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Estudios y perspectivas en turismo

versión On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. v.17 n.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./sep. 2008

 

Ciencia y desarrollo turístico en México

Salvador Gómez Nieves*

* Salvador Gómez Nieves es profesor-investigador adscrito al Centro Universitario de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad de Guadalajara, México. E-mail: nieves@cencar.udg.mx

Resumen: Está demostrado que la educación, la ciencia y la tecnología van de la mano hacia el camino del desarrollo. Sin embargo, el pobre conocimiento que se tiene sobre el fenómeno del turismo en México, así como la falsedad y la simulación que reinan en este campo debido al analfabetismo científico han sido las causas principales por las que todavía no existan alternativas viables al modelo de desarrollo turístico dominante en el país. Este artículo intenta persuadir a los estudiosos del tema a que se abran más a las ciencias sociales, esto es, se mantengan informados acerca de los aportes teórico-metodológicos de estas disciplinas.

Palabras clave: Ciencia; Educación superior; Investigación; Turismo; Desarrollo; Sustentabilidad.

Abstract: Science and Tourism Development in Mexico. It has been established that education, science and technology go hand in hand with development. However, the lack of scientific knowledge related to tourism in Mexico and the simulation and forgery that prevails in this field due to scientific illiteracy are the main causes of the lack of feasible alternatives to the tourism development model that dominates in the country. This paper intends to persuade researchers in this field to be more predisposed towards social sciences, it is to say, to be better informed about the methodological and theoretical contributions in these field.

Key words: Science; Higher education; Research; Tourism; Development; Sustainability.

Introducción

“ Toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil… y sin embargo es lo más preciado que tenemos ”. Albert Einstein (1879-1955)

El principal propósito de este trabajo es argumentar sobre el papel que debiera desempeñar la ciencia en el desarrollo turístico de México y, en segundo lugar, se busca animar el debate y la discusión sobre un tema de gran relevancia y plena vigencia que es el vínculo entre estos dos conceptos. Por un lado, ambos merecen mayor atención por parte de los expertos de este fenómeno del ocio debido al menosprecio del conocimiento científico tanto en la enseñanza y en la investigación como en la toma de decisiones en materia de turismo. Por otra parte, el desarrollo continúa siendo en la actualidad un concepto borroso pese a ser una cuestión que ha sido estudiada extensamente por organismos multinacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) además del análisis de pensadores sociales como Bifani (1997), Wallerstein (1999) y De Rivero (2001) entre otros . A pesar de estos y otros esfuerzos, todavía hay innumerables voces que asocian desarrollo con la idea basada en el progreso económico, tal como se verá más adelante.

En este trabajo se utilizarán argumentos epistemológicos, es decir, se basarán en esa rama de la filosofía que se ocupa específicamente de analizar la naturaleza, la generación y la validación del conocimiento científico lo cual de manera desafortunada es un método poco utilizado en el campo del turismo.

Con el propósito de dar cumplimiento a los objetivos propuestos, en este artículo se comienza interpretando contextualmente los principales problemas que aquejan a la educación superior y a la ciencia, así como su relación con la economía de México. A continuación se examinan los conceptos mismos de ciencia y desarrollo turístico donde se intenta distinguir entre conocimiento científico y seudo-científico y entre desarrollo y seudo-desarrollo. Finalmente, y a modo de conclusiones, se plantean algunas ideas que permitan, en mejor medida, impulsar la tarea científica en el área turística.

Panorama socioeconómico, educativo y científico de México

La economía mexicana medida a través de su Producto Interno Bruto ( PIB ) pasó, durante el sexenio del Presidente Vicente Fox (2000-2006), del lugar 11 al 14 en el ranking mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI). Según cifras del FMI, el incremento promedio real de México entre el 2000 y el 2006 fue del 2.1 por ciento, mientras que India y Rusia ascendieron 6.5 y 6.1 por ciento, respectivamente (Holganza Web Log Business 2006).

A pesar de tantos acuerdos (ningún país del mundo tiene más tratados de libre comercio que México), discursos y promesas, la competitividad nacional se viene reduciendo. Con base en el informe del World Economic Forum , entre 117 países del mundo la productividad mexicana está en el lugar 48; y un año antes, según el Executive Summary. The Global Competitiveness Report 2004-2005, estaba en el 47. Desgraciadamente, tomando en cuenta datos del FMI, parte de esta caída en la productividad tiene su causa en la educación, ya que México entre 102 países ocupa el lugar 74 en calidad de los sistemas educativos; el 59 en innovación tecnológica y lo que más debe alarmar, el 80 en calidad de la educación científica y en matemáticas (Solana 2005: 9-14).

Según un reporte del FMI, México se queda a la zaga del mundo en la creación de mayor bienestar económico para su población. Este organismo añade que mientras América Latina crecerá a un ritmo de 4.3 por ciento, el país lo hará apenas al 3.5 ( Holganza Web Log Business 2006). La desocupación abierta afectó a casi un millón 550 mil personas en el primer trimestre de 2006, según confirmó el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). En este nivel, el número de habitantes en busca de empleo, aún sin encontrarlo, alcanzó un porcentaje de 153 por ciento superior al que se tuvo al inicio de la administración gubernamental (2000) tal como lo señala la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2005 (INEGI 2005).

Con base en el Índice de Desarrollo Humano del año 2004 -que mide los logros en términos de esperanza de vida, educación e ingresos reales ajustados- México ocupa el lugar número 53 de un total de 55 naciones clasificadas como de alto desarrollo humano, muy por debajo de Chile, Costa Rica, Uruguay, Bahamas y Cuba; y sólo por encima de Trinidad y Tobago, de Antigua y Barbuda (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo 2004).

¿Cómo puede aceptarse la sociedad mexicana cuando el 80 por ciento de las familias gana menos de 500 dólares mensuales? ¿Cómo puede admitirse el sistema económico, cuando la política neoliberal ha empobrecido a millones de personas y obligó a más de cuatro millones a emigrar para buscar fuentes de trabajo que el país les negó durante el periodo 2000-2006? (véase INEGI, 2005).

Es lamentable que egresados universitarios, muchos de ellos con buenas credenciales académicas, tengan necesidad de emigrar a causa de que en la República Mexicana no encuentran oportunidades de desarrollo personal. Es deplorable y preocupante también que jóvenes con título profesional y experiencia puedan encontrar únicamente empleo por bajísimos 300 o 400 dólares mensuales.

En materia turística, a pesar de que México sea considerado por la Organización Mundial de Turismo (OMT) como la séptima potencia mundial captadora de flujos internacionales no logró ubicarse, según la reciente lista elaborada y difundida por el Foro Económico Mundial, entre los primeros 20 países más competitivos. En su primer Índice de Competitividad en Viajes y Turismo (TTCI por sus siglas en inglés) el WEF (por su sigla en inglés) catalogó a Suiza, Austria, Alemania, Islandia y Estados Unidos como los destinos con mayores atractivos para el desarrollo de esta industria de servicios. En cambio a México lo ubicó en el lugar 49 en la lista que abarca 124 naciones de todo el mundo, superado por países como Israel, Qatar y Jamaica. Por subdivisión, en el rubro de entorno de negocios e infraestructura ocupa el 57; y en calidad del sistema educativo el 82 (véase World Economic Forum 2006).

Este panorama desalentador muestra como el turismo en México se encuentra sumido en una falacia instituida por los funcionarios, quienes se la pasan vanagloriando las “excelentes” cifras conseguidas cada año por el sector aun cuando hay otras razones para dudar de este optimismo. Ciertamente el número de turistas internacionales sumó cerca de 22 millones de personas para el año 2005, i nyectando alrededor de los 12 mil millones de dólares a la economía ; empero, pocas veces se esclarece que casi un 50 por ciento del total de los visitantes extranjeros se debe al turismo fronterizo y que no todos los montos de las divisas que se captan por este sector se quedan en el país. Sin menospreciar el avance que se ha tenido en la actividad turística, es conveniente matizarlo y situarlo en términos justos. Es útil reconocer que l os objetivos del desarrollo no solamente tienen que ver con el crecimiento económico y la generación de empleo, sino también, entre otros factores, con la formación de capital humano y con el bienestar social.

Es un hecho que México no está avanzando como debiera en aspectos fundamentales: una sociedad más justa y más solidaria. Una sociedad más productiva y competitiva. Una sociedad más culta e ilustrada. Tampoco está avanzando en ciencia y tecnología, aun cuando son la mejor vía para que esta clase de naciones superen la miseria y el oscurantismo científico en que se encuentran. Incluso, se ha llegado a dar por sentado que una sociedad que ignore para qué sirve la ciencia está condenada al tercermundismo. "... hoy los pueblos atrasados que no tienen una visión científica de la realidad, adoptan los artículos y el know how de los pueblos avanzados ", advierte Marcelino Cereijero (2003: 52).

Por supuesto, ante esta problemática es imperativo hacer algo, sobre todo para mejorar la calidad de los programas educativos y avanzar en los campos científico y tecnológico. Sin duda que con el apoyo de la ciencia -esa actividad cuyo objetivo es la búsqueda de la verdad- se podrá consolidar la tarea investigativa y así encontrar caminos más audaces y eficaces. El filósofo y escritor español Fernando Savater (2003) dijo hace tiempo, “… nada es irremediable, salvo cuando dimiten la inteligencia y la voluntad de los ciudadanos ”.

Así pues, la hipótesis que se sostiene en este trabajo es que el rezago científico que presenta el turismo en México, al igual que en Latinoamérica, se debe a la baja calidad de los programas educativos y a la mirada tan distorsionada que tienen las empresas, el gobierno y hasta la propia academia acerca de la ciencia. Hay que recordar que bastante de lo que se aborda en los planes y programas de estudio universitarios y en las investigaciones turísticas rara vez tienen relación estrecha con la tarea científica.

¿Qué es esa cosa llamada ciencia?

Al igual como se pregunta Alan F. Chalmers (2000) en el título de su popular obra se puede responder que la ciencia puede ser concebida como el conjunto de conocimientos (conceptos, proposiciones, teorías, reglas metódicas, etc.) organizados, sistematizados y comprobados resultantes de la investigación. En términos amplios, se entiende por ciencia al conjunto de saberes generalmente aceptados por la comunidad científica.

Para otro autor “…. la ciencia no es ese conjunto de conocimientos probadísimos y métodos infalibles que nos enseñan en la escuela. La ciencia es una empresa humana –y una de las más nobles- y, como tal, no avanza en línea recta, acumulando conquistas una tras otra, sino dando tumbos, metiéndose en callejones sin salida y empantanándose por culpa de nuestra testarudez ” (De Régules 2005: 18) .

Según Karl Popper, uno de los filósofos contemporáneos más consultados, los rasgos centrales del conocimiento científico son: 1) parte de problemas tanto prácticos como teóricos; 2) busca la verdad, es decir, de teorías explicativas objetivamente verdaderas; y 3) no busca la certeza pues todo conocimiento humano es falible y por lo tanto incierto (Popper 1994: 17).

El saber científico es el conocimiento más importante que se tiene pero queda claro que éste no tiene la verdad absoluta (incluyendo las ciencias exactas, como la física); tampoco es el único conocimiento en el que se debe confiar plenamente, ni todo está al alcance de las ciencias. Hay que admitir que una persona sin actitud científica puede caer fácilmente en el engaño o lo más grave, fingir no ser capaz de descubrir las trampas discursivas y estadísticas de políticos y de algunos seudo-académicos. Hay que aceptar que n o todo resultado generado por la investigación en turismo puede ser llamado ciencia ya que existe mucho conocimiento falso o erróneo en este campo. Se debe reconocer también que gran parte de l a teoría del turismo es una serie de ideas un poco verdes o inmaduras que poco ayudan a comprender el mundo turístico en su auténtica dimensión, sino que más bien –en ciertos casos- distorsionan la realidad .

La verdad o falsedad de una hipótesis científica no tiene que ver con retórica ni con extraordinarias cifras que impresionen, sino generalmente con demostraciones. Se puede asegurar que la perorata del “desarrollo” turístico -que sólo ensalza las manifestaciones económicas- es un velo demagógico para ocultar la miseria, la marginación social y el deterioro ambiental que presentan los destinos de México, incluyendo el “paradisíaco” Cancún.

Es posible afirmar también que una cantidad considerable de lo s denominados turismólogos está alienada con ese discurso glorificador. En palabras de Edgar Morin, son locos cautivados con inteligencia ciega. Para este filósofo francés, hay principios ocultos que gobiernan la visión de las cosas y del mundo sin que se tenga conciencia de ello (Morin 1999). Por esto resulta delicado que la mayoría de los estudiosos del turismo no hagan nada, o muy poco, por rechazar el conocimiento teórico y empírico equivocado o falso. En efecto, la parálisis mental epistemológica que agobia el medio académico del turismo hace necesario una apertura filosófica en estas cuestiones que, por lo general, se pasan por alto en la investigación turística.

Popper (1994:17) señala que cometer un error en ciencia consiste, esencialmente, en tomar en cuenta como verdadera una teoría que no lo es (mucho más raramente consiste en considerar falsa una teoría que resulta verdadera). Por lo tanto, combatir la equivocación significa buscar la verdad objetiva y hacer lo posible por descubrir y eliminar las falsedades. Este es el quehacer de la actividad científica para el gran pensador austriaco.

Valdría la pena preguntarse ¿la explicación de la situación turística y el diseño de estrategias de desarrollo no le incumben a la ciencia? Con el pobre conocimiento que se tiene al respecto ¿puede transformarse el modelo de turismo de masas? S e ha hablado mucho de que no hay realidad que pueda comprenderse de manera unidimensional, fragmentada o reduccionista; sin embargo, a menudo se utilizan las explicaciones monocausales y simplificadoras. ¿Acaso es posible lograr el anhelado desarrollo sustentable sólo por medio del uso del saber práctico pese a lo limitado que tiene este tipo de conocimiento?

Es muy obvio que la concepción del proceso de desarrollo no puede estar en manos de gente mediocre o ignorante, pero tampoco de aquellos supuestos expertos o asesores (a pesar de sus buenas credenciales académicas) que piensan que el desarrollo y su gestión son meras peticiones o simples buenos deseos . Se tiene que admitir la serie de engranajes y las marañas que implica el largo, sinuoso y errático proceso que lleva al desarrollo.

Hay que recordar los graves problemas ambientales y sociales que se tienen que afrontar y no ser tan iluso creyendo que el desarrollo se puede lograr con la sola atracción de turistas internacionales y/o la construcción de grandiosos hoteles o resorts . Lo que debe preocupar es el hecho de lo impresionado y lo cegado en que se encuentran numerosos estudiosos y autoridades gubernamentales ante las bondades del aumento turístico y económico. Incluso, algunos agentes políticos han llegado a afirmar que la pobreza y la marginación en los destinos vacacionales es un mal tolerable.

¿Qué es eso llamado desarrollo?

En cualquier lugar del mundo actual lo que divide a la izquierda de la derecha, sin importar cómo se las defina, no es desarrollarse o no desarrollarse, sino cuáles políticas presumen ofrecer más esperanzas para alcanzar ese objetivo ; señala el sociólogo Immanuel Wallerstein. Se indica que la industrialización es el camino al desarrollo, que la urbanización y la modernidad, que el acceso a la información y las nuevas tecnologías o que la sustentabilidad y la globalización son la mejor vía hacia el desarrollo. Pero sobre todo, para este pensador alemán: “…. se nos dice que el desarrollo es posible con sólo hacer bien la cosa indicada ” (Wallerstein 1999: 115).

Pero ¿cuál es esa cosa en el campo del turismo? Para un gran número de estudiosos de este fenómeno social lo es la planeación del desarrollo. En los discursos de políticos, empresarios y hasta de ciertos académicos es común escuchar que el desarrollo es sinónimo de crecimiento económico y/o turístico (tener más, acumular). Ante esta confusión habrá que esclarecer los vericuetos del desarrollo, pero también habrá que abandonar esa propensión de creer a ciegas en las políticas públicas y privadas en el turismo, fuertemente influenciadas por la concepción del denominado “desarrollismo” (crecimiento) que muestran varios especialistas.

Por su parte, en las universidades el desarrollo se enseña con frecuencia como si se tratara de una serie de recetas de un libro de cocina y sin que se pueda distinguir entre el desarrollo y <<el mito del desarrollo>> (igual que el título de la obra de Oswaldo de Rivero 2001) . Es indiscutible que la solución a los problemas socioeconómicos y ambientales que atañen a la mayoría de los mexicanos depende profundamente del saber que se tenga sobre los mismos y éste a su vez de la formación intelectual y científica de sus especialistas.

A pesar de que la ciencia está lejos de ser un instrumento de conocimiento acabado y perfecto, ésta ilumina las posibles acciones alternativas y sus consecuencias como caminos que mejor se adapten a las circunstancias (Sagan 2005:45). Si bien el conocimiento de las ciencias naturales -y con más razón el de las disciplinas sociales- puede ser incorrecto, no hay algún saber que conduzca a una mejor comprensión de los fenómenos que el científico. Por lo tanto, es innegable que las disciplinas sociales deben contribuir al enriquecimiento del corpus teórico del turismo.

No se puede ser tan ignorante y concluir inocentemente que el desarrollo sustentable se da sólo por el hecho de ofrecer otros productos y que surjan nuevas prácticas turísticas como opción de las actividades convencionales . El ecoturismo, por ejemplo, va más allá de hacer caminatas o escaladas, construir cabañas o simplemente plantar árboles. Prácticamente, esta actitud ingenua requiere de una amplia discusión. Si bien el turismo alternativo –también llamado turismo ecológico, turismo de aventura o turismo rural y supuesto la antitesis del turismo de masas- crea puestos de trabajo y genera ingresos complementarios a los miembros de los pueblos anfitriones, no ha sido la panacea a los graves problemas que aqueja principalmente a los centros de sol y playa como lo son la miseria, la marginación social, el desempleo, el subempleo, la degradación del medio ambiente, la pérdida de identidad cultural y la falta de competitividad de los destinos a.

En el territorio mexicano se tienen dos buenos ejemplos que testimonian lo expuesto. Primero, los Santuarios de la Mariposa Monarca donde son indudables los efectos de la presencia del tropel de visitantes que arriban cada año en temporada a Angangueo, Michoacán. Segundo, el recorrido turístico Barrancas del Cobre que ofrece una variedad de tours hacia poblados indígenas de la Sierra Tarahumara , en el estado de Chihuahua. La verdad es que no se va a sacar de la pobreza y la exclusión social a ésta u otras comunidades que han apostado al turismo si no existe la capacidad y la creatividad para establecer una estrategia de desarrollo auténtica que sea más humanista, democrática e incluyente; y se deje de lado lo que empresarios, funcionarios y hasta algunos estudiosos creen que es el ecoturismo, un mero nicho de mercado supuestamente respetuoso de los recursos naturales y culturales .

Decía un gran escritor mexicano: Desde 1606, misioneros, antropólogos, turistas, ingenieros, médicos, sociólogos, economistas, políticos, comerciantes y autoridades han llevado el progreso a los tarahumaras. ¿Y qué ha cambiado en cuatrocientos años? ” Los tarahumaras no han cambiado mucho. Persisten en su ser tradicional y en su atraso socioeconómico. Han sido despojados de tierras y de bosques, han tenido que replegarse a la sierra más inaccesible, pero se han resistido a desechar lo que son, para adoptar lo último que hay que ser ( Gabriel Zaid 1997: 35).

Los organismos de gobierno en México responsables de la llamada “industria sin chimeneas” todavía no asumen la responsabilidad social y la ética del desarrollo, ni toman conciencia de que el bienestar de las comunidades locales no está en la lógica natural del turismo masivo. La sabiduría implica admitir errores y limitaciones, pues la experiencia ha demostrado que los centros turísticos guiados por el mercado o por el propio Estado no han dado los mejores resultados.

Hay que aceptar que n o hay bases como para deducir la existencia de la sustentabilidad del turismo en el país. A pesar de que su discurso se presenta como científico, éste no llega a ser más que una burda imitación ya que la norma epistemológica propia de la ciencia, es decir la crítica y la autocrítica, brilla por su ausencia. Se está muy lejos de ese ideal de la sustentabilidad, que al mismo tiempo aproveche racionalmente los recursos naturales, involucre a las poblaciones locales presentes y futuras en su mejoramiento socioeconómico. Cuando el discurso confunde las esperanzas con los hechos se cae en lo que llamo “desarrollo turístico imaginado”, título de una obra publicada (véase a Gómez Nieves 2005).

Es descorazonador descubrir académicos que siquiera saben introducir los principios de la ciencia en sus investigaciones, esto es: la búsqueda de la verdad (proposiciones correctas y convincentes acerca de la realidad), el raciocinio suficiente, la evidencia empírica y la rigurosa comprobación, la argumentación coherente y lógica, la actitud crítica, la observación meticulosa y el escrutinio escéptico con lo que se dice y se escribe. Se debe distinguir plenamente entre buenas aspiraciones y lo que puede ser real para no correr el riesgo de ser embaucado fácilmente. De ahí la importancia de tener una condición recelosa ante cualquier discurso, en especial aquel que sostienen los apóstoles del “desarrollismo”. Aún no se asimilan las enseñanzas del gran filósofo francés René Descartes, l a duda sistemática es el mejor método para descubrir la verdad. El Escepticismo sigue siendo una de las principales armas del científico; dudar hasta comprobar o hasta tener pruebas incontrovertibles es una actitud muy sana no solo en la ciencia, sino en la vida diaria ” (citado en De Régules 2005: 75).

Es muy cierto que en algunos académicos existe una postura de rechazo al modelo de turismo masivo por su carácter consumista y depredador; sin embargo, esto no significa que se estén conformando otros paradigmas. Por lo general los apologistas del neoliberalismo han sido reacios a cambiar el rumbo del supuesto desarrollo y a debatir sus propuestas de acción y sus bases epistemológicas. En el corazón de algunos de ellos se encuentra la idea de que el deseo se convierta en realidad.

Resulta preocupante y peligroso el que se siga manteniendo un oscurantismo sobre la problemática ambiental, la contaminación, la degradación del medio y la crisis de los recursos pese a que científicos de todo el mundo hacen llamados urgentes para poner en marcha medidas frente a esos y otros riesgos que aquejan al bienestar social y al planeta. Se podría preguntar ¿a qué intereses sirve esta ignorancia?

Si se quiere que los destinos de México escapen al crecimiento exponencial de la población se deben establecer políticas sociales y económicas más inteligentes e integrales para el turismo sin perder de vista otras actividades productivas. Sinceramente no se va a dar una solución a las múltiples y delicadas contradicciones que enfrentan los centros vacacionales si se sigue con ese afán de crecimiento irresponsable ante la degradación ecológica, la pérdida de las culturas, los bajos salarios y la marginación.

Los denominados “Acapulco Tradicional” y “Acapulco Dorado” que se presentaron en su tiempo como nuevos “desarrollos turísticos”, al igual que si fueran capas de una cebolla, son testigos mudos de la “gloria” de otras épocas. Acapulco es un destino de playa maduro en medio de la decadencia a pesar de su nuevo proyecto “Acapulco Diamante” y de las hordas de viajeros que permanentemente arriban a este puerto. Sirva este paradigmático ejemplo del <<anti-desarrollo turístico>> para traer a la memoria uno de los mayores desafíos que presenta desde hace decenios el desarrollo que parece haberse quedado trabado en el país principalmente por su escasa reflexión e investigación (la realizada se considera de bajo nivel) y su insuficiente relación de estas tareas intelectuales con las ciencias sociales.

No es un secreto que, para muchos, gran parte del proceso de toma de decisiones en el turismo está sencillamente en manos de gente complaciente de los beneficios que conlleva la conservación del sistema turístico y económico dominante; pero también de personas completamente ignorantes en materia científica. Una sociedad bien educada debiera buscar solución a sus graves problemas, en la ciencia y en la técnica, expresan connotados pensadores (véase por ejemplo a Popper 1994 y a Cereijero 2003).

Es comprensible la relativa adolescencia de conocimientos entre políticos y directivos de las empresas para entender qué es y cómo funciona eso que es llamado ciencia ; pero lo que resulta incompresible -y hasta patético- es que existan autoridades académicas en turismo que consideran prescindible el estudio de la ciencia dentro de las carreras universitarias.

¿Cómo podrían los países, como México, fortalecer el conocimiento científico en el turismo?

Algunas de las orientaciones que pudieran ser tomadas en cuenta para la consecución de tal propósito, son:

I.- Un mayor nexo entre la ciencia y la educación superior en turismo, para que no se siga proporcionando toda clase de explicaciones absurdas sobre este fenómeno social contemporáneo, ni se esté perjudicando, académicamente hablando, con las carreras universitarias. Aunque duela decirlo, la mayoría de las licenciaturas y posgrados en el área turística están llenas de alumnos que no leen y de profesores que no investigan con el necesario rigor científico.

Es un hecho que con las prácticas educativas predominantes donde persiste un analfabetismo científico y una intelectofobia difícilmente se podrá cumplir la función social de mejorar el nivel de vida, aprovechar y preservar los recursos naturales y culturales así como asegurar una independencia económica. No se puede quedar inmóvil ante el desenvolvimiento caótico de esta actividad vinculada con el ocio ni ante los desaciertos de los estudios en este campo, aparentemente científicos, de producir conclusiones razonables. Se debe admitir que gran parte del discurso del turismo alternativo es una de las armas predilectas a la que más recurren como espejismos los seudo-desarrolladores para embaucar a gente crédula .

Vale reconocer a aquellos especialistas –por supuesto muy pocos- que se han dado cuenta de la serie de imprecisiones que se tienen sobre el vanagloriado turismo alternativo, el cual navega bajo la bandera del <<desarrollo sostenible>> y generalmente es presentado a los países tercermundistas como vehículo del progreso para que salgan del subdesarrollo. Es innegable que los defensores del llamado “nuevo turismo” están estafando, porque de lo que se trata es el crecimiento turístico y no el desarrollo. La realidad es que no se ha podido sacar a las poblaciones receptoras del atraso socioeconómico en que viven, a pesar de las promesas que se les hizo en nombre de este fenómeno relacionado con los viajes . ¿Es el ecoturismo un verdadero paradigma de desarrollo o simplemente es un ardid publicitario?

Hay que ser honestos y admitir que el desarrollo local, por lo menos en el campo turístico, ha sido una buena utopía en México. Incluso, existe duda sobre ese discurso hegemónico del capitalismo moderno, denominado <<empoderamiento>>, es decir, esa facultad de las comunidades locales para desarrollarse. Sería apropiado preguntarse ¿cuáles grupos marginados han sido empoderados y por lo tanto están en mejores condiciones para confrontar y lidiar con las fuerzas que influyen sobre su desarrollo?

En efecto, el modelo turístico vigente en el país requiere de una cirugía mayor, máxime cuando se observan l os magros resultados que las políticas públicas han obtenido en materia de combate a la pobreza y distribución de la riqueza en los espacios vacacionales, primordialmente de sol y playa. Es preocupante que en estos lugares no se disponga de alguna estrategia plausible de cómo aminorar o abatir estos rezagos sociales. Hay que aceptar las limitaciones teóricas y empíricas que se tienen sobre el desarrollo turístico. Se requieren otros esquemas para explicar la realidad e incluso los modos distintos de razonar, es decir, personas que piensen de modo más informado y con mayor iniciativa e inventiva. Se necesita gente intelectual que cuestione presuposiciones dadas por evidentes, que razone de manera compleja, que observe aspectos generalmente soslayados por otros, que tenga actitudes multidisciplinarias, esto es, que supere las fronteras tradicionales de las disciplinas.

Sin duda, por no querer saber de ciencia o por no entenderla no se es capaz de detectar que muchas de las opiniones y propuestas de acción, son patrañas. Por la incompetente mirada científica, pocas veces se toma en cuenta que la realidad es muy fácil de ocultar. Por carecer de instrumentos de medición más precisos, las pruebas que se hacen en diversos estudios son demasiado débiles. Por ser insuficientes los modelos manejados en el turismo es común que las respuestas dadas sean inadecuadas o de plano banales.

II.- Indiscutiblemente, si se quiere salir del rezago académico y de la escasa producción de conocimientos de alto nivel, es necesario impulsar la investigación teórica en el turismo. ¿Acaso se ha generado un saber (o supuesto saber) a tal punto que ya no sea posible añadir nada? Conviene reconocer que aún quedan muchas cosas por descubrir; sin embargo, esto sólo podría hacerse si previamente se forman cuadros de profesionistas debidamente capacitados en el área científica. Además, si las instituciones educativas no se despojan de esa euforia por las excelsas cifras que muestra la actividad turística en México, se seguirá con esa manía de abrir licenciaturas y hasta posgrados en este campo sin contar con cuerpos de profesores debidamente consolidados y productos de investigación de calidad.

III.- Es necesario restringir la entrada de alumnos a los postgrados sólo a aquellos que cumplan los criterios mínimos académicos, es decir, cerrar la puerta a los que no tengan apetito o curiosidad intelectual. No debe existir temor ante la necesidad del interés por la ciencia. Urge enseñar a los estudiantes –y porque no, hasta a los profesores- las ideas fundamentales de la búsqueda científica. Es una obligación de cualquier institución de educación superior formar profesionistas observadores, ingeniosos e inteligentes, pero también gente humanista, esto es egresados con amplia conciencia social, sensibles al tema de la pobreza y de la desigualdad, pues son problemas que han adquirido una relevancia no sólo nacional sino también global.

Asombra cómo viven una gran parte de los empleados -y sus familias- de la actividad turística ante los precarios salarios percibidos. Cabría preguntarse ¿por qué los especialistas del ramo casi no piensan –mucho menos repiensan- un paradigma de bienestar social diferente al “paraíso oficial”, ni discuten el tránsito hacia una sociedad más equitativa e igualitaria? ¿ Por qué los expertos del turismo r ara vez se interesan por esta temática? ¿ Cómo es posible que se siga despreciando el conocimiento teórico y metodológico que aportan las disciplinas sociales, cuando en todos los centros receptores de viajeros persisten estas y otras contradicciones?

Si bien se ha avanzado en la investigación del turismo en México, falta mucho para lograr que esta tarea muestre un mayor rigor científico. El grave error de muchos de los especialistas en este campo es que únicamente quieren leer lo que se escribe sobre este fenómeno y las ramas que lo componen. Su quehacer presenta el problema de la endogamia disciplinar , al seguir sometidos a conceptos y metodologías preestablecidas propios de su campo de acción. Pocas veces, utilizan los aportes teórico-metodológicos de las ciencias como herramientas de estudio o como camino de superación académica. La mayoría de ellos tiene una actitud muy pragmática y utilitarista, todo lo quieren resolver con la experiencia.

Aun cuando se reconoce la importancia del conocimiento empírico hay que admitir que existe un sentido común engañoso y a veces hasta aberrante. Por lo general los estudiantes de las carreras universitarias son ignorantes en la aplicación del saber científico debido, entre otras causas, a que los profesores no promueven la ciencia; quieren enseñarla sin practicarla (incongruencia); y a que muchos de ellos suponen que el trabajo científico es para iluminados o para aquellos que posean un coeficiente intelectual alto.

Cabe preguntarse ¿qué se sabe en el medio académico del turismo sobre la pobreza y los factores que la producen? Lo más seguro es que muy poco pese a lo bastante que han indagado sobre esta temática los economistas, sociólogos y antropólogos. Incluso la Organización de las Naciones Unidas para la Educación , la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) consideran que la educación superior puede y debe constituirse en un instrumento de lucha contra el subdesarrollo social, económico y ambiental en que viven los pueblos. Estas mismas agencias internacionales reconocen que un alto nivel de vida sólo es posible para los países que generan ciencia y controlan las tecnologías de producción más avanzadas.

En efecto la educación, la ciencia y el desarrollo son tres términos inseparables. La educación brinda elementos para tomar mejores decisiones y eleva la capacidad de las personas para pensar bien. El perfeccionamiento intelectual y científico que sin duda se generan con la educación determinantemente. En este sentido vale cuestionarse nuevamente ¿se puede crear con las prácticas educativas reinantes en el turismo un modelo de desarrollo que al mismo tiempo que genere riqueza, la distribuya de manera más justa e igualitaria? ¿Es factible que una sociedad ignorante en cuanto a los avances de las ciencias pueda progresar y generar su propia tecnología? ¿Es viable aumentar la productividad y la competitividad de las empresas del ramo con una planta laboral escasamente educada? Se aclara que la educación por si sola no mejora las condiciones socioeconómicas; sin embargo, la historia ha demostrado que no hay desarrollo humano posible sin educación.

IV.- Hace falta una mayor relación entre la ciencia y los tomadores de decisiones, como sucede con el gobierno y la iniciativa privada, para que apoyen en mayor medida la investigación en el turismo. Es importante que ambos sectores modifiquen sus prioridades, para que reconozcan e l papel que debiera desempeñar esta tarea en el desarrollo turístico, pues al final de cuentas serán ellos los futuros usuarios de los resultados de los estudios.

V.- Se requiere fomentar el debate de ideas, proyectos y propuestas de acción pues el diálogo, la discusión y la confrontación de opiniones con los demás es una forma de aprendizaje activo. Es importante ser más críticos y autocríticos en lo que se hace, pues no es posible efectuar cambios sin reconocer lo que está mal. La crítica constructiva no sólo sirve para detectar errores, sino también para reorientar el camino en que se anda. Se debe hacer desaparecer de la cabeza ese imaginario de que la gente que piensa y repiensa no aterriza sus ideas en cosas prácticas. Hay que recordar que los principios básicos de la ciencia son el razonamiento, la crítica y el escepticismo.

La reflexión profunda, la crítica seria y el escepticismo de lo que se dice y se escribe son obra de una minoría en este campo. Se debe reconocer que en México es frecuente la publicación de textos en turismo sin un análisis prudente aunque después se dejen en las bodegas sin repartir. No se pueden aceptar teorías o marcos conceptuales sólo por la fama de los investigadores, a pesar de que se sabe que en este medio se carece de una cultura de discusión de ideas y de principios pero eso sí existe una grey de aduladores serviles, conformistas, que creen que la realidad turística es un “mundo feliz”, “el edén” o “el paraíso imaginario” sin luchas, sin odios, sin conflictos, sin contradicciones y sin grupos de poder político o económico.

Pero ¿por qué educar desde la visión científica?

Numerosos pensadores sugieren que desde la escuela elemental hasta la superior se requieren profesores que inspiren tanto el gusto por la ciencia como que sean capaces de explicarla. No hay vuelta atrás, en cualquier nivel del sistema educativo la ciencia se debe presentar como parte integral del maravilloso tapiz del conocimiento humano , plantea Carl Sagan (2005:15). Por esto, resulta inconcebible que un estudiante de pregrado o postgrado en turismo no entienda –o peor- no conozca a los precursores de las disciplinas sociales, como: Adam Smith, Augusto Comte, Carlos Marx, David Ricardo, Emile Durkheim, Max Weber o Sigmund Freud. Si no se comprende a los teóricos clásicos difícilmente entenderá a los pensadores contemporáneos como: Alain Touraine, Anthony Giddens, Clifford Geertz, Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein, Joseph Stiglitz, Amartya Sen, Manuel Castell o Pierre Bourdieu . Entonces ¿cómo incidir en las políticas nacionales?; ¿cómo tomar decisiones inteligentes?; ¿cómo podrían captarse los temas subyacentes en el turismo? Ante estas y otras preguntas no tan sencillas es saludable que los estudiosos del ramo se abran más a las ciencias sociales.

Se supone que en las instituciones educativas deberían preparar gente con conocimiento que sean capaces de contestar estas y otras interrogantes. Sin embargo, el hecho es que en las licenciaturas y posgrados en turismo a los alumnos no se les anima a profundizar en sus ideas o conceptos ni en los problemas que tienen que afrontar. Tampoco se les dota de la información necesaria para explicar fenómenos y decidir cuestiones importantes dentro de su campo profesional. ¿Se permite o no la operación de casinos o casas de juego en México? ¿El turismo basado sólo en un sistema de mercado puede lograr el desarrollo de las poblaciones receptoras? No debe sorprender que en términos generales las respuestas a estas preguntas se acepten ciegamente debido a la falta de crítica y a esa ofensiva ideológica neoliberal. El asunto del crecimiento turístico por ejemplo, es una obsesión para los desarrolladores aunque a menudo pasen por alto aspectos no menos importantes, incluso desde el enfoque economicista como la alta repatriación de las ganancias por los corporativos, la baja remuneración de los trabajadores y la oferta temporal de los empleos.

La ciencia es más que un cuerpo de conocimientos, es una forma de pensar y de conducirse ante la naturaleza, señala su historiador Thomas Kuhn (1970). La norma básica de la ciencia es el saber y el descubrimiento por lo que su tarea es para gente con una gran capacidad intelectual. Cabe interrogarse aquí: ¿poseen las corporaciones privadas y las instituciones gubernamentales personas talentosas y creativas que hagan frente a los retos y desafíos que le depara al turismo en el futuro? Lo más seguro es que la contestación sea negativa pues es sabido como la hotelería, la principal actividad de la “industria turística” -al igual que otras ramas, por ejemplo las operadoras de viajes- a menudo emplean mano de obra no tan calificada ni bien educada, con magros salarios a fin de disminuir costos; pero también es conocido como el gobierno contrata burocracia bajo criterios eminentemente políticos.

Si se quiere competir con los países de mayor captación de turistas internacionales en el mundo (Francia, España, Estados Unidos e Italia), es importante contar con individuos imaginativos e innovadores dentro de las organizaciones públicas y privadas del ramo. ¿Congrega la actividad turística a trabajadores del conocimiento, esto es, personas que se especializan en pensar?, ¿Reclutan los programas educativos en turismo a académicos que puedan enriquecer las explicaciones sobre este fenómeno social? Se puede asegurar que el futuro de las carreras universitarias mexicanas en este campo se ve crítico, sobre todo por el abandono del trabajo científico. Ni siquiera el tránsito de personas con experiencia de la iniciativa privada hacia el sector gubernamental ha resuelto el problema del desarrollo turístico pues, como es obvio, las instituciones oficiales han sido consecuentes con los intereses de los agentes económicos poderosos de la sociedad. Por estas y otras razones el turismo continúa plagado de ineficiencias, de comportamiento depredador con el entorno natural, de conductas irrespetuosas con los recursos culturales, así como de patrones mercantiles de consumo que únicamente buscan el afán de lucro y de ganancia. ¿Dónde queda el interés público?

A diferencia de lo que es habitual en las universidades del primer mundo donde se valora a los profesores por su experiencia para generar y transmitir saberes, por su capacidad académica y por su manera de enseñar las instituciones de educación superior (IES) del país, se forman profesionales poco competentes para convertir las organizaciones en entes productivos que puedan contender en los mercados globales; donde las piedras angulares son el know how y la habilidad de aprender en una sociedad y economía dominadas por el conocimiento.

Es muy cierto que por la educación turística han pasado alumnos inteligentes, incluso con un talento especial, que los hace que se apasionen por la investigación. Empero, esta pasión no es correspondida por las IES pues generalmente éstas continúan formando <<anti-intelectuales>>. De ahí que este tipo de programas educativos necesiten buscar otras direcciones que apunten a soluciones diferentes, y entre ellas la más urgente, es incorporar el quehacer científico a las tareas docentes.

El poder y la ciencia

Decía Carl Sagan, uno de los grandes mandamientos de la ciencia es: <<Desconfía de los argumentos que proceden de la autoridad>> (Sagan 2005:47). Desde luego, no siempre los turismólogos siguen este mandamiento, ni cuestionan con conocimientos -ya sea por temor o por ignorancia- a los que ejercen el poder político. Es decir, mínimas voces se han levantado en contra de la frecuente intromisión del gobierno en asuntos que tienen que ver con el saber.

La historia ha demostrado que no hubo una fuerte oposición de los intelectuales al desenvolvimiento del turismo cuando a finales de los años sesentas un grupo de tecnócratas del Banco de México planearon el crecimiento de este fenómeno en gran parte del territorio nacional en nombre del desarrollo. Sus planes eran “exportar el paraíso” para crear empleos, promover el progreso regional y captar divisas. Durante las décadas setenta y ochenta el Estado mexicano creó cinco nuevos centros turísticos “integralmente planeados” o resorts de categoría mundial: Cancún, Ixtapa, Los Cabos, Loreto y Huatulco (Clancy 2001).

Numerosas investigaciones turísticas más que comprender y explicar la realidad han sido trabajos de consultoría que en la mayoría de las veces se orientan a perpetuar el sistema y quedar bien con el que paga. Es innegable el interés de este tipo de estudios en mantener a los ciudadanos inmersos en verdades a medias o en falacias. Es tos trabajos oficialistas y utilitaristas están llenos de falsas promesas y de predicciones incumplidas ya que sólo buscan influir en la opinión pública exagerando frecuentemente las bondades del turismo y coloreando las conclusiones de forma maravillosa de acuerdo a las inclinaciones de los patrocinadores. Difícilmente se intenta clarificar cómo el “modelo de desarrollo” imperante determina la concentración de la riqueza que genera esta actividad vinculada con los viajes.

Aún existe –incluso entre expertos- la falsa idea de que hacer ciencia es sólo obtener datos y analizarlos estadísticamente; o que cualquier tarea de investigación sea científica. Creen que generar conocimientos es hacer <<c iencia sin seso >>, como bien apunta el título de la obra citada de Marcelino Cereijero (2003) .

Conclusiones

Ante lo antes expuesto se debe fomentar (no obligar) una cultura científica elemental; esto es, instaurar un ambiente de comprensión y crítica informada en las instituciones de educación superior pues es sabido que son éstas (en especial las públicas) los sitios predilectos donde se produce conocimiento. Se requiere también que todos en su conjunto asuman el reto de enfrentar la crisis que atraviesa el sistema universitario mexicano y, en particular, las licenciaturas y posgrados en turismo. Sin embargo, esta crisis no implica ningún fatalismo ni tampoco una mirada apocalíptica.

Es irrefutable que el progreso de la ciencia requiere mayores presupuestos, pero también contar con estudiosos mejor formados académica y científicamente. Por eso, para promover el interés por la tarea de indagación y adquirir una capacidad de pensar cada vez más rica, los profesores universitarios debieran incluir en los programas universitarios de turismo lecturas de artículos publicados en revistas prestigiosas para poner en contacto a los alumnos con los progresos teórico-metodológicos de las disciplinas sociales y los resultados de investigación; además de incorporar libros de divulgación de la ciencia.

Es necesario reconocer la importancia de la investigación en el saber y en la resolución de problemas empresariales y comunitarios. Hay que aceptar que las contradicciones que muestra el turismo tienen que ver en parte con lo endeble del conocimiento que se posee sobre este fenómeno del ocio. Esta debilidad radica por los falsos modelos teóricos y empíricos que hacen que se asuma una visión superficial y a veces quimérica de la realidad. Ante estos errores e ilusiones que no han dejado (ni dejan) de imponerse como verdades, no queda más que repensar e impensar -para usar la expresión de Wallerstein (1999), que se refiere a desarraigar ideas engañosas de la mente- a fin de poder examinar por sí mismos la validez del corpus turístico, incorporando información y esquemas conceptuales cada vez más refinados, versátiles y eficientes.

Ciertamente es primordial que la tarea científica se aplique, sobre todo en el sector productivo del país para innovar tecnológicamente a las organizaciones, pero también resulta esencial la promoción de la investigación básica orientada tanto a generar nuevos conocimientos como a revisar las teorías en que se apoya el saber. Es aquí donde todo especialista debe mirar con lupa los aportes teórico-metodológicos que maneja y el marco filosófico en que trabaja y las suposiciones en que descansan sus enunciados y que de uno u otro modo los pensadores sociales han cuestionado pues el asunto epistemológico francamente se ha soslayado para los estudiosos del turismo.

Uno de los mensajes de este trabajo es resaltar que no existe receta alguna para alcanzar la sustentabilidad del turismo e insistir que ante la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo las disciplinas científicas tienen que estar en el centro de toda discusión. Por eso, l o que los investigadores serios deben hacer es utilizar su aparato lógico, sus esquemas teóricos y conceptuales, sus métodos y técnicas, además de seguir los cánones de la ciencia como la demostración o la falsación (de acuerdo con el término popperiano) y la discusión amplia del conocimiento.

La fuerza dinámica de la sustentabilidad -esa filosofía de vida anhelada por todos- radica en que se conciba como verdadera opción de desarrollo opuesta al modelo de producción y vida capitalista que domina gran parte del mundo. No se debe olvidar que la hegemonía del turismo de masas está rompiendo los lazos de solidaridad y haciendo trizas al tejido social comunitario. Conviene traer a la mente también que el desarrollo sustentable reside en una nueva estrategia que tienda a comprender la realidad en lugar de simular entenderla, que trate de cambiarla en vez de parecerla, que construya el futuro en lugar de aceptarlo tranquilamente.

Por último, es grave que poco se haya reflexionado en la búsqueda de nuevas y factibles opciones de desarrollo ante la urgente demanda de una transformación en el actual modelo de turismo. Por lo tanto, no queda otra alternativa que un cambio en lo que tradicionalmente se ha venido haciendo en materia de investigación turística sin que se soslaye el conocimiento científico pues éste, aparte de que sirve para iluminar la realización de los estudios, hace a las personas ser mejores ciudadanos. Así pues, hay que poner manos a la obra y utilizar a la ciencia como palanca para lograr el desarrollo.

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Recibido el 09 de marzo de 2007.
Correcciones recibidas el 01 de junio de 2007.
Aceptado el 10 de junio de 2007.
Arbitrado anónimamente

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