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vol.20 issue2The De dogmatibus ecclesiasticis of Gennadius of Massilia in the tradition of symbolsRACKET, Andrés Esquilo. Suplicantes. Introducción, traducción y notas. Colección Griegos y Latinos. Losada, Buenos Aires, Argentina, 2014, 104 págs. ISBN 978-950-03-7208-4 author indexsubject indexarticles search
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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.20 no.2 Santa Rosa July 2016

http://dx.doi.org/10.19137/circe-2016-200210 

DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2016-200210

RESEÑAS

 

GAMBON, Lidia (coord.)
A quien Dionisio quiere destruir. La tragedia y la invención de la locura
Colección Estudios Sociales y Humanidades, EdiUNS. Bahía Blanca, 2016, 214 págs. ISBN 978-987-655-092-5

 

por Marta Alesso
[UNLPam - alessomarta@gmail.com]

A quien Dionisio quiere destruir. La tragedia y la invención de la locura es el resultado de la investigación desarrollada en el marco de un proyecto que puso en relación la tragedia ática con la medicina hipocrática en la Atenas del siglo V a.C. La directora, Lidia Gambon, realizó, previamente a la publicación del libro, dos estancias en el exterior que contribuyeron en gran medida a lograr el buen resultado: una en la Universidad Complutense de Madrid (2013) y otra en la Università di Pisa (2014-2015) en el marco de una beca Erasmus. No es la primera vez que Lidia Gambon presenta una publicación exitosa sobre tragedia griega. Recordamos en especial La institución imaginaria del oikos en la tragedia de Eurípides (2009), pero muchos otros capítulos y artículos sobre el tema también tienen su firma y son utilizados en las cátedras de estudios clásicos del país.
Otra de las autoras es Gabriela Cerra, quien obtuvo su grado de doctor en The Hebrew University of Jerusalem y como resultado de sus investigaciones publicó Linguistic Questions in Cicero’s Poetic Translations (2009). Cecilia J. Perczyk firma otro de los capítulos. Si bien es Licenciada en Psicología hace largo tiempo que optó por los estudios sobre antigüedad griega y es Magister en Estudios Clásicos, a punto de obtener su doctorado en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Constanza Filócomo, joven y prometedor recurso de la Universidad Nacional del Sur, realizó su tesina de Licenciatura sobre el tema de la locura en la tragedia euripidea Heracles y es a la fecha doctoranda y becaria del CONICET. Como podemos observar, se trata de un equipo no muy numeroso, pero consolidado y serio en busca de lograr el objetivo de investigar las relaciones entre tragedia y medicina, campo todavía bastante inexplorado pero promisorio que seguirá retoñando –esperamos– en nuevas publicaciones con este asunto.
El volumen consta de tres partes: I. La locura: invención trágica y patología médica (pp. 25-72); II. Inventando al monstruo (pp. 75-145); III. Inventando el síntoma (pp. 149-197). La segunda parte ofrece un apéndice con imágenes muy interesantes y sugestivas (ilustran es especial el último capítulo), como por ejemplo una representación antiquísima de la Gorgona, de Tesalia, datada unos 6000 años a.C., lo cual demuestra que el imaginario de este monstruo ya está atestiguado desde hace unos ocho mil años en Europa. Otras ilustraciones muestran a la Gorgona en un plato, en una fíbula de bronce o en cerámicas.
La primera parte tiene dos capítulos. El primero de ellos corresponde a Lidia Gambon, quien lo ha titulado “La invención de la locura de los héroes: Acerca de las locuras trágicas en la antigüedad griega” (pp. 25-52). Continúa la línea epistemológica de Ruth Padel en Whom Gods Destroy. Elements of Greeks and Tragic Madness (1995) y pone en relación tragedia y medicina siguiendo la gramática de las respuestas occidentales a la locura y concentrándose en este caso en la taxonomía, procurando categorizar las diversas expresiones de tal ‘enfermedad’ a partir de una organización tripartita muy eficiente: 1) el orden doméstico o familiar; 2) el orden natural o humano –por oposición al divino y al animal– y 3) el orden social o político. El trabajo da muestras de una investigación ordenada con un resultado provechoso para los interesados en enfrentar un análisis de la tragedia griega desde una perspectiva original. El segundo capítulo, rubricado por Cecilia Perczyk, se titula “La concepción de la locura en el tratado hipocrático De morbo sacro” (pp. 53-72). La aportación de esta investigadora es de gran relevancia. Si bien entiende que el modelo de la medicina hipocrática no puede aplicarse a la poesía épica o a ninguna obra anterior al siglo V, estudia en primer lugar los casos de Héctor y Ares en Ilíada, para demostrar que Homero ofrece el registro más antiguo del vocabulario de la locura y que será un modelo para la literatura posterior. Perczyk luego se vuelca a una indagación pormenorizada sobre el tratado hipocrático Sobre la enfermedad sagrada o De morbo sacro, en el que se trata la llamada ‘enfermedad sagrada’ –una perturbación del cerebro que no lleva otro nombre específico–, según un cuadro sintomático concreto. Es interesante comprobar cómo el sistema hipocrático se basa en la teoría de los humores, elementos que se mueven y se mezclan entre sí, y cómo con su balance y equilibrio se logra la buena salud. Hay un detallado tratamiento de las fuentes en lengua original, lo cual constituye un trabajo filológico preciso y serio.
La segunda parte está organizada en tres capítulos. El primero de ellos estuvo a cargo de Lidia Gambon y Gabriela Cerra y se refiere a la “Invención y resignificación de la locura: la imagen de las Erinias en la tragedia” (pp. 75-101). Las investigadoras focalizan su trabajo en torno de figuras que personifican la manía –Erinias, Gorgonas, Lýssa– y a la vez la asocian con dos animales, perros y serpientes. En este capítulo se concentran en las Erinias que no solo son causa de trastornos patológicos como la locura, sino que ellas mismas son una enfermedad que ataca de manera repentina como los perros que ellas representan. Las autoras reflexionan sobre el lugar que ocupa Esquilo en la corporeización de estos monstruos –las Erinias–, que materializan la manía de Orestes y son pasibles de más de una resignificación trágica, sobre las que ellas formulan una hipótesis explicativa centrada en la relación que estas figuras divinas guardan con la locura. Como toda hipótesis está sujeta a un proceso de desarrollo que Gambon y Cerra puntualizan, rectifican o completan con nuevas suposiciones. El capítulo tiene varias ilustraciones lo cual da pie para plantear un imaginario mitológico con diferentes niveles de codificación, por ejemplo textual e iconográfico, cuya resolución es compleja. Pero en la Orestía, Esquilo identifica a las Erinias no solo como perras, sino también como serpientes; se ratifica por tanto que la resignificación de estas perseguidoras como perras-serpientes se sustenta en la conexión con lo patológico, con la enfermedad, lo que las pone en conexión con los textos médicos. Si bien las conjeturas que formulan quedan comprobadas, permanecen abiertas nuevas reflexiones e incluso a alguna nueva hipótesis.
El segundo capítulo de esta parte se titula “Monstruosidad y ambigüedades de la figura de Lýssa en Heracles de Eurípides” (pp. 103-123) y está suscripto por Constanza Filócomo. Eurípides describe a Lyssa en esta tragedia con serpientes en la cabeza y ojos llameantes. Hera ordenó a Lyssa, a través de Iris que volviera loco a Heracles –del que era enemiga acérrima– y que lo impulsara a matar a su mujer y a sus hijos. Filócomo descubre que tanto en el personaje Lýssa en sí mismo como sus acciones y efectos existe una gran ambigüedad trágica. La investigadora percibe la figura monstruosa en su inalienable singularidad, advierte una estética de lo horrible y llega a conclusiones que erigen textualmente características desconocidas de un personaje poco transitado por la crítica.
El tercer capítulo de la segunda parte es de autoría de Lidia Gambon y se denomina “La Gorgona: esa monstruosa mirada inquietante de la locura” (pp. 125-145). Gambon parte de la configuración artística y literaria de la Gorgona, una de las figuras monstruosas más espeluznantes, y analiza con profundidad su papel en la tragedia, que muestra el nuevo espacio otorgado a la Gorgona en el drama y el modo en que contribuye el período clásico a la configuración de los rasgos representativos de la patología trágica por excelencia. La autora parte de una cita la nékya del canto once de Odisea, donde la Gorgona (la cabeza de la Gorgona) se asocia a Perséfone y se integra al temible paisaje del Hades. Sigue con dos citas de Hesíodo –de Teogonía y del Escudo– para ejemplificar el atributo principal de las Gorgonas en la literatura y el arte: las serpientes. Luego trata el tema específicamente en la tragedia, en primer lugar en Esquilo; en Coéforas, las Gorgonas son asimiladas a las Erinias; en Prometeo encadenado, están presentes en la geografía del peregrinar enloquecido de Ío. También está analizada la aparición del despiadado monstruo en Eurípides, con citas de Heracles y Orestes. El texto está acompañado por un apéndice de imágenes, ya mencionado arriba, que resulta muy ilustrativo. Es este un trabajo muy prolijo, las conclusiones son el eco de los objetivos planteados en la introducción y constituye en términos generales una aportación completa y útil.
La tercera parte comprende los dos últimos capítulos del libro. Uno se titula “Tragedia, alucinación y locura: la experiencia de la mirada marginal en la tragedia griega” (pp. 149-176) y lo firma Lidia Gambon. El otro es “La ambigüedad en el tratamiento de la alucinación de Casandra y Orestes en la Orestía de Esquilo” (pp. 177-197) y está escrito por M. Gabriela Cerra. El cuerpo del trabajo de Gambon está referido al léxico y a las imágenes de la alucinación en la tragedia. Con la alucinación en las obras trágicas nos encontramos ante la difícil situación de que la representación remite siempre a algo que no es o no está realmente allí, algo que parece lo que no es. En el espectáculo dramático, la alucinación es una forma de subrayar la marginalidad, la soledad del héroe trágico, ya que su estado patológico le hace ver, aunque sea momentáneamente, una pseudo-realidad o una forma de la realidad diversa, que los demás no ven. Cerra, por su parte, retorna y abunda sobre el tema de la alucinación, se remonta a Platón y avanza más adelante en el tratamiento del fenómeno en la Orestia de Esquilo. Encuentra similitudes en el modo en que se construye la escena en que aparece en primer plano la alucinación profética de Casandra en Agamenón y la de Orestes en los vv. 1048-1076 de Coéforas. En un apartado muy interesante pone el énfasis en el análisis del léxico en ambas escenas, encontrando términos en común para referir al estado de perturbación mental y física que supone la locura. Los dos últimos capítulos, el de Gambón y el de Cerra, son complementarios y se iluminan mutuamente. Hay gran mérito en que se publiquen estas conclusiones: el rigor de la metodología, el manejo eficiente de las fuentes y las convincentes argumentaciones son motivo suficiente para que se difunda este libro en el mundo académico.
El eje del libro en su conjunto, que se detiene especialmente en el campo de las relaciones entre tragedia y medicina, se abre a senderos fértiles abonados por bibliografía crítica muy actualizada. A pesar de las distintas personalidades que rubrican los capítulos, el libro está debidamente estructurado, muy posiblemente porque la mano segura de la directora Gambon ha guiado y conciliado de manera eficiente las distintas posturas, lo cual logra una obra consistente y homogénea, de lectura amena porque los argumentos son claros a pesar de su profundidad.

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