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Estudios y perspectivas en turismo

versión On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.29 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires abr. 2020

 

DOCUMENTOS ESPECIALES

ANÁLISIS DEL CARÁCTER CIENTÍFICO DEL TURISMO

Analysis of Scientific Character of Tourism

Esteban Arias Castañeda1  2 

1Universidad de Sonora

2Universidad Autónoma del Estado de México

Resumen

Desde que el turismo se ha considerado un objeto de estudio, se ha tenido la curiosidad y la aparente necesidad de visualizarlo con determinado rigor científico; lo que ha desencadenado debates a favor y en contra de su capacidad científica formal, es decir, ser reconocido como un campo de conocimiento, si bien con cierto carácter inter, multi e incluso transdisciplinario, pero en su corpus teórico independiente o emancipado de las ciencias económico administrativas. Del mismo modo se analizan los argumentos epistemológicos desde los que se considera o se refuta al turismo como ciencia. El objetivo es analizar la posibilidad epistemológica del turismo como objeto de estudio que permita su cientificidad. Dicho análisis alcanza también al término ciencia, desde el cual se parte, para comprender o empezar a considerar la llamada turismología. La metodología es de tipo documental, en la cual se estudiaron los discursos de las posturas epistemológicas a favor y en contra de la cientificidad del turismo. Es necesario desaprehender ciertos términos, como ciencia, para empezar a pensar en el turismo como un objeto con carácter científico.

Palabras clave turismo; epistemología; ciencia; aprehensión.

Abstract

Since tourism has been considered an object of study, there has been curiosity and the apparent need to visualize it with a certain scientific rigor; what has triggered debates for and against the formal scientific capacity of tourism, that is, to be recognized as a field of knowledge, albeit with a certain inter, multi and even transdisciplinary character, but in its independent or emancipated theoretical corpus of the economic-administrative sciences. In the same way, the epistemological arguments from which tourism is considered or refuted as a science are analyzed. The objective is to analyze the epistemological possibility of tourism as an object of study that allows its scientificity. This analysis also reaches the term science, from which it starts, to understand or begin to consider the so-called tourism. The methodology is of documentary type, in which the discourses of the epistemological positions in favor and against the scientificity of tourism were studied. It is necessary to unlearn certain terms, such as science, to begin to think of tourism as an object with a scientific character.

Keywords tourism; epistemology; science; apprehension.

INTRODUCCIÓN

El objetivo de este artículo es analizar la posibilidad epistemológica del turismo como objeto de estudio que permita su cientificidad, para proponer una concepción científica del turismo desde la perspectiva más genérica del término ciencia.

Es importante discutir la capacidad científica del estudio del turismo para darle sentido a la realidad por la que está atravesando, es decir, ya que existen licenciaturas, posgrados, revistas científicas, centros de investigación, eventos académicos de la especialidad, etc., se debe considerar que el turismo es algo más que un mero objeto de estudio, propiedad de otras ciencias. Aunque gracias a ellas (por ejemplo la economía) haya cobrado importancia para ser estudiado, ya es momento que evolucione o crezca intelectualmente.

Hoy en día, y desde hace algunos años, la cientificidad de los estudios del turismo está puesta en el centro de los debates de la especialidad (Cazes, 1989; Tribe, 1997; Leiper, 2000; Castillo & Lozano, 2006; Ateljevic, Pritchard & Morgan, 2007; Panosso Netto, Tomillo & Jäger, 2011), sin embargo ya en la década de 1930 se publicaban trabajos que reconocían al turismo como un conocimiento científico, ese es el caso del artículo titulado Die Lehre vom Fremdenvekehr als Wissenchaft (La enseñanza del turismo como ciencia) publicado en Archiv für den Fremdenvekehr en el año 1934 por W. Benscheidt en Alemania. En este artículo Benscheidt (1934 citado por Arias, 2013) refleja la necesidad de avanzar de forma científica en los estudios turísticos. Glücksmann (1935) también se preocupa por la perspectiva científica del turismo y aboga por su mejor comprensión con la utilización de la ciencia. Se destaca que estas visiones científicas tienen claramente el positivismo por fundamento epistemológico.

También hay posturas que afirman que el turismo no es y no será una ciencia, puesto que únicamente tiene implicaciones económicas y en el mejor de los casos, sociológicas o antropológicas, sin contar con la carencia de procesos metodológicos y teorías propias, aunque abogan por la importancia del trabajo teórico del turismólogo y confían en perspectivas de conocimiento como la transdisciplinariedad (Tribe, 1997; Panosso Netto, 2008). Por otro lado, otros autores dicen que el turismo es una ciencia (Jafari, 2005; Leiper, 1979; Beni, 1998; Fernández Fuster, 1971). Estos autores, expertos en los estudios del turismo, atribuyen la cientificidad del fenómeno a factores como la acumulación de conocimientos, la vinculación y trabajo multidisciplinario con otras ciencias e incluso por la tematización del turismo. Entre los autores que dicen que el turismo no es una ciencia, bajo la justificación de que debe utilizar el método científico están Tribe (1997), Trigo (1998), Cooper (1997) y Smith (1995).

Esta turismología, como ciencia humana, pretende devolver lo humano al turismo, prestando especial atención al turista y al fenómeno per se, de modo que se interprete el sentido y el significado que adquiere para el hombre el hecho de desplazarse. Es trabajo del turismólogo es pensar y crear la teoría para su campo por sobre la transposición de lo ya existente, que sólo repite fórmulas dejando de lado la reflexión e interpretación y la crítica de los hechos turísticos.

METODOLOGÍA

La construcción de este texto se hizo mediante la exhaustiva revisión documental de argumentos especializados en torno al debate de la capacidad científica del turismo, visto como objeto de estudio. El Análisis de Discursos (AD) fue empleado de forma tal que se develaran las posturas epistemológicas de la evidencia que está a favor y de la que está en contra de la posibilidad científica de los estudios turísticos.

El método o metodología o técnica de análisis de discursos (Santander, 2011; Urra et al., 2013) –ya que puede desempeñar los tres papeles– es cercano a la hermenéutica en tanto busca el sentido del enunciado.

[…] el AD es una técnica de análisis potente y precisa, que resalta por su ductilidad. Por un lado, puede ser utilizada por metodologías hipotético-deductivas, inductivas y abductivas […]. En las primeras, la instancia de la construcción teórica precede a la instancia del trabajo empírico; en las segundas, la instancia del trabajo empírico precede a la instancia de la construcción teórica; y en la última, ambas instancias se desarrollan paralelamente, en un constante movimiento de ida y vuelta (Sayago, 2014: 3).

LA DETERMINACIÓN Y ALCANCES DE LA NOCIÓN CIENCIA

Para iniciar con la discusión es preciso sentar la aproximación del concepto y la perspectiva de la palabra ciencia. Los mejores definidores de este término, desde muchos años, son los filósofos como Ferrater Mora (1965) que conceptualiza la ciencia desde el sustantivo latino scientia, que procede del verbo scire que quiere decir “saber”, entonces, según su etimología “ciencia” se refiere a “el saber”. Abbagnano (1998), otro diccionarista y filósofo cita que ciencia (wissenchaft en alemán) es:

Conhecimento que inclua, em qualquer forma ou medida, uma garantia da própria validade. A limitação expressa pelas palavras "em qualquer forma ou medida" é aqui incluída para tornar a definição aplicável á C. moderna, que não tem pretensões de absoluto (Abbagnano, 1998: 136).

Debe aclararse que no todo “saber” puede ser científico, se trataría entonces de un “saber común” y no tiene relación con la ciencia, por ejemplo, saber que anochecerá no es un saber científico. De este modo convencionalmente se divide el conocimiento en cuatro categorías:

El conocimiento filosófico se distingue del científico por el objeto de la investigación y por el método. El objeto de las ciencias son los datos próximos, inmediatos, perceptibles por los sentidos o por los instrumentos, pues, siendo de orden material y físico, son por eso susceptibles de experimentación. El objeto de la filosofía está constituido por realidades inmediatas, no perceptibles por los sentidos, las cuales, por ser de orden suprasensible, traspasan la experiencia. El conocimiento empírico, también llamado vulgar, es el conocimiento popular, obtenido por azar, luego de innúmeras tentativas. El conocimiento teológico Es aquel conjunto de verdades a las cuales los hombres llegan, no con el auxilio de su inteligencia, sino mediante la aceptación de los datos de la revelación divina. El conocimiento científico va más allá del empírico: por medio de él, trascendido el fenómeno, se conocen las causas y las leyes que lo rigen. Es metódico. Conocer verdaderamente, es conocer por las causas” (Cervo & Bervian, 1992: 4).

Es solamente este último el que interesa en este estudio. Por lo tanto, con esta acepción es posible acercarse a un concepto un tanto genérico de ciencia. “Es un modo de conocimiento que aspira a formular mediante lenguajes rigurosos y apropiados […] leyes por medio de las cuales se rigen los fenómenos” (Ferrater Mora, 1965: 284).

En este sentido, Wallerstein (1997) concuerda al referirse a la ciencia como un constructo intelectual de modo tal que reclame su campo de estudio con su autoridad particular, sus métodos, y con sus alcances y limitaciones, de tal suerte que se busque disciplinar el intelecto. Este concepto puede resultar amplio o vago a primera vista, con todo, contiene elementos importantes como que la ciencia (social) es un conocimiento propio y dinámico dentro de su esquema “científico”, que no es comparable con una ciencia natural que trabaja mediante razonamientos lógicos y estáticos aparatos metodológicos, lo que sugiere un problema epistemológico diferente.

La ciencia en la época moderna, dicen Child & Mansfield (1972), es inmediatamente asociada con desarrollo tecnológico, lo que generó un paradigma enfocado en la ciencia, la tecnología y el desarrollo económico, visión que adoptarían instancias oficiales como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt, 2012), cuyo reto consiste en estructurar un modelo económico que posibilite a su población la producción de bienes de alto valor agregado a partir del conocimiento científico y tecnológico. Esto le permitirá al país revertir su situación actual caracterizada porque un alto porcentaje de los bienes producidos no rebasa un dólar por kilogramo.

De esta manera, se observa que hoy la ciencia es una actividad profesional que es financiada por entidades públicas y privadas, lo que supone evaluación y validación de los proyectos o propuestas de los investigadores/científicos. Asimismo, se percibe que los criterios cuantitativos y la generación de tecnología son los privilegiados para recibir apoyos económicos para desarrollar investigación. Las instituciones que no innovan en la tecnología o que no trabajen en proyectos de desarrollo económico y social tienen menos oportunidad de ser beneficiadas con recursos económicos para sus proyectos derivados de la ciencia básica y no aplicada.

En la actualidad, las ciencias sociales necesitan cambios epistemológicos del paradigma de la modernidad hacia un paradigma de la pos-modernidad que, según De Sousa Santos (1987), busca una vida mejor donde la racionalidad sea plural y el conocimiento vuelva a ser una aventura extasiada. La propuesta de ciencia pos-moderna que hace De Sousa Santos se inserta en un movimiento de desdogmatização de la ciencia; entendida por él mismo como:

Um conjunto de práticas que pressupõem um certo número de virtudes, tais como a imaginação e criatividade, a disponibillidade para se submeter à crítica e ao teste público, o carácter cooperativo e comunitário da investigação científica, virtudes que, apesar de características do método cientifico, devem ser cultivadas no plano moral e político para que se concretize o projeto de "democracia criativa" (De Sousa Santos, 2010: 25)

No sólo la creencia en el carácter científico es suficiente para llamarle ciencia, es necesario tener la mayor objetividad en los argumentos planteados, de otro modo se considerará opinión –tal y como se expresó en párrafos anteriores–. Todo ello, dice Bunge (1997) puede resultar conveniente para unos y no para otros, debido a que el conocimiento científico puede en ocasiones atormentar al sentido común y doblegar a la intuición, es por eso que ese conocimiento es caracterizado por su condición de ser confirmado o disconfirmado, es decir, la cualidad de ser verificado.

El problema sobre si este es un saber "objetivo" o no, surge precisamente como resultado de la forma en que constituye su objeto teórico; es decir, lo social es causa y efecto de diversas voluntades y significados intersubjetivos por lo que se imponía la interrogante de si dicho conocimiento podía estar libre de las "subjetividades" del investigador (Mallorquín, 1999: 28).

La formalización del lenguaje se presenta como una característica de rigurosidad en la conformación de una ciencia. El lenguaje científico debe ser preciso, de modo tal que no dé pie a la confusión –como en el habla común– y sobre todo que se exprese una significación única, es decir un código que la comunidad científica conozca, en pocas palabras, que se hable un mismo idioma en los temas de investigación turística (Eco, 1976). No obstante, cuando se dice eso, no significa que colocar el problema del método y del objeto turístico en mero lenguaje implique caer nuevamente en la visión positivista o al menos en la perspectiva de la epistemología analítica (filosofía del lenguaje), apreciada por el Círculo de Viena y sus seguidores con influencia positivista.

LA DISCUSIÓN BÁSICA EN LAS CIENCIAS SOCIALES

La distinción de lo que es o no una ciencia no representa un problema en las ciencias naturales como ocurre en las ciencias sociales, cuya discusión sobre la constitución genuina de una ciencia social ha sido histórica. Al turismo como objeto de estudio se aplica de la misma manera. Las ciencias sociales estudian las manifestaciones de la sociedad tanto materiales como simbólicas; en este aspecto, el turismo estudia ambas manifestaciones, es decir estudios de caso (estadístico, ambiental o marketing) y recientemente cuestiones filosóficas y epistemológicas.

Harris (1981) puntualiza que la propuesta de Durkheim sobre ciencia social lleva consigo una radical emancipación del reduccionismo biológico, es decir, sugiere que el tratamiento epistemológico y en cierto sentido heurístico de las ciencias sociales es distinto al de las ciencias naturales.

De acuerdo con Mallorquín (1999), el discurso científico está ahí, esperando ser descubierto; esto quiere decir que su evolución no es resultado de un método específico para la problemática que intenta construir y descifrar. Ante esta tarea de descifrar sentidos y significados, Dilthey (1956) afirmó que para los estudios del “espíritu” (interpretación de la experiencia personal, en entretenimiento reflexivo de la experiencia) el investigador requería un proceso de comprensión o interpretación de los fenómenos, que al mismo tiempo debe analizarse desde su historia. De este modo, la acción interpretativa forma parte del cuerpo de conocimiento a través de su historicidad y el carácter subjetivo del investigador no puede desprenderse a su vez de sus valores dentro de la interpretación para evaluar al objeto.

Situación actual y perspectivas de la construcción del conocimiento de lo social

En líneas anteriores se ha hablado de que las ciencias naturales, aquellas ciencias duras –llamadas así por su rigor científico– que explican realidades mediante metodologías rigurosas que permiten entablar valores de repetibilidad y verificabilidad, no han sido enteramente sólidas para explicar o comprender la función del hombre en sociedad. Es por eso que se hizo necesaria la estructuración de teorías sociales que desembocarían en las ahora llamadas ciencias sociales.

El estudio del hombre requiere un tratamiento distinto debido en parte a los diferentes comportamientos, intereses y emociones de éste, y considera también aspectos tanto materiales como simbólicos, variables con las que no cuentan los objetos de estudio de las ciencias exactas. Entre las ciencias que estudian al hombre se pueden contar la sociología, la historia o la psicología, de las que además no se pueden desarrollar leyes o supuestos universales.

A lo largo de la historia moderna, pensadores sociales como Lévi-Strauss, Foucault, Freud, Durkheim (1976; 2000) y Habermas (1986a; 1986b; 1998) han planteado fundamentos teóricos que explican la sociedad desde posturas estructuralistas, funcionales, psicológicas y críticas por ejemplo. Según Mallorquín (1999: 2) la tarea de la ciencia social es “descubrir fenómenos de una realidad que espera ser descifrada”, porque los fenómenos están ahí, al igual que el conocimiento, a la espera misma del conocedor. Esta postura lleva consigo la reflexión de que debe trabajarse sobre una transformación o cambio de paradigmas siguiendo ese mismo afán descubridor.

En este aspecto Horkheimer expresa el sentido de las ciencias sociales, exponiendo que éstas “toman la totalidad de la naturaleza humana y extrahumana como dada y se interesan por la construcción de las relaciones del hombre con la naturaleza, y de los hombres entre sí” (Horkheimer, 2000: 34).

Las explicaciones en el ámbito de lo social han corrido a cargo de perspectivas o visiones como la individualista en la cual el individuo constituye el fundamento de toda ley, la colectivista en donde el bienestar grupal es más importante que el individual y que cualquier individuo puede ser sacrificado por el bien del grupo, y sistémica que se refiere a procesos organizados que surgen de sus partes para llegar al todo (Covarrubias, 2002). Estas visiones son producto de la llamada comprensión (verstehen), que intentan ir más allá de la explicación (erklären), base de las ciencias naturales.

De estas visiones han surgido dos grandes grupos teóricos: por un lado, el encuadre positivista que es constituido por el positivismo clásico hasta el neopositivismo, pasando por el funcional-estructuralismo y de ahí los sistemas funcionales y complejos. Por otro lado, la hermenéutica, la fenomenología, la ontología y la crítica.

El objeto de las ciencias sociales, según Muñoz & Velarde (2000), se enfila hacia las acciones humanas y los productos históricos, y es aquí donde entra al juego la Teoría Crítica que toma la historicidad como una de las variables más importantes puesto que el hombre es resultado de la historia. Horkheimer plantea la importancia temporal para su pensamiento crítico así como de la teoría, “por ello su propia esencia (de la teoría) la remite al cambio histórico, a la instauración de una situación de justicia entre los hombres” (Horkheimer, 2000: 77).

Como se ha trabajado ya respecto al distanciamiento entre las ciencias sociales y las naturales, es factible pensar sobre si realmente están tan separadas una de otra o si esta aparente separación es un problema de carácter epistemológico. Según de Souza Santos, todas las ciencias son ciencias sociales, afirma que não há uma natureza humana porque toda a natureza é humana. Assim sendo, todo o conhecimento científico-natural é científico-social (De Sousa Santos, 1987: 89). Esta reflexión puede responder a que el hombre interviene en las ciencias naturales mediante subjetividades innegables en la humanidad, que por más objetiva que sea la investigación, el hombre influye en aspectos que varían el fenómeno u objeto que estudia, bien sea natural o social.

Este argumento contiene una visión poco ortodoxa de las ciencias que marca claramente la diferencia entre ambas (naturales y sociales) así como la idea de que el investigador no altera el objeto que está descubriendo. La sociedad actual está llena de interrogantes y requiere de conocimientos impregnados de comprensión que no sólo naveguen en aguas abstractas, sino que sean útiles y que, según sea el caso, marquen el camino de nuevas políticas necesarias, como respuesta ante una sociedad que participa y se informa día a día.

En este sentido, la tarea del investigador social, de acuerdo con Rodríguez & Ziccardi (2001), no se limita al desarrollo, producción y publicación de conocimientos especializados, sino que también busca que éstos incluyan compromisos éticos que sean afines a los valores de interés público, así como la capacidad de pensamiento crítico y reflexivo.

Para Rodríguez & Ziccardi (2001) los retos a los que se enfrenta la ciencia social actual son:

a) Producir nuevos conocimientos, en particular sobre los procesos de cambio emergentes. Revisar los cuerpos teóricos vigentes, actualizar las metodologías y las técnicas de investigación y análisis. Desarrollar una visión crítica y, a la vez, constructiva sobre los cambios sociales y culturales.

b) Actualizar las líneas de investigación buscando y proponiendo que tengan mayores repercusiones en la sociedad y en el ámbito general del conocimiento.

c) Trabajar en áreas de conocimiento transdisciplinarias y auspiciar programas de investigación multidisciplinarios.

d) Propiciar el establecimiento de redes (nacionales e internacionales) y otras formas de vinculación entre las instituciones y los investigadores del área.

e) Modificar los planteamientos curriculares (planes de estudio y métodos de enseñanza) para formar a los nuevos profesionistas que reclama el sector laboral y, particularmente, la propia profesión académica.

f) Intensificar las formas de cooperación e intercambio académico, la movilidad académica nacional e internacional y las formas de participación de los estudiantes de posgrado en las instituciones del área.

g) Posibilitar procedimientos que aseguren la reproducción de la base académica de las instituciones de investigación en el área.

h) Establecer procedimientos para sistematizar las formas de vinculación de la investigación del área con los sectores sociales, gubernamentales y académicos.

i) Gestionar recursos para el fortalecimiento y la puesta al día de los acervos bibliográficos, documentales y otras fuentes de información en las bibliotecas y centros de documentación de las instituciones del área. Avanzar en la formación de una red integrada de recursos bibliográficos y documentales.

j) Apoyar los procesos de investigación a través de las nuevas tecnologías de la información.

k) Definir formas específicas de evaluación para los proyectos de investigación del área y dar criterios para su financiamiento.

l) Aportar nuevos enfoques en los ámbitos de debate y de generación de lineamientos de política social del país.

m) Hacer visibles las prácticas y productos de la investigación del área y trabajar en procesos de sistematización de las líneas de investigación existentes.

n) Elaborar un nuevo compromiso ético con la sociedad.

Se observa en este listado de los actuales retos de las ciencias sociales la necesidad de desarrollar una visión crítica y constructiva de los hechos sociales, aunque Rodríguez & Ziccardi (2001) se enfocan todavía en la gestión y el trabajo administrativo. Al respecto, la sociología y sus aportes ha tenido gran influencia en la forma de entender la realidad, a partir de construcciones, no sólo sociales y estructurales, sino ideales o conceptuales.

La representación colectiva como perspectiva de investigación social tiene origen en el pensamiento de Durkheim (1976) para referirse a aquellos elementos de conciencia colectiva como leyendas, mitos y creencias. Todas ellas muestran la espiritualidad del grupo y son producto o resultado del intercambio cotidiano de cualquier organización social.

Por su parte, Moscovici (1988) retoma las representaciones colectivas de Durkheim y les da otro sentido denominándolas “representaciones sociales”, entendidas como interpretaciones del mundo en el que se vive. Este autor considera que hay muchas representaciones y que no todas son compartidas por una comunidad, incluso pueden existir disputas entre ellos, puesto que se crean grupos sociales en función de los intereses colectivos. Es por esta dinámica que para Moscovici es apropiado usar el término “representación social”.

Sin ser su propósito, estas agrupaciones –las representaciones sociales– son el principio de tendencias discriminatorias al involucrar elementos como identidad, que es la asociación de afines; segregación, entendida como la separación de alguien o de algo; y dominación, como consecuencia de las anteriores. Estos conflictos no sólo ocurren en la sociedad, como ocurrió en la Alemania Nazi e incluso en el turismo residencial –esto es equiparable en el sentido de la segregación poblacional, en el caso de la Alemania Nazi, la comunidad judía y, en el turismo residencial, la comunidad receptora–; sino que también ocurre en la academia, cuando los grupos hegemónicos dominan la generación de conocimientos y segregan toda producción crítica.

La visión del mundo, las utopías y las expectativas sociales como imaginario social ha generado otra perspectiva de estudio que sirve de esquema para comprender las situaciones en las que se vive (Girola, 2012).

El imaginario social no es reflejo de ninguna sociedad determinada, ni de ninguna realidad natural o social, sino que es una construcción simbólica que permite instituir, crear y modificar a las sociedades concretas, a la vez que cada sociedad concreta constituye como imaginario un cúmulo de significaciones específicas (Girola, 2012: 388).

Es pertinente identificar la distancia entre el imaginario y la representación social. En el primero, lo medular es la creación social de sentido y no la representación de algún objeto o sujeto, como en el segundo (Girola, 2012). El imaginario social también es materializado en las instituciones (de poder, económicas, familiares) que permiten la configuración de la sociedad, así como su reproducción y su permanencia (Castoriadis, 2001).

Los imaginarios sociales, en términos de Girola (2012), son contenidos “ideacionales” compartidos que permiten interpretar al mundo y su consecuente acción sobre él. Esta ideación se ejecuta de manera general y abstracta. En pocas palabras, los imaginarios son ideaciones abstractas o esquemas de interpretación construidos socialmente.

Las tendencias y perspectivas de estudio de lo social intentan dar explicaciones de la misma forma que buscan comprender los hechos sociales en todo contexto humano. Estas tendencias avanzan en respuesta a las inquietudes e intereses de hombres que buscan conocer al hombre, con la finalidad de dar sentido y significado a sus acciones.

LA CIENCIA DEL TURISMO

Han sido varios los expertos en la materia que desde hace varios años argumentan la posibilidad científica del turismo (Rocha, 1992; Ascanio, 1992; Gurría Di Bella, 1995; Jafari, 2005; Barreto, 2006), cada uno desde sus visiones y posturas epistemológicas, marcando la necesidad de la construcción de aparatos teórico-metodológicos propios para el estudio del turismo.

Un argumento álgido que soporta la idea de que el turismo no es un objeto con carácter científico, es el que plantea Tribe (1997) y con el que Korstanje, Mustelier & Herrera (2016) coinciden, puesto que defienden la falta de consenso sobre qué es el turismo, y, aunado a esto, la carencia de un aparato epistemológico que ordene lo producido, lo que sugiere una indisciplina, antes que una disciplina.

Con este antecedente y aprovechando el eclecticismo metodológico que han sufrido los estudios del turismo, Pansiri (2005) promueve el debate de la necesidad de adoptar un paradigma idóneo para la investigación turística, que permita la mezcla de métodos.

Para poder pensar en la ciencia del turismo es menester considerar que la realidad de la investigación se encuentra en la necesidad evolutiva del cambio de paradigma en cuanto a la producción de conocimiento turístico, y para ello Liburd (2012) retoma el discurso de anarquismo epistemológico de Feyeraben, el cual se conoce actualmente como epistemología pluralista, en la que se presta especial atención a los procedimientos de obtención del conocimiento, que contenga reflexión crítica. Para ello se deben reformular los métodos que surjan de las necesidades propias del objeto de estudio, es decir, el turismo.

La labor del turismólogo es reclamar su campo de estudio, es decir, reconocer e identificar la construcción de carácter intelectual y propia del turismo; en este sentido, Gómez Nieves habla de esto mismo, pero refiriéndose directamente al turismo al “decir que el conocimiento del turismo es una disciplina es decir no sólo lo que es sino también lo que no es” (Gómez Nieves, 2003: 13). Este autor afirma que el turismo como disciplina científica no es otra disciplina como la sociología, economía o antropología, sino que –con previa lectura de Wallerstein– dice que el turismo no es otra disciplina, aunque tampoco dice que sea una disciplina.

Lo que lleva a tener un pensamiento influido por Kuhn (2004) en el momento que se lleva a cabo una reflexión sobre ciencia y crisis de la misma. Aquí cabe preguntar si el turismo está en crisis científica. Puede suponerse que no, puesto que la comunidad científica no ha aceptado al turismo como ciencia, aunque haga uso de los métodos y beneficios de otra ciencia. Lo que sí se puede defender es que actualmente se encuentra en una fase de pre-ciencia en la que el caos de una posible cientificidad de los estudios del turismo lleva a argumentos que han superado la clásica visión economicista (sin demeritarla). En este sentido han surgido muchas propuestas con el afán de alimentar el constructo intelectual u objeto conceptual de lo que se denomina turismología. Esta misma visión propuso Panosso Netto en su Filosofia do Turismo de 2005, cuando afirmó que el turismo se encontraba en una fase pre-paradigmática del turismo.

Ahora bien, siguiendo con la postura de carácter kuhniano, lo que procedería es una revolución, es decir, la sustitución del paradigma –en este caso económico con fundamentos en el positivismo– por uno propio del turismo, lo que conllevaría a la reflexión y a la autonomía disciplinar con trabajo inter, multi y transdisciplinar. Además, debería tratarse más que de una ciencia social de una ciencia humana en función de sus características enteramente humanas, pues la experiencia es la variable más importante, devolviendo al turismo su carácter humano. Se trata de un paradigma que colocaría al hombre como centro del debate turístico, fortaleciendo la visión humana del fenómeno.

Entonces, si se habla de ciencia del turismo o turismología, se debe hablar en términos de rigurosidad metodológica; sin embargo el problema con el método en el turismo como ciencia es que la verificabilidad se pone en entre dicho porque al carecer de un método propio que emerja de los cánones del método científico impide una estandarización de “fórmulas” repetibles que vayan de acuerdo con la teoría planteada. Ésta debe ser apropiada para no sólo explicar, sino comprender e interpretar la realidad fáctica del turismo como fenómeno social (Castillo & Lozano, 2006). Aquí vale retomar la situación expuesta anteriormente respecto al uso de los métodos científicos en turismo y la necesidad de la creación de un método científico en turismo. En la década de los setenta, el argumento de la metodología, o de su debilidad en cuanto a la exclusividad de métodos propios fue mermando el ánimo en las aspiraciones de ver en el turismo una ciencia independiente (Ascanio, 2010).

¿Sería posible construir un método en turismo? Si la respuesta fuera positiva, ¿en qué ayudaría eso a su desarrollo? Aquí se vuelve a la situación anteriormente expuesta, pues para algunos resulta poco posible la construcción de un método propio del turismo. En ese sentido se busca el camino de la medición, de la exactitud o de la rigurosidad que éste tiene.

Pues bien, parece que no es necesaria la creación de un método específico de turismo, ya que otras disciplinas ocupan sus métodos rigurosos para estudiar el fenómeno objeto de estudio, pero sí la clara definición de este último en el que se va construyendo un método en la medida en que se argumente y fortalece tal objeto. Con todo, también es importante concretar la definición de lenguaje científico del turismo, el cual debe contener aspectos reconocidos por la comunidad científica. Al respecto, Pernecky (2012) propone el construccionismo como medio de construcción de conocimientos del turismo.

El turismo tiene un lenguaje o código ya bien estructurado, aún así, es necesario mudar por completo ese código a favor de uno de carácter crítico y reflexivo. En este sentido, Dann (1996) propone un paradigma comunicativo, es decir, con un lenguaje común para las partes involucradas, ya sean instituciones oficiales, empresas turísticas, turistas e incluso representantes de comunidades locales, que lleve del monólogo al diálogo entre todos ellos, lo que origina cambios en el lenguaje. Aunado a esto, Belhassen & Caton (2009), proponen un enfoque lingüístico para comprender la epistemología del turismo, donde rescatan la necesidad de la creación y ajuste de los conceptos inherentes al turismo.

Ahora bien, ¿el turismo como ciencia necesita esos formalismos? De cierta forma sí, el turismo necesita de formalismos al menos para definir sobre qué se está hablando. Si se habla de ciencia, entonces se habla en términos de objetividad y construcción de objetos serios, pensantes, que más que describir se comprenda e interprete la realidad del fenómeno analizado; inclusive se deben considerar los fundamentos del conocimiento entre los integrantes de la comunidad científica (Botterill, 2007; 2009).

Es imposible intentar poner a la par, en este caso, al turismo con otras disciplinas científicas (economía, geografía, antropología, etc.), como en su tiempo lo intentó Durkheim con la sociología, es por eso que afirmó que la idea neokantiana de la existencia de diversas formas de llegar al conocimiento entre las ciencias naturales o sociales era insostenible puesto que el modelo de las primeras era el indicado para pensar y construir las segundas (Mallorquín, 1999).

Bajo la lógica del párrafo anterior, los estudios del turismo, en la actualidad, no han evolucionado su enfoque debido a que gozan ahora de facilidad práctica, es decir, los estudios turísticos siguen en la línea económica, administrativa y recientemente sustentable, donde los estudios de caso predominan en los trabajos de investigación turística (Benckendorff & Zehrer, 2013). Con todo, el paradigma de investigación se está transformando gracias a la intervención de disciplinas como sociología o antropología, orientando a los estudios hacia la investigación de corte cualitativo, el cual a lo largo de los años ha recibido críticas por la falta de rigurosidad científica, que es característica de la cuantitativa (Goodson & Phillimore, 2004). Esto habla de la resistencia del aparato estadístico, medible, como la premisa de la investigación, aunque sea humana.

Es claro que al tratarse de un fenómeno humano, necesita mecanismos distintos a los que emplean las ciencias naturales en términos de repetibilidad y verificabilidad; por lo que implica razonamientos que versan en aspectos de comportamiento, historicidad o de carácter simbólico, a la manera de imaginario social. Para Hiernaux (2002) el imaginario es una construcción social en continua remodelación, es decir, es una construcción mental que no se termina ni se terminará de perfeccionar. Dicho autor establece que el término imaginario turístico “es entonces aquella porción del imaginario social referido al hecho turístico, es decir a las numerosas manifestaciones del proceso societario de viajar” (Hiernaux, 2002: 8).

Los imaginarios han formado parte importante en la actividad turística, aunque con el nombre de perfil del turista, debido a las tendencias que intentan interpretar las manifestaciones y gustos de los viajeros, y que los estudios del turismo retoman en sus análisis de mercado para aprehender las características o la conformación del turista.

A partir de que el turismo fue considerado un objeto de estudio, diversas disciplinas han colaborado con la explicación de qué es el turismo, y lo han hecho con sus aparatos teórico-metodológicos, de modo que este fenómeno social muestra relevancia como tema de estudio de las ciencias sociales. Sin embargo, Graburn & Jafari (1991: 7) aseguran que “No single discipline alone can accommodate, treat, or understand tourism; it can be studied only if disciplinary boundaries are crossed and if multidisciplinary perspectives are sought and formed”, de modo que el turismo no es un objeto de estudio exclusivo de ninguna ciencia. Al respecto, Holden (2005) reúne las disciplinas sociales que han investigado al turismo desde perspectivas multi e interdisciplinarias con la intención de que la comprensión del turismo sea más amplia.

Queda claro que todo conocimiento con aspiraciones científicas tiene momentos de crecimiento y madurez, y que para ello toma decenas de años; con todo, ya es tiempo para que el turismo se explique a sí mismo; es decir, que el turismólogo vea su disciplina con los anteojos del turismo y no de la economía o la administración o la sociología. Al respecto, Korstanje et al. (2016) afirman que estas ciencias sufrieron la falta de reconocimiento cuando se estaban formando, y ahora son quienes no reconocen los esfuerzos del turismo, debido a que lo producido no cuenta con la suficiente seriedad para ser una ciencia. Esto es entendible dado que quien investiga el turismo no está formado en turismo, sino que provienen justamente de las ciencias económico-administrativas, sociología, antropología, geografía, etc.; y como consecuencia de esto, los planes de estudio de licenciaturas en turismo, tienen una fuerte carga de economía o administración, en gran medida se debe a que los profesores que diseñan esas mallas curriculares provienen de esas disciplinas.

APREHENSIÓN DEL TURISMO COMO OBJETO DE ESTUDIO DE CARÁCTER CIENTÍFICO

Cuando se debate la cientificidad del turismo surge la siguiente pregunta: ¿Qué tiene que hacer el turismólogo para hacer suya la idea de que los estudios del turismo tienen un carácter científico? En este texto se analizan algunas aproximaciones al concepto de ciencia, así como las aparentes diferencias entre ciencias naturales y sociales.

Para intentar dar salida a este interrogante es preciso entender la relevancia de la aprehensión, cuyo concepto breve es conocer algo sin dar juicios o “la cosa poseída”, como diría Benjamin (1990: 11). Si bien esta pequeña idea ya nos acerca al punto en cuestión, es necesario profundizar en la reflexión. El asentimiento o aprehensión es para Santo Tomás Un acto del intelecto, a diferencia del consentimiento, que es un acto de la voluntad. Sin embargo, puede decirse con toda propiedad que el intelecto asiente de un modo necesario a los principios evidentes por sí mismos y al rechazo de la contradicción en sí misma (Ferrater Mora, 1965: 147).

La simple aprehensión se entiende también como el acto por el cual el intelecto conoce alguna esencia sin que afirme ni niegue nada de ella (Colbert, 2005), esto es, sin emitir juicios, ya que se demarcaría un sesgo afirmando que una cosa es verdadera o falsa. Esto significa que el concepto, antes del juicio, no es ni verdadero ni falso y sería un error epistemológico decir que siempre es verdadero. Cabe aclarar que tanto la aprehensión como el juicio son operaciones del intelecto.

El resultado de la aprehensión o asimilación de determinado aspecto de la realidad es el concepto, es decir aquello que entendemos. Este mismo ejercicio de aprehensión simple puede hacerse con el concepto de turismo, siempre que no se hagan juicios, como sí lo hace la economía, mediante un ejercicio intelectual que lleve a la esencia misma del turismo. En este caso puede resultar factible la idea de la experiencia como esencia del fenómeno turístico. De igual manera se puede repetir este mismo ejercicio intelectual al hablar del carácter científico del turismo, en este caso es necesario concentrarse exclusivamente en la necesidad de conocimiento.

La labor del intelecto considera dos aristas: real y psíquica. Lo gestado de esta última tarea intelectual es lo que Colbert (2005) llama “abstracción”, y que Ferrater Mora (1965: 35) menciona que es “cuando el poner aparte es mental y no físico, y la abstracción es un modo de pensar mediante el cual separamos conceptualmente algo de algo”. Sin embargo, epistemológicamente hablando la abstracción es un modo de conocimiento, es decir, es el modo de conocimiento de toda ciencia.

En el afán descubridor del saber turístico se tiene que trascender la relación de conocimiento del sujeto con la realidad investigativa del turismo. Dicha relación desemboca en postulados o argumentos con sentido y significado de carácter teórico. Esta relación requiere de una actividad en la que confluya la “crítica de la realidad objeto de estudio y la autocrítica del sujeto que sea propia de esa realidad” (Zemelman, 2003: 80). Con todo esto se puede decir que la aprehensión es la capacidad para descubrir la teoría, a partir de la adecuación a lo concreto-específico, entendida como base de teorización; requisito que guarda relación con el reconocimiento de la potencialidad de concreción, según las exigencias de la articulación (Zemelman, 2009: 139).

Mediante el análisis de lo concreto se debe prestar atención para que el espectro de lo real no se pierda, esto significa que la aprehensión no se limita a estructuras preestablecidas de carácter hegemónico. Es decir, la aprehensión se refiere en este punto al proceso intelectual reflejado en la comprensión de agentes nuevos (antipositivistas), que no se satisface por entero con las posturas ya establecidas y que dominan el conocimiento.

En relación con esto, el proceso de aprehensión en el aparato cognitivo apunta a la posibilidad de poseer ideales como las esencias. Los valores éticos y los objetos de la lógica también son parte de estas figuras ideales, cuyo carácter subjetivo-emocional es también un modo de aprehensión (Audi, 2004).

La relación entre sujeto y realidad no está resuelta por sí sola, puesto que la realidad por sí misma no está entendida como contenido teórico, sino que es preciso justificar su fundamentación teórica, en este caso, crítico de esa realidad. En otras palabras, la aprehensión de la realidad debate cómo convertir lo real y hacerlo pensable, aún más, comprensible (Zemelman, 2009) por sobre argumentos hegemónicos y dominantes que sólo explican una realidad que conviene a un grupo mayoritario movido por intereses de tipo académico, por las teorías empleadas, y económico, por los apoyos obtenidos para desarrollar investigaciones descriptivas.

Con todo esto, hablar del carácter científico de los estudios del turismo debe entrarse en un momento de aprehensión cuando se conoce “la cosa”, es decir, el fenómeno. Una vez asimilado, comprendido y reflexionado, se posee la capacidad intelectual de elaborar argumentos fiables. Se trata de una interiorización interpretativa que tiene un sentido hermenéutico-fenomenológico, porque el objeto debe ser trascendente al sujeto. Cuando se aprehende un objeto, se dice que éste (el objeto), de alguna manera forma parte del sujeto, esto es, no en sentido de estar dentro de él física o metafísicamente, más bien, está en él como una representación, “por eso decir que el sujeto aprehende el objeto equivale a decir que lo representa” (Ferrater Mora, 1965: 340-341). Una vez que el objeto es representado tal como es, el conocimiento será verdadero –al menos de manera parcial, ya que la verdad se basa en interpretaciones de carácter objetivo y subjetivo–, de lo contrario, si la representación no es tal como es, el sujeto tendrá un conocimiento falso del objeto.

Se está en un terreno epistemológico en el que el turismo aún no es capaz de explicarse por sí mismo desde su concepto, debido a que éste tiene un sesgo positivista (económico) que delimita y no permite ni da pie a la reflexión filosófica. Esto, como se expone en párrafos anteriores, limita a la aprehensión mediante juicios que en este caso son reductivos epistemológicamente hablando, debido a que la concepción oficial (omt) que enarbola los beneficios económicos del fenómeno social llamado turismo deja de lado su parte humanista.

Por lo tanto, lo que se sugiere para el estudio del turismo es un proceso de “desaprehensión” –aquí es importante mencionar que el prefijo “des” significa carencia o negación y que toma el sentido de invertir el significado de la palabra, es decir, denota lo opuesto; en este escrito se refiere a “dejar de abrazar” los conocimientos o los paradigmas hegemónicos del turismo–, de paradigmas al tiempo de pensar en los conceptos de “ciencia”, que es más allá de la rigurosidad metodológica, y “turismo” que es más que la medición de ingresos de divisas o los daños ambientales que ocasiona la industria turística.

Como resultado de esto es preciso supeditar lo teórico-metodológico a lo epistemológico para evitar reducir “la objetividad a la derivación teórica susceptible de ser comprobada y así alcance su objetividad” (Zemelman, 2009: 136), y no al contrario como lo afirman los esquemas explicativos de la ciencia positivista.

En este sentido, la aprehensión del carácter científico del turismo versa en tres campos: a) epistemológico, b) teórico y c) metodológico; los cuales se ejecutan en conjunción para el análisis de la prehistoria. Esto es, examinar los presupuestos que son antecedentes primordiales del estudio del turismo desde una visión crítica, pero sin llegar a ser un estudio historiográfico. La finalidad es resaltar los puntos de reflexión crítica, pero sobre todo necesita de autoreflexión para la transformación. Es decir, hallar y reconocer el sentido en la prehistoria y avanzar en el desarrollo del ejercicio interpretativo del turismo como estudio de carácter científico. Esta prehistoria sirve para “indagar, valorar, analizar y delimitar” (Castillo, 1992: 114), los antecedentes hallados respecto al tema de investigación, para después ejercitar la crítica y generar una propuesta.

¿Cuál debería ser el carácter científico de los estudios del turismo? El carácter científico mediado por la noción de scientia, que antes se abordó, tiene que ver con una demarcación que en vez de estar centrada por la rigurosidad y la repetibilidad, debe de estar fundada en la contracción o aporía de lo fortuito de los hechos construidos.

En ese sentido, el carácter científico del turismo tiene que ver con categorías únicas para su estudio, desde el turismo, que tienen que ver con factores como lenguaje, sistematicidad, criticidad y rigurosidad. Esta última, distinta a la de las ciencias positivistas, se refiere más bien al valor de los detalles; que si bien, el resultado no emerge de un procedimiento verificable, se trata de generar conocimiento a partir de la comprensión e interiorización del fenómeno.

CONCLUSIONES

Desde los años treinta del siglo pasado ya se apuntaba la necesidad del avance en la cientificidad del turismo, sin embargo, el debate parece que está estancado, puesto que no hay una postura oficial. Es necesario que el debate continúe avanzando, de modo que el corpus teórico del turismo se enriquezca y se gesten teorías y metodologías propias sin dejar que su sentido inter y transdisciplinario se pierda en la autonomía. Es de vital importancia que el turismólogo haga esfuerzos para que su objeto de estudio tenga el reconcomiendo disciplinar, todo ello desde el hecho de comprender y aprehender el término ciencia, para poder hablar el mismo idioma.

Aquí se pretende desvelar el término ciencia, desde su acepción más genérica, más amplia y más interpretativa del fenómeno, de modo que se desvincule de su visión clásica que es orientada hacia la técnica, mediante aparatos cuantitativos medibles, es decir la perspectiva positivista del término ciencia usado en las ciencias naturales para las cuales tiene un sentido y un propósito distinto al que requiere la llamada turismología.

Es pertinente acotar que se requiere el cambio de paradigma científico –en sentido kuhniano–, para que los estudios del turismo evolucionen como disciplina desde su propio campo, con su propio lenguaje, con sus propias teorías y metodologías; con las cuales se permita comprender, interpretar y reflexionar este fenómeno que es enteramente humano, que como se dijo anteriormente, la experiencia del viaje es la variable más importante, y con ello se devuelva lo humano al turismo, es decir, que al centro de la mesa se coloca al hombre por encima de la estadística o la medición de ingresos de divisas.

Pues bien, si se trata de pensar en la ciencia del turismo es menester pensar también en la objetividad y la construcción de objetos serios, pensantes; que describan, comprendan e interpreten este particular fenómeno.

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Recibido: 12 de Febrero de 2019; Aprobado: 18 de Mayo de 2019