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Estudios y perspectivas en turismo

versión On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.29 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct. 2020

 

DOCUMENTOS DE BASE

TURISMO, COOPERACIÓN Y DESARROLLO Una aproximación al caso Bahía de Banderas, Nayarit (México)

Tourism and Development Cooperation: An Approximation to the Bahía de Banderas Case, Nayarit (Mexico)

Sandra Zepeda Hernández1 

1Universidad de Guadalajara

Resumen

El turismo representó para diversas zonas costeras de México una salida hacia la diversificación de las actividades productivas que le permitiesen acceder a mayor prosperidad y bonanza económica a partir de la segunda mitad del siglo XX, al mismo tiempo que permitía su poblamiento y salvaguarda ante las amenazas bélicas externas de la época. Es en este sentido que el turismo en Bahía de Banderas representó un viraje de las actividades primarias a las terciarias, lo que significó el incremento exponencial de la población atraída por el crecimiento económico y la generación de empleo. Si bien estos aspectos han propiciado una aceleración en las demandas sociales, el objetivo de la presente comunicación es plantear una alternativa ante el nuevo paradigma de un turismo más responsable en el marco de la sustentabilidad, uno de los principales retos a partir de la segunda década del siglo XXI para Bahía de Banderas a través del aprovechamiento de su patrimonio rural desde un enfoque de desarrollo endógeno en el marco de la cooperación para el desarrollo. El abordaje teórico se realiza con base en la noción de Totalidad de Lefebvre (2011) a partir del turismo como modelo de Desarrollo (César & Arnaiz, 2012). En consecuencia, se identifica potencial para el desarrollo local mediante una política pública que permita equilibrar la balanza a través de la participación de pequeños productores y prestadores de servicios turísticos en el ámbito rural, además de permitir la reapropiación de espacios públicos y minimizar la pérdida de identidad local.

Palabras clave turismo; desarrollo sustentable; ruralidad; Bahía de Banderas.

Abstract

Tourism represented for various coastal areas of Mexico an exit to the diversification of productive activities that allowed it to access greater prosperity and economic prosperity from the second half of the twentieth century, while allowing its population and safeguard against threats external warfare of the time. It is in this sense that tourism in Banderas Bay meant a shift from primary to tertiary activities, which meant the exponential increase of the population attracted by economic growth and job creation. Although these aspects have led to an acceleration in social demands, the objective of this communication is to propose an alternative to the new paradigm of more responsible tourism in the framework of sustainability, one of the main challenges since the second decade The 21st century for Bahía de Banderas is the use of its rural heritage from an endogenous development approach within the framework of development cooperation. The theoretical approach is based on the notion of Totality of Lefebvre (2011) based on tourism as a development model (César & Arnaiz, 2012). Consequently, potential for local development is identified through a public policy that allows the balance to be balanced through the participation of small producers and tourism service providers in rural areas, as well as allowing the appropriation of public spaces and minimizing the loss of local identity.

Keywords tourism; sustainable development; Banderas Bay.

INTRODUCCIÓN

El desarrollo del turismo ha representado para México un verdadero motor de crecimiento económico cuya importancia se refleja en los indicadores económicos registrados por generación de empleo, inversión extranjera directa y su aportación al Producto Interno Bruto (PIB). Asimismo, los esfuerzos nacionales incluyen una Secretaría de Estado responsable de la aplicación de una política pública en la materia.

El desarrollo turístico de México está ligado a la política internacional y el contexto histórico que enmarca al país a mediados del siglo XX, al encontrar en el turismo una salida al poblamiento y salvaguarda de las costas ante amenazas internas y externas que representaban los conflictos bélicos de la época. Así, el Presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) y su sucesor Adolfo López Mateos (1958-1964) centralizan la planificación y crean el Fondo de Garantía de Fomento al Turismo (FOGATUR) en 1956, predecesor del Fondo de Promoción e Infraestructura Turística (INFRATUR) de 1969, ambos programas son la antesala del actual Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) constituido en 1974. En este contexto nacional, el caso de Cancún en el Caribe mexicano es quizá el más emblemático de la política turística de la época por la importancia que este destino ha cobrado a nivel internacional.

Así, el turismo se volvió uno de los pilares de la economía nacional, cuyo beneficio resultó incuestionable en el modelo desarrollista puesto en práctica desde los años cuarenta, aprovechado para cambiar la visión extranjera ampliamente difundida gracias al éxito internacional del cine mexicano en su época de oro y buscaba contrastar planteamientos mucho menos optimistas de la realidad social del país expresados en las películas de Luis Buñuel y la obra de Oscar Lewis, entre otros.

Para la década de 1974 se inició la construcción de los Centros Integralmente Planeados (CIP´s) cuyas características son la planificación del territorio con fines turísticos, en el que el Estado toma la iniciativa para el desarrollo del área turística iniciando con la adquisición de tierras, la elaboración de un plan maestro de desarrollo y la construcción de los primeros hoteles para dar a conocer el destino (Camelo & Ceballos, 2012).

Las características del país generaban ventajas para desarrollar la industria del turismo, pues ésta se beneficia de sociedades profundamente asimétricas como es el caso de México, ya que permitiría minimizar la elevada tasa de desempleo a través del aprovechamiento intensivo de mano de obra, especialmente en la etapa de construcción generando procesos migratorios internos de las zonas deprimidas a las turísticas; el personal con mayor formación también lo obtiene de las grandes ciudades a través del reclutamiento y cambio de residencia (César & Arnaiz, 2004).

Así, en 1974 inicia la construcción de los primeros dos CIP, Cancún e Ixtapa Zihuatanejo y, sólo dos años después, Loreto y Los Cabos. En la década de 1980 se construyó sólo uno, Huatulco; y fue en 2003 que se retomó el programa iniciando la primera etapa del CIP Nayarit en el municipio de Bahía de Banderas, que continúa inconcluso (Tabla 1).

Tabla 1 Centros Integralmente Planeados 1974-2011 

Fuente: Fonatur (2014)

Bahía de Banderas es un municipio creado en 1989 a partir de localidades segregadas de Compostela, uno de los municipios más extensos de Nayarit (México), cuyas características orientaron hacia una separación política al no existir condiciones para la atención ciudadana. Estas deficiencias administrativas derivaron en la constitución de Bahía de Banderas como el décimo octavo municipio de la entidad el 13 de diciembre de 1989 (INAFED, 2017).

El municipio colinda al norte con el municipio de Compostela, al este con el estado de Jalisco, al sur con el Océano Pacífico y el estado de Jalisco y al oeste con el Océano Pacífico. Poco más del 70% de su territorio es terreno cerril tipo semi-montañoso que da origen a la Sierra Madre del Sur, al mismo tiempo que cuenta con un litoral de 68 Km (INAFED, 2017).

Asimismo, cuenta con una vasta extensión de suelo fértil, cubriendo una superficie de 49.7% del total municipal, cuyas propiedades lo hacen idóneo para el desarrollo de actividades agropecuarias por su elevado contenido de nutrimentos y materia orgánica, esto le confiere un potencial para la producción de granos, frutos y hortalizas.

Desde principios del siglo XX las actividades agropecuarias fueron la base económica de la mayoría de las familias de Bahía de Banderas, de ahí que al llegar el turismo, las tierras localizadas en la franja costera principalmente frente al mar, fueron usualmente infravaloradas por su condición salina en relación a las del interior, lo que facilitó su usufructo para el turismo, más aún cuando el municipio fue creado expresamente para atender indicaciones de fomento al turismo a nivel federal (Delgado, 2016 citado por Zepeda, 2019).

De lo que antecede queda en evidencia que el surgimiento del turismo en Nayarit es en gran medida el origen del turismo en Bahía de Banderas en la década de los setenta, que para entonces alcanzaba los 15.520 habitantes (Gómez, 2017). El Hotel Ejidal y el proyecto Playas de Huanacaxtle en ese período significaron esfuerzos para incorporar a los campesinos a las actividades directamente relacionadas al turismo en el caso del primero; el segundo, como parte de las acciones encaminadas a tener espacios planificados del turismo, ganando cada vez más terreno a las actividades primarias en la zona del valle agrícola; empero, esta vocación ha subsistido hasta estos días y representa un importante semillero para la región, a pesar del contexto adverso de las últimas décadas a partir del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) hoy Tratado de México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) que abandonó la política proteccionista del gobierno federal y eliminó el subsidio al campo, contribuyendo en las últimas décadas a su parcial abandono por los pequeños productores principalmente, quienes no pudieron competir con los grandes capitales.

En este contexto nacional, el desarrollo del turismo ha sido enmarcado en el sistema capitalista y como tal le ha sido funcional, lo que ha generado replicar las contradicciones del propio sistema (César & Arnaiz, 2012a). En México, los municipios con mayor captación de ingresos por turismo no necesariamente ven reflejada la bonanza económica en la población residente. Empero, es importante el avance en dimensiones como infraestructura y equipamiento urbano.

A partir del año 2018 se estableció un rediseño de las políticas públicas en favor del campo mexicano mediante el establecimiento de precios de garantía, de ahí que la presente comunicación persiga reconsiderar la posibilidad de una integración más equilibrada entre las actividades turísticas y las actividades primarias en los territorios remanentes en espacios rurales, que representan un potencial importante para el desarrollo del turismo rural y de naturaleza en el municipio de Bahía de Banderas.

MARCO TEÓRICO

El turismo ha sido abordado desde diversos enfoques que van de los más restringidos que limitan a esta actividad al alojamiento, ocio y restauración, a los amplios que hablan de regiones turísticas donde se articulan las actividades. Es en este amplio sentido que se aborda al turismo como un modelo de desarrollo dentro del sistema capitalista en el que se reproduce y al mismo tiempo aloja una doble contradicción: la más oculta es hacia adentro de sí mismo como “producto” porque se presenta como una copia “maquillada” que se vende como realidad, haciendo de lo transformado una nueva verdad cuya principal función es la de responder a los imaginarios que tiene el hombre, en la búsqueda incesante de nuevos objetos de consumo, en este caso de ocio y placer. La segunda contradicción es complementaria a la primera, pues al turismo como modelo se lo ubica siempre como una actividad desvinculada del sistema en que se genera y por ello, se presenta como un hecho “emergente” que hace realidad los sueños del turista, la respuesta del genio al deseo del viajero (César & Arnaiz 2012b: 7).

Así, para César et al . (2017: 23) el turismo como modelo es inexplicable si no está referenciado a la totalidad, un sistema en permanente transformación a consecuencia de los grandes cambios tecnológicos, económicos, sociales y culturales, que readecuan al modelo y las consecuencias socio-políticas y culturales, que son los que transforman a la sociedad y sus imaginarios.

Existe una amplia literatura que coloca en entredicho los beneficios que el turismo ha traído consigo en los países en vías de desarrollo, coincidiendo con la evidencia empírica que permite cuestionar los efectos beneficiosos del comercio y de la apertura de fronteras para el crecimiento económico, con evidencia de la evolución de las disparidades y desigualdades sociales y regionales (Pike et al., 2006). Esto ha sido asumido por la mayoría de los países, desde los más desarrollados a los de menos desarrollo, para muchos de ellos es una alternativa a la fracasada o imposible industrialización, frente a los resultados para los países centrales que tienen como una opción de modernización y aprovechamiento máximo de sus recursos (César et al., 2017: 405).

El turismo como modelo del sistema capitalista puede esbozarse en el caso de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX, durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial cuando este mismo país emerge con una clase media con capacidad de gasto y dispuesta al consumo aprovechando los avances de la época. El capitalismo como forma de organización económica y social se impone y llegan las grandes transformaciones globales. Cuando emerge el turismo moderno en la posguerra, éste comparte con el desarrollo un nuevo escenario de esperanzas y oportunidades más equitativas, empero, De Kadt (1984) documentó parte de las contradicciones que el turismo trae consigo para las localidades de acogida en los países en vías de desarrollo.

El turismo es una de las actividades más dinámicas del mundo moderno, generador de empleo y actividad de vanguardia en el nuevo orden globalizado; es una actividad que tiene las características de un modelo de desarrollo propio para muchos países, como Belice en Centroamérica o un estado turístico como Quintana Roo en México. Sin embargo, ha representado para los países emergentes cambios sustanciales por los movimientos migratorios del campo a la ciudad, lo que genera a su vez incremento en la demanda social, lo que en su conjunto genera especulación de la tierra, jugando un papel primordial en la población y el territorio puesto que existe un modelo de turismo dentro del sistema capitalista global que, a su vez, está integrado por modelos regionales que se adecúan a las variables generales y a las características de cada región o estado, donde la correlación entre población y territorio determina el proceso de especulación de la tierra, la cual juega un papel primordial (César & Arnaiz 2002; 2006; 2012a; 2012b).

En ese mismo sentido, la evidencia empírica ha mostrado que no todos los modelos de turismo tienen la misma capacidad de generar beneficios significativos para la población residente, al ser más débiles aquellos modelos cuyos destinos son dominados por compañías y capitales extranjeros, puesto que el impacto económico es significativamente menor al regresar las utilidades a los países de origen, en relación con aquellos cuyas cadenas de valor locales son fuertes y competitivas (Koskak & O’Rourke, 2020: 6).

En el nuevo paradigma de la sustentabilidad y ante la evidente urgencia de minimizar los impactos sobre la naturaleza, a nivel internacional se ha puesto el foco de atención sobre los beneficios de la actividad económica a fin de cooperar en el desarrollo de los pueblos de acogida. Es así como los Objetivos del Desarrollo Sustentable de la Organización de las Naciones Unidas especifican acciones de mitigación del hambre, la pobreza y el uso y aprovechamiento de los recursos naturales. Así, la sustentabilidad y el turismo comienzan a caminar de la mano a través de la adopción de prácticas en el marco del desarrollo sustentable, cuya noción pone en entredicho los paradigmas que justifican el crecimiento económico a costa de los recursos naturales. Si bien no existe un acuerdo único, ni una comprensión homogénea de desarrollo de o para las localidades y regiones, las nociones particulares de “desarrollo” son socialmente determinadas por grupos sociales particulares y/o por los intereses en lugares y períodos de tiempo específicos, lo que podría denominarse como un paradigma social.

Para el año 2000 el concepto de “desarrollo” se incorpora a la sustentabilidad como un acercamiento a las preocupaciones económicas, sociales y medioambientales, para el 2001 el Plan de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) incluye el Índice de Desarrollo Humano (IDH) midiendo las variables relacionadas con la expectativa de vida al nacer, alfabetización, nivel de escolarización y paridad en el PIB per cápita; de ahí que identificar y analizar las prácticas del sector turístico y cómo éstas pueden influir sustancialmente en el bienestar de la población de acogida es migrar hacia un modelo socialmente justo, equitativo y sostenible.

El turismo responsable hace referencia a mejorar el bienestar material, al mismo tiempo que se genera identidad cultural y un involucramiento de la comunidad receptora, de ahí que conlleva un compromiso de sustentabilidad social. Por su parte, en la propia dinámica social cada vez se incrementa más el número de consumidores sensibilizados sobre el uso y disfrute responsable de los productos y servicios que adquieren, al señalarse recientemente que más del 50 por ciento de los consumidores globales refieren sentirse atraídos por bienes y servicios de empresas que toman posición sobre temas sociales, culturales y ambientales. De acuerdo al estudio Global Consumer Pulse Research (Accenture Strategy, 2018), esta información puede resultar ilustrativa sobre la tendencia internacional de servicios turísticos enmarcados en este supuesto, el que señala que el consumidor es cada vez más consciente de los impactos devenidos del modelo convencional de turismo.

Para Scheyvens (2007, citado por Gascón & Morales, 2013: 7), la historia del turismo como sector de la cooperación apenas supera las dos décadas, al prevalecer hasta la década de 1980 cierta resistencia sobre su capacidad de combatir la pobreza, tal como se reveló en la obra de Emanuel De Kadt (1984).

Sin embargo, la incorporación de la Organización Mundial del Turismo en el sistema de Naciones Unidas ayudó a legitimar el turismo como un sector de la cooperación principalmente a partir de la década de 2000 (Gascón & Morales, 2013: 8). Así, en el trinomio turismo-desarrollo-cooperación, una de las líneas de investigación, se plantea un compromiso a favor de la justicia social, la equidad y la lucha contra la opresión (Ateljevic, Morgan & Pritchard, 2007 citado en Gascón & Morales 2013: 8), en el que el turismo responsable es, si bien considerado muy reciente, uno de los ejemplos más difundidos del turismo rural, aquel que tiene espacios y estructuras funcionales de acomodo y otros servicios (Barbú, 2013); referido a las actividades turísticas que pueden desarrollarse en el ámbito rural y que son de interés para determinados grupos sociales por las características de las regiones receptoras, relacionándose con lagos, ríos, reservas y parques, siendo una excelente opción de recursos tanto naturales como culturales (Barrera, 2006).

También se puede afirmar que el turismo rural contribuye al desarrollo local, ya que los servicios ofrecidos por productores agropecuarios enriquecen de autenticidad al producto (Barrera, 2006) lo que implica que los protagonistas y principales beneficiarios sean la población receptora. Además, la demanda de este tipo de productos está en aumento pues crece cada vez más el interés por realizar actividades culturales, agroturismo, de salud y recorridos por pueblos, así como de disfrutar su gastronomía típica (Barrera, 2006).

Es en este marco que el turismo rural tiene especial cabida en el caso de países como México, puesto que una forma de enfrentar la crisis de la agricultura es a través de otras actividades que actúan no sólo como generador de ingresos, sino también en la generación de empleos y mejoramiento de la calidad de vida de la población local y en la conservación de los recursos naturales (Juárez, Ramírez & Galindo, 2010).

METODOLOGÍA

La presente aportación considera inicialmente una comprensión de la realidad económica y social del municipio de Bahía de Banderas, en la entidad federativa de Nayarit (México). La comprensión de la realidad social implica una visión amplia y compleja que se aborda desde la perspectiva de la totalidad de Lefebvre (2011), que permite no limitarse a hechos aislados, por oposición busca la relación entre ellos, así como su interacción.

Se parte de la premisa de que el turismo al implantarse como un modelo sobre el territorio de Bahía de Banderas tiene implicaciones sobre el territorio y su sociedad durante las últimas décadas y que existen elementos para virar hacia un turismo más responsable y equitativo.

Así, se busca observar la interacción entre el turismo como actividad económica y modelo de desarrollo y la sociedad anfitriona. Para ello, se consideran técnicas de investigación de corte cualitativo, así como investigación de gabinete. En el primer caso, se realiza observación y recorridos en sitio, así como entrevistas en profundidad de tipo semi-estructuradas a dueños de unidades prestadoras de servicios agrícolas y semi-turísticos.

Se complementan los datos con información documental a través de consulta de fuentes oficiales federales de estadística y geografía tales como el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) y sus censos económicos, agropecuarios y el Directorio Estadístico de Unidades Económicas, además de cuadernos estadísticos específicos para la entidad federativa donde se localiza el municipio objeto de estudio.

RESULTADOS

La prevalencia de la población en los ejidos y comunidades agrarias puede ser un indicador de las condiciones económicas que se viven en éstos. Para 2007 en Nayarit se estimó un porcentaje de 44.1% de ejidos con jóvenes que se integran a alguna actividad productiva (INEGI, 2007). De acuerdo al primer censo agropecuario de Bahía de Banderas como municipio independiente, en 1991 la orientación hacia la terciarización de la economía se visualiza en su población ocupada en este sector, principalmente en ejidos costeros como Sayulita y Bucerías. Para el 2007 se estimó que, del total de personas ocupadas en el sector primario, sólo el 30% son familiares y el 70% son contratados, de los cuales en casi el 80% su período de contratación es de 6 meses o menos (Tabla 2).

En el contexto municipal general los censos de 1990, 2000 y 2010 permiten identificar la evolución y diversificación de las ocupaciones en el municipio. Durante la década de 2000 a 2010 el crecimiento demográfico exponencial se reflejó en la misma medida en el incremento de la población ocupada principalmente en la industria de la construcción y servicios, pilares de una economía basada en el turismo (Tabla 3).

Tabla 2 Población ejidal y ocupación por sector económico en el municipio de Bahía de Banderas, 1990 

Fuente: Elaboración propia con base en INEGI (1990)

Tabla 3 Variación porcentual por sector económico, municipio de Bahía de Banderas, 1990-2010 

Fuente: Elaboración propia con base en datos de INEGI (1990; 2000; 2010)

De esta forma se puede observar que en el sector primario el empleo y, por tanto, la producción, decrece durante este período, cayendo notoriamente con respecto al total de la población ocupada. En contraparte, la industria de la construcción se incrementa exponencialmente durante este mismo período, empleo al cual los campesinos pueden acceder fácilmente a diferencia de otras posiciones especializadas en hotelería. En consecuencia, el crecimiento de la industria de la construcción se materializa a través de las unidades económicas dedicadas a este rubro en el 2009, año de mayor captación de inversión del municipio a nivel nacional. Asimismo, es contundente el crecimiento de los servicios inmobiliarios, alojamiento y de preparación de alimentos y bebidas (Tabla 4).

Tabla 4 Unidades económicas en años seleccionados, municipio de Bahía de Banderas 

Fuente: Elaboración propia con base en datos de INEGI (1994; 2004; 2009)

El turismo en su proceso de construcción genera un gran dinamismo en la economía regional al integrar diversos servicios comerciales e industriales, o bien lo que Porter (1990) refiere como clúster, es decir zonas geográficas donde interactúan y se agrupan una serie de industrias, en este caso orientadas hacia el turismo y que operan en un campo específico vinculadas por características comunes y particulares.

El clúster del turismo es un agrupamiento de empresas que dan servicios al turismo en diferentes niveles, asociadas a otras empresas que proveen el abastecimiento y otros servicios de apoyo y, a los cuales se les suma, especialmente en los países emergentes, los organismos del Estado, algunos de ellos operativos y orientados a generar infraestructura para el sector, como el caso de FONATUR en México, otros reguladores o normativos; y por último se unen a diferentes actores, las asociaciones, cámaras y federaciones que agrupan a los empresarios de los distintos servicios e industrias que integran el clúster (César & Arnaiz, 2002).

Conviene aquí subrayar la importancia de la actividad turística en México, puesto que de acuerdo a la Cuenta Satélite de Turismo (2015), el turismo aporta el 8.7% del PIB; por arriba de países como Nueva Zelanda (5.6%) y Perú (3.8%), y por debajo de Malasia (14.8). Del PIB Turístico (PIBT), destaca la aportación de los servicios de alquiler y negocios con 21.3%, seguido por el transporte de pasajeros con el 17%, los bienes y artesanías con el 14.6%, y los servicios de alojamiento, tiempo compartido y segunda vivienda con 13.9%. Por su parte los servicios profesionales, de reparación y mantenimiento, médicos, entre otros, representan el 11.5%, por arriba de los restaurantes, bares y centros nocturnos con una participación de 10.5%, el comercio con 8.4%, así como servicios de esparcimiento con 1.8%. En último lugar se encuentran las agencias de viaje y tour operadoras que aportan el 1.0% del PIBT (INEGI, 2015).

Para Bahía de Banderas el turismo ha representado un incremento en sus ingresos vía impuestos y permisos municipales. Es el principal recaudador del estado, por arriba de Tepic, su capital. Para 2015 ya representaba el 57.8% del total de la recaudación del estado por concepto de impuestos; más allá de obtener sólo el 5.5% de participaciones federales (INEGI, 2017)

Empleo y turismo

La capacidad del centro turístico para producir empleos de acuerdo al crecimiento del número de cuartos es una estimación obligada, pero además del número de empleos la calidad del mismo es primordial, lo que lleva a considerar los niveles de pobreza del municipio, que de acuerdo a la estimación del último censo es de 37.6 % (INEGI, 2010).

La Secretaría de Turismo (SECTUR) considera que por cada cuarto de hotel se producirían 5 empleos, 1 directo y 4 indirectos, correspondientes al supuesto de la cadena de proveedores necesarios para la generación de infraestructura y la operatividad del servicio. En 2010 Bahía de Banderas tenía una población de 124.205 habitantes y una población ocupada de 44.2%. En esta lógica la estimación se observa en la Tabla 5.

Tabla 5 Estimación de empleo generado por cuarto de hotel, municipio de Bahía de Banderas, 2010 

Fuente: Elaboración propia con base en INEGI (2010)

Siguiendo estrictamente esta estimación de la SECTUR, los datos sugieren que para el año 2010 hay una sobre oferta de empleo, lo que puede explicar una parte de los flujos migratorios hacia la zona, principalmente de Guerrero, Chiapas y Oaxaca, estados con elevados índices de pobreza en México.

Las poblaciones más cercanas a la costa son las que han experimentado un mayor crecimiento demográfico, tanto de los pueblos ya existentes como por el surgimiento de nuevos centros de población, fraccionamientos y colonias que apenas hace 10 años no existían.

Para el año 2000 es notorio el incremento de la población ocupada en el sector secundario, en la que destaca la construcción como actividad preponderante y piedra angular para el turismo. El incremento en el número de unidades de cuartos repercute en la mano de obra requerida para su construcción y posterior operatividad, para el año 2010 el sector terciario crece casi 30 puntos porcentuales y disminuye drásticamente el primario, alcanzando apenas 2,530 personas ocupadas en la agricultura, ganadería o pesca (Tabla 6).

Tabla 6 Número de cuartos y población ocupada por sector económico en municipio de Bahía de Banderas, 1990-2017 

Fuente: Elaboración propia con base en INEGI (1990; 2000; 2010; 2017)

Lo anterior indica que cada vez es mayor la cifra de jóvenes que se incorporan al mercado laboral de las organizaciones turísticas, abandonando su localidad de origen y por ende las actividades primarias, empleándose en su mayoría en hotelería. Este desinterés por el aprovechamiento de la tierra de las nuevas generaciones, apoyado por la falta de incentivos económicos se vuelve la principal razón de la venta de la tierra, cuya adquisición para desarrollos inmobiliarios de interés social en su mayoría permite la pérdida de arraigo e identidad local, así como el debilitamiento de las tradiciones y manifestaciones culturales.

Potencial para el turismo rural

Dadas las condiciones que prevalecen en el contexto agropecuario nacional, César & Arnaiz (2002) proponen una clasificación para los países con alta población rural, indígena y con grandes problemas en el sector, a la vez que recomiendan comenzar por los destinos importantes de sol y playa como es el caso de México y de Bahía de Banderas particularmente.

Dentro de esta clasificación destaca el Turismo Rural operado por empresas turísticas y cuyo producto es un elemento de alta significación histórico-productiva como son las haciendas o construcciones en un escenario rural. Otro subgrupo es el Turismo Rural operado por campesinos indígenas que puede incluir diversas actividades, entre ellas los recorridos por los pueblos y los cultivos. Asimismo, la práctica del agroturismo representa otro subgrupo que puede tener una importante presencia en los cultivos de alta rentabilidad (César & Arnaiz, 2002).

A pesar del enorme crecimiento demográfico que implicó la creación de nuevas localidades y desarrollos inmobiliarios de interés social, en la última década se siguen conservando localidades rurales (menores a 2500 habitantes), cuya concentración se puede observar claramente a través de los puntos que se señalan en la Figura 1.

Fuente: INEGI (2014)

Figura 1 Comunidades rurales en el municipio de Bahía de Banderas 

La Zona Valle y Sierra comprende a la mayoría de las comunidades y localidades rurales del municipio, albergando al 50.58 por ciento de la población total. Asimismo, dentro de los espacios rurales se identifican los denominados “ranchos” cuya conceptualización se define como “un lugar fuera de poblado donde se albergan diversas familias o personas y que se crían caballos y otros cuadrúpedos” (RAE, 2019).

Se identificaron 9 ranchos, que han sido analizados tomando como base los aspectos generales de la propiedad, los servicios con los que cuenta y la capacidad de oferta de servicios para ocio y recreación, así como sus necesidades y expectativas. Los resultados permiten identificar diversos elementos para considerarlos con potencial para el desarrollo de actividades turísticas, entre los cuales se encuentran los siguientes:

Ø Dentro de las propiedades se cuenta con recursos naturales con enorme belleza paisajística.

Ø Cuentan con biodiversidad en microsistemas

Ø Las dimensiones de las propiedades permiten una capacidad de carga adecuada para la operación de actividades recreativas dentro del sector turístico.

Ø Seis de los nueve ranchos se encuentran ofertando algún tipo de actividad recreativa, entre los que se encuentran paseos a caballo, canopy, mirador, áreas para acampar y servicios de restaurante. Los demás se limitan a las actividades agropecuarias.

Ø La mitad de los propietarios pertenecen a un ejido y el resto se encuentran bajo el régimen de pequeña propiedad.

Igualmente se reconocen debilidades que pueden entorpecer una operatividad plena como empresas del sector turístico, entre ellas se destaca lo siguiente:

Ø No cuentan con el capital necesario para desarrollar e implementar otros proyectos que les permitan mejorar su operatividad e incrementar la oferta de servicios.

Ø En todos los ranchos es necesario una mejora en infraestructura y el diseño de una oferta de servicios más efectiva, así como capacitación en administración, recursos humanos y marketing principalmente.

A partir de los datos proporcionados, se puede decir que existen elementos para identificar al Valle de Banderas como la zona agrícola por excelencia del municipio. Aunado a ello, los acontecimientos programados y las manifestaciones culturales aportan valores que pueden complementar una oferta atractiva, más aún, considerando los ranchos como espacios con potencial turístico. Los elementos anteriores sumados a la gastronomía típica y el paisaje como marco de referencia excepcional forman un contexto digno de valorarse para generar productos que complementen la estancia del visitante de Sol y Playa.

Una nueva visión en turismo, oportunidad para la cooperación al desarrollo

Con la llegada del nuevo gobierno federal en 2018 se han puesto en marcha una serie de estrategias que pudiesen contribuir a una dinámica económica más equilibrada de las comunidades a través del turismo, así como a la recuperación de espacios públicos para la población local.

La estrategia nacional de turismo 2019-2024 contempla que el turismo sea un pilar para el desarrollo justo y equilibrado entre comunidades y regiones, así como una herramienta de reconciliación social (SECTUR, 2019).

Además, se han impulsado iniciativas de ley que evitan la privatización de las playas para el disfrute de la población local, particularmente, la que refiere al libre acceso y tránsito a las playas dispuesto en la Ley General de Bienes Nacionales (Cámara de Diputados, 2019). Con ello, se ha logrado en Bahía de Banderas la recuperación de la playa La Lancha, cuya privatización originó un movimiento social que terminó con la revocación de la concesión otorgada a un particular (Aristegui Noticias, 2019).

Adicionalmente, el apoyo a la agricultura a través de los precios de garantía que se ha implementado puede generar condiciones para evitar un mayor abandono del campo, principalmente de los jóvenes, abriendo oportunidades para la preservación de estilos de vida, costumbres y manifestaciones culturales autóctonas.

Ambas acciones que obedecen a un cambio de la política federal, son elementos clave para el diseño de un nuevo plan de acción que devenga en una mayor cooperación en turismo, en donde se apoye a grupos tradicionalmente vulnerables y excluidos.

CONCLUSIONES

Históricamente, el desarrollo del turismo en México obedece más a una política de Estado que permita salvaguardar las costas a la vez que genere dinámica económica, lo que conduce a un poblamiento exponencial y, consecuentemente, al incremento de demandas sociales que difícilmente pueden subsanarse con la rapidez que la población crece en los destinos turísticos de países en desarrollo.

El turismo como modelo de desarrollo genera contradicciones sociales que encuentran dificultades para subsanarse dentro del sistema capitalista global, reflejado en deuda social y daño al patrimonio natural, aspectos que han sido señalados ampliamente en la literatura respectiva. Sin embargo, la discusión sobre un desarrollo turístico más equilibrado ante la inminente expansión de la actividad a nivel global ha sido ampliada hacia un nuevo paradigma de la intervención responsable de la actividad turística, un modelo en construcción a través del cual se pretende minimizar los impactos de esta actividad en el territorio.

Para México una adecuada planificación en base a las condiciones favorables que la nueva política pública pudiese generar y a partir del posicionamiento que tiene el municipio de Bahía de Banderas a nivel internacional como un destino de sol y playa, se permitiría aprovechar gran parte de su patrimonio rural localizado en la zona valle y sierra para un turismo más responsable e incorporar a grupos históricamente excluidos a la dinámica social y económica de la región, permitiendo que el turismo contribuya al desarrollo de las comunidades de acogida.

En suma, los espacios rurales identificados en Bahía de Banderas permiten reconocer fortalezas para el desarrollo de productos turísticos encaminados a contribuir a la competitividad del destino, pero a la vez generar el desarrollo sustentable de la comunidad receptora. En consecuencia, se identifican claramente los aportes del turismo rural como producto complementario del desarrollo local sustentable. Un primer aporte sería la generación de empleo, puesto que se contribuye a evitar el abandono de las actividades primarias permitiendo seguir siendo un municipio activo en la producción de cultivos de alta demanda nacional e internacional, tal es el caso del mango, la sandía y el chile, entre otros granos y hortalizas.

Otro aspecto es la conservación de la belleza paisajística, los espacios rurales se preservan y se contribuye a la conservación de sus atractivos naturales. Un tercer aspecto es el aprovechamiento responsable del patrimonio cultural material e inmaterial a través de los recorridos por los sembradíos y la degustación y venta de productos regionales, lo que fortalece la identidad de la población local, un aspecto principal en el turismo ético y responsable.

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Recibido: 05 de Enero de 2020; Aprobado: 17 de Febrero de 2020