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Circe de clásicos y modernos

versão On-line ISSN 1851-1724

Circe clás. mod.  n.12 Santa Rosa jan./dez. 2008

 

Merino Rodríguez, Marcelo (introducción, traducción y notas)
Clemente de Alejandría. El Protréptico
Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2008, 393 pág. ISBN 978-84-9715-138-2

Por Paola Druille

Marcelo Merino Rodríguez, profesor emérito de la Universidad de Navarra (Pamplona) y director de las colecciones "Biblioteca de Patrística" y "La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia" de la Editorial Ciudad Nueva, edita y traduce El Protréptico de Clemente de Alejandría, una exhortación a los griegos y una invitación a la conversión publicada por la misma editorial. La obra consta de dos partes bien definidas: por un lado, la transmisión del Protréptico en su lengua griega original y, por otro, la versión castellana correspondiente. Respecto al texto griego, el traductor tiene en cuenta de manera primordial la edición y mss. de Stählin. La traducción al castellano intenta ser fiel al texto original, aunque adaptada a la exigencia de claridad que merece el lector de nuestros días. Para este cometido Merino Rodríguez utiliza los aportes de distintas traducciones modernas del Protréptico, entre las cuales cabe destacar la traducción alemana de O. Stählin, la italiana de Fr. Migliore, la francesa de Cl. Mondésert y la castellana de Ma. Consolación Isart Hernández.
Una importante alusión merece la valiosa fuente de actualización bibliográfica que presenta el traductor, una recolección que procura de manera exhaustiva citar la mayor parte de los trabajos científicos relacionados con la obra en cuestión. Esto revela una reflexión detenida sobre aspectos generales de la historia social y filosófica correspondientes al período de gestación de la obra, calculada entre los años 193 y 195, que iluminan materias particulares emergentes de la figura de Clemente: la historia de un hombre que no nació cristiano, cuyo su afán por encontrar la verdad lo condujo a la conversión cristiana, llevado de la mano de otro cristiano, Panteno, su maestro, a quien, luego de su muerte, sucederá en su escuela catequética. Sin duda, las razones intelectuales y morales visibles en la base de su conversión pueden leerse en sus páginas que denotan un sincretismo cultural que concilia lo judeo-helenismo con la tradición platónica, además de mantener estrechos lazos con la filosofía estoica, Filón de Alejandría, el gnosticismo cristiano y el neoplatonismo.
El Protréptico se destaca por su aparente sencillez retórica (citas, referencias, paráfrasis, juegos etimológicos y ejemplos) y su profundidad en los objetivos que propone: el anuncio de una época nueva y de unos misterios nuevos que sustituirán a los antiguos. El método de Clemente consiste en analizar de manera irónica los cultos paganos, citar o comentar los testimonios de filósofos y poetas que los han propugnado y aportar la evidencia de las Sagradas Escrituras. Con estos objetivos, la obra se compone de dos partes: en un primer momento, la apologética negativa y, en un segundo momento, la parte positiva cargada de un carácter exhortativo, racional y universalista.
En cuanto a la estructura de la obra que nos propone Merino Rodríguez, la misma se ordena en doce capítulos. El capítulo I se compone de una introducción a todo el discurso del alejandrino donde demuestra la superioridad del 'canto nuevo', esto es, el Logos de Dios respecto a las creencias y cultos paganos. Clemente recuerda de manera jocosa cómo el canto de los antiguos fue efímero, basado en fábulas y leyendas, cuya falsedad se comprueba por la puesta en escena de dramas del pasado que buscan la satisfacción en los espectáculos de sus actores. En cambio, el 'canto nuevo' es la iluminación del Logos 'coronado' que existía en el principio y preexistía, un demiurgo que ilumina con la verdad, aparta y libera al hombre del 'error' y enseña a vivir de manera virtuosa al manifestarse como maestro, para luego guiar, como Dios, a la 'vida eterna'. En este capítulo el autor preludia el método y el contenido de su obra. En efecto, se indica a la vez el camino de la crítica negativa de los cultos paganos y el aspecto positivo de la religión cristiana que descansa su arquitectura en la idea de salvación del género humano realizada por el Logos.
El capítulo II ocupa la mayor parte de la obra en cuanto a extensión de páginas, donde el alejandrino realiza un análisis pormenorizado, sarcástico y crítico de los cultos idólatras. Clemente comienza por recordar 'los oráculos no respondidos' para 'desnudar' la magia escondida en los misterios y en las ceremonias místicas en honor a los falsos dioses. En este punto el autor transmite una serie de detalles y fórmulas que testifican su erudición a la vez que resulta un reservorio sustancial de noticias y costumbres que enfocan detalles sobre los misterios mismos. Si bien no los trata de manera sistemática, los examina con ironía para demostrar la cualitativa diferencia que mantienen con la nueva religión cristiana. En este sentido, los rituales celebrados en honor a Cibeles, Dioniso, Isis, Mitra y Eleusis, además de otros, tenían como punto de partida y finalidad la realización de una nueva relación (amistad, connubio o filiación) entre el iniciado y el dios, ceremonias que incurren en una doble impiedad: la ignorancia de Dios y la superstición. El conocimiento de tales relaciones podía confundir el vínculo entre Cristo y el nuevo cristiano si no se profundizaba en el estudio de la nueva doctrina. El objetivo que persigue la exégesis elaborada por Clemente en estas páginas es una crítica negativa a los mitos y creencias no cristianas, con argumentos extraídos de los mismos filósofos y poetas paganos.
El autor dedica el capítulo III a una reseña de los sacrificios humanos en honor a los dioses. Esos sacrificios constituyen verdaderos homicidios para Clemente, pues a los practicantes 'se les olvida que matan a hombres'. Con todo, pone en evidencia el impudor propio de las religiones paganas porque no sólo realizan sacrificios humanos y se abocan a propagar la superstición, sino que también añaden la costumbre de edificar sepulcros o tumbas denominados templos o altares. En sentido contrario, explica cómo algunos hombres pertenecientes a la cultura que intenta convertir (como Ciro y Solón) son 'mejores' que los dioses venerados.
El capítulo IV constituye un escenario de imágenes que concluyen en el escarnio de determinadas formas del culto pagano que delatan una característica propia de la época del alejandrino: el arte cristiano es todavía simbólico y debe combatir la idolatría. Para Clemente la 'idolatría' o adoración de las estatuas que exponen figuras humanas elaboradas de piedra, madera y de cualquier materia inerte es un drama que parodia y ridiculiza lo santo con 'máscaras de démones'. No obstante, no condena todo el arte en general sino aquel abocado a 'engañar' al hombre como si fuera una verdad.
En las exiguas páginas del capítulo V el escritor vuelve su mirada sobre la opinión de algunos filósofos que no se distinguen en nada de los adoradores de estatuas, pues no reconocen la grandeza y el poder de Dios en sus obras, y divinizan a las criaturas de Dios incurriendo en vanagloria. El autor los denomina 'ateos' y se detiene en escritores como Tales de Mileto, Anaxímenes, Diógenes de Apolonia, Parménides de Elea, Hipaso, Heráclito de Éfeso y Empédocles de Agrigento, Leucipo el milesio y Metrodoro de Quíos, además de los filósofos peripatéticos.
Clemente examina de manera meticulosa a filósofos más próximos al cristianismo en el capítulo VI, en especial a aquellos pensadores que, asistidos por un determinado influjo divino, acariciaron la verdad sin alcanzarla; en este caso merecen consideración las palabras dirigidas a Platón. En efecto, llama la atención el intercambio de ideas que lleva a cabo el autor entre Platón y Moisés. Sin embargo, para el autor no sólo Platón proclamó que Dios es el único Dios, sino también otros como Antístenes, Jenofonte, Cleantes de Pedasa e incluso el mismo Pitágoras acercan a sus discípulos a la verdad.
La materia de aplicación cambia en el capítulo VII. La selección de textos de Aratos, Hesíodo de Ascra, Eurípides y Orfeo confluye en la obra clementina para fundamentar la bondad de la nueva religión cristiana. Textos que exteriorizan la faceta ridícula de la religión pagana y que manifiestan, según Clemente, los aspectos que deben caracterizar a la nueva religión: el poder del único Dios, la inmortalidad en la 'vida feliz', el conocimiento divino, rasgos distintivos que preparan al lector para la última parte de la obra.
Con el capítulo VIII comienza el argumento en defensa de la nueva religión, la parte positiva de El Protréptico. Para realizar este cometido Clemente acude a la mayor evidencia dispuesta para el buen cristiano: las Escrituras proféticas, caminos cortos de salvación hacia un género de vida prudente. Las páginas que se inician con un pasaje de los Oráculos Sibilinos permiten visualizar un aspecto característico de la literatura del alejandrino: el puente de conciliación entre la literatura pagana y la cristiana. El núcleo del capítulo lo ocupan testimonios de personajes ejemplares del Antiguo Testamento: Moisés, David, Isaías, Jeremías y Oseas, protagonistas que proclaman la falsedad de la religión pagana y la autenticidad de la religión verdadera.
Con estos mensajes Clemente invita al lector a buscar la luz, la fe y la asistencia del 'Logos del Padre', aquel que trae la salvación para todos. Esta octava sección certifica el conocimiento que Clemente de Alejandría posee de las Sagradas Escrituras, cuyas palabras marcan el camino a seguir por el hombre que elige desviarse de la hipocresía facilitada por la filosofía pagana. De esta manera, con las páginas que integran el capítulo IX, el autor introduce al lector en los misterios profundos de la religión apoyada sobre nuevas características radicales de la fe cristiana que complementan las enunciadas en el capítulo VII: la universalidad y el amor de Dios para con todos los hombres, el temor reverencial al Logos de Dios y la existencia de la gracia eterna. Referente a los hombres, Clemente confiesa la filiación divina a la que está llamado el ser humano y la existencia de 'la Iglesia de los primogénitos', los primeros que se han liberado del 'diablo'. Exhorta a buscar el 'único bien' mediante la práctica de las obras buenas, una manera de asimilación con Dios y meta de la ascesis cristiana para el alejandrino.
El capítulo X se ocupa del tema primordial que atraviesa la totalidad de los capítulos del Protréptico: la salvación solo se puede conseguir si se abandona la costumbre recibida de los antiguos padres y se acepta la novedad de la filiación divina. Por lo tanto, se deben resistir las prácticas propagadas por la falsa tradición que aleja del conocimiento de Dios y conduce a la 'muerte'; en efecto, la superstición del pasado conduce a la perdición, mientras que en el presente la piedad para con Dios permite que el hombre consiga la salvación futura, porque 'el hoy es eterno', dice el autor. La conversión debe conducir al arrepentimiento, paso de la 'ignorancia a la ciencia'. En las páginas de este capítulo se puede observar la técnica utilizada con frecuencia por el escritor: mezclar citas paganas con otras tomadas de la Escritura para exhortar a la salvación.
Continúa la 'exhortación universal' en las páginas del capítulo XI donde sostiene su opinión sobre la imposibilidad de la escuela humana para guiar hacia la verdad, y considera necesario la ayuda divina, pues 'ahora el Maestro enseña todas las cosas', solo como discípulos del Señor se puede alcanzar la verdadera sabiduría. La asistencia divina al hombre logra su cumbre en la encarnación del hijo de Dios. En este capítulo el género lírico se apodera de la inspiración del alejandrino mientras describe dos escenas esenciales a su pensamiento cristiano: el sacrificio de Cristo en la Cruz y el diálogo entre el Logos y el ser humano. Con estas representaciones incita a aceptar 'el agua racional' para lavar la ignorancia que acerca a los hombres 'a las vanas fantasías'.
La exhortación final de toda la obra domina el capítulo XII e invita a enaltecer el canto divino. En efecto, distintos términos alusivos al Logos, como algunos nombres divinos y de personajes míticos, recuerdan al lector los primeros capítulos de El Protréptico.
La densidad discursiva concluye su explicación sobre los misterios sagrados mientras 'ilumina', 'sella al iniciado' y lo confía al Padre para que sea guardado para la eternidad. El sello, concepto característico del argumento patrístico, constituye un elemento esencial al carácter simbólico de la doctrina de la filosofía del cristianismo. Este sello implica romper las cadenas que unen a la religión pagana y alcanzar la verdadera libertad humana mediante la guía del Señor hacia Dios, camino de conversión que los lectores deben recorrer por sí mismos. La trascendencia del Logos divino es la conversión, la manifestación personal de Dios entre los hombres como maestro de la vida interior.
El trabajo de Merino Rodríguez se completa con la sección destinada a los correspondientes índices: citas bíblicas, lugares clementinos, autores antiguos y modernos y el catálogo temático y de nombres propios. Este último se trata de un elenco orientativo, guía temática o de consulta de los principales argumentos doctrinales que Clemente de Alejandría expone en su obra.
Los escritos clementinos más importantes que han llegado hasta nosotros, El Protréptico junto con El Pedagogo y los Stromata, dejan entrever en cada página el anhelo por llegar a la verdad mediante la ciencia humana y la revelación divina. De este método nacerá uno de los primeros tratados teológico y moral de la Patrística, El Protréptico, de igual manera que legitimará el camino teológico que recorrerán otros autores cristianos que buscan la aproximación a la sabiduría celestial. El autor cristiano de Alejandría busca en la 'filosofía', como sus antecesores paganos, las pautas fundamentales para el adoctrinamiento de la vida moral y la explicación última del mundo y de los seres. Pues para Clemente la conversión al cristianismo no implica el abandono directo de la cultura precedente, sino de determinados usos y costumbres correspondientes a su falsa religión. Por tal razón, con El Protréptico percibimos el surgimiento de un filósofo racionalista y de un cristiano gnóstico verdadero para unos y herético para otros, que subraya el universalismo y el carácter cristocéntrico de la paideía cristiana. Pero al mismo tiempo, y como consecuencia, queda cuestionada desde su mismo pensamiento la función del maestro humano, lo cual equivale a plantear no sólo la validez y el alcance del magisterio del hombre, sino también el valor y el sentido de la cultura pagana. Estas reflexiones plasmadas en su primera obra literaria manifiestan la más patente ambivalencia clementina: mientras sostiene que la paideía cristiana es la única capaz de conducir al creyente a la revelación de la verdad, su pensamiento guarda una estrecha relación con la filosofía pagana a la que reconoce su eficacia educativa, tanto en orden a las distinciones teóricas del saber humano como a los objetivos prácticos con los que imparte sus conocimientos.
La traducción amena y moderna que nos presenta Marcelo Merino Rodríguez, marcada por su trayecto continuo a través de la exégesis de uno de los autores claves de la biblioteca patrística, patentiza su conocimiento agudo y sólido de la elaborada metodología y la pretendida pedagogía que distinguen la obra de Clemente de Alejandría del resto de las obras de su época, y nos invita a incursionar en el pasado, presente y futuro de los lineamientos filosóficos de un pensador cristiano auténtico, mientras nos estimula a continuar su reflexión en los libros restantes que conforman su trilogía discursiva.

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