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Circe de clásicos y modernos

versión On-line ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.15 no.2 Santa Rosa jul./dic. 2011

 

ARTÍCULOS

Los comentarios como género filosófico. Su génesis y evolución desde el aristotelismo hasta la hermenéutica cristiana

 

Viviana Suñol
[Conicet - Universidad Nacional de La Plata]

 


Resumen: Los comentarios fueron el principal medio de producción filosófica desde fines del helenismo hasta la Antigüedad tardía. La riqueza y profundidad de esta producción fue decisiva no solo por su valor histórico sino también por su influencia en el pensamiento posterior. Nuestro propósito es explorar los aspectos más significativos de esta evolución reconociendo no solo su importancia como fuentes de la obra de Platón y fundamentalmente de Aristóteles -figura central en el desarrollo de este género- sino como obras con un valor filosófico propio. Mediante un esquemático recorrido por su historia: desde su génesis en el seno del aristotelismo hasta su apropiación por la hermenéutica cristiana, identificaremos los intereses filosóficos que determinaron la apropiación de los textos en cada etapa.

Palabras clave: Comentarios; Aristóteles; Alejandro de Afrodisias; Escuelas neoplatónicas; Hermenéutica cristiana.

Commentaries as philosophical genre. Their origins and evolution from aristotelianism to Christian hermeneutics

Abstract: Commentaries were the most important way of philosophical production from the end of Hellenism up to late Antiquity. The richness and depth of this production was decisive not only for its historical value but also for its influence in later thought. Our intention is to explore the most significant aspects of this evolution recognizing its importance not only as sources of Plato's work and fundamentally of Aristotle -the central figure in the development of this gender- but also as works with their own philosophical value. Through a schematic overview of its history: from its origins within aristotelianism to the appropriation by Christian hermeneutics, we will identify the philosophical interests that determined the appropriation of the texts in every phase.

Key words: Commentaries; Aristotle; Alexander of Aphrodisias; Neoplatonic schools; Christian hermeneutics.


 

La historia de la génesis y evolución de los comentarios está inseparablemente ligada a la obra de Aristóteles y, en menor medida, a los diálogos de Platón. La riqueza y profundidad de esta producción fue decisiva no solo por su valor histórico, sino también por su influencia en el pensamiento posterior. Dicha influencia se percibe de manera tácita y expresa en la tradición árabe, en el pensamiento latino medieval, en el Renacimiento e incluso en la Modernidad. A pesar de su importancia, la investigación sobre los comentarios se constituyó en un terreno de estudio independiente recién en el último tercio del siglo XX1. Hasta entonces tradicionalmente se destacaba su importancia como fuentes secundarias del pensamiento de los grandes filósofos, ignorando su valor filosófico propio así como la originalidad de las ideas surgidas durante este período, algunas de las cuales erróneamente se atribuyeron a los siglos XIII y XIV2.
En concordancia con el creciente interés y la orientación de la investigación contemporánea, nuestro propósito aquí es mostrar que a pesar del inexorable carácter remitente de este género3, los comentarios fueron durante más de 600 años, i.e. desde fines del helenismo hasta la Antigüedad tardía, el instrumento a través del cual se produjo filosofía. Si bien es cierto que esta actividad tempranamente se constituyó en una disciplina técnica que desarrolló sus propios instrumentos tales como lemas, escolios, glosas, signos diacríticos, prólogos, etc.4, los textos fueron la ocasión para exponer el punto de vista del comentador-filósofo. Precisamente este 'interés' filosófico es el que determinó la selección de las obras que fueron objeto de comentarios, cuáles eran relevantes y cuáles no, qué disciplinas filosóficas se estudiaban, en qué orden y cómo, influyendo incluso en la forma de apropiación de los textos. A través de un esquemático recorrido por los principales momentos que hacen a la génesis y evolución de este género, i.e. desde su aparición con la edición de Andrónico, su desarrollo con el aristotelismo renovado de Alejandro de Afrodisias, su rica expansión filosófica con las escuelas neoplatónicas de Atenas y Alejandría hasta los comentarios bíblicos de Orígenes, ilustraremos el modo en que estos intereses filosóficos influyeron en cada etapa.

El surgimiento de los comentarios como género filosófico

Tradicionalmente se suele vincular el nacimiento de los comentarios como género filosófico con la edición que Andrónico de Rodas5 hizo de las obras esotéricas de Aristóteles en el siglo I a.C., probablemente hacia el año 60 a.C6. La turbulencia edien la situación política ateniense y en el mundo griego en general fue determinante en la transmisión de los textos aristotélicos (Lord 1986: 141-142). Más allá de la verosimilitud de las anécdotas narradas por Estrabón (Geografía, 13 1. 54, 13. 608), Plutarco (Sila, 26, 1-3, 468 A-B) y Ateneo (V, 214 d-e) acerca de las peripecias del legado de estas obras de Aristóteles, lo que ellas ponen de manifiesto es que luego de su muerte o más precisamente la de su sucesor Teofrasto7, dichas obras estuvieron ausentes del escenario intelectual hasta el siglo I8. Esta ausencia se atribuye a la falta de interés que habrían despertado entre los primeros peripatéticos, pues parece poco plausible que haya habido una disponibilidad limitada de los textos9. En su edición, Andrónico ordenó, organizó y catalogó estas obras a partir de un criterio lógico, recuperándolas definitivamente para la posteridad10. Si bien es cierto que dicha edición ejerció una profunda influencia en el florecimiento de la filosofía aristotélica que se inició a partir del siglo I, no puede sostenerse que sea enteramente responsable de él. Como sugiere Tuominen (2009: 7-8), no fue el descubrimiento de los textos lo que produjo el florecimiento de los estudios aristotélicos sino a la inversa, este interés subyacente provocó que se les prestara atención.
La labor de Andrónico dio lugar a una intensa actividad editorial y exegética entre sus discípulos11, de cuyas obras no hay mucha información disponible. Desde el siglo I a.C. y hasta la primera mitad del siglo II, las Categorías se constituyeron en el eje en torno al cual se desarrolló la actividad exegética sobre Aristóteles, al punto tal que su estudio no quedó confinado únicamente a los peripatéticos, puesto que diversos miembros de la Academia platónica como Antíoco, Aristo de Alejandría y Eudoro, así como también algunos estoicos tales como Atenodoro y Cornuto mostraron un especial interés crítico por esta obra. A pesar de su carácter medular entre los intérpretes antiguos, no es posible inferir que todos ellos hayan escrito comentarios a las Categorías (Falcon 2005). De hecho, el primer comentario del cual se han conservado partes significativas es el de Aspasio a la Ética a Nicómaco que data del siglo II. Probablemente el hecho de que la ética no despertara tanto interés entre los comentadores como las cuestiones lógicas haya permitido su pervivencia.
Sin duda, los intereses filosóficos de Andrónico influyeron en sus decisiones editoriales. En efecto, aún hoy se discute el peso de estas respecto del carácter instrumental que le otorgó a la lógica; con relación a su creación del término "metafísica"; a propósito de la disposición de los libros en varios tratados, especialmente en la Metafísica, etc., (Anagnostopoulos 2009: 17-20). Teniendo en cuenta que la moderna edición canónica de Bekker (Berlín, 1831) deriva directamente de su organización temática de las obras conforme a la tradicional división de la filosofía en lógica, física y ética12, puede decirse que la influencia de Andrónico se prolonga hasta nuestros días. A diferencia de los sucesores inmediatos de Aristóteles, v.gr. Teofrasto o Estratón, que continuaron su obra y en algunos puntos se distanciaron de él, a partir de la edición de Andrónico se observa un cambio en el estatus de los textos, los cuales adquirieron una autoridad canónica como objeto de interpretación (Sharples 1997: 152).

El desarrollo del género: el aristotelismo de Alejandro de Afrodisias

El gran comentador de Aristóteles fue Alejandro, cuyos comentarios ya fueron considerados ejemplares en la Antigüedad y su influencia se prolongó incluso hasta el Renacimiento. Como maestro de la cátedra pública aristotélica en Atenas -en la que se desempeñó desde el año 198 al 211- procuró articular de manera sistemática el pensamiento del Estagirita, defendiéndolo frente a los estoicos, epicureístas y platónicos13. Además de los comentarios, sobrevivieron otras obras de Alejandro, en algunas de las cuales se enfrenta al estoicismo14. El tratado suplementario sobre el alma conocido como Mantissa -cuya autoría es dudosa pero que tradicionalmente se atribuyó a Alejandro- ejerció una profunda influencia en Plotino fundamentalmente a través de dos ideas: la del intelecto activo aristotélico como siendo Dios en nosotros mismos (Sorabji 2004: 3. 304-309), discusión que se prolongará hasta Tomás de Aquino pasando por Temistio15 y Averroes, y la de la auto-intelección humana16.
Tanto en sus obras como en sus comentarios, Alejandro procuró explicar a Aristóteles a través de Aristóteles mismo, incluso en aquellas cuestiones de las que el Estagirita no se ocupó, como es el caso de la discusión estoica acerca del determinismo y la de la Providencia. Si bien su interés filosófico primario era la interpretación precisa de Aristóteles, el diálogo con otras corrientes filosóficas especialmente con el estoicismo lo impulsó a ampliar su vocabulario y sus preocupaciones filosóficas. Así por ejemplo, con relación a la Providencia presenta una concepción mecanicista que garantiza la continuidad de las especies sublunares pero que no se extiende a la forma de los individuos (Sorabji 2004: 2. 79-84). Asimismo, contra el determinismo estoico identifica el destino con la naturaleza individual de cada cosa que determina lo que ocurre en la mayoría de los casos. En estas como en otras cuestiones, de las que sí se ocupó Aristóteles como ser la naturaleza de los universales, del alma, la eternidad del cosmos, la relación entre el intelecto activo y el material, etc., Alejandro dice asumir una posición aristotélica, pero que claramente incluye sus propios desarrollos, los cuales a su vez tuvieron gran influencia histórica. A diferencia de los comentarios producidos por las escuelas neoplatónicas, los suyos no revelan una adaptación a un contexto de enseñanza formal y su naturaleza es discursiva y en algunos casos, aporética. Como advierte Falcon (2005), Alejandro fue "el último verdadero intérprete de Aristóteles", puesto que con él culmina la historia de los comentadores "de profesión aristotélica" (Reale 1985: 164), ya que a partir del siglo III y bajo la influencia de Plotino se produce un punto de inflexión en la exégesis aristotélica.

El giro neoplatónico en la tradición de los comentarios

La figura de Plotino ocupa un lugar fundamental en la historia de los comentarios, pues si bien es cierto que actualmente no se lo encuadra en esa categoría, ocasionalmente él se describe a sí mismo como comentador de Platón y de hecho, sus seguidores lo tratan como tal. Su filosofía emerge de la de Platón y, en particular, del platonismo medio a la vez que establece un vínculo muy estrecho con el pensamiento aristotélico y estoico. Habiendo realizado una crítica profunda a las categorías aristotélicas, a las que considera insuficientes incluso en el mundo sensible (Sorabji 2004: 3. 67-70); en su descripción de los principios que estructuran el mundo Plotino se apoya en los diálogos tardíos de Platón. Su idea de las tres hipóstasis metafísicas de la realidad se convirtió en el eje de la discusión filosófica al punto tal que ya no será el aristotelismo, sino su reinterpretación de la filosofía platónica la que determinará la lectura de los textos canónicos, sin que ello implique una perfecta unidad doctrinaria entre sus numerosos partidarios. Tan importante fue esta transformación en la producción de comentarios que se habla de "la segunda desaparición del aristotelismo, o más bien su absorción en el Neoplatonismo" (Sharples 1997: 154).
Porfirio y Jámblico postularon la hipótesis hermenéutica de la armonía entre Platón y Aristóteles, que independientemente de su falta de corrección resultó ser sumamente rica para el desarrollo de las ideas filosóficas de los comentadores neoplatónicos, en la medida en que los obligó a una lectura detenida de los textos de ambos y les planteó el desafío interpretativo de armonizarlos en cuestiones en principio irreconciliables. A partir de Porfirio, este principio se convirtió en una regla exegética fundamental entre los neoplatónicos, aun cuando no todos mostraron la misma intensidad en su esfuerzo de armonización, ni tampoco la efectuaron de manera unitaria17. Si bien este principio se origina como estrategia para enfrentar la acusación que esgrimían los cristianos acerca de las contradicciones entre los filósofos griegos, paradójicamente culminó -como advierte Sorabji (2004: 1. 14 y 17; 3. 38)- en la asimilación cristiana del dios y el alma humana aristotélicos. La presuposición básica es que las discrepancias no se deben a desacuerdos doctrinales sino a diferencias verbales o actitudinales, y en todos los casos -salvo alguna excepción como lo es la discusión en torno a los universales- el privilegio es otorgado a Platón. Porfirio fue el responsable de la definitiva incorporación de Aristóteles al currículo de Occidente, fundamentalmente gracias a sus comentarios y, en especial, a su Isagoge que no solo es una introducción a las Categorías sino más bien a "la lógica entera del Peripato, y por tanto, a la filosofía misma" (García Norro-Rovira 2003: XVI). A través de la traducción latina de Boecio18, este opúsculo ejerció una notoria influencia que se prolongó incluso hasta el Renacimiento, sin olvidar que fue un texto básico en el mundo árabe. Al admitir que las categorías no son acerca de las cosas sino de las palabras en cuanto que significan las cosas y que se aplican al mundo sensible y no al mundo inteligible platónico, Porfirio enfrentó las críticas de su maestro dando un paso importante en el camino hacia la armonización (Porfirio en Cat. 58, 3-6; Sorabji 2004: 3. 61)19. Jámblico fue más lejos que Porfirio, puesto que consideraba que las categorías de Aristóteles eran adecuadas no solo al mundo sensible, sino también al mundo inteligible de las Formas platónicas, lo cual supuso una interpretación 'intelectual' de las Categorías en paralelo con su concepción más elevada de la práctica religiosa (Sorabji 2004: 3. 8; 74-75). También llevó la armonización más allá mediante un detallado intento de integrar el pitagorismo con las filosofías de Platón y Aristóteles. Sus grandes aportes a la exégesis fueron la regla del σκόπος previa al análisis de cada uno de los textos estudiados20 y el establecimiento del currículo estándar de doce diálogos de Platón para ser leídos después de los tratados seleccionados de Aristóteles, en una secuencia diseñada cuyo propósito religioso era llevar a la unión con Dios.

Los comentarios como eje de la vida de las escuelas neoplatónicas de Atenas y Alejandría

Plotino impartió su enseñanza en Roma, pero su influencia se difundió de oeste a este a lo largo del mundo 'helenizado', desde Roma y Sicilia hasta Atenas, Alejandría y Apamea, conformando una red de escuelas entre las que se destacan la de Atenas -encabezada por Plutarco de Atenas y que dio lugar a la obra de Proclo- y la de Alejandría -encabezada por Amonio y de la cual surgió Filopón-. Durante los tres siglos que se extiende el predominio del Neoplatonismo, puede observarse una gran movilidad en el interior de esta red escolar, muchas veces determinada por las persecuciones de los cristianos. En efecto, la producción de los comentarios no permaneció ajena a los cambios en el balance de poder que por entonces se producían entre los cultos griegos y el cristianismo21. Aunque no todos los integrantes de lo que actualmente denominamos 'neoplatonismo' se inclinaron favorablemente hacia la teúrgia22, ella fue uno de los principales ejes de disputa con el cristianismo23.
Tradicionalmente se estableció una oposición doctrinal entre las escuelas de Alejandría y de Atenas, conforme a la cual la primera habría propuesto una interpretación racional de las obras de Aristóteles, mientras que la segunda habría circunscripto su interpretación a un punto de vista típicamente neoplatónico. En la literatura especializada actual se cree que no hay una diferencia doctrinal significativa entre ambas, lo cual se manifiesta en el hecho de que los métodos de interpretación aplicados en los comentarios de las Categorías son los mismos (Hadot 1991: 175-176). Simplemente, puede identificarse una diferencia en cuanto al énfasis que cada una de las escuelas le otorgó al estudio de ambos filósofos, pues los representantes de la escuela ateniense (Plutarco, Siriano, Proclo y Damascio) produjeron complejos comentarios a los diálogos platónicos, al tiempo que los comentadores alejandrinos (Amonio, Olimpiodoro, Elías, David y Stephanus) se centraron en la obra de Aristóteles. Proclo -cuyos comentarios a los diálogos platónicos Fedón y Timeo son considerados como el punto más alto del currículo neoplatónico- fue entre los comentadores el más hostil con respecto al pensamiento de Aristóteles y quien menos se esmeró en la armonización exegética con su maestro. Contrariamente, su discípulo Amonio -director de la escuela alejandrina- adhirió fuertemente a este principio, el cual lo llevó incluso a afirmar que Aristóteles aceptó las Formas platónicas, al menos bajo la forma de principios en el intelecto divino y que admitió la responsabilidad de Dios en la existencia del universo (Sorabji 2004: 2. 165-167). Simplicio -que estudió con Amonio en Alejandría y con Damascio en Atenas24- se vio obligado a abandonar Atenas y a exiliarse en Persia a raíz de la decisión de Justiniano en el año 529 de prohibir la enseñanza de la filosofía en Atenas25. El fervor religioso que se percibe en sus comentarios pone de manifiesto el carácter que estos tenían como ejercicios espirituales, a la vez que revela la estrecha conexión que por entonces existía entre la filosofía, la fe y la revelación (Hoffmann 2006: 599-600). Este fervor lo impulsó a establecer un fuerte antagonismo con Filopón. A diferencia de los restantes comentadores, Filopón era cristiano y el punto medular de su desacuerdo con estos fue acerca de si el mundo es eterno o ha sido creado. Se trata de una cuestión de considerable importancia a la que Filopón le dedicó dos tratados (uno contra Proclo y otro contra Aristóteles) y si bien él representa la transición entre la antigua tradición filosófica y la cristiana, en sus argumentos no se apoya en la fe ni en los textos bíblicos, sino en las suposiciones de sus adversarios (Sorabji 2004: 2. 175-178).
Más allá de sus diferencias, ambas escuelas tenían una compleja estructura escolar y curricular común. La práctica de la exégesis de los comentarios neoplatónicos estaba íntimamente ligada al marco institucional de la escuela, con su jerarquía encabezada por la inmensa autoridad del διάδοχος (el sucesor del fundador de la escuela) -cuya actividad docente era considerada como un verdadero acto de deificación-, el ejercicio de una vida comunal propia de un convento, su estricta regulación del tiempo y su organización del plan de estudios en torno a la lectura de los textos canónicos26. La interpretación de textos era el eje en torno al cual se centraba la vida de las escuelas atenienses y alejandrinas. A lo largo del desarrollo de un sofisticado plan de estudios se les infundía a los alumnos los principios generales de la exégesis neoplatónica. La compleja organización del programa educativo estaba compuesta por varias etapas, cada una de las cuales era el resultado del encadenamiento de sucesivas introducciones. A raíz de su función primariamente pedagógica los comentarios eran -especialmente en Alejandría- el fruto de las notas de clases tomadas por los alumnos, a esta clase de comentarios se los denominaba ἀπὸ φωνῆς. Sin embargo, también podían ser el resultado de la labor de composición por parte del maestro, como es el caso de los comentarios de Proclo y de Simplicio. A su vez, estos eran claramente distinguidos de otros escritos que constituían su investigación personal y que en algunos casos, eran publicados como obras independientes.
El currículo neoplatónico constaba de cuatro etapas principales, dentro de cada una de las cuales existía un orden fijo para el estudio de cada obra. Un primer ciclo propedéutico se iniciaba con un conjunto de estudios preparatorios, prólogos y análisis de discursos que culminaba en la Isagogé de Porfirio, como el texto que daba paso a la instrucción propiamente filosófica. La segunda etapa estaba dedicada a Aristóteles, cuyo estudio y comentario de sus obras a lo largo de todo el Neoplatonismo tuvo un propósito propedéutico. Los Pequeños Misterios -que era como se denominaba a sus obras- no eran estudiados por sí mismos, sino en cuanto que eran considerados como una preparación necesaria para acceder a los Grandes Misterios de la filosofía platónica. Este programa filosófico que se iniciaba en la lógica aristotélica y culminaba en el Parménides platónico abarcando incluso elementos supra-racionales de la teúrgia, estaba diseñado de modo tal de elevar a los alumnos hacia Dios. La secuencia de lectura -que se iniciaba con la lógica continuaba con la ética, la física, la matemática y concluía con la teología metafísica27- se hallaba en estrecha conexión con la clasificación neoplatónica de las obras aristotélicas28. La lectura de los diálogos platónicos conformaba la tercera etapa del programa y estaba basada en la selección de textos propuesta por Jámblico, la cual tenía un marcado carácter religioso de tono procesional e iniciático29. Finalmente, la cuarta etapa de estudio iba más allá de la filosofía y comprendía a los Himnos Órficos y a los Oráculos Caldeos, siendo estos últimos una suerte de Biblia o libro sagrado en cuya autoridad revelada se fundamentaba toda la exégesis neoplatónica30.
A pesar de la rivalidad e incluso de las persecuciones, el neoplatonismo influenció profundamente en la filosofía cristiana no solo mediante los aspectos formales de la exégesis, sino también a través de la teología y la espiritualidad, tal como el giro interior iniciado por los estoicos y desarrollado por los neoplatónicos para encontrar la verdad en uno mismo31.

Los comentarios bíblicos como depositarios de los comentarios filosóficos

La exégesis de los textos sagrados no fue una de las primeras preocupaciones de los cristianos, ya que debieron atender a necesidades prácticas más urgentes. Los primeros comentarios bíblicos se remontan recién al año 150. A mediados del siglo II esta actividad tuvo un gran florecimiento, principalmente en las iglesias situadas al este de Roma tales como Galilea en Palestina, Antioquía en Siria, Egipto, etc. En este período temprano, los comentarios bíblicos no tuvieron un desarrollo paralelo en occidente; de hecho, Justino e Ireneo, que produjeron en Roma comentarios -actualmente perdidos- al Apocalipsis habían emigrado desde Asia (Cerrato 2002). Los primeros comentarios conservados del Nuevo Testamento son los del gnóstico Heracleón al Evangelio de Juan, los cuales han sido transmitidos de manera fragmentaria a través de la cita de Orígenes. A partir del siglo III, tanto en Roma como en Alejandría comienza la exégesis de la Biblia fundamentalmente a través de las figuras de Hipólito y de Orígenes. La obra de ambos es vasta y buena parte ha sido conservada solo a través de catálogos o fragmentos. El comentario de Hipólito al Cantar de los Cantares constituye el primer ejemplo de interpretación alegórica cristiana. Las citas de Eusebio, Jerónimo y Teodoreto entre otros atestiguan que sus comentarios fueron numerosos, pero al parecer se limitaban al análisis de breves pasajes de las Escrituras.
Orígenes es quien verdaderamente puede considerarse como el creador de la exégesis bíblica en el mundo cristiano. Como señala Bardy (1926: 85), era un intelectual para quien la investigación tenía interés por sí misma, lo cual lo impulsó al estudio de problemas especulativos sin que ello atentara contra su profundo cristianismo. La estructura de los comentarios exegéticos cristianos no fue adoptada de las escuelas rabínicas que desarrollaron una profusa actividad exegética en el siglo I, sino de los modelos provistos por los comentadores helenísticos. En tal sentido, se discute acerca de la posibilidad de que Orígenes y Plotino se conocieran en Atenas alrededor del año 245, de hecho se cree que el joven Porfirio conoció al primero probablemente en Cesárea. Imbuido en el medio filosófico de su época -fundamentalmente el platonismo, el estoicismo, el pitagorismo- se sirve de los métodos y técnicas exegéticas desarrollados por los comentadores en su propia actividad crítica del texto bíblico. Orígenes es considerado el pionero de la crítica textual bíblica en la tradición cristiana, y el primero en ser capaz de transitar el camino de la integración de la crítica erudita con la teología y la espiritualidad. Tal fue la importancia que le reconoció al establecimiento del texto bíblico como paso preliminar para la interpretación, que el propósito de sus Hexapla era comparar el texto griego recibido, la Septuaginta, para determinar inexactitudes y corrupciones con respecto al texto rabínico por entonces estandarizado, contrastándolo con otras traducciones griegas de modo de poder mejorar el primero. Aun cuando se suele criticar el hecho de que priorizara el texto hebreo sobre la Septuaginta, los Hexapla constituyen el primer trabajo crítico cristiano emprendido sobre el Antiguo Testamento. Luego del establecimiento del texto, el exégeta debe abocarse a la tarea más importante que es la explicación (ἑρμηνεία) del mismo. En sus escolios, homilías y comentarios, puede observarse un complejo entramado de interpretaciones en el que confluyen tradiciones exegéticas muy diversas que van desde la tipología 'tradicional' cristiana, la exégesis rabínica, el método alegórico filoniano hasta la exégesis gnóstica. Siguiendo las huellas de Filón, para quien el texto bíblico como el hombre tiene cuerpo y alma (Vida Contemplativa, 78), Orígenes entiende que el exégeta -provisto con la gracia de Cristo- debe traspasar el cuerpo de la letra con vistas a descubrir su sentido espiritual. En libro IV de su tratado Acerca de los Principios (Περὶ ἀρχῶν) formula los preceptos y sienta las bases de su hermenéutica bíblica, en donde deja en claro que esta no se limita a una cuestión metodológica sino que comporta una búsqueda del espíritu, lo cual se remonta a las tradiciones rabínicas (Mizugaki 1992: 575-577). La distinción de diversos sentidos en la Biblia, a saber: uno literal (σῶμα), otro moral (ψυχή), y uno intelectual o espiritual (πνεῦμα) -que en la práctica origeniana suelen reducirse a dos32- se corresponde con una jerarquía de la capacidad exegética y por ende, de la espiritualidad de los hombres (Acerca de los Principios, IV, 2, 4; Homilía sobre el Levítico, 1, 447; 5, 455). Indudablemente es en la aplicación del método alegórico donde más claramente se observa la influencia de la exégesis judeo-alejandrina de Filón, quien en sus numerosos comentarios se abocó a la búsqueda del "sentido profundo" (ὑπόνοια) del Pentateuco, oculto en la dimensión corporal-literal del texto. Este método exegético permite acceder al descubrimiento de la verdad a través de un proceso sucesivo de expansión metafórica y de reducción a la significación básica (literal) de lo "Existente" (Martín 2009: 46-48). La interpretación alegórica que Orígenes expuso en sus comentarios y homilías fue extremadamente influyente en los exégetas cristianos posteriores. Sin embargo, hacia fines del siglo IV los comentadores de la escuela de Antioquía, Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia y Teodoreto de Ciro, expresaron su rechazo al método alegórico al explicar la Biblia en un sentido exclusivamente literal e histórico. En estos comentarios cristianos es aún más clara la influencia de los comentarios neoplatónicos en la exégesis bíblica.
Por último, cabe destacar que hacia fines del siglo XI y principios del XII se produjo en Bizancio un resurgimiento de la escritura de comentarios filosóficos que alcanzó su punto más alto en los comentarios de Eustracio de Nicea y en los de Miguel de Éfeso, ambos pertenecientes al círculo de la princesa Anna Commena. Los comentarios de Eustracio siguen a grandes rasgos los parámetros exegéticos característicos de la tradición neoplatónica y cristiana, mientras que los de Miguel de Éfeso -en los que se observa una ampliación temática en la consideración del corpus aristotélico- se atienen al interés de exponer la obra de Aristóteles, en virtud de lo cual se los suele vincular al aristotelismo de Alejandro de Afrodisias.

Conclusiones

Este breve y esquemático recorrido a lo largo de la historia de los comentarios revela una tensión intrínseca en la constitución de la historia de la filosofía y, en general, de la historia de la interpretación de los textos, cualquiera sea su naturaleza. Me refiero a la dualidad entre el carácter técnico-disciplinario y el necesario interés filosófico que comportan los comentarios. Precisamente este 'interés' filosófico es el que determinó la selección de las obras que fueron objeto de comentarios, por ejemplo el carácter medular de las Categorías que serían a lo largo de estos seis siglos el punto de partida de toda la filosofía. Este interés determinó también la organización del programa escolar de lectura estableciendo el carácter propedéutico del corpus aristotélico respecto a los diálogos platónicos, los cuales a su vez se organizaban conforme a un orden preciso. Este aspecto es en cierto modo constitutivo de toda actividad exegética y puede reconocerse en cada uno de los períodos aquí analizados, v.gr. en la organización de las obras aristotélicas propuestas en la edición de Andrónico, en el escolasticismo renovado de Alejandro de Afrodisias. Pero sin duda es en los comentarios neoplatónicos en donde de manera más notoria puede reconocerse el peso de este interés filosófico. Desde Porfirio y Jámblico los textos de Platón y de Aristóteles debieron ser 'acomodados' para satisfacer el principio exegético de la armonía entre ambos, que resultó ser filosóficamente muy fructífero.
Los cambios sustanciales que durante este período se produjeron en cuanto al soporte material en el cual eran realizados los propios comentarios -fundamentalmente la transición desde los rollos hasta los grandes códices33-, el enfrentamiento entre las antiguas tradiciones filosóficas, religiosas y el cristianismo, la formalización de un currículo escolar y la constitución de una red erudita de carácter internacional fueron determinantes para el desarrollo de este género filosófico. Precisamente, el carácter primariamente pedagógico de los comentarios propició el diálogo entre las distintas tradiciones filosóficas (tanto las antiguas como sus prolongaciones postclásicas). De hecho, constituyeron el medio a través del cual los intelectuales exponían sus propias ideas. Como atestigua el enfrentamiento entre Simplicio y Filopón, los comentarios fueron uno de los terrenos en los que se llevó a cabo la disputa entre neoplatonismo y cristianismo. Pero también reflejaron las diferencias conceptuales y aun políticas entre los miembros del neoplatonismo, por ejemplo las existentes entre Porfirio y Jámblico sobre la práctica de la teúrgia, o la condena de Damascio a la actitud de Amonio ante la decisión de Justiniano. Tardíamente los cristianos se apropiaron de los comentarios como uno de los instrumentos fundamentales para la exégesis de los textos bíblicos, no solo aprovecharon los desarrollos técnicos de la antigua práctica de comentarios y, en general, del criticismo textual sino que también los comentarios conservaron su interés filosófico, lo cual resulta particularmente notorio en la hermenéutica origeniana.
Los antiguos comentadores mostraban sin dobleces sus compromisos y supuestos exegéticos a la hora de interpretar los textos. A pesar del rigor que se postula en la interpretación académica contemporánea y de los numerosos adelantos técnicos logrados, el interés filosófico sigue estando presente en la actividad exegética. En definitiva, la historia de los comentarios nos enfrenta a problemas centrales que aún hoy afectan a la actividad filosófica y, en general, a la interpretación.

Notas

1 La monumental edición de Herman Diels en 23 volúmenes de los comentarios griegos de Aristóteles para la Academia de Berlín -Commentaria in Aristotelem Graeca (CAG) (1882-1909)- es un hito en la historia del estudio de los comentarios. Pero solo hacia fines del siglo XX se inició un amplio proyecto de investigación, que incluye entre sus principales tareas la traducción al inglés de los comentarios en la serie titulada Ancient Commentators on Aristotle (ACA). Dicho proyecto -dirigido desde 1987 por Richard Sorabji- no solo comprende los comentarios griegos de Aristóteles, sino también aquellos que han sobrevivido en otras lenguas como el árabe, el hebreo y el latín, e incluye además otras obras de los comentadores. En el ámbito continental Pierre e Ilsetraut Hadot impulsaron el estudio de los comentarios.

2 Así por ejemplo, Thomas Kuhn atribuye la doctrina del ímpetu a la revolución científi ca del siglo XIV, pero fue Filopón quien la empleó para explicar el movimiento de los proyectiles, probablemente basándose en la inclinación natural de los elementos sublunares que a su vez, forma parte de la dinámica de Alejandro de Afrodisias. Cfr. Sorabji (2004: 1. 2; 12-14); (1990: 25); Sharples (1987: 1215).

3 La palabra griega ὑπóμνημα que corresponde a la latina commentarius tiene un inevitable carácter remitente, pues designa en primer lugar aquello que trae a la memoria un recuerdo. El término alude a un recordatorio, un monumento, una conmemoración en forma oral o escrita, es decir: notas o memorandos (s.v. LSJ); de ahí que sus primeras apariciones refieran a documentos o registros de uso público y privado y que por extensión, el término luego se aplicara a las notas explicativas o a los comentarios seguidos, compuestos por los filólogos helenísticos. El término nunca refiere a un escrito independiente completo (Pfeiffer 1981: 68).

4 Desde los bizantinos existe confusión entre ὑπόμνημα, σχόλια y γλῶσσα. Actualmente se suele entender que el primer término refiere a los comentarios propiamente dichos, el segundo a los comentarios o notas escritos en los márgenes de un texto, mientras que las glosas generalmente refieren a definiciones breves encontradas entre las líneas de un texto literario, también son denominadas 'glosas' las notas marginales que consisten en definiciones breves. Cfr. Dickey (2007: 11 n. 25).

5 No está claro si la edición de Andrónico es la editio princeps. Al parecer, este estaba consciente sobre la existencia de ediciones y organizaciones previas a la de él mismo. Cfr. Tarán (2001: 484, 491).

6 Los comentarios filosóficos tienen un antecedente importante en los comentarios poéticos, que desde el siglo II a.C. produjeron en Alejandría los filólogos helenísticos, ejemplarmente representados por Aristarco de Samotracia. Esta tradición erudita se originó en torno a la Biblioteca de Alejandría, donde confluyeron un movimiento de poetas- filólogos y una corriente peripatética de origen ateniense, lo cual posibilitó un notorio avance de la crítica textual y de la técnica editorial a través de la colación, edición e interpretación de los textos clásicos que los propios comentadores convirtieron en canónicos.

7 Tradicionalmente se suele enfatizar el carácter empirista y aún materialista que el Liceo habría adoptado con Teofrasto y con su sucesor, Estratón. Aún cuando hay quienes consideran que ellos representan la decadencia del aristotelismo o incluso ven una oscilación entre platonismo y materialismo (Merlan 1967), es con Licon con quien la escuela entró en franca decadencia. Cfr. Sharples (1997).

8 A partir de la revalorización de los tres catálogos de escritos aristotélicos preservados, el de Teofrasto y el testimonio de Ateneo, Lord (1986: 144-145) sugiere que la mayoría de los principales tratados de Aristóteles junto a muchas obras de Teofrasto fueron adquiridas por Ptolomeo Filadelfo (hijo y sucesor de Ptolomeo Soter) de parte de Neleo y trasladadas a la Biblioteca de Alejandría, en donde integraron una colección mayor de material peripatético catalogado bajo el nombre de Teofrasto. Mientras que otra parte de las obras de Aristóteles fueron enviadas por Neleo a Scepsis, dicha colección fue inventariada. Los principales tratados permanecieron en Alejandría y solo posteriormente fueron reconocidos como obras genuinamente aristotélicas.

9 Para Tarán (2001:482-483 n. 6 y 7) los ejemplos de Crisipo y Posidonio, así como las listas antiguas de sus escritos revelan la disponibilidad de todos o de la mayoría de los tratados de Aristóteles durante el período helenístico. Cfr. Sharples (1997: 152).

10 Según Lord (1986: 157-158) se ha sobreestimado la labor editorial de Andrónico y es preciso tener en cuenta la organización de sus escritos por parte del propio Aristóteles y de sus sucesores inmediatos.

11 Aún cuando se ignora si Boeto de Sidón -principal discípulo de Andrónico- escribió un comentario lineal a las Categorías, su estilo exegético parece haber sido diferente al de su maestro y algunas de las cuestiones por él tratadas persistieron en los comentadores antiguos.

12 Merlan (1967: 114) remonta esta tripartición de la filosofía a Jenarco y Aristóteles (Top. 105 b 19).

13 De sus numerosos comentarios se han preservado aquellos sobre Tópicos, Analíticos Primeros (solo conservado el Libro I), Acerca de la sensación, Meteorológicas y Metafísica (Libros Α-Λ). Recientemente no solo se han descubierto algunos datos de su biografía sino también partes sustanciales de los comentarios perdidos a la Física y Acerca de la generación y corrupción (Sorabji 2004: 1. 6; 2004: 2. 29). Para un listado de sus obras, comentarios, fragmentos perdidos y conservados, cfr. Sharples (1997: 1182-1199).

14 Entre estas obras se destaca un tratado sobre De Anima en el que sigue la estructura y el contenido de la obra aristotélica sin ser un comentario lineal, De Fato en el que se opone al determinismo estoico y De Mixtione donde rechaza la idea estoica de κρᾶσις.

15 Temistio supone ciertas desviaciones de carácter histórico, geográfico, metodológico y estilístico respecto a los comentadores de su tiempo. Alejado del epicentro de producción, no escribió comentarios sino paráfrasis de las obras de Aristóteles en las que combina las citas con sus propias explicaciones. Sin llegar a ser un aristotelista como Alejandro, su obra es más próxima a Aristóteles que a Platón. Ante el avance de la fe cristiana, al parecer Temistio adoptó una posición conciliadora. Cfr. Tuominen (2009: 25-27); Sorabji (1990: 3, 17).

16 Sobre su influyente doctrina del intelecto, cfr. Sharples (1987: 1204-1213).

17 Sorabji (2004: 3. 37) destaca que la búsqueda de armonía comienza ya con el platonismo medio y dentro del neoplatonismo, hay comentadores como Siriano y Proclo en los que no hay una pretensión de armonización. Por su parte, Merlan (1967: 117) advierte que la síntesis entre platonismo y aristotelismo no es enteramente peculiar a los platónicos y neoplatónicos, pues ella puede observarse en el peripatético Aristocles (segunda mitad del siglo II), quien niega cualquier diferencia esencial entre ambas escuelas.

18 Boecio vio al neoplatonismo en comunión con la cristiandad y ayudó a su profunda penetración en la sensibilidad cristiana, legando la tradición de comentarios al mundo latino desde el siglo VI al XII. Sus comentarios junto con la Isagoge, las Categorías, el De Interpretatione constituyen el currículo que los lógicos medievales denominaron Logica Vetus.

19 Porfirio efectuó sagaces críticas a la práctica platónica del sacrificio y del consumo animal, al cristianismo y a la religión egipcia. Esta última lo llevó a un marcado enfrentamiento con su alumno Jámblico, quien dedicó un tratado De mysteriis Aegyptiorum a la defensa de la teúrgia.

20 La búsqueda de un propósito único a lo largo de una obra adquirió fuerza de ley en los comentarios neoplatónicos y su influencia se prolongó hasta los comentarios medievales pasando por los de la patrística. Cfr. Viciano (1991: 112-118).

21 Como señala Hoffmann (2006: 598): "el Neoplatonismo fue por muchos siglos el esqueleto filosófico de un movimiento multiforme -intelectual, cultural, religioso pero también político- que fue la 'reacción pagana' al establecimiento de un imperio Cristiano […]. La filosofía y la religión pagana estaban por entonces estrechamente unidas y el neoplatonismo devino el refugio de los dioses del panteón clásico […]".

22 El fervor de Jámblico hacia la teúrgia se opone al silencio de Plotino y la adhesión de Olimpiodoro se diferencia de las reservas expresadas por Porfirio, quien sostiene que la teúrgia purifica la imaginación pero no permite llegar a Dios. Cfr. Sorabji (2004:1. 21ss.).

23 A partir de Jámblico, la práctica de la teúrgia experimentó un gran desarrollo adoptando incluso a los Oráculos Caldeos -colección de oráculos teológicos forjados durante el reinado de Marco Aurelio por teúrgos del siglo II- como libro sagrado (Hoffmann 2006: 607). Se trata de una revelación divina en verso hexamétrico de un sistema cosmológico y soteriológico y de un conjunto de reglas rituales e instrucciones. Los detalles sobre su surgimiento tienen un carácter hipotético, pero hay acuerdo en que hacia fines del siglo III alcanzaron un estatus canónico y se los reconocía como libro sagrado dentro de los límites de un círculo religioso con conexiones internacionales. La compresión, explicación y propagación de esta sabiduría oculta es iniciada por Porfirio, pero fue Jámblico quien hizo de ellos la culminación del currículo neoplatónico. Cfr. Athanassiadi (1999: 149).

24 A pesar de haber estudiado en Atenas y en Alejandría, se considera que la obra de Simplicio es representativa de la escuela ateniense.

25 El devenir histórico de cada una de las escuelas fue diverso ya que la de Atenas-dirigida por Damascio- debió cerrarse en el 529, mientras que la de Alejandría continuó por más de un siglo, a pesar de las fuertes persecuciones que los neoplatónicos padecían por parte de los cristianos. Posiblemente, las concesiones que su director Amonio debió hacer con respecto a la práctica teúrgica hayan sido decisivas para su continuidad (Sorabji 2004: 1. 11, 20-25; 1990: 12). Hacia mediados del siglo VI la mayor parte de sus alumnos eran cristianos, al igual que sus últimos directores: David y Elías. El fin de la Escuela de Alejandría estuvo determinado por el traslado de Stephanus a Constantinopla en el año 610. Respecto de la Escuela de Atenas, algunos sostienen que no desapareció completamente después del 529, ya que a partir del exilio de sus miembros en Harran habría influido en la Escuela de Bagdad fundada por Tâbit b. Qurra. Cfr. Sorabji (1990: 18).

26 Las clases se organizaban en dos partes: en la primera, uno de los discípulos leía en presencia del maestro alguno de los textos que componían el currículo y sus comentarios previos, al tiempo que el maestro acompañaba esta lectura con sus propios comentarios, a estas lecciones se las denominaban πράξεις; en la segunda parte de la clase, tenía lugar la discusión libre de los temas bajo la guía del profesor.

27 No hay acuerdo acerca del orden que ocupaban la ética, la matemática y la física en este ciclo de estudio. Amonio y Simplicio sostienen la necesidad de una ética noaristotélica ya que esta presupone la lógica, pero no hay certeza respecto a esta cuestión dado que los comentarios conservados a la ética no son neoplatónicos. En cuanto a las matemáticas algunos las situaban como preliminares de la secuencia y otros, las colocaban como puente entre la física y la teología. Cfr. Sorabji (2004: 3. 41).

28 En las introducciones a sus comentarios a las Categorías, Amonio, Filopón, Olimpiodoro, Simplicio y David dividen las obras de Aristóteles en tres clases: escritos particulares (τὰ μερικά), escritos intermedios (τὰ μέσα) y escritos generales (τὰ καθόλου). A estos últimos los subdividían en ὑπóμνημα y σύνταγμα y esta clase a su vez, en diálogos y los escritos en los que Aristóteles habla por sí y para un público restringido (αὐτοπρόσωπα). Solamente esta última clase de obras eran consideradas representativas de la filosofía del Estagirita e integraban el complejo currículo neoplatónico en el que eran clasificadas en escritos instrumentales, prácticos y teoréticos. Cfr. Hadot (1991: 178-180); Schütrumpf (1991: 98); Tarán (2001: 502-508 n. 44).

29 Este plan de textos se componía de dos ciclos: el primero compuesto por diez diálogos (Alcibíades I, Gorgias, Fedón, Crátilo, Teeteto, Sofista, Político, Fedón, Simposio y Filebo) respondía a la jerarquía neoplatónica de las virtudes; mientras que el segundo ciclo que incluía el Timeo y el Parménides se organizaba a partir de la división entre física y teología.

30 Según Athanassiadi (1999: 153) era tal la oscuridad e incoherencia de esta poesía automática -fruto del estado de trance alcanzado por el teúrgo- que el comentario oral o escrito de los Oráculos fue considerado como el punto más alto de la carrera exegética. Más allá de la diferencia que existe entre los Oráculos Caldeos y los Himnos Órficos en cuanto al carácter revelado de los primeros, ambos forman parte de lo que la autora llama "a theological koiné" y a la que describe como "the late antique spiritual Commonwealth" (Ibíd., 177-181).

31 En cuanto a la relación que establecieron los comentadores neoplatónicos con el cristianismo puede observarse una amplia variedad de actitudes que van desde la ofensiva de Porfirio en sus obras (que fueron quemadas en dos oportunidades), el estrecho compromiso de Jámblico y Proclo con la teúrgia en el marco de la creciente persecución por parte de los cristianos, el repudio de Damascio ante la actitud concesiva de Amonio y la amargura de Simplicio ante el cierre de la escuela ateniense que derivó en el ataque al cristiano Filopón, quien a su vez urdió en Alejandría una contraofensiva contra Proclo respecto al carácter increado del mundo. Asimismo, el acuerdo pacífico de los alejandrinos Amonio y Olimpiodoro permitió el traspaso "no dramático" de la cátedra de Alejandría a los profesores cristianos (Sorabji 1990: 15).

32 A diferencia de Daniélou (1958: 207), Hanson (2002: 236-237) rechaza que en esta cuestión Orígenes sea depositario de Filón.

33 Originariamente los comentarios eran escritos en rollos separados a los del texto y los versos de este -denominadosλῆμμα- eran repetidos en el rollo del comentario, mientras que las notas breves se consignaban en los márgenes y entre columnas. Sin embargo, durante la Antigüedad tardía gracias al formato de los grandes códices fue posible reunir en un mismo libro y en una misma página el texto y su comentario (Hoffmann 2006: 615).

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Recibido: 10-07-2011
Evaluado: 21-08-2011
Aceptado: 24-09-2011

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