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Estudios y perspectivas en turismo

On-line version ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.29 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan. 2020

 

DOCUMENTOS ESPECIALES

Turismo, riesgo y cambio climático

Un camino alternativo

 

Maximiliano E Korstanje*

Universidad de Palermo Buenos Aires, Argentina

David Kenneth Strang**

Universidad Estatal de Nueva York Plattsburgh, Estados Unidos

Rodanthi Tzanelli***

Universidad de Leeds Leeds, Reino Unido

Roberto Moreno Garcia****

Universidad Autónoma de Chile Temuco, Chile

* Doctor Honorario en Turismo por la Skibbereen University, Grand Turk Island, Reino Unido. Investigador Principal de la Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina. Visiting Fellow at CERS Universidad de Leeds, Reino Unido; e investigador visitante de la Universidad de La Habana, Cuba. Miembro fundador y asesor del consejo asesor de investigación y desarrollo de UDET (Universidad de Especialidades Turísticas), Quito, Ecuador; y Jefe Editorial de la sección Advances in Hospitality, Tourism and Service Industry, Hershey, Estados Unidos, IGI Global. Dirección Postal: Dorrego 169, piso 2 ap. F, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: mkorst@palermo.edu

** Doctor en Project Management en la Royal MIT University, Australia; y MBA en Marketing Estratégico Universidad de Chadwick, Birmingham, Estados Unidos. Trabaja como editor en jefe de la revista International Journal of Risk and Contingency Management y docente de la Universidad Estatal de Nueva York, Plattsburgh, Estados Unidos. E-maileditor.ijrcm@gmail.com

*** Doctora en Estudios Culturales por la Universidad de Lancaster, Reino Unido; y profesora asociada en Sociología Cultural en la Universidad de Leeds, Reino Unido. E-mail R.Tzanelli@leeds.ac.uk

**** Ingeniero Forestal por la Universidad de la Frontera, Temuco, Chile. Doctor en Recursos Naturales y Sostenibilidad por la Universidad de Córdoba,  España. Docente investigador, Director del Magíster de Gestión del Patrimonio y Turismo Sostenible y Director del Centro de Investigación Multidisciplinario de La Araucanía (CIMA), en la Universidad Autónoma de Chile, Temuco, Chile. E-mail: roberto.moreno@uautonoma.cl


Resumen

Este artículo analiza la relación del cambio climático, el cual es producto de una crisis ecológica, y el sistema turístico. Centrados en las contribuciones del antropólogo inglés Tim Ingold, se sientan las bases para una nueva mirada alternativa sobre las oportunidades del turismo en los años venideros. En el mismo se resaltan las limitaciones metodológicas y conceptuales de la literatura especializada como así también los problemas del paradigma económico-céntrico para conceptualizar el cambio climático fuera del prisma materialista. El futuro del CC es incierto, no obstante no menos cierto es que en consonancia con Jost Krippendorf el turismo puede ser parte de la solución o el problema dependiendo de los valores fundantes de la sociedad.

PALABRAS CLAVE: Cambio climático; Crisis ecológica; Turismo; Destino turístico; Consumo turístico; Tim Ingold.

Abstract

Tourism, Risk and Climate Change: An Alternative Insight.

The present short piece interrogates on the intersection of climage change, which results from a much deeper ecological crisis, and the tourist system. Based on the contributions of Tim Ingold, a British anthropologist who introduced the idea of "the relational perspective", we lay the foundations towards a new (alternative) understanding of the issue (for the years to come). We make a critical reading of the methodological problems and limitations of the economic-centered paradigm to grasp the nature of climate change beyond the materialist lens. Though our future remains uncertain, no less true is that –echoing Krippendorf- to what extent tourism is part of the solution or the problem depends strictly on the possibilities the founding values of capitalist society to be sustainably transformed.

KEY WORDS: Climate change; Ecological crisis; Tourism; Tourist destination; Tourist consumption; Tim Ingold.


INTRODUCCIÓN

El turismo y la hospitalidad se han situado en las últimas décadas como dos pujantes industrias que han crecido a nivel planetario ya sea por la multiplicación de empleo y/o por la inversión directa e indirecta (Gahli, 1976; Oh, 2005). En este sentido, diversos abordajes han enfatizado sobre los efectos positivos y negativos de la industria -sobre todo- dentro del tercer mundo (Tuner & Ash, 1975; Britton, 1982). Los estudiosos sugieren que la teoría del desarrollo permite no sólo beneficios económicos como la lucha contra la pobreza, sino fomentar instituciones más democráticas (Tosun, 2000; Nelson, 2012). No obstante, no todo ha salido como los planificadores imaginaron. Las fallas en la teoría del desarrollo en ciertas economías emergentes, como así también el calentamiento global han fagocitado el aumento de una literatura crítica respecto al discurso dominante, en materia ecológica. Para estas voces el turismo moderno evoca ciertas discursividades coloniales las cuales tienden a cosificar al nativo (Lozanski, 2007; Bandyopadhyay, 2011; Korstanje, 2012), forzando la idea de libre mercado como la mejor de las realidades (Jack & Phipps, 2005), sin mencionar la mercantilización de los espacios turísticos los cuales quedan subordinados a una estética funcional al capitalismo (MacCannell, 1976; 2001; 2002; Urry, 1992; 2002; Meethan, 2001). En un punto, como bien comenta el economista J. Michie (2017), la idea de mercado y el imperialismo europeo han estado históricamente enlazados. La colonización ha servido a los intereses de los productores europeos de asegurarse las materias primas necesarias para la consolidación de la revolución industrial. Una vez que las economías europeas se han establecido, nace la idea del libre comercio como un valor universal fundante (Michie, 2017).

Por su parte, Marvin Harris (2001) escribe que los primeros antropólogos compartían los mismos intereses y miedos que los primeros colonizadores. El avance de la racionalidad moderna implicaría la destrucción de las culturas llamadas primitivas. Para evitar dicho final, el antropólogo debía recoger historias, artefactos y toda suerte de residuos culturales para preservar la identidad de los pueblos en vías de extinción. Este prejuicio se centraba en la idea de que si la Europa premoderna sucumbió frente al mundo moderno, lo mismo sucedería con las culturas primitivas (Harris, 2001). Desde entonces, la antropología ha desarrollado una noción paternalista del "Otro no europeo"; no huelga decir qué misma valoración se encuentra presente en muchos de los estudios culturales del turismo a la vez que ha sentado las bases para la construcción del paradigma económico-céntrico (Korstanje, 2012; Tzanelli & Korstanje, 2016). Partiendo de la premisa de que la protección es parte inherente a la teoría turística, diversos analistas han llamado la atención en la crisis ecológica como la principal amenaza a la sustentabilidad del sistema turístico (Becken, 2004; Nyaupane & Chhetri, 2009; Font & Hindley, 2017).

En este contexto, la presente nota indaga en una revisión crítica de la literatura especializada que describe la relación entre cambio climático y turismo. En forma alternativa, se discuten las limitaciones y fortalezas del argumento de Tim Ingold, quien recientemente estudiara las bases conceptuales de la sustentabilidad moderna. Si bien diversos estudios se han referido a la adaptación climática y sobre el "paradigma relacional", se considera a Ingold como el argumento fundante de dicha teoría dentro de la antropología. Por ese motivo la discusión se centra alrededor de dos de sus obras, "Being Alive" y The Perception of the Environment.  

DISCUSIÓN INICIAL

Desde sus inicios los estudios científicos en turismo estuvieron marcados por una clara tendencia ecologista, o si se quiere, una preocupación por la sustentabilidad (Bramwell & Lane, 2000; Pigram & Wahab, 2005; Saarinen, 2006). En sus abordajes sobre la "cientifización del turismo" Jafar Jafari (1994) abogaba por una disciplina nutrida por una matriz de pensamiento objetivo que pudiera comprender los efectos negativos del turismo sobre el ambiente y –en consecuencia- neutralizarlos. Por su parte, Jost Krippendorf (2010) se refería al turismo como una actividad social enraizada en la matriz cultural y productiva de la sociedad. Si se parte de la premisa de que el turismo obedecía a las normas sociales y éticas de cada comunidad, para poder mitigar los efectos contaminantes de la industria sobre el territorio era necesario cambiar los valores fundantes de la sociedad, advertía Krippendorf. En palabras de Margarita Barreto, Krippendorf ha sido uno de los primeros investigadores preocupado y motivado por la ecología (Barreto, 2009; Korstanje, 2015). 

En los últimos años la globalización y los avances tecnológicos pusieron el tema de la sustentabilidad sobre la mesa de discusiones como nunca antes (Reid, 2003; Mowforth & Munt, 2015). Como agente democratizador y modernizador, el turismo promueve un estado de bienestar económico, empero en ciertos contextos puede llevar al conflicto, al atraso económico y a la contaminación del ambiente (de Kadt, 1979; Clarke, 1997; Osmar-Fonteles, 2004; Ibañez & Rodriguez, 2012). Aún cuando el ordenamiento del territorio –y con éste la tecnología- ha sido un factor clave en la planificación turística hacia formas más sustentables (Schlüter, 2001; Bertoncello, 2006; Boullon, 2006; Wallingre, 2014), no menos cierto es que el cambio climático ha desconcertado a los investigadores respecto a la capacidad de reacción de la industria (Korstanje & George, 2012b). A nivel institucional, la preocupación por la sustentabilidad deviene de la firma del Informe Bruntland redactado por la ex primera ministra de Noruega Gro Harlem Bruntland con el fin de realizar un abordaje crítico sobre los efectos del desarrollo económico global, el cual estaba centrado en una lógica economicista exclusivamente. En dicho reporte se usa por primera vez la palabra "desarrollo sustentable" el cual denota el esfuerzo por no comprometer los recursos de las próximas generaciones (Burton, 1987). Por desarrollo sustentable se comprende los diferentes procesos que llevan hacia el crecimiento económico y la calidad de vida respetando los recursos no renovables y ecológicos como así también el bienestar colectivo acorde a tres pilares importantes: el ecológico, el social y el económico (Nisbet, 1986).

Los diferentes problemas y limitaciones de la teoría del desarrollo y la sustentabilidad no sólo dieron origen a diversos estudios críticos sino a cuestiones de raíz ideológica propias del liberalismo económico que antepone la ganancia neta o percibida a los resultados obtenidos   (Esteva & Prakash, 1988). Desde esta perspectiva, las sociedades deben adaptarse a la realidad del cambio climático aún cuando las consecuencias disruptivas del sistema capitalista, las cuales llevan a la crisis, no son debidamente atendidas (Klein, 2015; Chaturvedi & Doyle, 2015; Bauman, 2013).

CAMBIO CLIMÁTICO Y TURISMO

En la década de los ochenta los científicos descubren un aumento progresivo en las temperaturas del planeta desde 1880 hasta el año 2000. Según sus pronósticos las mismas mediciones irían en aumento hasta 2050. Este fenómeno recibe el nombre de "calentamiento global" asumiendo la idea de que su causa principal son los gases de tipo efecto invernadero que quedan atrapados en la atmósfera (Stocker et al., 2013). Con el tiempo, el término cede a una nueva interpretación conocida como "cambio climático". Dicha palabra se ajustaba mejor a los nuevos descubrimientos del mundo científico. El aumento de la temperatura generaba cambios abruptos en las corrientes oceánicas que no sólo amenazaban la vida en el planeta sino a las diferentes economías mundiales (Field et al., 2014). A lo largo de los años diversos intentos por reducir la emisión de gases han sido sistemáticamente frustrados por la negativa de los Estados Unidos, China y Rusia a reducir sus límites de contaminación. El primer rechazo manifiesto de Estados Unidos se ha dado en el famoso Protocolo de Kioto (1997), seguido de la reunión llevada a cabo en Copenhague en 2009. Finalmente se materializa un protocolo global, con ausencia de Estados Unidos tras el triunfo de Donald Trump, en París para 2015 donde las principales potencias económicas se comprometen a reducir sus gases de efecto invernadero sobre la atmósfera.

Dentro de las ciencias sociales el cambio climático ha despertado un acalorado debate. Por un lado, algunos sociólogos como Beck y Giddens sostienen que el fenómeno abre las puertas a una nueva condición de riesgo global que puede iniciar nuevas relaciones entre los diferentes países convergiendo hacia una paz global la cual permita solucionar el problema. El cambio climático puede engendrar una sociedad más tolerante y abierta a los desafíos que se imponen luego de la era industrial (Beck, 2000; 2006; Giddens, 2009). Otros exponentes más críticos consideran al cambio climático como un discurso dominante tendiente a crear una nueva hegemonía entre el norte global y el sur periférico. Si bien dicha corriente no niega el problema como un gran riesgo, no menos cierto es que consideran que el capitalismo se encuentra lejos de resolver y mitigar sus efectos, lo cual sienta las bases para un nuevo eco-imperialismo (Dalby, 2004; Dyer, 2011; Chaturvedi & Doyle, 2015).

La recepción de la literatura vigente en los campos del turismo y la hospitalidad es diferente en comparación al de las ciencias humanas. Los alcances de la investigación en turismo se vieron orientados al desarrollo de técnicas para la medición de impactos específicos sobre el territorio y sobre el atractivo (Amelung, Nicholls & Viner, 2007; Moreno & Becken, 2009), la redacción de reportes que lleven a planes de contingencia para disminuir sus impactos sobre el sistema (Scott et al., 2008; Hall, 2011), la creación de nuevos segmentos o nichos que se fundamentan en el consumo cultural como instrumento hacia la descentralización territorial (Peeters, Gossling & Becken, 2009; Dickinson, Lumsdom & Robbins, 2011; McKercher et al., 2010), y el reciente uso de programas informáticos para adaptar los centros turísticos a las consecuencias devastadoras de desastres naturales o simplemente a acondicionar el estado de destrucción a un nuevo instrumento conocido como "post-disaster marketing" (marketing en contexto de desastre). Esta última corriente abandona la idea de "doctrina precautoria" la cual deja en evidencia que el hombre y su racionalidad pueden inferir y eliminar el peligro, para dar lugar a formas más mórbidas de consumo turístico (Robinson & Jarvie, 2008; Amujo & Otubanjo, 2012; Mair, Ritchie & Walters, 2016; Seraphin, Gowreensunkar & Ambaye, 2016; Seraphin, Butcher & Korstanje, 2017).

En este sentido, es importante señalar que australianos, neozelandeses y escandinavos, seguramente preocupados por los devastadores efectos sobre sus corales y los polos han iniciado en los últimos años diversos abordajes para comprender la disociación existente entre percepción y práctica (Harrison, 1996; Hall & Saarinen, 2010). En efecto, aún cuando una gran mayoría de turistas advierte el cambio climático como un gran riesgo, poco se sabe sobre los pasos prácticos efectivos que deben seguirse para la reducción de los gases contaminantes (Hall, 2008; Hall & Lew, 2009; Gossling, 2010; Weaver, 2011). En dicha perspectiva, Scott, Hall & Gossling (2012) sugieren que el cambio climático ha adquirido un gran potencial destructivo que puede cambiar sustancialmente la naturaleza de la industria turística. En tal efecto, los estudiosos deben calibrar definiciones más ajustadas de dicha problemática diferenciando el turismo sustentable del desarrollo del turismo sustentable. La tecnología, acompañada de la racionalidad occidental, puede ser un efectivo instrumento para reducir la contaminación ambiental. Por su parte, Becken & Hay (2007) argumentan que el turismo no tiene posibilidades de subsistir sin los recursos ambientales que le dan sustento. Condiciones desfavorables en el clima pueden –y de hecho lo hacen- afectar seriamente la atractivilidad de los sitios turísticos. En consonancia con Hall, Scott & Gossling (2012), los autores advierten que los planificadores deben sentar las bases para la implementación de planes sustentables que adapten la industria a los avatares del riesgo ecológico que supone el cambio climático (CC). Becken & Hay (2007) parten de la premisa de que poco se sabe sobre el tema en relación con el turismo, y entre lo que se publica existe una tendencia comercial muy marcada. Los investigadores se encuentran orientados a proteger los destinos turísticos –bajo un prisma precautorio- sin comprender cabalmente cómo funciona el CC y su interacción con el turismo. David Weaver (2011), en un artículo seminal, advierte que el turismo tiene pocas probabilidades de sobrevivir frente al CC a menos que se reconsideren las bases de lo que hoy se comprende como "sustentable". Por un lado, a pesar de que la teoría adaptativa habla de la necesidad de ajustar ciertas variables para mitigar los efectos negativos del CC, existe cierta preocupación en la academia respecto a la viabilidad de dichos planes. En otras palabras, la idea de adaptar es contraria a la de resolver. Por otro lado, Weaver (2011) lamenta que la industria se encuentre indiferente frente al problema del CC. Las políticas actuales, como así también los estudios en la materia, se encuentran en las antípodas de los verdaderos intereses del turismo sustentable. Se entiende por adaptación al CC como la capacidad y el potencial socio-económico para hacer frente a los efectos adversos del mismo, evaluando potenciales costos y movilizando recursos para mitigar sus efectos más adversos para el bienestar social (Schneider, 2001).

En esa misma línea de investigación, Korstanje & George escriben que el CC ha despertado una visión apocalíptica del futuro, el cual se instala en la sociedad contemporánea paralizando a la opinión pública. Ciertamente, si bien el CC es un problema real, el espectáculo alrededor de sus consecuencias genera una distorsión entre lo que el ciudadano común desea y sus posibilidades concretas de acción. Transformado en un espectáculo que es consumido por una audiencia global, el CC se ha convertido en una nueva forma de entretenimiento que se retroalimenta del peligro verdadero que genera (Korstanje & George, 2012a; Korstanje & George, 2012b). Aclarados ciertos aspectos de definición, Hall & Higham (2005) proponen un marco conceptual para comprender la atención que los investigadores en turismo y hospitalidad han dado al CC a lo largo de los años. Según su perspectiva, el tema atraviesa cuatro facetas bien distintas. La primera etapa comprende desde la década del sesenta hasta el setenta (denominada faceta formativa), la cual se caracteriza por estudios exploratorios y poco profundos sobre el CC y su relación con el sistema turístico. A ella le sigue una década de estancamiento que oscila desde los setenta hasta los ochenta. Las primeras publicaciones arbitradas –bajo sistema doble ciego- marcan un punto de inflexión y de mayor interés que abarca todo el período de los noventa. Por último, las mediciones más exactas devienen luego del cambio de siglo con los reportes de IPCC (Panel on Climate Change) lo cual supone un crecimiento vertiginoso en la calidad y cantidad de publicaciones. Como bien advierten los autores, el conocimiento y el interés por el CC son progresivos en turismo. A mejores índices para el acceso a la medición que efectuaban los científicos, mayor conocimiento sobre el tópico (Hall & Higham, 2005; Scott, Wall & McBoyle, 2005).

Hall & Higham (2005) reconocen la necesidad de incorporar al CC como un eje temático vital para el desarrollo del turismo en los años venideros. Una lectura holística del fenómeno implica el sistema productivo de servicios, pero también la mentalidad del consumidor (el turista) (Hall & Higham, 2005). Sin lugar a dudas, el calentamiento global o cambio climático debe estimarse como una prioridad (riesgo) para los gobiernos a nivel mundial los cuales deben adaptar y crear la tecnología suficiente para calibrar formas más certeras de medición de sus impactos (Freitas, 2005).

Para una gran cantidad de investigadores en turismo, el clima debe ser contemplado como un "recurso estratégico", el cual permite el correcto funcionamiento del sistema turístico (Hamilton, Maddison & Tol, 2005; Kuledran & Dwyer, 2012). Centrados en una posición económico-céntrica del CC la cual asume que el destino turístico debe ser protegido de los efectos negativos del clima, los estudios aluden al turista –y al experto- como las únicas voces autorizadas a brindar información sobre el problema. De esta manera, lo que el turista piense, sienta o espere del CC es tomado como la única verdad posible frente a la necesidad de nuevas políticas públicas. Dicha forma metodológica no sólo genera ciertas confusiones debido a la subjetividad de las respuestas obtenidas, las cuales son tabuladas acorde a los propios prejuicios del investigador sino también porque –desde una perspectiva epistemológica- existe una brecha entre lo que la persona manifiesta y finalmente hace (Korstanje, 2016). En perspectiva, en ocasiones los entrevistados mienten, disfrazan sus respuestas acorde a las expectativas del investigador o simplemente desconocen la naturaleza de sus sentimientos más profundos. La segunda gran limitación de los estudios sobre CC en turismo es un énfasis exagerado en la doctrina "precautoria", la cual considera al CC como un riesgo global. Como bien ha demostrado Garrett Hardin (1968), cuando un peligro se hace global las posibilidades de reacción disminuyen (ver la paradoja de los comunes - tragedy of Commons). Los individuos –aún preocupados por el problema- conciben sus consecuencias como lejanas en el tiempo, y ajenos a ellas continúan con sus prácticas habituales. Dicha dinámica ha sido rebautizada por Anthony Giddens (2009) – en su estudio del clima- como "la paradoja de Giddens". Por último, como ha advertido Tim Ingold (2002; 2011), la tragedia ecológica se encuentra enraizada en la racionalidad occidental y capitalista que da sustento a nuestra forma de vida. En las próximas páginas, se revisará sustancialmente la teoría del antropólogo inglés Tim Ingold y su "perspectiva relacional". ¿Hasta qué punto es el turismo moderno una actividad sustentable?

TIM INGOLD Y LA PERSPECTIVA RELACIONAL: UNA SALIDA ALTERNATIVA

En los últimos años el antropólogo inglés Tim Ingold (2002) ha presentado un abordaje innovador para la comprensión de la crisis ecológica. Combinando sus experiencias y estudios en tribus de cazadores-recolectores con una revisión histórica del capitalismo, Ingold se interroga sobre la sustentabilidad de las formas modernas de producción. En su libro, The Perception of the Environment (La percepción del Ambiente), Ingold reflexiona sobre la dicotomía hombre-naturaleza creada por el capitalismo moderno. El capitalismo –desde sus orígenes- se ha replicado por medio de la imposición de términos dicotómicos los cuales son hombre-naturaleza, bueno-malo, ocio-trabajo, etc. Dichos binomios no sólo no son compartidos por otras culturas no occidentales sino que han dado lugar a los grandes avances tecnológicos de las últimas décadas (Ingold, 2002). En Being Alive (Estar Vivo), Ingold (2011) argumenta que el hombre moderno se despega de su suelo por medio de la invención de la silla la cual le permite no sólo acomodar su cuerpo como una entidad separada del mundo natural sino introducir una nueva forma de construcción, donde el suelo es cegado antes de ser construido. El hombre moderno destruye el territorio para volver a construir sobre él. Su visión topográfica del mismo no se asocia a su experiencia subjetiva y sensorial sino que requiere del mapa para poder orientarse. En este sentido, Ingold denomina a la cosmología moderna como "dwelling perspective" (en español perspectiva habitacional) la cual se caracteriza por una fuerte disociación entre hombre y naturaleza, una tendencia a acumular stock y un estilo arquitectónico orientado a administrar, controlar y domesticar al mundo salvaje. En este punto, su escepticismo respecto al futuro de la ecología, lo lleva a cuestionar la tendencia capitalista a la acumulación y a la dominación. Según su punto de vista, las reservas ecológicas prescinden de la presencia humana ya que ella es vista como algo incompatible a lo natural. El hombre es, advierte Ingold, portador de una razón suprema y racional que le permite mejorar, administrar y modificar el ambiente. Esta capacidad lo lleva a una moral paternalista donde proteger no significa integrar. Dada dichas condiciones, la crisis ecológica -lejos de resolverse- debe ser comprendida como parte de la perspectiva habitacional del hombre moderno. Lo natural puede y debe ser preservado pero al hacerlo el hombre se relega asimismo. Por el contrario, los cazadores-recolectores han desarrollado una cosmología "relacional" (relational perspective) por medio de la cual el hombre se considera integrado al mundo natural. En su concepción, la carne de los animales le sirve no sólo para su alimentación sino que cualquier intento de crear un remanente para ser comercializado es castigado por la propia naturaleza por medio de desastres y la tragedia de la escasez. Para todo cazador-recolector, el territorio se encuentra integrado a su propia existencia habitando dentro de la naturaleza misma. A diferencia del hombre moderno, el cazador-recolector construye sus hogares integrados a la misma naturaleza que le da sustento.

Ingold da a entender que la adopción de nuevos valores culturales que permitan al hombre moderno sobreponerse a los riesgos de la crisis ecológica es posible, aún cuando mantiene cierto escepticismo respecto al rol que juega el sistema capitalista como burbuja de acero frente a ese posible cambio. Ingold sugiere que los valores capitalistas, los cuales por esencia son antinómicos, representan una pequeña parte de la evolución humana. Lejos de ser valores universales, han sido impuestos a la Europa pre-moderna hace unos cuatrocientos años. Su eficacia ideológicamente, no obstante, ha radicado en hacer creer que esos valores son naturales por sí mismos y aplicables a todos los grupos humanos. Aún cuando Ingold considera al turismo como una invención puramente capitalista y por naturaleza es imposible que la industria sea sustentable, no menos cierto es que sus abordajes son pertinentes para el debate sobre la crisis ecológica que hoy enfrenta el planeta.

La lógica instrumental y racional –citando a Paul Virilio (2010)- se encuentra a disposición de la reproducción del capital y la rentabilidad de las grandes corporaciones que incursionan en la ciencia. El mundo moderno funciona como un gran "aire acondicionado" el cual no hace del mundo un lugar más confortable sino que encierra al hombre en un ambiente controlado el cual se nutre del calor externo. Virilio (2010) acuña el término "Universidad del Desastre" para expresar su temor por los paradigmas que rigen la ciencia moderna, la cual no busca soluciones para el hombre común (por ejemplo frente a la crisis ecológica) sino que busca mayor eficiencia en las cadenas de producción-consumo.

En un trabajo reciente, R. Tzanelli (2019) retoma la discusión iniciada por Ingold esgrimiendo una tesis por demás particular. El ethos capitalista, acompañado de los avances tecnológicos, ha creado una sociedad de alta movilidad. No obstante, no por ello se puede afirmar que dicha movilidad sea justa. Tzanelli (2019) formula dos ideas contrapuestas. Por un lado, el capitalismo se sustenta por medio de un diseño que hace de la movilidad su esencia. Por el otro, la movilidad crea un sentido específico de justicia que le precede. En otras palabras, mientras el diseño de la movilidad recrea escénicamente las condiciones para el consumo turístico (por medio de sus destinos), dichas condiciones evolucionan en un entorno de máxima inestabilidad. La moral capitalista pondera los beneficios materiales del turismo moderno empero desdeña de sus efectos inmediatos los cuales van desde la saturación de destinos (over-tourism) hasta la contaminación ambiental. Tzanelli (2019) se nutre de los avances de Ingold para presentar un argumento etno-filosófico sobre el paradigma ecológico. En este sentido, cada vez que se reconstruye (por medio de un diseño) un paisaje miles de otros son olvidados.

La ecología moderna descansa sobre ciertas contradicciones que excluyen al hombre de su entorno natural. El turismo permite una re-simbolización del mundo, donde las grandes ciudades concentran capital y recursos humanos mientras que el espacio rural queda sujeto a un sentimiento romántico de nostalgia. El espacio rural permite darle sentido a la alienación del hombre moderno, a la vez que nace un viejo esquema paternalista, el cual se encuentra encapsulado en el colonialismo europeo. En vista de ello, la degradación ecológica dice poco respecto de la belleza de los grandes destinos turísticos que la producen. Para Tzanelli (2019), es importante retornar al hombre nietzscheano, el cual proclama el triunfo del mundo natural (pathos) sobre la estética apolínea (logos). La preocupación por el medio ambiente es parte del mismo problema que la turistofobia: ambos permiten al sistema –y a sus asimetrías- poder replicarse. Paradójicamente, a la vez que más se odia a los turistas más energía simbólica es direccionada a hacer que el sistema siga funcionando.

CONCLUSIÓN

La conceptualización apolínea y racional (con arreglo instrumental a los efectos) ha estado presente en la cosmología occidental y moderna. Hoy esa lógica se encuentra en jaque, como bien advierte Ingold, frente a la crisis ecológica. La presente nota ha discutido críticamente las limitaciones de la literatura turística respecto al cambio climático (CC). En parte, esas limitaciones consisten en falta de definiciones holísticas, problemas metodológicos serios en considerar al turista como la agencia principal del sistema, sin mencionar su impronta economicista, la cual valora la rentabilidad del destino turístico –o la eficiencia del sistema- frente a otros valores.

Dos ideas son de significativa importancia en este debate. La primera se encuentra asociada a la perspectiva habitacional formulada por Tim Ingold. En efecto, los valores culturales que legitiman la contaminación son directamente proporcionales al desarrollo económico. Ello sugiere una pregunta por demás interesante, ¿hasta qué punto el turismo puede ser parte de la solución cuando es parte del problema?

Ingold demuestra cierta indiferencia respecto a este tema, hecho por el cual es necesario retornar a los axiomas principales de Jost Krippendorf, para quien el turismo –en tanto que mecanismo de revitalización de la frustración- no es bueno ni malo. Simplemente, el turismo esboza y refleja los valores culturales de la sociedad. Segundo y más importante, la obsesión de los medios de comunicación por el CC ha generado un "espectáculo" que alterna miedo y fascinación por los efectos catastróficos de esta nueva amenaza. Dicho espectáculo explica lo que Giddens ha observado como la gran paradoja ecológica. 

El interés mediático por el ambiente es directamente proporcional a la incapacidad de cambiar los cursos de acción habituales que llevan a esa situación de crisis. El apocalipcismo acelerado por la incertidumbre del CC mantiene al consumidor moderno bajo control, deseoso de sumergirse en la pantalla de la próxima tragedia (Korstanje & George, 2012a). 

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Recibido el 27 de febrero de 2019
Reenviado el 01 de abril de 2019
Aceptado el 06 de abril de 2019

Arbitrado anónimamente

 

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