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Estudios y perspectivas en turismo

versión On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.24 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct. 2015

 

DOCUMENTOS DE BASE

Universos paralelos

Turismo sexual comercial entre hombres en el Puerto de Veracruz, México

 

Rosío Córdova Plaza*

Universidad Veracruzana Xalapa, México

* Doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Ciudad de México, México. Se desempeña como Investigadora del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, Xalapa, México; y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III. E-mail: rosiocordova@hotmail.com


Resumen:

Este trabajo analiza la relación entre el turismo y el comercio sexual masculino dirigido a hombres en el puerto de Veracruz, México. Empleando una perspectiva antropológica, intenta destacar el papel del turismo como potenciador de diferencias en identidades y prácticas que exhiben dos grupos de trabajadores sexuales: a) los sexoservidores callejeros––llamados localmente "mayates"–– los cuales laboran en la zona central de la ciudad, se asumen como heterosexuales y privilegian prácticas "activas", y b) acompañantes y bailarines que trabajan en centros nocturnos o casas de masajes en el área de Boca del Río, quienes se articulan en torno a identidades gay "modernas" y reivindican objetos de deseo.

PALABRAS CLAVE: Turismo sexual masculino; Homoerotismo; Veracruz; México.

Abstract:

Parallel Universes: Commercial Male Sex Tourism in the Port of Veracurz, Mexico. This text analyses the interactions between tourism and commercial male sex in the port of Veracruz, México, from an anthropological perspective. The aim is to explain the identity continuities and transformations experienced by sex workers who engage in tourism-related practices. Based on the geographical segregation between the "historic" and "modern" areas of the city, the author differentiates between traditional "mayate" heteronormative identities, based on sexual practices, from "modern" gay identities, defined by the sexual object of desire. While sex workers of the first kind concentrate in the parks and streets of the central district, escorts, dancers and callboys work in nightclubs and massage/escort parlors at the modern establishments in the new developments of the Boca del Río district.

KEY WORDS: Male sex tourism; Homoeroticism; Veracruz; México.


INTRODUCCIÓN

Este trabajo presenta los resultados de una investigación realizada con trabajadores del sexo comercial en el parque Zamora, uno de los espacios más emblemáticos del puerto de Veracruz, en el costero estado mexicano del mismo nombre, y primera ciudad del continente. Veracruz es un destino turístico de visitantes procedentes principalmente de la región centro y sureste de México y, en menor medida, de otras zonas del ámbito nacional, que ofrece diversos aspectos que hacen de él un espacio de interés para analizar los vínculos entre el turismo y el comercio sexual masculino.

Los principales objetivos son: 1) examinar la contribución del turismo a la construcción de identidades sexuales y de género entre varones dedicados al sexo comercial, y 2) analizar cómo esta diferenciación opera en varios niveles, a saber: el socioeconómico, la distribución territorial, los espacios de trabajo, la procedencia y el tipo de turistas a quienes se dirige. Siendo que la prostitución masculina se halla revestida de juicios de valor por atentar contra el fundamento del régimen de sexualidad (Foucault, 1991), tanto los trabajadores como los clientes deben pasar relativamente inadvertidos al establecer contacto y al realizar el servicio. El turismo favorece por un lado la permanencia de identidades "tradicionales" y, por otro, la creación de identidades "gay" globalizadas que se distinguen por su reconocimiento abierto de deseos y prácticas homosexuales. Son estas dos las formas diferenciadas de expresión de los trabajadores sexuales que laboran en la ciudad.

En este tenor, a diferencia del trabajo sexual femenino o transgénero, que resulta fácilmente identificable en el espacio público, el sexoservicio masculino conforma una suerte de "universo paralelo", concepto desarrollado por la Física que hace referencia a realidades múltiples superpuestas y relativamente independientes. Esta idea permitirá reflexionar acerca del modo en el que, debido a su carácter fuertemente trasgresor hacia el orden heteronormativo que regula la construcción de identidades y prácticas, la oferta de servicios sexuales entre varones se desarrolla con base en códigos esotéricos sólo percibidos por los llamados "entendidos", es decir, conocedores o participantes del circuito de sexo comercial entre hombres.

TRABAJO SEXUAL Y TURISMO

La prostitución es una actividad humana que resume las paradojas de la dicotomía público-privado en las sociedades modernas. Por un lado, es objeto de acaloradas discusiones y propuestas de reglamentación en aras del bien común y la salud social; por otro, el servicio prestado corresponde a la esfera más íntima y personal de las relaciones entre los individuos. De igual manera, es la única actividad que, a pesar de ser marginalizada, degradada y criminalizada, se considera indispensable para la protección de la sociedad, la familia y la integridad moral de sus miembros (Brandts, 1988; Szasz, 2007). Por añadidura, cuando ésta es ejercida por varones, la condena es aún mayor y carece del atenuante de salvaguarda ética, para convertirse en afrenta a las leyes naturales y sociales.

Aunque a lo largo de la historia han existido diferentes maneras de categorizar y normar las prácticas sexuales en contextos mercantiles (Bellamy, 1973; Rossiaud, 1987; Winkler, 1994), no es sino hasta principios del siglo XIX, con la puesta en marcha de lo que Foucault (1991) define como "dispositivo de sexualidad", que la medicalización del sexo coloca a la prostitución en el corazón de las preocupaciones por la higiene pública (Weeks, 1993). Tal visión supone que esta actividad es sucia, proclive a las patologías médicas y sociales, siempre ejercida por mujeres de las clases consideradas "peligrosas", y asociada a diversos vicios y delitos, como el alcohol, el juego y la violencia, así como el uso y circulación de drogas, el robo y el escándalo (Córdova, 2007; Núñez, 2002; Zats, 1997).

Si bien es cierto que el desempeño del trabajo sexual ha exhibido un componente genéricamente vinculado a las mujeres en el imaginario colectivo, los hombres no han sido ajenos a esta actividad (Bliss, 2001; D'Emilio, 1999; Schifter & Aggleton, 1999). En esta tesitura, en la actualidad se está volviendo evidente un incremento en el número de varones dedicados al sexoservicio en diversas partes del mundo (Aggleton, 1999). Esto suele asociarse con las condiciones del mercado de trabajo que han deteriorado la calidad del empleo y mantienen a grandes sectores de la población en permanente exclusión social bajo el orden neoliberal (De Moya & García, 1999). La precarización, terciarización e inestabilidad de la oferta laboral están convirtiendo al comercio sexual en una opción atractiva y de fácil acceso para muchos jóvenes subempleados o desempleados (Córdova, 2010).

De igual manera, los grandes movimientos de población entre regiones o países en calidad de migrantes o turistas han sido esgrimidos como otro detonante del incremento en el número de personas que ingresan al trabajo sexual en los lugares de origen y de destino. En la literatura sobre turismo sexual es frecuente encontrar menciones a su emergencia en el contexto de la llamada globalización (Cantú, 2002; Clift & Forrest, 1999), vinculada con la velocidad y masividad de los medios de transporte (Ford, 2003), así como al desarrollo de las comunicaciones y la Internet (Chow-White, 2006), los cuales permiten la movilidad y el intercambio intercultural a escalas nunca antes vistas. Turistas y migrantes ingresan en un circuito en el que la mercantilización de los cuerpos establece una diferenciación entre la producción y el consumo de servicios sexuales en el momento actual de turismo globalizado (Wonders & Michalowsky, 2001). Aunque se distingue toda una variedad de maneras en la que los turistas ejercen su sexualidad en los destinos, tal como atinadamente observó Opperman (1999), es indudable que asistimos a una proliferación de cuerpos que compran y cuerpos que venden servicios sexuales en los lugares de atracción turística (Van Broeck & López, 2013), así como a la creación de nichos para un tipo específico de consumidores. Esto lleva a pensar que suele existir integración entre las zonas de "ligue" o prostitución gay y las zonas de turismo, como se ha documentado en los casos de Acapulco y la Ciudad de México, por ejemplo (Vargas & Alcalá, 2013; López, 2013).

Asimismo, es necesario puntualizar que existe un debate en torno a la corrección política de evitar el término prostitución para referirse a la venta de sexo a cambio de algún pago en dinero o en especie, en el afán de restarle contenido criminalizante y peyorativo. El argumento es que una persona adulta tiene el derecho de alquilar su cuerpo como modus vivendi (Altman, 2001: 100). No obstante, la noción alternativa (e higienizada) de sexoservicio o trabajo sexual, obscurece las causas que llevan a la gente a practicarla, como la pobreza, la violencia y la indefensión, así como los efectos que provoca: degradación, privación, estigmatización y marginalización, lo que hace que para muchos y muchas sea la única opción viable de subsistencia (Khan, 1999). En este trabajo se emplearán los dos términos indistintamente, en la inteligencia de que ambas posibilidades son dignas de considerarse.

METODOLOGÍA

Dada la naturaleza relativamente clandestina del tema de investigación, se siguió un acercamiento antropológico a través de la llamada "descripción densa" (Geertz, 1995), la cual favorece la introspección necesaria para tener acceso a los significados que otorgan los sujetos a su práctica social. La información presentada se recabó durante diversos periodos del año 2007, tanto en temporadas de alta afluencia turística ––Carnaval  y Semana Santa–– como en momentos de menor afluencia. Ambas celebraciones tienen fechas variables que se fijan tomando como base el calendario lunar: el Carnaval tiene lugar 47 días antes del segundo domingo posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera (Domingo de Resurrección y último día de la Semana Santa). La Semana Santa, por tanto, sólo puede celebrarse entre el 22 de marzo y el 25 de abril. El Carnaval del puerto de Veracruz es quizá el más connotado en México debido al ambiente de disipación general que ahí impera.

Se empleó el método etnográfico, el cual consiste en la observación, las charlas informales no grabadas y la aplicación de entrevistas a profundidad semiestructuradas y semidirigidas a 16 trabajadores sexuales que deambulan por los espacios de oferta de sexoservicios; además, se realizó una entrevista a un stripper y otra con el manejador de una empresa de acompañantes y gerente de una discoteca gay. Todas fueron grabadas, transcritas y analizadas. Dada la naturaleza soterrada del tema, sólo pudo lograrse una entrevista no grabada con un usuario de estos servicios, pues los hombres que era posible identificar como consumidores, locales o turistas, se negaron sistemáticamente a ser abordados.

Asimismo, debido a la estigmatización que recae tanto en trabajadores como en clientes, la muestra tuvo que ser pacientemente construida a través de la técnica de bola de nieve, es decir, que el primer trabajador que logró ser contactado de forma exitosa facilitó el acercamiento a los demás. Los principales temas abordados fueron: familia, escolaridad, condiciones socioeconómicas, otros empleos, ingreso al trabajo sexual, contacto con clientes, negociación, tarifas y formas de pago, prácticas sexuales, identidades sexuales y de género, relaciones amorosas, uso de drogas, acoso policíaco y percepciones sobre la salud y los riesgos. Las entrevistas tuvieron una duración de entre 20 minutos y dos horas y media, dependiendo de la voluntad de cooperación de los trabajadores, ya que no recibieron ningún pago. En total se aplicaron 19 entrevistas con más de 32 horas de grabación.

Por otra parte, es menester señalar que los testimonios presentados no se emplean como ejemplos o ilustraciones de lo que aquí se afirma, sino como parte central de la argumentación, de acuerdo con la idea de Paul Ricoeur (1981: 145) para quien la narrativa "... se refiere a un mundo al que se afirma describir, expresar o representar". Los nombres que aparecen en los fragmentos testimoniales han sido cambiados para garantizar el anonimato, y sólo la edad se conserva para dar una idea al lector del rango de edades de los trabajadores.

VERACRUZ EN EL HORIZONTE DE LA INTERACCIÓN ENTRE TURISMO Y SEXO

Durante siglos, como primer puerto del continente y puerta de entrada a la Nueva España, Veracruz había contemplado el continuo arribo de población flotante que embarcaba o desembarcaba en sus muelles; las condiciones de insalubridad imperantes y el temor a la fiebre amarilla mantenían alejados a los posibles visitantes. Los llamados viajeros decimonónicos permanecían en la ciudad el tiempo estrictamente necesario para evitar contagios (por ejemplo, Koppe (1830); Domenech (1866); Seckercq (1883); Ballau (1889) citados en Poblett, 1992). Sin embargo, después de la introducción de las obras de saneamiento y drenaje, en los primeros años del siglo XX se desarrollaron actividades recreativas para atraer a un turismo nacional en busca de los beneficios de los aires marinos (García, 1996). Con esta finalidad, se construyeron balnearios y salones de baile (Gallegos, 2006). En 1925, comienza a celebrarse el "Carnaval", lo cual da inicio a un proceso cíclico de afluencia turística durante períodos de asueto que continúa hasta nuestros días, aunque no con igual estacionalidad.

Gallegos (2006) señala que la época entre 1930 y 1955 registró un crecimiento sostenido de la infraestructura urbana y turística, en la que se construyó la carretera México-Veracruz y el boulevard; se restauraron monumentos históricos y se edificaron hoteles de diversas categorías. Sin embargo, a partir de 1960, Veracruz experimentó un rezago turístico ligado a la decisión gubernamental de promover otros destinos, como Acapulco, Puerto Vallarta y Mazatlán. En las décadas de los años 1970 y 1980, los recursos del sector se canalizaron hacia la construcción de cinco nuevos megaproyectos para atraer al mercado internacional, que no contemplaban a Veracruz en los planes (López, 2001). Como consecuencia de las carencias comparativas que acarreó este abandono, la ciudad permaneció fuera de los circuitos turísticos mundiales (Jiménez citado por Gallegos, 2006: 72)

Esto se hace evidente al observar las cifras proporcionadas por el Sistema Nacional de Información Estadística del Sector Turismo de México, el cual señala que del 65 por ciento de los turistas extranjeros que se alojaron en destinos de sol y playa en 2012, 77 por ciento se dirigió a tres puntos de atracción: Riviera Maya (38%), Cancún (29%) y Los Cabos (10%). En el caso del turismo nacional, en el mismo año, sólo 31 por ciento se hospedó en centros turísticos de sol y playa. Los destinos predilectos por orden de importancia fueron: Acapulco (30%), Veracruz (15%), Cancún (12.1%), Mazatlán (8.1%) y Puerto Vallarta (7.2%) (Programa Sectorial de Turismo, 2013). Es decir, que el puerto de Veracruz se ha dedicado a atender a un turismo popular, de carácter nacional, perteneciente a estratos socioeconómicos medios y bajos, procedente de las regiones del Golfo de México y del centro del país (Gallegos, 2006: 57).

Usualmente, lugares de antiguo e intenso tránsito de personas han observado la presencia de un constante comercio sexual entre nativos/as y fuereños/as. En el caso de Veracruz, a ello hay que sumar el estilo de vida propio de los puertos, desde hace siglos vinculado en el imaginario social con el contrabando, la disipación, la prostitución y la intermitencia. Sin embargo, las formas que reviste en la actualidad están más ligadas a la aparición de una serie de necesidades modernas de desplazamientos recreativos durante periodos de tiempo libre y descanso (Corrales, 1993). En términos de turismo sexual homoerótico, a diferencia de otras urbes, en Veracruz no existe un área gay propiamente dicha, ni tampoco los espacios de oferta de servicios sexuales están del todo organizados en función de los sitios de atracción turística, aunque puedan existir puntos de confluencia. Así, es posible apreciar que el trabajo sexual ligado al turismo presenta en Veracruz dos formas relativamente excluyentes, que es posible vincular con la conformación geo-histórica del puerto y sus actividades económicas. Por un lado, se encuentra el antiguo casco español que atrae a los visitantes por sus lugares de interés histórico, su colorido y sus actividades asociadas con una festiva cultura "caribeña" y, por otro, la nueva infraestructura turística desarrollada en el municipio conurbado de Boca del Río, la cual ha permitido configurar un área muy cosmopolita en torno a grandes hoteles y centros de diversiones.

EL CENTRO HISTÓRICO

En el llamado Centro Histórico y sus inmediaciones, es posible hallar una presencia numerosa de sexoservidores masculinos callejeros, quienes se desplazan a través de los espacios que se han configurado como de prostitución a lo largo de más de tres siglos, teniendo al parque Zamora como una suerte de centro de operaciones (Gil Maroño, 2002; Córdova, 2010). El parque es un espacio de reclutamiento, aprendizaje y práctica del comercio sexual entre varones (Espronceda, 2009). Es significativo observar cómo la dimensión territorial del circuito de trabajadores sexuales en la actualidad corresponde casi de manera perfecta con la que ocupaba el lindero de la ciudad amurallada, el antiguo paseo de la Alameda y la vieja estación de ferrocarriles. Es de destacar que este circuito se sitúa en el corazón del área de comercio local de la ciudad, donde hoy se encuentra el mercado central, así como una diversidad de negocios, como zapaterías, tiendas de ropa, farmacias y oficinas.

Los trabajadores entrevistados oscilan entre los 18 y los 32 años y se dedican a atender a clientes locales, tanto a los llamados "tapados" ––es decir, varones identificados como heterosexuales, con frecuencia casados y con hijos, que precisan mantener ocultos sus deseos hacia personas de su mismo sexo––, como a los "obvios", que se entreveran con los turistas regionales o nacionales.

Pues son dos señores, nada más que me hablan de vez en cuando, nada más. Y pos es como una enfermedad ¿no? Es como todo, les gusta a ellos, les gusta eso, tienen mujer, tienen hijos y pos dice aquél "nadie se ha muerto de eso" ¿verdad? (José, 22 años).

Existen también consumidores extranjeros que desde larga data han aparecido en el imaginario jarocho (gentilicio popular para el habitante del puerto y de la costa central del estado de Veracruz; en ocasiones, aplicado por extensión al estado en su totalidad) como usuarios de los servicios eróticos proporcionados por las y los pobladores nativos, a quienes tradicionalmente se ha denominado "embarcados". Los "embarcados" se hallan vinculados con las actividades propias del puerto: marineros, grumetes y demás personal de los navíos que atracan en el muelle y cuya estancia durará desde unas pocas horas hasta varios días. Algunos sexoservidores, de sexo femenino o masculino, llegan incluso a especializarse en ellos, motivo por el cual son calificados como "gabacheras" o "gabacheros" (Flores Martos, 2004).

Aunque pareciera existir una tarifa estándar para un "completo", servicio que incluye penetración anal por parte del sexoservidor, existe una marcada preferencia por los turistas, quienes pagan mejor ––según aseguran todos los entrevistados–– y ofrecen regalos e invitaciones, además de que exigen menos esfuerzo en el servicio.

Por lo regular los clientes yo en los que me fijo más son los de fuera, un turista. Porque una gente que es de aquí, legítima del puerto, que es de ambiente, no te da lo que le pides y te exige muchas cosas. Los turistas me dejan más lana [dinero], me dan mejor. Así es. Un cliente que viene de fuera, lo sabes tratar más, o sea tienes más expresiones, más palabras para platicar con ellos que con una gente que es de aquí. Si le echas ganas te vienes ganando [bastante dinero] al mes, sí. Cuando me pongo a cotorrear, cuando le dedico tiempo, me clavo [dedico] a veces tres, cuatro días seguidos (Kalimán, 24 años).

Los turistas son los que dejan más porque luego aquí nada más te hacen preguntas de que "¿cómo la tienes?", y todo eso. Y a la mera hora "te voy a dar tanto", y te ofrecen muy poco. Ya tú les dices "mejor váyanse, ¿no?"... Lo mejor es el turista (Patricio, 27 años).

Asimismo, aunque muchos de los trabajadores entrevistados son originarios del puerto, ya sea habitantes del populoso barrio de la Huaca o de las colonias periféricas, existen también algunos de procedencia campesina que residen en la ciudad, o incluso, pobladores de comunidades rurales vecinas que se desplazan a ofrecer servicios sexuales con el objeto de complementar exiguos ingresos de otras fuentes de empleo. Por tanto, es frecuente que combinen diversas ocupaciones  ––albañiles, vaqueros, vendedores ambulantes, campesinos o, incluso, estudiantes–– con el trabajo sexual.

Casi no vengo [al parque], o sea es muy raro. Todavía sigo cuidando unas vaquillas. Todos los días temprano nos vamos a las tres de la mañana y a las siete estamos entregando la leche. Ya después no se hace nada y cuando tengo tiempo y no tengo nada que hacer, vengo una o dos veces por semana (Leo, 22 años).

Yo he trabajado de albañil, he trabajado de pintor, he trabajado en el ingenio, cortando caña, en el campo, cortando sandía, melón, todo eso (Manuel, 23 años).

La facilidad para dedicarse al sexoservicio de manera intermitente brinda un mayor atractivo a la actividad, en tanto permite no asumirse plenamente como trabajador sexual de tiempo completo, sino como temporal o esporádico, sobre todo en los momentos de mayor afluencia turística en los que abunda la demanda.

La verdad yo lo hago por necesidad ¿no?, por tener una moneda extra. Si cobro mil pesos en una chamba [trabajo] de albañilería a la semana, y si me cobran mil quinientos de renta, lógico que tengo que recurrir a otros medios, ¿verdad?, porque pues tampoco andaría robando, o sea, no es lo mío, ¿verdad? (Jorge, 22 años).

Ahorita, en este mes, sí, sí, en estos meses, o sea el mes de Semana Santa, es el mes turístico, el mes que más gente viene a visitar Veracruz y es cuando más prostitución hay (Carlos, 26 años).

Una minoría de los entrevistados también es turista, pues reside en otras ciudades o estados de la República y arriba al puerto sólo durante estas épocas. Algunos se dirigen a los destinos turísticos siguiendo el calendario vacacional para "cotorrear", término que alude a la participación en el ambiente homoerótico.

Soy de Matamoros, Tamaulipas. Vine nada más de paseo, a cotorrear y a trabajar, tiene un mes apenas. [Empecé] de mis dieciséis... sí, de mis dieciséis años allá en Quintana Roo, así en un parque, como acá el de Zamora. Hay un parque en Quintana Roo que es el parque Las Palapas. Me fui para conocerlo... y a cotorrear. Me quité de ahí y me fui para Playa del Carmen igual a cotorrear y todo. También Cancún, porque yo no conocía. Y ahí es como acá orita [ahora]. Yo no conocía el puerto [de Veracruz] y orita ya conozco y [ando] cotorreando acá igual (Pedro, 21 años).

El reclutamiento de los sexoservidores suele presentarse de manera fortuita. A veces un "entendido" solicita los servicios de alguien que identifica como sexoservidor, aunque éste no ande "en el cotorreo".

Un chavo me pagó, o sea, él me dijo que me iba a pagar. Me lo encontré sentado en el parque Zamora, me preguntó que qué andaba haciendo y le dije que andaba dando la vuelta, paseando. Y me dijo que... que si podía hacerle el amor, que me daba dinero. Pues no me negué, yo se lo hice y me dio, y así pasó todo. Se me hizo una costumbre de aquella vez y pues de ahí empecé a modo de tener dinero. Si no, pues no me dedicara a esto (Carlos, 26 años).

Pero también puede suceder que el reclutamiento ocurra a instancias de terceras personas que ya se encuentran involucradas en el trabajo sexual.

Pues por un amigo que me trajo aquí, un amigo que me llevó al parque y me... o sea, me empezó a explicar cómo estaba la jugada y pues le fui agarrando más o menos la onda (Jaime, 18 años).

En Veracruz, por su misma condición de destino turístico, las áreas de prostitución masculina callejera se hallan expandidas: la Plaza de Armas, el parque Zamora y alrededor del mercado Hidalgo, las avenidas Díaz Mirón y Gómez Farías, así como ciertos tramos de la playa. Como en muchos otros lugares del país, los parques centrales son espacios de oferta de servicios sexuales, quizá como resultado de la concentración de actividades comerciales y de diversiones en las áreas céntricas de las urbes que ha depreciado su valor como zonas residenciales. Esto propicia que se aglomeren en ellas viviendas de clases populares, de donde se supondría que provienen la mayor parte de los trabajadores sexuales; por otro lado, la presencia de tránsito constante y de una red de transporte colectivo que conecta al centro con los restantes puntos de la ciudad, facilita el desplazamiento hasta altas horas de la noche (Córdova, 2005).

Esto permite que en el puerto los servicios se oferten durante las 24 horas del día, los siete días de la semana, lo que promueve la existencia de una amplia infraestructura de hoteles baratos, edificios que rentan cuartos por hora o día, farmacias, bares y cantinas, al igual que un antiguo local de baños públicos que se encuentra en las inmediaciones del parque Zamora. Aunque este céntrico parque no es en sí mismo un atractivo turístico, se sitúa en el corazón de una zona comercial de mercados y almacenes de diversos tipos. Es un espacio muy concurrido a todo lo largo del día: grupos de estudiantes, familias que llevan a sus niños, personas mayores que descansan a la sombra de los árboles, además de vendedores callejeros de toda clase de comestibles, lustradores de calzado, y algunos negocios establecidos, como puestos de periódicos, dos cafeterías y una pequeña estación de policía.

Este continuo trasiego permite a trabajadores y clientes pasar inadvertidos a los ojos de los demás, de manera que las actividades de solicitación que tienen lugar en el parque ocurren en ese "universo paralelo" que garantiza el anonimato. No obstante, la observación minuciosa del comportamiento de los parroquianos hace emerger los códigos de entendimiento que se emplean para establecer los contactos. Por ejemplo, los que ofrecen servicios permanecen sentados, cambiando de lugar cada cierto tiempo para observar y ser observados, a la espera de ser abordados de manera casual.

Donde vayas a sentarte, ya están viéndote la bragueta, o están haciendo un pretexto, o te invitan un cigarro, algo de tomar, ¿me entiendes? (Andrés, 21 años).

Pero aquí se da uno cuenta, cuando... o sea, la persona pues... por ejemplo yo estoy aquí sentado y ya tienen rato las personas sentadas, ¿no?. Entonces uno ya distingue quién es realmente el que está ofreciendo o quién viene en busca de. Realmente el que viene en busca de, es el que aborda, el que hace la plática, porque los que ofrecen mmm... están ahí sentados a la espera de alguien que les hable (Cliente).

Algunos solicitantes se mantienen sentados, realizando leves movimientos con las piernas separadas, acariciándoselas o tocándose discretamente los genitales como una manera de anunciar que quieren un encuentro sexual y están dispuestos a pagar por él. Lo importante es que las señales intercambiadas sean sutiles y vayan acompañadas de una cierta forma de mirar al otro, ya que "la mirada, pues, la mirada es básicamente lo que te conecta" (Cliente).

Tal sutileza del contacto es necesaria por varias razones: en primer término, porque evita la posibilidad de malos entendidos y equívocos, en caso de que a quien se trate de atraer no participe del cotorreo; también indica la disponibilidad de ambas partes para iniciar las negociaciones por el tipo y el precio del servicio, a resguardo de la vista pública. Por último, constituye un código esotérico sólo reconocible por los "entendidos", el cual suele pasar inadvertido para el resto de las personas que ahí se encuentren.

Este argumento conduce, finalmente, a analizar las identidades que exhiben trabajadores sexuales callejeros, conocidos vernáculamente como "mayates". Este es un término de origen náhuatl utilizado incluso por los propios trabajadores, que hace referencia a los escarabajos estercoleros Cotinis mutabilis en alusión al coito anal, y es a veces conjugado como verbo, "mayatear". El mayate es un varón que no es apreciado socialmente ni se asume a sí mismo como homosexual, aunque puede admitir ser bisexual, siempre y cuando ocupe la posición "activa" durante la cópula, es decir, que considera que mantiene su virilidad completa al manifestar ser el penetrador, o bien a quien se proporciona una felación.

No nos llevamos con ellos, o sea con las locas no, con los que son inter [pasivos y activos] y eso, no. Nos juntamos puro activo y activo, y las locas se juntan con locas y, o sea, buscan su género. Pero sí nos llevamos con ellas de "quihúbole, quihúbole". Porque pues hay unos que se ven hombres y todo y les gusta que los penetren, o sea... (Héctor, 21 años).

Todos los entrevistados sin excepción manifestaron tener nexos afectivos con mujeres, como parte importante de sus anclajes identitarios. El hacer explícitos sus preferencias sexuales, vínculos emocionales o, incluso, lazos conyugales con mujeres, refuerza una masculinidad que podría ser puesta en duda si admiten que se dedican de forma constante al trabajo sexual o que éste entraña algún disfrute.

Es que yo ando padroteando [regenteando] también chamacas [muchachas], yo... no creas que me dedico a esta cosa. Nel [No] ¿qué pasó?, pero nel, yo casi no me dedico a la prostitución, a mayatear, yo no. Yo más me dedico a andar con morras [muchachas] de bares o teiboleras  y me pagan todo y como pues dicen que tengo más o menos buen cuerpo y... mejor no te cuento lo que tú ya sabes. Eso es lo que les gusta a las mujeres. Pero así en sí casi yo no lo hago, pero cuando me veo muy obligadamente, a veces sí lo hago con un gay, con un hombre. Pero yo me dedico más a las mujeres, a las de los bares, las teiboleras, ésas (Kalimán, 24 años).

Estas afirmaciones, sin embargo, a veces se contradicen en los relatos de los propios trabajadores, como en el testimonio de Kalimán, quien dice ser proxeneta, pero al mismo tiempo dedicarse cuatro o cinco días de la semana al sexoservicio a varones. Como parte del éxito de los mayates depende de su imagen de macho, de "muy hombre", una constante en sus relatos es la insistencia en que jamás aceptan ocupar la posición "pasiva", pues esto equivaldría a feminizarse como lo hacen sus clientes.

Sí, los activos juegan el papel de hombre. Los pasivos hacen todo lo de una vieja, o sea son penetrados, maman y todo eso, o sea. Y los activos no. Nada más penetramos y nada más. Los pasivos su actitud también es de mujer, porque pues ya es por gusto más bien ellos, pero pues también es más por gusto, por pasividad. He visto eso (Julio, 24 años).

Esto permite entender que la construcción identitaria de los mayates pasa por la negación al acceso a sus glúteos como antesala del ano, que el imaginario social ha asociado con la noción de pasividad y feminidad (List, 2007). La insistencia en el desempeño del papel activo parece ser un punto de anclaje en la narrativa de este tipo de trabajadores del sexo, acorde con las normas culturales para el género masculino que dictan que la sexualidad de los varones debe ser agresiva y poderosa. Esta manera de encarar la dominación simbólica del principio masculino sobre el femenino se reproduce, al menos en el discurso, en la asignación dicotómica de los papeles sexuales al interior de la relación homoerótica y la reducción falocéntrica de las zonas erógenas.

¡Nooo!, ¿qué pasó? Nel, sí me han querido a veces estar agarrando las nalgas. Les digo "nel, mejor pégate acá". Porque eso es lo que me gusta nada más, y que me la mamen, la verdad sí. Yo soy cien por ciento activo. Pasivo no, activo cien por ciento. Por algo soy moreno y soy negro, soy raza latina... más calientes. Yo puedo hacer el amor hasta... yo cuando tenía mi chava, y siempre he tenido mi novia, a veces hago el amor hasta nueve veces con ella, o las hago venir hasta nueve veces en una sola relación. Cojo (se refiere al acto sexual) seis, cinco veces al día cuando se puede, cuando se siente el cachondeo, cuando se siente la sensación (Kalimán, 24 años).

También es de destacar el contenido racializado de los discursos que reproducen los estereotipos de algunos grupos étnicos como más sexuales y potentes. Si tenemos en cuenta que Veracruz es un estado con una gran presencia afromestiza, los contenidos hipersexualizados del imaginario justifican la incursión en el trabajo sexual como una manera de garantizar la disponibilidad de encuentros sexuales para satisfacer un deseo hambriento e indiscriminado hacia el objeto sexual.

Dado que los sexoservidores reivindican para sí una masculinidad sustentada en el aspecto viril, en sus parejas femeninas y en la constante afirmación de su sexualidad desbordada, por tanto, entre las razones que aducen para justificar su vínculo sexual con otros varones es la presencia continua de urgencias eróticas insatisfechas.

El cotorreo es divertido, ¿no? Desgraciadamente sí. A veces uno lo busca porque pues... como en la casa, mi esposa está joven y yo no sé qué mmm... qué chingaderas tengo que yo quisiera estar a cada rato con ella y ella no quiere. Ella nomás quiere una vez, dos veces y ya no quiere. Y hay veces que la verdad ella se va a dejar a la niña a la escuela y yo estoy de pendejo viendo la tele. Y con ver viejas encueradas en la tele ya estoy de pendejo, ya se me paró esa madre y ya me estoy masturbando yo solo (Javi, 32 años, Veracruz).

La protección de la masculinidad en un contexto en el que las prácticas homoeróticas son satanizadas, permite entender este juego de artificio entre los sexoservidores y los clientes. El énfasis que ponen los trabajadores en ocupar la posición "activa", su insistencia en las relaciones afectivas con mujeres y en sus urgencias sexuales, su reiteración en los aspectos económicos de la ocupación y la intermitencia en su dedicación a ella, les permiten defender la identidad masculina y una declarada orientación heterosexual. Entre tanto, la posición de cliente oscila entre la posibilidad de realizar deseos eróticos de manera segura y anónima en el caso de los tapados mencionados anteriormente, o bien la actualización de una serie de imaginerías sociales: el deseo del "obvio" de ser poseído por el macho, del adulto por gozar al joven, del rico por dominar al pobre (Perlongher, 1999). 

LA ZONA CONURBADA DE BOCA DEL RÍO

En años recientes, se han realizado serios esfuerzos por parte de las instancias gubernamentales estatales para tratar de reactivar el sector turístico, a partir de agresivas campañas publicitarias y del mejoramiento y ampliación de la infraestructura (Estrada citado por Gallegos, 2006: 64). Sobre todo, se ha hecho hincapié en algunos nichos específicos, como el ecoturismo, el turismo de aventura y el arqueoturismo, además de publicitarse más ampliamente el Carnaval del Puerto de Veracruz. Asimismo, a partir de 1990 han asentado sus reales en la ciudad cadenas hoteleras nacionales y extranjeras que han aumentado la disponibilidad de hospedaje de cuatro y cinco estrellas, principalmente en la zona conurbada del municipio de Boca del Río (Gallegos, 2006: 65). Ahí también se han instalado restaurantes, bares y centros nocturnos, además de la edificación del World Trade Center, todo lo cual ha permitido que en los últimos tiempos Veracruz sea sede de grandes eventos académicos y empresariales.

El creciente índice de ocupación hotelera en inmuebles de cinco estrellas en la zona conurbada de Boca del Río, revela la incorporación de un número cada vez mayor de turistas de poder adquisitivo alto y medio alto. Aunque su procedencia sigue siendo principalmente nacional, el World Trade Center ha permitido la realización constante de grandes eventos de negocios o de corte académico a los que acuden personas de todo el mundo.

Esto ha contribuido a aumentar la oferta de servicios gastronómicos y de diversiones nocturnas para el entretenimiento de los visitantes: bares, restaurantes, discotecas, salones de apuestas y demás. En esta área se ubican tres de las cuatro discotecas abiertamente gay que existen en la ciudad. Ahí también se ejerce la prostitución de interiores en los diversos locales o mediante agencias de acompañantes y masajistas, anunciadas en guías turísticas especializadas que se encuentran en lobbies de hoteles, o a la entrada de los centros nocturnos. Estos servicios están dirigidos a consumidores de gran solvencia económica, tanto nacionales como extranjeros, que se adhieren ––privada o públicamente–– a los modelos imperantes de la subcultura gay occidentalizada (Altman, 1996). Los montos por un servicio suelen oscilar entre 4 y 20 veces más de los que se pagarían a los trabajadores del Centro Histórico.

Llega a ser, ahora sí, según la calidad del chavo, pero llega a veces [a costar] de ochocientos, mil, a mil quinientos [60 a 100 dólares estadounidenses]. También, cuando es por tiempo que ya era fuera del horario normal, que ya pasaba de la hora, hora y media, pues ya era agregarle cien o doscientos por hora. Que sea conveniente para nosotros, para el chico que iba a dar el servicio y para el cliente. Que el cliente pagara, que no se le hiciera caro, tampoco barato, tampoco regalado, que no por complacerlo amolar [perjudicar] al chavo. Entonces, acordábamos un precio (Ernesto, 33 años, manejador de agencia de masajes).  

Durante buena parte del año, tanto los consumidores como los sexoservidores son locales, pero en las épocas de gran afluencia turística suele haber una importante presencia de personas de otras partes de la República o del extranjero. Así, clientes y trabajadores pueden desplazarse de otros sitios para confluir en un espacio social de intenso flujo de visitantes.

La temporada alta es para todos. Ahorita que es Carnaval va a ser temporada para todos, hasta para lo que es el sexoservicio, porque viene gente extranjera, viene gente de fuera que vienen a consumir.  Los chicos también [vienen de fuera]. Tengo el que viene de Orizaba, tengo a Joe que viene de Cancún, tengo a Ángelo y a Charlie, que vienen de México (Ernesto, 33 años, manejador de agencia de masajes).

La inserción en el trabajo sexual a través de agencias que atienden a una clientela más cosmopolita y especializada, diversifica las posibilidades de construcción identitaria de los trabajadores. La misma forma del reclutamiento condiciona el ingreso a estos circuitos, menos riesgosos, mejor remunerados y más discretos.

Poníamos un anuncio en el periódico, decía "se solicita chico, buena presentación, criterio amplio, entrevistas en tal lado". Ya cuando llegaban "¿cuál es la tarea?", "mira de esto se trata, de que tienes que tener celular, disposición de tiempo, aquí lo que damos es prácticamente sexo al cliente, quiere salir contigo, quiere ir al antro, en el momento que yo te hable pues vas". Hacíamos la selección. Activo, pasivo o inter, había chavos que hacen de las dos cosas... que fuera atractivo... ¡porque te llegaba cada chacal! O sea, saber qué es lo que vas a vender, entonces aquí lo indicado es saber como gay qué es lo que le gusta a otro gay. Pero tienes que tener de todo: a unos les gustan guapos, otros le gustan chacales, a otros les gustan blancos, a mí me gustan negros. Debe tener todo, debes tener chico, grande, mediano, grueso... de todo, pasivo, activo, bisexual (Ernesto, 33 años, manejador de agencia de "masajes").

El término "chacal" alude a los "mayates" de extracción socioeconómica más baja, pertenecientes a las colonias populares, y que muestran agresividad, vulgaridad y rudeza (Córdova, 2003). Así, el tipo de turistas, los medios del contacto, la negociación a través de terceros, los lugares de prestación de los servicios, la diversidad de prácticas y fenotipos solicitados, se adscriben a la lógica de la subcultura gay globalizada.

Los trabajadores sexuales de esta zona de la ciudad suelen desempeñarse como "acompañantes", "masajistas" o bailarines desnudistas que se presentan en centros de diversión nocturna, ocupaciones que les permiten combinar el comercio sexual con otras actividades. A diferencia de los trotacalles, que se relacionan con clientes de todas las clases sociales por ofrecer sus servicios en el espacio más público, la demanda de estos sexoservidores está conformada por  los clientes de estos establecimientos, lo que garantiza cierto nivel adquisitivo. Algunas de las características indispensables para lograr ingresar al medio son la juventud, la belleza física y la apariencia muy masculina. Es requisito casi indispensable que desarrollen una buena figura, "esculpida" en los gimnasios, y ofrezcan un aspecto muy masculino (Hernández, 2006).

Yo creo que los 26, 27 años es el momento de la cúspide ¿no? Al menos te va mejor, porque uno todavía se ve bien en la pista... ya pasando 29, 30, pues ya no te contratan tan fácil, pues ya dicen "está bien ruco" [viejo] (Giovanni, 21 años).

El puerto de Veracruz, como la ciudad de mayor tamaño y más cosmopolita del estado ––aunque no necesariamente la más tolerante hacia la manifestación pública de la homosexualidad (Barffuson, en prensa)––, ofrece una variedad de lugares "de ambiente",y en algunos de ellos se puede asistir a espectáculos de desnudismo. Los establecimientos ofrecen show de strippers o chippendales, así como go-go dancers transgénero y viriles, los cuales bailan en plataformas elevadas en distintos puntos de los locales, ya sea acompañando el espectáculo principal del stripper o animando el baile del resto de los parroquianos. En algunos hay duchas con paredes de vidrio donde el bailarín simula tomar un baño mientras se mueve y acaricia al compás de la música. Asimismo, existe un centro nocturno situado en la zona portuaria que a veces presenta funciones de sexo gay en vivo.

El chippendale lo que hace es bailar con su vestuario y estar en tanga. Un stripper lo que tiene es que volver a bailar pero erecto, excitado y, o sea... ahora sí grande (Charlie, 23 años).

Para estos trabajadores del espectáculo, además de la figura musculosa, es necesario también lograr mantener una semierección a todo lo largo de los diez o quince minutos aproximados que dura cada rutina de baile, lo cual se logra mediante la estimulación previa, la aplicación de pomadas y aerosoles, o el uso del anillo de un preservativo apretado en la base del pene para evitar el vaciamiento rápido de los cuerpos cavernosos:

Usa uno xilocaína. Es un anestésico que usan los jugadores de fútbol cuando se pegan; te lo echas y se te quita el dolor. Eso se lo echa uno en el pene y demora uno tres, cuatro horas (Joe, 21 años).

Aunque bailarines, "escorts" y masajistas deben exhibir una apariencia hipermasculinizada, es posible que se asuman explícitamente como "gays", "homosexuales" o "bisexuales", es decir, adoptan posiciones identitarias más flexibles y acordes con las demandas de una clientela más cosmopolita y sofisticada.

COMENTARIO FINAL

Como popular destino de playa, Veracruz presenta importantes tasas de afluencia turística en las temporadas vacacionales y las festividades locales promocionadas ampliamente. Durante Carnaval, Semana Santa, las vacaciones de verano y navideñas, el puerto atrae a gran cantidad de turistas que confluyen con diversos intereses. Algunos de ellos arriban con la intención de tener relaciones sexuales en un ámbito de anonimato; para otros, los encuentros sexuales son parte del conjunto de actividades de entretenimiento, y otros más aprovechan la gran concentración de personas para trabajar ejerciendo la prostitución. Para dar una idea del intenso intercambio erótico, tanto casual como comercial, que ocurre en estas temporadas, durante las fiestas de Carnaval del año 2011, se calculó una asistencia de 2.5 millones de turistas, y de éstos, 1.5 millones fueron de otros estados de México, sobrepasando la disponibilidad hotelera. La cantidad de preservativos que la Jurisdicción Sanitaria de Veracruz repartió gratuitamente a la población en general en esa ocasión llegó a los 1.1 millones de condones (SDP Noticias, 18-02-2011).

Por añadidura, la forma en que está organizado el turismo homoerótico comercial en el puerto de Veracruz responde a factores geográficos, históricos, económicos y políticos que han configurado dos espacios relativamente diferenciados de oferta y demanda de servicios sexuales, en una suerte de oposición entre lo local y lo global. Por un lado, encontramos la conformación de un territorio que se ha mantenido a lo largo de varios siglos gracias a la existencia de una antigua cultura portuaria. Cambian los escenarios y los actores, las tramas y los parlamentos, pero los espacios de prostitución se han arraigado en un proceso de larga duración de intercambios sexuales entre nativos y fuereños, antes viajeros, ahora turistas.

Aquí tiene lugar un tipo de sexoservicio callejero, ejercido por hombres jóvenes de estratos sociales bajo o medio bajo; algunos dedicados a ello como única ocupación, y otros combinándolo con diversas actividades generadoras de ingresos. Asimismo, su clientela está conformada por gente local o por turistas de escala regional o nacional, generalmente con un poder adquisitivo también medio o medio bajo. Los discursos de estos trabajadores tienen todo el colorido local que trasuda los valores de un modelo de sexualidad androcéntrico, muy jerarquizado, focalizado en el falo y en el coito, el cual exige una masculinidad insaciable, predadora y dominante. Esto les permite expresar su adscripción a una identidad heterosexual o bisexual, refrendada por ciertos usos del cuerpo.

A diferencia del trabajo sexual de mujeres, que requiere de una gran visibilización en los lugares públicos y debe apelar a la solicitación callejera para atraer la atención de la clientela (Kandel, 1992: 338), o del tipo transgénero que, o bien es imposible de ocultar, o bien se confunde con la modalidad femenina, este tipo de servicio se ofrece de manera soterrada y encubierta en la vía pública. La principal razón de ello se halla en la defensa de la identidad de género de clientes y trabajadores. En un contexto en el que el homoerotismo es devaluado y estigmatizado, el solicitar o brindar servicios homosexuales suele acarrear perjuicios a los involucrados si tales prácticas se hacen públicas. Esto implica el desarrollo de habilidades en un doble juego de conocimiento/reconocimiento lo suficientemente sutil para que pase inadvertido para otros, pero lo bastante explícito para anunciar que se ofrece o se busca un servicio sexual en un universo paralelo que se imbrica con la cotidianidad, pero que sólo es accesible a los entendidos.

Por otra parte, debido a la marginalidad del puerto de Veracruz como destino turístico internacional, hasta años muy recientes se ha desarrollado una infraestructura turística relacionada con la sexualidad, dirigida a mercados específicos con un mayor poder adquisitivo y más cosmopolita. Por ser una prostitución de interiores, el anonimato y la protección están relativamente asegurados. Asimismo, tanto los trabajadores como los clientes suelen adscribirse a una subcultura gay de tipo occidentalizado, cuyo eje gira en torno a deseos, orientaciones y prácticas homosexuales. Ello permite la asunción de posiciones identitarias más diversificadas entre los participantes.

El mundo del turismo sexual y la prostitución a él ligada tiene, sin duda, múltiples aristas que exigen su abordaje desde un enfoque interdisciplinario. Este trabajo ha intentado hacer converger aspectos geográficos, históricos y antropológicos para explicar la posibilidad de continuidades y transformaciones de su ejercicio en un territorio específico, como es el del puerto de Veracruz. Quedan, sin embargo, múltiples factores a explorar en un contexto en el que el trabajo sexual está altamente estigmatizado, pero que es también un locus donde las jerarquías sexuales y de género se invierten, donde existen relaciones de poder ambiguas y cambiantes, y donde entran en juego el deseo, el secreto, la fantasía, la prohibición y el goce (Córdova, 2003). En suma, el turismo sexual  homoerótico es un locus de intensificación de eso que Foucault (1991) llamó "dispositivo de sexualidad". 

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Recibido el 31 de diciembre de 2014
Reenviado el 22 de febrero de 2015
Aceptado el 05 de marzo de 2015

Arbitrado anónimamente          

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