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Circe de clásicos y modernos

versión On-line ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.19 no.1 Santa Rosa jun. 2015

 

RESEÑAS

ALESSO, Marta (ed.).
Hermenéutica de los géneros literarios: de la Antigüedad al cristianismo
Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2013, XXX + 430 págs. ISBN 978-987-1785-97-1

por David Rodríguez Chaves
[UNLPam - davercmail@gmail.com]

Hermenéutica de los géneros literarios: de la Antigüedad al Cristianismo se propone con éxito evidenciar el modo en que una corriente conceptual y ética se transmitió desde la Antigüedad clásica hacia el cristianismo. Los trabajos reunidos en el volumen –desarrollados en su mayoría en el marco del proyecto PICT 2005-32534 "Hermenéutica de los géneros: de la Antigüedad al primer cristianismo", financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica– parten de la hipótesis de que dicho trasvase se realizó a través de los géneros literarios y, por ello, indagan en los elementos genéricos precristianos que ayudaron a la construcción del cristianismo, en especial en lo concerniente a un discurso que abarca varios siglos y llega hasta la época bizantina.
Según Alesso, en el análisis de textos de épocas pasadas, al momento de la recepción, el aspecto genérico se pone de relieve y de manera inmediata: "se necesita una determinada competencia cultural para ubicar la obra en su contexto y eso significa casi ineludiblemente pensarla desde 'lo genérico'" (p.VII). Esta es sin duda la premisa que ha guiado la producción colectiva del libro y que le da coherencia y sentido al estudio de cada uno de los géneros invocados en los respectivos capítulos.
El libro se compone de doce capítulos que se dedican al examen de los diferentes géneros literarios provenientes del mundo antiguo y que influyeron en el cristianismo temprano. Asimismo, el texto posee una sección de agradecimientos y un prólogo, redactados por la editora Marta Alesso, que proveen las perspectivas básicas y comunes de los trabajos individuales compendiados. El prólogo es un aporte en sí mismo ya que, además de anticipar el contenido de la obra y conectar cada capítulo con las líneas principales de abordaje que han sido empleadas durante la ejecución del proyecto que le dio origen, resulta una acabada síntesis de la problemática con gran proyección didáctica para las clases en el nivel universitario.
El primer capítulo, "Los apologistas griegos: de la defensa de la fe al discurso de propaganda", a cargo de Horacio Lona, se ocupa de los apologistas griegos, de los orígenes del cristianismo como movimiento, del establecimiento de la iglesia temprana y del modo en que la literatura se usó para la comunicación entre las iglesias a través del formato de la epístola. La primitiva iglesia cristiana se hallaba dentro del Imperio como un culto discreto y minúsculo pero, al crecer y hacerse notorio, debió hacer frente a la persecución del estado. Ante dicha persecución surgió la necesidad de la defensa para la cual los cristianos se sirvieron de la apología. Luego del primer uso cristiano del discurso apologético como defensa sobrevino su utilización como propaganda, para hacer conocer a los no cristianos en qué creían e invitarlos a unirse a la verdadera fe. Por último, la apología se empleó como arma para atacar a los judíos, habida cuenta de que el cristianismo rompió con sus raíces judías y se helenizó. Lona advierte que no hay que mirar a los apologistas del siglo II como un todo indiferenciado sino que es necesario ver las particularidades de cada uno.
En el segundo capítulo, "Religión y retórica. La recepción de géneros y autores grecorromanos en los apologistas latinos" de Cecilia Ames, vemos cómo los escritores cristianos del norte de África continuaron el trabajo realizado por los apologistas griegos: la diferencia entre los dos grupos reside en que los norteafricanos no polemizaron con los filósofos griegos sino con los latinos. La apología se dedicó a defender el movimiento denunciando a las demás religiones y a promocionar una forma de vida ejemplar. Ames estudia los textos de dos escritores: Tertuliano (Ad nationes y Apologeticum) y Minucio Félix (Octavius) y puntualiza, en lo referente a la cuestión del género literario, "que la apología en sí misma no constituye un género literario sino que los Padres apologistas se sirven de formas diferentes, cartas, discursos, diálogo, pedido oficial o tratado filosófico" (p. 33) con sentido encomiástico.
"La historiografía como género apologético en los orígenes cristianos" es el tercer capítulo, compuesto por José Pablo Martín. Este trabajo se refiere a la definición de las ideas cristianas durante el siglo II y al pensar teológico sobre los hechos humanos que sirvió de semilla para los paradigmas de una historia universal en la cultura cristiana posterior. Según Martín, los libros cristianos surgieron como forma de fijar de manera escrita la predicación oral (cabe recordar que en la tradición rabínica la predicación oral era de extrema importancia). La pequeña comunidad de cristianos se encontró en medio de una disputa de culturas y se arrogó el cumplimiento de lo profetizado en las Escrituras, por ello tenía la llave para la salvación de la humanidad. Los escritores cristianos incorporaron a la apologética la historiografía, no al modo usual en el ámbito jurídico sino con referencias a ciertas nociones que la ubican claramente en el campo de la filosofía. Como afirma Martín, "aparece un nuevo horizonte de la labor misionera, el mundo de la cultura unificado por el Imperio, donde ya preexistía una disputa filosófica y una disputa histórico-cultural" (p. 39).
El cuarto capítulo corresponde a Pablo Cavallero y se titula "De los libros sapienciales a la hagiografía". Los libros sapienciales, en cuanto a su forma, pertenecen al género poético: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico son libros sapienciales, y deben su nombre a que las enseñanzas e instrucciones que Dios ofrece en ellos forman lo que en el Antiguo Testamento se llama Sabiduría, que es el fundamento de la piedad. Cavallero compara el texto bizantino la Vida de Filáreto con el Libro de Job, fundamentalmente lo que se refiere a las similitudes entre Filáreto y Job, ambos héroes espirituales. El Libro de Job tuvo gran influencia en el cristianismo tardoantiguo y durante la Edad Media, según el autor del capítulo, a diferencia de otros libros sapienciales, ya que "el Libro de Job oficia como un texto hagiográfico en el sentido general de 'describir la santidad' como un modelo para el público" (p. 66), con lo cual se demuestra que la sabiduría del género sapiencial dio lugar a la sabiduría del género hagiográfico.
Viviana Suñol se concentra en el quinto capítulo, denominado "El comentario como práctica de la filosofía: desde el Aristotelismo a la Patrística", en el género de los comentarios durante el lapso que se extiende desde fines del helenismo hasta la Antigüedad tardía. La autora presenta al comentario como el principal medio de producción filosófica del período, cuyo antecedente se halla en los comentarios poéticos de los filólogos helenísticos. Explica que, al principio, los comentarios de una obra se escribían en un rollo separado pero durante la Antigüedad tardía, gracias a los códices, se pudo reunir en un mismo libro y en una misma página el texto y su comentario. También destaca el trabajo de exégesis desarrollado por los neoplatónicos, que se une al cristianismo con figuras como Boecio –quien propició la penetración del neoplatonismo en la sensibilidad cristiana–, y aclara que durante el cristianismo temprano la labor exegética no fue una gran preocupación, ya que los primeros comentarios aparecieron hacia el año 150. Suñol concluye que los comentarios tienen un valor histórico no solo porque ellos permitieron acceder al pensamiento y la vida de antiguos filósofos sino también porque ayudaron a la preservación de obras que de otro modo se habrían perdido para la posteridad.
"La refutación de las herejías: del Nuevo Testamento a Ireneo de Lyon" se ocupa de un subgénero de la apología, el de la refutación, nacido en el siglo II. Para comprenderlo, Juan Carlos Alby sostiene en el sexto capítulo que es menester atender a la mutación de significado del término herejía: primeramente, en griego αἵρεσις significaba 'elección', 'inclinación', 'preferencia', y su contraparte en latín, secta, significaba 'seguir', 'ir detrás', 'acompañar'; pero pasan a significar 'elección perversa' y en términos teológicos designan aquello que se opone a la recta hermenéutica de los pasajes esenciales de la Escritura. Al apelar a la tradición y sucesión apostólica, la Magna Iglesia era la única que poseía la clave hermenéutica capaz de ofrecer la interpretación correcta de los textos sagrados. Es sobre esta base ideológica que Ireneo escribió su monumental tratado Adversus haereses (Contra los herejes), unos de los textos analizados en el capítulo.
Lidia Raquel Miranda tiene a cargo el séptimo capítulo, "El género epistolar en el primer cristianismo: contextos, características, efectos", que se ocupa del rol de las cartas en el ámbito del cristianismo primitivo. La autora hace hincapié en el carácter realizativo de la epístola, cuya función es poner en contacto a dos personas que se hallan alejadas en el espacio y, al tener una naturaleza dialogal, puede ser homologada a la conversación. La epístola puede ser considerada como género literario distintivo de la Antigüedad porque combinaba el modelo corriente de la carta con la intención teológica, la comunicación administrativa y/o los asuntos generales del desarrollo de la iglesia cristiana. El capítulo analiza varias epístolas pero se concentra principalmente en las paulinas.
La directora del PICT 2005-32534 y editora de Hermenéutica de los géneros literarios: de la Antigüedad al cristianismo, Marta Alesso, escribe el octavo capítulo del volumen: "El banquete filosófico desde Platón a Metodio de Olimpo". Explica Alesso que el banquete filosófico tiene su origen en el festín con discurso, y con el tiempo adquiere en su expresión literaria una estructura, un estilo y un orden particular que permite reconocerlo como género. En la literatura convivial el objeto principal era la expresión de sucesivos discursos sobre un tema. Según la autora, la posterior apropiación del género literario por el primer cristianismo eliminó las características externas, los temas propios de la literatura simposíaca clásica y prescindió de las interpelaciones e intercambios, las ideas filosóficas devinieron interpretaciones eruditas de hipotextos sagrados y prevaleció la veta expositiva por sobre la festiva. De este modo se organizaron los discursos en el Banquete cristiano de Metodio de Olimpo, uno de los textos representativos del género abordados en el capítulo.
En "Miscelánea y enciclopedia" Paola Druille se ocupa de dos conceptos genéricos: miscelánea (término que en la Antigüedad describía la obra literaria de un mismo autor pero de carácter variado y erudito), y enciclopedia (que refiere al saber general con fines educativos). Las enciclopedias romanas del siglo I se construían a través de dos procesos conocidos como compilatio y ordinatio: el primero consistía en la selección del material, y el segundo en su disposición adecuada para ofrecer una versión sistemática y comprensiva del conocimiento. Por el contrario, las misceláneas no pretendían una sistematización del conocimiento, sino que en ellas eran de vital importancia, para atraer al lector, los títulos y los temas tratados. Los escritores cristianos se sirvieron de estos géneros para transmitir su conocimiento. Como ejemplo, podemos nombrar a Clemente de Alejandría y su Stromata, una miscelánea formada por ocho libros que es tratada puntualmente en el noveno capítulo.
El décimo capítulo es "Himnología desde la Antigüedad greco-romana al cristianismo", a cargo de Elbia Haydée Difabio. La autora expone al himno como forma de adoración y agradecimiento presente entre los pueblos griegos y romanos antes del cristianismo y que luego fue adoptada por la Iglesia para su rito. Analiza distintos himnos y refiere a diferentes autores para mostrar las innovaciones y cambios producidos a través del tiempo en el género, y enfatiza en el carácter rítmico y colectivo de la composición así como en la plasticidad que le permitió su instrumentación en circunstancias diversas.
El decimoprimer título "El género bíos desde la Antigüedad hasta Gregorio de Nisa" de Elisa Ferrer alude al género biográfico o βίος, género que nació en la Antigüedad y se desarrolló durante el Imperio. La autora centra su análisis en la obra de Gregorio de Nisa, padre griego del siglo IV, perteneciente a los llamados Padres capadocios. En el caso de los autores antiguos, se entendía al género como el recuento de la vida y hechos de una persona desde su nacimiento hasta su muerte; por lo general, esta persona era una personalidad significativa (político, general, filósofo, etc.) de la comunidad. El Niseno escribió dos obras con el título de Vitae, la Vita Sanctae Macrinae (Vida de Santa Macrina) y De vita Moysis (Vida de Moisés). La primera constituye una obra breve y tiene la forma de una carta. En ella Gregorio narra los hechos fundamentales de la vida de su hermana, desde su nacimiento hasta su fallecimiento, con el objetivo de mostrarla como un ejemplo de santidad. La segunda biografía presenta cuatro partes y tiene como objetivo exhibir a Moisés como modelo de virtud y perfección.
Héctor R. Francisco cierra el volumen con el capítulo "De la Historia eclesiástica a la Crónica: la historiografía anticalcedoniana", que se centra en el papel que jugó el discurso histórico como herramienta polémica en los debates posteriores a las discusiones cristológicas que siguieron al Concilio de Calcedonia. En este capítulo se analizan tres historiadores anticalcedonianos (Zacarías de Mitilene, Pseudo Zacarías y Juan de Éfeso) que usaron el discurso histórico no solo para debates teológicos sino también como medio para crear una red de solidaridad y obediencia social al clero anticalcedoniano. Según el autor, por medio de la historiografía se definió y se afianzó la ortodoxia y se legitimó a los anticalcedonianos como herederos de una tradición transmitida a través de la sucesión episcopal, desde Cristo y los apóstoles a los obispos.
Sin duda, Hermenéutica de los géneros literarios: de la Antigüedad al cristianismo, editado por Marta Alesso, constituye el broche de oro de una investigación que, por lo que evidencian las páginas del libro, ha sido sistemática y consistente. Cada uno de los capítulos logra apuntalar el objetivo que guió dicho trabajo y que se expone con claridad en cada aportación: los géneros literarios heredados de la Antigüedad sostuvieron el caudal ideológico del cristianismo que, sin esa base sólida, no hubiera podido trasmitirse ni constituirse en uno de los pilares culturales del mundo occidental. El volumen resulta, así, un material de consulta ineludible para acceder a los contextos de producción y circulación de los géneros literarios antiguos y su proyección en el cristianismo. Como crítica tal vez podría señalarse el hecho de que varios capítulos se refieren, aunque con matices diferentes y complementarios, a un determinado género (un caso es el de la apologética) mientras que algunos géneros no han sido estudiados. Sin embargo, esta salvedad no opaca los méritos de la edición puesto que abarcar la totalidad de las manifestaciones genéricas resultaría imposible y, además, los géneros investigados son los más representativos de la problemática en cuestión.

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