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vol.19 número2GALÁN, Lía Margarita y BUISEL, María Delia (eds.) La adivinación en Roma. Oráculos, vaticinios, revelaciones y presagios en la literatura romana Ediciones Al Margen - Buenos Aires, 2014, 300 págs. ISBN 978-987-618-200-3 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Circe de clásicos y modernos

versión On-line ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.19 no.2 Santa Rosa dic. 2015

 

RESEÑAS

ALBY, Juan Carlos
La medicina filosófica del Cristianismo antiguo
Santa Fe, Universidad Católica de Santa Fe, 2015, 204 pp. ISBN 978-950-844-094-5

por Laura Pérez
[UNLPam/CONICET - lau_perez75@hotmail.com]

El cristianismo antiguo, en su profusa interrelación con la filosofía y el conjunto de los saberes griegos, conoció las teorías médicas elaboradas durante varios siglos desde los trabajos fundacionales de Hipócrates. Pero junto a esta orientación técnica de la medicina, convivían en el ámbito grecorromano nociones religiosas y mágicas, e incluso la concepción judía que ligaba la enfermedad al castigo divino. En La medicina filosófica del Cristianismo antiguo, Juan Carlos Alby indaga las formas de recepción de estas distintas tradiciones médicas en la literatura cristiana de los primeros siglos. Sin pretender un análisis exhaustivo del problema, sino más bien una serie de reflexiones filosófico-teológicas acerca de ciertos hitos fundamentales en relación con el tema de estudio, el investigador despliega a través de los diversos capítulos un rico y variado panorama de los modos en que los diferentes círculos cristianos se acercaron a la medicina antigua, tanto técnica como religiosa, así como de las estrategias que pusieron en juego para transformar las creencias grecorromanas y otorgarles una fundamentación cristiana, y de las nuevas concepciones acerca de la salud, la enfermedad y la curación a las que dieron origen.
Esta variedad de temáticas y perspectivas surge del análisis de fuentes cristianas provenientes de ámbitos diversos. En efecto, el estudioso se centra en los autores cristianos prenicénicos pues considera que los tres primeros siglos constituyen el período más rico en el desarrollo del cristianismo, en el que este mantuvo mayor contacto con la filosofía griega y se diversificó en múltiples facciones con distintas orientaciones especulativas. Resulta muy valiosa en este sentido la incorporación al análisis tanto de la literatura heresiológica como de las fuentes gnósticas halladas en Nag Hammadi ya que, como plantea el investigador, no es posible obtener un cuadro completo del cristianismo temprano si no se tiene en cuenta la pluralidad de desarrollos doctrinales que presentan estos textos.
Los estudios que conforman el volumen reúnen los resultados de varios años de trabajo, durante los cuales Alby dirigió proyectos de investigación relacionados con esta temática en la Universidad Católica de Santa Fe y en la Universidad Nacional del Litoral, y son también producto de la integración de los dos paradigmas que confluyen en la formación del investigador, que es a la vez Licenciado y Doctor en Filosofía, Bioquímico y Administrador en Salud: el de las ciencias biológicas y el de la filosofía. Esta trayectoria se evidencia en la riqueza del análisis, en el extenso manejo de fuentes variadas y en las reflexiones que conectan las nociones antiguas con la situación actual de la medicina y sus principales concepciones ideológicas.
El libro se abre con una breve Introducción titulada "La medicina que los cristianos recibieron", donde Alby destaca las dos tradiciones disímiles que coexisten en el saber médico heredado por los primeros cristianos: la medicina técnica griega y la concepción judía de la enfermedad como señal del castigo divino. Los representantes más notables de la medicina griega son Hipócrates, considerado el ‘inventor’ de este arte, y en el período grecorromano Galeno, quien recupera la tradición de su antecesor aunando como él la especulación teórica a los datos empíricos, a la vez que produce importantes avances originales, especialmente en el campo de los conocimientos anatómicos. En la tradición judía, en cambio, a pesar de que existían médicos para las heridas externas, se recurría al sacerdote para el tratamiento de enfermedades graves, pues estas se consideraban ligadas a una valoración sagrada y requerían por lo tanto de la intervención divina.
En el primer capítulo del estudio, "La medicina hipocrática", el autor presenta un panorama general del nacimiento de esta disciplina y de los conceptos principales en que se sustentó. Luego de un apartado inicial en que ofrece una descripción delcorpus hippocraticum y dos posibles clasificaciones de sus escritos, el investigador enfatiza que esta ciencia se originó en estrecha vinculación con la filosofía jónica, lo que explica su particular concepción del hombre y de la disciplina misma. Esta última se configura como una
τέχνη cuyo objetivo o τέλος es bivalente: por un lado, la salud, y por otro, la actividad del médico orientada hacia ella. El hombre, objeto central del ars medica, presenta una naturaleza propia en correspondencia con la naturaleza del cosmos, de modo que se lo concibe como un microcosmos cuyos elementos se encontraban en equilibrio o armonía. En consecuencia, la terapéutica confiaba en las capacidades curativas inherentes a la propia naturaleza humana, que tendía a restaurar el equilibrio roto por la enfermedad; por ello obtenía un lugar privilegiado la medicina preventiva, a la vez que se favorecía el método terapéutico de la dieta por sobre la farmacología y la cirugía. Como destaca Alby, estas características de la medicina antigua, así como su ética fundada en los principios del amor al hombre y el amor al arte, señalan su importancia para la práctica médica actual. La concepción totalizadora del hombre como unidad y de la enfermedad como ligada indisolublemente a la persona obligan a cuestionar la orientación presente de la medicina hacia el mecanicismo que separa la enfermedad como algo externo al paciente, que se convierte así en un ‘caso’ despersonalizado.
El segundo capítulo del libro, "El paso de Asclepio a Cristo en la primera literatura cristiana", indaga las estrategias por las que el cristianismo temprano buscó reemplazar la figura del médico divino, Asclepio, por la de Cristo. El dios médico, que realizaba la curación a través de los sueños producidos durante la incubatio en el templo, tenía un enorme prestigio desde la época arcaica en Grecia, y su culto había sido adoptado con fuerza en Roma, en especial luego del traslado del santuario desde Epidauro a la isla tiberina en el 420 a.C. El arraigo de estas prácticas en el ambiente grecorromano hizo que los cristianos no intentaran negarlas; por el contrario, optaron por atribuirles un origen demoníaco, que contraponían a la procedencia divina de los milagros de Cristo, a la vez que denunciaron el interés económico del culto griego, que demandaba un pago por los servicios. Alby rastrea estas críticas en los escritos apologéticos de Justino, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Lactancio, Orígenes y Teodoreto de Ciro. Además de esta estrategia denunciatoria, el reemplazo del culto al dios pagano requirió otro proceso: la suplantación de sus templos –al igual que los de otros dioses relacionados, como Serapis e Isis– por iglesias cristianas en las que los poderes terapéuticos se adscribieron a mártires cristianos, que realizaban la sanación mediante prácticas litúrgicas muy similares a las de los antiguos dioses, incluida la incubatio.
El capítulo tercero se titula "Los gnósticos y la medicina" e indaga la influencia de la medicina técnica sobre la literatura de los grupos cristianos más cultos de la época, los gnósticos. A través del análisis del lenguaje esotérico de textos como la Paráfrasis de Sem, el Apócrifo de Juan o la Exposición sobre el alma, así como de los testimonios de Ireneo sobre los gnósticos ofitas, valentinianos y peratas, Alby demuestra la presencia del vocabulario y las teorías sobre la generación, la embriología y la ginecología en los mitos gnósticos sobre el surgimiento de la materia y la caída de Sophía. De esta manera, el investigador comprueba que, en el ámbito cristiano, los gnósticos fueron los más analíticos en el estudio de las teorías médicas vigentes en su época, desde las hipocráticas y aristotélicas hasta las desarrolladas por Sorano, Galeno y la escuela médica de los metódicos, y con gran habilidad integraron estos conocimientos a los desarrollos doctrinales de su antropología, soteriología y cosmología.
Los capítulos siguientes abordan dos temáticas relacionadas y que se distancian del aspecto científico de la medicina para inclinarse hacia los elementos milagrosos, mágicos y religiosos vinculados al fenómeno de la curación. En el capítulo titulado "Milagros de curación en la tradición médica tardo-antigua", Alby estudia el cambio producido en la concepción de los milagros desde el ámbito grecorromano a la tradición judeocristiana. En el primer contexto el miraculum o thaûma se evaluaba desde una cosmovisión caracterizada por la creencia en el dinamismo del cosmos y la simpatía entre macro y microcosmos, de modo que los portentos se consideraban producto del ejercicio de una dýnamis especial que no era exclusiva de los dioses sino también compartida por algunos hombres. Así surge, junto a los dioses sanadores como Asclepio e Isis, la figura del taumaturgo e incluso la del ‘hombre divino’ (theîos anér), que cuenta entre sus poderes prodigiosos la sanación. En cambio, la concepción judeo-cristiana ubicaba el acento en la idea de que Dios es el autor del milagro. De hecho, la tradición judía no confiaba en los médicos, pues la curación solo podía provenir de Dios, de quien también los médicos recibían sus conocimientos. Los milagros de curación adquieren especial relevancia en el marco escatológico de la apocalíptica judía y de allí resulta que los milagros de Jesús sean considerados ‘signos’ de la presencia del Reino de los Cielos en la temporalidad humana.
Esta concepción religiosa de la curación se encuentra muy cercana a la noción mágica con la que la medicina se halló fuertemente imbricada desde su surgimiento, tema analizado en el quinto capítulo del volumen: "Magia y religión en la medicina del judaísmo tardío y del cristianismo antiguo". Luego de ofrecer una caracterización de los conceptos de ‘magia’ y ‘religión’ y del nuevo sentido que esta última adquirió con el advenimiento del cristianismo, Alby señala que la escisión entre magia y medicina es tardía en el mundo griego, pues era habitual que los procedimientos terapéuticos se combinaran con creencias religiosas y con las técnicas de los magos. Por otra parte, el investigador examina textos del judaísmo postexílico, desde el siglo II a.C. hasta los inicios del período talmúdico, y demuestra que en las comunidades judías existían diversas relaciones entre la medicina y la magia, que se aprecian en la preparación de amuletos, documentos e inscripciones mágicas. En el ámbito judeocristiano, aun cuando se continuara creyendo en el poder de la magia e incluso esta fuera utilizada en prácticas como los exorcismos, se le quitó todo sustento epistemológico y comenzó a ser considerada como obra del demonio y finalmente satánica. No obstante, los testimonios indagados permiten a Alby concluir que si bien los autores cristianos denostaron la vinculación de la medicina con la magia y la religión, la imbricación entre ellas era tan fuerte que "permanecieron unidas de manera oculta y fueron configurando la antropología médica que encontramos en el curso de la Edad Media y en el Renacimiento" (p. 141).
El capítulo sexto, "La condena del aborto en el cristianismo primitivo. Hacia la primera bioética cristiana", estudia una temática en la que las diferencias entre el cristianismo y el ambiente cultural grecorromano son muy notables. En primer lugar, el investigador analiza el marco ético y doctrinal de la enseñanza de "los dos caminos", en cuyo contexto se incorpora la mención del aborto y de su rechazo en textos judeo-cristianos tempranos como la Didaché, la Epístola del Pseudo Bernabé y la Doctrina Apostolorum. Un segundo momento del análisis aborda las acusaciones que recibían los cristianos, que involucraban prácticas como el infanticidio, el aborto, la espermatofagia y el canibalismo ritual, y las respuestas que estas denuncias suscitaron entre los apologistas. La sección final del capítulo explora textos gnósticos como el Apocalipsis de Pedro, la Pístis Sophía o el Evangelio de Judas, y demuestra que las comunidades cristianas que produjeron estos escritos, a pesar de sus diferencias de doctrina, manifiestan el mismo rechazo al aborto que el que se expresa en la literatura canónica.
Por último, en el capítulo "El logos médico y maestro en Clemente de Alejandría", Alby focaliza el estudio en el singular tratamiento que realiza Clemente de la noción cristiana del logos. Cristo adquiere en sus textos, en especial en el libro I del Pedagogo, una función educativa por la que se constituye en Logos-maestro. Pero Clemente configura también la imagen de Cristo médico, el Lógos therapeutikós, aunque esta nunca aparece disociada de su función pedagógica. El investigador analiza esta noción en el contexto de la interpretación clementina de la parábola del buen samaritano, a la que Clemente transforma en una alegoría mediante el otorgamiento de un carácter simbólico a cada uno de sus elementos. En un último apartado, el autor rastrea los antecedentes pre-alejandrinos de la figura del Cristo-médico que pudieron haber inspirado a Clemente.
Como expresa Alby en las "Reflexiones finales" que cierran el libro, las temáticas abordadas en los diversos capítulos del volumen muestran cabalmente que la medicina del cristianismo antiguo no solo recuperaba las nociones teóricas y empíricas propias de la medicina técnica grecorromana, sino que estaba también estrechamente ligada a la magia, el milagro y la religión. Al igual que sucedía en los ámbitos médicos griego y romano, tampoco en el cristianismo existía una nítida separación entre la técnica y la consideración religiosa que vinculaba la sanación a lo divino. El abordaje de Alby logra poner en evidencia la coexistencia de estas nociones, que han sido devaluadas desde perspectivas más racionalistas como las que prevalecen en la medicina actual.
Al final del libro se incluye un listado bibliográfico que da cuenta del extenso estudio en que se sustenta el trabajo. Bajo los distintos subtítulos se agrupan las referencias a las variadas fuentes analizadas –fuentes de medicina griega, patrísticas, gnósticas y fuentes antiguas en versiones modernas–, los textos instrumentales, la bibliografía general y los estudios sobre temáticas específicas.
Este sucinto recorrido por los capítulos que integran La medicina filosófica del Cristianismo antiguo demuestra que se trata de una investigación sólidamente fundada que logra destacar la multiplicidad de concepciones y puntos de vista sobre la medicina que convivían en el complejo período cultural que abarca el estudio. De esta forma, el libro constituye una lectura sumamente fructífera para todo investigador o estudioso interesado en las diversas nociones médicas existentes en el mundo grecorromano y en las formas en que los variados círculos cristianos de los primeros siglos asumieron, adaptaron, transformaron o reemplazaron estas concepciones. Presenta además como otro mérito destacable una serie de comentarios críticos y comparaciones con las nociones prevalecientes en la medicina actual, de manera que contribuye a profundizar la reflexión presente acerca de la valoración del hombre, de su relación con la enfermedad y de las técnicas médicas orientadas a su curación.

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