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Estudios y perspectivas en turismo

versión On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.23 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene. 2014

 

DOCUMENTOS DE BASE

Inicios del turismo y actitudes de los residentes
El caso de Ibiza - España

 

José Ramón Cardona*

Antoni Serra Cantallops**

Universitat de les Illes Balears
Palma de Mallorca - España

*Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, Licenciado en Economía y Doctor en Economía de la Empresa por la Universitat de les Illes Balears (España). Se desempeña como Profesor Asociado de Comercialización e Investigación de Mercados del Departamento de Economía de la Empresa de la Universitat de les Illes Balears. E-mail: jramon.cardona@terra.com

**Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (España), Master of Business Administration por la Middlesex University (Reino Unido) y Doctor en Economía por la Universidad de las Islas Baleares (España). Se desempeña como Profesor Titular de Comercialización e Investigación de Mercados del Departamento de Economía de la Empresa de la Universitat de les Illes Balears (España). E-mail: antoni.serra@uib.es


Resumen:

Ibiza es una isla del Mediterráneo Occidental que se caracteriza por una enorme dependencia económica del turismo y una imagen internacionalmente reconocida. De las diversas etapas del ciclo de vida por las que ha pasado el desarrollo turístico de Ibiza, las iniciales resultan claves para entender por qué y cómo se inició el turismo en esta isla. El primer tercio del siglo XX representa la implantación del turismo como sector económico, aunque con un peso aún marginal en la economía local. En este estudio se describen los primeros años de desarrollo turístico y las actitudes de los residentes hacia el nuevo sector. Finalmente se esbozan los elementos que llevaron a la consecución de este desarrollo turístico (entorno natural, cultura local y actitudes de los residentes).

PALABRAS CLAVE: Ibiza; Ciclo de vida del destino turístico; Inicios del turismo; Actitudes de los residentes; Intelectuales.

Abstract:

Beginnings of Tourism and Residents´ Attitudes. The Case of Ibiza (Spain). Ibiza is an island in the Western Mediterranean whose economy is highly dependent on tourism with a strong brand image internationally recognized. Tourism development in Ibiza has gone through different destination life cycle phases but an analysis of the initials phases has a key importance to understand why and how tourism took place on this island. The first third of the twentieth century witnessed the introduction of tourism as an economic sector although still marginal in weighing the local economy. This study describes the early years of tourism development and residents' attitudes towards the new sector. Finally outlines the factors which led to the achievement of this tourism development (natural environment, local culture and attitudes of residents).

KEY WORDS: Ibiza; Tourist destination life cycle; Early tourism; Residents' attitudes; Intellectual.


INTRODUCCIÓN

La fase del ciclo de vida del destino es un elemento importante para entender las actitudes de los residentes hacia el turismo (Fredline & Faulkner, 2000; Johnson, Snepenger & Akis, 1994; Williams & Lawson, 2001). No es lo mismo una región que está empezando a recibir visitantes y posee una infraestructura turística mínima que un destino maduro con enormes infraestructuras y volúmenes inmensos de visitantes. En el primer caso, sólo será necesario conocer y comprender la sociedad tradicional de la región y, a partir de esta información, interpretar las actitudes de los residentes. En el caso de destinos turísticos consolidados con un elevado desarrollo e historia la sociedad tradicional ha ido "desapareciendo" o cambiando al interactuar con los extranjeros (turistas, trabajadores, etc.) que llegan a la región, y la situación actual (sociedad local y sector turístico) es el resultado de las interacciones entre población local y turistas a lo largo de toda la historia de la región como destino turístico.

De la historia del destino es importante conocer la evolución cuantitativa y la tipología de los turistas en las diversas épocas, ya que esto es determinante en la evolución de las actitudes de la población local (Allen, Long, Perdue & Kieselbach, 1988; Jurowski, 1994; Mason & Cheyne, 2000; Martin & Uysal, 1990; Murphy, 1983, 1985; Pizam, 1978; Ritchie, 1988; Williams & Lawson, 2001), y también se deben intentar conocer las actitudes de los residentes frente al turismo en las diversas fases de desarrollo del mismo, ya que influyen en el tipo de turismo y en las actitudes futuras por vía directa, interacción entre residentes, e indirecta, a través de los turistas (Murphy, 1985).

Ibiza es una isla del Mediterráneo Occidental que administrativamente forma parte de las Islas Baleares (España) y se caracteriza por una enorme dependencia económica del turismo. En la actualidad más de 130.000 personas (134.460 al 1 de enero de 2011) residen en los 572,56 km2 de superficie de la isla, según datos del INE, y conviven con cerca de dos millones anuales de turistas, cuya presencia se concentra principalmente en los meses de junio a septiembre, con un pico en agosto. La sociedad y el sector turístico de la isla son el resultado de un siglo de evolución turística, desde sus inicios a principios del siglo XX. El desarrollo turístico ha causado cambios drásticos en la isla y su sociedad, habiendo un antes y un después del turismo. Danielle Rozenberg resaltaba la importancia del turismo en la historia de Ibiza comentando que "los mismos ibicencos, para diferenciar el tiempo hablan de antes del turismo y de ahora. Saben que son dos épocas, dos eras muy distintas" (Planells, 1986: 33).

Hasta principios del siglo XX, Ibiza se caracterizaba por tener unas elevadas tasas de natalidad y mortalidad y una corta esperanza de vida propia de las sociedades agrícolas de la época (Cirer, 1986). En la época de su visita, año 1889, Vuillier supone una población de 7.000 habitantes en la ciudad de Ibiza, la cual es descrita como sucia y mísera (Vuiller, 2000: 18-26). En 1900 la población de derecho de la isla era de 23.648 personas y en 1930 llegó a 30.150 habitantes (de este incremento la mayor parte se debe a la segunda mitad de los años veinte). La población de hecho no crecía al ritmo que marcaba el crecimiento vegetativo de la isla, dando indicios de que la emigración tenía un peso muy importante en la determinación de la población. Entre 1900 y 1920 Ibiza perdió aproximadamente un 24% de la población, vía emigración. Durante la década 1925-1935, gracias a una gran mejora de las condiciones económicas de la isla, aumentó la población muy por encima de la tasa vegetativa (Ramón, 2001: 28).

Durante esta época la economía de la isla se basaba en los productos agrícolas, ganaderos y forestales para la exportación y para consumo interno. En el sector secundario, Ibiza se caracterizaba por una baja industrialización (el sector se reducía a los artesanos). El sector servicios vivía una leve tendencia hacia el aumento, pero siempre muy residual (Cirer, 1998, 2002, 2004; Ramón, 2001).

De las diversas fases del ciclo de vida (Butler, 1980) por las que ha pasado el desarrollo turístico de Ibiza, las iniciales resultan claves para entender por qué y cómo se inició el turismo en esta isla. En este trabajo se describirá la fase de Exploración y una fase Preturística (no planteada en el modelo de Butler) mediante el uso de métodos cualitativos, concretamente la revisión de la bibliografía y los testimonios disponibles de la época. La principal dificultad de seguir el rastro del turismo y las actitudes de los residentes a lo largo del periodo analizado son las fuentes disponibles. La historia de Ibiza se caracteriza por dejar pocos registros escritos como ya comentaba Gaston Vuillier hace 120 años: "La historia de Ibiza es poco conocida y faltan documentos ciertos para realizarla" (Vuiller, 2000: 36).

El primer tercio del siglo XX representa la implantación del turismo como sector económico, aunque con un peso aún marginal en la economía local. Este periodo temporal tiene una difícil acotación de su momento inicial, pudiendo remontarse al XIX, pero la acotación final es dramática y fulminante al estar determinada por la Guerra Civil Española.

Es posible dividir esta época en dos fases separadas por el inicio del desarrollo de una oferta enfocada en los turistas. Antes de 1931 hay alguna mención a la llegada de visitantes y al interés de algunos empresarios en desarrollar el sector pero sin acciones concretas significativas, esta sería la fase preturística. En 1931 hay un cambio político en el país y el inicio de la construcción de los primeros establecimientos turísticos de la isla, permitiendo un incipiente sector turístico. Los años treinta encajan en la definición de la fase de exploración del modelo de Butler (1980). El trabajo describe la evolución del turismo y las actitudes de los distintos grupos sociales hacia el nuevo sector, durante estas dos fases.

FASE PRETURÍSTICA

Hasta los años treinta del siglo XX Ibiza se mantiene al margen de los circuitos turísticos de la época, salvo contadísimas excepciones (visitas muy esporádicas de cruceros). Esta época podría considerarse la Prehistoria del turismo y se puede subdividir en dos partes.

Antes de 1909 no hay menciones a la presencia de visitantes que puedan considerarse turistas y no hay documentos escritos que muestren preocupación entre algún miembro de la sociedad local, aunque es lógico suponer que el pequeño grupo de empresarios que realizarían las primeras actuaciones en relación al turismo ya le daban vueltas al asunto en el cambio de siglo. En esta fase los escasísimos visitantes que llegan a la isla son científicos (naturalistas, arqueólogos, etc.), escritores, pintores, algún periodista, y aventureros que llegan con una finalidad eminentemente de exploración de una sociedad primitiva.

Con la aparición de la guía "Ibiza, Guía del Turista" de Arturo Pérez-Cabrero, editada en Barcelona en 1909, se inician las actividades de promoción turística. A partir de esa fecha hay constancia de que existía un pequeño grupo de empresarios que creían en las posibilidades del turismo e intentaban promocionarlo y desarrollar las infraestructuras necesarias. Entre 1909 y 1930, aparecen las primeras acciones promocionales y las primeras llegadas de un tipo de visitantes que podrían denominarse "turistas-aventureros", personas con buena posición social que visitan la isla con una finalidad de ocio y aventura.

Primeros aventureros (antes de 1909)

Los foráneos que visitaron la isla en el siglo XIX fueron los primeros en darla a conocer, tanto en la Península como en el extranjero (Planells, 1984: 262). Hasta bien entrado el siglo XX, Ibiza era totalmente desconocida como posible destino vacacional y no se alejaba en exceso de la descripción dada por los visitantes del XIX. En el cambio de siglo hubo un grupo de personas a medio camino entre los exploradores y los turistas que fueron los ojos de sus sociedades de origen. Sus libros y grabados describían las sociedades del sur y su pintoresquismo, y sirvieron de guía para los verdaderos turistas que llegaron después (Boyer, 2002; Cirer, 2009: 319-320). Vuiller menciona que "las Pitiüsas [Ibiza y Formentera] son menos conocidas, aún, que las Baleares y de ellas se cuentan cosas terribles" (Vuiller, 2000: 15) y considera que Ibiza está olvidada del progreso de las sociedades contemporáneas (Vuiller, 2000: 67).

Ibiza se caracterizaba por una enorme falta de infraestructuras. Las primeras carreteras y líneas regulares de buques se establecieron entre mitad del XIX y principios del XX. Vuiller describe la situación en relación al negocio de los visitantes:

En este país, donde los extranjeros rara vez desembarcan, es difícil penetrar dentro de las costumbres [...]. Sólo en la capital hay una fonda [...] pero, en el interior de la isla, las comunicaciones son casi imposibles; dicen que un desconocido podría aventurarse con total seguridad para su persona y su dinero, pero no sabría a quien había de pedirle alojamiento y comida (Vuiller, 2000: 21).

Pero no sólo había grandes deficiencias en las infraestructuras, ya que la oferta enfocada a atender las necesidades de los viajeros era casi nula y de mala calidad. Gracias a los visitantes del siglo XIX y principios del XX hay constancia de la oferta existente en esta época. En la época de su visita, año 1889, Vuillier sólo encuentra un establecimiento (la Fonda de Es Coix), falto de confort, en la ciudad de Ibiza (Vuiller, 2000: 18). La fonda d'es Coix, redenominada años después como Fonda de La Marina, fue visitada y descrita por el archiduque Luís Salvador de Austria en su obra Die Balearen in Wort und Bild Erster Band. Die alten Pityusen: "Se congregaban ruidosas tertulias de ibicencos y confinados políticos, muchos de los cuales se hospedaban en ella. En algún rincón, entrada la noche, volaba el naipe, no siempre por las suertes toleradas" (Fajarnés, 1995: 163). Vuillier describe esta fonda y su propietario:

El hostalero tiene un nombre sonoro: Josep Roig i Torres. La gente lo llama es Coix [el Cojo] a causa de este defecto que le caracteriza. Yo veo aún este horroroso cojo con su cabeza enorme y sus ojos de mirada maligna, pestañeando bajo unas cejas espesas parecidas a matas espinosas, balanceando el tronco pesado sobre las piernas deformes, girando alrededor de la mesa con pasos de oso encadenado, escupiendo constantemente a mis pies, tirándome con su aliento de fiera los soplos de un tabaco pestilente. Y estas salsas inauditas donde flotaban no sé qué comidas bárbaras que el me ponía debajo de la nariz, repitiendo cada vez: '¡Esto, señor, es una cosa exquisita!'. Creo que el gesticulaba una sonrisa ante mi espanto al ver los alimentos y las bebidas que me ofrecía o que me enviaba a través de una especie de bruja disfrazada de sirvienta: la vieja Vicenta (Vuiller, 2000: 18).

Vuiller (2000: 18) también hace una pequeña descripción de la habitación de la fonda:

La habitación, encalada, no tiene otro ornamento que algunas litografías colgadas en la pared. Mi sorpresa es grande; representan el liberamiento de Italia, las batallas de Marignan, de Montebello, los combates de Palestro, de Varèze, etc., dibujados por Gustave Doré. Una vista de Bayonne y unas cacerías de Victor Adam completan esta decoración. [...] El único objeto de lujo de esta habitación de la fonda de Ibiza es un cubrecama adornado con un gran dibujo que representa a la Virgen sostenida por unos ángeles, y encima de la cual se puede leer esta inscripción: ‘Nuestra señora de la Aurora, venerada en la villa de Benejama'. Yo iba entonces a pasar mis noches en Ibiza bajo la protección inmediata de la Virgen y los ángeles del Paraíso.

Durante los primeros años del siglo XX, Ibiza no interesaba a prácticamente nadie, sólo la visitaban unos cuantos vendedores ambulantes y comerciantes de poca importancia. La excepción eran los viajeros aventureros que aparecían muy de tarde en tarde. La mayoría no había escuchado hablar de Ibiza y habían descubierto su existencia por casualidad al comprar el billete que les llevaba de Valencia o Alicante a Palma. Al comenzar el siglo sólo había una fonda que ofreciese alojamiento, la de Sebastián Roig Ramis, la fonda La Marina. Pocos años después se añadía la Fonda El Comercio. Había otros negocios que servían comida e, incluso, disponían de alguna habitación, pero estos establecimientos estaban específicamente dirigidos a los campesinos que iban a la ciudad. En algunos pueblos existían fondas que servían comidas, pero el único lugar donde es seguro que había habitaciones era en la Fonda de Toni Ribas, en Sant Antoni (Cirer, 2004: 123).

Inicios de la promoción turística (1909-1930)

Estos primeros visitantes sirvieron de detonante para que a principios de siglo se produjera un debate en la prensa local sobre la necesidad de fomentar un sector que se preveía motor de desarrollo de la isla, la cual se encontraba un una situación pésima (pobreza, emigración, analfabetismo, alta criminalidad). En este contexto un negocio fácil como aparentemente podía ser el turismo representaba una auténtica esperanza de progreso en todos los órdenes, aunque especialmente en el económico. De ahí la insistencia con que se reclamó, sobre todo desde los periódicos de la época, la creación de hoteles, líneas marítimas, carreteras y actividades de promoción turística (Ramón, 2001: 13-15). Por tanto el estado de la economía local fue el principal motor que impulsó el interés de los residentes en la nueva actividad, como afirman diversos estudios (Allen, Hafer, Long, & Perdue, 1993; Lankford, 1994; Perdue, Long, & Allen, 1990).

Los primeros indicios de un interés por desarrollar una industria turística se encuentran en elementos tales como la aparición de la guía "Ibiza, Guía del Turista" de Arturo Pérez-Cabrero en 1909. En esta época los valores arqueológicos, históricos y paisajísticos constituían el principal reclamo turístico (Ramón, 2001: 12-13). Santiago Rusiñol visitó Ibiza en el mes de septiembre de 1912 y la describió como "la isla blanca" por estar salpicada de casas con las paredes encaladas, y convirtió "la isla blanca" en la primera imagen de marca de la isla. Lo peculiar es que las "casas blancas" eran un recurso lírico que se permitió el autor, ya que en realidad pocas casas estaban encaladas en su exterior y se empezaron a encalar de forma masiva, por iniciativa de la administración local, con la finalidad de que la isla encajara en la descripción difundida por el autor (Cirer, 2004: 126).

Los pocos datos existentes sobre visitantes a los que se puede dar la consideración de turistas hay que buscarlos en los artículos de prensa, que daban detallada constancia del nombre y procedencia de estos personajes, precisamente por lo inusual que constituía su llegada a la isla (Fajarnés, 1995). Aparte de los visitantes esporádicos, llegaban a la isla unos pocos turistas mediante las paradas de cruceros en ruta por el Mediterráneo. Entre las primeras crónicas sobre estas llegadas encontramos la del vapor Ile de France, con 160 excursionistas pertenecientes a una sociedad científica de París (Cirer, 2004: 126).

Durante la I Guerra Mundial no hay referencias sobre turismo en la prensa local y habrá que esperar a 1920 para encontrar nuevas noticias al respecto. Durante el periodo 1920-1923 los periódicos recuperan la insistencia en la necesidad de que se considere el turismo como posible fuente de riqueza y siguen haciendo mención a las visitas esporádicas de turistas (Cirer, 2004: 126; Ramón, 2001: 17-20). Durante los años veinte comenzaron a ser frecuentes los excursionistas extranjeros que pasaban por Ibiza antes o después de viajar a Mallorca. Según la prensa del momento, venían para admirar la belleza del paisaje ibicenco y, algunos, la necrópolis púnica de Puig des Molins y el Museo Arqueológico. En 1926 un periodista local contó 200 personas de diferentes países europeos que habían pasado por Ibiza (Cirer, 2004: 127).

En estos años surge preocupación por la oferta de alojamiento, la promoción turística y la falta de infraestructuras útiles para el desarrollo turístico entre los primeros defensores de la nueva actividad económica (Cirer, 2004: 131; Ramón, 2001: 18-19). El 21 de Abril de 1924, en un artículo titulado "Turismo" se expresan algunas de las principales preocupaciones existentes en la isla en torno al turismo y a los obstáculos para lograr su implantación. De este artículo periodístico es interesante resaltar, aparte de la denuncia de la falta de infraestructuras, la demanda de mayor implicación de la población en la nueva actividad:

Lo que se necesita [...] es trabajar algo en favor de la atracción de forasteros, para lo cual deberíamos mirar algunos puntos muy interesantes. En cuanto al orden interior se refiere, bastaría contar con la tan necesaria carretera de circunvalación, entre los diferentes pueblos, intensificar el aseo de la población y procurar la construcción de un gran hotel, capaz de albergar con el correspondiente confort moderno a cuantas expediciones de forasteros se presentasen. En cuanto a lo exterior, haría falta una acertada e intensa propaganda en la península y el extranjero [...]. Pero, decididamente, lo que falta es que los ibicencos reconozcan los beneficios que reporta a un país la afluencia de forasteros y juntando sus fuerzas procuren la imprescindible propaganda en el exterior, mediante impresos, fotografías y cuantos medios sean útiles para tal objeto. De esta manera iríamos a un verdadero progreso intelectual y material; de otra manera continuaremos siendo lo de siempre, hijos de la cenicienta balear (Cirer, 2004: 131).

En los años veinte aparecen las primeras colonias de europeos afincados en la isla (Planells, 1984: 263). Estos extranjeros que residen en la isla serán el elemento social novedoso de la siguiente década y uno de los puntales de la imagen de la isla en el futuro.

En diciembre de 1930 el Ayuntamiento de Ibiza anuncia obras de alcantarillado y la inminente construcción de un Hotel (el futuro Gran Hotel) con capital ibicenco. Este hotel simboliza el despegue del turismo como actividad turística en Ibiza (Ramón, 2001: 26-27).

FASE DE EXPLORACIÓN

Los orígenes del turismo en Ibiza se pueden considerar situados en el periodo de 1931 a 1936 (Ramón, 2001: 9). La década de 1930 fue decisiva para la industria turística y puede afirmarse que fue en estos años cuando surgieron las primeras infraestructuras hoteleras propiamente dichas y cuando el turismo nació como tal. Fue a principios de los años treinta cuando se constituyó un pilar fundamental de esta actividad a lo largo de muchas décadas: el Fomento del Turismo. El Fomento del Turismo de Ibiza es una asociación sin ánimo de lucro formada por empresarios y representantes de grupos sociales, creada en 1933, y cuyo fin principal es la promoción turística de la isla. La creación del Fomento del Turismo, el aumento de la afluencia turística, y la inauguración de importantes hoteles en Ibiza, Sant Antoni y Santa Eulària constituyeron un conjunto de circunstancias que dieron el necesario empuje inaugural a la nueva industria. Sin embargo, ello quedaría súbitamente interrumpido el verano de 1936, cuando estalló la Guerra Civil (Ramón, 2001: 33).

Hechos como las visitas del trasatlántico Orontes o el inicio de obras para la construcción de hoteles en Ibiza (Gran Hotel), Sant Antoni (Hotel Portmany) y Santa Eulària (Hotel Buenavista) hicieron que a principios de los años treinta se produjera un boom turístico, dentro de la modestia que la posterior evolución marca (Ramón, 2001: 34). Con ello la industria turística empezaba a concretarse en cosas tangibles.

Walter Benjamin visitó la isla en 1932 y 1933, residiendo en la bahía de Sant Antoni. Cuando llegó en abril de 1932, Sant Antoni estaba casi vacío de extranjeros, las casas no disponían de agua corriente ni electricidad, y había dos fondas en el pueblo (Fonda Esmeralda y Fonda Miramar) que eran buenas pero sólo ofrecían comida, obligando a los huéspedes a alquilar habitaciones en casas particulares. En el verano de 1932 el pueblo se llenó de veraneantes, perdiendo parte de su encanto. Al regresar Benjamin en 1933 encontró el pueblo cambiado: la casa donde se alojó disponía de electricidad y de agua corriente, estaba a punto de abrirse el hotel Portmany, y las dos fondas disponían de habitaciones propias. El escritor se quejaba de que había desaparecido la tranquilidad, el pueblo estaba lleno de gente y los precios habían subido mucho (Valero, 2001). Walter Benjamin transmite en una carta a Gershom Scholen la imagen de un Sant Antoni que ya se encuentra colonizado por veraneantes (Benjamin & Scholen, 1987: 71; Rodríguez, 2003: 31), retratando lo que era un "mini boom" turístico.

En los años treinta, la isla de Ibiza llegó a contar con varios hoteles y fondas, con unas 473 plazas en total. Entre los años 1932 y 1934 se abrieron, al menos, los siguientes hoteles (Cuadro 1): Balear, Royalty, España, Buenavista, Gran Hotel, Portmany, Isla Blanca y Cosmi, aunque esta relación es incompleta (Cirer, 2004: 14; Ramón, 2001).

Cuadro 1: Oferta de alojamiento en la isla de Ibiza en 1935
Fuente: Cirer (2004: 14) y Ramón (2001)

Los empresarios que impulsaron el "mini boom" turístico de los años treinta eran de tres tipos (Cirer, 2004: 144). En unos casos, eran personas que ya se encontraban vinculadas al mundo de la hospedería (por ejemplo José Escandell o Rafael Marí Llàser). Eran personas que ya tenían un establecimiento y abrían otro. Otros eran propietarios rurales enriquecidos con la modernización del campo ibicenco y con la comercialización de sus productos (por ejemplo Juan Villlangómez o José Rosselló). Tenían capital suficiente como para introducirse en el sector y decidieron creer en las posibilidades del turismo. Finalmente, había extranjeros que venían como turistas, observaban la posibilidad de montar un negocio para permanecer en la isla y no la desaprovechaban. En este caso se trata de la tipología con menor capacidad financiera y su finalidad principal con la apertura del establecimiento era tener una fuente de ingresos que les permitiera subsistir y continuar residiendo en la isla.

Los empresarios que impulsaron el "mini boom" turístico de los años treinta eran de tres tipos (Cirer, 2004: 144). En unos casos, eran personas que ya se encontraban vinculadas al mundo de la hospedería (por ejemplo José Escandell o Rafael Marí Llàser). Eran personas que ya tenían un establecimiento y abrían otro. Otros eran propietarios rurales enriquecidos con la modernización del campo ibicenco y con la comercialización de sus productos (por ejemplo Juan Villlangómez o José Rosselló). Tenían capital suficiente como para introducirse en el sector y decidieron creer en las posibilidades del turismo. Finalmente, había extranjeros que venían como turistas, observaban la posibilidad de montar un negocio para permanecer en la isla y no la desaprovechaban. En este caso se trata de la tipología con menor capacidad financiera y su finalidad principal con la apertura del establecimiento era tener una fuente de ingresos que les permitiera subsistir y continuar residiendo en la isla.     

En la prensa de principios de los años treinta aparece un gran número de noticias referentes al turismo: llegadas de cruceros, inauguraciones de hoteles y restaurantes, gestiones realizadas por delegados de agencias de viajes europeas, artículos de opinión, etc. Los distintos periódicos de la época, recogen un debate, largo, profundo y muchas veces apasionado sobre la conveniencia de aprovechar o no el fenómeno turístico y de las consecuencias que este tendría sobre la sociedad ibicenca si arraigaba definitivamente (Cirer, 2001). Entre los artículos aparecidos en esta época, cabe destacar los de Tomás Schlichtkrull, por su excepcional clarividencia que resulta impresionante, pues muchos de los problemas, retos y aspiraciones turísticas que apuntaba en 1932 continúan teniendo hoy, décadas después, plena vigencia. Además, Schlichtkrull es el primero en reivindicar el mito de "tierra de libertad" como sinónimo de Ibiza:

Todos los que vienen aquí hacen constar con unanimidad que se encuentran entre un pueblo de extremo amor a su tierra natal y entre un pueblo de elevadas cualidades espirituales y cordiales. Cualquiera que ha estado aquí y aunque sean solamente unos días, se despide, dejando verdaderos amigos. No hay duda, en casi ningún sitio el visitante disfruta de tanta libertad, tanta independencia individual como en Ibiza (Buades, 2004: 80).

La idea central de los artículos de Schlichtkrull era que Ibiza podía crear una gran industria turística y que para conseguirlo era necesaria la creación de una entidad que centralizase todas las actividades de promoción turística, el Fomento del Turismo. Esta es la línea básica de los artículos publicados en el verano de 1932 (Cirer, 2001).

En la primera mitad de 1934 la preocupación se apodera de la industria turística por la publicación, por parte del Gobierno español, de dos decretos que, a juicio del sector turístico, causarían un daño irreparable a esta industria. Uno de estos decretos restringía la permanencia de extranjeros en la isla, poniendo ciertas condiciones para su estancia, aunque no la impedía. La segunda normativa (que fue la más polémica en Ibiza) prohibía construir en la costa. De hecho, la costa era el lugar donde se concentraban las primeras edificaciones turísticas y los chalets. Las principales instituciones locales, tanto políticas como económicas, elevaron su protesta y lograron que se modificara el citado decreto, suavizando la prohibición (Ramón, 2001: 55-56).

Los establecimientos de hospedaje tenían buenos niveles de ocupación durante los cuatro meses de verano, pero estaban casi sin actividad el resto del año (Ramón, 2001: 42). El problema de la estacionalidad apareció en la prensa de los años treinta y ya no ha desaparecido de las discusiones turísticas. En un artículo de prensa de octubre de 1934, titulado "Ibiza, clima ideal", se aludía al esfuerzo que el Fomento del Turismo de Ibiza estaba realizando con el fin de que, al igual que otros destinos con clima similar, se pudiera conseguir turismo de invierno:

Nuestro clima, las condiciones climatológicas de la isla, lo templado de su temperatura, los espléndidos días de sol que disfrutamos en invierno, principalmente durante las llamadas minvas de enero, por lo que podemos muy bien propagar el nombre de la isla como una inmejorable estación de invierno. Así lo hace Mallorca, sin asistirle mayor razón ni más derechos (Ramón, 2001: 44).

En el año 1935, la crisis económica mundial se nota con gran intensidad. Todos los escritos sobre turismo repiten la necesidad de multiplicar los esfuerzos dirigidos a los países que sufren menos recesión y en especial al mercado peninsular, dado el poco coste de desplazamiento que representaba llegar a Ibiza, además de los bajos precios que se podían obtener en los hoteles. Un ejemplo, quizás el más significativo, es de mediados de abril:

Si bien es cierto que existe actualmente una crisis mundial, en lo que se refiere al turismo esta crisis afecta principalmente a lo que podríamos llamar el gran turismo, pero no ocurre tal cosa en lo que se refiere al turismo nacional, que desgraciadamente ha vivido hasta ahora de espaldas a Ibiza, a pesar de ser esta isla una de las más interesantes bajo el punto de vista del turismo, no sólo de España, sino aun de Europa (Ramón, 2001: 64).

Algunas estimaciones de la época indican que en 1935 llegaron a Ibiza 5.446 turistas, de los cuales 1.205 eran extranjeros (Ramón, 2001: 66). En 1936, la situación política y económica produce una parálisis en los viajes de placer y un clima de gran tensión recorre toda Europa. Pero, mientras tanto, en Ibiza se sigue insistiendo en la necesidad de promoción y de dotar a la isla de mejores infraestructuras, fundamentalmente carreteras y acondicionamiento de los puertos. El 18 de julio estalló la Guerra Civil, pero en Ibiza los hechos más sangrientos no se producirían hasta septiembre, aunque nadie era ajeno a la gravedad de la situación. Así lo constataba una información del 4 de agosto: "Debido a las actuales circunstancia de nuestra Patria, la festividad de Santa María, Patrona de Ibiza, desprovista este año de toda solemnidad exterior, tendrá un carácter dominantemente de rogativa por las necesidades de España y de Ibiza" (Ramón, 2001: 65-66).

La guerra duró tres años pero los efectos se prolongaron durante mucho más tiempo. La Segunda Guerra Mundial y el bloqueo internacional posterior paralizaron toda posibilidad turística.

Exiliados de la vanguardia europea e inicio de la imagen turísica

En los últimos dos siglos muchos "espíritus atormentados" han "emigrado al Sur en busca de la isla, donde los perfiles fronterizos están bien delimitados y la utopía nace diáfana" (Planells, 1986: 7). En este migrar del norte (civilizado, frío y ordenado) hacia el sur (arcaico, cálido y caótico), el Mediterráneo y en especial sus islas han tenido un papel fundamental: Goethe y Henry Miller en Grecia; Lawrence Durrel en Alejandría; Gertrude Stein, Rubén Darío, Jorge Luís Borges, Robert Graves y D. H. Lawrence en Mallorca; Lady Hamilton y Lord Nelson en Menorca; Paul Bowles en Marruecos, etc. (Planells, 1986: 8).

En el siglo XIX y sobre todo en el XX llegaron intelectuales y artistas a muchos puntos del Mediterráneo buscando "refugio" del mundo civilizado. Puede decirse que la costa mediterránea y sus islas se encontraban trufadas de estos "refugios", e Ibiza era uno. En Ibiza recalaron en el siglo XX intelectuales y artistas como Albert Camus, Bernhard Kellerman, Ellliot Paul, Erwin von Kreibig, Rafael Alberti y su esposa María Teresa León, Adolf Schulten, Walter Gropius, Tristan Tzara, Errol Flynn, Josep Lluís Sert, Joan Miró, Le Corbusier, Elmyr de Hory, Clifford Irving, Peter Finch, Roman Polanski, Raoul Haussman, Bob Dylan, Mario Vargas Llosa, Wols, Corneille, Jack Osgood o Walter Benjamin dejando constancia de su admiración por la isla en su obra (Planells, 1986: 10; Planells, 2002: 17; Ramón, 2001: 35).

La primera oleada de intelectuales, científicos y refugiados llegó a Ibiza en los años treinta (1931-1936). En estos años llegan botánicos, zoólogos, arqueólogos y filólogos para estudiar las peculiaridades de la isla y pintores, fotógrafos, músicos, escritores y arquitectos en busca de un lugar exótico, barato y tranquilo en el que refugiarse (Cirer, 2004: 132; Rodríguez, 2003: 77). Walter Benjamin relató en una carta a Gershom Scholen los motivos de su presencia en Ibiza:

No me ha de resultar demasiado fácil encontrar otro lugar donde poder vivir con unas condiciones soportables, con un paisaje espléndido y por unos exiguos 70 u 80 marcos -y próximamente tal vez incluso por menos- dado que dentro de unos días pienso instalarme con los Noeggerath, que se han hecho arreglar una pequeña casa de campesinos que se hallaba en ruinas, situada a veinte minutos de la localidad (Sant Antoni), justamente entre el bosque y la orilla del mar (Scholen, 1987: 188).

Los artistas europeos que huían de la convulsa Europa de finales de los años veinte y principios de los treinta eligieron Ibiza por diversos motivos (Rodríguez, 2003: 16-17), pero tuvo un papel decisivo lo que Xavier Rubert de Ventós denominó "la Mediterránea como mito cultural"; según Rubert:

Es muy significativa la atracción que desde el punto de vista formal tuvo Ibiza para muchos seguidores del movimiento de Vanguardia [...] Una atracción formal que puede complementarse y explicarse también a partir de las carencias de la isla y del carácter ambivalente de esas carencias sentidas al menos por el viajero: la carencia como estímulo y desconcierto que facilita la abstracción y la carencia como resorte de proyección de imaginarias personales [...] fue así como Ibiza, que era una isla no culturizada, pero tampoco un atolón salvaje, fue el marco ideal para esa concepción purista de las formas artísticas que buscaba un retorno a los orígenes, el espacio mítico donde proyectar esa nueva unidad preconizada por aquella vanguardia (Rubert, 1985).

El triunfo del nazismo en 1933 conllevó la llegada a Ibiza de todo un conjunto de artistas e intelectuales (destacan Raoul Hausmann, Erwin Broner, Will Faber, Erwin von Kreibig, Wolfgang Schulze "Wols" y Walter Benjamin) que con su presencia dieron origen a un fenómeno cultural que ha marcado la historia de la isla y de la imagen que se tiene de ella en el exterior. En Ibiza hubo relativamente pocas convulsiones políticas, en comparación con otras partes de España, debido a la configuración social y política de la isla. Pero, aunque la España de los años treinta era nominalmente segura para las personas que huían del nazismo, hay que mencionar la presencia de espías nazis en la isla (Rodríguez, 2003: 15-17). Jean Selz comenta al respecto:

A partir del verano de 1933 eran numerosas las personas que habían tenido la ocurrencia de instalarse en la isla, mas no todas eran simpáticas. Entre los refugiados procedentes de Alemania, que acudían cada vez con mayor abundancia, se habían mezclado subrepticiamente auténticos nazis que, como supimos luego, eran espías de la GESTAPO (Pascuet, 1981: 86).

El estallido de la Guerra Civil puso fin a la comunidad internacional residente en la isla. En agosto de 1936 los extranjeros escaparon de la isla en navíos que iban recalando para tal fin, aliviados ante la evidencia de un clima bélico que duraría varios años. Tantos años que hasta 1953 no hay una presencia relevante de extranjeros residiendo en la isla (Planells, 2002: 9).

La trascendencia de estos individuos fue el punto de partida que permitió que en los cincuenta y sesenta llegaran nuevas oleadas de artistas e intelectuales y al plasmar sus experiencias en textos, grabados o fotografías, dieron a conocer la isla en el exterior y son una inestimable fuente de información para los estudios de todo tipo que se realicen sobre esta época. La imagen de libertad que difundieron fue lo que dirigió hacia Ibiza las diversas oleadas de individuos de la contracultura, primero beatniks y después hippies, y el impacto mediático de los hippies creó la imagen y el tipo de turismo que ha predominado en la isla hasta hoy. Por tanto, podemos considerar a estos intelectuales uno de los orígenes de la imagen actual.

ACTITUDES DE LOS RESIDENTES FRENTE AL TURISMO

"En Ibiza no hay nobleza titulada. Un estilo popular de vida ha teñido a toda la sociedad ibicenca" (Fajarnés, 1995: 181). Esta frase de Enrique Fajarnés Cardona resume un hecho diferencial de la sociedad ibicenca. En Ibiza no existía un grupo social dominante como en otras regiones. De hecho, todos los viajeros que pasan por Ibiza en el momento del cambio de siglo se sorprenden de la mínima estratificación social existente. Los pocos terratenientes que existían residían en la parte alta de la ciudad de Ibiza, tenían un poder muy limitado (Cirer, 2004: 153) y su riqueza era muy inferior a la de sus equivalentes en otras partes de España. El resto de la sociedad insular vivía con un patrimonio y unas rentas que se movían en un estrecho margen, siempre situado dentro de la economía de subsistencia. La sociedad ibicenca tradicional era relativamente igualitaria, tanto en clase social como en renta o patrimonio personal, tal y como comentaba Rozenberg: "en el siglo XVIII la tierra ibicenca aparecía como la más y mejor repartida de España, con un propietario entre cada nueve habitantes, con superficies de dos a quince hectáreas" (Planells, 1986: 34).

Si se toma como indicador, de la opinión social existente en aquellos momentos, las publicaciones que se realizaban en Ibiza, resulta una posición mayoritariamente favorable al turismo (Cirer, 2004: 153; Ramón, 2001: 20, 27). Pero parece que la inmensa mayoría de la población aún no había tomado conciencia de esta nueva actividad: "Pero decididamente, lo que falta es que los ibicencos reconozcan los beneficios que reporta a un país la afluencia de forasteros" (Ramón, 2001: 27). Este artículo periodístico muestra que a principios de siglo había pequeños grupos más o menos partidarios del desarrollo turístico, pero la mayoría de la población aún ignoraba al turismo y sus efectos, no tenían una opinión formada al respecto y seguían con sus vidas de siempre.

Las posiciones frente al turismo de los grupos sociales de la época con mayor nivel cultural, y en general con una primera opinión formada al respecto son, en general, de apoyo al turismo. La postura de Juan Verdera Mayans, propietario y director del Diario de Ibiza, muestra que los comerciantes de La Marina no tenían miedo del exterior, más bien al contrario veían en ello una forma de mejora económica para la isla. La Voz de Ibiza, periódico más vinculado a la derecha tradicional, no es tan contundente en sus comentarios, pero no plantea ninguna oposición explícita al fenómeno turístico, más bien al contrario. Los propietarios de Dalt Vila no se opusieron a los cambios sociales y económicos por el mero hecho de que eran mucho más pobres que los terratenientes de Mallorca y no se podían permitir el lujo del inmovilismo. El igualitarismo de la sociedad ibicenca dio como uno de sus resultados el apoyo de este grupo social (Cirer, 2004: 155-156).

Es difícil encontrar posiciones claras de oposición al turismo. Lo que sí aparecen son posiciones a favor del inmovilismo social y religioso, y en contra de cualquier contacto con el mundo exterior que contamine la pureza del mundo tradicional ibicenco. Es el temor, por parte de algunos miembros de la sociedad insular, de que la llegada de gente de fuera destruya el paisaje y la identidad cultural de la isla. El principal grupo crítico de las influencias externas era la Iglesia Católica. Su periódico, Excelsior, no publica opiniones viscerales en contra del turismo; al contrario, ensalza los esfuerzos de los empresarios que construyen hoteles, la constitución del Fomento del Turismo, etc., pero no pierde ocasión para fustigar a las autoridades por su permisividad con las costumbres de los extranjeros. Pero la oposición de la Iglesia nunca fue muy intensa (Cirer, 2004: 156-157).

Entre las administraciones públicas, el Ayuntamiento de Ibiza hizo lo que pudo para apoyar el turismo dada su situación financiera, y el resto de ayuntamientos de la isla no parece que se opusieran al desarrollo turístico (Cirer, 2004: 157).

En resumen, en los años treinta existen diversos grupos de residentes: los artistas de las vanguardias europeas que se mantienen aislados del resto de la sociedad; un reducido grupo de visitantes y algún residente que plantean las primeras críticas al observar los cambios que está generando el sector; un pequeño grupo de personas con gran entusiasmo por el turismo; y la mayoría de la población local que aún no presta atención al sector.

Actitudes de los artistas extranjeros residentes en la isla

Los artistas de vanguardia fueron un grupo que resulta adecuado considerar residentes temporales o visitantes de larga duración y que, a pesar de su escaso peso numérico, tuvieron una gran importancia en el futuro de la isla por su impacto mediático.

Cabe mencionar que estos visitantes, en muchos casos ilustres, quedaron cautivados por el paisaje humano y natural que vieron. Benjamin pone de manifiesto sus criterios estéticos y su admiración por la sobriedad y multifuncionalidad del mobiliario de las casas payesas de Ibiza, en contraste con las casas burguesas (Benjamin et al., 1983: 17; Benjamin, 1996: 150). En esta visión no se encuentra ausente una cierta dosis de idealismo en la contemplación de la vida rural y "no se entretienen a enunciar los objetivos déficits" (Rovira, 1997: 60). Muchos de los artistas se veían atraídos por el exotismo de la isla, el mito de la mediterraneidad, y por el bajo coste de la vida, pero la Ibiza real, de subdesarrollo económico, de emigración, de analfabetismo y de deficientes infraestructuras fue invisible para los ilustres visitantes extranjeros.

La interacción entre artistas y residentes ha sido tradicionalmente mínima y un ejemplo, entre muchos, de la compartimentación existente entre los grupos sociales que se han formado en paralelo al desarrollo turístico. En general, los artistas de los años treinta se mantuvieron aislados del resto de la sociedad, aunque Will Faber, Raoul Hausmann y Erwin Broner tuvieron un mayor contacto con la sociedad local que algunos de sus compatriotas (Rodríguez, 2003: 14-26). Hay un aislamiento e ignorancia mutua entre los grupos de extranjeros y locales que fundamenta la imagen de libertad y tolerancia. Dentro de la gran ignorancia mutua que tienen estos grupos sociales hay una cierta admiración y respeto de los extranjeros hacia los ibicencos y de los ibicencos hacia los extranjeros.

Primeras críticas hacia el turismo

Pese al exiguo desarrollo del turismo y a los apoyos que esta industria tenía entre la población, consciente del desarrollo económico que podía representar, no todo era unanimidad. La joven y balbuceante industria, apenas nacida, comenzó ya a causar algunos recelos. Josep Artugues-Riera, en un artículo periodístico criticaba los cambios que el turismo provocaba en las señas de identidad del pueblo ibicenco y reclamaba la corrección y el respeto de los turistas hacia la población local y sus costumbres, con especial mención a la indumentaria (Ramón, 2001: 41).

En un artículo de opinión de 1932, firmado por "Sía" y de título "Cal prevenir", se muestra una opinión refractaria al turismo, aunque de sus palabras parece deducirse que considera inevitable la invasión y la pérdida de identidad de los ibicencos (Cirer, 2001). Sía plantea crear reductos donde se ofrezcan los servicios que buscan los visitantes pero sin alterar la vida y cultura de la isla. Es decir, crear complejos turísticos que concentren la actividad turística para evitar que su presencia altere los núcleos de población autóctona. El autor de este artículo era un catalán que viajaba a Ibiza por motivos comerciales y que puede englobarse en una corriente antiturística que aparecerá de forma recurrente durante todo el siglo XX.

Es típico de algunos visitantes "cultos" apreciar la vigencia de las tradiciones locales y pensar que los "incultos" ibicencos las perderán porque no saben valorarlo (Cirer, 2004: 156-157). La explicación más plausible de este tipo de actitudes es que los visitantes buscan un lugar en donde la modernidad no haya llegado para veranear o residir en el, huyendo de la vida moderna, y creen que la región debe conservarse tal y como ellos la conocieron por primera vez. Por otra parte, la población local desea incorporar en sus vidas algunos de los elementos de la modernidad y abandonar las carencias de la vida tradicional. La falta de empatía de los nuevos residentes llegados de fuera de la isla se muestra en el hecho de que consideran que la actitud de los residentes autóctonos se debe en exclusiva a una falta de cultura por parte de estos últimos.

Entre los visitantes de los años treinta aún se ve cierto etnocentrismo en sus análisis y describen a la isla y sus habitantes como muy atrasados y aislados del mundo, a la vez que admiran la arquitectura y el paisaje local, y lamentan que el progreso de la isla destruya su identidad. Muchos de ellos quieren que la isla sea una reserva de primitivismo humano en donde se pueda contemplar cómo era la vida tradicional y en la que no entre la modernidad. En épocas más recientes se han podido contemplar actitudes similares, tanto en las islas como en otras regiones en vías de desarrollo. Las personas que poseen estas actitudes rara vez son de la región en cuestión y suelen proceder de regiones ya desarrolladas.

Desde los años treinta hasta el presente ha habido presencia de un sector más o menos crítico con el turismo. Este sector de la población está compuesto habitualmente por personas de mentalidad muy conservadora (cada vez menos), visitantes y residentes que no quieren que desaparezca el mundo que conocieron cuando llegaron por primera vez y residentes que muestran una añoranza por algunos elementos de un pasado que en muchos casos nunca conocieron (cada vez más).

Actitudes de los partidarios del turismo

Ante posturas como las de Josep Artugues-Riera y "Sía", en que se muestran reticencias y las primeras críticas al turismo, se posiciona el grupo de empresarios ibicencos que llevaban desde principios de siglo abogando por el desarrollo del sector y la creación del Fomento del Turismo. Uno de los exponentes de esta postura es el Diario de Ibiza. En un editorial, probablemente escrito por Joan Verdera Mayans (director de Diario de Ibiza), se hace una defensa apasionada del negocio turístico y propone la constitución del Fomento del Turismo: "No habríamos podido prever el buen resultado que ha obtenido en Ibiza la denominada industria del Turismo. [...] Hoy en día existe una numerosa colonia de forasteros que deja buenos beneficios a la isla, y aún mayor será el incremento que tendrá" (Cirer, 2001: 21).

Este pequeño grupo tiene actitudes muy positivas hacia el turismo porque perciben que los beneficios para ellos y la sociedad insular serán muy importantes e imposibles o muy difíciles de conseguir por otros medios. El principal escollo que sufrió este grupo en las primeras fases de desarrollo turístico no fueron los críticos con el sector sino el individualismo e indiferencia de la inmensa mayoría de los ibicencos.

El nacimiento del Fomento del Turismo no supuso un automático entusiasmo por parte de todos los sectores de la isla a favor de la potenciación del turismo. Pero la apatía era más bien generalizada y sólo los directivos de la entidad, además de los hoteleros y demás empresarios del sector (todavía muy escasos), impulsaban realmente esta industria. En realidad, durante los años treinta, el Fomento del Turismo consistía en un grupo muy reducido de hombres de la isla (la dirección del mismo) que poseían una fe inquebrantable en el futuro del turismo en la isla y realizaban todas las actividades del Fomento gracias a su esfuerzo personal, a ayudas puntuales y a favores y préstamos realizados por conocidos y amigos (Cirer, 2001).

En la primera mitad del siglo XX, el individualismo de los ibicencos unido a un cierto desconocimiento o ignorancia de las posibilidades del sector turístico hizo que entidades como la Cámara de Comercio de Ibiza, el Fomento del Turismo, etc. fracasaran o se vieran reducidas a un pequeñísimo grupo de empresarios que intentaban llevar adelante algunas acciones de promoción turística.

Visión general de las actitudes de la población de la isla

Las actitudes existentes en el primer tercio del siglo XX se pueden resumir en cuatro grupos de individuos cuya presencia se mantendrá en fases posteriores, aunque con porcentajes distintos: artistas e intelectuales refugiados en la isla, primeros críticos con el turismo, defensores del turismo y la mayoría de la población.    

Los artistas e intelectuales refugiados en la isla, principalmente de origen alemán. Estas personas residieron durante varios meses o años en la isla y se mantuvieron aislados de la población autóctona y de sus preocupaciones, siendo personas bastante solitarias y que se relacionan, casi en exclusiva, con otros artistas e intelectuales residentes en la isla. A pesar de que tienen un gran desconocimiento de la sociedad local, admiran su forma de vida y sus costumbres. Por tanto, se trata de un grupo de extranjeros poco numerosos y sin integrar, pero cuyo aislamiento social hace que no haya conflictos con la población local.

Los primeros críticos con el turismo. Eran individuos que en muchos casos procedían de fuera de la isla y que muestran preocupación por los impactos negativos del turismo, principalmente sobre la cultura local, aunque no se oponen al desarrollo del sector. Este grupo es muy reducido en los años treinta y, aunque sus apreciaciones son interesantes, un halo de romanticismo impregna sus comentarios.

Los empresarios defensores del desarrollo turístico. Este grupo existía desde principios de siglo y era muy reducido, a pesar de lo cual consiguieron éxitos tangibles: creación del Fomento del Turismo, apertura de diversos hoteles y otros establecimientos de alojamiento y algunas pequeñas mejoras en infraestructuras y promoción turística. El entusiasmo de estos individuos es debido a que consideran el turismo la vía más fácil, sino la única, para mejorar las condiciones de vida.

La inmensa mayoría de la población local, seguía sin prestar atención ni tener concienciación de la importancia que podía tener el turismo en la mejora de sus condiciones de vida. La mayoría de los ibicencos seguían con una economía que era básicamente de subsistencia, aunque las exportaciones que se producían permitieron que el campo ibicenco viviera su mejor época a finales del siglo XIX y principios del XX (Cirer, 1986, 1998, 2002, 2004, 2006). Probablemente esta mejora en las condiciones de vida de la población frenara su implicación en el nuevo sector económico, un indicio de ello es que las dificultades de la posguerra hicieron que mucha población se volcara en el nuevo sector a partir de los años cuarenta a pesar de existir peores condiciones que en los años treinta.

CONCLUSIONES

Los inicios del turismo en Ibiza se remontan al primer tercio del siglo XX, años treinta principalmente. Este periodo se caracteriza por combinar una cifras turísticas anecdóticas, comparado con periodos posteriores, con incipientes preocupaciones y debates aún hoy vigentes y actuales. Las peticiones obreras, la preocupación del Fomento del Turismo por atraer turistas en invierno y las opiniones expresadas por diversas personas, por ejemplo Schlichtkrull, en la prensa local aún hoy son válidas en una proporción muy importante. Y como anécdota se puede indicar que la primera mención a un impuesto turístico, en este caso para financiar el Fomento del Turismo, se produjo en la reunión del Fomento del Turismo del 10 de abril de 1934 (Ramón, 2001: 57).

No hay estudios sobre las actitudes de la sociedad ibicenca hacia el turismo, hasta tiempos muy recientes. Además, hasta después de la guerra civil, el turismo era más una promesa de futuro que una realidad y, por tanto, el contacto de la mayoría de la población con el turismo era realmente escaso. El resultado es que las actitudes de los residentes hacia el turismo se resumían en unas ideas muy vagas. Ahora bien, las indagaciones de diversos autores (Cirer, 2004: 158; Cooper, 2002) inducen a pensar que los ibicencos, cuando fueron tomando conciencia, vieron con buenos ojos el turismo porque hizo posible cambiar la sociedad para combatir la miseria y el atraso endémicos. Sin embargo este apoyo nunca ha representado una falta de sentido crítico y de reconocimiento de los inconvenientes del turismo. Esto indica que la situación económica, y consecuentemente social, de atraso de la población autóctona generó suficientes actitudes positivas como para que las primeras fases del desarrollo turístico transcurrieran sin escollos. Por tanto, durante el primer tercio del siglo XX aparecen dos grupos principales de individuos: Partidarios y Sin Opinión Formada.

Partidarios. Diversos empresarios y personas de Ibiza ciudad, con un buen nivel cultural y económico, que tenían una visión optimista acerca del turismo como futuro sector económico y válvula de escape de la pobreza imperante en la sociedad insular. Este grupo era muy reducido, probablemente no más de unas decenas de personas, pero su posición social les permitía un impacto de sus acciones superior al que correspondería por su tamaño numérico. Las escasas acciones vinculadas a la promoción turística de esta época fueron iniciativas llevadas a cabo por este pequeño conjunto de personas, gracias al trabajo y capital personal de ellos y a los contactos que tenían dentro y fuera de la isla.

Sin opinión formada. El resto de la población se mantenía ajena a las posibilidades del negocio turístico. Su actitud hacia el turismo era de gran ignorancia, ya que su rutina diaria seguía centrada en la economía agraria de subsistencia que dominaba la isla desde hacía siglos, con las únicas novedades de unas ciertas exportaciones y alguna innovación en la rutina diaria. Este grupo de residentes que ignoran el turismo fue muy numeroso hasta después de la guerra, en que la miseria de la posguerra hizo que los ibicencos se fijaran cada vez más en el turismo como medio para salir del atolladero.

Los críticos del turismo existían pero eran anecdóticos, no residentes en la isla y no tenían una oposición clara, y los artistas e intelectuales extranjeros se pueden englobar en los individuos sin opinión formada. Además la colonia de extranjeros fue más importante para la creación de la imagen de Ibiza que para la determinación de las actitudes hacia el turismo. Estos extranjeros eran numéricamente tan escasos que resultaban imperceptibles para la población local, más allá de sus inmediatos vecinos, pero en muchos casos formaban parte de las vanguardias europeas de la época. Este hecho inició la difusión de Ibiza dentro de ambientes alternativos occidentales, facilitando la llegada de diferentes oleadas de individuos de la contracultura durante las décadas centrales del siglo XX, llegando al apogeo del movimiento hippie de finales de los sesenta y principios de los setenta. Estos hippies son la base sobre la que se asienta la imagen internacional de libertad y fiesta de la isla. Lo que diferencia a Ibiza de otros destinos en los que se establecieron colonias de artistas e intelectuales es que la presencia de estos visitantes y su relación con la población local fue el elemento iniciador de la imagen turística internacional de Ibiza, mientras que en otros destinos este aspecto quedó en segundo plano respecto a otros factores como el exotismo (Marruecos, Egipto, etc.), los restos arqueológicos (Grecia, etc.) o el paisaje natural (Mallorca, Menorca, etc.).

En el caso de Ibiza los elementos que hicieron posible el desarrollo inicial de la industria turística fueron principalmente tres:

  • La belleza del paisaje natural combinado con un cierto primitivismo en la cultura local. El entorno tenía un aspecto lo suficientemente primitivo como para resultar atractivo a los visitantes, pero no era lo suficientemente primitivo para impedir el desarrollo de un sector turístico.

  • Vinculado al primitivismo cultural, la precariedad económica de la sociedad frenó posibles actitudes antiturísticas y fomentó la aparición de partidarios entusiastas del nuevo sector entre la población local. Ningún grupo social poseía una situación económica que les permitiera dar la espalda al nuevo sector económico.

  • Vinculado a las actitudes favorables al turismo, aparecieron unos niveles de tolerancia y respeto hacia el forastero que permitieron la creación de una colonia de artistas e intelectuales extranjeros que fueron punto de partida para la creación de la actual imagen internacional de Ibiza.

La belleza de un entorno natural en buen estado combinado con una sociedad culturalmente y económicamente en vías de desarrollo que genere actitudes positivas y tolerantes entre los residentes es una buena receta para iniciar el desarrollo de un nuevo destino turístico. Partiendo de este ejemplo, y teniendo en cuenta la gran diversidad de atractivos turísticos posibles (turismo de naturaleza, cultural, urbano, industrial, etc.), se puede destacar la importancia de las actitudes positivas y del trato ofrecido al turista para el desarrollo turístico. Estas actitudes y hospitalidad dependen en gran medida de las posibilidades de desarrollo económico que ofrezca el turístico. Por tanto, el desarrollo turístico de una región depende de los beneficios económicos que obtengan o esperen obtener los residentes, siendo estos beneficios económicos un pilar fundamental de la gestión turística.

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Recibido el 30 de enero de 2013
Reenviado el 28 de mayo de 2013
Aceptado el 10 de junio de 2013
Arbitrado anónimamente

 

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