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Información, cultura y sociedad

versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2000

 

EDITORIAL

Cuatro miradas bibliotecarias desde el Río de la Plata

 

Alejandro E. Parada
Secretario de Redacción Información, Cultura y Sociedad

Si levantamos la vista y observamos a nuestro alrededor, veremos, no sin cierto gozo y asombro, que la literatura bibliotecológica argentina, en general, antes y siempre tan mezquina y huidiza, se ha enriquecido con varias publicaciones periódicas.
En efecto, en estos últimos tiempos, prácticamente sin solución alguna de continuidad, han aparecido las publicaciones siguientes: GREBYD/Noticias (Boletín del Centro de Estudios y Desarrollo Profesional en Bibliotecología y Documentación, 1989), Referencias (Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina, 1994), Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos (1996), Revista Argentina de Bibliotecología (Sociedad Argentina de Información, 1998), Libraria: correo de las bibliotecas (Biblioteca del Congreso de la Nación, 1998), Infodiversidad (Sociedad de Investigaciones Bibliotecológicas, 1999) e Información, Cultura y Sociedad (Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, 1999); a las que deben agregarse, por ejemplo, algunas revistas del interior del país que si bien tuvieron sus comienzos en épocas anteriores han tenido nuevo impulso actualmente, tales como el Boletín de la Asociación de Bibliotecarios de Rosario y A.B.C. Informa (Asociación de Bibliotecarios de Córdoba). Esto no quita la presencia, en un pasado cercano, de importantes publicaciones ya desaparecidas: Documentación Bibliotecológica (Bahía Blanca, 1971), editada por el Centro de Documentación Bibliotecológica de la Universidad Nacional del Sur y cuyos redactores fueron Nicolás Matijevic, Atilio Peralta y Franco Brugnettini, probablemente la  revista  más importante que haya dado nuestra profesión, y Bibliotecología y Documentación (1979), editada por ABGRA y en la cual aparecieron trabajos de gran importancia e impecable estructura técnica.
Se trata, sin lugar a dudas, de una proliferación poco habitual en nuestro campo. Aunque carecemos de una vasta y antigua tradición bibliotecaria, nuestra pequeña historia nos informa, inequívocamente, que nunca hemos tenido tal cantidad de revistas. No se trata aquí, empero, de evaluar la calidad profesional de esas flamantes apariciones -aunque la misma es fundamental y siempre determinante-, ni de su rigor académico, ni de la formación intelectual de sus cuerpos de redacción y editores, ni del nivel de originalidad alcanzado por sus contribuciones, ni de la variedad equilibrada de los temas tratados, ni de la calidad tipográfica del producto final. No, no se intenta abordar estas cuestiones ineludibles, ni medir la totalidad de estos criterios sin los cuales no existirían la revistas modernas de Bibliotecología. No obstante, aunque parezca heterodoxo y con cierta tonalidad hereje, se trata, ex profeso, y casi paraprofesionalmente, de dejar de lado dichos criterios tan solo por unos minutos. Unos instantes que nos permitirán reflexionar sobre nuestro acontecer de bibliotecarios latinoamericanos, pues el esfuerzo que demandan estas revistas así lo justifica.
Al levantar la vista en un segundo momento, también vemos, lamentablemente, nuestra cruda realidad bibliotecaria. Realidad, por otra parte, que sin tramposos eufemismos políticos globalizantes nos presenta como un país en desarrollo; esto es, para aclararlo desde las entrañas tibias y húmedas de nuestra identidad como nación, un país insuficiente y precariamente desarrollado, por debajo del nivel adecuado de crecimiento económico y de bienestar social de sus ciudadanos. Una nación eminentemente latinoamericana, aunque en alguno de sus centros urbanos se tenga la ilusión de un europeísmo desterrado. Un país cuyas bibliotecas sufren y padecen todo tipo de recortes, golpes bajos y miradas indiferentes de autoridades políticas y gobernantes. Un país, en definitiva, con bibliotecas pobres y aún insuficientes. Y como todos sabemos, pues es una verdad gritada a viva voz, carecemos de un sistema bibliotecario desarrollado en plenitud. Y esto no nos es extraño; nuestra historia de servicios bibliotecarios siempre, desgraciadamente, ha sido menuda y pobre, heterogénea, escurridiza y débil, a pesar de los denodados esfuerzos de notables figuras bibliotecarias que hoy ya no nos acompañan pero que dejaron su legado de trabajo y continuidad. Muchos factores y erróneas decisiones han alentado esta situación, como todos ya sabemos: ausencia de planificación bibliotecaria a nivel federal por parte de las autoridades gobernantes, desidia del poder político para impulsar definitivamente el desarrollo de las bibliotecas, falta de conciencia social en nuestra comunidad de la necesidad imperiosa de las bibliotecas, y tantos otros.
Es por ello que la aparición de estas revistas de Bibliotecología aportan, entre muchos elementos, una dosis de frescura incomparable para nuestra profesión; pues la aparición de cada una de ellas, sin distinción alguna, constituye un acontecimiento único en nuestro pequeño mundo bibliotecario. Un suceso silencioso pero sonoro, a su modo; un acontecimiento casi perdido en un país ubicado en las fronteras mismas de occidente, pues nosotros no somos los bárbaros que golpeamos las puertas del mundo civilizado para plantar nuestras tiendas en sus calles e invadir sus museos y bibliotecas. Somos, sin duda alguna, sudamericanos: amos de nuestra pobreza de recursos y señores de nuestra modestia. Resultamos, pues, bibliotecarios latinoamericanos que pujamos por nuestro lugar en el mundo (aunque sea diminuto), por nuestro espacio de sol donde calentarnos, por la humildad heroica de nuestras bibliotecas. Y es precisamente nuestra conciencia de país latino, nuestra agobiante realidad de nación subalterna en el mundo de las decisiones internacionales, lo que nos enorgullece y dignifica como individuos que hemos abrazado la profesión de bibliotecarios en América Latina.
Desde distintas ópticas y diversas miradas bibliotecarias, todas estas nuevas revistas de Bibliotecología no hacen más que alentar y promover nuestra profesión. Intentan, pues, en un momento de confusión y vulgar utilitarismo, expresar, con zozobras y tenues resquemores, nuestro acontecer cotidiano en las bibliotecas. Hablamos de nuestro hacer, de nuestro quehacer y de nuestro por hacer. No estamos, ante tal proliferación de publicaciones, lamentablemente, ante un nuevo y vertiginoso movimiento bibliotecario argentino similar al que aconteció en la década de 1950 en el Museo Social Argentino. Debemos ser realistas y serios en este punto; como hemos dicho, son intentos silenciosos, subterráneos, realizados por una profesión casi desconocida en nuestra realidad social. Son también una pequeña y modesta fuerza quieta en un mundo internacional bibliotecario que nos ignora. Sin embargo, tampoco nos engañemos en esta cuestión: no estamos arando en el medio del océano. Construimos, con percances y limitaciones casi infinitas y por doquier, gracias a la presencia de estas pocas y flamantes revistas de Bibliotecología, nuestro propio ámbito bibliotecario, nuestro discurso y la manera de apropiarnos del imaginario real de nuestra profesión en la Argentina.
Al levantar, entonces, por tercera vez nuestra vista nos topamos de lleno y sin representaciones ajenas, con nuestros ideales de bibliotecarios argentinos y latinoamericanos, con la realidad que golpea a nuestras puertas y clama por nuestra presencia social y cultural. En cierta manera, y aunque parezca extraño y paradójico, estas modestas revistas han abierto el sendero -antes tupido y casi inexpugnable- de las utopías.
No obstante, aún resta una cuarta y última mirada: la imperiosa necesidad de llenar la redacción de cada una de estas publicaciones con contribuciones y artículos de todo tipo, pues son el alimento sagrado que les permitirá sobrevivir o, en caso contrario, languidecer sin pena ni gloria y luego morir.
La influencia casi decisiva, en el concierto de las Ciencias Sociales modernas, del libro de Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, nos servirá de base para reflexionar sobre este punto crucial para la subsistencia de nuestra literatura periódica bibliotecológica.
La investigación en el campo de la Bibliotecología, así como en otras muchas disciplinas sociales, se puede dividir en cuatro instancias o momentos históricos. En un primer acercamiento, es posible detectar que la mayoría de las contribuciones internacionales en nuestro campo siguen, en líneas generales, el paradigma bibliotecológico moderno; es decir, esos trabajos se encolumnan dentro de una orientación, tanto epistemológica, teórica y práctica, que es aceptada por todos en un momento dado del contexto social de la Bibliotecología. En una segunda aproximación, se observa que dentro de esta inmensa mayoría existen algunas investigaciones que son francamente innovadoras; esto es, que no coinciden con el paradigma bibliotecario predominante en ese entonces. En esos casos, y cuando por diversas circunstancias se imponen las nuevas orientaciones, es posible pensar que nos hallamos ante la presencia de profesionales que están construyendo los nuevos paradigmas que en el futuro suplantarán a los vigentes actualmente. En un tercer momento, a medida que transcurre el tiempo y la realidad cambia, la disciplina tendrá varios tipos de investigaciones conviviendo en una forma más o menos amigable, pues existirán muchos estudios aún fieles al viejo paradigma, otros (estos cada vez en mayor número) francamente alineados en el nuevo, y unos últimos de tendencia sincrética, es decir, aquellos que comparten elementos de ambos esquemas. Finalmente, en una cuarta etapa, cuando el viejo paradigma ya no puede responder al mundo que lo rodea en forma eficiente, es reemplazado por el nuevo y exitoso modelo.
Ahora bien, la pregunta que nos debemos hacer es la siguiente: ¿en qué lugar de estas etapas se encuentran las contribuciones que podemos realizar los bibliotecarios argentinos a nuestras revistas de Bibliotecología?
Es una cuestión que demanda una respuesta honesta. La Bibliotecología argentina se caracteriza, sin duda alguna, por su falta de desarrollo social y cultural, a pesar de nuestros denodados esfuerzos. Las distintas unidades académicas e instituciones que dictan la carrera de bibliotecario, no obstante las complejas y desalentadoras situaciones que deben afrontar, han logrado formar un profesional con un correcto nivel. Pero el sistema bibliotecario del país aún espera mejores días. Dentro de esta agobiante situación, cercados por los problemas cotidianos de nuestras bibliotecas, debemos, pues  es nuestro deber y no otro, tratar de escribir y, en algunas ocasiones propicias, de investigar sobre nuestros problemas bibliotecarios. Todos sabemos que, en la mayoría de los órdenes de la vida, es necesario escribir para ser mejor escuchados en nuestras demandas.
Por eso decíamos que se requiere de una respuesta honesta. No estamos en condiciones, lamentablemente, de generar contribuciones que impliquen, de hecho, que éstas sean, en poco tiempo, las que lleven adelante los nuevos paradigmas de la profesión. Esta situación casi de privilegio (justicieramente ganado), es propia de los países líderes en nuestra disciplina; esto es, de aquellas naciones en las cuales la Bibliotecología ha adquirido un desarrollo importante en el seno de sus sociedades. Además, desgraciadamente, en pocos casos estaremos en condiciones de producir artículos que compartan los viejos y nuevos modelos de entender y ver  la profesión, ya que en estas situaciones, necesariamente, también se requiere de "una mirada" cuyo anclaje debe estar en ámbitos de importante desarrollo bibliotecario.
La nueva pregunta que ahora dramáticamente se nos impone es la siguiente: ¿entonces, sobre qué temas podemos escribir (y acaso investigar) los bibliotecarios argentinos? Creemos, casi sin lugar a dudas, que haciendo un esfuerzo de comprensión y de apropiación de la literatura bibliotecológica extranjera conjuntamente con nuestra realidad de bibliotecarios latinoamericanos, estamos en condiciones de escribir dentro de lo que denominamos los temas del viejo paradigma. Es decir, podemos escribir e investigar sobre todo lo que actualmente se publica en las más importantes revistas de la profesión. Sólo así, algún día, podremos pasar el umbral de los modelos conocidos para proponer nuevos paradigmas.
Por otra parte, existe en Argentina una rica experiencia profesional en situaciones individuales y particulares de cada biblioteca. Esta rica experiencia necesariamente debería cristalizarse en los denominados "estudio de casos".
Debemos, pues, escribir, en un primer momento, sobre los temas que aquejan a nuestras bibliotecas y sobre la problemática moderna de la Bibliotecología que se refleja en una multitud de trabajos en las revistas profesionales, ya que nosotros tenemos el deber de aportar nuevas contribuciones que tengan en cuenta nuestras inquietudes desde el Río de la Plata. En cierto sentido, debemos hacer lo posible para que nuestra voz sea escuchada.
Estas nuevas revistas de Bibliotecología recientemente publicadas en Argentina nos brindan una ocasión única e inmejorable, acaso irrepetible. Debemos aprovecharla, pues en caso contrario luego nos lamentaremos en vano. Ayudemos, pues, profesionalmente a estas publicaciones; ellas necesitan y demandan de nuestros trabajos escritos. Sin éstos, jamás tendremos un profesión sana y vigorosa; sin éstos, probablemente sobreviviremos, pero de un modo casi vegetativo, de una manera indigna de aquello que llamamos vida profesional.
Existe una expresión latina que ejemplifica esta apasionante encrucijada: Verba volant, scripta manent. Esto es una verdad clara y simple: las palabras vuelan, lo escrito permanece.

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