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Circe de clásicos y modernos

On-line version ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.20 no.2 Santa Rosa July 2016

http://dx.doi.org/10.19137/circe-2016-200215 

DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2016-200215

RESEÑAS

 

BARENSTEIN, Julián
Ramón Llull. Vida coetánea. Arte breve
Introducción, traducción y notas Ediciones Winograd, Buenos Aires, 2016, 416 págs. ISBN 978-987-27200-8-7

 

por Gustavo Fernández Walker
[UNSAM –gfwalker@unsam.edu.ar]

 

La singularidad de la vida y la obra de Ramon Llull (1232-1316) hacen del filósofo de Mallorca un personaje difícil de encasillar. Por una parte, la originalidad de sus ideas y la influencia que ellas ejercieron en autores posteriores como Nicolás de Cusa o Leibniz dan cuenta del interés intrínseco de sus textos. Por otra parte, la vastedad de su producción y la complejidad de muchos de sus argumentos, la intrincada red de referencias entre sus obras y la profusión de tablas y esquemas que las acompañan parecen convertirlo más en una figura de culto, abordada por especialistas en laberintos de la razón, antes que en un pensador al alcance de un lector curioso por los textos y los autores del pensamiento medieval. Los propios epítetos por los que fue conocido ya en su tiempo (doctor illuminatus, vir phantasticus, chistianus arabicus) dan cuenta de esta doble vertiente de su pensamiento, esotérico y ecuménico a la vez.
La principal virtud del volumen recientemente publicado por Ediciones Winograd reside precisamente en su capacidad de interpelar tanto a los familiarizados con el pensamiento de Llull como a aquellos que deseen internarse en él por primera vez. Esto último se ve garantizado por la elección de las dos obras presentadas, Vida coetánea y Arte breve, punto de partida ideal para conocer los principales lineamientos de su filosofía. A su vez, la puesta al día de las principales discusiones alrededor de su obra y la detallada profusión de notas a los textos presentados hacen del volumen un aporte valiosísimo a los estudios lullianos. Como es habitual en la colección de textos filosóficos de la editorial Winograd, la presentación bilingüe de las obras, enfrentando el texto latino y la traducción castellana, facilita la familiarización con el vocabulario técnico del autor.
Julián Barenstein, Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y especialista en la obra de Ramón Llull, ofrece una introducción extensa y actualizada, en la que la obra del filósofo mallorquí es ubicada en el contexto cultural, político y filosófico de su época. En el apartado final de la introducción, luego de repasar los lineamientos principales de la obra de Llull, Barenstein dedica unas páginas a su deriva en los siglos posteriores, los diversos modos en los que ella fue leída, asimilada o combatida, además de un repaso por el estado actual de los estudios lullianos. La nutrida bibliografía incluye no solo las esperadas referencias a las fuentes, a traducciones de las obras de Llull a otras lenguas modernas y a los estudios clásicos acerca de su pensamiento, sino también una sección dedicada a los recursos virtuales, una herramienta cada vez más necesaria en los estudios medievales.
Si bien por razones bien diversas en cada caso, el interés de las obras incluidas en el volumen resulta innegable. En una vena similar a la de la Historia calamitatum de Pedro Abelardo, la Vida coetánea es una redacción de la agitada biografía de Llull, desde las circunstancias previas a su conversión hasta su partida al Concilio de Vienne (1311). En sus páginas se relatan los viajes, las discusiones, las visiones y los peligros que Llull enfrentó en su persistente labor para convencer a autoridades, tanto eclesiásticas como civiles, de la necesidad de fundar centros de estudios de diversas lenguas con vistas a la predicación. Más allá del placer intrínseco de esta suerte de novela de aventuras (no solo intelectuales, como lo demuestra el episodio del intento de asesinato a manos de su esclavo sarraceno), su lectura es importante por razones que Barenstein subraya en la introducción: toda la obra de Llull, desde las diversas formulaciones de su Arte hasta sus tratados sobre ciencias particulares, pasando incluso por su novela Blanquerna, “tiene por fin último la conversión de los infieles. La búsqueda de este objetivo se manifiesta en toda su obra y en este sentido desde el primer texto hasta el último no hay adelanto ni progreso” (p. 78).
El celo con el que el protagonista de la Vida coetánea persigue este objetivo, contra todo tipo de obstáculos, es testimonio del papel crucial que desempeña la conversión en la obra lulliana. En este sentido sus textos son de gran interés para los estudios actuales acerca del diálogo interreligioso. La insistencia con la que Llull manifestaba la necesidad de fundar studia linguarum en los monasterios para promover la discusión religiosa era a su vez reforzada con sus sucesivas empresas individuales de predicación (hasta la última, en Túnez, en la que lo sorprendió la muerte), realizadas cada vez que sus pedidos por una iniciativa institucional no eran escuchados. Lo peculiar de este interés lulliano en el diálogo interreligioso consiste en que su objetivo último es la argumentación racional que produzca como resultado la conversión. Dicho de otro modo, solo en una primera instancia es verdaderamente interreligioso el diálogo imaginado por Llull, dado que en el otro extremo de ese proceso todos los involucrados en el intercambio serán igualmente cristianos.
El Ars brevis (1308), por su parte, fue diseñado como una presentación simplificada del Arte lulliano, en otra muestra de que el interés fundamental de su autor era la inteligibilidad de su propuesta. Barenstein resume el Arte como “un método que posibilita la exploración racional, organizada y sistemática de cómo las Dignidades divinas, descendiendo por medio de los principios relativos, organizan toda la creación y la mente del hombre” (p. 45). Hay una correspondencia entre los modos de ser, de entender y de significar, y es precisamente el dominio del Arte lo que permite al hombre versado en él recorrer el tránsito entre esas dimensiones de lo real. Pero, una vez más, es necesario recordar que el propósito de Llull no es simplemente elaborar un sistema universal que dé cuenta de las correspondencias entre los diversos órdenes de la realidad, sino que se espera que el dominio del ars se traduzca luego en una acción determinada: la predicación por medio del Arte, para los cristianos; la conversión a través de él, para los infieles.
La sistematicidad del Arte, por otra parte, hace posible vincular la obra lulliana con la filosofía y la teología medievales de corte universitario. Si bien la relación de Llull con la comunidad universitaria fue como mínimo compleja (sus dos residencias en París arrojaron resultados agridulces, combinando éxito y fracaso en dosis similares), hay algunos elementos del sistema lulliano que permiten trazar algunos paralelismos con la actividad profesional de sus contemporáneos, tanto teólogos como artistae. No solo en la sistematicidad en la exposición del Arte, que parte de figuras y definiciones y luego explicita las reglas para su aplicación, sino también en las reglas mismas, que retoman el léxico propio de la Dialéctica tal como era practicada en la universidad medieval. Véase por ejemplo la regla segunda en la cuarta parte del Arte breve: “‘¿Si... (o no)?’ tiene tres especies, a saber, ‘dubitativa’, ‘afirmativa’ y ‘negativa’, para que, en primer lugar, el intelecto suponga posible una y otra de las partes, y no se ligue con creer, que no es su acto <propio>, sino con el entender, y reciba así aquella parte con la cual puede alcanzar un mayor entender, pues esa debe ser la verdadera” (p. 245).
Por “¿si... (o no)?” Barenstein traduce acertadamente la partícula utrum, fundamental en la estructura universitaria de la quaestio e identificada con la Dialéctica en la tradición de los comentarios medievales a los Tópicos de Aristóteles. En esa misma tradición encontramos la tripartición en dubitativa, affirmativa y negativa, replicada en el ejercicio universitario de las obligationes, cuyas tres formas principales son precisamente dubitatio, positio y depositio. En ese sentido, resulta interesante preguntarse si el Arte lulliano es, más allá de la intención de su autor, demostrativo o dialéctico. Las sucesivas variaciones en la denominación darían cuenta de esta ambivalencia: así, la denominación de ars inveniendi veritatem remitiría a la Dialéctica, mientras que ars demonstrativa apuntaría en la dirección de una verdadera scientia en el sentido de los Segundos analíticos de Aristóteles.
Sea de ello lo que fuere, esta es apenas una de las tantas preguntas que la lectura de estas obras dispara en la curiosidad del lector. A lo cual debe sumarse otra virtud, no menor para la actualidad de los estudios medievales: la posibilidad de contar con un material de excelencia para el uso en las aulas, en las que las fuentes no siempre están disponibles en lengua castellana. Tanto por su introducción como por la calidad de la traducción de las obras incluidas, este volumen de Vida coetánea. Arte breve constituye un bienvenido aporte a una biblioteca filosófica.

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