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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.18 no.2 Santa Rosa Dec. 2014

 

RESEÑAS

CAVALLERO, Pablo; CAPBOSCQ, Alberto; FERNÁNDEZ, Tomás; NARVAJA José Luis; SAPERE, Analía; BOHDZIEWICZ, Soledad e IRIBARNE, Fátima.
Leoncio de Neápolis. Vida de Espiridón
Edición crítica, con introducción, traducción, notas y apéndices Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Colección Textos y Estudios 16, 2014, 244 págs. ISBN 978-987-3617-15-7

por Marta Alesso
[UNLPam ~ alessomarta@gmail.com]

La obra de Leoncio de Neápolis es un buen lugar para ingresar al estudio sobre la realidad social y cultural en el Mediterráneo oriental durante la Antigüedad Tardía. Especialmente Vida de Espiridón revela los diversos modos en que se institucionaliza la santidad en la sociedad cristiana de los primeros siglos de la época bizantina, puesto que aporta datos interesantes sobre sucesos históricos, costumbres y creencias. De hecho, la hagiografía -género literario al que pertenecen esta y las otras dos obras completas que quedan de Leoncio, Vida de Simeón el Loco, Vida de Juan el Limosnero-es reconocida por los estudiosos como la categoría literaria de mayor desarrollo en Bizancio, la que más difusión tenía y, por ende, la que adquiere para los investigadores mayor relieve cultural, ya que por su estructuración formal y temática reproduce las apetencias y temores de los lectores -u oyentes- de su época. Después de las Actas de mártires y los martirologios, creados para fomentar en los cristianos el deseo de dar la vida, si ello fuera necesario, como testimonio de fe, se pasó a otros modelos de santidad más populares: primero la vida de los monjes y luego la de los obispos. Son el antecedente directo de las Vitae sanctorum que florecieron en el medioevo.
En primer lugar nos preguntamos quién fue Leoncio y quién Espiridón ¿fueron figuras contemporáneas? Leoncio vivió en Neápolis (hoy Limassol), ciudad de la isla de Chipre, aproximadamente entre 590 y 650 y Espiridón entre 270 y 350. Quiere decir que unos tres siglos separaron al autor de su personaje. Ambos fueron obispos y ambos chipriotas. Leoncio debió exilarse de la isla debido a la invasión árabe. En el prólogo a Vida de Juan el Limosnero dice que ha estado en Alejandría. Luego de que la ciudad fuese tomada por los persas desde el año 618 hasta el 629, Alejandría estuvo en manos de los árabes desde 639 a 641. En ese lapso de diez años -del 629 al 639-, intermedio entre las dos ocupaciones, debió ser que Leoncio visitó la cosmópolis. Poco más se sabe de su vida.
¿Y quién fue Espiridón? Bajo el subtítulo "El personaje protagónico" (p. 24), Pablo Cavallero explica que, consultadas las referencias que del santo realizan otros autores, pero sobre por todo los datos intratextuales que encontramos en la obra, podemos concluir que fue un obispo-pastor nacido en Asquiá, localidad de la isla de Chipre, y que vivió -como queda dicho- en el siglo IV. Fue obispo pero no célibe durante su vida completa. Hasta Justiniano no fue obligatorio el celibato para los obispos, pero de todos modos, Espiridón se acogió a"la gracia del sacerdocio", como dice en el Prólogo (p. 165), después de enviudar, es decir, pudo dedicarse a su tarea evangélica y a la vida retirada sin cargas familiares porque había fallecido su esposa. También había muerto su única hija, Irene. A pesar de su calidad de obispo, Espiridón trabajaba en el campo: era pastor de cabras durante la noche, cuando entonaba salmos, mientras que de día era pastor de hombres porque predicaba el Evangelio. No deseaba riquezas y prefería repartirlas a los "soldados imperiales que le salían al encuentro" (p. 203).
En la tríada de autoría de Leoncio: Vida de Simeón el Loco, Vida de Juan el Limosnero y la presente Vida de Espiridón, los relatos de los milagros y hechos virtuosos de estos varones, a diferencia de otros casos de ejemplos hagiográficos, no son presentados de manera cronológica. En verdad, Leoncio demuestra mayor interés en asuntos referidos a herejías o definiciones sobre cuestiones de dogma (rasgos mucho más frecuentes en la hagiografía posterior). Tampoco ninguna de las tres narraciones intenta hacer divulgación de un santuario o de un monasterio, sino más bien de un ideario que ensalza la santidad, la humildad, la caridad y también el cuidado de ovejas como metáfora de la actividad pastoral del obispo.
Sócrates de Constantinopla (Historia eclesiástica 1.8.12) dice que Espiridón participó del Concilio de Nicea (año 325), junto con los dos otros obispos chipriotas Cirilo de Pafo y Gelasio de Salamine. Sin embargo, no figura entre los signatarios. Algunas tradiciones -no comprobadas- divulgan que durante una persecución ordenada por Diocleciano, fue tomado prisionero y sometido a torturas; perdió un ojo y también habría sido enviado a trabajos forzados en una mina. Un indulto lo habría salvado de la pena de muerte. También se afirma que sus cenizas fueron trasladadas a Constantinopla en el siglo VIII y a Corfú en 1460, isla de la que es santo patrono, como también es patrono de los pastores. La celebración de su fiesta es el 12 de diciembre.
Para las notas de carácter filológico sobre el griego y de índole literaria, retórica, histórica y teológica sobre el español se realizó un estudio detallado de las fuentes y un trabajo minucioso sobre el léxico. Se logró así una brillante traducción con comentarios y notas en lengua española de un texto del que no había versión en ninguna lengua moderna.
Una nota de color, muy interesante, de este arduo y extenso trayecto que tuvo que transitar el equipo para lograr esta edición perfecta que tenemos en mano, fue el análisis del ms. Laurenciano XI 9 (pp. 120-124). Es este un manuscrito en pergamino, de 312 folios, de los cuales la Vida de Espiridón ocupa del 266 al 275. El Laurenciano fue compuesto a principios del siglo XI, por tres manos, y destinado a Isidoro, abad del monasterio San Juan de Apiro, al sur de Salerno. Se sospecha que provenía de la vecina Calabria. Algunos rasgos lingüísticos del códice se explican por contacto con el mundo árabe, en razón -suponemos- de que la tierra calabresa era fronteriza entre el gobierno bizantino (que se manifestaba en lengua griega) y los emires árabes de Sicilia. De la inspección ocular se desprende que el manuscrito está encuadernado en cuero y cerrado con dos ligaduras y gancho. Muchos folios, dañados con agujeros, fueron reconstruidos en los márgenes inferiores y laterales. Las letras destacadas están pintadas, posiblemente por otra persona distinta del copista. En algunos pasajes, es preciso leer el códice al trasluz. Es evidente que hubo corrección de errores, sea por parte del mismo copista o de un corrector. Por tal motivo aparecen dobles acentuaciones (superposición de acento agudo y perispómeno por ejemplo), también hay escrituras interlineares que parecen corregir errores fonéticos. Algunas iniciales están colocadas fuera de caja y pintadas, pero no es regular este rasgo.
En el presente volumen, el estudio introductorio es largo (pp. 11-161) y el texto propiamente dicho es corto (pp. 162-239). El cotejo del griego es ilustrativo: observamos rasgos que el griego bizantino heredó de la koiné, con otros propios del siglo VI, ocurren neologismos, hápax y términos que ya conocemos pero resignificados.
La estructura general de la obra reproduce en gran medida el esquema discursivo de la retórica clásica, ya que podemos discernir cuatro secciones diferenciadas: a) un prólogo, b) unos párrafos de transición que podrían constituir la propositio, c) la narratio (que contiene también la argumentatio) y d) un epílogo.

a) En el prólogo, el autor subraya que su intención es poner en palabras más sencillas una versión anterior de la Vida, compuesta por su discípulo Trifilio, quien al parecer tenía un estilo erudito y más sofisticado.

b) El segmento que funciona como propositio es una especie de resumen de los motivos del escrito, de la vida del santo y un compendio de sus virtudes.

c) La narratio está organizada en diecisiete capítulos de corta extensión. Cada capítulo relata un episodio de la vida del santo. La técnica de redacción tiene una estructura similar en cada ocasión: se relata la anécdota, se realiza un comentario y se concluye con un elogio de tono lírico; aunque no siempre se respeta este orden. Conviene una brevísima sinopsis, para mostrar de qué trata cada uno. Capítulo 1: La hija de Espiridón, Irene, muere tempranamente y otra mujer reclama algo valioso que le había dado a la difunta en guarda. Se invoca a la muerta quien milagrosamente revela el escondite. Sigue un elogio lírico a la virgen fallecida. Capítulo 2: Chipre pasa una época de profunda sequía. Espiridón logra de Dios el envío de lluvias y luego, que cese el diluvio. El elogio lírico ensalza la amistad del invocante con el Creador. Capítulo 3: versa sobre un campesino necesitado y un rico codicioso. Obviamente, la solidaridad vence y el campesino eleva su canto lírico en agradecimiento a Dios. Capítulo 4: situación similar a la anterior: un pobre y necesitado pide en préstamo comida al mismo rico codicioso. Espiridón le da un objeto de oro al pobre para que lo use como garantía, prenda que luego el rico no quiere devolver. Se produce el milagro de la aparición de una fiera que persuade al rico. También está a cargo del pobre campesino el canto lírico final. Capítulo 5: un amigo del santo va a ser ejecutado injustamente. Espiridón, para salvarlo, debe hacer el milagro de cortar la corriente de un río. Ante la vista del prodigio, el gobernador considera inocente al acusado y lo libera. El elogio está en boca del gobernador. Capítulo 6: Se produce el milagro de gotas que caen sobre la cabeza del santo y dan a su cabello tres colores distintos. No hay elogio de tono lírico. Capítulo 7: narra la situación con una prostituta -quien se va a arrepentir luego de sus pecados- en una escena de lavatorio de pies. El lirismo corre aquí por cuenta del autor mismo. Capítulo 8: está centrado en la enfermedad y curación del emperador. Espiridón logra la curación pero no acepta la recompensa ofrecida por el emperador. Hay una especie de moraleja final, pero no canto lírico. Capítulo 9: Artemidoro alienta a Espiridón a resucitar al hijo fallecido de una mujer y a ella misma cuando también muere. No hay elogio de tono lírico. Capítulo 10: relata la estafa de un matarife, quien no quiere pagar una cabra y se produce el milagro del animal parlante, que denuncia el fraude y da lugar a la reparación. No hay canto lírico. Capítulo 11: un diácono queda mudo por desobediente y el santo lo libera posteriormente de su mudez. El elogio lírico incluye una cita evangélica. Capítulo 12: ante el desinterés de la gente por la liturgia, Espiridón hace que se oiga el canto de ángeles invisibles y acude todo el pueblo con admiración y temor. El elogio exalta los vínculos del santo con Dios. Capítulo 13: ante la falta de luz en la liturgia, la oración del santo hace que la lucerna brille con esplendor y que su aceite no se acabe durante el rito. No hay canto lírico. Capítulo 14: Trifilio desea bienes materiales. Espiridón, por su clarividencia, adivina su pensamiento y lo exhorta a valorar lo celestial y desechar lo material y pasajero. El elogio lírico está en boca del autor. Capítulo 15: un navegante encuentra a su esposa embarazada por otro y recurre a Espiridón, quien desaconseja el asesinato de la mujer pero en castigo predice un parto prematuro que le ocasionará la muerte. Hay un sentido canto lírico. Capítulo 16: relata la oposición entre la fiel Sofronia y su marido, el pagano Olimpo Paleúro, quien, ante la clarividencia de Espiridón, que anticipa el hallazgo de unas reses perdidas, aumenta su respeto por el santo pero no se convierte al único Dios. No hay elogio en tono lírico. Capítulo 17: hay un intento de robo de los carneros de Espiridón y los ladrones quedan retenidos por lazos invisibles. El santo los reprende con suavidad y en vez de castigarlos, les regala un cordero. El elogio en tono lírico compara a Espiridón con Moisés, por su simplicidad y mansedumbre.

d) El epílogo consta de un breve encomio a las rectas acciones del santo, quien sigue suplicando a Dios por su grey aun después de haber abandonado la vida.

El libro es el colofón de la evolución natural de las investigaciones que vienen llevando a cabo los miembros del equipo que dirige el Dr. Pablo Cavallero. Una aportación interesante a la historia del desarrollo de la narrativa es esta serie de temas hagiográficos, que vincula el análisis de la lengua con los estudios más innovadores sobre literatura bizantina, en el marco de una teoría que no elude tener en cuenta las intenciones del narrador frente al público receptor.

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