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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.18 no.1 Santa Rosa June 2014

 

ARTÍCULOS

Jerjes y Demarato en las Historias de Heródoto: identidades cruzadas entre lo griego y lo bárbaro

Gastón Javier Basile
[Universidad de Buenos Aires]
[gastonjbasile@yahoo.com]

Resumen: El trabajo propone un análisis discursivo del diálogo entre Jerjes y Demarato previo al ataque persa contra los griegos, dramatizado por Heródoto en 7. 101-104. Se examina la interacción entre los interlocutores a los fines de: a) identificar los roles discursivos y estrategias argumentativas puestas en juego por ambos participantes, b) analizar las identidades sociales construidas en la interacción y la eventual –y remisa– demarcación de un éthos griego y bárbaro, c) especular sobre el significado del episodio en el contexto de las Historias y las connotaciones ideológicas de la presunta relación entre la autocracia persa y la realeza espartana.

Palabras clave: Heródoto; Jerjes; Demarato; Análisis discursivo

Xerxes and Demaratus in Herodotus’ Histories: intersecting identities between Greek and barbarian

Abstract: The paper offers a discursive analysis of the dialogue between Xerxes and Demaratus, prior to the Persian attack on the Greeks, as dramatized in Herodotus 7. 101-104. The interaction between the interlocutors is closely explored in order to: a) outline the discursive roles and argumentative strategies deployed by either participant, b) address the social identities constructed throughout the interaction and the prospective, albeit hazy, delineation of a Greek and barbarian éthos, c) speculate on the significance of the episode in the context of the Histories and the ideological implications of the alleged relationship between the Persian autocracy and Spartan kingship.

Key words: Herodotus; Xerxes; Demaratus; Discourse analysis

La técnica de dramatización1 en la narratio histórica es un rasgo formal introducido por Heródoto en los albores del género y que gozó de gran aceptación entre sus sucesores clásicos. Los antecedentes de dicho rasgo estilístico pueden rastrearse en la narración épica (con la salvedad de que el μῦθος es el ámbito discursivo del que Heródoto intenta desvincularse)2, la tragedia ática (a pesar de que los elementos de caracterización a través de los discursos individuales se encuentran al servicio de la narratio histórica y no interesan per se), así como en el auge de la oratoria sofística3. Esta técnica compositiva en el discurso historiográfico será luego adoptada y perfeccionada por su sucesor Tucídides, célebre por sus antilogías.
En general, el conjunto de la crítica ha desestimado el valor históricodocumental de los numerosos pasajes en oratio recta que vertebran el relato historiográfico aduciendo, fundamentalmente, la problemática de la fiabilidad de las fuentes herodoteas, la mayor parte de las cuales procedía ex auditu4. Más aún, a menudo la crítica ha relegado a un segundo plano el análisis de los discursos insertos en las Historias5. Sin embargo, las numerosas ῥήσεις y discursos enfrentados se erigen como ámbitos discursivos privilegiados para la ficcionalización de la voz del otro por parte del enunciador-autor; retórica de la alteridad que –desde una perspectiva históricocultural– implica la constitución, consolidación o puesta en juego de representaciones simbólicas, imaginarios culturales e identidades políticas en el exterior e interior del mundo griego.
Nos detendremos aquí en un pasaje significativo en el conjunto de los discursos directos contenidos en los libros 7 a 9: el diálogo entre Jerjes y Demarato, rey espartano al servicio de los persas, previo a la expedición contra los griegos (7. 101-104)6. Se trata de un pasaje de la obra que ha sido aludido y comentado con frecuencia en virtud de intereses hermenéuticos diversos7, pero que no ha recibido un tratamiento detallado desde un enfoque discursivo, atento a la dinámica de la interacción in situ, los participantes y los conceptos reivindicados por ambos interlocutores en la dinámica argumentativa del diálogo. Un análisis de la interacción entre ambos personajes nos permitirá: a) explorar los roles discursivos y las estrategias argumentativas puestas en juego por uno y otro en la dinámica de la interacción; b) determinar el grado de convergencia o divergencia entre las atribuciones identitarias propuestas por Heródoto en la caracterización del lógos entre Demarato y el Gran Rey persa o, dicho en términos más amplios, entre la monarquía espartana y la autocracia persa; c) examinar el rol de mediación desempeñado por Demarato en el diálogo, así como su función de ‘traductor cultural’; d) especular acerca del posible significado del diálogo en lo que respecta a la caracterización del bárbaro en los libros finales, así como el principio que marca la diferencia con el éthos griego; e) comentar acerca del impacto a nivel del macro-relato de la puesta-en-diálogo de un rey espartano y Jerjes, quien se instala en los últimos libros como la encarnación del estereotipo del bárbaro.

Heródoto 7. 101-1048

El diálogo entre Jerjes y Demarato del libro 7. 101-104 no constituye una unidad aislada sino que, en rigor, debe leerse como el tercer eslabón de una secuencia de discursos directos iniciados en el libro 7 con los que guarda una estrecha relación formal y temática. El primero de ellos (7. 8-11) constituye una asamblea de generales persas (Jerjes, Mardonio, Artábano) convocada por el Rey persa para deliberar acerca de la expedición contra Atenas; el segundo (7. 45-52) es una ratificación y desarrollo de líneas abiertas en el anterior que, sin embargo, prescinde de la participación lisonjera de Mardonio. Al menos dos son los rasgos fundamentales que comparten los tres discursos: (1) por un lado, la preeminencia de la figura del Rey persa caracterizado con todos los atributos y vicios del poder despótico (primordialmente, la ὕβρις) quien, en tres ocasiones sucesivas, solicita consejo de sus subordinados y, (2) por otro, una compulsión por definir conceptualmente al pueblo sobre el que se ha de lanzar la expedición, es decir, el desvelo del Gran Rey persa por conocer al enemigo-griego a través de los testimonios de sus informantes, aunque más no fuera como una ocasión para dar satisfacción a su propia petulancia. Nuestro tercer discurso avanza sobre estas mismas líneas, si bien con una sugerente diferencia: la identidad del informante es ‘otra’. Subrayamos deliberadamente la ‘otredad’ de Demarato en tanto interlocutor sustituto de Artábano y Mardonio, pues dicha alteridad repercutirá significativamente tanto en la dinámica de los interlocutores como en la dinámica de los conceptos puestos en juego en el diálogo en cuestión.

La dinámica de los interlocutores: la negociación de las identidades

A diferencia de Artábano, hermano de Darío y tío de Jerjes, que personifica la σωφροσύνη del ‘sabio consejero’9 advirtiendo a su impetuoso sobrino de los riesgos de la empresa, o de Mardonio, que encarna el prototipo de consejero adulador del tirano, Demarato se ubica en una posición discursiva ambigua, rasgo que lo señala como personaje fronterizo capaz de oficiar de mediador cultural. En efecto, en calidad de ‘refugiado político’, Demarato no es enteramente persa, como sus antecesores discursivos, pero tampoco, podríamos colegir, enteramente griego. En su calidad de rey espartano destronado quien, tras una serie de etapas de fuga, se presenta oportunamente ante el rey Darío que "lo recibe de manera magnífica y le da tierras y ciudades" (6. 70), Demarato se instala en una zona de indefinición respecto de la figura hegemónica y consistente de Jerjes en la dinámica del diálogo. En tanto ‘nómada’ cultural, Demarato es virtualmente inaprensible para el Gran Rey pues está instalado a un tiempo en una multiplicidad de roles discursivos que, en buena medida, lo vuelven ‘inexpugnable’ (ἄπορος). Si toda relación dialógica encubre una relación de poder, veremos que Demarato correrá con ventajas en relación a Jerjes, el detentador supremo del poder despótico hic et nunc. Dicha preeminencia del rey espartano puede explicarse a partir de su ‘indeterminación’ identitaria producto de la superposición de una diversidad de roles discursivos.
Jerjes personifica lo Uno, tanto en el discurso que nos ocupa como en el resto de la obra; es el ‘epítome del poder despótico’. Encarna en los libros finales el estereotipo del bárbaro enemigo. De su modelo se sirvieron aun los teóricos posteriores, principalmente Platón y Aristóteles, para caracterizar la figura del τύραννος10. De esta cualidad fundamental se desprende una serie de rasgos estrechamente ligados a la naturaleza del poder despótico, muchos de los cuales aparecen ejemplificados en nuestro diálogo: la ὕβρις en todas sus manifestaciones (deseo desmesurado de poder, de riquezas, de gloria, el desenfreno sexual, etc.), la trasgresión de los νόμοι (ya sean sociales, religiosos o sexuales), la firme sujeción de sus súbditos mediante el recurso a la fuerza, el terror, la esclavitud; la demagogia enquistada que exige una corte de aduladores temerosos, etc. Finalmente, la ignorancia –error de cálculo que desencadenará la trágica disolución del poder real– es el corolario de la ὕβρις del tirano. Dicha ignorancia es el motor del interrogatorio a Demarato, quien dispone de un conocimiento del que Jerjes está privado, a saber, la verdadera condición del enemigogriego. Sin embargo, el tirano es incapaz de tomar consejo. En su diálogo con Demarato, el Rey persa permanece anclado a todas las atribuciones de la tiranía y es desde esa posición (en apariencia) hegemónica que interpela en todo momento al rey espartano.
En la dinámica del diálogo, Demarato constituye –por su multiplicidad de roles discursivos e identidades superpuestas– un ‘Otro’ indefinible a quien, paradójicamente, se le exige una definición. En efecto, Jerjes demanda una definición del enemigo potencial, solicitud a la que Demarato accederá, si bien, como veremos, enunciándola en términos comprensibles al tirano. En esta capacidad de adecuación lingüística y juego de roles discursivos de Demarato, es posible entrever una sutil inversión de la relación efectiva de poder entre el rey persa y su súbdito, inversión que se funda en el control discursivo facilitado por una ‘experiencia ampliada’ de la que goza el rey espartano y que se traduce en un ‘saber más’. Ahora bien, veamos sucintamente en qué multiplicidad de roles y acopio de identidades se funda la indeterminación de Demarato en tanto interlocutor, rasgo este que, no obstante, le confiere una ventaja agonal significativa:

1- Por un lado, Demarato cumple simultáneamente tres roles discursivos: el de refugiado político, consejero real e informante. Cada uno de estos roles lo coloca, sin dudas, en una aparente relación de subordinación respecto del rey persa. En tanto refugiado político se espera de él una actitud de gratitud, respeto y sumisión hacia sus benefactores; dicha actitud aparece, en efecto, verbalizada en el discurso de Demarato (7. 104.1):

Αunque tú mismo sabes bien cómo, precisamente en virtud de mis circunstancias actuales, amo a aquellos que, despojándome de mi honor y mis prerrogativas paternas (τιμήντεκαὶγέρεαἀπελόμενοιπατρώια) me han hecho un hombre sin patria y exiliado (ἄπολίντεκαὶφυγάδα), mientras que tu padre, recibiéndome, me dio sustento y casa11.

En tanto informante entendido, debe mostrarse veraz, exhaustivo y fidedigno, so pena de ser acusado de traición. Este rol, empero, no se aviene con las exigencias del tirano respecto de los consejeros reales quienes, a la usanza de Mardonio, prefieren ser complacientes con Jerjes por temor a represalias. De allí que Demarato se debata insistentemente entre la complacencia (ἡδονή) y la verdad (ἀλήθεια). En este sentido, inquiere a Jerjes en 7. 101.3: "Rey, ¿acaso me serviré contigo de la verdad (ἀληθείῃ) o del halago (ἡδονῇ)?"12 La yuxtaposición de los tres roles mencionados, a menudo contrapuestos, ubica a Demarato en una zona imprecisa como interlocutor de Jerjes. Dicha indefinición le otorga, sin embargo, un poder frente al tirano: en tanto informante, podría, si lo deseara, escamotear o falsear la verdad acerca del poderío griego –razón principal de su convocatoria– y aparecer, no obstante, a los ojos de Jerjes, como un refugiado político obligado y un consejero complaciente.

2- En segundo lugar, tanto su status político como su filiación étnico-cultural ubican a Demarato en una zona gris que lo conduce o bien a ofrecer involuntariamente una visión sesgada de verdad o bien le permite manipular la información de manera intencional. En este sentido, se conduce como un consumado sofista: a) Frente al rey persa, despótico e imperial, Demarato se posiciona como un ex–rey, despojado por sus compatriotas de su τιμή y γέρας, un monarca destronado, sin patria (ἄπολις) y exiliado (φυγάς). Con todo, ha sido ‘rey’ de los lacedemonios y es en calidad de tal que Jerjes dirige su interpelación. Dicho de otro modo, Jerjes posiciona a Demarato discursivamente en su rol de rey –si bien, según se desprenderá del diálogo mismo-, lo que subyace es precisamente cierta discrepancia en la concepción misma del poder regio que ora asemeja ora distancia a la autocracia persa y a la monarquía more graeco. En este sentido, dice Jerjes en 7. 103.1: "Vamos, dime, tú afirmas que has sido rey (βασιλεύς) de estos hombres".
Sin duda, Jerjes autoriza la palabra de Demarato, principalmente, en virtud de una experiencia del poder real compartida13. En tanto ex-monarca, Demarato se vuelve para Jerjes un interlocutor válido. Ahora bien, veremos más adelante que en este elemento aparentemente común entre ambos personajes es donde se revelará en la interacción lingüística la diferencia más marcada entre la ‘autocracia’ persa y la ‘legalidad’ griega. Demarato, no obstante, se encuentra en la complicada posición de suministrar información a Jerjes para que lleve a cabo su expedición contra su pueblo de origen. De allí que Demarato se debata en el trascurso del diálogo entre el resentimiento contra los lacedemonios, que lo impulsa a colaborar con los persas que lo han acogido, y un sentimiento de ‘nostalgia patriótica’ –que surge con más claridad hacia el desenlace de la interacción– donde también se pone en juego su orgullo de rey frente a la jactancia de su rival persa.
b) Jerjes interroga a Demarato acerca del poderío del pueblo griego en su calidad de ‘rey’ y fundamentalmente, en su calidad de ‘griego’. De este modo, espera obtener un testimonio autorizado (por el status político del interlocutor) y de primera mano (por su filiación étnica). Sin embargo, incluso en este punto la postura de Demarato es ambivalente: oscila entre una identificación con el significante ‘helenos’ empleado por Jerjes y una restricción de todas sus afirmaciones a los ‘lacedemonios’. En definitiva, Demarato es incapaz de pensarse en términos ‘panhelénicos’ más que nominalmente, o de reflexionar acerca de la totalidad del mundo griego; subsiste en su discurso la tradicional rivalidad y fragmentación de las diferentes póleis griegas. En otras palabras, Demarato aparece caracterizado por una retórica pseudo-nacionalista: si bien parece comprender la noción de ‘helenidad’, restringe sus observaciones a los ‘lacedemonios’, dando cuenta de un sesgo faccionario que le impide conceptualizar a la Hélade como conjunto.
El conjunto de rasgos apuntados señala a Demarato como un personaje (literal y metafóricamente) ‘desterritorializado’ y, por ende, virtualmente inaprensible en el desarrollo del diálogo. Hemos también sugerido que tal posición le otorga al rey espartano un poder latente frente a su interlocutor: su experiencia ampliada le brinda notables capacidades de maniobra discursiva y de acción. Veremos a Demarato servirse de dichas prerrogativas en un episodio posterior (7. 239): enviará a los lacedemonios unas tablillas cubiertas con cera precaviéndolos del ataque persa. En virtud de su indeterminación, personajes fronterizos como Demarato, dotados de una pluralidad de rasgos y competencias, son capaces de oficiar de ‘mediadores culturales’ en la dinámica del relato, cuya culminación marca la cristalización de un éthos griego frente al enemigo bárbaro. En este sentido, el rey espartano oficiará de traductor cultural para Jerjes, operación que se pone claramente de relieve en la dinámica de los conceptos que se entreveran en diálogo.

La dinámica de los conceptos

La cuestión en torno a la que gira el diálogo es un intento de conceptualización del enemigogriego por parte del Rey persa a partir datos suministrados por su informante; de allí la importancia del pasaje en el proceso de cristalización de una identidad cultural griega que predomina en los tres últimos libros de las Historias. Veremos que en el entrecruce de argumentos de ambos oradores se pondrá en juego una serie de nociones axiales para el progresivo surgimiento de un ser-griego hacia finales de la obra a partir del distanciamiento del éthos bárbaro. Dicha cristalización conceptual se verá facilitada, en el caso que nos ocupa, por la participación del multifacético Demarato en su rol de traductor cultural.

Jerjes

Si la motivación de Jerjes en consultar a Demarato es la obtención de información precisa acerca de la condición y poderío de los enigmáticos griegos, también lo es su deseo de jactancia– particularmente en su concepción de Demarato como ‘rey’ del pueblo enemigo frente al que es preciso vanagloriarse–. El discurso del Rey persa se halla atravesado de parte a parte por la ὕβρις y elκóμπος tradicionalmente asociados a la tiranía. La fundamentación de la superioridad del ejército persa se basa, principalmente, en tres argumentos que sintetizan la visión de Jerjes. Citaremos tan solo un ejemplo de cada uno de ellos en el discurso del Gran Rey:

1) el ‘número’: "Pues, a mi parecer, ni aunque se reunieran todos los griegos y todos los demás hombres que habitan a Occidente estarían en condiciones de hacer frente a mi ataque, no estando unidos (μὴ ἐόντες ἄρθμιοι)" (7.101.2);
2) la ‘fuerza’ (
βία): "En efecto, hay entre mis lanceros persas quienes querrán combatir con tres griegos a la vez" (7.103.5);
3) ‘la tiranía’ (
δεσποσύνη): "Si estuvieran sujetos a un solo hombre (ὑπὸμὲνγὰρἑνὸς ἀρχόμενοι), a usanza nuestra, llegarían también a superar – por temor a este– su propia naturaleza y marcharían a fuerza de látigo (ἀναγκαζόμενοι μάστιγι) contra muchos, aun siendo unos pocos (ἐλάσσονες ἐόντες)" (7. 103.4).

Asimismo, la inferioridad de las tropas griegas se funda en:
1) su inferioridad numérica: "Pues en verdad somos más de mil por cada uno, aunque sean aquellos cinco mil" (7. 103.3);
2) su debilidad física: "Pero si siendo de tal clase y tan pequeños de talla como tú y los griegos que vienen habitualmente a hablar conmigo, os jactáis tanto, mira que no sea vana petulancia esa palabra dicha (
μάτην κόμπος ὁ λόγος οὗτος) por ti" (7. 103.2);
3) su ‘libertad’.
Conviene detenerse en este concepto clave. Es claro que el Rey persa concibe la idea de ‘libertad’ en su sentido más amplio como lo opuesto a la tiranía (δεσποσύνη). Ahora bien, contrariamente a la connotación positiva habitual del término eleuthería en el imaginario griego, Jerjes entiende y emplea el concepto peyorativamente14. El primer sentido que adquiere el término en su (des)calificación del νόμος griego es la de ‘individuos no sujetos a un líder’. Jerjes no comprende cómo es posible que los griegos combatan estando, literalmente, "abandonados a la libertad" (ἀνειμένοι δὲ ἐς τὸ ἐλεύθερον) (7.103.4) y sin hallarse bajo las órdenes de un líder (μὴ ὑπ᾽ ἑνὸς ἀρχόμενοι, 7.103.3). En la concepción del Gran Rey, la ‘libertad’ implica un estado de ‘abandono a la voluntad individual’, es decir, a la insubordinación y desobediencia anárquica15. En contraposición, subraya el uso de la coerción –por medio de la fuerza despótica y el temor al líder– como modo de garantizar la unión. Estrechamente vinculado a esta concepción persa de la ‘libertad’, Jerjes esboza un concepto adicional para explicar la inferioridad del ejército griego: a saber, la desarticulación o atomización de los griegos no ya como individuos, sino como comunidad respecto de sus vecinos. Alude a dicha condición de los griegos –por cierto, históricamente precisa en relación con la disgregación de las póleis autónomas en el mundo griego– por medio de la siguiente expresión: μὴἐόντες ἄρθμιοι’ (7. 101.2) (literalmente, "no estando ligados, unidos, etc."). En síntesis, vista desde la óptica del Gran Rey, la eleuthería griega no es sino un estado de desgobierno y desarticulación, tanto en el plano de los sujetos individuales como de las póleis que conforman la totalidad.

Demarato

En tanto personaje intermediario capaz de recorrer un amplio espectro de roles discursivos y adoptar múltiples identidades, Demarato es el personaje que posibilita la irrupción de la diferencia en el corpus textual. En el diálogo que nos ocupa, dicha diferencia gira en torno de cierta especificidad del νόμος griego respecto del bárbaro –particularmente en lo relativo al poderío bélico, que es el eje de la discusión propuesto por Jerjes. Veremos que la estrategia discursiva de Demarato consistirá en la ‘traducción’ de dicha diferencia del modo de ser griego en términos comprensibles para el persa. En otras palabras, no se tratará sensu stricto de una refutación de los argumentos del Rey persa –actitud por demás inadecuada, e incluso riesgosa, en su calidad de refugiado político y consejero real– sino más bien en una diestra ‘retorsión’ de los argumentos de Jerjes a partir de desplazamientos conceptuales o resemantizaciones. Es de este modo que Demarato construye al menos dos nuevos argumentos para dar cuenta de la capacidad de resistencia griega. Analizaremos los dos ejemplos más significativos:

1- El Rey persa explica la supremacía bélica de su ejército a partir de una concepción fáctica y material del poder. Apela para ello, como hemos visto, a argumentos basados en la ‘cantidad’, especialmente el ‘número’ y la ‘fuerza’. En su réplica, Demarato filtra el argumento de la ‘cantidad’ por el de la ‘calidad’:

(...) en Grecia es natural la pobreza (πενίη μὲν αἰεί κοτε σύντροφος) y adquirida la virtud (ἀρετὴδὲ ἔπακτος), que se logra merced a la sabiduría y a la recia ley (ἀπότεσοφίης κατεργασμένη καὶ νόμου ἰσχυροῦ). Con su ejercicio (de la virtud), se defiende Grecia de la pobreza y de la tiranía (πενίηνἀπαμύνεταικαὶτὴν δεσποσύνην) (7. 102.1).

Frente a la incontestable superioridad numérica de las tropas persas, Demarato saca a relucir el argumento de la ‘calidad’, es decir, la ἀρετή (fundamentalmente ad locum el ‘valor guerrero’) por medio de la cual– nos dice– los griegos combaten la pobreza y la tiranía. Dicha ἀρετή se obtiene mediante la sabiduría y la recia ley. En la dinámica de la contrargumentación, la ἀρετή guerrera es la cualidad que les permitirá a los griegos compensar su evidente inferioridad numérica16. Inmediatamente, Demarato –con el inevitable orgullo localista típicamente griego– ensalzará especialmente la ἀρετή espartana y en lo sucesivo restringirá sus afirmaciones a los lacedemonios. Sin embargo, surge aquí en boca de Demarato, podría afirmarse, una primera conceptualización de un principio de identidad griega en tanto rasgo diferencial respecto del bárbaro. Es significativo que dicho rasgo identitario –por los matices semánticos del término ἀρετή– surja como una estrategia refutativa de los argumentos del bárbaro en una disputa (ἀγών) en torno al ‘poder guerrero’.

2- La réplica final de Demarato, que cierra el debate, introduce un segundo (y tercer) principio de identidad cultural griega o, más bien, desarrolla un aspecto señalado en el anterior, el respeto último por el νόμος, garante de la ἀρετή:

Porque los lacedemonios cuerpo a cuerpo no son inferiores a ningún hombre y, en masa, son mejores que todos. Pues aunque libres no son libres en todo (ἐλεύθεροιγὰρἐόντες οὐ πάντα ἐλεύθεροι εἰσί), pues tienen como soberana a la ley (ἔπεστιγάρ σφι δεσπότης νόμος), a la que temen (ὑποδειμαίνουσι) aun mucho más que los tuyos a ti. Hacen lo que ella les manda y ella manda siempre lo mismo: no les permite huir de la batalla, cualquiera sea la muchedumbre del enemigo, sino vencer o morir permaneciendo en sus puestos (7.104. 4).

La primera estrategia argumentativa de Demarato consiste en resignificar el término ἐλευθερία. No se trata, como parece entender Jerjes, de la ‘libertad’ como ‘individualidad no sujeta a un líder’ o un ‘estado de perpetua insubordinación’, factor que el Rey persa aduce como una de las causas de la inferioridad bélica de los griegos. La condición de la libertad para los griegos, replica Demarato– tanto en el sentido de restricción como en el de posibilidad–, es la "sumisión a la tiranía (δεσποσύνη) de la ley". Y agrega que la tiranía de la ley es mayor que la de cualquier hombre.
Vemos que se revela aquí –no como una definición proposicional sino como un efecto de la dinámica agonal– otro concepto clave de la idiosincrasia griega: la libertad. ‘Libertad’ entendida no solo como ‘el no sometimiento a la esclavitud de la dominación extranjera o a la tiranía interna’ sino incluso –podemos entrever– en un sentido plenamente cívico: ‘una condición de la que se goza dentro de un marco de legalidad política’.
Demarato concluye su exposición con una mención al acatamiento de la ley (νόμος) como el factor de cohesión interna –mucho más poderoso y efectivo que la subordinación a un líder– que determina el ímpetu bélico y la excelencia guerrera de los lacedemonios17. Es decir, la ley no solo es condición de la libertad, sino también garante de la ἀρετή guerrera. Sin duda, de la argumentación del rey espartano se desprende que la legalidad (νóμος) es el concepto medular de la identidad cultural griega por oposición a la autocracia persa.
Con la supremacía conceptual de la ley (νόμος), se cierra el círculo de la argumentación de Demarato a favor de la excelencia guerrera de los espartanos. A las estrategias argumentativas de Jerjes, fundadas en ‘el número’, ‘la fuerza’ y la ‘tiranía’, Demarato responde enunciando tres principios de identidad cultural griega: la ἀρετή, la ἐλευθερία y, por último, el νóμος como condición esencial de ambas. Pero lo hace – merced a su destreza retórica– reformulando los términos empleados por el propio Jerjes de manera que resulten comprensibles al tirano persa o, quizá, a fin de mitigar las sustanciales diferencias culturales. De este modo, Jerjes no se verá abiertamente refutado y Demarato, aun diciendo la verdad, evitará correr riesgos. Así, por ejemplo, la noción abstracta de ‘ley’ aparece personificada por Demarato en términos familiares para el Gran Rey: la ley es "tirana" (δεσπότης), es "temida por sus súbditos" (ὑποδειμαίνουσι) y "ordena" (ἀνώγῃ), como si del propio Jerjes se tratara. La posición discursiva intermedia del rey espartano le permite adoptar la voz del otro para enunciar aun los principios más sustanciales de diferencia cultural. En este sentido, y como hemos anticipado, cumple el rol de ‘mediador cultural’ en la dinámica del diálogo. Un mediador, claro está, imbuido de μήτις griega.

Consideraciones finales

El diálogo entre Jerjes y Demarato constituye un locus textual de interés en lo que atañe a la configuración identitaria de ambos dramatis personae al tiempo que permite una reflexión en torno a las identidades sociales que uno y otro encarnan. Hacia el desenlace de la narración, Jerjes adquiere todos los rasgos estereotipados del ‘bárbaro’, rasgos que se ponen de manifiesto aquí en la interacción in situ: su lógos se caracteriza por la jactancia y el exceso. Su posicionamiento a lo largo de la interacción permanece impertérrito: representa el poder despótico y saber absolutos. Demarato, en cambio, se ubica en una posición ambigua, ora acoplándose ora desmarcándose del lógos del Gran Rey y oficiando como un diestro traductor cultural. Su oscilante posicionamiento discursivo, como hemos notado, deriva, por un lado, de una superposición de roles (refugiado político, consejero real e informante) y, por otro, de un ambiguo status político y filiación étnico-cultural. Si, como hemos visto, Demarato constituye un interlocutor válido para el Gran Rey, dicha prerrogativa deriva en buena medida de su condición ‘regia’, es decir, de su condición de (ex)rey de los lacedemonios. Sin embargo, es precisamente la naturaleza efectiva de dicho poder real atribuido por Jerjes a Demarato que el diálogo problematiza. La dinámica misma de la interacción pondrá de relieve las diferencias entre el poder real sujeto al nómos característico del mundo griego –aun cuando la institución monárquica solo continúa vigente en época clásica en apenas un puñado de póleis– y el absolutismo persa. Por otro lado, la figura de Demarato oscila entre una lealtad adquirida para con los persas –tras una prolongada permanencia en la corte real en la que se granjeó protección y honores de parte del Gran Rey– y una nostálgica apología del ‘ser helénico’. Asimismo, como hemos señalado, en este último plano la actitud de Demarato no resulta del todo consistente: fluctúa en el plano de la enunciación entre una identificación con los ‘griegos’ como entidad étnico-cultural y una restricción faccionaria o sesgada de sus afirmaciones a los lacedemonios en particular.
Ahora bien, la dramatización del diálogo entre Jerjes y Demarato permite extraer también una significación de conjunto en lo que atañe a las identidades sociales que cada uno de dichos individuos representa. Existe una sostenida tendencia en las Historias a destacar la convergencia entre determinados rasgos de la autocracia persa y la monarquía espartana. Uno de los modos en que opera dicho deslizamiento entre la realeza espartana y la monarquía persa es la insistencia a nivel del macro-relato en el establecimiento de alianzas inter-aristocráticas de elite por parte de los reyes espartiatas. En efecto, la monarquía espartana –a través de lazos inter-aristocráticos tanto con notables griegos cuanto con el Gran Rey– persiste en el horizonte del relato como un emblema de la concepción de la identidad en términos de relaciones entre ‘iguales’ de clase, más allá de criterios diferenciadores de tipo étnico, cultural o político. En este sentido, el episodio de diálogo in vivo entre un rey espartano y el Gran Rey que hemos analizado ofrece una explícita corroboración de dicha constante en el desarrollo de la trama. En efecto, la posibilidad misma de diálogo entre Jerjes y Demarato reposa sobre dicha potencial afinidad u horizontalidad entre xénoi. Es ciertamente en virtud de vínculos inter-aristocráticos otrora concertados entre Demarato y Darío que la permanencia del rey espartiata en el círculo de los amigos de su sucesor se ve garantizada. Dicha relación se ve formulada explícitamente en 7. 237 por el propio Jerjes. Asimismo, independientemente del efectivo status de subordinación en que se encuentra Demarato en la corte del Gran Rey –hecho este que no podía ser de otro modo, dada la férrea estructura verticalista de la autocracia persa–, hemos indicado que es una presunta homologación de la experiencia del poder real entre ambos interlocutores la que posibilita la interacción. Dicho de otro modo, incluso en el contexto de la resistencia griega al bárbaro invasor que se construye progresivamente en el tránsito de los libros finales, resulta ‘representable’ –más aun, dramatizable en oratio recta– un diálogo entre el Gran Rey y un espartano. Si tal escenario ficcional es posible, solo puede serlo en virtud de ciertas semejanzas –independientemente de sus profundas divergencias en la práctica– entre dos modos reales de gestión de los asuntos políticos. Ahora bien, la dinámica de la interacción –que constituye un macro-acto de habla a instancias del Gran Rey quien solicita de su huésped una caracterización del pueblo griego– pone de relieve a través de las prudentes tentativas de Demarato de dar cuenta de un éthos helénico ciertas divergencias en lo que concierne a la naturaleza del poder real mismo. Emerge pues, hacia el desenlace del coloquio, un principio de differentia entre ambas concepciones del poder monárquico: los persas obedecen a la tiranía (δεσποσύνη) de un solo hombre, en tanto que los griegos están sometidos a la tiranía del νόμος, más allá de cualquier voluntad individual. En síntesis, el diálogo entre Jerjes y Demarato ilustra, en buena medida, una actitud ambivalente en lo relativo a la naturaleza del poder real y, en particular, en las atribuciones identitarias que construye el relato en relación con los bárbaros y los espartanos. Existe un principio de identificación entre la monarquía espartana y la autocracia persa, semejanza esta que el relato abona en varias oportunidades y que se materializa aquí en la ‘puesta-endiálogo’ entre el espartiata Demarato y el Gran Rey. Es dicha identificación, basada en una concepción aristocrática y verticalista del poder, la que posibilita el intercambio de palabras en el plano narrativo entre ambos personajes. No obstante, el desarrollo del diálogo pone de relieve el principium mismo que introduce la diferencia entre ambas concepciones del poder: la tiranía absoluta de la monarquía aqueménida que deriva de la voluntad de un solo hombre frente al nómos griego que regula cualquier tipo de exceso en las conductas individuales y que opera de marco legal que impide la arrogación absoluta del poder en manos de un solo individuo.

Notas

1 Término este con que WATERS (1966: 157) designa la escritura de diálogos o conversaciones entre personajes históricos o cuasi-históricos desarrollada con un propósito genuinamente histórico. Sobre los discursos herodoteos en general, véase WATERS (1966); HOHTI (1976); LANG (1984); LATEINER (1989: 19-21); FLOWER& MARINCOLA (2002: 7-8).

2 Cfr. HAUVETTE (1894); SCHMID (1934); EVANS (1968); MOMIGLIANO (1966, 1957, 1992). Sobre el uso del discurso directo y la cualidad mimética de las Historias y la épica homérica, cfr. BOEDEKER (2002). En una reciente y ambiciosa obra de análisis y cotejo de los discursos directos de Heródoto y Tucídides, SCARDINO (2007: 46-59), indica la deuda de ambos historiadores respecto de Homero en la funcionalidad de los discursos directos: dramatización de los eventos, caracterización del orador según el tipo y el comentario e interpretación de los acontecimientos a nivel de la fábula.

3 Cfr. WATERS (1966:157-7); HOHTI (1967); LANG (1984). La vinculación entre la obra herodotea y la sofística ha recibido recientemente un tratamiento renovado por THOMAS (2000). La autora entiende, particularmente, la conexión de Heródoto con la sofística en términos de horizonte de época o de ambiente intelectual, del mismo modo en que es posible establecer una afinidad teórica con determinados textos médicos de inspiración hipocrática.

4 Cfr. SCHEPENS (1975: 259); FEHLING (1989); MOMIGLIANO (1978).

5 Cfr. THOMAS (2000: 271), quien llama la atención sobre la importancia de los discursos directos –usualmente poco estudiados– en la obra como testimonios del contexto intelectual en que se gestó la historíē, especialmente, en una coyuntura en que florecía el estudio y práctica erística y el lenguaje de la demostración y la prueba. Para un tratamiento reciente y exhaustivo sobre los discursos directos tanto en Heródoto como en Tucídides, cfr. SCARDINO (2007).

6 El rey Demarato de Esparta traza un recorrido narrativo caracterizado por el constante cruce de ‘fronteras’. La primera referencia a Demarato ocurre en el libro 5 en relación con la cuarta invasión del Ática en el año 506 liderada por Cleómenes, en lo que posteriormente se denominó la dichostasía de Eleusis. En dicha ocasión Demarato se plegó a la decisión de los corintios de retirarse de la expedición, hecho que puso de manifiesto la disensión entre los diarcas espartanos (5. 75). En 6. 51 ocurre una nueva mención de Demarato, donde se destaca su rivalidad con Cleómenes y su campaña de desprestigio. Por último, en 6. 65-6 –en el contexto de la campaña contra Egina del año 491 en la que afloran nuevamente las disensiones entre ambos monarcas– se narra la estratagema urdida por Cleómenes tras su regreso a Esparta en connivencia con la Pitia y Leotíquidas II, primo de Demarato. Acusado de ser un hijo ilegítimo de Aristón, Demarato es finalmente depuesto del trono, tras lo cual busca exilio en Asia en la corte de Darío (6. 67-70). La participación de Demarato a nivel narrativo adquirirá protagonismo en los libros 7 y 8 en los que se le otorga voz propia, convirtiéndose en ‘colaborador’ de las campañas de Jerjes, especialmente en calidad de consejero real.

7 El episodio ha sido, por lo general, abordado desde el Leitmotiv del ‘sabio consejero’ recurrente en los lógoi de Heródoto, cfr. BISCHOFF (1932), LATTIMORE (1939). DILHE (1962: 207-220) ha destacado algunos elementos sofísticos en la construcción del diálogo. THOMAS (2002:109-112) encuadra el diálogo en el debate contemporáneo entre nómos y phýsis, señalando la preeminencia del nómos sobre la phýsis como principio de explicación en el diálogo entre Jerjes y Demarato. Se ha especulado también acerca del significado del término eleuthería y eleútheros en el pasaje. En este sentido, OSTWALD (1995: 46-8) contrapone la presunta idea persa de ‘libertad’ –entendida como ausencia de dominación interior– y la idea griega, que supone el acatamiento de normas regulatorias. BOEDEKER (1987), en un artículo dedicado a la figura del rey espartano, discute la ‘doble cara’ de Demarato en la narración que ofrece Heródoto: por un lado, como rival político de Cleómenes en Esparta y, por otro, su labor como exiliado en la corte de los aqueménidas. MUNSON (1993: 39-54) analiza la figura de Demarato en contrapunto con otros representantes de la realeza sui generis de los espartanos en las Historias y señala la ambivalencia que caracteriza la actitud herodotea respecto de la monarquía en general y la diarquía espartana en particular. Véase también HARTOG (1988: 334), quien contrapone en el pasaje el despotismo persa con la legalidad griega.

8 Los pasajes de Heródoto citados en nuestro estudio corresponden a la edición de GODLEY (1920-1946). También se han consultado otras ediciones, traducciones, comentarios y estudios generales, cuyos títulos figuran en la bibliografía.

9 En relación con la acuñación del término, cfr. BISCHOFF (1932), LATTIMORE (1939), DEWALD (1987: 20). Frecuentemente asociados a figuras emblemáticas del discurso trágico como Tiresias en Edipo Rey, ciertos personajes de las Historias como Solón, Creso, Amasis o –en nuestro caso– Artábano cumplen el rol de anticipar los sucesos infaustos que se avecinan a determinados protagonistas de la narración o de persuadirlos respecto de cursos de acción más sensatos, al tiempo que formulan grandes verdades en forma de máximas. La función de dichos personajes es, entre otras, la de enfatizar la obstinación de quien se niega a recibir consejo.

10 Así, por ejemplo, Platón presenta a Jerjes en su diálogo Leyes (694 A - 695 E) como "joven e impetuoso", el último exponente de la decadencia de la realeza persa. Dicha degeneración de las buenas cualidades del gobernante se origina, según Platón, en una paideía inadecuada –a manos de reinas ambiciosas– que condujo a los jóvenes monarcas por los caminos de la hýbris. Acerca de la figura de Jerjes en las Historias, véase, entre muchos otros, IMMERWAHR (1966: 176- 183), quien señala que la figura de Jerjes constituye el retrato más complejo de los reyes persas en la obra así como ejemplificador de las características de los monarcas en general. LATEINER (1977: 173-182), por su parte, analiza la ‘risa’ de Jerjes como símbolo de su fe ciega en el poder y su incapacidad de ver la realidad. LATEINER (1989: 172-9) destaca también los atributos prototípicos de la autocracia persa encarnados por Ciro, Cambises, Darío y Jerjes. GAMMIE (1986:171-195) examina los rasgos prototípicos o convencionales en el retrato herodoteo de Jerjes (además de otros tiranos persas y griegos) y los aspectos innovadores a la luz del discurso de Otanes acerca de los vicios del tirano. SANCISIWEERDENBURG (2002: 579-590) destaca el sesgo etnocéntrico y tendencioso de la representación herodotea, elaborada sobre la base de fuentes en sí sesgadas, que impide a un historiador obtener datos certeros acerca de la personalidad del Gran Rey.

11 Las traducciones en todos los casos son propias. Seguimos el texto de la edición de GODLEY (1920-1946).

12 Se vislumbra aquí la incidencia de la sofística en el empleo del términoἡδονή en relación con la finalidad retórica del lógos. La asociación entre el placer (ἡδονή) y el engaño (ἁπάτη) es una constante en el imaginario griego, desde Homero hasta Gorgias. La confrontación de lo ‘placentero’ con lo ‘verdadero’ en el ámbito de la retórica será objeto de la contienda socrática contra la sofística atestiguada por Platón.

13 El primer elemento que propicia la semejanza entre la figura del monarca espartiata y el rey persa emerge a nivel del significante: el texto griego emplea el mismo término βασιλεύς para hacer referencia a uno y a otro. Sin embargo, las reconstrucciones historiográficas han demostrado el abismo que separa a la figura del Gran Rey persa –epítome del poder despótico, fuente de toda autoridad cívica y militar que alcanza a cada uno de los súbditos de un vastísimo imperio– de las efectivas atribuciones de los diarcas espartanos, sometidos a un severo control por parte de las otras magistraturas colegiadas. De allí la ambigüedad semántica que genera el empleo de un mismo término para aludir a realidades institucionales que, aun en la Antigüedad, eran percibidas como disímiles en la prάxis.

14 Acerca de los sentidos del término eleuthería en época clásica, cfr. HANSEN (2010: 1-10). Como señala allí el autor, el sentido primero y más estable del término es la oposición entre eleuthería (libertad) y douleía (esclavitud). En el ámbito político de la pólis democrática, dicha condición de eleuthería era a menudo interpretada como opuesta al sometimiento a un poder despótico o tiránico. En el contexto de nuestro diálogo dicha condición de ‘libertad’ es concebida, desde la perspectiva autocrática del Gran Rey, de modo negativo.

15 Este sentido de ‘libertad’ al que parece aludir Jerjes, entendida como disipación y desorden –más cercana a la idea de ‘libertinaje’ – se encuentra escasamente atestiguado. En efecto, HANSEN (2010) no lo incluye dentro de los sentidos más usuales del término, aunque sí repara en la acepción que aproxima, en el contexto de la pólis democrática, la eleuthería a la facultad de hacer cada uno ‘lo que a uno le place’, sin ser interferido por otros o por las autoridades. La connotación peyorativa del término –en el sentido de disipación o desenfreno personal– aparece en un pasaje del Gorgias de Platón (492c) donde se asocia a los términos τρυφή y ἀκολασία.

16 Para un análisis de este pasaje del diálogo en el marco del debate nómos/phýsis del siglo, cfr. THOMAS (2002: 123-5). La autora contrapone la insistencia de Jerjes sobre la phýsis como factor determinante –por ejemplo, en la expresión de miedo de las tropas griegas–, y el nómos como elemento central en la argumentación de Demarato sobre la aretḗ espartana.

17 MILLENDER (2002: 39-41) –quien vislumbra una representación peyorativa de los espartanos en la obra de Heródoto– interpreta el enunciado "tiranía de la ley" ad locum como un indicio de las semejanzas entre el accionar espartano y el persa: uno y otro demuestran valor solo como consecuencia del ‘temor’ (ya sea al del amo, en el caso persa, o al castigo de la ley, como en el caso espartano) y no en aras de un sentimiento de libertad o un ideal patriótico. Véase al respecto también FORSDYKE (2001: 348). Creemos que, sin negar los paralelismos que Heródoto busca trazar entre ambos ejercicios del poder real en este diálogo y en la obra en su conjunto, aquí Demarato introduce más un principio de diferenciación que de identidad entre ambos pueblos. No obstante, el rey espartano traduce la diferencia en términos que resultan comprensible para Jerjes.

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Recibido: 05-05-2014
Evaluado: 17-05-2014
Aceptado: 20-05-2014

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