SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 issue1Jean Anouilh's Antigone: Convergences and divergences from the point of view of Sophocles' playPégolo, Liliana Tensiones literarias e ideológicas en la poesía de Aurelio Prudencio Clemente: el Cathemerinon Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Colección Saberes, 2014, 548 págs. ISBN 978-987-3617-49-2 author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.19 no.1 Santa Rosa June 2015

 

RESEÑAS

GARDELLA, Mariana
Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica
Buenos Aires, Editorial Rhesis, 2015, 144 págs. ISBN 978-987-3729-02-7

por Francisco Villar
[UBA - villarfr@gmail.com]

Los estudios sobre filosofía antigua no suelen ocuparse de reconstruir el contexto intelectual que nutrió el desarrollo de las distintas posiciones filosóficas, sino que, por el contrario, se instalan en la lectura pormenorizada y el desglose argumentativo de los textos elaborados por aquellos que la tradición erigió como referentes destacados. El libro de Mariana Gardella, Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica, se propone revertir dicha tendencia y demostrar que es posible analizar en detalle los problemas filosóficos que atraviesan las obras antiguas, sin desconocer la trama dialógica en la cual éstas se insertan, que es imprescindible para comprender su gestación y permite actualizaciones más ricas de su sentido filosófico. Tal perspectiva se sustenta en un enfoque por "zonas de tensión dialógica" que pone en primer plano el intercambio teórico entre intelectuales de un mismo período, el cual impone su impronta en las doctrinas que cada uno de ellos desarrolla para resolver los problemas propios de ese ámbito de pensamiento. Se trataría, en síntesis, de abandonar el foco en la primera persona del autor y la búsqueda exclusiva de la significatividad interna de sus escritos, para incluir en la exégesis no sólo a una eventual segunda persona –por lo general su discípulo, único refutador posible del maestro–, sino a terceras personas que reconfiguran los elementos de un campo problemático de maneras diversas y se realizan objeciones entre sí, obligándose a revisar sus propuestas.
El objetivo primordial de Gardella es analizar los ataques megáricos a la teoría platónica de las Formas, transmitidos por las fuentes como versiones no regresivas del argumento del "tercer hombre". No obstante, dado el amplio contexto filosófico en el cual esas críticas son consideradas, nos hallamos en verdad ante un completísimo estudio sobre el origen y el devenir de este tipo de argumento, que incluye el tratamiento detallado de una decena de formulaciones tanto regresivas como no regresivas. La tesis defendida por la autora es contundente y polemiza con los tratamientos más clásicos sobre la filosofía de Platón: el argumento del "tercer hombre" no es una pura invención platónica ni una elaboración de Aristóteles surgida en el seno de la Academia, sino una impugnación a la metafísica platónica de madurez que se originó dentro del grupo megárico, y de la cual Platón se habría servido para elaborar las versiones que presenta en sus diálogos.
La obra, que se divide en seis capítulos, se inicia con un prólogo a cargo de Claudia Mársico y Esteban Bieda, y un apartado introductorio de carácter metodológico. El primer capítulo, "Aproximación general al círculo socrático y al grupo de los filósofos megáricos", nos introduce en el estudio de los discípulos de Sócrates. Lejos de considerarlos un cúmulo de figuras "menores", eclipsadas por las de mayor renombre como Platón y Jenofonte, Gardella los presenta aquí como un grupo que marcó a fuego el decurso de la filosofía antigua al originar el formato textual del diálogo socrático que colocaba a su maestro como protagonista de una búsqueda filosófica de tipo dialógica. Además, nos indica que la misma doxografía les confirió relevancia al hacer de muchos de ellos los fundadores de distintas líneas intelectuales. El capítulo focaliza en el socrático Euclides de Mégara, gran redactor de diálogos a quien las fuentes ubican como iniciador de la escuela megárica. Aunque Gardella duda de la existencia de tal "escuela", no concluye que los megáricos sean una ficción doxográfica, tal como sostienen varios especialistas. Dado que antiguos como Aristóteles y Epicuro nombran explícitamente a "los megáricos" y que estos filósofos establecieron relaciones efectivas entre sí, la autora propone denominarlos como "grupo megárico" y remitir con ello a un conjunto de figuras vinculadas que le confirieron gran importancia a la reflexión ética y se interesaron por el lenguaje en sus indagaciones filosóficas.
El segundo capítulo, titulado "La ontología megárica", presenta las particularidades de la metafísica de Euclides, buscando trascender las propuestas clásicas que derivan su doctrina de influencias célebres como la metafísica eleática, la ética socrática o una síntesis de ambas. Para la autora estas lecturas son deudoras de esquemas doxográficos en los que preponderan las líneas rígidas de influencia escolar. Tal como ella muestra, en el caso de Euclides, los especialistas han ponderado excesivamente el legado eleático otorgado por las fuentes, desconociendo que tanto la noción de "escuela eleática" como las tesis monistas que la ligarían a Euclides –quien consideraba "al bien uno, aunque sea llamado con muchos nombres"– son una ficción producto de la lectura platónica de Parménides, Zenón y Meliso. Por otra parte, Gardella asevera que aunque los desarrollos éticos de Euclides tendrían una fuerte inspiración socrática, ella no explica su propuesta metafísica. La sección final del capítulo ofrece, justamente, una interpretación de tal ontología, calificada como agathología porque coloca al bien –único e idéntico– y no al ser como principio ontológico fundamental. Esta lectura es muy original, en tanto despoja al bien euclidiano de sus rasgos éticos y propone que para él éste era un principio organizador racional y necesario de lo real. Su afirmación y la negación de su contrario habrían implicado el rechazo de todo azar y posibilidad en el orden cósmico, tesis que la autora también encuentra en otros megáricos.
La idea central del siguiente capítulo, "Filosofía del lenguaje y dialéctica megáricas", es que lo que amalgamó a los megáricos fue el enjuiciamiento del lenguaje como dispositivo de captación de lo real debido a sus inherentes equívocos y ambigüedades. Este diagnóstico negativo estaría presente ya en Euclides, quien, a pesar de considerar uno al bien, aclara que los hombres lo nombran de diversos modos, tal como sensatez, divinidad o intelecto, lo cual genera la falsa creencia de que los bienes son muchos. Gardella rastrea esta denuncia también en personajes más tardíos del grupo, como Brisón, que defendía la ausencia de palabras obscenas en la lengua, Diodoro Crono, que postulaba la significatividad, convencionalidad y oscuridad de todas las palabras, y Estilpón, que denunció los elementos distorsivos de toda predicación que va más allá de la identidad entre sujeto y predicado. La autora afirma que este diagnóstico de la distancia entre lenguaje y realidad sirvió de fundamento a la actividad de los megáricos, propulsores de una dialéctica refutativa que buscaba construir argumentos y paradojas que pusieran de relieve las ambigüedades y equívocos de los contextos de enunciación cotidianos y filosóficos. Aunque su práctica fue desacreditada por Platón en el Eutidemo y por Aristóteles en las Refutaciones Sofísticas, quienes la califican de erística y sofística, Gardella sostiene que, en el marco de la filosofía del lenguaje que la sustenta, ella se revela como un potente instrumento de reflexión filosófica.
El cuarto capítulo, "Las críticas a la teoría platónica de las Formas: las versiones regresivas del argumento del tercer hombre", examina las cinco formulaciones de esta impugnación que concluyen una regresión infinita de Formas: las versiones de Platón, dos en el Parménides y una en República, la de Eudemo, atestiguada por Alejandro de Afrodisia en su comentario a la Metafísica, y una de Aristóteles, traída por la misma fuente. Al tratar exhaustivamente la primera parte del Parménides, Gardella recoge las discusiones clásicas sobre el tercer hombre elaboradas por Vlastos, Cohen y Fine, así como acercamientos más actuales, indagando ante todo en los supuestos semánticos y ontológicos que permiten la regresión: la eponimia entre particulares y Formas, el principio de lo uno sobre lo múltiple, la auto-predicación de las Formas y la no-identidad entre éstas y los particulares. También aborda el dilema de la participación y muestra que Platón era consciente de que las críticas apuntaban a problemas serios en la aplicación de nombres universales a entidades sensibles, aspecto atacado por los argumentos del tercer hombre megáricos. Asimismo, nos dice que, aunque presentan diferencias, las versiones de Eudemo y Aristóteles concluyen la regresión a partir de esos mismos principios. El examen del argumento de la tercera cama de República le permite sostener, contra quienes le atribuyen la autoría al joven Aristóteles, que Platón conocía esas críticas antes de que el Estagirita ingresara en la Academia.
Por su parte, en el quinto capítulo, "Las versiones no regresivas del argumento del tercer hombre de los filósofos megáricos", se analizan las formulaciones que postulan la existencia de una tercera entidad que vincula los planos sensible e inteligible. Ellas no aceptan la relación de participación y sus supuestos, proponiéndose, en cambio, impugnarla y denunciar los riesgos de la eponimia sobre la cual se asienta la metafísica platónica, para la cual los nombres universales refieren de manera primaria a Formas y de modo derivado a particulares. Se nos presentan dos argumentos megáricos transmitidos por Alejandro de Afrodisia, que se los atribuye a "sofistas" y a Políxeno, y uno formulado por Estilpón. Gardella fundamenta sólidamente la autenticidad del testimonio de Alejandro y da motivos para identificar a los megáricos tras los sofistas e incluir a Políxeno dentro del grupo. El primer argumento declara que la afirmación "un hombre camina" no refiere ni a la Idea de hombre, ya que es inmóvil, ni a los hombres particulares, ya que no sabemos cuál camina, sino a un tercer hombre. Como muestra la autora, esta crítica enfatiza los problemas de la participación al momento de determinar la existencia del sujeto de predicación y, por tanto, se inscribiría dentro de la impugnación de Estilpón a la predicación y su argumento contra las Formas, analizado al final del capítulo. La versión de Políxeno, por otro lado, sostiene que si el hombre existe por participar de la Idea, debe haber algún hombre que tenga su ser en relación con ella. Sin embargo, el que participa no es ni el hombre en sí –dado que él es la Idea y no necesita de ello– ni los hombres particulares –porque como mostró el argumento de "sofistas", "un hombre" no refiere a ningún particular determinado–, sino un tercer hombre.
Finalmente, en "Las versiones no regresivas del argumento del tercer hombre de Aristóteles" se presenta el tratamiento aristotélico de la crítica que no apela a supuestos regresivos. Se nos cuenta, así, que en Metafísica Aristóteles afirma que el tercer hombre resulta de un error categorial fruto de sustancializar los universales, y que no sería una segunda Forma sino una entidad intermedia. Gardella indica que este argumento es el que aparece en Refutaciones Sofísticas y sostiene que la causa del tercer hombre es la separación del universal y su consideración en tanto entidad, lo que da lugar, por un lado, a un grupo de entidades particulares determinadas, y por otro, a un universal también determinado, siendo necesario postular un tercer hombre que posibilite su relación. La tesis de la autora es que, al igual que los megáricos, Aristóteles ataca la noción de participación al convertir la eponimia platónica en una mera homonimia. El capítulo incluye, además, una traducción directa del griego de la interpretación de Miguel de Éfeso sobre este argumento, del cual no existen versiones en lengua moderna. Este texto es clave para los propósitos de Gardella, puesto que vincula directamente la versión de "sofistas" transmitida por Alejandro y la de Aristóteles. Aunque las intenciones al formular los argumentos difieren en cada caso, dado que Aristóteles impugnaba la ontología platónica para delinear la suya, y los megáricos lo hacían para denunciar la inadecuación entre lenguaje y realidad, Gardella considera que la relación entre ellos es estrecha y debe ser tenida en cuenta.
El libro se cierra con un epílogo que nos invita a abandonar la caracterización de Aristóteles como el primer anti-platónico, puesto que en su época Platón ya tenía contrincantes teóricos de raigambre socrática, como Antístenes con su ontología materialista y los megáricos con sus críticas a las Formas. Sin embargo, para la autora esta labor crítica de la filosofía megárica no debe ser menospreciada ni tachada de erística y sofística, tal como hicieron muchos antiguos y, siguiéndolos, la tradición filosófica posterior. Junto a los argumentos refutativos, ambiguos y paradójicos, ellos también establecieron doctrinas positivas como la agathología de Euclides, desarrollos éticos de gran riqueza y, agregamos nosotros, desarrollos en lógica proposicional y modal que influyeron a los estoicos. Además, la tarea misma de denunciar al lógos como elemento distorsivo de acceso a lo real, buscando poner de manifiesto tal estado de cosas, constituye una práctica filosófica con pleno derecho.
Por todo lo antedicho recomendamos la lectura de Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica de Mariana Gardella. Su trabajo, además de riguroso desde el punto de vista argumentativo y analítico, así como exhaustivo en lo que refiere a la consideración de múltiples fuentes y bibliografía especializada, es un aporte fundamental al estudio del contexto filosófico del siglo IV a.C., en el cual la primera y la segunda generación de discípulos de Sócrates disputaron en torno a problemas semánticos y ontológicos que marcaron el decurso del imaginario filosófico posterior. Como toda gran obra, la tesis de licenciatura de Gardella, ahora en formato libro, estimula la realización de nuevas investigaciones que profundicen esta línea exegética, no sólo para el caso particular del Parménides, en cuya primera parte se darían cita más actores filosóficos que los considerados tradicionalmente, sino para la filosofía platónica en general. Trabajos como este revelan la tensión dialógica que atraviesa toda la producción de Platón, para quien sus contemporáneos eran considerados interlocutores válidos, aun cuando tendía a ocultarlos tras figuras intelectuales de mayor renombre.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License