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vol.26 número1Los saberes del humanismo en diálogo: Introducción al Aegidius de Giovanni PontanoCavallero, Pablo A. La lengua griega en Bizancio. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2021, 392 págs. ISBN 978-84-00-10835-9/ e- ISBN 978-84-00-10836-6 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Circe de clásicos y modernos

versión On-line ISSN 1851-1724

Circe clás. mod. vol.26 no.1 Santa Rosa ene. 2022

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.19137/circe-2022-260107 

Artículos

El Aegidius de Giovanni Pontano

Giovanni Pontano’s Aegidius

1Universidad de Buenos Aires/ Universidad Nacional de la Matanza

2Conicet/ Universidad de Buenos Aires

Resumen

Presentamos la primera traducción al español del Aegidius de Giovanni Gioviano Pontano

Palabras clave Pontano; Aegidius; Renacimiento; Diálogo; Humanismo

Abstract

We present the first Spanish translation of Giovanni Pontano’s Aegidius.

Keywords Pontano; Aegidius; Renaissance; Dialogue; Humanism

La traducción que presentamos está basada en el texto latino de la edición bilingüe de F. Tateo (2019) que a su vez toma como fuente la editio princeps de 1503 a cargo de Pietro Summonte, que contiene también el Actius y el Asinus [1]. La separación del diálogo en 67 secciones también proviene de esta edición. Hemos consultado además la edición bilingüe latín-inglés de H. Gaisser (2020) publicada en la colección I Tatti Renaissance Studies de la Universidad de Harvard.

Respecto de los criterios empleados en nuestra traducción, intentamos mantener la mayor fidelidad posible al texto. Nos encontramos principalmente con tres dificultades. En primer lugar, los períodos largos de Pontano, de inspiración ciceroniana, son difíciles de traducir al español sin perder legibilidad. En muchas ocasiones esto nos obligó a separar oraciones que originalmente estaban integradas por conectores. En otros casos incluimos entre los signos “<>” aclaraciones que facilitan la lectura de algunos pasajes. En segundo lugar, aparecen algunos neologismos en el Aegidius, aunque no son abundantes y no generan problemas significativos de comprensión. Por último, la discusión que se incluye en el diálogo sobre el sentido específico de algunos términos filosóficos provenientes de Aristóteles no es sencilla de trasladar a nuestro idioma sin que se pierda el sentido de lo que se discute. En la mayoría de los casos utilizamos el mismo léxico que E. Sinnot en su traducción de la Ética nicomáquea (2007), e incluimos los términos originales entre corchetes. En algunas ocasiones fue inevitable conformarse con incluir la expresión latina sin una traducción específica, ya que Pontano se refiere a las reglas de derivación de palabras en latín para explicar algunas de sus conclusiones y no hubiera sido posible replicar su argumentación gramatical en español.

Puesto que se trata de la primera traducción al español del Aegidius, somos conscientes de que nuestro trabajo dista de ser definitivo, y esperamos que haya en el futuro otros traductores dispuestos a ocuparse tanto de este texto como de la obra de Giovanni Pontano en general.

I

Suardino, Peto, Pontano [2]

[1] Suardino: Reconocemos esta casa, que nos fue descrita al entrar por los custodios de las puertas, y observamos la torre cuadrangular que se eleva sublime, suspendida sobre la encrucijada en el lugar más célebre y noble de la ciudad, al que llaman <Academia> Pontaniana” [3]. ¿Puede acaso ayudarnos aquella inscripción, que no alcanzo a descifrar (ya que mi vista no es lo suficientemente buena), para informarnos y revelarnos definitivamente a quién pertenece esta casa? Lee, te ruego, y recita en voz alta.

Peto. Por sobre el polvo alcanzo a ver algo en la oscuridad, y me refriego los ojos y los párpados para examinar lo que veo. Por Julián, santo hospitalario, de quien visitamos el templo venerado que se encuentra cerca de las puertas de la ciudad, esta casa es la del mismo Giovanni, y a él pertenecen la torre y el pórtico tan frecuentado. Ya llego a ver la inscripción con los ojos, la recorro con la vista, y la leo en voz alta:

Heredero, sucesor, dueño de esta casa quien quiera que seas: no te avergüences ni te lamentes del viejo propietario que la construyó para sí: honró las letras, honró las buenas artes y honró a los reyes; a él lo honraron los jóvenes y ancianos virtuosos; estimaron la integridad del dueño de esta casa, su fe y los buenos hábitos de su alma. Así fue Giovanni Pontano, sobreviviente de tiempos antiguos. Él vivió para sí mismo y para las Musas: vive tú para ti y los tuyos, y que tus hijos te sobrevivan. Si hicieras alguna injuria a esta lápida, que los dioses se enfurezcan contigo[4].

[2] ¿Y es quizás aquél que deambula solo por el mercado el mismo Giovanni? Tiene el mismo aspecto, el mismo modo de andar, la misma estatura y disposición del cabello que la escultura que nos hicieron de él con palabras, salvo porque no renguea de un pie en lo más mínimo. Esto es quizás porque la sobriedad y la diligencia le quitaron y sanaron el defecto que tenía por la caída y la violencia del golpe que sufrió. ¿Qué es lo que está meditando y lo que murmura mientras camina? ¿o será que se me nublaron las orejas así también como los ojos? Me aproximaré yo mismo y escucharé desde más cerca. ¡Oh dioses inmortales, qué sentencia digna de la seriedad de este hombre, qué poema digno de un poeta o de un filósofo!

¡Desiste de rogar a dios y de forzarlo mediante oraciones

con lo que preocupa al hombre tanto en privado como en público![5]

Esta sentencia no solo es verdadera respecto de que no se debe suplicar a Dios, sino también que debemos entregarle a Él voluntariamente todo lo nuestro, a Él que conoce perfectamente qué es lo útil, que es lo inútil. Repetidas veces esperamos y pedimos con gran esfuerzo cosas que luego no tienen ninguna utilidad para nosotros o incluso que acarrean un gran perjuicio. ¿Se sienta en un banco en el anfiteatro este hombre luego de su pequeño paseo de anciano? Esto nos ofrece una oportunidad para reunirnos con él y saludarlo.

[3] PETO: Es muy oportuno, como dices. Tú, como eres el mayor, acércate a él.

Suardinus: Yo te saludo y te deseo que vivas más que los hombres buenos, buen anciano, y que, tal como inferimos por tu rostro ya estás haciendo, lleves una vida alegre.

Pontano: Gracias a Dios llegan ustedes sanos y salvos, y doy gracias también porque este encuentro con ustedes me resulta grato y placentero. ¡Eh, joven! Toma esa urna y saca agua fría del pozo. Ustedes, buenos huéspedes, que como veo son personas que nos aprecian mucho, refrésquense las manos con este agua limpísima y fresquísima, y lávense la boca y los ojos. Traigan o aquellas nueces molidas, o aquellos duraznos y manzanas de Tarento. Tomen, hombres felicísimos, estas frutas recolectadas de la huerta y aplaquen su sed y el calor con el licor de nuestras vides, que envejecieron con nosotros; las plantamos casi adolescentes, y las repetimos en más de una ocasión y producimos nuevas, y no obstante ahora se quejan por su avanzada edad. ¡Vamos! Beban, amigos míos, el vino de nuestra pequeña despensa, que no es ciertamente el famoso vino rético de Virgilio o el cécubo de Horacio, sino que es el nuestro, sorbinio o montónico[6]. Créanme, una vez refrigerados, alabaréis nuestro esfuerzo juvenil para mejorarlos y nuestro esmero por instruir a los agricultores e impartirles enseñanzas sobre el cultivo de los arbustos. Adelante, hombres excelentes, sorban otra vez y descansen luego de estos esforzados trabajos en lo de este huésped benevolente y acostumbrado a las peregrinaciones.

Suardino: Ciertamente mis ojos están refrigerados por haberlos lavado.

Peto: Y ciertamente todo mi cuerpo está lleno de energía por la bebida.

[4] Pontano: Me alegra. Siéntense ambos dos, y que cada uno estime que, aunque las cosas que adquirimos de los reyes por nuestros esfuerzos sean pocas y las pertenencias de este viejo y las propiedades familiares sean exiguas y no muy elegantes, están a disposición de los amigos. Hagan uso de ellas en nombre del derecho de hospitalidad y de las letras; estos son regalos de las Musas, es decir de Cristo supremo.

Quizás no se admirarán de encontrar en este viejo la alegría (aunque la vejez es por sí misma triste y yo, por mis cualidades naturales no estoy muy dedicado a los juegos y las festividades) en tanto aceptarán que, muerto recientemente Pedro Compatre, con quien viví cerca de sesenta años en una fuertísima amistad dedicada al estudio y el trabajo, no solo me alegro porque ya se liberó de las molestias (o más bien miserias) humanas, sino también por mi propio e idéntico viaje que se aproxima, y por el disfrute que obtendré de la misma libertad y del mismo ocio celeste y eterno[7]. Pero ustedes, ¿de qué país provienen?

Suardino: Mi patria es Bérgamo, mi nombre Suardino, este se llama Peto, de quien con justicia se gloria la ciudad de Fondi, en otro tiempo muy poblada. Si no resulta molesto, me atreveré a llamarla “varroniana”, porque todavía hoy permanecen en aquel territorio vestigios del jardín de Varrón, y así lo sostiene la opinión pública y lo atestiguan los edificios[8]. Hemos iniciado este viaje en Roma con la intención de visitar esta tierra, primero nodriza de las sirenas, luego de las Musas[9].

[5] Pontano. Agradeceré, queridísimos huéspedes, que me expliquen: ¿dónde aprendieron a elogiar estas cosas de forma tan agradable (mencionando las sirenas y las Musas) y de impulsarme con tanta dulzura a tratarlos como amigos, pese a que nunca los había visto ni conocido antes? Aquellas sirenas habitaron este lugar, y sobre ellas Cicerón traduce las palabras de Homero: “Ellas conocían la terrible guerra y el desastre que, por voluntad divina, Grecia llevó a Troya, y todas las cosas que han dejado huella en el ancho mundo”[10]. O mejor (para traducir los versos de Homero sin metro de forma más precisa), “conocían todo lo que nace de la tierra, progenitora y nodriza de muchas cosas”. Y el mismo Homero declara también que las Musas vivieron en este lugar, cuando atribuye a las sirenas las mismas cosas que a las Musas. ¿Qué deidad, si no son estas de las que hablamos, pudo conocer las cosas que suceden en la tierra y qué cosas son generadas y engendradas por la naturaleza? Esto lo expresa con mayor claridad y esplendor Virgilio cuando dice:

En lo que a mí respecta, ante todo que me acojan las dulces Musas, cuyo culto practico herido por desmedida pasión, que me muestren los caminos del cielo y las estrellas, los varios eclipses del Sol, las fases de la Luna, de dónde provienen los temblores de la tierra, cuál es la fuerza que encrespa el mar profundo al romper sus barreras y por qué vuelve luego a reposar sobre sí mismo; cómo es que el Sol en invierno se apresura tanto a sumergirse en el océano y que obstáculo encuentran a su paso esas noches tardas en llegar[11].

Y todavía más cosas dijo el gran poeta con tanta seriedad de palabras como de pensamiento. Pero quizás me invita a este tipo de encuentro la gran proximidad de las granjas de Virgilio, ya que ellas fueron cultivadas por Patulcis, la más experta de las ninfas de los huertos, cuya pequeña villa todavía mantiene su nombre; la mía fue cultivada por Antiniana, admiradora y estudiosa de los huertos más que experta en sus delicias[12]. Pero ¿por qué ya veo que apenas pueden contener las lágrimas con el recuerdo de estas Musas?

[6] Suardino. Yo por mi parte, y para responder también por Peto, estoy emocionado hasta las lágrimas por el mismo nombre de las Musas puesto que me recuerdan al hermano Mariano, el máximo favorito de todos los cristianos, y especialmente de toda Italia, que recientemente murió en este lugar y devolvió lo debido a la naturaleza. Esto sucedió mientras cultivaba con veneración las Musas cristianas, revelaba sus secretos y los entonaba con dulzura y de forma extremadamente clara a los mortales en los templos de las diosas y en los púlpitos sagrados[13].

Pontano. Les pido que dejen de llorar, y que más bien se alegren por el alma de este hombre que ahora investiga los secretos divinos junto a las Musas celestiales, o más bien disfruta de ellos, así como inspira a Egidio, quien está extremadamente conectado con él a través de las Musas mismas. Mediante un rito cristiano lleno de piedad, este último las venera, interpreta sus decretos sagrados con elocuencia, y los divulga entre el pueblo. Hace poco, en los días de purificación, expuso sobre ellas en el convento, frente a una enorme multitud de mortales de todo tipo. Si yo ahora reprodujera su discurso, tengo por cierto que les traería un consuelo no exiguo por la muerte de Mariano, incluso si yo no puedo prevalecer por sobre quién tenía semejante fuerza y abundancia para hablar (puesto que este discurso nuestro está tan habituado a los pórticos de la academia para un número reducido de gente, cuando aquel parecía manar de fuentes y ríos de elocuencia), de forma tal que a partir de probar su sabor puedan realmente entender qué sucesor dejó Mariano y qué obispo eligieron las Musas cristianas luego de su muerte. Por lo tanto, hablaré con la esperanza de que obtengan también alguna satisfacción por referirme a estas cosas, y así, mientras se sientan y lo escuchan, pueda aligerar el polvo estival y las molestias de su viaje.

Discurso de Egidio al pueblo

[7] “¡Oh varones cristianos! La filosofía antigua no puede ver la belleza del bien ni el bien mismo absoluto y consumado, obviamente, ya que Cristo no fue conocido, oído o visto por los filósofos antiguos. Puesto que es por Él y a través de Él que aquel bien mismo existe, y de su fuente emana la bondad y fluye la corriente de todos los bienes. Mucho menos pudo <la filosofía antigua> reconocer la verdad, cuando el mismo Cristo es la verdad, y no puede verse o concebirse el bien si no es a través de la verdad. Por lo tanto, el mismo Cristo es la verdad y el bien, en él están colocadas uno y otra y de Él emana la verdad y el bien. Por él la verdad misma es conocida y se comprende la cualidad del bien por su aspecto o por su idea.

En ninguna medida aquella edad antigua, situada como lo estaba en las tinieblas, pudo volverse hacia la luz. Dado que la verdad es luminosísima, y que ciertamente nadie busca entender o conocer si no es a través de la verdad, y siendo que Cristo mismo es la verdad, en efecto Cristo es la misma luz. De la misma forma, por lo tanto, Cristo es el bien, la verdad y la luz, así como también es la vida. Debe decirse que vive solo del único que existe y que siempre existe, ya que quien existe de esta forma vive siempre, porque es eterno, mientras que de todo el resto es preciso o que su existencia comience en cierto momento, o que en algún momento les suceda el existir. Así es que las cosas que existieron y existirán en el futuro, y aquellas que comenzaron en algún momento, necesariamente tienen en Él su origen, porque las cosas que existieron y existirán provienen de aquel que siempre es el mismo; solo de Él puede decirse de forma correcta y verdadera que existe.

[8] Por lo tanto, solo de Él mismo debe decirse que vive, solo a Él puede atribuírsele el título de estar vivo. ¿Quién es este si no es Cristo? Él, si lo consideras en sí mismo, está siempre con su padre, y si lo consideras en relación con los hombres, siempre estuvo con su padre y siempre lo estará en todas partes. Pero Cristo murió; sí, para nosotros y para el cuerpo, para Él en sí mismo jamás. ¿Cómo puede morir quien es la vida misma? ¿De qué forma puede extinguirse quien es la luz en sí? ¿O cómo puede terminar quien es el único que existe eternamente? Pero fue crucificado; lo fue porque antes lo quiso, lo quiso porque es el bien. ¿De qué hay que sorprenderse, cuando Él mismo es el bien, cuando es propio del bien hacer el bien? ¿Qué clase de beneficio mayor puede ser conferido a los líderes de la ciudad y del pueblo, que en favor de su bienestar arrojen al peligro su propia vida? Pero quizás, más que morir, el haber querido nacer y asumir la carga humana fue un mayor beneficio; pues a partir de nacer quiso asumir la condición de hombre, de manera tal que también soportara la muerte en iguales condiciones; por esta razón quiso socorrer al género humano de la mejor manera y no pudo hacer al hombre un beneficio mayor que entregar su vida por él.

[9] Por lo tanto, Dios, que es él mismo el beneficio mayor, decidió conferirle al hombre un regalo que es un beneficio que nada puede superar. ¿Pero acaso podemos pensar que él actuará de forma poco piadosa y negligente con el género humano, que es tan querido para Él y al que engendró en la luz para que pudieran gozar de los bienes de la vida, o que soportará que los hombres fueran sumergidos en las tinieblas y sufrieran una vida de oscuro sufrimiento bajo la eternidad de la muerte? Entre el tirano y el líder y rey bondadoso existe esta diferencia: aquel es agresivo, cruel e insolente con los súbditos, avanza rodeado de una guardia, no soporta que otros se le acerquen, y persigue los crímenes no para corregir, sino más bien para saquear, torturar, asesinar, mientras que el otro en cambio tiene en cuenta a los que yerran y emplea en ellos su clemencia, y no solo admite bajo su mirada a los solicitantes sino que permite que se acerquen a él, e incluso los visita si están enfermos y los consuela por su sufrimiento; los exhorta en la lucha contra los enemigos y los acompaña, en las cosas adversas los apoya personalmente y está con ellos, mostrándose partícipe de sus molestias y preocupaciones. Pero Dios es el mejor príncipe y rey que existe en todo el género humano, y su benevolencia y caridad es la mayor que pueda existir.

[10] Quiso, por lo tanto, para completar su deber, asumir las tareas del hombre, vivir como hombre entre los hombres y sufrir lo que él sufre para mostrar así su enorme caridad. ¿Por qué ladras ante esto, hombrecito desagradecido? ¿Preguntas acaso por qué es necesario que Dios padezca estas cosas? ¿Entonces pretendes que exista necesidad en la voluntad de Dios, a quien nada le falta, que nada teme y ante quien no hay un poder igual o superior? ¿por qué balbuceas sobre la necesidad? Fue por benevolencia, piedad, amor, caridad. ¿Acaso la necesidad llevó a los Decios (al padre, al hijo, al sobrino) a sacrificarse por el pueblo romano?[14] ¿Acaso incitó a otros ciudadanos y paisanos de distintas ciudades y pueblos? Créanme: fue el amor, el amor y el esfuerzo por el bien público lo que los llevó a la muerte voluntaria. Espontáneamente la leona se arroja sobre la lanza del cazador para para proteger a los cachorros, lo mismo hacen las cerdas. Así como no todas las leonas y cerdas lo hacen, tampoco entre los ciudadanos son todos los que se arrojan contra el hierro por la patria o, como dice Virgilio, por la libertad, sino solamente los mejores y los más generosos. ¿Crees que el Dios supremo, el más afectuoso, y el más beneficioso se deja superar por el ciudadano óptimo, cuando él no es un ciudadano, ni un miembro de la tribu, ni un par ni uno entre la multitud, sino un padre, educador y rector? ¿Por qué ladras sobre la necesidad? Se trata de caridad, y de caridad paterna. Es todavía mayor que la caridad paterna, ya que Dios supera a todas las cosas y no le falta nada ni está sujeto a nada, y en ningún sentido su poder es precario o dependiente de otro, si no que tiene el sumo arbitrio máximo sobre todas las cosas.

[11] ¿Pero quién podría forzar a Dios a asumir los problemas y la disposición humana? Ciertamente ninguna fuerza podría hacerlo; y sin embargo la caridad lo guía, la misma caridad que también guía al padre de familia a atravesar el mar, tormentas y otros sufrimientos, navegar a Libia y hacia naciones y personas ignotas e inhumanas, para proteger a sus hijos y enriquecer el patrimonio familiar. El obispo Paulino de Nola, conmovido por las oraciones de una mujercita, se dirigió a África para volver a comprar a su hijo de los piratas[15]. ¿Te parece que Dios será vencido por un hombre común en este u otro tipo de actos de piedad y beneficencia? ¿Acaso Dios, que creó al hombre y que quiso que sea su imagen y semejanza en la tierra, y al que puso a cargo de todos los animales, lo despreciará y será negligente con él, lo rechazará y destituirá, y no lo socorrerá ni le llevará ayuda? Él, sin embargo, lo socorre en Cristo y mediante Cristo.

Toda la antigüedad creyó que Palas nació de la cabeza de Júpiter, que aumentó el número de las diosas para que ella muestre a los hombres la sabiduría; ¿no crees que Dios mismo, el verdadero creador de todas las cosas, socorrió a los mortales a través de Cristo, su hijo, para que no cayesen en la ruina? ¿No crees que a través de su sabiduría fueron liberados de los errores en los que estaban inmersos y que por su sufrimiento y sus suplicios, por los que él optó a conciencia y libremente, se restituyó la antigua gracia? Los gentiles en su totalidad creyeron, y lo creyeron las naciones bárbaras y sin ley, que aquellos hombres provistos de alguna virtud insigne eran hijos de Dios. Por lo tanto, una virtud inusual pudo provocar que ciertos hombres fueran considerados excepcionales, al punto de que fueran considerados dioses. Pero tú vacilarás, dudarás y descreerás de esto: que Cristo, para la salvación del género humano, sea Dios y provenga de Dios, sea la luz y provenga de la luz, y sea la salud de los mortales creada a partir de la salud misma. Egipto creyó que las jovencitas conciben a partir de un soplo divino y que de esta manera es posible y frecuente para los dioses engendrar hombres para algún asunto importante y bueno. ¿Pero tú, frente a tanta perdición en todo el universo de los mortales, no crees que Dios quiso proveer para aquellos que son su creación? Por este motivo creamos sin dudar, recemos a Dios, venerémoslo, honrémoslo, permitamos que nuestros encuentros y todas nuestras acciones sean para Él. Y para esto es necesario que la fe una y presida el resto de las disciplinas, y que convoquemos a la religión, sin la cual no es posible para nosotros conocer la verdad, ni alcanzar ninguna parte del bien, ni puede resplandecer la luz entre tantas tinieblas. Por último, sin la religión no puede llevarse una vida digna de llamarse vida, ya que de otra manera la vida misma es muerte, la muerte miserable y perpetua en su totalidad.

[12] PONTANO. Estas palabras inspira Mariano, junto con los beatos y a partir de las Musas cristianas, a Egidio. Por medio de estas les ruego que dejen de llorar por su recuerdo, y que más bien nos alegremos con él, ahora que ha logrado con la muerte lo que se esforzó tanto en lograr con gran sudor y continuas vigilias; y también demos gracias a esta tierra, de la cual, tras superar los sufrimientos mortales, voló al cielo, donde disfruta con los varones santísimos de la luz, y no la del sol que ilumina el universo, sino la luz que emana y proviene de la mente de Dios y con la que los mantiene calientes, y con la que invita a quienes la recuerdan y desean verla ellos mismos a huir de las tinieblas de la mortalidad. A mí ciertamente (aunque no sé si es poco afín a la ceremonia cristiana, o si quizás va más allá de lo que corresponde a un hombre cristiano) me viene a la mente un himno compuesto a modo de juego a la memoria de Mariano para recitar con los amigos. Pienso que no les resultará desagradable, especialmente en este momento de ocio. Dice así:

Como en las corrientes límpidas de Alfeo

o en la ribera verde del Meandro

canta en su tardía muerte

el cisne fúnebre

Así, tocando la lira, en el séquito de Dionisio

Juega en el cielo Mariano,

Vencedor de su propia muerte,

Feliz en lo fúnebre.

Sé feliz tú mismo y ayúdanos

con las cosas desgraciadas, Mariano,

escucha a los miserables y por ellos

calma la ira del cielo[16].

[13] Yo en verdad, hombres elegantísimos, siempre consideré y tomé como algo prácticamente demostrado que aquella creencia (defendida por ciertos hombrecitos insignificantes) de que el alma se deshace, que fue renovada recientemente por ciertos filósofos minúsculos de Grecia y de Cirene, es la misma que ya fue defendida por algunos fisiólogos ignorantes de Persia y de Judea (sea por ignorancia o por la lascivia de la vida y de las costumbres) hace mucho tiempo[17]. En cambio, la creencia santísima y antiquísima de la inmortalidad del alma surgió al mismo tiempo que la humanidad, de la misma forma que la religión, que fue puesta en nosotros por la naturaleza. ¿Pues qué pueblo es tan bestial y de costumbres y ritos tan bárbaros que no admita el culto a Dios, sea porque haya sido traído de pueblos extranjeros o porque haya llegado por sí mismo a idear la adoración de la majestad y magnificencia de los dioses en formas que consideren que son dignas de su culto? Me acuerdo de mi hijo, el pequeño Lucio. Con apenas cuatro años descansaba en el seno de la nodriza cuando advirtió por la ventana que, repentinamente, en un día de sol clarísimo, comenzaron a caer grandes gotas que brillaban maravillosamente iluminadas por el sol. Él estaba tan admirado por esto que inmediatamente se volvió hacia mí y me dijo: “¿acaso, papá, esto es Dios?”. Hasta tal punto está incorporada la religión en el hombre por la naturaleza que un niño de cuatro años se preocupaba por conocer la naturaleza de Dios, y era inducido por aquel fuertísimo resplandor a convencerse a sí mismo de que allí residía Dios.

[14] Desde el principio, por lo tanto, los seres humanos, luego de la muerte de los hombres óptimos, como reyes, ciudadanos, fundadores u hombres doctos, veneran sus manes, los colocan entre los dioses, y construyen altares y templos en su nombre. No fueron solamente los griegos y los latinos quienes los protegían de esta manera, sino, como dije, todas las naciones, incluso las salvajes e inhumanas. Pero no habrían hecho esto bajo ninguna circunstancia, si no tuviera fuerza entre ellos la creencia en la inmortalidad del alma, ya que, si tal creencia no estuviera presente, ¿acaso se esforzarían tanto por los muertos en asuntos que no los afectan en nada? ¿Pues por qué (les ruego que me digan) fue introducido el hábito de rezarle a los dioses en los funerales en favor de los manes de los muertos, para calmarlos y que se les otorgue acceso a los lugares píos y felices, si sus almas se disolvieran simultáneamente con el cuerpo? Así es por lo tanto de santísima, antiquísima y natural la creencia en la inmortalidad del alma; frente a ella está la muy reciente opinión de su mortalidad, errada y enormemente profana, y que tiene lugar no entre los hombres más ignorantes del pueblo, lo que quizás sería menos sorprendente, sino entre los literatos desorientados, quien abusan del ingenio y de las letras, no de otra forma que quienes convierten la espada, el hacha y el cuchillo, inventados para la vida, en instrumentos para la lucha y el homicidio.

[15] Así es que abusan del ingenio, de la naturaleza y del regalo del Dios inmortal quienes sostienen algo respecto de la naturaleza del alma distinto de aquellos hombres que existieron cerca del origen del mundo y fundaron ciudades y comunidades, y que decretaron que los sepulcros deben ser honrados y que se debe escoltar a los muertos con ritos funerarios. Por mi parte yo siempre consideré que dejar pasar sin honores las vidas de aquellos que mueren en batalla forma parte del tipo más grave de impiedad, viendo que los ejércitos más hostiles, luego de la batalla y de las muertes y asesinatos más terribles, decretan días de tregua para enterrar a los muertos. Hasta este punto el enemigo victorioso no niega al que murió en la batalla el honor de la sepultura y las ofrendas fúnebres. De ahí que en las ciudades y familias bien constituidas se decretan días sagrados en el año para honrar a los muertos; ¿qué muestra esto si no un consenso manifiesto en todos los pueblos en declarar la perpetuidad de las almas? No debe aprobarse, sin embargo, si la piedad conduce a actos supersticiosos, esto no debe aprobarse sino corregirse con la razón; aunque quizás se debe ser menos perfeccionista cuando los sacrificios y las pompas fúnebres son realizados por pueblos y naciones agrestes, del mismo modo que el cuidado del cuerpo y de los asuntos familiares en estos pueblos es más agreste y no tan pulido.

[16] Agustín escribió un librito sobre qué cuidados deben emplearse con los muertos[18]; ¿por qué este santo cristiano exhortaría a los hombres una obra tan pía, si no fuera porque sabe que esta es una tarea antiquísima y plenamente de acuerdo con la naturaleza? Pero alguno podrá decir, como Anquises, “quedar sin sepultura es llevadero”[19]; ciertamente no encontramos ninguna falta en que descuide el honor de la sepultura cuando puede interpretarse como una forma de modestia; pero consideramos ímprobo y nefasto al que no quiere ocuparse o lo hace apenas de los honores post-mortem que pueden y deben hacerse para los padres, parientes y amigos.

Así es que Virgilio, que fue él mismo un hombre lleno de piedad como Eneas, hace que este último diga las siguientes palabras cuando se lamentaba por el naufragio del amigo:

¡Ay, demasiado crédulo en el cielo sereno y en la calma del mar,

yacerás, Palinuro, sin tierra que te cubra, sobre ignorada playa![20].

Es claro que lo dice porque no se realizaron los honores del funeral y de la sepultura. Los persuado para que presten atención a esto con más diligencia, ya que no es un argumento o un recordatorio menor para sostener la creencia en la inmortalidad, puesto que en estos sacrificios oramos con himnos y plegarias porque nos preocupa el descanso eterno de los muertos. Pero interrumpamos nuestro discurso y levantémonos para recibir a los hombres doctísimos que vienen hacia acá, Francisco Puccio y Tamira el romano, que nos visitan según la costumbre del Pórtico.

II

Pontano, Puccio, Tamira [21]

[17] Pontano. Nuestro Pórtico los espera con gran placer, y yo mismo los abrazo a ustedes que llegan sanos y salvos del campo de Cassino. ¿Qué cosas nuevas o viejas nos traes, Puccio? Pues sé que Tamira acaba de volver del campo. Por lo tanto, dinos si traes alguna cosa antigua que sea digna de este Pórtico en este día.

Puccio. Traigo la noticia de que, según acuerdan todos, lo que hoy está allí a la vista es el monumento fúnebre de Varro, pese a que es muy breve y conciso; sin embargo, no hay ningún escrito que lo indique. Ciertamente se puede tener en cuenta aquello que dijo Virgilio “así lo solían contar los viejos de Aurunco” [22], puesto que todos concuerdan en esto, tanto los ciudadanos como los campesinos[23]. Por otro lado, confío en que te deleitará una noticia que, aunque es muy reciente, será como un oráculo para los estudiosos de las bellas letras. Pues sabes, así como yo también sé, que cuando se anunció la muerte de Gabriel Altilio, obispo de Policastro y hombre que fue educado contigo desde niño en las letras y que se dedicaba a las disciplinas con gran esfuerzo y estudio, ni nosotros ni tú pudimos contener las lágrimas ni los gemidos[24]. Sabes, digo, que murió hace pocos días, ilustre como era en nuestras letras e instruido con esmero en la disciplina cristiana. Te referiré entonces (y Tamira aquí puede apoyar mi discurso con un juramento) lo que nos contó a nosotros sobre él un monje casinense, conocido y venerado entre los mismos monjes por la simplicidad de su vida y su singular santidad[25].

[18] Él, pues, realizadas las tareas santas, deambulando con nosotros, nos condujo a un lugar apartado y distinguido, y se nos acercó diciendo: “yo, en verdad, hijos míos, me abstendría de contarles esto y evitaría esta conversación de no ser porque temo el castigo de Dios; si les cuento esto es más como mensajero que como narrador, ya que me fue señalado por aquel mismo cuyo mensaje les traigo que mi silencio me traerá suplicios terribles. Antes del amanecer, mientras dormía, apareció erguido el obispo, con un porte más augusto que el de la majestad humana. Mirándome y exhibiendo su cayado, me dijo: ‘Cristo, padre de los hombres y de las cosas, ordenó que me aproxime a ti y te despierte del sueño; por lo tanto despierta y, terminadas las tareas religiosas, aproxímate a ellos’. Con esto se refería a ustedes dos, y me recordó simultáneamente sus nombres y la patria de donde son oriundos; en consecuencia les cuento a ustedes lo que salió de su boca: ‘Dios quiere hacerles saber que poco le agrada que desperdicien sus discursos en naderías y que reciten pequeñas historias intrascendentes; bastante jugaron en la adolescencia y en la flor de la edad; así como las hierbas, los arbustos y las flores luego producen frutos, ustedes deben hacer lo mismo; y con un esfuerzo mucho mayor (en tanto están provistos de razón) es conveniente que luego del juego y de las delicias juveniles, produzcan frutos que sean propios de los ingenios divinos de los hombres y de los dones celestiales; las que ustedes llaman Musas son lo mismo que la piedad y la religión, y finalmente que el mismo Cristo; por lo tanto honren esto que les ordenó, usen sus Musas (esto es, el don del discurso que se les concedió con tanta excelencia) para honrarlo, y si no lo hicieran…’ y levantó el bastón como si fuera para golpearlos, y luego se retiró con apariencia enojada. Yo me desperté lleno de horror y vine inmediatamente al altar a rezarle a Dios, y ahora traigo a ustedes lo que vi y oí tal como se me ordenó”. Esto dijo el monje[26].

[19] Tamira. De hecho, agregó también esto: que consideremos que esto mismo fue dicho y ordenado para todos los hombres de letras, y que recordemos que, de la misma forma que la religión nos acompaña desde el nacimiento, así debe ser acompañada hasta la muerte.

Pontano. Por mi parte, ¡oh Tamira!, pienso que al ser tan maravilloso el orden de la naturaleza, es más factible para nosotros admirarlo que comprenderlo del todo, y estoy convencido desde siempre de que la enorme bondad divina que en Cristo se manifiesta junto con la piedad de su Padre hacia el género humano, se hace visible de modos muy diversos a los mortales; estas cosas inferiores que son llamadas “naturales” por los físicos, son reguladas por el movimiento de los cuerpos etéreos, que tienen una considerable afinidad con el hombre; a través de esto, Dios, creador, moderador y rector de todas las cosas, anuncia y señala muchas cosas a los hombres buenos y a veces también a los perversos para enmendarlos, especialmente cuando estos se encuentran descansando de las preocupaciones humanas y durante el sueño; así es que a veces pareciera que estos mismos dioses hablan con nosotros como asumiendo una boca humana, de donde viene que algunos hombres prudentes los llamen “oráculos”[27]. Sin embargo, no me ocuparé de enumerar los oráculos de la antigüedad para referírselos a ustedes, sino que hablaré de mí: yo mismo a menudo he recibido mientras dormía advertencias de peligros que no había temido ni me habían agitado previamente, y que luego pude superar fácilmente estando vigilante del aviso recibido y manteniéndome así sano y salvo.

[20] Existen algunos que refieren todo esto a nuestras preocupaciones y acciones diurnas; yo por mi parte no sé de qué modo se puede asociar con esta naturaleza elemental lo que pertenece a la divinidad. ¿Qué tiene en sí mismo de divina la sangre, o la pituita, o los dos tipos de bilis? ¿o acaso estos cuatro elementos se condensan en simultáneo por su propio orden interno? Ciertamente estos no pueden condensarse ni agruparse en una forma definida si no es por la acción formadora de un cuerpo etéreo y por sus movimientos; Dios se sirve de este vínculo y de esta forma de contacto para advertir a los hombres. Pero dices: ¿de dónde surgió la figura del obispo de Policastro, formada de manera tan veloz y repentina? De la misma forma y por la misma disposición con la que nuestra mente da forma a un triángulo, una pirámide o une las distintas partes de un silogismo de manera absolutamente perfecta y absoluta; del mismo modo en que el carpintero concibe un arca o una caja en su propia mente; de la misma forma en que el pintor, escultor y orfebre forman una imagen. ¿Por qué aquello que la mente humana puede hacer tan fácilmente por sí misma no podría ser producido por la fuerza y la afinidad de los cuerpos celestes con los que Dios nos advierte de nuestros asuntos, y de esta forma conformar una imagen similar a la humana en la mente de un hombre mientras descansa, con el objetivo de que nos advierta sobre los eventos futuros? Puesto que las cosas inferiores son controladas por los magistrados celestes, sin duda aquellos mismos conocen las cosas que ellos mismos, en tanto magistrados, provocarán en el futuro, de la misma forma que los artesanos no ignoran aquello que conciben y que tienen preparado. ¿Acaso las derrotas de las ciudades y las calamidades de los pueblos no son predichas de esta manera frecuentemente mucho antes de que sucedan? Pero esto no les acontece a todos los hombres. Tampoco todas las tierras producen todos los tipos de árboles, hierbas y cosechas. De la misma forma en que el motivo de esto no es visible y no es conocida la manera en que esto sucede en el fondo de la tierra, así tampoco es claro para nosotros cómo, a través de esta afinidad con los cuerpos celestes, les suceden estas cosas a quienes duermen, e incluso en ocasiones a quienes están despiertos.

[21] Mientras nos referimos a la naturaleza como una unidad, empleamos en mi opinión una división poco adecuada para las particiones de la naturaleza misma; puesto que una cosa son los elementos terrenales y sublunares, que se inclinan hacia la variedad, lo inconstante, lo dudoso y están habituados a la servidumbre y a la muerte, y otra cosa los cuerpos etéreos, inmortales y situados en la posición de poder, puesto que, aunque sean también corpóreos, aun así no están sujetos a ningún azar o corrupción. Existe ciertamente también otra naturaleza que está libre de toda concreción y corporalidad, y que es inmortal y que solamente obedece a Dios mismo, en tanto ella se beneficia solo de su luz divina y se ocupa solo de las tareas que él le asigna. ¿No nos avergüenza a quienes ignoramos de qué manera atrae el imán al hierro, querer prescribir lo que puede hacer la naturaleza y en particular las cosas incorpóreas? Pero alguno dice: “el imán atrae al hierro por su fuerza interna”; como si este careciera de fuerza propia, pero mucha más fuerza tienen (y sin ninguna corrupción) tanto los cuerpos etéreos como aquella otra naturaleza todavía más excelente, sin duda incorpórea y con el atributo del poder, el gobierno y la administración del mundo entero.

[22] Por lo tanto, a no pocos hombres de entre los que filosofan les sucede, en la investigación de esta misma naturaleza, lo mismo que a muchos agricultores en sus tareas, cuando están atentos solo a la fertilización del campo con excrementos y no prestan atención a la naturaleza de las semillas, ni al clima, ni al carácter de la región, que en general deben ser considerados aspectos principales. Les ruego a ustedes, hombres óptimos, que me respondan: ¿no ilumina la luz del sol cuando aparece en el oriente por la mañana e irradia al mismo tiempo la totalidad del cielo en un instante? Pero esta luz proviene del sol, que es en verdad un cuerpo que puede verse con los ojos; ¿puede acaso la luz solar con su carácter tenue y su incomprensible velocidad iluminar simultáneamente tanta vastedad de aire, mar y tierra, y no podrá sin embargo en el mismo tiempo aquel ministro de la majestad divina volar hacia nosotros desde el éter, considerando además que es incorpóreo y que, a diferencia de la luz solar, no proviene de un cuerpo? ¿lo que no te sorprende de una vela que prendiste tú mismo te sorprenderá de Dios o de los cuerpos celestes, que o provienen de su sustancia o son sus ministros? Pero alguno dice: “Dios no trabaja ni se ocupa de estos asuntos”. ¡Oh hombre lleno de una rudeza insulsa, que mide a Dios como a un hombre y que lo compara con algún operario, empresario o fabricante! No hay nada que Dios haga directamente, ni trabaja en ninguna medida, y sin embargo hace la totalidad de las cosas y modera y gobierna todo sin experimentar por eso ningún esfuerzo, de la misma forma que aunque sean corpóreos e inmensos los cuerpos celestes, no experimentan ninguna fatiga por el movimiento asiduo del cielo. ¿Tú estás tan preocupado por la fatiga de Dios? Por lo tanto, aquellos que ubican todo en la naturaleza, si la considerasen con la razón como corresponde, sin duda dejarían de ser tan obstinados, o hablando más propiamente, insolentes.

[23] ¿Qué cosa más propia de la ignorancia o qué uso más indigno de la razón que atribuir tantas cosas a esta naturaleza <inferior> y ocuparse únicamente de ella, mientras que se abandona todo pensamiento sobre la naturaleza superior, de la que todos debemos ocuparnos, de forma tal que por soberbia o ignorancia se quiere cercenar la dignidad que propiamente le corresponde y, por impiedad, su verdadero rol? Nosotros, por lo tanto, sometiéndonos a la admonición del obispo Altilio, lo que les ruego y exhorto a hacer, busquemos atravesar el resto de nuestra vida de modo que, puesto que nuestra cosecha ya tiende a la madurez, obtengamos el fruto de nuestros estudios y de nuestros discursos (aquellos que empleamos hasta que alcanzamos la flor de la edad) para el beneficio máximo de aquellos a los que invitamos con nuestros escritos y con múltiples esfuerzos y vigilias a estos mismos estudios, de manera tal que ellos no se arrepientan de imitar este camino y que para nosotros no sea desagradable haber empleado en esto tanto esfuerzo y tantas noches en vela. ¿Pues que exige más esfuerzo que tratar sobre cuestiones de elocuencia? Puesto que incluso si es algo visible y común para todos, sin embargo, muchas naciones son mudas; y pocos de los restantes pueblos o países fueron iluminados en su uso de forma tal que combinen la sabiduría con el arte y la ciencia de la expresión.

[24] Puccio. Querido anciano, ciertamente tu discurso puede por derecho propio (y con una autoridad no menor a la del oráculo mismo) orientarnos a buscar los frutos de la elocuencia a los que tú mismo nos exhortas. La iniquidad de los tiempos hizo que durante muchos siglos los méritos de la elocuencia estuvieran separados de los del entendimiento, cuando antes no había nadie que fuera docto que no fuera también elocuente. Pero el estudio de la elocuencia pereció luego de la caída del imperio romano y apenas se mantuvieron las ruinas del estudio de la gramática, aunque estas disciplinas eran tenidas en alta estima. Esto se muestra claramente por la multitud de físicos y teólogos que aparecieron luego de Boecio, ya sea en España, la Galia, Britania o la misma Germania. Por este motivo, no debe parecer sorprendente que haya decaído de esta forma el estudio de la elocuencia. Sin embargo, hay esperanzas de que en el futuro inmediato la elocuencia vuelva a reencontrarse tanto con la ciencia de la naturaleza como con la teología divina, y ciertamente no es culpa tuya, Giovanni, que el conocimiento de la moral y el de las estrellas fuera apenas iluminado por las letras latinas, ya que has tratado esto en muchos volúmenes, en los que pones en relación los influjos de los astros con sus causas físicas[28]. Ni faltan o escasean quienes tradujeron muchos discursos del griego al latín con gran dignidad y belleza. Queda por lo tanto que nos esforcemos en estar a la altura de estos ejemplos no menos que a la exhortación del mismo Altilio. ¿Qué opinas tú de esto, Tamira?

[25] Tamira: Sostengo también la esperanza de que pronto sucederá lo que dices cuando veo ya sea los libros de Aristóteles o de Platón pasar entre las manos de los filósofos y en todos lados abandonar las interpretaciones antiguas o rechazarlas como insatisfactorias. Para no hablar de otros, ¿no es cierto acaso que nuestro Egidio se dedicó por completo a las letras griegas con un gran séquito de eremitas de su orden? Y hay no pocos sacerdotes sea de órdenes o asociaciones religiosas, que sostienen el mismo estudio y deleite que él. Pero corresponde, Puccio, que recuerdes en esta reunión cuál es la ley de esta Academia que todos seguimos en primer lugar. Ciertamente a cada uno debe otorgársele su lugar para discutir, y tú mismo ya ves como, mientras nosotros discutimos, muchos al mismo tiempo se acercan para hablar y para preguntar, y puedo percibir a partir de sus rostros que prestan muchísima atención[29]. Dado que está empezando a hablar Carbo, guardemos silencio tal como si se tratara de un sacerdote de las Musas, como sucedía en el pasado cuando se comandaba el silencio en los sacrificios realizados por los antiguos sacerdotes.

III

Jerónimo Carbo[30], Puccio, Tamira

[26] Jerónimo: “En primer lugar hay que elegir para las abejas un sitio fijo como morada, al que los vientos no tengan acceso”[31]. Es admirable el asunto por el que comenzó ˂Virgilio˃ y los auspicios favorables con los que lo hizo: como si el poeta, prudente, tuviera ante sus ojos la debilidad de la naturaleza de las abejas y las cosas que era necesario inspeccionar con gran detalle respecto de la fundación de su ciudad, como la elección del lugar para que sea apto para la vida de los habitantes, y la necesidad de que esta elección sea prudente, adecuada y siga la naturaleza. ¿Pero cuál es la razón por la que, en el primer libro, en el que se trata sobre los cultivos, el poeta comienza a partir del arado, y no da consejos sobre la naturaleza de la tierra ni sobre cómo deben considerarse las regiones apropiadas, aunque en este tipo de escritos que nuestros literatos llaman con el nombre griego de didascalia (y que son pertinentes tanto para la erudición de los oyentes como de los discípulos) desde el comienzo otros autores más remotos empiezan por este asunto? ¿No es esto lo que hace Ovidio cuando habla de cómo fue conformado el mundo, y comienza a partir de las cosas desconocidas?:

Antes de que existiesen el mar y la tierra, y el cielo que todo lo cubre, la faz de la naturaleza era uniforme en todo el universo; llamaban a esto caos…[32]

Así es que mientras considero esto, acuso y lamento mi propia ignorancia, dado que en ningún modo me basto a mí mismo para explicar este asunto, sobre todo cuando veo a Giovanni, quien preside nuestra reunión, hablar de la naturaleza de los cedros en tanto árboles extranjeros y cuyo cultivo no fue tratado por nadie, que ha comenzado por hablar del lugar de donde fueron importados a Italia y de los orígenes de esta planta, incluso si son fabulosos y estén tratados según la costumbre poética, para no hablar de su cultivo antes de mostrar sus características propias. En consecuencia, me vuelvo hacia ti, Tamira, que fuiste alumno y seguidor de Julio Pomponio, y lo mismo a ti, Francisco Pucci, que aprendiste los rudimentos de la gramática bajo la guía de Poliziano[33]. A los dos les pido y ruego que no nos miren con mala voluntad si pueden afirmar algo sobre este tema extremadamente difícil para mí, y que no es para ustedes dudoso ni indigno de sus investigaciones, a partir de la opinión de estos hombres honrados.

[27] Tamira. Ciertamente en lo que a mí respecta, aunque Pomponio fue muy diligente y culto en la explicación de muchos poetas, y era como si expusiera lo que él mismo hubiera importado del extranjero (lo que sucede a menudo con los mercaderes cuando despliegan mercancías), sin embargo, no me viene a la mente que interpretase este aspecto en las Geórgicas; no sé sin embargo si acaso Puccio tiene algo que contar por parte de Poliziano.

Puccio. Yo tampoco me acuerdo de que haya explicado algo sobre esto; así que esperamos de ti, Jerónimo, una solución para esta cuestión.

Jerónimo. Pero este tema corresponde claramente a tu área, Puccio, que dedicaste tantos años a esto y que hablas con autoridad y gracia.

Puccio. Tu exhortación puede extraer de mí los conocimientos que los años y el estudio continuo de estas cuestiones me han otorgado, Jerónimo. Por lo tanto, impulsado ya sea por tu exhortación o por tu voluntad, diré libremente lo que pienso, si se acepta primero la promesa de que luego Tamira hará exactamente lo mismo, pues los gramáticos todavía desconocen el motivo por el que tanto Lucrecio como Virgilio, cada uno con gran alegría y elegancia, mostraron un interés tan grande en los principios y finales de sus libros.

Tamira. Doy fe y prometo que no me arrepentiré.

[28] Puccio. Dada esta condición, explicaré lo que pienso al respecto. Se asume que el deber de quien aborda una temática sobre la cual dará instrucciones y preceptos a otros es considerar, en primer lugar y antes de ofrecer sus enseñanzas, si el oyente debe ser aconsejado sobre algún asunto particular. Esto es lo que hace Virgilio al hablar de las abejas, ya que el primer y más importante precepto es encontrar un lugar idóneo para ubicarlas; también lo hace cuando habla de los viñedos y los árboles: “ante todo, la naturaleza es muy variada respecto a la producción de los árboles”[34]. Y su imitador, Columela, no se aleja de su maestro cuando da sus indicaciones sobre el cultivo de los huertos: “en primer lugar, un campo fértil que proporcione el lugar para un huerto fecundo”[35]. Y esta norma es evidentemente tan importante que Virgilio recomienda que el oyente observe la naturaleza del campo y del suelo antes de proceder con las labores del arado. Pero como él fue un escritor hábil para enseñar y diligente en la observación de las cosas, cuando observó que el estudio del campo era muy celebrado en el Lacio y en toda Italia, y que ni la naturaleza de las tierras ni la fuerza del clima o de las regiones eran ignoradas por los campesinos, pasó de largo espontáneamente aquello que consideró que ellos ya conocían, y no comenzó por la observación de la tierra, esto es, con lo que debe considerarse a partir de la calidad del suelo, sino por la acción misma, como si no se dirigiese a un agricultor imprudente, sino a uno experimentado y ejercitado de quien correspondía esperar una acción diligente y por completo carente de pereza. Luego de dar a entender aquello que el campesino ya conocía sobre la naturaleza del campo, era necesario pasar a las acciones a realizar en el momento adecuado y considerar en primer lugar las estaciones, ya que, así como primero hay que ocuparse del lugar, en segundo lugar hay que ocuparse de las estaciones.

Así es que estableció el arado al inicio de la primavera, y no omitió, sin embargo, al sumar más adelante preceptos, mostrar la naturaleza y la calidad de los terrenos, y explicó de qué manera deben buscarse los mejores resultados. Ciertamente no debe impresionarte que el poeta haya comenzado in medias res, pese a que esta parece ser una norma de otro género literario, como cuando se narran y explican guerras y gestas heroicas, lo que se aparta mucho del género didascálico, que en su totalidad versa sobre preceptos para educar a los oyentes. ¿Por qué entonces nos sorprendemos de que Virgilio comience hablando de la acción, es decir de la diligencia que exige especialmente al agricultor en el cultivo de la tierra, una tarea que, como él mismo dice, ningún trabajo es suficiente para agotar?

[29] Jerónimo. Apenas puedo decir cuánto me agrada esta argumentación, que debe ser elogiada en todas y cada una de sus partes. ¿Tú qué puedes decir sobre esto, Tamira?

Tamira. También juzgo que esto ha sido demostrado de forma maravillosa, y me dispongo a cumplir lo que he prometido. El oficio del poeta, si no me equivoco, consiste en tres cosas: enseñar, deleitar y conmover. Aunque estas tres cosas son por derecho diferentes, sin embargo, mientras enseña y conmueve, necesariamente también debe deleitar. ¿Cómo pues enseñará o conmoverá de algún modo al auditorio, si el discurso utilizado carece de erudición, de forma, si está mal construido, con palabras que no armonizan, se pronuncia con un gesto o ridículo u horrible, con la voz rasposa y disonante, cuando es necesario que el escritor tenga presente el amor, la ornamentación y la gracia? Por lo tanto, Virgilio y Lucrecio, con el propósito de arrebatar al auditorio, iniciaron sus poemas con gran efectividad y en un tono festivo; y para evitar el hartazgo, que suele aparecer subrepticiamente en la narración y la enseñanza y que suele acompañar la disolución del público, prefirieron terminar sus libros de forma todavía más placentera y llena de encanto y magnificencia[36]. Ves así que ambos juegan y se divierten y que se esfuerzan para atraer oyentes desde el comienzo, y para que escuchen con placer lo que enseñan; en el final, en tanto es la conclusión del discurso, buscan que los oyentes no se retiren con un gran hartazgo, sino que lleven de vuelta a su casa la alegría y recuerden con un ánimo alegre aquello que escucharon con deleite y lo que les resultó admirable. ¿Qué admiramos más que las cosas (sean grandes o pequeñas) dichas con alegría, amor y amabilidad? ¿Por qué volvemos a nuestras casas de un banquete acompañados por flautas y siringas, si no es para evitar el hartazgo y la tristeza posterior a la cena? Por lo tanto, con gran artificio Virgilio y Lucrecio emplearon esta estrategia, y su ejemplo debe ponerse ante los ojos de quienes se esfuerzan en entender el arte poética.

IV

Marino Tomacelli, Francisco Elio, Tristán Caraciolo [37]

[30] Marino: A decir verdad, Jerónimo Carbo, por la época en la que naciste, no hice objeciones a que, pese al oráculo altiliano, te hayas apartado hasta cierto punto del campo de batalla propuesto. Lo soportaré, sin embargo, con mucha mayor facilidad porque los antiquísimos poetas, que eran llamado sacerdotes en la antigüedad, trajeron muchas cosas que son enormemente similares a los testimonios cristianos, como son las relativas a la ubicación escondida del Eliseo, al que nosotros llamamos “Paraíso”. A partir de esto, Francisco Elio, me vuelvo hacia ti, que has estudiado con ímpetu este tema siendo adolescente y que dedicaste un tiempo considerable a esta cuestión, para que nos expliques qué es lo que fue dicho por los antiguos sobre la ubicación del Elíseo, para que tengamos la posibilidad de compararla con nuestros testimonios.

Elio. Porque tú me lo pides, haré esto con alegría, y también para mostrar el camino a los jóvenes, de forma tal que puedan adaptar aquellas creencias a las nuestras mientras leen. Los hombres antiguos consideraban que la vida es doble: la que se vive con el cuerpo y el alma y aquella que disfruta el alma misma sin el cuerpo, pues aquella opinión nefasta sobre la muerte del alma no había sido suscitada todavía impiadosamente por hombres pecaminosos y criminales. Así es que opinaban que el tipo de vida junto al cuerpo ciertamente requiere tanto de los sentidos como del resto de los instrumentos que son propios del cuerpo, mientras que la otra, en cambio, en tanto separada del cuerpo, es perfecta, libre y carece de cualquier necesidad corporal. De ahí que consideraran que, mientras dura el tiempo en el que el alma está encerrada en el mismo cuerpo, se encuentra como firmemente apresada por cadenas, o como si estuviera encerrada en una cárcel, y no puede desplazarse ni es libre en lo más mínimo; luego, cuando se separa del cuerpo, es libre y recupera el derecho sobre sí misma. Así es que esta misma libertad son los campos Elíseos, en los que el alma se hospedaba luego de ser librada de la cárcel, feliz por encontrarse en su condición natural y contenta de su suerte. Cuando estaba encadenada al cuerpo, no podía ejercer su libertad propia, ni gozar de los bienes que le correspondían por derecho divino.

[31] Así es que la vida que es vivida desde el nacimiento hasta la muerte es servil y carcelaria, mientras que la que sucede luego de la muerte es ciertamente feliz para los hombres buenos, y miserable para los malvados, lo que evidencia que Dios sigue el mismo razonamiento al generar a los hombres que el prudente padre de familia en distribuir las tareas del cultivo de la tierra. Pues este les provee las herramientas, explica con palabras a los trabajadores lo que quiere que hagan y los exhorta también con ejemplos. Luego de la realización de la tarea entrega a cada uno de ellos su recompensa por el servicio y elogia a aquellos que trabajaron con excelencia, mientras que aquellos que se administraron de manera ímproba reciben una recompensa menor y son puestos en vergüenza. Así es que se consideraba que la recompensa y premio de aquellos que cultivaron su alma con piedad y rectitud consistía en retirarse al Elíseo, en el que el alma disfrutaba de una beatitud perpetua. Pero quien fue adicto a los encantos del cuerpo y por la cercanía corporal pervirtió la naturaleza del alma y la contagió de los padecimientos corporales, este era relegado a un lugar sucio, tétrico y oscuro, carente de todo deleite, lejanísimo de las regiones etéreas, “y se interpone la Estigia aprisionándolos en sus nueve repliegues”[38]. Ahí tienes, Marino, lo que aquellos sacerdotes de las Musas opinaron y cuáles eran los placeres que consideraron propios de los Elíseos, es decir del cielo, al que evidentemente consideraron que los hombres buenos regresan luego de la muerte, mientras que pensaban que al contrario los hombres malvados eran mantenidos lejos de él, expulsados y exiliados del reino celeste, y obligados a vivir en la escoria de los elementos en un lugar lleno de suciedad, y a padecer un tormento eterno para compensar con merecidas penas los actos cometidos en su vida. De qué manera es posible acomodar estas creencias con la perspectiva cristiana, puede ciertamente mostrarlo aquí Tristán, a quien le toca seguirme en el uso de la palabra, y que nos enseñará, con un discurso cristiano, qué es el Paraíso cristiano.

[32] Tristán. No me llamas a un asunto poco ameno, Elio, pero es difícil explicar este tema con palabras que apenas pueden ser adaptadas a los asuntos divinos, ya que son más aptas y están mejor preparadas para explicar las cosas humanas. Cuando hablamos de Dios, no lo hacemos con otras palabras que con aquellas que usamos para hablar de lo humano. Me esforzaré, si no en explicar esto, en indicar al menos qué es este jardín que Dios estableció para que habiten y residan los cristianos luego de la muerte, pues esto es lo que significa “paraíso”[39]. En consecuencia, oye con ánimo justo a un hombre que, más que explicar con la dignidad que amerita el tema, balbucea lo que se le demanda a partir de la ley establecida en este encuentro.

[33] Quienes establecieron por primera vez los nombres de las cosas eligieron llamar a algunas con nombres agradables, como en el caso al que nos referimos, el Paraíso, para que a partir de su propia denominación los hombres fueran conducidos a amarlas más y más. Así pues, nuestros autores llamaron a algunos lugares amenos porque por su propia naturaleza, sin esfuerzo u oficio humano, nos llevan a amarlos y nos atraen gracias a su enorme amenidad. Así es que los escritores griegos, dado que los huertos son deliciosos en sumo grado e idóneos para el deleite, llamaron a esta sede celeste paradiseon, en la que, como entre las delicias de un pequeño jardín, reposan las almas de los varones santos y estimados, o más bien disfrutan con aquel supremo bien y de la luz que irradia el mismo Dios; no ciertamente de la misma manera que el sol o que alguna estrella, sino como el que es el único Padre de todas las cosas y por el que toda luz ilumina; no de la forma en la que el sol mismo o las estrellas iluminan lo que es visible (ciertamente su iluminación es percibida por los ojos, y necesita del apoyo de los elementos en esta parte del mundo que es llamada tierra), sino que de la manera en la que disfrutan las mentes de las inteligencias angélicas que son ministras de Dios y están próximas a Dios. Para este disfrute no se necesita la acción de las extremidades del cuerpo, sino que es acción natural y propia del carácter divino del alma; y poco correctamente la llamamos “acción”, cuando no hay ningún esfuerzo en esto, ningún movimiento, aunque tampoco encuentro otra palabra que se le ajuste mejor. Puesto que el alma y la mente por su propia actividad reconocen a Dios, y perciben a Dios en su interior por su propia naturaleza. Con la misma capacidad para penetrar en las cosas que Dios les otorgó, se introducen en la luz divina y disfrutan de la visión de Dios, y este disfrute es el Paraíso mismo. Esta es la inmortalidad, esta es la beatitud, he aquí el fin de los deberes y de las acciones de los hombres más santos; más allá de esto no hay nada para esperar, ninguna otra cosa que nuestra mente busque, nada que lo sobrepase que la mente pueda concebir y que esté ubicado en otra parte, y que sea digno del deseo y del disfrute, cuando todas las cosas allí son perfectas y están en su lugar.

[34] Pues dado que no existe nada que esté por sobre Dios o sobre su majestad, tampoco existe nada que deba ser puesto antes en importancia que el disfrute de Dios, ni hay nada superior a conocerlo, ya que en el disfrute de Dios todas las cosas reposan y se encuentran en su estado perfecto y consumado. Así es el Paraíso de los cristianos, similar a las delicias del Elíseo, excepto que allí las almas no viven entre leche ni miel, sino entre aquel licor que no mana de las cabras o de las ubres, ni de la elevación de los rayos del sol, ni proviene de la liquidificación de las exhalaciones que produce la tierra durante la noche, sino solamente de la luz de Dios cuyo aspecto se difunde resplandeciente, y que irradia las mentes que lo ven; de esta luz, digo, mana y se hace líquido algo que no es perceptible para los ojos de los hombres, ni puede explicarse con palabras, ni es posible tampoco para la mente (aunque es inmortal, divina y etérea) concebirlo en absoluto; sino que quien ve a Dios ve ciertamente todas las cosas y de quien disfruta de su aspecto no puedes decir que le falte nada, ni que haya otra cosa superior que consideres que debe esperar o desear a partir de esto. Quizás inquieres, Marino, en dónde se ubica este disfrute. ¿Quién, pregunto, en la vastedad y grandeza enorme del cielo puede circunscribir la infinidad de este lugar y definirlo con certeza? Pues quién puede dudar de que esto existe porque fue decretado y sancionado por Dios si observa y considera el orden que Dios dio a las cosas que creó, que son absolutamente perfectas en todo sentido y plenamente coherentes. Debe ser suficiente para nosotros hombrecitos poder medir esto con nuestra alma, ya que no podemos delimitarlo en ningún espacio, y en verdad solo puede ser limitado por el goce de la luz y la visión de Dios. Hablé hasta aquí, Marino y Elio, por vuestra orden. Para el resto de las cosas deberían consultar una urna[40].

V

Pontano, Pedro Summonte [41]

[35] Pontano. Pienso que, ahora, Altilio goza en el cielo y se regocija con los espíritus beatísimos, cuando observa que en esta reunión se actúa de acuerdo con Cristo y que seguimos sus santísimos consejos. Creo que solo se lamenta de una cosa, si está permitido decir que se lamenta de algo, y es que en una reunión tan grande esté vacío el lugar de Azio a causa de su exilio voluntario, en tanto solo por su benevolencia y gratitud sigue al rey Federico que deja Nápoles y se dirige a <visitar al rey> Luis en Francia, habiendo aceptado las garantías que le ofreció[42]. Pero Altilio no necesita ningún consuelo, ya que vive con los dioses. En cuanto a nosotros, en cambio, ¿quién puede dejar de estar afligido por la ausencia de un hombre tan grande, ingenioso y docto? Pero él, compañero de las Musas, no tiene nada que temer, y nosotros debemos intentar abstenernos de lamentar su ausencia, especialmente porque es una ausencia voluntaria y digna de un hombre generoso. ¿Qué tienes para decir sobre esto, Pedro Summonte?

[36] Pedro. La debilidad de Azio me preocupa, porque muy a menudo sufre del estómago. Pero esta misma peregrinación y el cambio de cielo y de tierra le darán fuerza, lo que me hace tener esperanza. En lo que respecta a su estado de ánimo y la decisión que tomó, me reconfortan estos pequeños versos que, cuando él partía, ya asentado en la popa, recitó como si las Nereidas y las ninfas de estos lugares lo escucharan; considero (no sin motivo) que la recitación de estos versos servirá para revivir el espíritu luego de las cuestiones que se explicaron recientemente, y que no tendrán una influencia menor en moderar el anhelo provocado por su ausencia. Así son los versitos en cuestión:

Saludos, Parténope, dulcísima sirena honrada por mí,

Y adiós a tus huertos y a las Hespérides,

Saludos, Mergillina, en recuerdo de nosotros y de mi llanto

Acepta estas guirnaldas, avaros tributos de tu dueño.

¡Saludos sombras maternas y paternas!,

Acepten el incienso como regalo en vuestros altares.

Y no niegues, virgen Sabethia, los deseados ríos,

Y que el sueño me conceda ver tus aguas estando ausente

Y da al hombre cansado sombras veraniegas y un soplo ligero

Y que los mismos ríos hagan sonar su dulce ruido.

Voy al exilio voluntariamente, la fortuna misma apoyará;

Aquella que a menudo apoya a los hombres fuertes y sabios

Y mis compañeras son las Musas, que son las diosas del poeta;

La constancia del ánimo me favorece, aunque

la lealtad sea premio suficiente para el exilio[43].

Pronunciaba aquel estas palabras mientras partía con el ánimo completamente confiado y con el rostro lleno de felicidad; imploremos que, así como nuestro amigo sigue a su rey, lo sigan a él todos los bienes y los dioses le sean propicios.

[37] Pero, como tu discurso, Giovanni, comenzó con Altilio, el mío también vuelve a él; ¿no estimas tú que él, junto con aquellos ángeles que suelen estar con quienes mueren con piedad y devoción, asistió a Elisio mientras moría?[44] Tú también lo consolaste y le diste firmeza, y le infundiste una fuerza tal que dijo a los hombres honestímos que lo asistían y a los sacerdotes más venerables: “no trato de evitar la muerte, dado que tú me exhortaste a enfrentarla con firmeza, esto es a disfrutar de la vida eterna, aquella que comparten los hombres buenos que vivieron de forma piadosa y los dioses”. Mientras moría declaraba y repetía con la boca: “vive piadosamente, morirás piadosamente”, no decía esto, sin embargo, en el sentido en el que este verso fue pronunciado por su autor, sino en el sentido de que quien vivió bien y piadosamente, de esta misma manera le toca morir[45]. Y ciertamente Elisio Galluci abandonó así la vida, de manera tal que dejó un recuerdo deseable de sí mismo para sus amigos.

VI

Pontano, Cariteo [46]

[38] Pontano. Yo, Cariteo, te veo musitando hace rato, y espero ansiosamente ver en qué deviene tu murmuración, no sea acaso que te afecte un asunto relacionado con tu mujer, un tema particularmente lleno de molestias en la vida familiar.

Cariteo. ¿Piensas acaso que a mi esposa se le dio el nombre Petronilla a partir de la palabra petrone (pues así denominaron los antiguos a los viejos carneros castrados)[47], y que de hecho, ella procuró para mí una grey de hijas que la siguen a las ceremonias religiosas, al templo, a visitar a las mujeres embarazadas en la ciudad y también a celebrar las bodas y los días festivos? Pero abandonaré este tema ahora, porque no quiero parecer gracioso en esta reunión hablando de esto. Ustedes que están aquí cerca, hombres óptimos, acepten este: aquel Hermes, que a partir de su inteligencia fue denominado en la antigüedad Trimegistro, me instruyó estos mismos días en sus armas y en sus flechas y me hizo fiel a sus palabras; así es que, abandonado Platón, ahora sigo su causa[48]. Estas murmuraciones que tú ciertamente advertiste eran sobre la lectura de este autor, si es propiamente Hermes el autor del libro que ahora pasa de mano en mano. En los asuntos cristianos hay dos principios que deben ser considerados: la creación del mundo mismo y las cosas que son contenidas por él (y especialmente el hombre, que ciertamente es el primer principio), y la salvación del género humano mismo y su recuperación de aquella miserable destrucción, después de haberse multiplicado inmensamente y de haber caído en la ruina iniciada por su maldad y su deseo desenfrenado, lo que a mi juicio debe ser llamado con derecho el segundo principio.

[39] Y puesto que el mismo Hermes hace a menudo mención de la palabra divina, investigo y reflexiono conmigo mismo sobre la creación de las cosas y contemplo a Dios, y sostengo que aquel, desde el principio, por medio de la sabiduría, ha creado con la palabra todo lo que existe, y que luego a través de Gabriel, llamado “protector” [genium] por nosotros y “ángel” según la palabra griega, procuró también con la palabra la salvación de todo el género humano. Una y otra acción son dignas de la caridad divina y de la bondad y de los regalos del mismo Dios. Por lo tanto, tiendo a considerar que la creación misma provino de la palabra de Dios, habiendo sido ordenada por su sapiencia, en el mismo momento en el que Dios la enunció y cuando dijo: “Hágase el cielo, hágase la tierra, hágase la luz”, etcétera, y de esta misma palabra divina provienen todas las cosas. Y en tanto no existía nada en absoluto, excepto Dios mismo y su sabiduría, que nació con Dios y estuvo con él desde el inicio y existe eternamente, y excepto la misma palabra, que es el mismo Dios, de forma similar asumí la creencia de que todas las cosas provinieron de la nada por la palabra misma y la orden de Dios.

[40] Pero alguno dirá: “¿de qué forma creó estas cosas de la nada?”. ¿Pero con qué osadía o en base a qué razonamiento dirá esto? Cuando oye a Aristóteles declarar que la tercera causa de la generación es la carencia, lo que sus seguidores latinos llaman de forma quizás menos correcta “privación”[49]; esta por sí misma no es nada, mientras que la materia y la forma existen por sí mismas, y la privación no contiene nada en sí misma, es solo un concepto abstracto, expresado luego con la voz. Por lo tanto, la vanidad, la insolencia (a la que se agrega la ignorancia) del ingenio de los hombres (aunque no de todos ellos) exige y presupone que para la creación del mundo se necesite la unión en simultáneo de la materia y la forma, de las cuales esta última es lo que está presente en las cosas y las moldea, mientras que a partir de la materia es que las cosas son constituidas; y de igual manera la carencia antes de la generación ciertamente no es nada. Sostienen por lo tanto que la forma esté presente en las cosas, pero que luego de la extinción de aquello que fue generado, esta deja de aparecer por completo, mientras que la materia cambia de forma una y otra vez.

[41] Los hombres escasamente religiosos sostienen esto y luchan a favor de esta idea, y apenas si entienden o consideran que la materia y la forma estaban presentes en aquel decreto divino “hágase”; la misma palabra divina es la voluntad de Dios, lo mismo son también la palabra y la orden de Dios. ¿Por qué razón se admiran, oh físicos tan observadores, si la voluntad de Dios es su palabra y Dios es sabiduría y también omnipotencia, de que en aquella palabra divina esté al mismo tiempo la materia y la forma? La materia, porque él mismo puede suministrarla por causa de su omnipotencia y a partir de ella generar cosas, y la forma (la verdadera constructora de la materia) porque es la prerrogativa de la sabiduría misma. Pues el darle forma a una estatua o a una pintura, ¿no es acaso propio del pintor y el escultor sabio? Pues si en la mente del escultor está la futura figura de la estatua o de la pintura a la que se propone darle forma, ¿por qué, les ruego que me digan, se esfuerzan en arrebatar a Dios, artífice de todas las cosas, esta capacidad y poder?

[42] Por lo tanto, en la sabiduría y omnipotencia de Dios se encuentra la capacidad para darle forma y materia a todas las cosas, y también de crear a partir de la nada cualquier cosa que Él quisiera y decidiera que exista y que existirá por el tiempo y por la manera que él ciertamente decrete y desee. Así es que como “destino” [fatum] proviene de fando, que significa “decir”, porque Dios mismo así decretó y lo declaró solemnemente [effatus] cuando estableció las leyes de la naturaleza, así también la palabra deriva de que la empleó durante la creación de las cosas cuando él habló y ordenó: “hágase [fiat] el cielo” y “háganse el resto de las cosas” (como fue dicho por Él). Por este motivo sostengo como principio que la creación es el primer principio de la religión cristiana.

Pontano. Es conveniente que revises bien, Cariteo, por qué camino avanzas, siendo que padeces de la gota y tienes necesidad del trabajo de los médicos, cuyo deber consiste en reconducir el aspecto más importante de sus estudios y su atención a la materia.

Cariteo. Dices esto, Pontano, porque ignoras que la naturaleza misma cuidó de esta manera a aquellos que sufren la gota: sienten menos dolor cuanto más locuazmente usan la lengua. Y como tú te has convertido en un hombre casi sordo, hablaré más claro y más fuerte, y por este motivo te pido que prestes atención al resto de lo que voy a decir. Dios había adquirido el conocimiento de que el hombre que creó con tanta dignidad y excelencia se precipitaba en el abismo; así es que, aconsejado por la sabiduría y la caridad, decidió que debía aconsejarlo por la palabra a través de la cual había sido creado. Así es que aquel ángel queridísimo por Dios, cuando dijo a partir de la boca de Dios: “salve, oh virgen, Dios está contigo”, la palabra misma asumió en el útero receptor de la Virgen la forma humana, de manera que aquel verbo divino, en tanto existe a partir de Dios, fuera convertido igualmente en hombre y aun así continuara siendo Dios, y habiendo nacido Dios de Dios, sea al mismo tiempo el padre y el hijo, y del mismo modo, Dios y hombre. Vivió como Dios y hombre algún tiempo entre los hombres, y finalmente quiso morir para la salvación del hombre, y como Dios y hombre ordenó liberar al hombre de una muerte perpetua y del máximo sufrimiento.

[43] Así es que tal como el mismo verbo fue el principio de la creación tanto del mundo como del hombre, así es que también es el principio por el que fue redimido de las tinieblas de la muerte y de la miseria. Esto no parecerá sorprendente para nadie que esté bien educado y que observe la caridad divina, si considera que algunos hombres con palabras dichas por hombres mismos fueron rescatados de la muerte, y que otros hombres, que no soportaron palabras injuriosas, decretaron su propia muerte. Y si no hay en el hombre una fuerza y una facultad mayor que la que existe por la palabra, ¿te admiras si Dios conformó el mundo con su primera palabra y creó el hombre, y después con su palabra lo redimió de la muerte, lo restituyó de la miseria y le entregó la vida celeste y beata?

VII

Pardo[50], Cariteo

[44] Pardo. En verdad yo me hubiera reído de ti mientras hablabas, Cariteo, de no ser porque la conversación era sobre la religión y la república cristiana, porque imprudentemente (por no decir impúdicamente) provocas a los físicos. Se concede sin embargo que esto es por los dolores en las articulaciones y la gota, que tan a menudo te hacen yacer enfermo. Porque has mencionado la privación, hablaré sobre el sentido de la palabra y no sobre la significación del asunto para que no parezca que quiero atacar la religión mediante un rodeo[51]. Sin embargo, esta palabra (privación) es aceptada en el uso, mientras que la otra, “carencia”, es ignorada por muchos o muy mal comprendida. Por lo tanto, dado que privatio fue aceptada por los hombres doctos, debe ser también aprobada por nosotros, cuando no hay nada en absoluto que obstaculice su interpretación o se oponga a las distintas ramas del saber. Consideraré, sin embargo, que esta misma palabra, que proviene de privatu y de la palabra privo, de donde viene privatus se opone por su naturaleza a publico, como cuando decimos que algunos campos son públicos, otros son privados, lo que significa que pertenecen a un ciudadano individual, y de ahí sucede que digamos que “lleva una vida privada” [vitam privatam] de aquel que se abstiene del gobierno de la república y de los puestos de magistrado, y de los deberes públicos. La misma palabra expresa también ostensiblemente en otro sentido lo mismo que exutus y spoliatus, como cuando decimos “alguien que fue privado de sus bienes y su fortuna”, y también, como dijo Lucrecio: “privada de todos los dolores” porque la naturaleza de los dioses carece de todo dolor y está librada de él[52]. Sin embargo privum, de donde viene el verbo privo, significa lo que es propio de cada uno, de donde proviene “privilegio”, que es lo que no es público, sino propio de alguien particular, sea un ciudadano, municipio o familia. Por otro lado, esta misma palabra privatio toma el sentido y la naturaleza de los nombres que derivan de verbos, como vectatio, legatio, verbertio, largitio, congressio, sponsio, cognitio, cohortatio, y el resto de este tipo. De ahí que se observa que es aceptada por los físicos principalmente en aquel sentido en el que aparece en Lucrecio, como sinónimo de vacuitas, como cuando decimos que alguna materia “carece de forma” [vacuam forma], como la cera a la que no se le ha impreso ninguna imagen, o como una masa de concreto que no esté formada como una pared o ningún otro tipo de estructura, sino que está informe y por completo privada y carente de algún diseño.

[45] Así es que, incluso si los físicos aceptan privatio para expresar lo que quieren dar a entender, sin embargo la expresión no parece ser satisfactoria para esto, ni contiene este sentido de forma clara y llana, en tanto que en todas partes los sustantivos verbales sugieren o una cualidad pasiva o activa, pero los físicos tienen necesidad de una palabra especialmente indicadora de la naturaleza de lo que está en cuestión, como carentia, que indica que la materia misma está disponible y preparada para vestirse con la forma de la que carece completamente, no como si hubiera sido despojada de ella, sino más bien como careciendo de ella por completo, y no desdeñando ser revestida por ella. Marco Tulio enseñó rectamente muchas cosas de la palabra careo, como cuando dice que no puede carecer de algo aquello que por sí mismo no existe, y no se dicte correctamente de quien esté muerto que carece de vida[53]. Esto lo dice para que no digamos que un hombre vivo carece de cuernos o plumas, porque si no tienes lo que ni es apto para el uso ni para la naturaleza, en lo más mínimo careces de eso, incluso sí eres consciente de que no lo tienes. Finalmente, dice que carecer es como estar necesitado [egere] de algo que deseas tener, por lo que es la palabra la voluntad es adecuada, a menos que se diga que alguien carece de fiebre, o cuando no tienes algo que no eres consciente que te falta y no lo necesitas, y sin embargo decimos que careces de aquello. Así es que los escritores abusan de la palabra careo de muchas maneras (así como abusan de muchas otras palabras) y en el habla no solo prevalece el sentido trasladado, sino incluso el mal uso. Y así es que juzgo que carentia es la denominación apropiada para referir a la materia que desea, por su naturaleza, una forma que esté presente en ella. De ahí que, si seguimos la autoridad de Cicerón, la denominación propia de aquello que hablamos es carentia. Sin embargo, dado que ha prevalecido en el uso un sentido diferente, de ningún modo nos parece que este deba ser rechazado, ya que como prescribe Horacio, en poder del uso está la decisión, autoridad y norma del habla[54].

Esto tenía para decirte, Cariteo, para procurar que hagas la paz con los físicos, cuyas tareas tu estómago y tus pies necesitan tan a menudo, a menos que esto quizás incomode a Francisco Puderico, quien está junto a nosotros y que asiduamente está en guerra no solo contra los médicos, sino también contra los astrólogos.

VIII

Francisco Puderico[55], Pardo

[46] Puderico. ¿Por qué no estaría en guerra con los astrólogos, Pardo? Veo a nuestro Giovanni, que escribió tanto sobre las estrellas, enojarse con ellos en muchas ocasiones y que no tiene una opinión favorable de aquello que dicen y que enuncian, siendo además él un estudioso magnífico de esta disciplina; aunque, como siempre he notado, él, a diferencia de Giovanni Pico, no irrumpe con armas y caballos (como se dice) contra aquella disciplina, sino que la protege como algo digno de la sabiduría máxima y prácticamente divina, pero se ríe e insulta a los astrólogos como hombres poco cautos y en absoluto prudentes[56].

Pardo. Ciertamente no debes temer esto, Puderico. ¿Qué cosa es más absurda o temeraria que pretender que lo que son meramente conjeturas sea considerado necesario? Aunque los movimientos del cielo y de los astros, como sucede claramente, controlan con su agitación estas cosas inferiores, no obstante de ningún modo las cosas que son señaladas o pronosticadas por sus ritmos suceden de la misma manera y en todas las ocasiones, puesto que los eventos inferiores o no concuerdan con las causas superiores en todos sus aspectos, o incluso contrastan con ellas completamente.

Puderico. Estas son por lo tanto causas activas y primarias, y las otras son en verdad causas pasivas y secundarias.

Pardo. Evidentemente lo son; pues ni el calor del sol mismo es igual en todas partes, ni las tierras se encuentran todas en el mismo lugar. Y en lo que a los asuntos de los hombres, y nuestras mismas voluntades, ciertamente son libres y en cierta medida más potentes que los movimientos astrales, en tanto nos esforcemos por controlar nuestros sentidos. Si yo consigo develar de qué modo sucede esto, este tema no resultará indigno de esta reunión. Estos cuatro cuerpos, denominados también elementos, que aportan la materia a la generación (o más bien son ellos mismos la materia), suministran los cuatro humores, a partir de los cuales está constituido todo lo que existe. Estos se encuentran ciertamente impulsados por el movimiento del sol y de la luna y del comportamiento de uno y otro (para no hablar ahora de los otros astros), y se encuentran en permanente incremento o disminución. A partir de esto se pone en movimiento la generación y la corrupción, que por lo tanto nunca persisten en un mismo estado cuando siguen los desplazamientos del sol y de la luna, y así como la misma luna fluctúa permanentemente, el sol con las estrellas erráticas por momentos está más cerca y por momentos más lejos de las regiones que habitamos[57]. De esto deriva el incremento de los humores y de las cualidades, y lo mismo sucede con su disminución.

[47] A esto contribuyen en gran medida tanto la ubicación como las características de las regiones: Apulia, Libia y Egipto son más aptas para el incremento del calor y la sequedad que Germania o Galia; estas son más aptas para el frio y la humedad. Algunas tierras no exigen mucho trabajo o esfuerzo de los hombres para producir cultivos, mientras que en cambio otras por su propia naturaleza apenas son fértiles. ¿Qué aspecto de las diferentes locaciones genera en algunos lugares hombres más obtusos y en otros más agudos y versátiles? De esto deriva que existan tantas variedades incluso en cosas del mismo tipo. Esto se observa muy fácilmente en los sabores y en los jugos vitales, e igualmente en los animales salvajes o domésticos, tanto en su velocidad como también en la estatura y la fuerza, puesto que los humores no solo siguen las agitaciones de los astros y del cielo, sino también la naturaleza de los campos, tanto según la ubicación de las distintas regiones como sus características. Siendo así, los efectos de las estrellas ciertamente no pueden ser iguales o parejos en todas partes; si el astrólogo lo considera correctamente, rara vez se alejará de una interpretación verdadera a partir de un pronóstico de las estrellas, al menos hasta donde una conjetura pueda ser aplicada sin temor. Y en tanto estas cosas disienten tanto entre sí y son (como ciertamente son) tan difíciles de entender, surgió la observación, cuya actividad propia es ver qué signos aparecen, y una vez que estos han sido atendidos y retenidos en la mente, analizar qué es lo que producen; y de ahí es que son llamados “pronósticos” [prognostica]; no, sin embargo, porque siempre garantizan lo que parecieran prometer, sino porque lo hacen la mayoría de las veces. Tanto los médicos como los marineros y los granjeros al hacer pronósticos sobre la curación de enfermedad, la lluvia o el clima sereno, o la cosecha abundante o magra, a menudo se quejan de que han sido engañados por la observación de los signos. Menos aún debe parecer sorprendente si los astrólogos fallan, cuando estas mismas causas de vez en cuando se oponen entre sí, así como se dice que disienten las acciones y las pasiones de muchas maneras.

[48] Hace tres años el campo de Campano sufría más lluvias de verano que lo habitual; sin embargo, al mismo tiempo, en el campo de Calabria y Crotona la excesiva sequía incendiaba los viñedos. De ahí las vanas predicciones de los matemáticos, puesto que aquellas cosas que parecen poder predecirse a partir de las estrellas no están al mismo tiempo en sintonía con todas las causas, y muchas cosas se les escapan, como les sucede a los médicos. Estos suelen cometer errores no solo por conocer escasamente la naturaleza de las enfermedades y de los humores, sino incluso la de los que se enferman y de las distintas regiones y atmósferas que son afectadas por una causa u otra, como por los vientos o las exhalaciones; <también cometen errores> por causa de las combinaciones desconocidas de las mismas estrellas, o puesto que se presentan en este tiempo significaciones debidas a algunas combinaciones, eclipses o cometas que habían sido pronosticados hace muchos años y que no fueron observadas correctamente, a veces porque la región fue dañada por vientos perniciosos o protegida por vientos benéficos y los vientos tienen mayor fuerza para prevenir que la irradiación hostil de las estrellas para dañar. ¿No es la mayor parte de la costa marítima de Etruria pestilente por causa de los hálitos malignos de los pantanos y las brisas que la agitan, mientras que las colinas de esta región son extremadamente saludables? Así es que en la ubicación de estos pantanos las configuraciones de estrellas saludables pueden lograr poco durante el verano, y en las colinas más salubres, las estrellas malignas y pestilentes apenas pueden provocar daño.

[49] También las costumbres ancestrales, las tradiciones y las artes de un municipio, las instituciones públicas y privadas tienen un gran peso tanto en un sentido como en otro, junto con las configuraciones de las estrellas. ¿Qué sucede con aquella que es llamada “ciencia” y que se ocupa de la cognición precisa de las cosas y de investigaciones generales? ¿Quién puede llegar a conocer todas las combinaciones singulares y las mezclas de los humores de los que estamos conformados? ¿Quién a su vez conocerá las fuerzas particulares de las estrellas, que son extremadamente abstrusas e incluso casi infinitas? ¿Quién ha observado y reconocido los conflictos entre las causas que se oponen entre sí, y en particular su número y su duración? Por lo tanto, aquellos que proceden a partir de predicciones específicas son objeto de irrisión para el mismo Tolomeo, ya que en este caso necesariamente sucede que sus conjeturas y observaciones en algún punto se vuelvan dudosas, y que estas no solamente yerren, sino que en verdad se desarmen y se conviertan en ruinas de forma vergonzosa. Ves por lo tanto, Puderico, de dónde provienen los errores y las conjeturas tan falsas y erradas de los matemáticos, y como con justicia puedes y debes enojarte con ellos cuando predicen pestilencias, esterilidad, tempestades, diluvios y otros eventos.

[50] Hablemos ahora de las voluntades de los hombres: si se permite que sean dominadas por los sentidos, no existe nada más fluido y débil, y añado, también quebradizo y domable, mientras que al contrario, no hay nada más noble, fuerte y poderoso, que cuando dominamos las seducciones de los sentidos con el yugo y las despreciamos. Catón vendió un caballo ya viejo, con el que él mismo había servido como cónsul y pretor. Marco Catón, el mejor orador de su tiempo, senador, general, y que era conocido como tal[58]. ¿Por qué lo vendió? Porque quiso, y además porque para él tenía más fuerza la sencillísima preocupación por el ahorro que lo que se considera propio de un orador y un general tan respetado; y porque solía decir que al buen padre de familia le corresponde más ser vendedor que comprador, y deseaba ser extremadamente tenaz en seguir este precepto en las cosas que le pertenecían[59]. Pero estaba forzado a esto mismo por la configuración de las estrellas en su nacimiento. ¡Oh cielo extremadamente avaro, oh estrellas tan comunes y ahorrativas que fueron tan obstinadas con este hombre! La configuración del cielo y de las estrellas sin duda pudo hacer que Catón fuera propenso al ahorro por la composición de los humores de los que estuvo formado, y sin embargo que no llegara al punto de provocar que vendiera su caballo de militar o de cónsul atraído por un precio tan bajo, pese a la considerable indignación y burla de los senadores y ciudadanos romanos. ¡Como si el caballo, al nacer Catón, hubiera hecho que las estrellas se preocuparan también por su venta! ¡Tolomeo, rey de Egipto, se casó con su hermana, evidentemente impulsado y sometido por el horóscopo del cielo y las estrellas de su nacimiento! ¡Oh, cielo profano poseedor de un horóscopo tan impuro y corrupto, en el que está contenido un deseo tan extremo! ¿Quién incluso siendo ímprobo y terco, se atrevería a aseverar esto? Aceptemos pues que las configuraciones de los astros se limitan a presagiar una gran intemperancia de los humores y de la complexión física, y ciertamente también de los asuntos amorosos, incluso una unión con la hermana. ¿Acaso el mismo rey, tan poderoso y feliz, no hubiera podido (lo que ciertamente no deseó hacer) ubicar a su hermana en un matrimonio con otro, y él mismo buscar otra mujer para sí?

[51] Pero los médicos, empleando remedios modestos, atemperan el humor excesivo y lo regulan, así como también excitan y despiertan el humor demasiado reducido y atenuado; tú, en verdad, rey eximio, ¡no pudiste contener en absoluto este deseo nefasto! Porque está claro que no quisiste hacerlo. Por lo tanto, Tolomeo llevó a cabo este crimen porque quería; pues si hubiera querido podría haberlo evitado por completo siguiendo el camino que mencionamos. Es posible creer que, para cometerlo, se agotó en muchos pensamientos sobre esto, pero finalmente se dejó vencer por el deseo. Pero entre los persas este tipo de matrimonios era usual y permitido, y él siguió el ejemplo de este pueblo muy cercano. Así como siguió tan prontamente el ejemplo de los persas, ¿por qué no siguió el de los macedonios y sus elogiadísimos reyes? Ciertamente no lo siguió porque no quiso de ninguna manera hacerlo, ya que prefiere ser dominado por el deseo que dominar el deseo él mismo. ¡Así es que ahora acusa al cielo, a las estrellas y a las configuraciones nefastas de los astros!

[52] En nuestro tiempo, quienes fueron jefes de la cancillería junto a reyes y príncipes, que hoy son llamados secretarios, se hicieron extremadamente ricos, excepto este Giovanni, que está aquí presente, que aunque fue exhortado a hacerlo con frecuencia por amigos y familiares, nunca se alejó de su resolución, aquella que siempre enuncia: “no deseo ser pobre, y rechazo ser rico”. Con este argumento no solamente dominaba el deseo y el apetito de ganancia, sino que fue incluso superior a los reyes en la regulación del Estado. Mostró esta firmeza de ánimo incluso en estos últimos días. Pues cuando el reino Napolitano fue tomado, Ludovico, lugarteniente del rey de las Galias, le ofreció una magistratura, con la que hubiera podido llevar una vejez de opulencia: “Pero”, dijo, “no me harías muy rico, sino más bien muy ocupado, cuando gracias a los dioses no estoy necesitado en estos días de ninguna cosa honesta”. Ciertamente la voluntad fue atemperada por la razón y venció a los deseos y al encanto de los sentidos.

[53] Nerón Augusto fue conocido por su singular crueldad; ¿quién en su sana mente puede negar que, en la procreación de Nerón, la mezcla de semillas y humores a partir de la cual fue formado como feto fue especialmente maligna, y que las estrellas mismas contribuyeron notablemente en eso, de forma tal que Nerón fuera por su naturaleza proclive a la crueldad? Fueron causa de esto, por lo tanto, o la materia que conformaba a Nerón, que fue mal fermentada, o la configuración maligna de la disposición de las estrellas, que acompañaron a un humor maligno y perverso, o lo influenciaron con malignidad y depravación. Aceptemos que esto sea así. Pero el inventar nuevos tipos de suplicios, imaginar tormentos inusitados y convenir con el constructor para que el barco de su madre oportunamente naufragara, fue obra de la sanguinaria voluntad de Nerón, y no de las estrellas ni del cielo. Nerón fue como quiso ser, quiso esto porque se dejó arrastrar por la ambición y, vencido por esta, pisoteó la racionalidad. Pero desisto de emplear tantos ejemplos incluso de los hombres más destacados, cuyas voluntades fueron vencidas por los deseos o por las tentaciones de los sentidos y marcharon al precipicio. En consecuencia, habiendo explicado esto de esta manera, intentemos un análisis más preciso.

[54] En principio, todo elogio y vituperación versa sobre acciones voluntarias y deriva de ellas. Puesto que, aunque la naturaleza nos mueve a desear las cosas que tienen el aspecto de algún bien, y estas cosas son presentadas por los sentidos con cuyas atracciones se excita el alma, aun así el alma no se perturba por las cosas con las que confía en satisfacer estos estímulos sin antes despertarse y que también la voluntad se ponga en acción. Esta última, que inicialmente es libre y dueña de sí misma, vaga de un lugar a otro, pero después, invitada por la razón a debatir con ella, se impone ella misma un freno, que una vez que es aceptado, usa para moderarse y limitarse a actuar dentro de lo prescripto; pronto, deliberando, escoge lo que parece debe ser elegido en favor de sus facultades y de sus fuerzas. Así es que la razón guía observa con mayor diligencia y examina en detalle lo que es ofrecido por los sentidos, para determinar si estas cosas son como se presentan en apariencia, o si no son útiles ni placenteras, sino en cambio inútiles y molestas. Después, habiendo entendido y sopesado el asunto, y limitado bajo freno su vagar libre, avanza inmediatamente por el camino para que, aquello que considera que debe ser elegido pueda suceder. Correspondía a su arbitrio tanto el desear elegir esto como el no ocuparse del asunto en absoluto. La voluntad es por su naturaleza libre a partir del momento mismo en que es llamada a actuar; y si sigue la razón, en todos los casos su libertad será protegida y resguardada; pero si, al contrario, abandonando la razón, es seducida por los sentidos y se rinde a ellos, evidentemente entrega su libertad y se convierte en prisionera, y puesto que no quiso gobernar, es gobernada por otro. Es por lo tanto libre y se gobierna a sí misma en tanto se proteja del cautiverio de los sentidos y de la fuerza de los deseos malignos. Podrá en verdad protegerse fácilmente cuando, en la controversia suscitada entre ella y los mismos sentidos respecto de si lo que estos le ofrecen son cosas buenas o malas, ella siga la razón y la llame a su auxilio, y utilice su consejo y su guía. ¿No te parece a ti libre la voluntad que, cuando desciende al certamen con los sentidos, es victoriosa al evadirlos por completo, y no se deja capturar por sus caricias insidiosas?

[55] Por último, en tanto nos preparamos para actuar cuando la misma voluntad quiere, elige o decreta suscribir a alguna cosa, ya sea un emprendimiento o negocio, merecidamente estas acciones son referidas a la voluntad. Si esta avanza con la razón, no puede ser alabada demasiado; en cambio, debe ser vituperada cuando, reblandecida por los placeres de los sentidos y deseos, se aleja de la razón en sus elecciones y progresos, y adopta a aquellos como su guía y obedece su mandato hasta llegar a la ruina. Sin embargo, no solamente las acciones testifican que la voluntad es libre, sino incluso la misma palabra “deliberar” [deliberare], que muestra que el juicio está libre para discernir entre suscribir y proseguir lo que aconsejan los sentidos, o por el contrario apartarse y desistir de ello. También los legisladores y los gobernadores de los pueblos lo atestiguan, cuando dejan de castigar crímenes que fueron realizados por locos y dementes, puesto que no son en absoluto voluntarios y los dementes no son ellos mismos libres ni deberían ser tenidos por tales.

[56] Finalmente, parece que debe ser considerado que, mientras que los sentidos son en sí mismos corpóreos y si sirven cada uno como instrumentos del cuerpo, como los oídos para escuchar, los ojos para ver, la nariz para oler, el paladar y la lengua para degustar, y las manos o las otras partes del cuerpo para tocar, sin embargo la voluntad no emplea ninguna parte del cuerpo ni ninguna cosa corpórea cuando delibera, elige y discierne, ya que es solamente una fuerza y una potestad del alma y propia únicamente del hombre de entre todos los animales. Para el resto de los seres solamente existe el ímpetu o el instinto, mientras la voluntad es propia y peculiar del hombre. Por lo tanto, si los influjos de las estrellas afectan a los cuerpos inferiores y a las cosas que constan solamente de elementos, y estos mismos elementos son como el campo en el que las estrellas ejercen su fuerza, ¿de qué manera podrían estar sujetas las voluntades de los hombres a sus movimientos, si su jurisdicción está solo en los elementos y los asuntos materiales, mientras que el alma es en verdad incorpórea y carece por completo de la cualidad y la condición de los elementos, y su fuerza es ciertamente la voluntad misma, para cuyas acciones nació el ser humano, y que lo adorna con excelencia o lo condena al oprobio y al desprecio?

[57] Por lo tanto, Puderico, tienes derecho a enojarte con los matemáticos que son tan proclives a predecir cosas futuras y a declarar las costumbres y la fortunas de los hombres en el momento en que nacen; como si no existiera en ellos ninguna libertad, y ninguna cosa sujeta a la deliberación y la elección ya sea de la autoridad o la racionalidad; que ciertamente son de tanta importancia, que el hombre tiene bajo su poder el gobierno de todas las cosas que están bajo el comando del alma y que no dependen del servicio y protección del cuerpo. Sin embargo, las configuraciones celestes pueden ser un impedimento y oponerse al alma cuando necesita de apoyos y favores externos y corporales. Pero cuando se trata de acciones que solo pertenecen al alma, entonces será en vano que se discuta sobre la acción de las estrellas y su fuerza, cuando, como dije, el alma misma es libre y elige y discierne por su propio arbitrio. Esto tenía para hablar contigo y en defensa tuya, Francisco, y si lo que dije fue más extenso de lo que se esperaba de mi parte, fue ciertamente más breve que lo que exige el asunto en cuestión. Por esa razón termino mi discurso, pero no sin poner antes esto en consideración: el número de hombres que reconocen el valor del alma y que emplean su gobierno y su juicio es tan exiguo como grande es la multitud de los que se dedican al cuerpo y a las tentaciones corporales, por lo que quizás deba permitirse a los matemáticos mismos correr a rienda suelta a emitir pronósticos basados en las estrellas.

IX

Pontano, Suardino, Peto

[58] Pontano. Me viene a la mente, Suardino, y tú, Peto de Fundi (para que esta reunión, que comenzó con ustedes, también termine con ustedes), que así como el tiempo y la iniquidad de la época traen consigo la pérdida de muchos ingenios, traen también un número importante de medios para las acciones virtuosas y encomiables que son propias de las habilidades y de las facultades humanas, así como también felicidad. Oíste cuan adecuadamente Pardo disertó copiosa y elegantemente según la naturaleza del asunto. Y así es que, aunque me pesan la vejez y los años, sin embargo, sostengo la esperanza de que, antes de que me aparte de ustedes, veré a la filosofía latina desarrollar sus temas con un mayor decoro y elegancia en las palabras para que, abandonada esta disposición de discutir de forma litigiosa, asuma una forma más serena de expresarse y de conversar, y que al mismo tiempo emplee en máxima medida las expresiones propiamente romanas[60]. Y aunque hay muchas cosas que me inducen a tener esta esperanza, ciertamente en primer lugar está la promesa que es para mí el eremita Egidio. Deambulábamos con él hace algunos días por el huerto del monasterio de Juan Bautista de Carbonara, ubicado en Nápoles, y en compañía de Jerónimo Carbo, a quien ven aquí entre nosotros, y también de Cariteo, Egidio habló (como ciertamente recordarán y podrán testificar) y dijo lo siguiente: que a duras penas soportaba que entre los filósofos de nuestra época creciera este defecto, que ya había comenzado en nuestros antepasados, que es que nadie ahora se atreve a disertar sobre la naturaleza de las cosas y de las virtudes según la costumbre latina, largamente establecida y admirable; este vicio derivó sin embargo de que los filósofos de tiempos pasados, siguiendo a aquellos que tradujeron los libros aristotélicos de manera ignorante tanto en lo que respecta a las palabras como al estilo, la expresión y las figuras retóricas, muchas de las cuales podían ser expresadas propiamente en latín, no sabían de qué manera se decían de modo correcto, y no se ocuparon en lo más mínimo de esto.

[59]. Así comenzó a hablar este hombre docto y elocuente: de la palabra griega héxis deriva la palabra echo, así como en latín habitus deriva de habeo, que es el hábito que se obtiene actuando de manera constante durante un tiempo prolongado. Pues el que durante un largo tiempo lleva a cabo acciones que son consideradas propias de los hombres liberales de manera elogiable se acostumbra a sí mismo a actuar generosamente y reclama para sí este hábito, y quien ejecuta acciones valerosas, adquiere el hábito del valor; el primero de estos habitus es llamado correcta y propiamente generosidad, el segundo, valentía. Pues, así como la vestimenta [habitus] de soldado designa al soldado, la de pontífice al pontífice, el atuendo rústico al campesino, al pastor, al mozo y el cavador de fosas, y la vestimenta de marino al marinero, así para cualquiera que haya llevado o lleve a cabo una acción digna de un hombre libre, el hábito que se obtiene mediante la acción indica ya sea la técnica o la habilidad que le es propia. Así es que ciertamente habitus viene de habeo; pero la fuerza inculcada por la naturaleza en este y aquel y en uno y otro, y que en varias ocasiones se desarrolla o es estimulada más y más por la educación, por la cual se obtiene mayor aptitud e idoneidad en la acción, en griego es llamada diathesis, que viene de una palabra diferente que echo. Así es que sucedió que quienes tradujeron esta palabra del griego al latín como dispositio no solamente actuaron de manera inepta, sino incluso ignorante y escasamente apropiada. Pues la palabra latina dispositio refiere ciertamente al orden y la progresión de cosas en serie, pero en lo más mínimo se refiere a aquella fuerza natural, aptitud o propensión innata. Aunque aquellos hombres antiguos dijeran ponere para hablar de las viñas y los arbustos, al apoyar el sentido del verbo con una expresión compuesta, decían disponere las viñas y los árboles para referirse a plantarlos y enterrarlos a lo largo del campo. Virgilio reconoce esto al decir “pon las viñas en orden” [pone ordine vites], esto es “dispone”[61]; de aquí incluso deriva que se diga que las hileras están puestas en grupos de a cinco, y en un uso metafórico que proviene de los asuntos agrícolas, se dice que los comandantes mismos “disponen” las tropas, esto es, posicionan al ejército en orden para que cada soldado tenga su lugar para entrar en combate; de donde también se dice que el padre de familia dispone de los bienes familiares, es decir que los pone en orden y bajo una regla; también se dice que los oradores “disponen” las cosas que deben decir, esto es, que cada cosa en el tratamiento de la causa esté en el orden en el que debe ser discutido; de ahí que la parte de la retórica que requiere una mayor prudencia y técnica sea llamada dispositio. Por todo esto, es escasamente adecuado traducir diathesis por dispositio[62].

[60] Pero quienes primero dijeron esto no quisieron esforzarse en investigar un término que exprese propiamente su significado, satisfechos como estaban en haber encontrado una palabra similar en conformación y estructura, en tanto eran personas escasamente versadas en la lengua romana; como si no fuera posible derivar una expresión del verbo habeo (de donde proviene habitus) de manera correcta y propiamente romana, y de hecho encontrar que ya fue derivada una cuyo significado es precisamente el que buscamos. Esta expresión es habilitas. Haciendo derivaciones a partir de las palabras somos más copiosos y precisos para expresar ideas que los griegos. Pues si habitus es lo que se adquiere posteriormente, evidentemente habilitas expresa de forma correcta y precisa la fuerza que precede a la acción, por la que somos guiados, favorecidos y asistidos para adquirir el hábito. De acuerdo con esto, así como habitus incluye dentro de sí la adquisición de la cosa obtenida, habilitas indica (si se habla en latín) aquella fuerza, actitud e idoneidad, ya sea innata o producida y reforzada por la educación. Como si Virgilio no nos hubiera mostrado y expresado esto cuando dijo: “Y un vigor que los tornaba hábiles fue penetrando en sus miembros”[63]. Pues llamó “vigor” a aquella fuerza innata (pues vigor proviene de vigendo, como cuando Salustio dice: “pleno es el vigor de nuestra juventud, valeroso nuestro espíritu”)[64] y lo califica de habilem, esto es apto e idóneo. Así es que, ¿qué puede revelarse más apropiado y preciso en su significación que esta misma palabra para explicar el sentido de diathesis?

[61] Pero estos hombres llenos de desidia, para no decir hombres ignorantes, no quisieron ocuparse de esto, en tanto consideraron que podían justificarse suficientemente porque hay muchas expresiones griegas que no se trasladan cómodamente al latín, como si la palabra a la que nos referimos no se derivara de forma muy superior en latín que en griego. ¿No es así que Aristóteles deduce el neologismo enthelecheia a partir de la misma expresión de la que deriva héxis (es decir, el hábito)? ¿no derivaron nuestros escritores eruditos habentia a partir de habeo, entendiendo que enthelecheia es la habentia perfecta del cuerpo? Se trata, sin embargo, de una nueva expresión, derivada de la palabra habeo, que expresa con mayor precisión el asunto en cuestión[65]. ¿Y qué ocurre con esta expresión, diathesis, que puede y suele ser interpretada, para mayor variedad, con diferentes palabras latinas, cómo cuando decimos que alguien es más afecto [affectus] o propenso [propensus] a los negocios que a las letras? Pues aquella fuerza y aptitud natural se expresa de forma apropiada ya sea como atracción o propensión, pero en lo más mínimo como una dispositio, y el hombre que es predispuesto o propenso a algo no es llamado dispositus sino “atraído” o “propenso”. Pues “proclive” [proclivis] expresa más bien una aptitud de la voluntad que una fuerza y aptitud innata, que es lo que es expresado por “atracción” y “propensión”.

[62] Dicen incluso que la piedra caliza (y esto es también absurdo) está mal dispuesta [dispositum] para la construcción de estatuas, pese a que en latín debería decirse correctamente que no es “apta” [aptum], o que no es “apropiada” [appositum], o que está mal “acomodada” [accomodatum]; pues mal “atraída” [affectum] no es algo que se diga en este caso, ya que no hay en la piedra ninguna “atracción”, excepto si abusamos del término, como cuando leemos que el aire está mal “atraído” [affectum]. Por esto es en lugar de diathesis se dice en latín o “aptitud” [aptitudo] o “propiedad” [appositio], y con una palabra más expresiva y precisa, “acomodación” [accomodatio], puesto que por su aptitud o idoneidad, la materia puede acomodarse a lo que el artífice busque realizar, pero la palabra “habilidad” [habilitas] también puede emplearse correctamente en este mismo sentido. De hecho, la diathesis es llamada en ocasiones por nuestros mayores “naturaleza”, como cuando se lee “la naturaleza de este campo”, o de algún leño, piedra o algún otro material; pues los escritores de asuntos agrarios atribuyeron un ingenium también a la tierra y al suelo de las distintas regiones. Pero volvamos al verbo habeo: ¿no deriva de él también habitudo? Expresión que, quizás, se refiere más al cuerpo que al alma, como cuando se dice “¿cuál el hábito [habitudo] de este niño o niña?”. Pero no quiero excederme en tratar esta diferencia con demasiado detalle.

[63] ¿Qué más? ¿Por qué se traduce la palabra griega krasis con una denominación nueva y propia de ignorantes como complexio? [66] Te ruego que me digas: ¿qué tiene que ver krasis con complexio? Pues el significado del verbo complector en latín es manifiesto: como en “abraza al amigo [complector amicum], al invitado, al familiar”, “se dedica a los asuntos públicos [complector negotia]”, y “Livio en sus escritos se dedicó a la historia romana [res romanas complexus est]”; también se emplea complexio para cierta belleza o conformación del discurso. Sin embargo, ¿de qué manera esta palabra expresará lo que la griega krasis? Pues ya sea que complexio indique una combinación de elementos del cuerpo o de los humores de los que el cuerpo está compuesto, ya sea que indique la concreción de la masa concentrada (lo que ciertamente no indica), ¿de qué modo, digo, podrá indicar la temperatio, que es lo que significa en sí misma la palabra griega krasis? Acéptese, sin embargo, que complexio indique la combinación de aquellas cosas y la sumatoria y fusión de la totalidad de la masa, y abarque y comprenda dentro de sí todos estos sentidos; sin embargo no señala ni abarca el significado de composición equilibrada [temperatio], que es específica y claramente lo que indica la palabra krasis en griego[67]. Así es que la palabra complexio, además de que es un neologismo, no abarca satisfactoriamente la definición de la palabra griega.

[64] De ahí que la palabra que expresa krasis con precisión y de manera apropiada en latín es temperatura, a menos que te resulte más agradable temperatio; pues como sucede con mistio y mistura, así temperatio es utilizada por los hombres más doctos junto con temperatura; y así es que también, hablando del cuerpo, usamos status y statura, aunque status se utilice para muchas más cosas que la palabra statura. Temperatura por lo tanto indica la sumatoria y la conjunción de toda la masa corpórea, al igual que la unión y la mixtura de aquellas mismas cosas unidas y combinadas de manera precisa, como scriptura, sculptura, textura, iunctura, pictura, y de la misma forma statura y muchas otras palabras similares. De la misma manera en que las palabras “escritura” y “pintura” designan la cualidad y el tamaño de aquello que fue escrito y pintado, y lo mismo sucede con “escultura”, “textura” y “juntura”, que designan la cualidad y tamaño de lo que fue esculpido, tejido y juntado, y como “estatura” muestra cuál es el estado [status] del cuerpo, su cualidad y tamaño, así temperatura también muestra la cualidad y el tamaño de la conjunción de la masa del cuerpo y la sumatoria de los humores que constituyen la materia del cuerpo. Por otro lado, la palabra mistura, mencionada recientemente, también designa la misma cosa de forma propia y precisa, pero la palabra temperatio traduce mejor la palabra griega. Por último, si consideramos al asunto atentamente, será más preciso y propio decir o “la unión [compactio] y la fusión [conglutinatio]” o “la mezcla [mistura] y conformación [constitutio]” del cuerpo (pues como la república está constituida por leyes, costumbres, estatutos y decretos, así el cuerpo lo está por la mezcla y confluencia de los humores) que complexio, la expresión tan común entre todos, y que ciertamente tiene como primer significado las delicias amatorias y los abrazos voluptuosos. De la misma forma, no solo se lamentaba el eremita de que el asunto en cuestión no se entendiera claramente, sino también que no fuera explicado con su nombre y con la denominación propiamente latina, y no dudaba en afirmar que, si no preferimos regresar a la expresión griega, “fermentación” [fermentatio] era la expresión más apropiada para expresar la naturaleza del asunto, y que esta palabra era perfectamente adecuada para expresar el significado del término krasis.

[65] De la misma forma, aunque modesta y frugalmente, se sorprendía de que estos mismos filosofantes apenas hubieran advertido las cosas que ellos mismos denominaron “circunstancias” [circumstantias] (pues las personas generosas deben considerarse en base a cuánto dan y a quién, y a muchas otras cuestiones relativas al acto de donar), que todos los autores antiguos acordaban en abarcar con una única palabra, que ciertamente es “discernimiento” [delectus]. Así es que M. Cicerón, cuando enseña que debe tenerse discernimiento de las cosas, ¿qué otra cosa enseña que debe entenderse la razón de los asuntos, épocas, personas y lugares, y cualquier otra cosa que acompañe la acción y sobre la que corresponda actuar con prudencia, dado que esta consideración en sí misma es propia de la prudencia?

[66] Así se quejaba Egidio (aunque de forma sensata y prudente) cuando deambulaba con nosotros, de que por causa de la negligencia de los filósofos recientes la lengua romana, que está llena de abundantes riquezas, se convirtiera de abundante en necesitada, y que las palabras griegas introducidas por escritores de escasa formación no proporcionen el sentido ni el significado adecuado en latín, lo que no debe resultar llamativo si en nuestra época los estudiosos de la elocuencia no se dedicaron en lo más mínimo al estudio de la filosofía (o lo hicieron de manera exigua), y por su parte los filósofos son profundamente ignorantes de la elocuencia, sino directamente sus enemigos. Pero enviemos un religioso saludo a nuestro ausente Egidio, que lleva una vida tan piadosa y cristiana, en recuerdo de sus costumbres y de su santidad.

[67] Suardino. De la misma manera se formó en nosotros la esperanza, que se presenta como algo cierto, de que ya muy pronto se verá a la filosofía latina caminar con los coturnos más elegantes y espléndidos. A lograr esta causa contribuyen no poco las reuniones como esta que organizas. Pues entendemos que Egidio nació para esto mismo, y así fue incitado o más bien arrebatado por el ejemplo de Agustín, de forma tal que ninguna otra cosa le preocupara que no fuera restituir a la orden de los eremitas la posesión de la elocuencia de los antiguos.

Pontano. No hay nadie aquí que dude de Egidio. Para el resto, estas reuniones quizás tendrán importancia en algún momento, especialmente si Pardo no se aparta de su tarea, dado que existe el rumor de que algunos jóvenes, provistos de un intelecto óptimo, se aprestan para esta misma militancia.

Peto. Sea como fuere, Giovanni, no nos arrepentimos del viaje que hicimos desde Roma y mientras estemos en Nápoles, frecuentaremos asiduamente este Pórtico y estas reuniones cotidianas.

Ediciones y traducciones

Echave-Sustaeta, J. (trad.) (1992). Virgilio. Eneida. Madrid: Gredos.

Fernández Corte, J. C. y Cantó Llorca, J. (trads). (2008). Ovidio Nasón, Publio.Metamorfosis. Madrid: Gredos.

Gaisser, J. (ed. y trad.) (2020). Pontano, Giovanni Gioviano.Dialogues. Vol. 3. Cambridge: Harvard University Press.

Guzmán Hermida, J. M. y Martínez García, Ó. (trad.) (2007). Plutarco. Vidas paralelas. Vol. IV. Madrid: Gredos.

Herrero Llorente, V. (trad.) (1987). Cicerón, Marco Tulio. Del supremo bien y del supremo mal. Madrid: Gredos.

Mañas Núñez, M. (trad.) (2009). Erasmo de Rotterdam, Desiderio. El Ciceroniano: o sobre el mejor estilo. Madrid: Akal.

Medina González, A. (trad.) (2009). Cicerón, Marco Tulio.Obras filosóficas. II. Disputaciones tusculanas. Barcelona: Gredos.

Medina González, A. (trad.). (2009) Cicerón. Obras filosóficas II. Disputaciones tusculanas. Barcelona: Gredos.

Segura Ramos, B. (trad.) (1997). Salustio. Conjuración de Catilinia. Guerra de Jugurta. Fragmentos de las «Historias». Madrid: Gredos.

Sinnot, E. (trad.) (2007). Aristóteles. Ética nicomáquea. Buenos Aires: Ediciones Colihue.

Tateo, F. (ed. y trad.) (2019). Pontano, Giovanni Gioviano. I dialoghi; la fortuna; la conversazione. Milán: Bonpiano.

Vega, M. J. (trad.) (2004). Pontano, Giovanni Gioviano. Diálogo de Carón.Salamanca: Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas.

Velázquez, J. (trad.) (1994). Virgilio. Geórgicas. Madrid: Catedra.

Aristóteles. Metafísica

Notas

[1]Se trata de la edición producida en la imprenta de Sigismund Mayr en Nápoles en 1507, cuyo título es Pontani Actius de numeris poeticis & lege historiæ. Aegidius multiplicis argumenti. Tertius dialogus de ingratitudine qui Asinus inscribitur.

[2]Suardino Suardo (Giovanni Battista Suardo) falleció cerca de 1536 provenía de Bérgamo y se sumó a la academia en los últimos años de la vida de Pontano. Francesco Peto (Franciscus Poetus), proveniente de Fondi también se sumó tardíamente a las reuniones de Pontano.

[3]Las reuniones de los integrantes de la Academia Pontaniana se llevaban a cabo en el pórtico de la casa que había sido de Antonio Beccadelli (“Il Panormita”).

[4]Esta inscripción puede encontrarse hoy en día en la capilla que hizo erigir Pontano en 1492 en la Via dei Tribunali.

[5]El primer verso del poema, “Desine sollicitare deum ac vim afferre precando”, retoma un verso de Virgilio, “desine fata deum felcti sperare precando” (Eneida, 6, 376).

[6]Pontano alude a vinos famosos de la antigüedad. Virgilio se refiere elogiosamente a las vides réticas en las Geórgicas (II, 96) mientras que Horacio alude al vino cécubo en Odas I, 20, 9 como un consumo modesto. Las vides sorbinias y montónicas son propias de Nápoles.

[7]Pedro Compatre (Petrus Compater, Pietro Golino, 1431-1501), amigo cercano de Pontano, es uno de los protagonistas del diálogo Antonius.

[8]Se creía que la tumba del escritor romano Marco Terencio Varrón (116-127 a.C.) se encontraba en Fondi. Hipótesis más recientes la ubican en Cassino, a cincuenta kilómetros de Fondi, y en donde se encuentran las llamadas termas varronianas.

[9]Se refiere al mito según el cual la ciudad de Nápoles fue fundada por la sirena Parténope, hija a su vez de la Musa Terpsícore. La presencia de las Musas en la Nápoles de la época de Pontano alude probablemente al florecimiento de los studia humanitatis.

[10]Cicerón, De finibus 5, 49. Citamos la traducción de Herrero Llorente (1987). Cicerón traduce de Odisea 12, 189-191.

[11]Virgilio, Georgicas 2, 475-482. Citamos la traducción de Velázquez (1994).

[12]Las ninfas Patulcis y Antiniana aparecen en los textos poéticos de Pontano (en particular en el De hortis Hesperidium, pero también en otros textos) como personificaciones de sus casas de campo y huertos.

[13]Mariano Pomicelli da Genazzano (1459-1498), nacido en las cercanías de Roma, fue un predicador muy destacado en Roma y Florencia, donde se opuso a Savonarola. Fue prior general de la orden agustiniana y pasó sus últimos días en Nápoles. Giles de Viterbo, a quien está dedicado este diálogo, fue su discípulo.

[14]Se refiere a Publio Decio Mus, quien en el 340 a.C. se sacrificó a sí mismo para cumplir un oráculo acerca de la victoria romana sobre los latinos. Sus sucesores siguieron su ejemplo, como relata Cicerón en De Finibus 2, 61.

[15]Paulino (355-431) fue obispo de Nola y corresponsal de Agustín de Hipona, quien lo elogia por haberse desprendido de sus bienes en De civitate Dei I, 10. La historia mencionada aquí aparece relatada por Gregorio Magno al comienzo de su tercer diálogo.

[16]El himno está elaborado siguiendo la estructura de las estrofas sáficas.

[17]Con estas palabras Pontano introduce el primer tema de discusión en el encuentro: la inmortalidad del alma. Los “filósofos minúsculos” de Grecia y de Cirene son seguramente Epicuro y Aristipo, los dos principales exponentes del hedonismo antiguo. La idea de que el alma se “disuelve” luego de morir el cuerpo aparece expresada claramente por Lucrecio, quien explica en el libro III del De rerum natura el carácter físico del alma y su disolución tras la muerte (ver sobre todo III, 434-444). Es llamativo el uso de Pontano de la palabra nuperrime (recientemente) para referirse a estas corrientes de pensamiento. Es posible que se refiera al interés que el epicureísmo despertó en muchos autores del Quattrocento.

[18]Se trata del De cura pro mortuis gerenda, dedicado a Paulino de Nola.

[19]Virgilio, Eneida 2, 646. Anquises dice estas palabras para intentar convencer a su hijo Eneas de que lo deje perecer junto a Troya. Citamos la traducción de Echave-Sustaeta, J (1992).

[20]Eneida, V, 870-1.

[21]Francesco Puccio (Franciscus Puccius, 1463-1512). Puccio fue discípulo de Poliziano y llegó a Nápoles cerca de 1485, donde se convirtió en profesor en la Universidad. Pietro Tamira (c. 1465- después de 1459) es uno de los interlocutores de Actius y además de había estudiado con Pomponio Leto en Roma.

[22]Eneida, VII, 206. Pontano escribe Aruncos en vez de Auruncos. La tribu de los auruncos poblaba la región entre los Volscos y la Campania. Su capital era Suessa.

[23]Esta observación de los recién llegados retoma la discusión previa sobre Fondi como el sitio de descanso de los restos de Varro (ver nota 6).

[24]Gabriel Altilio (1436-1501), además de obispo de Policastro, fue uno de los poetas más destacados de la corte Napolitana. Fue amigo de Pontano y compartió con él misiones diplomáticas bajo el reinado de Ferrante.

[25]En esta sección del diálogo se multiplican las mediaciones: Puccio citará el relato de un monje, que a su vez traerá las palabras admonitorias del difunto Gabriel para que sean aprovechadas por los interlocutores y lectores.

[26]El mensaje de Gabriel Altilio recuerda el relato de San Jerónimo, quien, según narra en su epístola XXII, 30, fue visitado por Cristo quien lo acusó de ser más fiel a Cicerón que a él. Jerónimo se arrepiente y promete apartarse de los libros de los paganos. Este episodio era retomado a menudo por los humanistas, en ocasiones con el objetivo de demostrar que la literatura antigua debía ser leída pese a todo. Véase por ejemplo el prefacio de Lorenzo Valla al cuarto libro de las Elegantiae.

[27]Pontano establece una relación entre la palabra latina para “boca” (os-oris) y la palabra oraculus.

[28]Se refiere al Urania, el principal tratado astrológico de Pontano, y también a sus numerosas reflexiones sobre filosofía moral, de las que el Aegidius forma parte.

[29]La estructura de este diálogo aspira a reflejar una dinámica de participación que lo diferencia de los diálogos de exposición in utramque partem característicos de la primera mitad del Quattrocento. La temática que introducirá Jerónimo no se sigue de lo que se discutía hasta ese momento directamente.

[30]Jerónimo Carbo (Girolamo Carbone, ca.1465-1528) era un patricio napolitano. Junto con Summonte, lideró la academia luego de la muerte de Pontano.

[31]Georgicas IV, 8-9.

[32]Metamorfosis I, V, 7. Citamos la traducción de Fernández Corte y Canto Llorca (2008).

[33]Pomponio Leto (1428-1498) fue discípulo de Lorenzo Valla en Roma, y fundó allí la “Academia Romana”. Angelo Poliziano (1454-1494) fue posiblemente el humanista florentino más importante de la segunda mitad del Quattrocento. Aquí Pontano busca destacar en particular su talento para la interpretación de textos, una habilidad que demuestra ampliamente en su colección de ensayos titulada Miscellanea. [34] Geórgicas II, 9. [35] De Rustica 10, 6.

[34]Geórgicas II, 9.

[35]De Rustica 10, 6.

[36]La observación de Tamira resulta bastante llamativa, ya que el final del De rerum natura de Lucrecio es la dramática descripción de la peste de Atenas. También resulta algo sorprendente el elogio de Lucrecio luego de que Pontano criticara tan firmemente aquellos pensadores que negaron la inmortalidad del alma.

[37]Marino Tomacelli (1419-1515) era un aristócrata napolitano que cumplió varios roles en la corte aragonesa, entre ellos embajador de Florencia. Era además uno de los amigos más antiguos de Pontano. Marchese Francesco Elio (c.1430-1517) era miembro tanto de la Academia Pontaniana como de la Academia de Pomponio Leto en Roma. Tristano Caraciolo (c.1437-1522) provenía de una antigua familia napolitana y fue el primer biógrafo de Pontano.

[38]Virgilio, Eneida, VI, 439.

[39]La palabra Paradisus proviene de la lengua avéstica, donde significaba “jardín cerrado”. Se emplea tanto para el paraíso terrenal donde Dios colocó a Adán y Eva como para referirse al Cielo.

[40]Tal como sucede hoy, la palabra latina urna podía referir tanto a una urna funeraria como a una urna usada en actos electorales. El sentido de la declaración de Tristán podría referirse a que lo que se extrae de una urna es algo desconocido, y en ciertas circunstancias puede ser aleatorio. Otra posibilidad es que aluda a que solo los muertos saben más detalles sobre el Paraíso.

[41]Petros Summontius (1463-1526) fue uno de los principales discípulos de Pontano, y lideró la Academia tras su muerte. Se ocupó de editar y preservar la obra de su mentor.

[42]Jacobo Sannazaro (1458-1530), conocido con el seudónimo Actius Syncerus (y protagonista el diálogo de Pontano que lleva este apodo como título), era amigo de Pontano y un importante colaborador de la Academia. En 1501 siguió a Fernando de Aragón a la corte de Luis XII de Francia, quien aspiraba al trono de Nápoles.

[43]La atribución de este poema es discutible. Si bien fue incorporado en ediciones de la poesía de Sannazaro a partir del siglo XVII, no figura en la edición de Aldo Manuzio de 1535. Existe la posibilidad de que Pontano fuera el auténtico autor y que luego haya sido tardíamente incorporado a los Epigrammatade Sannazaro (Gualdo Rosa 1979). Las Hespérides eran las ninfas del atardecer, que presidían el “Jardín de las Hespérides” donde se encontraban las manzanas doradas de la inmortalidad. Mergillina era la casa de campo de Sannazaro cerca de Nápoles. Las “Sebetia” es la ninfa del arroyo Sebetos, también ubicado en Nápoles.

[44]Se trata de Elisio Galluci, que había fallecido en 1502 o 1503.

[45]La cita (vive pius, moriere pius) es de Ovidio, Amores 3, 9, 37. Pontano se ocupa de aclarar que está siendo usada en un sentido diferente, ya que el poeta romano, quien lamenta el fallecimiento de Tíbulo, declara dudar de la existencia de los dioses.

[46]Cariteo (Benet Gareth, c.1450-c.1514) nació en Barcelona y llegó a Nápoles cerca de 1460. Era poeta y secretario de estado de la corte aragonesa.

[47]Petro-nis significa “carnero”. Pontano reproduce la expresión petrone vervece sectario que aparece en Plauto, Captivi 820.

[48]El Corpus Hermeticum, un conjunto de textos tradicionalmente atribuido a Hermes Trimegisto, había sido traducido íntegramente al latín por Marsilio Ficino en 1463 a pedido de Cosme de Médici. Hermes era considerado uno de los principales prisci theologi, ya que había sido contemporáneo de Moisés, y muchos consideraban que su obra era más próxima a la enseñanza cristiana que la de Platón. Es interesante que Pontano haga alusión a la dudosa atribución del Corpus

[49]La palabra griega en cuestión es stéresis, que puede ser traducida como carentia . privatio.

[50]Giovanni Pardo (Ioannes Pardus, fallecido en 1512) era un cura español que ocupó el cargo de secretario en la cancillería real aragonesa. Participa también como interlocutor en el Actius y el Asinus y era un amigo cercano de Cariteo.

[51]En el original, dicam vi verbi, ne de rei significatione.

[52]De rerum natura II, 649.

[53]Tusculanae disputationes I, 87. Cicerón allí declara lo siguiente sobre la palabra carentia: “De suyo, el término ‘verse privado’ (carendi) es triste, por su significación subyacente; ha tenido, pero no tiene, echa de menos, busca, siente la necesidad. Pienso que éstos son los inconvenientes de quien se ve privado de algo: quien se ve privado de la vista, sufre la odiosa ceguera, quien carece de hijos, padece la privación de los mismos. Esto vale para los vivos, pero, en el caso de los muertos, no sólo ninguno de ellos se halla privado de las ventajas de la vida, sino ni siquiera de la vida misma. Hablo de los muertos, que no existen; pero, nosotros, que existimos, ¿sentimos acaso la privación de los cuernos o de los plumas?”. Citamos la traducción de Medina González (2009).

[54]Ars poética 71-72.

[55]Franciscus Pudericus, fallecido en 1528, es también uno de los interlocutores del Actius. Su padre Enrico, quien aparece en el Antonius, encargó su instrucción a Pontano. Puderico pertenecía a la aristocracia y fue amigo también de Sannazaro.

[56]Se refiere por supuesto a Giovanni Pico della Mirandola, que había escrito su Disputationes adversus astrologiam divinatricem en 1494.

[57]Las “estrellas erráticas” (erraticis stellis) son los planetas.

[58]Plutarco, Vida de Catón 5, 7: “Pero Catón, del mismo modo que si se comportara como un jovenzuelo en esto, afirma que abandonó en Iberia incluso al caballo que utilizó en las campañas mientras era cónsul, para que el precio de su pasaje no se le incluyera a la ciudad.” Citamos la traducción de Guzmán Hermida (2007).

[59]En De agricultura 2, 7, Catón el Viejo declara que bonum patrem familias vendacem esse oportere magis quam emacem.

[60]En esta sección del diálogo, y a través de la boca de Egidio, se expresa con gran claridad el proyecto humanista de renovación de la filosofía que se había iniciado con Petrarca. La discusión sobre las traducciones medievales de Aristóteles recuerda fuertemente la polémica entre Leonardo Bruni y Alfonso de Cartagena respecto de la traducción de la Ética Nicomáquea. A su vez, el uso de argumentos basados en la gramática y en el uso correcto del latín para debatir con conceptualizaciones filosóficas erradas atraviesa toda la obra de Lorenzo Valla (y en particular sus Dialecticae disputationes). Este diálogo puede considerarse un “manifiesto” de los studia humanitatis puesto que resalta la necesidad de elaborar una filosofía que no se aleje de la elocuencia y del uso informado del latín ciceroniano.

[61]Églogas 1, 73.

[62]En la Metafísica 1022b, Aristóteles declara lo siguiente: “Disposiciónsignifica el ordenamiento de lo que tiene partes, sea de conformidad con el lugar, con la potencia o con la forma. Es menester que exista una cierta posición como lo indica la misma palabra “disposición”. Citamos la traducción de Zucchi (2004).

[63]Geórgicas 4, 418. En esta ocasión la traducción es propia para ajustarse a las elecciones léxicas que forman parte de la discusión.

[64]Conjuración de Catilina 20, 10. Citamos la traducción de Segura Ramos (1997).

[65]El término entelecheia es un neologismo aristotélico que significa “perfección” o “lo que ha alcanzado su fin”, y que en tanto acto, realiza plenamente sus potencialidades. Se opone a energeia, lo potencial, y deriva de la combinación de enteles (completo) y exein (tener). Angelo Poliziano discute el origen y sentido de esta palabra y su relación con endelechiaen el capítulo primero de sus Miscellanaea.

[66]La palabra complexio no es un neologismo medieval, pero su uso se había modificado y ampliado en varios sentidos. En el Léxico técnico de la filosofía medieval editado por Silvia Magnavacca (Miño y Dávila, 2005), se presentan los siguientes significados: “1. la forma de un elemento lógico, particularmente, del silogismo; 2. el juicio como operación mental; 3. la conclusión de una discusión o de una larga argumentación”. Krasis significa “mezcla”. Aristóteles la diferencia de otros tipos de combinaciones de la materia (como la synthesis) en Acerca de la generación y la corrupción 328a.

[67]Este sentido específico de la palabra griega no aparece en los diccionarios contemporáneos, que se limitan a traducirla como “mezcla” o “combinación”. Es posible que las objeciones de Egidio se refieran a lo señalado en la nota anterior sobre el sentido específico que le da Aristóteles en algunos textos.

Recibido: 09 de Marzo de 2022; : 19 de Marzo de 2022; Aprobado: 11 de Abril de 2022

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