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Estudios y perspectivas en turismo

versão On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.24 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires out. 2015

 

DOCUMENTOS DE BASE

Turismo y sexo

Una reflexión teórica desde el homoerotismo y el espacio

 

Anne Marie Van Broeck*

KU Leuven - Universidad Católica de Lovaina Lovaina, Bélgica

Álvaro López López**

Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad de México, México

* Doctora en Antropología Social y Cultural por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica; actualmente es profesora del curso Turismo y Cultura en el Departamento de Ciencias de la Tierra y Medioambiente de esta Universidad; también es guía turística certificada, investigadora y consultora independiente. E-mail: amvanbroeck@skynet.be

** Doctor en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México, México. Actualmente es Investigador Titular de Tiempo Completo en el Departamento de Geografía Económica del Instituto de Geografía de esta Universidad y profesor de asignaturas relativas a la geografía del turismo en maestría y posgrado. E-mail: lopuslopez@yahoo.com.mx


Resumen:

Este trabajo se propone explorar las relaciones entre turismo y homoerotismo a partir de las discusiones y estudios de caso que sus autores han expuesto en publicaciones previas. Para entender el turismo asociado a prácticas homoeróticas desde una visión espacial, se comienza por desvincular el binomio "turismo y sexo" del concepto de "turismo sexual", apoyándose en el papel crucial que juegan las identidades en la discusión de los diferentes conceptos y discursos del fenómeno. Posteriormente, se procede a explorar el consumo sexual durante los viajes y la supuesta mayor proclividad que presentan aquellos viajeros que acostumbran involucrarse en prácticas homoeróticas en comparación con aquellos que no lo acostumbran. Finalmente, se brindan algunos ejemplos de estudios referentes al turismo y sexo en Latinoamérica.

PALABRAS CLAVE: Turismo sexual; Turismo y sexo; Turismo y homoerotismo; Turismo y sexo masculino-masculino en Latinoamérica.

Abstract:

Tourism and Sex: a Theoretical Exploration from the Perspective of Homoeroticism and Space. This paper explores the relationship between tourism and homoeroticism. The discussion derives from the analysis of case studies published elsewhere by the authors. To understand the relationship between tourism an homoerotic practices from a spatial perspective, the authors begin by disassociating "Tourism and Sex" from the concept of "Sex Tourism", on account of the crucial role played by the identities in the analysis of the different concepts and discourses of the phenomenon. The discussion then shifts to sexual consumption during travel and the supposedly greater proclivity to have sex by those travelers who favor homoerotic practices compared to those who do not. Finally, some examples of studies concerning tourism and gender in Latin America are provided.

KEY WORDS: Sex tourism; Tourism and sex; Tourism and homoeroticism; Male-male sex and tourism in Latin America.


INTRODUCCIÓN

Este artículo fue re-trabajado y actualizado a partir del texto "Aspectos teóricos del turismo asociado con la sexualidad y el homoerotismo" (Van Broeck & López, 2013) publicado en el libro Turismo y sexo en México. Cuerpos masculinos en venta y experiencias homoeróticas. Una Perspectiva Multidisciplinaria. Aquí se expone la plataforma teórica para el análisis de la relación turismo-homoerotismo, tanto a nivel mundial como en Latinoamérica, en tres apartados. En el primero ("¿Turismo sexual?: Sun, Sea, Sand & Sex") se señala que la terminología comúnmente empleada "turismo sexual" (Sex Tourism) resulta un tanto reduccionista en el sentido de que agrupa a una gran diversidad de comportamientos sexuales en torno al escenario turístico. Así pues, a partir de la literatura consultada, se rescatan términos como "turismo y sexo" (Tourism and Sex), con el fin de rescatar la diversidad de comportamientos sexuales, entre los cuales queda incluido el propio "turismo sexual".

En el segundo apartado ("Turismo asociado con personas que acostumbran las prácticas homoeróticas: la importancia del espacio") se discute la pertinencia del concepto "turismo gay" (Gay Tourism) para referirse a los viajes de los hombres que tiene prácticas homoeróticas en dos sentidos: por un lado, lo relativo a la identidad, pues los varones implicados sexualmente pueden identificarse a sí mismos con diversas etiquetas (entre ellas la de gay u homosexual). Así, se rescata la propuesta de los tres escenarios de la interacción entre turismo y prácticas homoeróticas, a saber: el "turismo homosexual" (Homosexual Tourism), el "turismo gay" (Gay Tourism) y el "turismo queer" (Queer Tourism). Por otro lado, se discute la mayor proclividad que supuestamente tienen aquellos turistas acostumbrados a involucrarse en prácticas homoeróticas a buscar experiencias sexuales durante sus viajes en comparación con los turistas heterosexuales. Tal planteamiento se apoya en los datos obtenidos en investigaciones previas. En toda esta dinámica, el espacio geográfico tiene una relevancia significativa, ya que sus atribuciones culturales específicas conllevan a una diferenciación del fenómeno del homoerotismo relacionado con el turismo.

En el tercer apartado ("Turismo y homoerotismo en Latinoamérica") se exponen brevemente algunos estudios académicos que versan sobre las experiencias homoeróticas de varones en contextos turísticos.

¿TURISMO SEXUAL? SUN, SEA, SAND & SEX

Por varias décadas al turismo de masas se le ha llamado turismo de las "tres eses": Sun, Sea & Sand (sol, mar y arena). Una cuarta ese, relativa al sexo (Sex), le ha sido agregada más tarde (Crick, 2001), en atención a la importancia que la sexualidad tiene para el turismo. En tanto que la sexualidad es una actividad humana y como tal no sólo está presente en la vida cotidiana de las personas, sino también en otros momentos (el tiempo libre, por ejemplo) es comprensible que el sexo sea considerado crecientemente como un componente de las vacaciones (Altman, 2001).

Varios estudios señalan que durante sus vacaciones los turistas tienden a ser aún más proclives al ejercicio sexual (Clift & Carter, 2000; Ryan & Hall, 2001; Hughes, 2006). Al estar alejados del hogar y de sus restricciones habituales, muchos de ellos se sienten estimulados a romper con ciertas inhibiciones, lo que resulta en un incremento de las prácticas sexuales no sólo entre quienes viajan juntos (parejas, por ejemplo), sino también con otros turistas que conocen en el sitio de destino, o con pobladores locales.

Las normas que regulan el encuentro sexual con gente desconocida tienden a relajarse durante las vacaciones, situaciones extra cotidianas que se desarrollan en un escenario territorial distinto al acostumbrado durante el tiempo libre. Es este carácter "limítrofe" del turismo (Ryan & Hall, 2001) el que permite adoptar comportamientos situacionales más laxos para vivir nuevas experiencias, lo cual puede incluir un incremento en la actividad sexual. La noción de Turner (1974) de que las entidades limítrofes no son ni de aquí ni de allá, y que no son posiciones asignadas ni dispuestas por leyes, costumbres, convenciones ni ceremonias, se ha utilizado para explicar parcialmente el espacio cultural que llena el turismo sexual (Ryan & Hall, 2001: 101).

Según la información recogida por estos mismos autores, "durante las vacaciones, los individuos abandonaron sus relaciones de pareja habituales y fueron más propensos a participar en relaciones sexuales con extraños" (Ryan & Hall, 2001: 101-102).

Por su parte, Hughes (2006: 62) señala que las vacaciones son oportunidades para relajar las normas de conducta y [...] los turistas realizan nuevos contactos sexuales y se arriesgan más. Las consecuencias de la actividad sexual se perciben como menos graves y algunas compañías, especialmente las orientadas a vacaciones para heterosexuales, incitan a la actividad sexual. La mayoría de los textos [en Clift & Page, 1996] concuerda con que los encuentros sexuales casuales parecen ser parte de la experiencia deseada de las vacaciones.

Según este autor, algunos turistas viajan "con el propósito principal de tener encuentros sexuales mientras están fuera y tales encuentros son por lo general de tipo comercial" (Hughes, 2006: 65), y agrega que lo común es que un viaje que tiene como propósito específico involucrarse en relaciones sexuales sea clasificado como "turismo sexual" (Sex Tourism).

Por su parte, Aramberri (2005: 102) enfatiza el peso de la prostitución en el turismo sexual al referirse a él como "Aquellos viajes que tienen por meta principal mantener relaciones sexuales con personas prostituidas (sean hombres o mujeres, mayores de edad o menores)". De acuerdo con estas definiciones el "turismo sexual" se revela como un ámbito de la prostitución en el que se insertan los viajeros que, alejados de su lugar de origen, compran sexo (Opperman, 1999: 253) (Figura 1). Hay incluso quienes, como Jeffreys (1998 citado por Sanchez, 2001: 749), opinan que sería más preciso referirse al turismo sexual como "turismo de prostitución".


Figura 1: Prostitución y turismo sexual
Fuente: Opperman (1999: 253)

No obstante, el concepto de turismo sexual entendido como la actividad comercial consistente en comprar y vender actividades sexuales específicas con la condición expresa de que el turista tenga como propósito principal o único de su viaje el consumo de servicios sexuales, es aplicable a sólo una parte de una realidad caracterizada por interacciones de distinto tipo entre dos o más personas que se involucran en una relación sexual; además de que los viajes suelen tener muchas motivaciones de las cuales el sexo (incluido el comercial) es sólo una.

La noción de turismo sexual ha generado insatisfacción teórica por sus limitaciones implícitas, por lo que varios autores como Opperman (1999), Ryan & Hall (2001) y Bauer & Mckercher (2003), han manifestado la necesidad de revisarla y ampliarla. La crítica de Opperman (1999) a la definición tradicional del turista en busca de sexo provocó una revolución en el análisis teórico del turismo-sexo. Según este autor, el turista en busca de sexo (llamado también "turista sexual") debe entenderse como alguien que tiene sexo deliberadamente durante sus vacaciones; se mantiene fuera de su hogar por lo menos 24 horas; conoce al proveedor de sexo por primera vez; tiene relaciones sexuales como resultado directo de un intercambio monetario y obtiene una gratificación sexual en encuentros que duran relativamente poco tiempo (Opperman, 1999: 261).

Como se ha dicho el sexo es sólo un elemento que se suma a un amplio menú de intereses, necesidades y motivaciones turísticas, además de que con frecuencia ocurre que se puede participar de actividades sexuales (aún de la prostitución) sin haber sido planeadas, y que se dan más bien coyunturalmente (Opperman, 1999; Ryan & Hall, 2001; Bauer & McKercher, 2003).

La oportunidad de tener sexo se busca intencionalmente no sólo durante el tiempo libre y puede presentarse también en horas de trabajo (por ejemplo, el turismo de negocios o académico), y no necesariamente con la intervención de intercambios monetarios (Oppermann, 1999; Herold, García & De Moya, 2001). En realidad, se ha constatado que durante los viajes el ejercicio de la sexualidad predominante es el de parejas de turistas ya constituidas al iniciar el periplo (con un eventual incremento en su frecuencia sexual), o entre turistas que formaron parejas nuevas en el trayecto (Carter & Clift, 2000) y en última instancia están las relaciones entre turistas y habitantes locales, con o sin pago.

La visión tradicional del turismo sexual, asociada como está con la prostitución, ha generado un discurso de victimización esencial de los hombres o mujeres que ofertan el trabajo sexual, lo que ha llevado a la difusión de múltiples prejuicios como lo han puesto de manifiesto Oppermann (1999), Ryan & Hall (2001) y Herold, García & De Moya (2001). En esta visión, emanada del "feminismo radical" (Herold, García & De Moya, 2001: 979), es el turista varón el que viaja (y el que tiene el poder) y consume los servicios sexuales de una mujer (generalmente sometida).

El discurso tradicional del turismo sexual ha ocultado múltiples interacciones sexuales de los viajeros y las viajeras; por ejemplo, la existencia de mujeres turistas que se vinculan sexualmente con varones conocidos en sus viajes, ya sea que éstos ejerzan o no la prostitución (Oppermann, 1999; Herold, García & De Moya, 2001; Sanchez, 2001), o las relaciones sexuales homoeróticas (es decir, entre personas del mismo sexo, sean varones o mujeres), independientemente de las identidades sexuales de los participantes, siendo lagay (dentro del denominado "turismo sexual gay" o Gay Sex Tourism) sólo una de ellas (Puar, 2002a; Graham, 2002).

Pruitt & Lafont (1995), quienes propusieron el concepto de "turismo de romance" (Romance Tourism), abrieron con su estudio una nueva perspectiva del vínculo del sexo con el turismo pues incluyeron en su análisis a mujeres turistas, además de que propusieron la existencia de relaciones sexuales sin intercambio monetario. El énfasis de los actores es en el noviazgo y no en el intercambio monetario por sexo [...] Estas relaciones se construyen a través de un discurso del romance y de relaciones a largo plazo y en la implicación emocional por lo general no está presente el sexo (Pruitt & Lafont, 1995: 423).

Este concepto ha sido objeto de crítica pues lo cierto es que el turismo sexual y el turismo de romance no son mutuamente excluyentes (Albuquerque, 1998; Herold, García & De Moya, 2001; Sanchez, 2001), y tampoco el romance está esencialmente ligado al género, como dicta el prejuicio de que los hombres son más proclives al sexo, mientras que las mujeres lo son al romance.

Según Opperman (1999), este prototipo del turista sexual, tal como se venía definiendo, es prácticamente inexistente, y más bien la situación del turismo y sexo y de los actores implicados guardan una complejidad mayor que la pretendida. Para la exposición de sus argumentos este autor planteó seis dimensiones de análisis (Figura 2).


Figura 2: Esquema del turismo sexual, según Opperman (1999)
Fuente: Opperman (1999: 255)

Como puede apreciarse en esta figura, la primera dimensión alude a las "intenciones de tener sexo con desconocidos durante las vacaciones y con el propósito del viaje". Antes del viaje algunas personas no tienen en mente la actividad sexual con desconocidos, pero puede haber quienes planeen su viaje expresamente con esta finalidad. El viaje puede tener solamente un propósito o varios (por ejemplo, descansar, conocer otra cultura, visitar a los amigos y hacer negocios) y entre ellos, el sexo. Al preparar la maleta es probable que se piense en llevar un condón, por si acaso, contemplando la posibilidad de que no se utilice. Con este ejemplo se evidencia que los denominados "turistas sexuales" son individuos generalmente comunes y potencialmente coloca a todas las personas adultas en esta categoría.

Por otra parte, la retribución monetaria directa no siempre está presente como forma de gratificar lo sexual, pues existen muchos otros valores de intercambio que eventualmente pueden disminuir la carga que socialmente se le ha atribuido a la prostitución. Así, los turistas pueden conseguir o premiar indirectamente favores sexuales mediante regalos, ofrecimientos de viajes, pagos de deudas e invitaciones a restaurantes, por ejemplo; y también se presentan casos en los que sólo hay un intercambio sexual y afectivo sin ninguna intervención de lo económico. Es interesante reflexionar si en la cotidianidad, las parejas que se dan regalos están gratificando o pagando "veladamente" la interacción sexual o están tratando de asegurar el mantenimiento de la relación. Se expone la pregunta no con el afán de criticar la existencia de este tipo de intercambios sino de revelar que cuando éstos se dan en el marco del turismo sexual, son considerados acríticamente como algo moralmente negativo, mientras que la percepción cambia cuando se trata de parejas tradicionalmente establecidas.

La "amplitud del tiempo compartido entre el buscador y el proveedor de sexo" varía de algunos minutos hasta varios años, de acuerdo con el tipo de interacción sexual y afectiva que se dé entre ellos como se expone en el siguiente punto.

La "relación establecida entre el buscador y el proveedor de sexo" depende de circunstancias sexuales y afectivas. Por ejemplo, si un turista acude a un show de sexo en vivo (en el que incluso él puede o le pueden practicar sexo oral en cabinas privadas), por lo general el vínculo es breve, muy distinto a lo que sucede entre un turista que visita por temporadas durante varios años a una pareja con la que mantiene una relación sexual y afectiva duradera. Asimismo, la actividad sexual puede darse desde el primer encuentro de los participantes o con posterioridad.

El tipo de "encuentro sexual" no siempre está asociado con el coito y puede tomar formas muy variadas como la masturbación o el voyerismo, tal como ocurre con la observación de cuerpos desnudos a través de las "vitrinas" en Ámsterdam, o en las marchas gay, o en los shows de strippers, o con el sexo en vivo en cuartos oscuros, o en museos de sexo, entre muchos otros ejemplos.

Este último aspecto es de gran interés, pues suscita la pregunta de quién es el que viaja en la interacción sexual asociada con el turismo. Normalmente se da por hecho que quien viaja es el turista buscador de sexo, pero lo cierto es que muchas personas que ofertan servicios sexuales suelen desplazarse a las zonas turísticas en temporadas altas. Por otra parte, están los vínculos sexuales establecidos en el ciberespacio cuya relación con el turismo-sexo no es fácilmente demostrable. Cuando un buscador de sexo de determinado lugar del planeta paga por observar vía Internet a otra persona, pareja o grupo de individuos teniendo relaciones sexuales, se trata a fin de cuentas de un acto de voyerismo entre personas situadas en espacios diferentes. A partir de las seis dimensiones anteriores Opperman (1999) propone un esquema en el que la prostitución se superpone parcialmente con el turismo sexual (Figura 3).


Figura 3: Prostitución y turismo sexual redefinido
Fuente: Opperman (1999: 262)

A partir de Opperman (1999), varios autores han continuado con la reinterpretación teórica de la interacción del turismo con el sexo y poco a poco el término "turismo sexual" ha ido sustituyéndose por el de "turismo y sexo", que es más neutro y da cabida a una gran cantidad de prácticas sexuales en múltiples contextos, de las cuales el turismo de prostitución es sólo una. Ryan & Hall (2001) por ejemplo, propone que la relación entre turismo y sexo tiene tres dimensiones, y que entre sus extremos existe una amplia gradación: a) como ya se había dicho, puede ser comercial o no; b) las personas (sobre todo el sexoservidor/proveedor) pueden estar inmersas voluntariamente o en circunstancias de explotación, y c) la sexualidad de los implicados puede permitir la confirmación de su integridad o un desafío de la misma (Figura 4).


Figura 4: Paradigmas del turismo sexual
Fuente: Ryan & Hall (2001: 100)

De igual manera McKercher & Bauer (2003) propusieron tres dimensiones con extremos y gradaciones cada una de ellas; las dos primeras de las cuales también están contempladas en los modelos anteriores (Ryan & Hall, 2001; Opperman, 1999): a) las motivaciones del viaje pueden definirse por el ejercicio del sexo o el romance, de manera muy importante o insignificante; b) las relaciones pueden dirigirse hacia una experiencia positiva y beneficiosa o de explotación para los participantes implicados (especialmente quien ofrece el sexoservicio), y c) el papel de la industria turística como facilitadora de las prácticas sexuales (ya sea mucho, poco o nada), algo que hasta entonces no se tomaba en cuenta (Figura 5). Con base en este planteamiento, es posible identificar, entre otros aspectos, cómo es que diferentes actores promotores, gestores, organizadores y planeadores del turismo facilitan la interacción sexual; por ejemplo, la oferta de paquetes turísticos para "lunas de miel" o la promoción de mercado basada en imágenes paradisíacas de playas tropicales con cuerpos intencionalmente desnudos.


Figura 5: Relación entre turismo y sexo
 Fuente: McKercher & Bauer (2003: 6)

Así pues, dejando atrás las limitaciones de la visión tradicional del turismo sexual este trabajo se enmarca en los planteamientos del turismo y sexo para proponer un esquema en el que se aprecian por separado los tres elementos considerados en todas las conceptualizaciones anteriores: turismo, sexo y prostitución (Figura 6). Se expone la intersección entre el turismo y la actividad sexual, y se evidencia que no todo el turismo gira en torno a lo sexual, ni todo lo sexual en torno al turismo. Igualmente, la prostitución está inmersa en la sexualidad, pero puede o no estar asociada al turismo.


Figura 6: Relación entre turismo y sexo, según Van Broeck
Fuente: Elaboración propia

A fin de ejemplificar un poco esta diversidad compleja se puede señalar que los sectores de prostitución en muchas localidades turísticas del mundo son sólo una parte de áreas mayores que abarcan diversas formas de la sexualidad (zonas de "ligue", discotecas que incluyen shows de sexo en vivo, bares con cuartos oscuros, etcétera), y a estas partes pueden acudir con fines recreativos, tanto población local como turistas (ya sea que estén hospedados en estos sectores o no), y otro aspecto que se debe reconocer es que no todos los sectores de prostitución se traslapan con los sectores del turismo (Figura 6).

La mayoría de los estudios mencionados acerca del turismo sexual y el turismo y sexo centra su análisis en la heterosexualidad: particularmente turistas varones que se vinculan con trabajadoras sexuales. Sin embargo, en la investigación académica más reciente el tema de las prácticas homoeróticas en contextos turísticos, así como el de las turistas en busca de sexo o romance, ha empezado a despuntar (López & Van Broeck, 2010; 2013).

TURISMO ASOCIADO CON PERSONAS QUE ACOSTUMBRAN LAS PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS: LA IMPORTANCIA DEL ESPACIO

¿Turismo gay?

El turismo ejercido por varones que acostumbran las prácticas homoeróticas ha sido muy poco abordado en el mundo; de hecho, los estudios más conocidos se han publicado en inglés, de ahí la profusión del término turismo gay (Gay Tourism), el cual es una expresión dominante en la investigación académica para designar a los viajes de hombres que tienen prácticas homoeróticas, independientemente de que los sujetos (turistas o locales) asuman o no como propia la identidad gay caracterizada, entre otros aspectos, por "salir del clóset" o asumir públicamente la condición homoerótica (Herdt, 1992).

Hasta muy recientemente en un esfuerzo por evidenciar la enorme variedad de vivencias sexuales existentes entre los varones implicados en sus viajes, en términos de las identidades los espacios geográficos y la temporalidad, además del de "turismo gay" se han incorporado otros términos para referirse a la dinámica del vínculo sexual entre hombres en contextos turísticos como son "turismo homosexual" (Homosexual Tourism) y más recientemente "turismo queer" (Queer Tourism) (Puar, 2002a: 4; Puar, 2002b: 130).

Uno de los estudios que establecen cierta diferenciación del turismo en función de las identidades de los individuos implicados y que pone de relieve el espacio geográfico del turismo es el de Graham (2002). Aunque está planteado desde la perspectiva de los viajeros más que desde la de los receptores, este trabajo busca determinar si se mantiene o rompe la dicotomía establecida entre lo heterosexual y lo homosexual y si se fomenta o no la marginación: Me enfocaré en el turismo en términos de tres grandes categorías que se superponen: el turismo homosexual, el turismo gay y el turismo queer. Me enfoco en cómo cada uno de estos tipos contribuye a mantener o romper la dicotomía heterosexual-homosexual y en particular las formas de marginación (geográficas, sociales y culturales) que generan (Graham, 2002: 18).

Como señala Hernández (2013) en tanto que la identidad homosexual es anterior a la gay, el turismo homosexual, que aún continúa en nuestros días, es también anterior e inicia en el siglo XVIII en Europa. Graham (2002) lo caracteriza como una forma de viaje a modo de una fuga mediante la cual se abandona temporalmente el propio país para encontrar la liberación sexual en otro lugar menos represivo, o al menos considerado como tal.

Según este autor, los orígenes de tales movimientos turísticos se encuentran en el Grand Tour que motivó el desplazamiento de varones de la Europa del norte a la del sur en una atracción por el arte renacentista (asociado con el homoerotismo latino y griego), el sol y el sexo. En medio del placer buscado se sitúan la moral del norte de Europa dictada por el Estado y la moral del sur de Europa marcada por la Iglesia, lo que supone la búsqueda de placer inmersa en la marginalidad: un turismo de las márgenes, de las periferias.

La marginalidad está presente de múltiples maneras, una de ellas es el hecho de que el espacio al que asisten los turistas homosexuales es más bien clandestino o entendido como clandestino (al interior de la dicotomía de la heterosexualidad-homosexualidad), y con el deseo de mantenerse en el anonimato pues no hay una aceptación formal aunque puede haber cierta tolerancia. El turismo homosexual, entonces, implicó el viaje a lugares distantes o relativamente distantes. Con ello se dejaba intacta la homofobia del país de origen, pues dichos viajes no representaban un desafío. Sin embargo, hay casos extremos. Cherry Grove, localizado en Fire Island, a pocas millas de la costa este del área metropolitana de Nueva York, llegó a ser un refugio para homosexuales en los años treinta, y se convertiría en una parte integral de la escena urbana gay de Nueva York en las siguientes décadas y como tal en un desafío a la homofobia de los Estados Unidos (Graham, 2002: 20).

Desde el último cuarto de siglo pasado a la fecha, en correspondencia con el ascenso de la identidad gay en el entorno global, el turismo gay se ha ido traslapando con el turismo homosexual, y ha tendido a crecer y fortalecerse, si bien esto es más bien notorio en los centros urbanos de Europa y América. Según Graham (2002: 20) estos lugares se caracterizan por ser altamente "reflexivos", en el sentido de que mutuamente se refuerzan a través de una creciente conectividad mundial gay "en la que las visitas turísticas a las ciudades más importantes contribuyen activamente a esta toma de conciencia".

Sin embargo, los enclaves del turismo gay aún siguen siendo periféricos "en el sentido de estar separados de la sociedad que los rodea" (Graham, 2002: 21). Se trata de guetos, por lo general inmersos en porciones urbanas centrales, en donde losgays pueden sentirse en libertad, pero que como enclaves que son, no dejan de resultar en cierta forma ajenos al resto de la sociedad por lo que se mantiene la dicotomía de lo homosexual respecto de lo heterosexual. El calificar a un complejo hotelero, un crucero, unos juegos olímpicos o una marcha como "gay", tiene sentido por su oposición a la heteronormatividad, y se sitúa fuertemente en un binarismo.

El turismo gay y lésbico se centra en los principales enclaves urbanos, complejos turísticos y eventos del calendario gay y lésbico. En términos de la distancia física [localización relativa], no suelen ser sitios marginales, pero pueden estar marginados social y culturalmente, y en la toma de decisiones políticas, incluso en una ciudad como Ámsterdam. Sin embargo, el turismo gay y lésbico es ocasionalmente motivado por preocupaciones sociales, culturales y políticas que son explícitamente críticas de los regímenes heteronormativos, incluso en el marco de las celebraciones lúdicas (Graham, 2002: 35).

En contraste con lo anterior el turismo queer corresponde a los varones que no están implicados en la dicotomía heterosexual-homosexual. Se trata de individuos marginales, excluidos de las identidades establecidas y que por lo tanto resultan invisibles, pero que repentinamente empiezan a ser vistos como personas que siempre han estado ahí, en todos los espacios.

El turismo queer, como he manifestado, evita cualquier distinción clara entre heterosexuales y homosexuales, por lo endeble que resulta esta división de tipos sexuales. Esto se evidencia al revelarse la presencia simultánea de lo queer en la historia de los lugares, instituciones contemporáneas —como el Gobierno italiano— en las celebraciones nacionales e internacionales, como los Juegos Olímpicos, y la recuperación de sitios históricos como áreas para celebraciones queer. Cuanto más efectivo sea, actuará también como punto focal para la acción en oposición a los regímenes heteronormativos que trascienden el binarismo homosexual-heterosexual (Graham, 2002: 36).

Aunque, como ya se ha visto, se aprecian terminologías emergentes el turismo gay sigue siendo dominante en el discurso académico y político. Hughes (2002: 300) define al turismogay como la relación que guardan la orientación sexual del turista y sus vacaciones, en la que el espacio geográfico denominado como "espaciogay" tiene una participación fundamental en el fenómeno, en tanto que es visto como un escenario de mayor tolerancia que la que normalmente se vive. Aunque se sabe relativamente poco de las actividades que estos individuos (denominados "turistas gay") realizan en sus periplos, cada vez se amplían más los temas de análisis.

Los estudios predominantes del turismo gay son aquellos que abordan la parte comercial de un consumidor que ha sido tradicionalmente desconocido, de cuyas posibilidades y comportamientos económicos poco se sabe. Del turista gay se ha tratado de indagar en qué gasta su dinero, cuáles son sus destinos y tipos de viajes preferidos, bajo la hipótesis dominante de que su identidad sexual determina las preferencias, motivaciones y experiencias vividas en los viajes. También se ha propuesto que según su situación de marginación el individuo gay tendrá un comportamiento específico como consumidor (Hughes, 1997; 2002; 2006; Clift, Luongo & Callister, 2002).

¿Hasta qué punto son más proclives los gays/homosexuales a relacionarse sexualmente que los heterosexuales? Este es un asunto sobre el que se han hecho muchas especulaciones. Por un lado, se sugiere que muchos homosexuales viajan teniendo presente el interés de involucrarse sexualmente (es decir, que las prácticas sexuales son un ingrediente casi esencial de sus vacaciones), pero también hay propuestas en el sentido de que los gays buscan el involucramiento sexual de manera indiferenciable respecto de los heterosexuales. A este respecto, señala Hughes (2006: 58), varios autores han sugerido que no existen las "vacacionesgay típicas" (typical Gay holiday).

Cox (2001: 249) concluye que "no hay tal cosa como vacaciones gay típicas" y, de la discusión anterior, es posible identificar varias formas de vacaciones gay o lésbicas. Con frecuencia se reconoce que entre las vacaciones de éstos y del resto de la población no hay diferencias, ni tampoco tienen un elemento distintivogay o lésbico (Clift et al., 2002; Puar, 2002b).

A pesar de lo señalado se considera importante presentar la reflexión básica de que los gays eran proclives al sexo, pero la situación es mucho más variada y compleja; Hughes (2002: 301) lo puso de manifiesto a través de una tipología hombres gay en sus vacaciones (Figura 7).


Figura 7: Tipología de las vacaciones de los hombres gay
Fuente: Hughes (2002: 301)

Este autor señala que algunos gays siguen patrones de comportamiento similares o escogen destinos similares o poco distintos a los de personas no gay, o incluso que pueden evitar cualquier ámbito gay, o que por sus condiciones personales (como el viajar con familiares o con compañeros de negocios) pueden buscan mostrarse como heterosexuales; o también está el caso de individuos para los que no es importante involucrarse en escenarios gay, ni durante las vacaciones ni en sus lugares de residencia.

No obstante, la existencia en las ciudades de ciertos sitios específicos (como bares o discotecas), de un pequeño sector gay (gay village) con una variedad de sitios de diversión, y de toda un área o espacio gay (gay space), regularmente caracterizado por la concentración de bares, clubes, saunas, cafés, tiendas, residencias, y espacios públicos (como calles y parques) para la interacción social, evidencia que sí existen individuos que se asocian a lo gay (Hughes, 2006: 51). Al respecto, este autor señala que durante las vacaciones, los hombres gay esperan poder escapar de aquellas cosas de su vida en casa que les causan problema y los obligan a adoptar estrategias en contra del rechazo y la negación. Así, es posible que la elección del destino sea influenciada por las percepciones de la "simpatía por lo gay" [gay-friendliness] del lugar. El carácter y las dimensiones gay de las vacaciones y el destino pueden tomar diversas formas. Éstas incluirán, por un lado, la aceptación, la tolerancia y la simpatía por lo gay y, por el otro, un verdadero espacio gay con lugares de reunión para gays y lesbianas. Este espacio, por sí mismo, puede ser un indicador de tolerancia y de simpatía por lo gay (Hughes, 2006: 56).

Hughes establece una tipología de los viajeros que se relacionan con lo gay en sus periplos (Figura 7). En un grupo estarían aquellos hombres que, si bien no han enfocado sus vacaciones en función de lo gay, de repente hacen uso eventual de lugares amigables con lo gay (gay-friendly), o de los sectores gay de los lugares visitados, ocasionalmente porque algunos quieren evitar mínimamente los lugares expuestos a la homofobia. En otro grupo estarían aquellos individuos (una cantidad menor respecto del caso anterior) que centralizan deliberadamente su viaje en la temática gay (gay-themed o gay-centric holiday) (Hughes, 2002: 301; 2006: 50-51). Se establece así un lazo inevitable entre la homosexualidad y el turismo, y pareciera que viajar es una característica fundamental inherente a la conformación de la identidad gay, como un estilo de vida (y también como la reafirmación de un estatus). El espacio gay y la experiencia gay es determinante en sus decisiones de viaje y subyace al resto de los requerimientos del viaje. Se trata principalmente de individuos gay que no han "salido del clóset" en su hogar, por lo que viven situaciones de marginalidad, y en sus viajes buscan escapar a restricciones y normas cotidianas a través de su inclusión en logay y en los lugares visitados se pueden expresar con más libertad, al cobijo del anonimato. Pero también están aquellos individuos que buscan encuentros sexuales con varones y saben que dichos encuentros se facilitarán en los espacios de socialización gay.

Para muchos hombres que acostumbran las prácticas homoeróticas los viajes ofrecen la oportunidad de expresarse como gays con relativa libertad, explorar nuevas experiencias, validar su identidad y ejercer su sexualidad; en síntesis, reforzar su sentido de pertenencia a una comunidad. Estos viajes pueden ser cortos en tiempo y distancia, así como de cierta definida frecuencia, pero también pueden ser viajes de turismo o de más de una noche (Hughes, 1997).

El lugar tiene un peso ineludible en el turismo gay, tal como se ha esbozado líneas arriba. El sondeo de Mintel (2000, citado por Hughes, 2006: 56) con los y las denominados viajeros gay en el Reino Unido reporta que 63 por ciento de los varones y 43 por ciento de las mujeres dijeron que para ellos los lugares de confluencia gay (gay venues) fue un factor importante en su elección del destino y sólo pocos (alrededor de 4 por ciento) buscaron el turismo temático gay o el centrado en lo gay. Por su parte, también en el Reino Unido, Clift & Forrest (1999a, citados por Hughes, 2006: 56) muestran que para losgays, además de la posibilidad de descanso, relajamiento, confort y buena comida (factores de elección del lugar que también privan entre los heterosexuales) es importante la presencia de espacios gay que ofrecen la posibilidad de socializar con otros gays y tener una buena vida nocturna.

Turismo homosexual/gay/queer y sexo

Sin un aparente consenso —hasta cierto punto debido a lo poco estudiado que sigue siendo el comportamiento sexual masculino-masculino en vacaciones—, en términos teóricos se ha discutido ampliamente el cuestionamiento de si el denominado turismo homosexual/gay/queer es parte de o se traslapa con el turismo sexual. Las respuestas son muy controversiales.

Sobre la postura de que son diferentes el turismo homosexual/gay/queer y el turismo sexual (independientemente de sus traslapes ocasionales) se ha dicho que el ser un individuo que acostumbra las prácticas homoeróticas no significa que al viajar se tendrá sexo (al igual que quien se asume como heterosexual). No obstante, en lo que respecta al planteamiento de que el turismo homosexual/gay/queer es una especie de turismo sexual las opiniones parecen ir en sentido afirmativo, ya que una parte de la construcción de las identidades homoéroticas (especialmente la gay) se relaciona con frecuentes experiencias sexuales, por lo que en las vacaciones de estos individuos el sexo tiene un peso aún mayor y a veces es el único motivo de viaje.

Los estudios al respecto se han enfocado en buscar cierta tendencia a través de encuestas, pero por lo mismo los resultados no pueden tomarse como una realidad inamovible, ya que el ejercicio sexual durante los viajes de individuos que acostumbran las prácticas homoeróticas depende del tipo de persona y las modificaciones de sus intereses personales y sexuales a lo largo de su vida, por lo que se insiste en que para unos será importante y para otros no (Lück, s/f). A continuación, se presentan fragmentos de textos de diversos autores en los que queda claro que el espacio geográfico o lugar de las vacaciones tiene un peso importante, sobre todo cuando se trata de espacios reconocidos como de diversidad sexual masculina (muy especialmente en países distintos al de origen), en tanto que facilitan los encuentros sexuales, la libertad de expresión y la autoafirmación. En lo que toca a la conducta sexual de hombres gay en el extranjero (Clift & Forrest, 1999a; 1999b) afirman que la búsqueda del encuentro sexual es una motivación importante (Clift & Forrest, 1999a: 616). La dimensión social de las vacaciones y, en particular, su carácter gay, son importantes para aproximadamente un tercio de la muestra. Es de particular interés que el punto "oportunidades para tener sexo" generó una respuesta equilibrada: 29.3 por ciento lo consideran muy importante, 35.3 por ciento importante y 35.4 por ciento no importante (Clift & Forrest, 1999a: 622).

No sorprende que los hombres que vacacionan en "destinos gay" sean más proclives a tener nuevas y más parejas. La actividad sexual se asoció con el hecho de vacacionar solo o con un amigo; con una "vida gay" como motivación del viaje, y con un alto número de parejas sexuales en casa. "Los hombres gay son, considerablemente, más propensos que los heterosexuales a tener sexo con nuevas parejas durante las vacaciones" (Clift & Forrest, 1999b: 290).

Luongo (2000: 109-110) afirma que "Ignorar la conducta sexual de los hombres gay durante las vacaciones es ignorar al sexo en un contexto que es, en algunas instancias, una característica que define la vida de los gays".

Las conclusiones de Cox (2001) son que la cultura gay ofrece oportunidades de participación que no están disponibles en casa, y que estar lejos del hogar permite "experimentar" y "salir", o consolidar una identidad sexual. El autor considera que su investigación demuestra que los hombres gay dan más importancia a la identidad que a la actividad sexual (Hughes, 2006: 52).

Para una proporción relativamente baja de hombres gay, las oportunidades de tener sexo durante las vacaciones son tan importantes como la planificación del viaje; sin embargo, 36.6 por ciento calificó como importante "poder socializar con otros hombres gay en espacios  gay", y 39.1 por ciento calificó a "los lugares de socialización y cultura gay" como "muy importantes". El 70.2 por ciento dio la misma calificación a las "oportunidades para descanso y relajación", y 29.3 por ciento lo hizo a "oportunidades para tener sexo" (Hughes, 2006: 56).

Los resultados de un sondeo llevado a cabo en las ferias de viajes en Londres (1997-1998) fueron similares a los de la encuesta de Brighton (Clift et al., 2002). Las conclusiones coinciden en que casi la mitad de los encuestados mencionó haber tenido una nueva pareja sexual mientras estuvo fuera y 30 por ciento tuvo cuatro o más parejas nuevas. Sin embargo, menos de la mitad de aquellos que tuvieron sexo con una nueva pareja reportaron haber tenido sexo penetrativo (Hughes, 2006: 65).

Por último, este autor reporta que aunque supuestamente los hombres que se vinculan sexualmente con otros hombres suelen tener más encuentros sexuales con desconocidos durante sus viajes que aquellos que no lo hacen, son también menos proclives a tener sexo inseguro (Hughes, 2006).

¿Qué es lo que incentiva la pretendida proclividad de los varones gay a la interacción sexual en sus viajes, especialmente cuando se realizan en los denominados "destinosgay"? Hughes (2006) señala que los lugares adquieren su reputación de ser gay a través de la transmisión (de persona a persona) de mensajes acerca de la oportunidad de ejercer sexo casual con cierta facilidad. Por otra parte, ciertos destinos turísticos se promocionan en los medios de comunicación atribuyendo cierto ángulo sexual a los lugares. Las guías de viajes, como Spartacus (Gmünder & Bedford, 2007) y, desde luego, las páginas web y redes sociales para gays exponen las oportunidades de "ligar" y, eventualmente, tener encuentros sexuales con otrosgays en parques, playas, locales a puertas cerradas y una extensa variedad de sitios. Esto lleva a que con frecuencia a los "espacios gay" se les identifique como espacios para encuentros sexuales.

Lo que esto revela es la multiplicidad del homoerotismo y los distintos intereses que puede tener una persona en vincularse sexualmente durante su viajes, intereses que pueden cambiar a lo largo de su vida de acuerdo con la situación en la que se encuentre. Así pues, la misma diferenciación que se ha establecido entre turismo sexual y turismo y sexo, puede aplicarse entre "turismo sexual homosexual/gay/queer" (Homosexual/Gay/Queer Sex Tourism) y "turismo y sexo homosexual/gay/queer" (Homosexual/Gay/Queer Sex and Tourism). En el primer caso, el viaje de los individuos que acostumbran las prácticas homoeróticas se articula a partir del eje del sexo, y en el segundo, el viaje es independiente de este eje, si bien no se descarta la vivencia sexual.

Si se consideran además las múltiples prácticas e identidades sexuales incluidas en el marco del homoerotismo, se tendrá un "turismo sexual homoerótico" y un "turismo homoerótico y sexo". En el primer caso, se trata de individuos que viajan con la intención de insertarse en un ámbito homoerótico (uno de ellos, mas no el único, puede ser el gay), y en el segundo de individuos cuyos viajes no contemplan el sexo como factor nodal, sino como algo circunstancial. En ambos casos se trata de individuos que acostumbran las prácticas homoeróticas y que se asumen como tales, siendo la identidad gay sólo una entre varias posibles.

TURISMO Y HOMOEROTISMO EN LATINOAMÉRICA

Con un proyecto financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en el año 2007 inició en el Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) un proyecto acerca de las relaciones entre turismo y sexo entre varones en el país, del que derivó el libro Turismo y sexo en México. Cuerpos masculinos en venta y experiencias homoeróticas. Una perspectiva multidisciplinaria, coordinado porLópez & Van Broeck (2013). En este libro se incluyen estudios de caso que analizan la dinámica turismo-sexo-homoerotismo en sectores específicos de siete localidades, desde la perspectiva de los trabajadores sexuales varones: Ciudad de México (López, 2013), Guadalajara (Pérez, 2013), Tijuana (Gaxiola & Bringas, 2013), Acapulco (Vargas & Alcalá, 2013), Puerto Vallarta (Mendoza & Medina, 2013), Cancún (Arroyo & Amador, 2013) y Veracruz (Córdova, 2013). Algunos de estos capítulos se actualizaron para integrarse en este volumen especial. Por otra parte, algunos de los autores del proyecto publicaron durante o después del mismo y de manera independiente otros manuscritos relativos a la temática señalada; por ejemplo Córdova (2010), López & Van Broeck (2010), Mendoza (2013; 2014), López & Carmona (2008), Vargas & Alcalá (2008), Monterrubio & López (2014).

Una de las cosas que se evidenciaron durante los años que se desarrolló el proyecto es que en el ámbito mundial existían muy pocas publicaciones de turismo asociadas con experiencias homoeróticas, y que en Latinoamérica eran prácticamente inexistentes. Si bien es cierto que sobre la región se han publicado estudios que abordan el homoerotismo, el turismo y el trabajo sexual masculino, son muy pocos los trabajos que integran estos tres aspectos. A continuación se mencionan aquellos trabajos que abordan la temática del turismo ligada con el vínculo sexual entre hombres en Latinoamérica.

Cantú (2002) aborda el turismo gay y lésbico en México como una industria emanada de procesos globales cuyos efectos (influencias) en las sexualidades mexicanas y en la forma de apropiar su espacio, son muy diversos y van más allá de lo gay. Con respecto a las diferentes formas de vivir la sexualidad entre hombres mexicanos en contextos turísticos, Hughes (2006), al referirse al trabajo de Cantú (2002), señala que hay una tendencia entre los turistas extranjeros a percibir los locales mexicanos como exóticos, inmersos en una especie de sexualidad salvaje y que los medios masivos de comunicación y las guías turísticas que muestran a los mexicanos como proclives al sexo refuerzan este imaginario. A partir de los trabajos de otros académicos, este mismo autor subraya la importancia de cuatro localidades mexicanas en las que prolifera lo que él denomina turismo gay: Ciudad de México, Acapulco, Puerto Vallarta y Cancún, y que la mayoría de los turistasgay internacionales que a estos puntos afluyen proviene de Norteamérica.

La complejidad del fenómeno turismo-homoerotismo-trabajo sexual queda evidenciada en los trabajos de List & Teutle (2008), Monterrubio (2008) y García & Marín (2014) acerca del turismo y las prácticas e identidades sexuales de sexoservidores que se vinculan con hombres adultos en México.

Por otra parte, Larvie (1999) reporta que los "michês", o trabajadores sexuales de Copacabana en Brasil, derivan la mayor parte de sus ingresos de sus clientes locales, y que aún en la temporada alta del turismo los turistas nacionales e internacionales representan sólo una parte de su clientela. Esto permite concluir que la dinámica del trabajo sexual no es dependiente de los vacacionistas, si bien es cierto que el mismo autor observa un incremento en la interacción de los sexoservidores con el turismo. Por otra parte estos trabajadores, dice Larvie, no necesariamente se identifican con las categorías identitarias globales más difundidas, lo cual deriva en un problema de salud pública ya que las medidas de asistencia están diseñadas precisamente tomando en cuenta dichas categorías, con lo que una buena parte de la población que se pretende alcanzar queda fuera.

De Moya & García (1999) reportan que en Santo Domingo, República Dominicana, es fácil encontrar varones que buscan vincularse sexualmente con otros varones no sólo en espacios gay de todo tipo (hoteles, discotecas y bares), sino también en las calles y otros lugares no identificados como gay. La finalidad principal de estos varones jóvenes y maduros es recibir de un turistagay dinero, regalos, invitaciones a viajes e, incluso, la posibilidad de emigrar. No obstante, esta amplia oferta de sexosevidores es cada vez menos libre, ya que los más experimentados controlan el mercado e impiden que los turistas tengan libre acceso a los más jóvenes o menos experimentados. Por otra parte, existe también la trata de varones jóvenes de clase baja y media-baja que son reclutados en barrios de la ciudad y a quienes se les permite el acceso al mercado sexual con turistas gay a condición de entregar la mitad de sus ganancias a los intermediarios.

CONCLUSIONES

El ejercicio de la sexualidad es una práctica que asociada con el turismo ha sido poco abordada desde la academia, especialmente cuando estas prácticas se enmarcan en el homoerotismo. En parte esto se debe a que las propias sexualidades disidentes han sido incorporadas recientemente en la agenda de las ciencias sociales, pero también al hecho de que las vivencias sexuales entre varones en contextos turísticos son poco visibles, pues su notoriedad supondría su estigmatización en amplias sociedades en las que aún privan muchos prejuicios de orden sexual.

Paradójicamente, se ha evidenciado que los contextos turísticos son escenarios potenciales para que los visitantes tengan experiencias sexuales pues la lejanía de sus sitios de residencia, no sólo en el sentido físico sino también de su cotidianidad cultural, permite una aparente desinhibición que potencia los roses sociales con otros turistas o con individuos de la comunidad receptora.

Si bien el abordaje del turismo y sexo inicialmente se explicó a partir de la prostitución, la exploración académica más reciente sobre las experiencias de viajeros que se han involucrado sexualmente con individuos de sociedades receptoras o viceversa, ha puesto de relieve que el sexoservicio es sólo una de las tantas posibilidades homoeróticas que los turistas pueden tener durante sus viajes y que otro tipo de vínculos, tales como romances furtivos o duraderos, también son posibles.

Si bien se ha notado que prácticas sexo-afectivas relativamente más legitimadas en el turismo contemporáneo, tales como lunas de miel, romances, cruceros de solteros o incluso viajes de spring breakers, son parte del turismo-sexo, habría que considerar más seriamente en eliminar la carga moralista y estigmatizadora que se tiene hacia la prostitución masculina en los ámbitos turísticos, siempre que se trate de un acto entre adultos y que haya sido una opción decidida por los sexoservidores conscientes de los riesgos que tiene a fin de poder prevenirlos.

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Recibido el 28 de diciembre de 2014
Reenviado el 17 de marzo de 2015

Aceptado el 25 de marzo de 2015

Arbitrado anónimamente

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