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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.18 no.2 Santa Rosa Dec. 2014

 

ARTÍCULOS

El Rapto de Helena de Blosio Emilio Draconcio*

Gabriela Marrón (introducción, traducción y notas)
[Universidad Nacional del Sur - Conicet]
[marron.gabriela@gmail.com]

María Luisa La Fico Guzzo (revisión)
[Universidad Nacional del Sur]
[mllafico@criba.edu.ar]

Resumen: En este trabajo presentamos la traducción del latín al español, con introducción y breves notas, del octavo de los denominados Carmina Profana o Romulea escritos por el poeta cristiano Blosio Emilio Draconcio durante el siglo V y transmitido por la tradición textual bajo el título De Raptu Helenae.

Palabras clave: Miniatura épica latina; Tardía Antigüedad; Cristianismo; Mitología pagana

The Rapt of Helen, by Blossius Aemilius Dracontius

Abstract: In this paper, we offer the translation from latin to spanish, with introduction and short notes, of the eighth of the so-called Carmina Profana or Romulea, written by the poet Blossius Aemilius Dracontius during the 5th Century and transmitted by textual tradition under the title De Raptu Helenae.

Keywords: Latin miniature epic; Late Antiquity; Christianism; Pagan mythology

Introducción

Toda traducción constituye un fenómeno complejo, no sólo vinculado con la problemática del contacto intercultural y de las relaciones entre lengua e identidad, sino también estrecha e inevitablemente relacionado con el uso del lenguaje y con los mecanismos de producción, reproducción y circulación del saber. Si bien durante mucho tiempo la traducción fue concebida como una mera transferencia de significados, otras líneas actuales de investigación proponen abordarla como una práctica social, cultural y comunicativa, que se encuentra anclada en determinadas coordenadas espaciotemporales e involucra el accionar de sujetos concretos. En lo que al campo específico de la traducción literaria se refiere, por ejemplo, desde la selección misma del texto a traducir -en términos de su pertenencia genérica, la posición central o marginal de su autor en el canon, el estatus de la lengua, de la cultura y de la literatura de origen, entre otros aspectos- hasta la elección de la variedad lingüística a adoptar -permeada por las convenciones literarias presentes en el horizonte de recepción de la cultura de destino1- demandan a los traductores decisiones de orden glotopolítico2, por lo general explicitadas en el marco de los prefacios o introducciones que-como este texto- preceden a las traducciones en sí mismas3.
Ante la publicación de esta primera traducción argentina del De Raptu Helenae4, entonces, corresponde señalar que, así como en nuestro país la lengua literaria carece de una tradición de traducción codificada para las obras de la Antigüedad Clásica5, el campo específico de las traducciones de textos latinos pertenecientes a la Tardía Antigüedad y a los primeros siglos de la Edad Media se encuentra en una posición incluso más compleja, porque el universo literario surgido durante ese extenso período de transición constituyó, durante años, un terreno relativamente poco explorado en el mundo académico. Los cursos de literatura latina normalmente han tendido a ocuparse del período clásico; los de literatura medieval, a centrarse en las producciones poéticas de las lenguas vernáculas; y, si bien siempre ha existido cierto interés específico por la literatura cristiana de la Tardía Antigüedad, los textos de temática mitológica escritos en lengua latina durante esa misma época no parecen haber gozado de la misma difusión que las obras de autores como Juvenco, Ausonio, Prudencio, o Paulino de Nola. No resulta extraño, entonces, que el nombre y las circunstancias de vida de Blosio Emilio Draconcio -un poeta que escribió en lengua latina a mediados del siglo V, durante la dominación política del pueblo vándalo en el norte de África- puedan llegar a resultar aún relativamente desconocidos.
En las obras de este autor convergen diferentes circunstancias históricas, culturales, políticas, religiosas y lingüísticas que informan de la complejidad inherente a la literatura escrita durante los desplazamientos de los pueblos "bárbaros" desde Asia hacia Europa. Su producción literaria abarca tanto temas cristianos como mitológicos. Entre los primeros, hallamos la Satisfactio y los tres libros del De Laudibus Dei; entre los segundos, la Orestis Tragoedia y diez poemas, conocidos como Romulea, entre los que se destacan tres miniaturas épicas6, tituladas Medea, Hylas y De Raptu Helenae7.
La edición canónica de este último texto, cuya traducción ofrecemos a continuación, fue la establecida por Vollmer (1905) en los Monumenta Germaniae Historica. No obstante, tanto la edición española, de Díaz de Bustamante (1978), como la francesa, publicada por Wolff en la colección Les Belles Lettres (1996), resultan actualmente imprescindibles para cualquier acercamiento riguroso al texto. Fundamentalmente, porque el poema se ha transmitido a través de un único manuscrito (Neapolitanus, Biblioteca Natzionale, códice IV E 48, siglos XV/XVI), cuyo deficiente estado de conservación, sumado a la ausencia de ediciones críticas unitarias, conlleva la necesaria consulta de las distintas emendatio propuestas por los diferentes editores de las obras completas de Draconcio8. Consecuentemente, en nuestra traducción hemos optado por seguir el texto fijado por Wolff, que constituye la reflexión integral más reciente sobre el conjunto de los problemas textuales presentes en el poema, y cuyas soluciones generalmente adoptamos, a excepción de algunos casos puntuales, señalados en las notas al pie.
No obstante, en términos estructurales, a diferencia de lo propuesto por Wolff9, hemos preferido organizar nuestra versión española del texto en seis partes y subtitularlas, respectivamente, como "Proemio" (vv. 1-30), "Desde el monte Ida hacia Troya" (vv. 31-245), "Embajada al reino de Telamón" (vv. 246-384), "Tormenta y arribo a Chipre" (vv. 385-584), y "Reencuentro en Troya" (585-655). Entendemos los setenta versos finales del poema, que presentan el retorno de Paris a Troya junto a Helena, como una suerte de epílogo, escindido del episodio que narra el naufragio, el arribo a Chipre y el rapto de la espartana.
Finalmente, conforme lo señalado al comienzo de esta breve introducción, consideramos relevante explicitar las razones subyacentes tras las decisiones que hemos adoptado, en nuestra versión del texto, con relación al uso de los pronombres y las conjugaciones verbales de segunda persona singular y plural. Como el lector podrá observar, en esta traducción los personajes no se interpelan entre sí recurriendo al "vosotros", sino al "ustedes", que entre los hispanohablantes americanos, a diferencia de lo que sucede con la comunidad lingüística castellana del territorio español, posee una distribución indiferenciada, en términos de mayor o menor gradación de formalidad, para el tratamiento de la segunda persona plural. Por otra parte, el lector notará que, con respecto al uso pronominal de la segunda persona singular, a excepción del episodio de la embajada al reino de Telamón, donde tanto Antenor, como Polidamante y Eneas marcan la relación de asimetría con el soberano utilizando el "usted", el resto de los personajes del poema recurren siempre al "tú" como forma de tratamiento singular. Ello obedece a la intención de privilegiar el uso formal diferenciado del paradigma pronominal "tú" y "usted", cuya distribución geográfica es, aparentemente, la de mayor amplitud actual en el mundo hispanohablante10.

Proemio (1-30)

Me aproximaré, por un camino mejor11, al viaje del pirata troyano, al rapto de la mujer lace demonia12, y la audacia cometida por ese pastor de corazón criminal13. Nos referimos al enemigo del anfitrión y del lecho nupcial14, al que pisoteó los derechos del marido15, los lazos conyugales, el pudoroso placer de la vida compartida, el principio material de una familia, la esperanza de un linaje y la garantía amorosa de una descendencia. Porque todo proviene de la madre, a partir de la madre se crea lo que da forma a los miembros humanos. El padre es la fuente, el autor, el origen, pero el padre no es nada sin la madre: ¿en qué proporción está presente el padre en cada hombre? La madre es todo para la propagación de la especie.
Recibo tu inspiración, gran Homero, para poder narrar el crimen de Paris, el adúltero raptor: tu dulce paladar pule el contorno de las suaves palabras que derramas, todo poeta que desciende a la fuente de Aonia16 quiere que seas su divinidad. Estando tú presente, no le digo "ven" a Camena17, será suficiente la sabiduría de Homero, que permanece vigente después de su muerte, que se vengó de los dárdanos e hizo tomar las armas a los pelasgos, incitándolos en la guerra contra Pérgamo18; y también la del poeta que invadió a los troyanos durante la noche, encerró hombres armados dentro de un caballo, derribó las murallas de Troya e hizo morir a Príamo bajo el ataque de Pirro19.
El pedestre poeta que soy reúne aquello sobre lo que no quisieron escribir los dos hijos de las Musas e invoca la divina inspiración de ambos20. Las zorras consideran un honor esperar los restos de las presas de los leones. Arrastran los desnudos huesos como si fueran piezas de caza y les alegra ser dignas de los mismos alimentos que, una vez aplacada la rabia del hambre, otros vientres repletos rechazaron.
La lengua ática te protege, venerable Homero. A ti, Virgilio, te encumbra la lengua latina. Revélenme, les pido, por qué causa el criminal Alejandro21 se vio impulsado a despojar con un rapto la ciudad de Amiclas22.

Desde el monte Ida hacia Troya (31-245)

Ya se había sentado el pretor en el Ida23, como juez de las divinidades. Ya el prado, ya la tierra cubierta de pasto se erigía como sitial ceremonial24 y las hierbas formaban un tribunal celestial. El pastor de Ilión, que había eximido de caución a las diosas25, resuelve la disputa de manera parcial26. Venus se retira elogiada; Juno, menospreciada. Derrotada en hermosura, la casta diosa se aflige y se aleja entristecida: ¡pobre del que ignora los males destinados a quien se atreve a imponer leyes a Minerva!
El juez del Ida pronuncia su sentencia a cambio de la recompensa prometida. Paris resulta condenado. Pero no sólo el pastor es considerado culpable por este litigio: también son condenados a morir sus padres, sus hermanos, la totalidad de familiares y allegados suyos que habitan en Troya: una misma muerte los iguala a todos. ¡Y ojalá sólo hubiera muerto esa triste ciudad! Son condenados diversos pueblos, es condenada la habilidosa Grecia, que enviudará de magníficos hombres. Llorará la Aurora a su hijo, el combativo Memnón27. Son condenados el héroe nacido en Tesalia28 y el invencible hijo de Telamón29: mueren dos rayos fulminantes para el campo de batalla. Aquiles expía la culpa de las bodas de su madre, donde se originó el conflicto30. Acaso Áyax caiga a tierra porque Hesíone31, su madre, nunca fue devuelta a Príamo. De esa manera se proporcionó la causa del rapto, para abatir simultáneamente a los pueblos, cuando personas de ambos sexos perdieron la vida y, finalizada la guerra, no se respetó ni siquiera a un niño32.
¿Así surge el resentimiento de los dioses? ¿De tal modo se ensaña la ira de los cielos y castiga con semejante venganza a quienes pierden el rumbo? Los hados33 empujan al hombre a cometer actos de audacia, los despiadados hados, que siempre se niegan a doblegarse: jamás nada se interpone a su paso; mientras avanzan, ningún obstáculo que se presente los retiene; todo lo cerrado se abre para ellos.
A Paris el rebaño le genera aversión. Le disgustan los manantiales, su cabaña, los pastizales, los bosques, los arroyos y los campos. No se siente atraído por la melodiosa flauta. Enone34 ya no le gusta, le parece un poco rústica. Desde que Venus le prometiera, en el Ida, una esposa tan linda como ella misma desnuda, así es la mujer que el pastor desea. Habiendo mediado en tal litigio divino, ahora el héroe desprecia los campos sembrados. Solamente Pérgamo le resulta agradable. Su voluntad y los hados le ordenan llegar a los muros de Troya. Paris lo sabía todo desde pequeño, la cariñosa nodriza35 le contó de qué sangre procedía, cuál era su pueblo y dónde quedaba la casa en que había nacido. Tomando el viejo sonajero36 junto al que había sido abandonado, el pastor ya se encaminaba hacia Troya. Apenas había divisado, exhausto, la ciudad amurallada, cuando la parte superior de la torre se derrumba sin que nada la roce, se estremece la tierra, se desmorona de pronto la zona reforzada del muro y ceden los marcos de la Puerta Escea37. Entonces se secaron las aguas del Simois38 y se enrojeció el curso cristalino del río Janto39. El Paladio40 transpira, nervioso por la proximidad del pastor, y se caen solas las estatuas de Minerva.
Era justo el día en que anualmente se conmemoraba que Príamo, el desdichado soberano, había reconstruido Pérgamo una vez finalizado el ataque de Hércules41. El hijo de Laomedonte42, que cada año presentaba ofrendas a las inconmovibles divinidades, se dirigía hacia la parte más elevada de la ciudad para cumplir sus votos a Júpiter, e iba a ofrecerle un sacrificio a Minerva. A la derecha de su padre se encontraba Héctor, el más fuerte de todos; a su izquierda estaba Troilo, junto al temeroso Polites43; y detrás lo escoltaba, avanzando en grupo, el resto de sus hijos. A su vez, el conjunto de hijas rodea a la reina, que camina acompañada por sus nueras, cumpliendo con sus piadosos votos. El rey sigue a Heleno, la madre se ubica junto a Casandra44. El pastor interrumpe la procesión y, con firmeza en la voz, saluda al asombrado grupo que avanza y se dirige al templo.
"Felicidades, soberano, salud a todos, amigos; o hermanos, mejor dicho, para hablar con propiedad. Tú, Héctor, que no sólo eres muy fuerte, sino también el punto más alto y descollante de la ciudad; y tú, Troilo, vigoroso por la entereza de tu carácter: soy su hermano, reconozcan a su hermano. Compartimos la misma sangre, soy descendiente de Príamo, Hécuba me engendró. Me excluyeron de esta familia sin haber cometido crimen alguno. El pequeño Alejandro fue criado en el Ida como pastor. Pero no por ser pastor me consideren indigno, frigios45: yo puse fin al litigio divino y, conmigo como juez, el cielo quedó libre de pleitos. Hermanos, son sangre de mi sangre, si me creen -ya que ni el culpable corazón del rey lo niega, ni rechaza a su hijo la madre-, reconozcan el irrebatible sonajero junto al que fui abandonado".
Así dijo. Y expuso ante la ciudad la prueba de su linaje. Esas palabras, la buena fe, la piedad conmueven inmediatamente el corazón de sus padres. El rubor que se expande por sus rostros confiesa, con nobleza, el crimen cometido. El padre se abraza de inmediato al cuello de Paris y lo empapa con lágrimas de felicidad: confundido, se negaba a aceptar el perdón del hijo. Quedaron todos estupefactos. Alegre, la madre se acerca corriendo -el amor proporciona a sus pasos la celeridad que los años le niegan- y enseguida se aferra con sus brazos al muchacho. Ambos lo llenan de besos en el cuello y el rostro; insisten, con empeño, en acariciar el cuerpo del joven. Pero el amoroso entusiasmo les hace compartir el objeto de su ternura: alternándose para hacerlo, disfrutan por turnos del querido cuello de Paris.
Mientras tanto, la noticia había recorrido ya toda la ciudad: por los templos de los dioses, sobrevuela el rumor de que un pastor del Ida pretende ser visto como descendiente de la estirpe real. Entonces, el adivino Heleno, que abandona los altares y el templo, exclama desde lejos: "Despiadado padre, pésima madre, ¿qué pretende este cruel amor, por qué llevan la ciudad a su perdición? Esta es aquella antorcha que apareció en tu sueño, madre, la que incendiará Troya y entregará el reino de tus mayores a cambio de una nuera46. Ya la Grecia toda, ofendida, se levanta en armas para castigar el rapto de la mujer lacedemonia, ya se encaminan los dánaos47, con miles de naves, hacia nuestras costas. Se escucha el fragor de los campamentos dóricos48, ya Aquiles hace estremecer a Pérgamo, ya combaten los dánaos, ya distinguimos el cuerpo arrastrado de Héctor, ya te enardeces en combate, Troilo, ya la audacia te desploma antes de tiempo, valeroso muchacho, temerario por la fortaleza de tu carácter. ¿Pero por qué me opongo a los hados, por qué rechazo el azar prestablecido, si de nada sirve conocer el futuro cuando los presagios son desfavorables? Me esperan el desmesurado Pirro y la suerte de un reino49".
Mientras Heleno habla, la sacerdotisa Casandra se acerca y, en trance, abrazada a Hécuba, anuncia la siguiente profecía: "¿Por qué, madre injusta, por qué, padre desgraciado, por qué preparan nuestros funerales? ¡Ay compasión sin memoria! Eres piadosa, madre, pero con uno solo: abrazas al pastor, pero eres despiadada con el resto de tus nobles hijos. Como suplicante, vas a entregar dinero a cambio del cadáver de Héctor, arrastrado sobre piedras y terrenos escarpados. No te lo devolverán entero: en lugar de tu hijo, recibirás el cuerpo desgarrado de Héctor sin vida, rescatado a un precio demasiado alto. A mí me espera una violación en el templo. Áyax, el hijo de Oileo50, va a penetrarme por la fuerza mientras se derrumba el palacio. Ya se incendia la ciudad, aunque tú mismo, rey, no serás cremado. Ya se escuchan los ladridos de Hécuba51 y los dánaos arrojan a Astianacte52 desde lo alto de la muralla. Así te ofrece Belona53 una nuera, así el pastor del Ida será él mismo yerno del Tonante y alcanzará la cima, pero se desplomará inmediatamente después54.
Pronto entrará Pirro en combate, resquebrajará las murallas, condenará a Pérgamo a las llamas y, enardecido, usará su espada para degollar a Príamo frente a un altar. ¿Pero por qué profetizo en vano todas estas cosas? Mi padre ya accede a ser consuegro del Tonante y oprime a su patria. El infame aborrece a sus hijos y pretende privar de su esposo a Andrómaca55. ¿Por qué no reaccionas, Troilo? ¿Por qué economizas fuerzas, Héctor? La muerte los reclama, los adversos hados se revelan en su contra. Los busca el nieto de Éaco56, los mutila el despiadado y fulminante Aquiles: reciben, siendo inocentes, el castigo del raptor.
Poseo el don de la profecía, pero nadie me cree57. ¡Al menos rebélense ustedes, ciudadanos! ¡Separen los brazos con los que ambos padres rodean el cuello del funesto joven! ¡Arrojen a mi hermano desde la cima de la muralla! Este es el enemigo que anunciaron los hados, el que llenará de cadáveres la ciudad y hará que Príamo carezca de sepultura. Arránquese del pecho de la hija de Ciseo58 ese amargo retoño. Que ese ser abominable sea ofrecido en sacrificio y, de ese modo, se purifique nuestra ciudad. Que se aplaque a Juno, que se aplaque a la casta Minerva con la muerte del sacrílego. Aplaquen al estruendoso Júpiter, cuya esposa pospuso el pastor al preferir a la de Vulcano. Muchas ciudades tienen la costumbre de ofrecer, en sacrificio a sus muertos, un inocente como salvación. Ustedes, en cambio, inmolen a un culpable para que sea posible asegurar la salvación de los que cumplen sus obligaciones con la patria y los dioses. La medicina suele acrecentar el dolor para suprimirlo; otorgará la curación a todos los miembros del cuerpo a partir de uno de ellos, ya que en una persona herida la amputación es saludable y el padecimiento proporciona el vigor primero arrebatado. Asuman la responsabilidad, hermanos; escúchenme, ciudadanos; consiéntanlo, padres: ordenen que se dé muerte al pastor con la espada paterna, que caiga herido por la espada fraterna. Si cualquier persona no iniciada accede a matar al culpable, que la ciudad la designe sacerdote para hacerlo: cedo mi puesto. Si nadie acepta cumplir esa obligación en mi lugar, las autoridades religiosas, Heleno y Laooconte59, facultados para llevar a cabo sacrificios, accederán a mis ruegos y lo ejecutarán juntos".
Mientras la desdichada Casandra profetiza los futuros lamentos, se presenta ante la vista de todos los frigios Apolo Timbreo60, que circundó la ciudad de Pérgamo con un muro sin recibir la retribución acordada y desea vivamente que los miembros de esa desagradecida estirpe paguen por el delito de su avaro antecesor61. Los frigios quedaron atónitos, la propia sacerdotisa dejó de hablar.
"¿Qué profetiza esta joven?", dijo. "¿Por qué grita palabras negativas aquel otro? ¿Heleno pretende atemorizar y disuadir a Pérgamo con ese discurso? Apartar al pastor del palacio paterno está terminantemente prohibido por los hados, que urden grandes sucesos. Los mandatos divinos son inamovibles: solamente él podrá derribar a Aquiles, el magnánimo nieto de Éaco. Se dispone que el dominio de los troyanos se extienda hasta donde las riendas del carro del Sol despliegan el día, hasta donde lo ocultan, hasta el sitio en que gira el eje helado, hasta la zona abrasada por el sol ardiente62. Los troyanos recibirán en posesión el mundo entero, y no durará poco tiempo el reinado de su estirpe. Los hados persisten, las palabras del Tonante quedaron grabadas de una vez y para siempre: les concederá "un poder sin fin"63. Sofrenen esta locura. ¿Qué juez mortal podría condenar a muerte al juez de los inmortales? Además, los hados no lo permiten. Desear matar a alguien y no poder hacerlo es vergonzante. Aunque resulte fastidioso, que nadie amenace al que protegen Cloto, Láquesis y la grandiosa Átropos64. Arranquen el vellón que viste su blanco torso: que lo ciña ropa teñida con la rutilante púrpura del múrice sarrano65. Que no se avergüence de haber apacentado ovejas: yo mismo, Apolo, fui pastor y, cantando, guié un rebaño completo a los corrales, mientras veía humear, a lo lejos, los tejados del poblado. Yo, un dios, temeroso de Alcestis, ordeñé aquellas ubres por las noches, mientras Admeto contaba las cabras y ovejas que entraban66". Dicho esto, Príamo, sintiéndose seguro, adora a Febo, con sumisión y agradecimiento. Por su parte, Héctor, el mejor de todos, permanece callado.
Aunque Paris ya no tenía un rango inferior en el reino, después del juicio divino todo le parece poco: el cetro, la tiara, el poder, la trábea67. Quiere sumar un renombre único a los títulos de sus mayores, quiere alcanzar una gloria duradera, para disimular su anterior condición de pastor. Apenas había alcanzado a ver el palacio del rey, que ya busca en la costa las embarcaciones ilíacas, preparándose mentalmente para surcar el mar Egeo68. Entonces, con palabras dignas de respeto, el padre se dirige al muchacho de esta manera: "Hijo, retornado amor de tus padres, buen juez del Ida, dime, ¿para ir adónde organizarías las naves, en qué dirección desplegarías las velas? No proyecto ninguna guerra, gobierno mis reinos en paz. Pero si el ocioso descanso te avergüenza, Alejandro, y consideras una deshonra no tener ocupaciones, puedes ser mi embajador, hijo, reunirte con el rey Telamón69 y reclamarle de inmediato a mi hermana Hesíone. Sí, una hermana mía permanece cautiva mientras ocupo el trono. En tu recorrido por los reinos dóricos, Venus te dará una esposa y Juno te convertirá en marido".
Contento, respondió entonces el joven: "Obedeceremos con mucha alegría al mejor de la estirpe troyana: no hay motivos para oponerse a tus órdenes". El anciano, feliz por la prudencia de su hijo, agrega: "Que los dioses secunden tu justa decisión. Sólo una cosa te ruega, como suplicante, tu padre el rey: concede a mi autoridad que te acompañen al menos tres destacados hombres de la ciudad. Con sus advertencias, la venerable vejez sosiega el desmesurado arrojo de la juventud. Te garantizaré una compañía egregia: después de Héctor, ante el que toda fuerza se inclina, son los tres varones más ilustres de Ilión. Irán contigo Antenor, Polidamante y también Eneas, tu cuñado, el joven hijo de Dione70". Así habló el rey. Y él mismo ordena que se hagan presena buscarlos.
El sirviente regresa de inmediato con los líderes al palacio real. Los insignes hombres comprenden hacia dónde se dirigen las velas. Abordan sin demora las naves y se alejan de la costa.

Embajada al reino de Telamón (246-384)

Las embarcaciones dárdanas navegan ya junto a Ténedos, pierden tras las aguas Abidos, Sestos y la curva del cabo de Malea, ya avistan Salamina71 y se dirigen al reino de Telamón. Una vez que las naves tocaron el puerto, el ancla muerde la costa y el hierro se hunde en la arena que sale a su encuentro. Ya amarradas las embarcaciones, bajan a tierra tanto los jóvenes troyanos, como los ilustres varones, que abandonan de inmediato la orilla y se dirigen a la morada del rey.
El héroe Telamón les brinda hospitalidad. Llevan ramos de frondosa oliva al palacio real, en aparente son de paz, pero no albergan sentimientos pacíficos, sino bélicos. Eran portavoces de un discurso capaz de incitar a un hombre a las armas, si no lo impidieran las leyes de hospitalidad, que ninguna persona razonable desobedecería.
Después de saludar al soberano, la embajada de Troya tomó asiento, y Antenor, con amable tono de voz, se expresó de esta manera: "Rey Telamón, corresponde que le informemos cuál es la causa por la que ilustres troyanos, e incluso el hijo del rey, se han visto obligados a venir a su palacio. Si usted lo permite, hablaré en nombre de mis compañeros y del príncipe. Príamo, del linaje de Dárdano, restaurador de nuestro pueblo y de nuestra ciudad -recordamos y reconocemos que fueron sus tropas, poderoso héroe, las que la devastaron- le ordenó a este selecto grupo venir desde Ilión a su reino, para que usted devuelva pacíficamente a la hermana del rey, que está en su poder por derecho de guerra. Reclamamos a Hesíone. La excelsa Troya yace en tierra, cubierta por las cenizas de su destrucción. Y el rey cree que Pérgamo no podrá volver a levantarse, magno soberano, salvo que ahora usted le devuelva la hermana que actualmente retiene cautiva. Resulta vergonzoso que el linaje de un rey se vea reducido a la esclavitud, y constituye un crimen que un rey no recupere por la guerra lo que en la guerra perdió. Pero como la anhelada paz lo desaconseja, recibirá una súplica en nombre de nuestro soberano: imagine si fuera usted quien le reclamara a Príamo una hermana y él la retuviera, ¿el dolor no lo impulsaría a tomar las armas si al suplicarle no se la devolviera? La razón de este pedido, Telamón, es la existencia de una afrenta y del rumor de una deshonra. Como la hermana de Príamo es esclava de los griegos mientras él ocupa el trono, surgen recelos y ganan crédito malintencionados comentarios: 'Pudo levantar a Ilión de sus ruinas' -será el rumor entre los frigios- 'pero, incluso siendo rey, no logró recuperar una hermana de su propia sangre de las manos de otro soberano' -añadirán".
Así habló. Telamón luchaba mentalmente contra su ira. La piedad, el afecto, el amor, la agradable convivencia conyugal y la imagen del hijo generan en su corazón una conmoción de virulenta amargura. Le solicitaban romper el matrimonio real y dejar de compartir el honesto lecho, algo que nadie hubiera tolerado, porque además, esa mujer era la madre de Áyax. Con furioso semblante, legítimamente enardecido por la ira, el hijo de Éaco comenzó a hablar de este modo: "Si hubiera algún sentido de la vergüenza o del honor en las intenciones de los troyanos, si sus derrotados corazones lamentaran la destrucción de Ilión, finalizada la guerra liderada por los semidioses a causa de quienes la gran Troya yace vencida, la estirpe de Príamo -botín de guerra para los pelasgos- nunca más se atrevería a desafiar en combate a los griegos, compañeros de Hércules. ¿Quieren rendir cuentas otra vez por los falsos juramentos del linaje frigio? ¿Tan leve fue el castigo que sufrieron hace un tiempo? Transmítanle a Príamo estas palabras, troyanos: ¿Quién, tras haber sido vencido, le dice al vencedor: 'Acepto que ganaste la guerra, pero quiero conservar el honor debido a mi valor guerrero, que me corresponda el botín, que se me destinen las recompensas de la gloria y todos los privilegios del triunfo. Que mi vencedor, en cambio, se vaya hambriento de gloria, adueñado de un mérito inútil'? ¿Quién se atreve a dirigirse con insolencia a un rey o a un marido desdichado y decirle: 'Anula tu matrimonio, que se desintegre la familia unida por una alianza conyugal honorable, que sea castigado el lecho de los enamorados, apaga las antorchas nupciales'? ¿Pero quién ganó? ¿Es posible que un hijo de Éaco, alguien que aplastó la patria de su enemigo, tenga que escuchar estas cosas? ¿Desde cuándo el vencedor se somete a las leyes del vencido? Si ha revivido la casa real del soberano Príamo y continúa reconstruida tras ser incendiada por mí, si el rey aprecia el amor de su hermana, que le otorgue la parte del reino que le corresponde como dote, no vaya a ser que Áyax reclame lo que su abuelo le habría legado a su madre si Troya hubiera permanecido en pie. La juventud griega de la época de mi suegro72, la que ustedes, frigios, conocieron en la guerra, ha envejecido. Pero fue sucedida en las armas por la generación de beligerantes hombres anhelada por todos aquellos líderes. Áyax, poderoso guerrero, constituye un ejemplo para nada despreciable: ya se destaca y exige pueblos sobre los que triunfar. También sobresale mi sobrino Aquiles, nacido en Tesalia y crecido en Emacia73: junto a Patroclo, que arrasa las guaridas de los centauros, ejercita sus armas contra los bifrontes seres de torva mirada. Rugen Esténelo74, el hijo de Tideo75 y Áyax de Oileo. Palamedes76, Teucro77, Ulises y el hijo de Néstor, Antíloco, celebran que Troya resurja, que Pérgamo vuelva a levantarse".
Respondió entonces, con docilidad, Polidamante: "Poderoso guerrero, hijo del que juzga las almas de los muertos78, rey cuya máxima gloria procede de nuestra ruina: modérese su recelo, atenúese su dolor, apacígüese su ira. El hermano que reclamó a una cautiva, honra ahora a una reina: también nosotros le rendimos pleitesía. Hesíone no hubiera podido contraer matrimonio con alguien mejor, ni siquiera de haber permanecido en pie Troya. Siendo una esclava, recibe un trono; obtiene dicha a partir de su mala suerte; deviene autoridad la que era un botín de guerra; asume el poder a partir de una desgracia. Quien le quitó una tiara es el mismo que le entrega una diadema. Le ruego, soberano, que a partir de esto aprenda cuál es la naturaleza de la estirpe dardania: nacida para reinar, no sabe servir esclavizada; gobierna a los argivos79 que la hicieron caer vencida. Al triunfar, la victoriosa Grecia obtuvo una reina, no una esclava. ¡Es digna de admiración por todo el orbe la generosa naturaleza de un soberano que no intenta aplastar reinos que ya sucumbieron ante su valor! Usted ordena que los caídos vuelvan a levantarse, que los reyes reinen y que surjan nuevos soberanos para reverenciarlo. Con usted al mando, la azarosa suerte del combate no tiene sentido, las guerras ya no pueden resultar nocivas. Si usted vence, poderoso señor, ¿quién, derrotado en la batalla, no deseará tocarle en suerte una vez finalizado el combate? Se tornarán súbditos los enemigos que triunfen, reinan mejor, bajo su mando, los derrotados".
Así habló el embajador. Ya se templa el corazón del rey, que antes tanto se había enardecido. Ruge la majestuosa furia del león, cuando observa de lejos la temible lanza blandida por la mano y, golpeándose las patas traseras con los latigazos de su cola, levanta la cabeza, sacude su melena contra el cuello y la parte superior del lomo, endereza la postura, rechinan sus dientes y estallan rugidos en su pecho. Resuenan entonces los ríos, los montes y las cavernas devuelven el eco. Pero, si una vez que ha arrojado la lanza, el astuto cazador se deja caer y se queda quieto boca abajo, desaparece la ira del león, que considera indigna una presa muerta fuera de su boca: la fiera desprecia el alimento que no ha matado ella misma y, si el cazador, inmóvil, solicita piedad, con feroz compasión lo perdona. Del mismo modo se sosiega el soberano aqueo, y él mismo ordena ofrecer banquetes festivos para los frigios durante siete días. Áyax y el hijo de Citerea80, dos relámpagos en la batalla, conversan mutuamente. Abraza al joven Alejandro la reina de los pelasgos, Hesíone, hermana de su padre, que admira en el rostro de Paris el parecido con Príamo.
Llegado el octavo día, cuando los caballos de Febo, galopando hacia arriba, ya velaban la luz de los astros, las ruedas del carro emergían del océano entre crepitantes olas y todo adquiría una tonalidad rosada, el hijo de Anquises81 se expresó con estas nobles palabras: "Puede usted envejecer feliz y en paz, soberano jamás derrotado en combate, ya que, después de la caída de nuestra ciudad, ninguno de los líderes troyanos lo incitará jamás a la guerra, impidiendo que Áyax alcance la madurez. ¡Pronto, magnífico rey, dominando y aniquilando todo numerosas veces, su hijo Áyax será un muro protector para los amigos y un temible ariete para los enemigos! Le haremos llegar a Príamo sus palabras".
Dicho esto, saludan al rey y se despiden. Se encaminan rumbo al puerto y llegan a la costa. Suben a la embarcación y levan el ancla de afilados dientes. Los marineros alzan las velas y reorientan las proas. El viento da impulso desde la popa y pronto se comban las velas, mientras surcan el mar y las brisas favorables aumentan.

Tormenta y arribo a Chipre (385-584)

Repentinamente, desde la costa africana, salen a su encuentro ventosas ráfagas acompañadas por una tormenta que dispersa de inmediato la flota en el océano. Las livianas embarcaciones son arrastradas desde la concavidad del mar hasta los astros. El navegante, sostenido por las olas en medio de los nubarrones, corre sobre el barco gobernado por las aguas. Cuando creen haber rozado la punta del cielo con los cabos del palo mayor y se convencen de que no puede haber nada más alto que esas montañas de agua, sobreviene una ola de más altura que el mástil, se cierne sobre las naves durante un rato, amenazándolas con el naufragio y, desde la cima, anuncia la inminente ruina a causa de la embestida del mar. Entonces el viento retira las aguas que sostienen la embarcación, la quilla toca fondo y dispersa la arena con el impacto. El remolino en torno de la nave es más alto que una muralla, oscila como una torre de agua hueca, y de él van desprendiéndose violentas olas que desgarran las velas.
Paralizado, Paris ya se disponía a saltar desde su propia embarcación hacia la de los embajadores, pero al ver a los troyanos dispersos por el vasto mar, se deshizo en amargos lamentos y, con congoja en la voz, comenzó a decir: "¡Felices los pastores, nacidos con mejor suerte: la tierra firme los sostiene y no los azota ninguna tormenta! No los asustan las olas que se agitan sobre la superficie del océano. Desprecian los ondulantes bramidos del mar enfurecido. En cambio, desde un monte elevado, como apostados en una fortaleza, contemplan los pastizales, los campos, el bosque, las fuentes, los cursos de agua, los prados, los rebaños que retozan en la llanura y las cabras que zigzaguean por escarpados peñascos buscando arbustos lejanos. ¡Con qué felicidad arrancan sus dientes el verde pasto! Corderitos y cabritos topetean las ubres maternas al mamar, moviendo impacientes el rabo, y disfrutan, con su tierno paladar, de beber el alimento y comer la bebida. ¡Qué encanto extraer la leche de las cabras y ovejas ordeñando sus ubres, mientras va cayendo el día y se acercan las sombras nocturnas! ¡Qué satisfacción cuando la leche fresca comienza a convertirse en blanco queso y el pastor va presionándola con sus manos contra el molde circular! Por una hermosa novilla han caído rendidos impetuosos toros, por una hermosa novilla rivalizan, embistiéndose entre sí, los machos dominantes. Porque reinar es un trabajo arduo y agita los corazones de los gobernantes la gran preocupación de que sobrevengan guerras o los dardos anuncien una sangrienta destrucción. El miedo a cualquier tipo de muerte se encuentra presente en todas partes: en tierra firme, se sienten amenazados por las espadas; en alta mar, temen las tempestades. A quienes reinan no se les concede ni siquiera una hora completa de paz".
Mientras habla, sobreviene una violenta ola, que resuena fragorosa y sacude la popa con sus aguas: la embarcación se eleva por el impulso y, desviada de la flota, queda depositada en Chipre82. Recibida una señal, cuando amaina la tempestad, se acercan también las demás naves y llegan juntas a la isla. Sólo faltaba la de los embajadores: se dice que, sacudida por la correntada y el oleaje, fue impulsada hacia el mar Jónico83 por los enfurecidos vientos y, expulsada hacia afuera, ya no está en el Egeo.
El pastor dardanio salta de inmediato hacia la arena, con los pies entumecidos por la travesía, y se recupera en tierra firme junto a sus compañeros.
Casualmente, ese día se celebraba en Chipre el aniversario del nacimiento de Dione. Se acerca al templo de Citerea, para rendirle culto a la diosa, todo lo que abarca la isla de Chipre y el bosque Idalio84, todo lo que contiene la elevada Citera, todo lo que adorna Pafos85 y todo lo que brinda esplendor a la silenciosa Amiclas. También se había dirigido allí Helena, la hermosa hija del alado Júpiter, mientras su marido ausente se encontraba demorado en Creta86.
La fama del príncipe había recorrido la ciudad, anunciando el arribo de Paris, descendiente del linaje troyano. Apenas se entera de la llegada del hermoso joven, la espartana comienza a dar órdenes y los sirvientes le llevan a París el mandato de la mujer nacida en Laconia87: que vaya para recibir hospitalidad, porque sería indigno, con la reina presente, que Paris permanezca en la arenosa costa como un humilde navegante.
Entonces el huésped se dirige rápidamente hacia el palacio del hijo de Atreo88, escoltado por todos sus compañeros. Pero cuando se encamina apresurado hacia la ciudad, siguiendo las indicaciones, observa el templo de Venus, junto al que había un grupo de suplicantes o una suerte de congregación de fieles, y entonces cambia el rumbo y se dirige hacia los altares.
Mientras tanto, unos cisnes blancos desdeñan el río y revolotean en la costa. Todos miran cómo unas mansas palomas se desplazan suavemente de un lado a otro por los aires, hasta que un veloz milano, enfurecido, alborota a las inofensivas aves, persiguiéndolas en vuelo y asediándolas a todas con sus chillidos. Más arriba sobrevuela también un gavilán, cuyas poderosas alas se ciernen sobre ellas. Entonces un sabio adivino, descendiente de la estirpe de Melampo89, que casualmente se encontraba en Chipre durante esos días festivos, comenzó a hablar de este modo, exclamando con lucidez: "Los espontáneos augurios del vuelo de las aves se dirigen a ti. Las palomas de Idalia te aseguran una esposa notable por la belleza de su rostro, los cisnes te prometen una mujer del linaje del Tonante, pero el milano anuncia espantosos hados. Aunque la mañana, ya promediada90, permita que ese pájaro ofrezca, a plena luz, verídicos presagios en la inmensidad del cielo, es un ave rapaz que representa a Dite91. El gavilán de Marte, a su vez, expresa la amenaza de una feroz guerra como dote".
Entonces Paris, levantando la mirada y los brazos, con las palmas en dirección al cielo, invoca al niño y a su madre Dione, poderosas divinidades: "Áurea hija del celestial Tonante, Venus nutricia que sometes a muchísimos dioses y dispones, para manifestar tu favor, de los miles de artificios provistos por tu padre más los que te proporciona tu hijo, confirma los presagios que muestran tus palomas y anuncian los cisnes paternos. Adivino, hay que impedir los vuelos de mal agüero. Dispersa las aves de pico encorvado, que representan a Marte y al raptor infernal. Recurre a los ritos indicados por Ganímedes92, el joven troyano que instauró estas artes, y por Poles93, quien conoce el futuro expresado por el vuelo de los pájaros".
Habiendo elevado, como suplicante, esta breve plegaria, ya subía al templo, ataviado con vestimentas tirias. El manto, que caía sobre sus hombros como en llamas a causa de la refulgente púrpura, había sido teñido con múrice real y estaba sujeto por un afilado broche. El oro entrelazado en la tela hace brillar su espléndida ropa e incrementa aun más la elegancia del joven. El resto del grupo que lo acompaña resplandece vestido con atuendos frigios.
Cuando el pastor ingresa al templo, acercándose hacia el altar, todas las miradas se posan en él. La elegante mujer de Laconia lo observa y, recorriéndolo con los ojos, va haciéndose una imagen completa del hombre: la vestimenta que lo engalana al avanzar, y la suave pelusa que cubre sus mejillas, aflorando en su rosado rostro. Entonces elogia al muchacho, enamorada y en llamas a causa del fuego idalio, porque no hacía demasiado tiempo que el ardiente niño alado, siguiendo las indicaciones de su madre, había encendido de amor el corazón de la hija de Leda94, lanzándole una flecha candente sin que ella lo notara.
Una vez realizados los sacrificios a Dione, el pastor acepta la hospitalidad. Se le aproxima la reina, que empalidece y se ruboriza a la vez. La fusión de ambos colores delata un amor evidente, mientras ella avanza con pálidas llamas irradiando sus mejillas. Cohibida por la ansiedad, se dirige con timidez al pastor, y le suplica, agitada, que mencione cuál es su estirpe, y por qué tempestad fue recientemente sacudido y arrastrado hasta Chipre. Pero a la vez se interrumpe a sí misma e intenta encontrar, apasionada, palabras que le permitan ganarse la simpatía del joven.
Apenas notó la fragilidad de los sentimientos en el corazón de la mujer, el pastor troyano -huésped desleal- inició un discurso que no se refería a su linaje, ni al impulso de los vientos que lo habían arrastrado a las costas de Chipre. Enamorado, como atontado y con suavidad en la voz, elogiaba a la reina y comenzaba a culpar al marido ausente, porque la más hermosa de las esposas, descuidada y abandonada por la frialdad de ese hombre, había ido sola al templo de la madre Dione para presenciar los rituales. Entonces agrega: "Si acaso fuera así la mujer que yo mereciera, con mejillas tan seductoras y un rostro tan armonioso, iluminada por semejantes ojos y tan dignamente hermosa, si se derramara sobre su blanca piel un rubor así de rosado, luciera un cabello tan rubio, fuera tan espigado su cuerpo y flexionara sus esbeltas piernas con rodillas tan sugerentes, yo jamás la dejaría sola. ¡Qué feliz sería siendo digno de una esposa así! Me sometería a sus órdenes como un sirviente. La adoraría, suplicante. Esclavo de la ley matrimonial, estaría a su lado noche y día, admirado por las órdenes que ella, cuya brillante hermosura resulta deslumbrante, quisiera darme. Se equivoca Menelao al descuidar, si bien no diría a una deidad, al menos sí a una bella esposa, que de algún modo es divina, porque pertenece a la estirpe del Tonante, de la que yo también procedo". Apenas había dicho estas palabras, los suspiros conmocionan los vulnerables sentimientos de la hija de Tíndaro95, que comienza a responderle de este modo: "Aunque seas reticente, hermoso joven, hace tiempo que todos sabemos cuál es tu origen. Nuestro linaje es el mismo: vayamos juntos en dirección a tu reino. Sé para mí un marido y yo seré para ti una esposa digna. Esto es lo que mandan los hados y Júpiter exige: ordena que me toque en suerte vivir con dos maridos. Cualquier amante que me haya llevado consigo hace que abandone al Atrida mientras está vivo. Tras el matrimonio con mi primer esposo, los hados disponen para mí un segundas nupcias sin haber enviudado".
Así habló. Ambos, que ya han partido, buscan las naves y la costa. Pero mientras avanzan en dirección al puerto y la flota, el pastor vuelve a mirar la ciudad y observa el surgimiento de la inmensa polvareda levantada por un grupo de personas que los sigue. Entonces Paris, el raptor, le dijo a la raptada mujer que llevaba consigo: "Estamos muertos, reina. Nos persiguen los jóvenes griegos, todos los guardias de tu esposo, el Atrida, recorren el camino, espada en mano, para alcanzar nuestros pasos. Los auxilia una muchedumbre de lugareños, ya arrastran al combate a una multitud armada, y tal vez mueras conmigo, si sus lanzas nos alcanzan".
Respondió, a su vez, de esta manera la espartana: "Joven, ¿por qué malgastas nuestro aliento conversando? Querido rey, ordena a los frigios tomar las armas. Usa tu poder de mando y haz que tus hombres apuren el paso: ya casi llegamos al mar, si ellos te obedecen, nada tendrá para hacer la muchedumbre que nos sigue".
Tras decir esto, la nuera, que será fuente de desgracias para Príamo, se deja raptar voluntariamente por el príncipe, a cuyo cuello va aferrada. Del mismo modo raptó a Europa96 sobre su lomo el novillo divino, cuando Júpiter, metamorfoseado en toro, hizo crecer una cornamenta olímpica en su frente. Como fulminante montura, goza sobre el manso oleaje al sentir el peso de la hija de Agénor prendida a su cuello celestial, mientras surca las aguas y las grandes corrientes marinas, ya transformado en el cuñado de Cadmo.
Cuando llegó hasta el mar, el agitado raptor, que llevaba en brazos un peso tan placentero, aunque se encontraba exhausto por la carrera y fatigado por la carga, no bajó a la mujer de Laconia en la orilla, sino que la sentó directamente en el centro de la nave. Entonces los marineros alzaron las velas y, remando, levantaron campamento.
La tropa que se había formado llega cuando ya se ha alejado la flota. En la costa, todos se golpean la frente con la palma de la mano y arrojan en la orilla los cascos, las lanzas y los escudos, que resuenan al caer. El propio marido, quebrado por la espantosa noticia cuando llegaba a Chipre para celebrar los ritos sagrados, se apresura sobre un sudoroso caballo a través del campo. Y al ver, enloquecido, que ya las embarcaciones surcaban las olas y su matrimonio le era arrebatado, se desmorona sobre la arena, lanza un gemido y se arranca mechones rubios de la cabeza. Del mismo modo, las tigresas hircanas97 suelen precipitarse por apartados parajes, estimuladas por el afecto, cuando una hembra pierde sus crías y, burlada en su instinto maternal, su feroz naturaleza persigue el rastro del raptor responsable. Con astucia, sigue las huellas del jadeante ladrón y de su caballo, pero cuando la fiera madre observa que los cachorros están del otro lado del río y se encuentran separados de ella por las aguas, regresa despojada y dolorida. Entonces, apretando los dientes, lanza un gemido por la pérdida de la noble cría. Del mismo modo estaba entristecido el Atrida por el rapto de su esposa.

Reencuentro en Troya (585-655)

Mientras tanto, Eneas, que regresaba como embajador, había llegado a Troya y le transmitía a Príamo la respuesta de Telamón. Pero al no ver a su amado Paris, el padre rompió en llanto y ensució de polvo sus blancas canas. Antenor comenzaba a relatarle los miles de peligros y adversidades del mar al rey, por cuyas mejillas descendían las lágrimas. Dice ignorar qué fue del pastor en medio de la tempestad y desconocer si la flota del joven se había hundido o no entre las olas. Afirma saber, solamente, que la furia del mar, impulsando hacia arriba las aguas más profundas, había dispersado las embarcaciones ilíacas en medio de una tormenta.
Ante esas palabras, solloza con luctuosos gemidos el palacio de Príamo: las murallas se oscurecen con el luto público y se llora en la ciudad. Las personas de ambos sexos se lamentan, pero no por la dignidad de su valor, o porque sea un hombre capaz de iniciar una guerra o de resistir otra que le fuera declarada, ni porque posea la gran fortaleza necesaria para aniquilar enemigos o para degollar ejércitos armados con espadas: las manifestaciones de dolor en la ciudad se deben a que era el hijo del rey. Por otra parte, aunque Alejandro igualara en fuerza a Hércules o, incluso, fuera equiparable a los vigorosos Meleagro98 o Teseo99 por la firmeza de su valor, mientras el magnífico Héctor estuviera sano y salvo, nadie lloraría a Paris con el corazón afligido. Todo el que conservaba en su memoria las palabras pronunciadas poco tiempo atrás por Heleno, se sentía alegre, contento, y se lamentaba sólo de palabra.
Erigía entonces Príamo un túmulo vacío para el hijo ausente, de manera tal que creerías presente algún cuerpo que yacía ahí muerto. Mientras el padre se dispone a realizar un sacrificio fúnebre donde no había ningún cadáver, ni nada que satisfacer con sangre, divisan en el mar, desde la costa, una flota conocida.
Ostentando la insignia real, aparece en primer lugar la embarcación del príncipe, rodeada de guirnaldas. Ondulan blancos mantos ceremoniales adornados con rosas, la seda engalana el lino de los vestidos, y se observa, en la cima del mástil, el mirto de Venus colocado allí por el entusiasmado novio. Corre hacia el mar Hécuba junto con Príamo, y reciben a la novia, acompañados por una multitud de ciudadanos. El pastor besa a todos, acercándose a su padre Príamo y saludando a su madre. Ambos abrazan su delicado cuello y le cubren de besos el rostro.
Se encuentra allí Héctor, el más fuerte, que no ha ido obligado, pero no se alegra. Lo sigue Troilo, voluntariamente, pero triste. No siente la pesadumbre en el cuerpo, sino en el alma: las predicciones agitan su ánimo y sus sentimientos. La Muerte, con el rostro ensangrentado, desfila como un cruel batallón entre los troyanos. ¡Cuántos hombres va a llevarse, qué hados les depara, a cuántas nueras hará enviudar a causa de la guerra! ¡Troilo, Polites seguirá tus pasos! Del mismo modo que suele seguir a un hombre la sombra que lo acompaña, como una fantasmagórica silueta muda, sin mover sus miembros, salvo que los haya movido aquel al que escolta: si el hombre se detiene, se detiene la silueta; si él se sienta, moviéndose de alguna manera, se sentará también ella, imitando con falsos movimientos a las personas reales, haciendo casi todo sin hacer nada. Polites será igual.
El pastor había contraído matrimonio con suerte adversa. Ya se dirigen a las murallas y al palacio, ya ingresan al salón del trono. Cubre el velo nupcial a la hermosa novia, que toma asiento, arreglada para el tálamo. Se baila en la ciudad, ya resuenan los timbales, ya la rústica flauta entona una canción pastoril. Pero responde amargamente el clarín, se silencian los versos fesceninos100 y el corno anuncia amenazante la guerra. Tampoco la ronca tuba emitió sonidos dulces: con su estridente soplo, anuncia armas, líderes guerreros, escudos y miles de naves. Pensarías que las marciales trompetas del hijo de Tideo101 convocan al combate.
Avancen como esposos, novios, ya han confirmado el horrible sueño de una madre. Al recibir este amor desgraciado, encendieron la antorcha aparecida durante la noche, con la que arderá Troya, con la que se precipitarán a su fin los frigios, sin haber sido condenados a muerte por algún crimen. La sangre troyana constituirá la dote. Que la hija de Leda, huyendo por el campamento, se enriquezca con la masacre de los pelasgos, que los dioses pierdan a sus hijos, que solloce el cielo y se lamente el mar: que exista una venganza tras un crimen de adulterio como este.

Notas

* Este trabajo, desarrollado en el marco de mis actividades como Investigadora Asistente del CONICET, ha sido posible gracias al subsidio otorgado por la Agencia Nacional de Promoción para la Ciencia y la Tecnología al PICT 2013 Nº 0405, dirigido por el Dr. Rubén Florio; y al subsidio otorgado por la Secretaría General de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional del Sur al PGI 24/I 188, dirigido por la Dra. María Luisa La Fico Guzzo.

1 Sobre el lugar de las traducciones en la conformación del campo literario argentino, cfr. Wilson (2004). Gargatagli (2012) realiza, a su vez, un excelente recorrido a través de las distintas variedades lingüísticas de las traducciones que circularon comercialmente en la Argentina desde su fundación hasta la actualidad.

2 Adherimos a la reformulación realizada por Arnoux (2000) a partir de la definición clásica de Guespin & Marcellesi (1986), entendiendo por "acciones glotopolíticas" al conjunto de intervenciones explícitas, comportamientos espontáneos, actividades epilingüísticas y prácticas metalingüísticas que contribuyen a la conformación, reproducción o transformación de las relaciones sociales y de las estructuras de poder, ya fuere a escala local, nacional, regional o mundial.

3 Cfr., por ejemplo, el análisis realizado por Roberts (2008) acerca de la inscripción de los traductores ingleses en los prefacios de obras clásicas de temática sexual o escatológica.

4 La única traducción española del De Raptu Helenae publicada hasta la fecha fue editada hace una década, en Sevilla, por Bernalte Calle (2004).

5 Cfr. Sverdloff (2013: 163 y 167): "traducir autores grecolatinos desde la Argentina no es solamente escribir entre dos lenguas (o servir a dos amos, según la feliz metáfora de Franz Rosenzweig), sino que también implica un diálogo con multitud de otras lenguas literarias".

6 Con relación a la inscripción genérica de las obras profanas de Draconcio y sus denominaciones posibles, cfr. Weber (1995: 228-247); Simmons (2005: 9-10, n. 9); De Gaetano (2009: 123-130); y Wasyl (2011: 13-29). Acerca del De Raptu Helenae en particular, acordamos con la posición adoptada por Bretzigheimer (2010: 361-400); cfr., especialmente, p. 362: "Da sich Dracontius im Proömium seines Opusculums De Raptu Helenae (≈ 500 n. Chr.) als Epigone der Meisterepiker einführt und sich an der epischen Exordialtopik orientiert, ist ersichtlich, dass er nicht aus der epischen Tradition ausbrechen, sondern sich selbstbewusst in sie einreihen will, allerdings nicht als bloβer Imitator, sondern als Innovator. Deshalb ziehe ich den Begriff 'Kleinepos' dem häufig Terminus 'Epyllion' vor".

7 Se atribuye también a Draconcio, con relativo consenso, la escritura de los poemas De Mensibus y De Origine Rosarum, cfr. Bouquet y Wolff (2002: 9-10).

8 Cfr. Hays (1997: 23): "Recensio is thus over practically before it starts, and the editor's main task is emendatio".

9 Cfr. Wolff (1996: 114, n. 1): "Le poème se compose de trois grandes parties (v. 31-245, 246-384, 385-655, voir A. M. Quartiroli, Gli epilli di Draconzio, Athenaeum, 24, 1946, p. 177-178) précédées d'un prologue (v. 1-30)". Compartimos, al respecto, la propuesta de Bernalte Calle (2004: 22), que divide el epilio en cuatro grandes escenas precedidas de un prólogo.

10 Cfr. Paez Urdaneta (1992: 39): "la distribución geográfica actual del paradigma TÚ / USTED en el mundo hispanohablante parece ser la siguiente: España (incluyendo las islas Canarias), República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, México (excluyendo parcialmente a Tabasco y Chiapas), grupos hispanohablantes en los Estados Unidos de procedencia mexicana, puertorriqueña y cubana, Panamá (excluyendo parcialmente las provincias occidentales), Colombia (costa atlántica y habla formal de Bogotá), Venezuela (excluyendo al Zulia y parcialmente los estados andinos), el área costanera de Ecuador (excluyendo la provincia de Esmeraldas), las provincias centrales de Perú, Bolivia (habla general de La Paz y Sucre), Uruguay (Departamentos de Rocha, Maldonado y algunas partes de Lavalleja y Treinta y Tres) y Chile (la mayoría de las provincias norteñas y la isla de Chiloé en el sur)".

11 El sintagma aggrediar meliore uia ha sido entendido como una alusión al sentido moral del poema, pero también como portador de un posible valor programático, relacionado con innovaciones en el tratamiento de la materia mítica, o bien con una superación en el trayecto poético personal del autor. Sobre el tema, cfr. Wolff (1996: 115, n. 3).

12 El primer hexámetro sintetiza los dos grandes temas del poema: el viaje de Paris (Troiani praedonis iter) y el rapto de Helena (raptumque Lacaenae), que había nacido en Esparta, la ciudad más importante de la región Lacedemonia.

13 En la construcción pastorale scelerati pectoris ausum, el primer adjetivo equivale al genitivo del sustantivo pastor, cfr. Draconcio. Orestis tragoedia, 270.

14 Seguimos a Paniagua (2009: 114), que considera hostem hospitis et thalami como una hendíadis y ve a populantem como un predicativo. Cfr. también Wolff (1996: 115, n. 4).

15 Sobre las resonancias jurídicas del sintagma iura mariti, cfr. Santini (2006: 33-34).

16 Beocia, donde se encuentra el monte Helicón y, en él, la fuente Hipocrene, consagrada a las musas.

17 Ya Ennio testimonia la asociación entre las Camenae latinas y las Musas griegas. En este caso, la innovación consiste en invocar poetas y no musas.

18 Tema central de la Ilíada. Pelasgo fue el mítico primer habitante de Arcadia. Dárdano fundó la ciudad de Troya, que recibe el nombre poético de Pérgamo.

19 Sucesos referidos por Eneas en el segundo canto de la Eneida. El hijo de Aquiles, conocido como Pirro o Neoptólemo, fue quien mató a Príamo, el rey de Troya.

20 Homero y Virgilio.

21 Otro de los nombres que recibe Paris.

22 Ciudad de Lacedemonia, asimilada poéticamente con Esparta.

23 Región montañosa del Asia Menor, cercana a Troya. El término técnico praetor designa al magistrado romano que se ocupaba de la administración de justicia.

24 Seguimos a Gualandri (1974: 883), que propone traducir gremium como "sitial ceremonial", pero conservamos la referencia a la ubicación central del asiento del dignatario.

25 Ilión es Troya. Vadimonium era la suma con que las partes litigantes respaldaban su compromiso de presentarse ante el magistrado durante la sustanciación del juicio. Como las tres diosas asisten, Paris cancela la caución.

26 La expresión litem facit ipse suam indica el comportamiento de un juez que pronuncia su veredicto de manera parcial, cfr. Ulpiniano. Digesto, 5. 1. 15.

27 Sobrino de Príamo, muere en Troya a manos de Aquiles. Las lágrimas de su madre Eos, personificación del amanecer, son el rocío que vemos por las mañanas.

28 Aquiles, rey de los mirmidones, pueblo de la provincia de Ptía, en la región de Tesalia.

29 Áyax, hijo de Telamón, el rey de Salamina.

30 Alusión a las bodas de Tetis y Peleo, donde la diosa Discordia arroja la manzana que da lugar a la disputa de Venus, Juno y Minerva por su belleza.

31 Hija de Laomedonte, hermana de Príamo. Se sigue en este poema la variante del mito que presenta a Áyax como hijo de Hesíone, pero la versión más difundida atribuía su maternidad a Peribea, la primera esposa de Telamón.

32 Alusión a Astianacte, hijo de Héctor y Andrómaca, arrojado desde la muralla por los griegos una vez finalizada la guerra.

33 Hemos optado por traducir siempre como "hados" y "hado" los términos fata y fatum.

34 Ninfa del monte Ida, fue el primer amor de Paris.

35 Sobre la posible identificación de este personaje, cfr. Morelli (1912: 95-96).

36 El término crepundia designa el tipo de dijes u objetos sonoros con que jugaban los niños pequeños.

37 Etimológicamente, la puerta situada a mano izquierda. Recibía ese nombre la puerta ubicada en la zona oriental de la muralla de Troya.

38 Afluente del río Janto.

39 También denominado Escamandro. Se alude aquí a la matanza de troyanos con que Aquiles lo inunda de cadáveres para vengar la muerte de Patroclo.

40 Estatua protectora de la ciudad. Representaba a la diosa Minerva.

41 Alusión a la expedición griega encabezada por Hércules para vengarse del rey troyano Laomedonte, quien había incumplido su promesa de entregarle unos caballos divinos a cambio de salvar a su hija Hesíone, cuando estaba a punto de ser sacrificada al monstruo marino enviado como castigo por Apolo y Poseidón.

42 Príamo.

43 Tres de los hijos de Príamo y Hécuba: Héctor, el principal de los guerreros troyanos, que muere en combate con Aquiles luego de haber matado a Patroclo; Troilo, el menor de todos, que también muere asesinado por Aquiles; y Polites, que muere flechado por Neoptólemo, mientras intenta huir durante la noche del saqueo de Troya.

44 Casandra y Heleno eran gemelos, hijos de Príamo y Hécuba. Al nacer, Apolo les concedió el don de la profecía.

45 Habitantes de Frigia, antiguo pueblo del Asia Menor. En este caso, se utiliza para aludir al conjunto de los troyanos.

46 Durante su embarazo de Paris, Hécuba soñó que daba a luz una antorcha encendida. La interpretación de ese sueño como un augurio de la destrucción de Troya fue la razón por la que Príamo decidió abandonar al niño, dejándolo expuesto a los peligros de los elementos de la naturaleza.

47 Los griegos, descendientes de Dánao, uno de los reyes de Argos.

48 La de los dorios fue una de las principales tribus griegas de la Antigüedad.

49 Tras la guerra de Troya, Heleno huye y se refugia en el monte Ida, donde más tarde Odiseo lo captura y entrega como esclavo a Pirro. Posteriormente, cuando Orestes mata al hijo de Aquiles, Heleno toma como esposa a Andrómaca y reina con ella en la ciudad de Epiro.

50 En el original, pessimus Aiax, para diferenciarlo del hijo de Telamón.

51 Alusión a la versión del mito en que Hécuba, tras perder a todos sus hijos, se metamorfosea en perra.

52 Hijo de Héctor y Andrómaca. Arrojado desde la muralla por los griegos una vez finalizada la guerra.

53 Diosa romana de la guerra.

54 Alusión a la muerte de Paris, flechado por Filoctetes.

55 Esposa de Héctor y madre de Astianacte.

56 Aquiles, el hijo de Peleo.

57 Casandra había rechazado la propuesta amorosa de Apolo y, en castigo, el dios había hecho que jamás nadie creyera en sus vaticinios, aunque fueran verídicos.

58 Hécuba.

59 Sacerdote de Apolo Timbreo en Troya.

60 Epíteto de Apolo, relacionado con el templo oracular que el dios tenía en la ciudad de Timbra.

61 Laomedonte, a quien Apolo y Poseidón envían una peste y monstruo marino en castigo por no haber saldado la deuda prometida por la construcción de la muralla de Troya.

62 Es decir, los cuatro puntos cardinales.

63 El texto latino "imperium sine fine" dabit repite las palabras de Júpiter a Venus en la Eneida.

64 Las tres parcas, hijas de Júpiter: Cloto, que hilaba la hebra de vida de cada mortal; Láquesis, que medía su longitud; y Átropos, la encargada de cortarla.

65 Es decir, de Sarra, antiguo nombre de la ciudad de Tiro, donde se capturaba al molusco denominado múrice, utilizado para obtener un colorante de tonalidad púrpura.

66 Apolo, iracundo por la muerte de su hijo Esculapio a causa de un rayo de Júpiter, mató a los Cíclopes, forjadores de esa arma. Como castigo, fue condenado a servir, durante un año, como esclavo de un mortal. Eligió cumplir su pena en la casa de Admeto, rey de Feres (Tesalia), cuya esposa era Alcestis.

67 El cetro y la tiara son símbolos de poder orientales. La trábea era una pieza de tela púrpura que, colocada sobre la túnica, indicaba, entre los romanos, la dignidad real de quien la vestía.

68 Zona del mar Mediterráneo que baña las costas de Grecia y Turquía.

69 Hijo de Éaco y hermano de Peleo. Participó, junto con Hércules, de la primera guerra de Troya, en la que obtuvo como botín a Hesíone, la hermana de Príamo.

70 Dione se utiliza, en ese caso, como sinónimo de Venus. La esposa de Eneas, Créusa era hermana de Paris. Antenor y Polidamente fueron dos de los consejeros de Príamo; ambos abogan, en la tradición literaria, por una solución pacífica al conflicto entre griegos y troyanos.

71 Tenedos es una isla cercana a la entrada del estrecho de los Dardanelos; Abidos y Sestos son dos ciudades enfrentadas sobre ese mismo estrecho. El cabo de Malea está delimitado al oeste por el mar Jónico y al este por el mar Egeo, se ubica sobre una pequeña península al sureste de la península del Peloponeso. Salamina es una isla de Grecia situada en el golfo Sarónico, en el Egeo. Es probable, no obstante, que Draconcio aluda aquí a la ciudad de Salamina, situada en la costa oriental de Chipre.

72 Laomedonte, el padre de Hesíone.

73 Ciudad griega que recibe su nombre de Emación, rey de Macedonia.

74 Hijo de Capaneo, el rey de Argos.

75 Diomedes.

76 Héroe griego, oriundo de Argos e hijo de Nauplio.

77 Hijo de Telamón y Hesíone. Igual que Áyax, según la variante seguida por Draconcio, si bien la versión más difundida presentaba a Áyax como hijo de Peribea, la esposa legítima de Telamón, y a Teucro como hijo de Hesíone, la concubina del soberano.

78 Eaco.

79 Habitantes de la ciudad de Argos. En este caso, se utiliza para aludir al conjunto de los griegos.

80 Eneas, hijo de Venus, que recibe este nombre por la isla de Citera, donde tenía un santuario.

81 Eneas, cuyo padre era el mortal Anquises, al que se había unido la diosa Venus.

82 Isla griega, en la que Venus tenía un santuario.

83 Brazo del mar Mediterráneo, ubicado al sur del Adriático.

84 Del monte Ida, ubicado en Chipre.

85 Ciudad de Chipre.

86 Isla del Mediterráneo.

87 Lacedemonia.

88 Menelao, llamado también Atrida por ser hijo del rey de Micenas.

89 Célebre adivino que comprendía el lenguaje de los pájaros. A sus descendientes, los Melampódidas, se les atribuía la misma capacidad.

90 Hora peracta tertia, según el texto latino. Es decir, pasadas las nueve de la mañana.

91 Plutón, dios de los infiernos y raptor de Prosérpina.

92 La mención de Ganímedes, el joven troyano raptado por el águila de Júpiter, resulta contextualmente relevante. Este es el único testimonio que lo relaciona con el origen de la adivinación a partir del vuelo de los pájaros.

93 Augur, mencionado en la Souda, enciclopedia bizantina del siglo X.

94 Helena, nacida del amor de Júpiter con la joven hija de Testio, Leda.

95 Helena, quien fue engendrada por Júpiter en la misma noche que Tíndaro yació con su esposa Leda.

96 Hermana de Cadmo, hija de Agénor y Telefasa.

97 De Hircania, región del Asia central, ubicada a orillas del mar Caspio.

98 Célebre héroe griego, hijo de Eneo, el rey de Calidón.

99 Mítico rey de Atenas, hijo de Egeo.

100 Fescennina, cantos nupciales de carácter alegre y obsceno, que se entonaban en ocasión de las bodas.

101 Diomedes, nacido de Deípile y Tideo.

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Recibido: 31-10-2014
Evaluado: 04-11-2014
Aceptado: 05-11-2014

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