una ganancia rápida sin la necesidad de tener que hacer frente a las consecuencias de malas prácticas agrícolas propias de los arrendamientos de corto plazo15.
Pero no sólo debe pensarse la tenencia en lotes pequeños, dispersos y alejados como un mecanismo utilizado por los ciudadanos ricos para hacer frente a sus necesidades de efectivo. También podemos suponer que el gran propietario ateniense utilizaría el arriendo como un modo de asegurarse mano de obra adicional a la fuerza de trabajo de los esclavos, especialmente para los períodos de alza en la actividad agrícola o para la realización de tareas especializadas, circunstancias en las que era común el contrato de trabajadores temporales (Burford 1993: 186-93; Wood 1988: 71-72). Por ello, no debe pensarse el arriendo de tierras, como lo hace Wood (1988: 64-80), en oposición a la explotación de la fuerza de trabajo esclava, sino en confluencia con ésta. Aunque no contemos con evidencia directa se puede, teniendo en cuenta los peligros que ello conlleva, proceder por analogía con las haciendas romanas. Los estudios de Garnsey (1980; 1998: 91-106; 2003: 72) sobre la agricultura romana resultan esenciales en tanto plantean que la viabilidad económica de la villa esclavista dependía de la disponibilidad de trabajo libre, especialmente durante las cosechas. De este modo, el arriendo de tierras a familias campesinas permitiría contar tanto con trabajadores para los momentos picos de demanda de trabajo como así también con encargados de la supervisión de la mano de obra esclava16. Sin embargo, no creemos que pueda avanzarse más en la analogía; la ausencia de fuentes para el caso ateniense lo hace imprudente.
A partir de la evidencia que analizamos, parecería que la lógica que se encuentra detrás del arriendo de tierras en las condiciones de la Atenas clásica responde más a un mecanismo utilizado por los grandes propietarios para obtener mano de obra o ingresos en efectivo que a una forma por la cual los labradores accedían a la tierra de un modo estable. El predominio en las fuentes de acuerdos de corta duración implicaría una situación de debilidad del campesino frente al propietario (Wood 1988: 183) o un escenario de desesperación del arrendatario (Osborne 1988: 317-18). Sin embargo, el corto período a partir del cual se establecería esta relación social entre terrateniente y colono no permitiría pensar en una forma sistemática y regular de explotación económica sino más bien que ésta se daba en determinadas coyunturas (Burford 1993: 178). Si bien no podemos descartar totalmente la posibilidad del arriendo como un mecanismo de explotación, también creemos que su corta duración podría responder a las necesidades de la familia campesina en un determinado momento de su ciclo de vida. Las cambiantes cantidades de trabajo disponible y de alimentos necesarios que enfrenta una unidad doméstica determinan que, en algunas etapas, sea necesario el acceso a tierras suplementarias durante períodos cortos, esto es, hasta que se pase a otro momento del ciclo. Gallant (1991: 27-30) elaboró un modelo de ciclo vital del hogar antiguo de 24 años basándose en una multiplicidad de datos antiguos, modernos y del contexto mediterráneo. Según este, las necesidades de alimento (y por ende de tierras) y las capacidades de trabajo de una unidad doméstica pueden cambiar en lapsos muy breves. A medida que el hogar gana o pierde tamaño de acuerdo a su edad, lo mismo pasa con sus capacidades laborales y sus necesidades de alimento y de tierras; es decir, el tamaño de los campos de labranza con que cuenta no es estático a lo largo del ciclo17. Este cuadro dinámico admite distintos mecanismos de acceso a la tierra: herencia, dote, compra, fragmentación y, el que nos interesa, arriendo (Gallant 1991: 41-45, 82-87). Por ejemplo, durante el segundo trienio existe un hogar extendido tanto de forma horizontal como vertical: una pareja conyugal con su descendencia, un sobreviviente de la generación de los padres (generalmente la madre viuda) y un hermano solitario. Este hogar requiere una cantidad de tierras en torno a las 3,5 hectáreas para alcanzar la subsistencia. Sin embargo, "esta configuración habría continuado solo por un corto lapso" (Gallant 1991: 30) y en un momento posterior (en el cual la madre viuda moriría y el hermano se casaría estableciendo un nuevo oîkos) los requerimientos de tierras serían sustancialmente menores (2,5 hectáreas aproximadamente)18. En este sentido, podemos pensar que los arriendos cortos que analizamos pueden responder perfectamente a esas necesidades y capacidades cambiantes de la familia campesina19.

IV

Partiendo de la base de que en Atenas coexistieron la igualdad política (que impidió el desarrollo de mecanismos extraeconómicos que garanticen la explotación de los ciudadanos) y el desigual reparto de la tierra, la evidencia analizada nos permite sugerir que contamos con indicios para suponer que la práctica del arriendo de tierras privadas fue más común de lo que se pensó tradicionalmente, siendo un mecanismo posible de vinculación entre los terratenientes y los campesinos del Ática. A pesar de ello, creemos que no constituyó en las condiciones económicas, sociales y políticas de la Atenas clásica un mecanismo de explotación lo suficientemente estable y sistemático como para ser la base de la riqueza de los sectores acomodados20. Si bien seguramente sería valorado de modo negativo que un ciudadano tuviera que entrar en este tipo de relación a causa de su situación económica (la idea de misthós aparece en la raíz de los términos que dan cuenta del arriendo21), sin embargo, la inclusión de los productores rurales en el plano político como ciudadanos de pleno derecho abrió una serie de mecanismos que, por un lado, limitaron la capacidad de acumulación de los ciudadanos ricos, y, por otro, permitieron a los sectores pobres acceder a recursos económicos sin la necesidad de entrar en relaciones de subordinación. En este sentido, pensamos que la cuestión del arriendo de tierras privadas se puede analizar conjuntamente con las relaciones de patronazgo: si bien la desigualdad supone una base para el desarrollo de relaciones clientelísticas (y de arrendamiento), la plena participación del dêmos en la politeía inhibe su sometimiento a la elite de patrones y terratenientes ya que brinda a los pobres un abanico de recursos económicos a los que se accede de modo autónomo. Patronazgo y arrendamiento se encontraban sujetos a los mismos condicionantes políticos y económicos22.

Notas

1. Ver Donlan (1997: 40); Hanson (1999: 181-220); Morris (1994); Raaflaub (1997: 57). Todos asignan un papel fundamental a la clase de granjeros medios en el desarrollo de la pólis temprana. Para la ausencia de mecanismos de coacción extraeconómica que garanticen la explotación ver Wood (1988: 65-66; 2000: 211-76; 2002: 20). Para Finley (1986b: 114), la incorporación política del campesinado resulta una excepcionalidad histórica; en el mismo sentido se pronuncia Garnsey (1998: 91-94). La bibliografía que define al campesinado como un sector social sujeto políticamente y explotado económicamente es vastísima, a modo de ejemplo ver Wolf (1971: 9-29); Shanin (1971: 296).

2. Más allá de cómo debería interpretarse esta desigual distribución de la propiedad lo cierto es que la existencia de diferenciación social entre los atenienses es mayoritariamente aceptada. Sobre la distribución de la tierra ver Andreyev (1974); Burford (1977/1978: 168-70; 1993: 70); Foxhall (1992: 155); Finley (1985: 58-59; 2000: 88-89); Gallant (1991: 81-86); Hanson (1999: 187-88); Jameson (1992: 145); Jones (2004: 70-71); Pěcirka (1973); Osborne (1992: 24).

3. Acerca de la inexistencia de propiedad privada en la pólis ver Burford (1993: 15-55). En la lengua griega no existe una palabra asimilable a real property; Finley (1985: 54); Rihll (1991: 104-105). Para los aspectos jurídicos y la inexistencia de un término para la idea abstracta de propiedad ver Jones (1956: 201); Harrison (1968: 200-205); MacDowell (1978: 133).

4. La comparación del labrador ático con los campesinos de la Europa feudal puede echar algo de luz; Brenner (1988: 271-72).

5. Situación que también se comprueba en la época feudal aunque coexistiendo con la coacción extraeconómica; Brenner (1988: 272-73).

6. Andreyev (1974: 25-46); Finley (1985: 95-96); Jameson (1982); Jones (2004: 27-34); Osborne (1987: 42-43; 1988: 281- 92). Para la tierra de los demos, Whitehead (1986: 152-58).

7. Debe destacarse la ausencia de controles legales sobre las condiciones del arriendo privado (y el hecho de que no se llevaran estas cuestiones a los tribunales) para explicar la falta de evidencia; Osborne 1988: 306; Burford 1993: 180.

8. Además de pagar a un logógrafo para su defensa, afirma poseer "influencia y dinero", diferentes fincas, una cantidad indeterminada de esclavos y haber pagado liturgias como trierarca y corego (Lisias 7.21; 24; 31; 34).

9. Cohen (2000: 126- 29); sobre los metecos como arrendatarios ver Burford (1993: 179).

10. Por ejemplo, por tratarse de familias sin ciudadanía que no podían ser propietarias a menos de que se le conceda un derecho especial de égktesis, por lo demás poco frecuente: Burford (1993: 54); Davies (1977/1978: 106-107); Finley (1982: 113; 1985: 54); Plácido (1997: 148-49).

11. Sin lugar a dudas no todos los propietarios podrían hacer lo que el idílico Iscómaco, que vigilaba las tareas en sus campos por la mañana y regresaba a la ciudad para el momento del almuerzo; Jenofonte. Económico, 11.15-18; cf. Carlsen (2002: 119).

12. Wood (1988: 73; 2002: 19-20). La dispersión de la propiedad es un dato corriente en la agricultura mediterránea, ya que permite aprovechar diversos nichos ecológicos así como también evitar las consecuencias devastadoras de una crisis; para la dispersión de las tierras de los grandes propietarios ver Osborne (1985: 62-63; 1987: 38-39).

13. Sobre esto último no tenemos dato alguno. Solo se puede comparar con lo que pasa con las 'tierras públicas' donde hay evidencia epigráfica en la cual consta el modo en que el arrendatario debe dejar el campo, sus árboles y sus construcciones una vez terminado el contrato; ver Burford (1993: 180-81).

14. No sabemos si el propietario recibía dinero o una parte del producto como renta, lo cierto es que podría fácilmente transformar el producto en dinero a través del mercado: según Plutarco (Pericles, 16), Pericles vendía inmediatamente después de la cosecha toda la producción de sus campos.

15. Así lo plantea (Osborne 2003: 199). La sobreexplotación de la tierra en los arriendos es sugerida por Jenofonte (Banquete, 8.25), ya que "el que ha tomado un terreno en arriendo (misthoméno khôron)" no busca "mejorarlo y aumentar su valor", solo "sacar la mayor cantidad de frutos de la cosecha".

16. Esta cuestión ha sido abordada recientemente en García MacGaw (2006). Ver también Annequin, Clavel- Léveque y Favory (1979: 31-43).

17. Chayanov (1985: 47-68). Ver Gallant (1991: 83) sobre las tierras necesarias para producir un mínimo de subsistencia de acuerdo en cada fase del ciclo.

18. Algo similar se produce entre los años 15 y 18 del ciclo en el cual se pasa de necesitar de 4 a 3 hectáreas.

19. Osborne (1988: 318-19) se muestra contrario a esta conclusión; sin embargo, no contempla la posibilidad de que una familia pueda arrendar sucesivamente diferentes lotes.

20. En este sentido, creemos que debe ser matizada la conclusión de Osborne (1988: 319); Wood (1988: 78-80); Kyrtatas (2002: 152); cf. Foxhall (2002: 216-17).

21. El misthós es frecuentemente asociado a formas de dependencia, en especial a partir del siglo IV: Plácido (1989: 65-66, 77-78). En el plano político, equipara a ciudadanos y esclavos según los autores aristocráticos; ver Plácido, en este mismo dossier. Acerca de la indistinción entre explotación y dominación entre los griegos (especialmente en Aristóteles), ver Kyrtatas (2002: 153-54).

22. Ver (Finley 1986b: 39- 70); Millett (1989).

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Recibido: 23/03/2008
Evaluado: 02/04/2008
Aceptado: 19/04/2008

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