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Estudios y perspectivas en turismo

versão On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. v.16 n.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./set. 2007

 

En el banquillo de los acusados. El turismo y la turistología al desnudo

Margarita Barretto

A Produção do Turismo: Fetichismo e  Dependência. Helton Ricardo Ouriques. Editora Alínea. Campinas. (www.atomoealinea.com.br) ISBN 85-7516-106-7; 2005: 159pp.

El autor es  economista y Doctor en Geografía, profesor del Departamento de Economía de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), Florianópolis, Brasil. Este libro fue inspirado en su tesis doctoral presentada en la Unesp (Universidade Estadual Paulista) con la tutoría de la Dra. Arlete Moyses Rodrigues, antropóloga dedicada al estudio de la utopía de la sustentabilidad dentro del sistema capitalista.

Su tesis de Magíster en Geografía dio como resultado un brillante libro denominado "Turismo em Florianópolis: Uma crítica à indústria pós moderna" en que coloca al desnudo todas las contradicciones del proceso de turistificación de la Isla de Santa Catarina. Muestra como la naturaleza se fue degradando con el crecimiento desordenado al sabor de los negociados propiciados por la industria de la construcción civil con los políticos locales y como los empleos prometidos por la "industria sin chimeneas" son temporales y mal pagos, desmitificando la idea de que el turismo garantizaría el futuro económico de Florianópolis.

Esperaba de su segundo libro reflexiones tan importantes y necesarias cuanto las presentadas en 1998, lo que se verifica apenas en parte. El autor se pauta en la teoría marxista para sus observaciones en el campo de la economía en general y, en la escuela de Frankfurt en particular, cuando se trata de analizar el turismo como objeto de consumo cultural.

Dentro de los estudios de turismo, retoma la literatura de la década de 1980. Discute la cuestión de los zoológicos humanos ya citada por Krippendorf y otros autores que no menciona, como Urbanowicz (1989:113), Puijk (1999:222), o Hitchcock (1997:98), que encontraron el síndrome del zoológico en Tonga, en Suecia y entre los Bosquimanos, respectivamente. Retoma la cuestión de la exotización del otro (no europeo) ya tratada por Graburn, Pi-Sunyer, Nash, Dann y muchos otros autores que curiosamente no cita, recopilados en la seminal obra de Valene Smith (1989; 2001) respecto a este tema. También retoma con objetividad las discusiones sobre el turismo sexual y la periferia del placer, así como la teoría de la dependencia aplicada al turismo muy en boga en los años 1970 pero, curiosamente, no cita la obra más representativa al respecto de la época: Los mitos del turismo (Jurdao Arrones, 1992).

Presenta al turismo dentro del marco de la sociología del ocio, enfatizando su carácter de producto (mercadería) de la sociedad capitalista y de cómplice de la misma en el proceso de alienación política de las masas, en lo que la mayor parte de los científicos sociales coinciden, aunque sea un choque para todos aquellos acostumbrados a ver los elogios de la corriente economicista sobre los beneficios que trae el turismo.

De hecho, el turismo, entre otras actividades recreativas, pasó a ser estimulado por los estados nacionales de principio del siglo XX como una válvula de escape para las tensiones provocadas por el sistema industrial. Mal que le pese a los turistólogos, fue utilizado por fascistas y nazis durante la segunda guerra mundial como herramienta de adoctrinamiento para la creación de un espíritu nacionalista. También en los países denominados "socialistas" hubo un estímulo a la práctica del turismo y se adjudicaba una dacha (casa de campo o playa) a cada familia porque se creía que toda persona tenía derecho a la recreación.

Presenta también una serie de autores que históricamente han mostrado que el turismo no es la solución milagrosa vaticinada a partir del discurso oficial, cosa que tampoco agrada a muchos turistólogos. Curiosamente, no hace referencia a Borocz (1996) quien defendió la idea de que el turismo contemporáneo sólo es posible dentro de un sistema capitalista; ni a De Kadt (1979), quien fue el primero en poner en tela de juicio si el turismo era realmente un pasaporte para el desarrollo.

Condena la política de turismo de Brasil, país que vende "la ideología de la vocación turística" de un país "bonito por naturaleza" y realiza una crítica muy dolorosa a los investigadores brasileños, afirmando que los eventos dedicados al tema se caracterizan por el predominio del discurso oficial en lo que se le debe dar la razón, mal que le pese no solamente a los turistólogos sino también a geógrafos y otros científicos que tienen en el turismo su objeto de estudio. Como ya expresaron Barretto y Santos (2005) la producción brasileña de turismo se caracteriza por la reiteración y la creación de modelos prescriptivos. La falta de investigación es un hecho incuestionable, no sólo entre los defensores, sino también entre los detractores del turismo quienes desde hace una década vienen repitiendo las mismas fórmulas sobre los "impactos ambientales".

Hasta aquí el libro impacta porque se atreve a tocar temas delicados que los turistólogos raramente quieren tratar, o porque no quieren aceptar que su objeto de estudio tiene un lado cuestionable, o porque simplemente lo niegan.

El autor agrupa los estudios de turismo en líneas que denominó: corriente liberal, corriente de planificación estatal, corriente post moderna y corriente crítica. Quien sabe, tal vez su trabajo se habría facilitado si hubiera tomado en cuenta los estudios de Jafar Jafari (1994) quien clasifica la producción europea y norteamericana en cuatro plataformas: de defensa, advertencia, conciliación y conocimiento haciendo referencia al rol de los autores que se encuadran en cada una, con lo que Ouriques habría enriquecido su trabajo considerando la escasez de títulos de las bibliotecas universitarias del país.

Pero para quienes comparten su punto de vista en las cuestiones detalladas, no es lo que Ouriques dice sino el tono en que lo dice, que impacta, por la carga de ironía y desprecio con que se manifiesta. También sorprende la generalización del supuesto pensamiento de los autores leídos a partir de un libro o un artículo de los mismos y el hecho de que, en su apasionada condena al turismo termina cayendo en el mismo error que los defensores apasionados: la reificación, El turismo "hace", "provoca", "genera", como un mito fundador aislado de cualquier otro contexto.

Su libro postula algo así como una teoría de la conspiración por la cual todo el sistema capitalista está al servicio del turismo y viceversa, pareciendo ignorar que en el estado actual al que el capitalismo ha llegado todo se ha transformado en mercadería: el turismo, la cultura, la salud, el sexo, la educación, la religión. Hasta los vientres maternos se alquilan. La industria cultural ha llegado al colmo de la mercantilización con los reality shows. Las "iglesias" tienen "dueños," "dirigentes" que están hasta implicados en el contrabando de dinero.

Ouriques hace su planteo de forma maniqueísta negando así la propia teoría marxista en la que se fundamenta porque Marx, cuando analizó sociedades complejas, vio que las luchas no se daban de forma linear entre dos polos sino de forma transversal entre los diferentes fragmentos de las clases sociales.

Sobre los estudios de turismo, Ouriques afirma que hay "verdadera  hegemonía" en el tratamiento del tema. De acuerdo con Gramsci, el concepto marxista de hegemonía no implica una dominación homogénea de una parte de la sociedad sobre otra, sino un proceso conflictivo de mediaciones -sobre todo intelectuales por el cual un grupo dominante impone sus ideas o su cultura, no sin resistencia. La hegemonía se da en el conflicto, en la discusión, lo que no se observa en los estudios de turismo donde, al contrario, hay discursos paralelos (de la academia, del estado y de los empresarios), que se ignoran mutuamente como ya afirmaron Barretto y Santos (2005).

Sobre los autores leídos, el autor hace un ejercicio de libre interpretación; inferencias a partir de lo que los autores escriben, y termina, consciente o inconscientemente, deformando el pensamiento de los mismos.  Si bien la inferencia es un método científico válido, no parece ser el más adecuado para este tipo de análisis y, más aún, cuando todos menos uno de los autores citados está vivo y se lo puede consultar cuando hay dudas sobre lo que "quiso decir".

Infiere, por ejemplo, que Moesh "en esencia quiere decir que es necesario que la academia brinde soporte al capital destinado al turismo". La autora no solo no dijo eso, sino que durante su gestión en el ejecutivo municipal de turismo de una gran capital brasileña, demostró cual era el papel que ella atribuía a la academia para hacer que el turismo fuera benéfico para la sociedad en general.

Cuando infiere que Trigo, al proponer una filosofía del turismo está proponiendo una receta para vender, ridiculiza una tesis doctoral defendida en la Facultad de Educación de la mejor universidad del Brasil, la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), lo que denota que, o el jurado compuesto por cinco doctores cometieron un error o el autor hizo una lectura equivocada.  La idea de Trigo al proponer una filosofía del turismo fue elaborar un conjunto de normas éticas para pautar las currículas de los cursos de turismo y acabar con el negocio de venta de diplomas que Ouriques, con sobrada razón, critica.

El autor designa a los autores que proponen la planificación como "desarrollistas" creando una especie de discurso del sujeto colectivo por el cual estos defenderían que "el turismo así planificado conduce al desarrollo", lo cual ninguno de los autores citados afirmó en sus obras. Cuando Coriolano, o Lima, o Cruz, o Ruschmann o Barretto proponen que haya planificación del turismo, expresan que lo hacen porque ven que el turismo sin planificación ha conducido a la reproducción de los problemas de desigualdad social inherentes al capitalismo. Y como difícilmente el turismo va a desaparecer, la única posibilidad de no caer en una crítica estéril es planificar para que ocasione menos daño y para que el lucro no se imponga sobre el bienestar de los pueblos, que es exactamente lo que Ouriques defiende.

Infiere que Beni sugiere que el estado debe crear un buen clima para los negocios, cuando Beni dice exactamente lo contrario en la frase transcripta por el autor: "el estado debe controlar para asegurarse de que las empresas turísticas no obtengan sus beneficios a costa de necesidades sociales, culturales y ambientales" (Ouriques, 2005:72).

Tampoco entiende el tono de crítica de Barretto cuando hace referencia a aquellos que creen en el turismo como si fuese un redentor, utilizando fragmentos de un artículo de la autora (Ouriques 2005:76) para deformar su pensamiento y afirmar lo contrario de lo que ella ha expresado en sus obras durante veinte años. Finalmente, afirma que Krippendorf es un entusiasta del turismo, evaluación que pocos, en realidad, compartirían.

Partiendo del presupuesto de la honestidad intelectual del autor sólo se puede  atribuir el hecho de que no vea que los autores quienes critica han dicho en algún momento lo mismo que él, a una lectura fragmentada y parcial, quizás apremiada por los plazos impuestos para la defensa de la tesis y a un prejuicio contra los estudios de turismo que acompaña a la academia desde hace muchos años, como afirmaron oportunamente Cohen (1972) y Nash (1996).

Ouriques cita dentro de la corriente crítica apenas dos personas, su tutora de tesis (orientadora, en el lenguaje de Brasil) y a Maria Tereza Paes Luchiari, ambas figuras incuestionables del pensamiento brasileño, innovadoras en el tratamiento de las cuestiones relacionadas al medio ambiente natural y cultural y a la (gastada) sustentabilidad. La segunda, no obstante, en otras obras no citadas por el autor, postula que "reflexionar sobre un nuevo proyecto de humanización de las ciudades es una posibilidad presentada por el turismo en relación a las ciudades industriales" (Luchiari 2002:124) lo que la coloca dentro de una corriente más conciliadora.

 En síntesis, y siempre volviendo a Jafari, el libro de Ouriques podría situarse dentro de la plataforma de advertencia junto con los clásicos de Turner & Ash y Jurdao Arrones con los que comparte el análisis apasionado del fenómeno turístico como el villano de la sociedad capitalista contemporánea.

Desde el punto de vista editorial, tiene algunos errores de digitación, algunos pequeños, como consonantes dobles que se simplifican y otros grandes, como John Ash, que se transforma en Gordon Ash (p.111), cosa con la cual el autor nada tiene que ver.

El libro merece ser leído porque trata con osadía y precisión temas delicados que muchos intelectuales no quieren ver y ningún representante del poder público quiere reconocer. Pero también merece que algunos capítulos sean reescritos, después de una relectura cuidadosa de toda la obra de los autores brasileños. Verá Ouriques que la mayor parte de aquellos que tan ácidamente critica y cuyo pensamiento deforma comparte sus opiniones y, de repente, si se uniera a ellos en lugar de ridiculizarlos, el resultado para la sociedad sería mejor.

Referencias bibliográficas

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Solicitado el 15 de febrero 2007.
Recibido el 03 de marzo de 2007.

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