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Estudios y perspectivas en turismo

On-line version ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.29 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Oct. 2020

 

PRESENTACIÓN

OVERVIEW / PRESENTACIÓN

Matías M. González Hernández1  2 

Javier de León Ledesma3 

José Boza Chirino4 

1Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

2División Formación y Cooperación al Desarrollo del Instituto Tides

3Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

4Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Turismo y desarrollo: una relación compleja

El potencial del turismo como impulsor de desarrollo humano ha sido uno de los aspectos más extensamente tratado en la literatura científica a lo largo del último medio siglo. Las perspectivas desde las que se ha abordado el estudio de este fundamental asunto han sido muy diversas, como también las metodologías con las que se han obtenido resultados más o menos probatorios de la hipótesis que relaciona positivamente turismo y desarrollo.

La mirada optimista

La aproximación macroeconómica ha enfatizado aspectos como el incremento de la demanda agregada vía exportación de servicios, que a su vez ha inducido incrementos en la producción interior y en el empleo; y su importante rol como factor equilibrador de las balanzas de pagos, de extraordinaria relevancia para las economías en desarrollo que necesitan financiar las importaciones de bienes de equipo que requieren para sustentar el desarrollo agropecuario e industrial. Las exportaciones de servicios a los turistas también contribuirían a equilibrar el saldo del sector público mediante la imposición directa por los ingresos generados por los agentes económicos nacionales y, sobre todo, a través de la imposición indirecta, aquella que grava los consumos turísticos. Esta perspectiva de corto y medio plazo es complementada por los enfoques basados en las condiciones de crecimiento a largo plazo.

El crecimiento a largo plazo depende esencialmente del incremento en la dotación de capital físico, del cambio técnico y de mejoras en la dotación de capital humano de las economías en desarrollo. Desde esa perspectiva, el turismo contribuye decisivamente al desarrollo de infraestructuras que capitalizan a las economías que lo acogen; favorece la transferencia de conocimiento y de know-how empresarial que enriquecen notablemente las competencias de la población activa (capital humano); e impulsan mejoras tecnológicas en aspectos estratégicos como la digitalización de la economía o la diversificación de las fuentes de producción de energía.

Esta perspectiva agregada ha sido matizada con estudios que han enfocado en el efecto multiplicador del gasto turístico en los destinos a través de las relaciones intersectoriales. Los primeros estudios al respecto datan de los primeros años 70 del pasado siglo. En esencia, el impulso del turismo al desarrollo socioeconómico depende estrechamente de la densidad y profundidad de las interacciones de la producción de bienes y servicios finales para los turistas, con los demás sectores de actividad de la economía nacional o regional.

Esto significa que el turismo inducirá más crecimiento cuanto más bienes agrarios e industriales y más servicios localmente producidos formen parte de la demanda final de los turistas; o dicho en otros términos, cuanto menor sea la proporción de la demanda turística que es satisfecha mediante bienes y servicios importados de fuera del sistema local. Los estudios centrados en la cuantificación del multiplicador del gasto turístico han contribuido notablemente a entender la importancia de tranzar la economía turística al conjunto del tejido productivo local. Alternativamente, algunos autores se han centrado en estudiar el efecto opuesto al multiplicador: las salidas del flujo circular de la renta debidas a las importaciones y a la repatriación de beneficios por parte de los agentes externos que operan en el destino (leakages, en su expresión anglosajona), aspectos que debilitan el potencial de crecimiento del turismo y que deben ser minimizados a través de políticas específicamente orientadas a ese propósito.

El análisis de las relaciones intersectoriales inducidas por la actividad turística se ha visto enriquecida por el desarrollo de metodologías basadas en el análisis de tablas input-output; de las matrices de contabilidad social, que añaden a las primeras información relevante; y, más recientemente, recurriendo al desarrollo de la contabilidad satélite del turismo, una herramienta más potente, flexible e informativa, que permiten conocer no sólo las relaciones intersectoriales con las diferentes ramas de producción, sino también sistematizar las interacciones de la actividad turística con los recursos naturales y el medio ambiente de los destinos en los que se desenvuelve.

La característica principal de los enfoques previos, que es también una limitación metodológica y conceptual de los mismos, consiste en destacar los aspectos positivos de la contribución del turismo al desarrollo, obviando la consideración de los impactos económicos negativos, y también de aquellos que no son de naturaleza económica, sino que se despliegan en los ámbitos social y cultural. A esta mirada esencialmente optimista, se han sumado otras que proponen un balance más equilibrado, que reconoce aspectos positivos y negativos en la influencia del turismo en el desarrollo humano.

Miradas que identifican luces y sombras

Las miradas que identifican impactos negativos, junto a los positivos, amplían por lo general el angular con el que abordan el estudio de este complejo problema. De una parte, están los análisis que trascienden el exclusivo enfoque agregado característico de las aproximaciones macroeconómicas. Los impactos agregados en conjunto positivos no son incompatibles con un distribución sectorial, funcional y personal de los mismos profundamente desigual. En efecto, algunos autores destacan los impactos negativos sobre otros sectores de actividad, especialmente el sector agrario, debidos fundamentalmente al encarecimiento de los factores productivos que genera la demanda turística de los mismos, y en consecuencia a la transferencia de aquellos desde los sectores primarios al turismo. Actividades económicas tradicionales devienen de este modo inviables, expulsando población activa con competencias que no son funcionales al turismo, por lo que arriba al desempleo. Mientras tanto, el desarrollo del turismo genera frecuentemente la recepción de flujos de población procedente de otros espacios, y que termina por presionar sobre mercados sensibles como los alimentos o la vivienda.

Este último aspecto vincula los efectos sectoriales negativos con el impacto regresivo en la distribución personal del ingreso. En efecto, el contingente expulsado de la población activa agraria que no encuentra alternativa ocupacionales en el turismo y que debe enfrentar precios más elevados en productos y servicios básicos para su sustento, es quien recibe los impactos más negativos del desarrollo del turismo, cuando este se produce sin mecanismos efectivos para aliviar las perturbaciones que genera en los mercados locales, como la recualificación de la fuerza laboral desempleada, medidas efectivas que eviten inflación en productos básicos, etc. Pero no son los únicos afectados. Otros contingentes cuyos ingresos no se ven positivamente afectados (trabajadores de otros sectores y de la administración pública), pero que deberán enfrentar precios más elevados en bienes básicos, pueden ver también el poder adquisitivo de sus ingresos disminuido como consecuencia del impacto inflacionista del turismo.

La combinación de los impactos sectoriales y en la distribución personal del ingreso dan como resultado efectos igualmente regresivos sobre la distribución funcional del ingreso. En efecto, el incremento de la demanda de bienes inmuebles que suele venir asociada al crecimiento de la actividad turística suele ir vinculada a un incremento de la participación de los sectores rentistas en el ingreso, en detrimentos de los beneficios y, sobre todo, de los salarios. Esto es particularmente cierto en los casos en los que la experiencia turística característica del destino es pobre en servicios cualificados prestados por población activa altamente capacitada. Esta circunstancia es muy frecuente en países en desarrollo donde los déficits del sistema educativo en materia de capacitación profesional dan lugar a que la mayor parte de los empleos sean de baja cualificación y remuneración. La ausencia de capacidad de ahorro y de competencias para el emprendimiento dificulta la creación de un tejido productivo local vinculado a la demanda turística, con capacidad para protagonizar un proceso de crecimiento endógeno sostenido que conduzca no sólo a una elevación de los ingresos per cápita sino también a la reducción de las bolsas de pobreza y exclusión social.

Una reflexión especial merece el impacto del desarrollo turístico en las áreas rurales y protegidas de los países en desarrollo. El medio rural y la naturaleza vienen ganando terreno en las preferencias de los viajeros internacionales y también del turismo interior. Los países en desarrollo poseen una importante dotación de ambos recursos que les habilitarían a priori para experimentar procesos de desarrollo genuino basados en el turismo rural y de áreas protegidas. Sin embargo, buena parte de los casos de estudio en países en desarrollo reportan resultados muy desiguales sobre el impacto del turismo en las comunidades locales.

De una parte, la literatura provee numerosos ejemplos de comunidades rurales que han sido capaces de aumentar y diversificar sus fuentes de ingreso gracias al turismo. En esencia, paisajes, prácticas productivas ancestrales y productos agroalimentarios y de artesanías, que hasta el advenimiento del turismo no formaban parte de los activos sobre los que fundamentar crecimiento y desarrollo, al carecer de demanda solvente, se vieron valorizados gracias a su inserción en el marco de experiencias recreativas y culturales de visitantes con relativamente elevado poder de compra. Pero eso no fue suficiente. Además, para que el gasto de los visitantes pudiera dinamizar tejido económico local, tuvo que darse que el diseño, la provisión de servicios y la comercialización de los mismos estuviese bajo el control de agentes locales adecuadamente capacitados y organizados en red.

Efectivamente, la colaboración en red o networking se ha revelado como uno de los determinantes más importantes del potencial del turismo para inducir desarrollo en los espacios en los que se despliega, especialmente en espacios rurales con baja dotación de infraestructuras físicas. A través del networking el destino rural o de naturaleza (fundamentalmente, aunque es relevante para cualquier destino) pueden sin dificultad adaptar las características de la experiencia ofrecida al perfil de demanda de cada grupo o individuo, reduciendo así los costes de transacción de los turistas, y elevando en consecuencia su satisfacción con la experiencia. Más adelante comentaremos las condiciones que viabilizan el trabajo en red.

Otro aspecto fundamental en el que la literatura pone de manifiesto evidentes sombras en la evaluación de los impactos del turismo en el desarrollo humano es el referido al turismo de áreas protegidas. Aquí los problemas relacionados con la percepción negativa que frecuentemente tienen las comunidades vecinas de estas áreas tienen, al menos, un triple origen. En primer lugar, respecto de las condiciones históricas en las que se creó el área protegida. En segundo lugar, el grado de participación o exclusión de las comunidades rurales circundantes en la definición de los productos y experiencias y en el beneficio generado por las mismas. En tercer lugar, el impacto cultural de productos y experiencias que habitualmente se diseñan sin tomar en consideración las creencias y valores que atesoran las poblaciones locales, y que pueden dar a percepciones negativas de las actitudes y comportamientos de los turistas. En casos extremos, cuando la materia de controversia es sensible, esta percepción puede tornarse en sentimiento de minusvaloración de la propia cultura y generar desafección.

El turismo en áreas protegidas

La creación de áreas protegidas es uno de los fenómenos que mejor caracteriza la preocupación que desde hace décadas han expresado sociedades y gobiernos por preservar la biodiversidad que atesoran. Sin embargo, el significado social de la introducción de cambios legislativos para preservar los hábitats naturales de impactos irreversibles y, al mismo tiempo, generar actividad económica basada en la creciente preferencia social por vivir experiencias asociadas a la naturaleza más o menos prístina, ha sido muy diferente en diferentes contextos socioeconómicos.

Principalmente en Europa y buena parte de América del Norte la declaratoria de áreas protegidas se formuló como una conquista de las poblaciones urbanas, ampliamente mayoritarias, que aspiraban a encontrar en la naturaleza protegida el contrapunto a la contaminación, la congestión, el ruido y la agitación característica de las urbes. La creación de redes de espacios protegidas, sin embargo, fue frecuentemente acompañada de políticas fuertemente financiadas para paliar los inconvenientes que esta declaratoria pudiera generar a las poblaciones rurales circundantes, en términos de restricciones del acceso a los recursos naturales. En Europa, programas como los LEADER I, II y Plus, capitalizaron al medio rural para aprovechar las ventajas derivadas de la atracción que ejercen las áreas protegidas sobre los turistas de naturaleza.

La realidad de otras regiones del globo ha sido menos homogénea, especialmente en el contexto latinoamericano y, sobre todo, africano. En el caso de América Latina, aunque también en América de Norte, en ocasiones la declaración de áreas protegidas ha significado de facto la expropiación de terrenos comunales a poblaciones indígenas que han visto cercenados sus modos ancestrales de subsistencia, así como sus prácticas culturales. En otras zonas, la gestión de estas áreas ha proyectado con nitidez las profundas asimetrías de poder e influencia existentes en la sociedad. Mientras que a las comunidades pobres se les limita o expulsa de su perímetro, grandes finqueros las ocupan y explotan con total impunidad. Hasta ahora las experiencias de co-manejo efectivo de las áreas protegidas abiertas al desarrollo del ecoturismo se han dado más en el papel que en la realidad.

En África Subsahariana, muchas de las áreas protegidas declaradas después de la conquista de la independencia, mayoritariamente en la década de los 60 del siglo pasado, son socialmente percibidas como la extensión bajo otra apariencia de las viejas reservas de caza de la época colonial. Contribuyen a consolidar esta percepción el hecho de que se hayan venido gestionando con estructuras cuasi-militares, y que para su declaración no contará en absoluto la opinión e intereses de las comunidades rurales concernidas. En buena parte de los casos, las comunidades han sido excluidas de la definición, conformación y beneficio de los productos turísticos ofrecidos, que además han adolecido de una fuerte carga aculturizante, cuando no decididamente denigradora del acervo cultural de las poblaciones del entorno.

El turismo en la cooperación al desarrollo

El turismo es un actor secundario y tardío en la cooperación internacional al desarrollo. En su enfoque más convencional, los programas y proyectos has estado frecuentemente atados a conceptos simples y, con frecuencia desafortunados. Por ejemplo, que necesariamente para avanzar en la seguridad alimentaria se debe apoyar exclusivamente proyectos productivos del sector primario. Enfoque que ha tendido a olvidar que la diversificación productiva y la creación de demanda solvente y próxima, imprescindible para impulsar procesos de acumulación originaria que conduzcan a procesos no dependientes de desarrollo humano, no está garantizada simplemente con incrementar el potencial de producción primaria, y que, bien conceptualizado, el turismo sí que puede promover la diversificación y la capitalización sostenida de las economías locales. O mejor expresado, que los proyectos de cooperación basados en el turismo desarrollan todo su potencial en sinergia con proyectos productivos del sector primario, y de mejora de las redes de movilidad y comercialización locales. Algunos proyectos de cooperación al desarrollo de éxito, basados en el turismo en sinergia como actividades primarias, han probado que el turismo como driver principal facilita dotar de integralidad al enfoque y las acciones de desarrollo. Así, a través del turismo se pueden financiar progresos en la provisión de agua y en el saneamiento, que contribuyen a mejorar la seguridad alimentaria y la salud de las poblaciones locales; en los sistemas educativo y sanitario local que difunden transversalmente sus efectos positivos al conjunto de la comunidad; o la dinamización de productos culturales que potencian el sentido de orgullo y pertenencia, que despierta el interés por emprender y se ofrece como alternativa a la emigración.

En conjunto, parece necesario, al albur de la nueva filosofía de la cooperación al desarrollo formalmente inaugurada con los acuerdos contenidos de la Declaración de Paris (2005) y que tiene continuidad en la iniciativa global representada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un reposicionamiento del turismo como promotor de desarrollo humano, en el contexto de estrategias integradas de desarrollo. En otras palabras, el turismo no es más (ni menos) que un sector exportador que ensancha mercados solventes, y que contribuye a diversificar y enhebrar las actividades económicas preexistente y las promovidas ah hoc, insuflando además pulsión innovadora para dar continuidad a los procesos de cambio social, inicialmente impulsados por los fondos de la cooperación al desarrollo. En las últimas décadas, la literatura científica en turismo ha provisto un notable arsenal de análisis y estudios de caso, bajo denominaciones como turismo basado en la comunidad (community-based tourism) o turismo pro-pobres (pro-poor tourism) que proporcionan claves para una cooperación al desarrollo más eficaz en desarrollo humano sostenible. Algunos casos de éxito alientan la idea de que el turismo puede constituir el gran impulso (por referencia a la teoría del big push) de estrategias de abandono de la pobreza y de construcción de capacidades endógenas para el desarrollo.

Desarrollo y turismo líquido

El impacto del turismo en el desarrollo humano no viene predeterminado en los genes de esta actividad. No tiene sentido plantear debate alguno en términos de lo que el turismo es, o deja de ser. El turismo, como casi cualquier otra actividad, contiene potencial para producir lo mejor y lo peor. Depende del objetivo y del método. El primero remite a responder la pregunta de, sobre todo, para quién. El segundo a integrar las respuestas a cómo y con quién. En función de ello, el turismo cambia de forma y expresión, modifica sus resultados. El turismo es, efectivamente, líquido.

Pero hay una pregunta que debe anteceder a todas las anteriores, y que tiene que ver con la representación social del turismo desde la que evaluamos la realidad y el potencial de esta actividad. La representación social tiene que ver con el sentido común construido mediante el intercambio social de ideas y experiencias sobre el turismo, a su vez anclada en experiencias y representaciones de fenómenos previos con los que estamos familiarizados. Por ejemplo, toubab es la voz con la que los habitantes de las comunidades de varios países en África nombran a los turistas, y es también la voz con la que sus antepasados nombraron a las élites militares y religiosas en la época de la colonia. Turismo representa, entonces, expropiación, exclusión, extrañamiento. Sin tener en cuenta, las bienintencionadas estrategias generadas en las oficinas de planificación de los organismos multilaterales o de los gobiernos nacionales, difícilmente podrán superar la desafección hacia el turismo que domina en muchas comunidades del mundo rural.

Partir de la mirada y las percepciones de la población concernida; integrarla desde las fases más tempranas de la definición de los productos y experiencias, su participación destacada en la producción de los mismos, así como en los ingresos generados; identificar los grupos sociales más proclives al liderazgo para un desarrollo turístico basado en la equidad y la sostenibilidad, y empoderarlo a través de la formación y la capacitación en habilidades para emprender y coordinar; compatibilizar los usos tradicionales y los nuevos usos del territorio y los recursos naturales, construyendo sinergias en ambos tipos de usos; y crear estructuras horizontales de gobernanza del turismo, constituyen algunos de los principales desafíos a superar para que el turismo pueda erigirse en un potente vector de desarrollo a escala global, ampliando los horizontes de vastos territorios en desarrollo a lo largo y ancho de la geografía mundial.

El propósito de esta publicación especial de Estudios y Perspectivas en Turismo es poner de relieve la relación compleja que existe entre turismo y desarrollo, para lo cual contamos con la participación de investigadores de países de América Latina más España. La obra la componen trece artículos que ha pretendido ofrecer una panorámica de esa laberíntica conexión, con un vínculo explícito en algunas de las situaciones planteadas. Los diferentes trabajos siguen una lógica secuencial en donde primamos el estudio del peso de esa relación entre turismo y desarrollo, a veces muy explícito, y otras no tanto.

Liven Fernando Martínez, Ana Lucia Caro, José Javier Toro y Carmelo Javier León, analizan el rol del turismo en el posconflicto colombiano, desde dos perspectivas: la primera, desde los impactos ambientales -positivos y negativos- que se pueden dar a nivel biofísico y social; y la segunda, desde los aportes al desarrollo local. Tomando como estudio de caso 4 Parques Nacionales Naturales con vocación turística y presencia de ecosistemas de alta montaña, y sus poblaciones aledañas, concluyen que al interior de los parques los impactos más significativos se relacionan con la compactación del suelo, la pérdida de cobertura vegetal, la desaparición de fauna y la alteración de la calidad del agua superficial; mientras que al exterior se generan cambios importantes en las actividades económicas, se acelera la expansión urbana, se estimula la economía local, se cambia la oferta de bienes y servicios locales, y se desincentivan otras actividades como la producción agrícola. Lo que sugiere que el turismo incentiva el desarrollo local, con unos costos ambientales que deben ser tenidos en cuenta desde la planeación de la actividad, para lograr su sostenibilidad.

Isabel Carrillo-Hidalgo y Juan Ignacio Pulido-Fernández analizan la cooperación española en América Latina y el Caribe en materia de turismo, durante el período 2007 a 2017, deteniéndose en comprender el papel y la importancia del turismo a lo largo de los diferentes Planes Directores de la Cooperación Española, que han marcado las directrices fundamentales en materia de cooperación para el desarrollo en España durante esta década. Los autores llegan a la conclusión de que el turismo está presente en todos los PDCD; sin embargo, no es considerado como una estrategia sectorial en sí. Pese a que España es una potencia mundial en materia de turismo, no se corresponde con su papel como financiador de proyectos de cooperación para el desarrollo en materia de turismo en América Latina y el Caribe, ya que esta ayuda tiene un carácter secundario y la forma en que se canaliza no aprovecha todas las oportunidades que le brinda el abanico de recursos e instrumentos con los que cuenta la cooperación para el desarrollo.

Adriana Chim-Miki, Rodrigo Oliveira-Ribeiro y Vinicius Moreira identifican los elementos propulsores de redes de coopetición en circuitos turísticos que involucran a más de una ciudad. Los resultados apuntan una clasificación jerárquica descendente y un árbol de similitud extraída del análisis de contenido realizado con el software Iramuteq apoyado por el software R. Los elementos forman dos clases principales, agrupando seis clústeres cuya jerarquía es legados turísticos, coopetidores y su acción, visión coopetitiva, atractivo turístico, ajuste estratégico y ventajas coopetitivas. Además, el análisis de centralidad y similitud mostró que el punto centroide son las asociaciones turísticas como eje conductor del comportamiento de coopetición.

Roberto Escarré, Oana M. Driha y Claudia Linditsch proponen un análisis de los programas de fortalecimiento institucional de la educación superior, específicamente en el sector del turismo. Los autores resumen algunas experiencias tanto a nivel de donante como a nivel de proyecto, destacando la forma en que los beneficios e impacto de estos proyectos pueden contribuir al diseño de mejores proyectos y al establecimiento de políticas de donantes más eficientes. Para ello proponen como caso de estudio el proyecto TOURIST, un proyecto financiado a través del programa Erasmus+ centrado en potenciar el turismo sostenible en Vietnam y Tailandia.

Vanessa León-León, Isabel Cando Velasco y Yorgi Ramírez Arauz contribuyen a la crítica post-desarrollista mediante el análisis de la soberanía popular. El análisis antropológico del desarrollo turístico en territorios colectivos en la costa ecuatoriana revela una serie de decisiones y acciones colectivas que los locales han tenido que confrontar durante los últimos veinte años de intervención del estado desarrollista, a través de asistencia internacional. En el caso de la costa ecuatoriana, el apego al territorio colectivo y la decisión comunal refuerzan las negociaciones y mediaciones soberanas sobre el desarrollo turístico local, logrando así efectos positivos de la intervención estatal y la asistencia para el desarrollo a largo plazo.

Chaitanya Suárez presenta un trabajo que versa sobre el potencial que tiene el ecoturismo como motor de autofinanciación de los espacios naturales protegidos. La autora sostiene que, el cobro de tasas a turistas por acceder a estos espacios no sólo supondría una importante medida de generación de fondos destinados a la gestión y conservación de las áreas, sino que además redundaría en el fortalecimiento del tejido socioeconómico de las comunidades que albergan. De aplicar esta medida en el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos, una de las 23 áreas protegidas colombianas abiertas al ecoturismo comunitario, los ingresos anuales se elevarían a más de 48 millones de $, demostrando así el potencial de estas medidas como parte de las estrategias de desarrollo turístico sostenible del país.

María Luisa Galán, Diana Morales-Betancourt, Luisa Triviño y Martha Lucía Vélez describen el proceso de certificación en Calidad Turística del Centro Histórico de Bogotá, La Candelaria (Colombia), mediante la Norma Técnica Sectorial para Áreas y Destinos Turísticos Sostenibles de Colombia [NTS TS 001-1]. Tal certificación es otorgada por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. El proceso de implementación se llevó a cabo entre febrero de 2016 y julio de 2017, con el acompañamiento de la Facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras de la Universidad Externado de Colombia, al cual pertenecen las investigadoras y en cuyo proceso participaron activamente. El artículo describe los retos de la implementación de los requisitos de sostenibilidad turística a través de la aplicación de metodologías participativas en un territorio con características complejas, actores diversos e intereses disimiles. Este lugar ha sido impactado por la actividad turística y la perspectiva de los actores es que esta actividad genere beneficios ambientales, sociales, económicos y culturales, en lo local.

Isabela Sette y Edegar Tomazzoni abordan la competitividad relacionada con el turismo, con énfasis en la política nacional brasileña vinculada al tema desde la definición de los 65 destinos inductores y la creación del Índice de Competitividad Turística (ICT) por parte del Ministerio de Turismo (Mtur). Se encontró que, en las TIC, como en otros modelos de medición, la cooperación y la sostenibilidad son aspectos considerados relevantes y la noción de desarrollo se identifica como una causa, mientras que otros modelos lo consideran una consecuencia. La estrategia política del MTur, asociada con las TIC, actuó en el fortalecimiento de la gobernanza municipal, a través de la cooperación para el desarrollo del sector. A pesar de haber logrado avances importantes, se cree que los resultados de la política podrían haber sido más significativos.

Niurka Cruz Sosa y Yen E. Lam González proponen una mirada al problema de la sostenibilidad de La Habana como destino cultural, desde la perspectiva del estudio de la demanda. El artículo ofrece información actualizada sobre el mercado turístico, analizando su comportamiento y valoración del destino, y cómo varían estos aspectos entre turistas de diversas nacionalidades. Los resultados pretenden servir de herramienta para los gestores turísticos y el sector empresarial, en aras de contribuir al diseño eficaz y mejor adaptado de políticas de promoción cultural, bajo los principios de conservación del patrimonio y los recursos naturales. Así, el trabajo delimita las áreas fundamentales que se deberán atender de cara a garantizar un mejor posicionamiento turístico de La Habana como destino cultural.

Alfredo A. César Dachary, Stella M. Arnaiz Burne y Fernanda César Arnaiz proponen a partir de uno de los principales procesos de integración en el Caribe -la primera Zona de Turismo Sustentable del Caribe- utilizar esta experiencia de cooperación entre países como un mecanismo efectivo para enfrentar las amenazas a la sustentabilidad regional, en este caso el mar Caribe compartido por todos, un elemento central en el desarrollo del turismo de la región. Esto hoy ha sido puesto a prueba ante el problema de la emergencia del sargazo que afecta al Caribe Oriental y Occidental y que ha llevado a la búsqueda de una estrategia común de cooperación.

En su análisis de la planificación turística impulsada por el Estado de Chile en la Patagonia Austral en los últimos 30 años, Humberto Rivas y Conny Rojas concluyen que, si bien se han fortalecido los instrumentos de planificación y se han conformado estructuras de Gobernanza participativas con mayor capacidad de gestión en los territorios turísticos, aún se carece de programas y proyectos acordes a los objetivos de desarrollo sustentable que los mismos actores han identificado. Teniendo en cuenta el crecimiento acelerado de la actividad turística en esta zona y su atractivo para el turismo de naturaleza se plantea que los gobiernos locales y consecuentemente los municipios, deberán intensificar sus propios instrumentos de gestión y asumir con mayor propiedad el desafío de garantizar un desarrollo sustentable del turismo, acorde a las aspiraciones de las comunidades locales y expectativas de los visitantes.

Sandra L. Zepeda presenta el caso del municipio turístico de Bahía de Banderas, en México, contextualizando su proceso histórico y político nacional en el que se ha desarrollado el turismo principalmente a partir de la década de 1990 y sus implicaciones a nivel local al propiciar el turismo masivo de sol y playa como un modelo dentro del sistema económico dominante a nivel nacional e internacional. En este contexto, plantea una alternativa de diversificación de la oferta turística con énfasis en el desarrollo endógeno aprovechando el patrimonio rural remanente, orientando la balanza hacia una mayor participación de pequeños productores y prestadores de servicios en el ámbito rural, permitiendo minimizar la pérdida de identidad local, recuperar manifestaciones culturales y la reapropiación del espacio público.

Como Crónica de Eventos, Xavier B. Lastra-Bravo y Enrique Cabanilla V. analizan las presentaciones académicas discutidas en el marco del IV Congreso de Turismo – CONGRETUR, cuyo lema fue: “Impacto del turismo en el desarrollo del Ecuador”, llevado a cabo en Quito, Ecuador, en noviembre de 2018. Ponen en evidencia aportes recopilados desde diferentes miradas, sobre el fortalecimiento de la sostenibilidad de la actividad turística del Ecuador, con propuestas realistas e innovadoras. También resaltan el vínculo del turismo con la sociedad local, hecho recopilado en varios estudios que demuestran la configuración de territorios dinámicos, donde estudiantes y docentes comparten y ponen en práctica sus conocimientos, y donde aprenden de su cultura, de su ambiente, de su realidad. Desde una posición más crítica, destacan la necesidad de que la Academia realice mayores esfuerzos para poner en práctica los conocimientos generados, adaptarlas a las nuevas tendencias y necesidades del sector, que sus críticas se transformen en propuestas viables de desarrollo de los territorios, convirtiéndose en un eje articulador de los distintos actores del sector.

Es el deseo de los editores invitados agradecer a los autores de este número especial por sus valiosas contribuciones, teniendo en cuenta el excelente trabajo realizado y el muy difícil momento en que los artículos fueron presentados. Una pandemia que ha afectado la vida en el mundo entero trastocando todo lo que formaba parte de lo cotidiano de las personas.

En esta relación compleja entre turismo y desarrollo, recientemente ha entrado y sin llamar, el Coronavirus (Covid-19). Si hay una industria que ha sentido los embates del Covid-19 es sin duda el sector turístico, con un impacto brutal en términos económicos y sociales a nivel mundial, dejando severas heridas en todos los territorios. Siendo conscientes de que dichas heridas han de sanar -y que tardarán- si se quiere transmitir el mensaje de que el turismo volverá y con más fuerza posiblemente bajo el paraguas de lo que se ha venido a llamar la nueva normalidad; procede mirar hacia adelante con optimismo. En este proceso la academia ha de jugar un papel fundamental; evidentemente, toca generar investigación y transferencia social de calidad.

Esta crisis debe permitir que se salga reforzado. Para ello, el camino a seguir debe de tener como pilares la cooperación, el desarrollo y la solidaridad; debe de empoderar a los ciudadanos, unidos como humanidad. Sin duda, el turismo como actividad económica y social aún tiene mucho que aportar y que contar.