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Información, cultura y sociedad

versión impresa ISSN 1514-8327versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  n.7 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2002

 

Las mujeres de la política, los niños de la calle y las bibliotecas: apostillas bibliotecológicas sobre el tema de la Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles

Women in politics, children, and libraries: library footnotes about the Children's Libraries and Resorts Association (Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles)

Nicolás M. Tripaldi

Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Puán 480, 4to. Piso, oficina 8. (C1406CQJ) Buenos Aires. Argentina.  Correo electrónico: nmtrip@filo.uba.ar

Resumen: El presente artículo trata sobre la acción cultural de las mujeres militantes socialistas en pro de la creación, el desarrollo y el fomento de las bibliotecas infantiles a comienzos del siglo XX en la ciudad de Buenos Aires. Este estudio se enmarca en una investigación mayor realizada por el autor sobre el tema "Bibliotecas populares y pensamiento político: un estudio comparativo de las ideas bibliotecarias del oficialismo y del socialismo en Argentina (1900-1940)". La metodología se basa, principalmente, en las técnicas de análisis documental para el examen de evidencias históricas con especial consideración de fuentes primarias: estatutos y memorias, diario de sesiones de cuerpos parlamentarios, testimonios de los actores sociales involucrados, etc. El resultado de la investigación apunta a demostrar: la incidencia de los debates políticos de la época en el devenir de las bibliotecas obreras, en este caso de las infantiles; el nexo entre el libro y la lectura como estrategia socialista para preservar a los niños callejeros; y por último, la congruencia entre las características de las colecciones y las actividades lectoras de los niños para fines de recreación y apoyo escolar en el ámbito de las bibliotecas estudiadas.       

Palabras clave: Historia de las bibliotecas; Bibliotecas infantiles; Mujeres en la vida política; Socialismo; Argentina

Abstract: This article is about socialist activist women and their cultural action towards the creation, development, and promotion of children's libraries in Buenos Aires at the beginning of the 20th century. This study is part of a major research carried out by the author about "Popular libraries and political thought: a comparative study of governmental and socialist ideas on libraries. (1900-1940)". The methodology has been focused on the documentary analysis  —especially primary sources— statutes and accounts, parliamentary sessions records and the testimony of the social actors involved, etc. The research is aimed to reveal the influence of the political speech of the time on the development of worker's libraries, especially children's libraries; the socialist strategy to keep children out of streets through a strong linkage between books and reading; and, finally, the relationship found between collections and children's reading activities both for entertainment or school support performed at those libraries.

Keywords: Library history; Children's libraries; Women in politics; Socialism; Argentina.

Artículo recibido: 15-08-02.
Aceptado: 07-11-02.

I. Introducción: el preludio de las mujeres militantes y los hijos de obreros

La sociedad porteña configuraba, ya desde los años de 1890, un "collage" de matices contrastantes. En ese cuadro abigarrado de personajes resaltaba la figura del gran conglomerado de trabajadores. Muchos de ellos eran inmigrantes que vivían hacinados en conventillos. Las condiciones de salubridad eran precarias; las enfermedades infecciosas hacían verdaderos estragos; la escasez de normas mínimas de higiene y profilaxis más la insuficiente infraestructura hospitalaria empeoraban la situación. El estado imperante en los lugares de trabajo revestía similar gravedad. La rudimentaria legislación social no contemplaba aspectos esenciales de la vida laboral: salarios mínimos, descanso dominical, limitación de horas de trabajo, derechos de la mujer trabajadora, protección de menores, etc.
 Los sectores desfavorecidos de la población, movidos por una problemática común, comenzaron a intentar formas de organización (mutuales, sociedades de colectividades extranjeras, gremios, grupos artísticos independientes, sociedades de resistencia, entre otros) en procura de un mayor protagonismo social y político:

"En Buenos Aires la participación popular se encauzó dentro de tres grandes situaciones: inclusión en el sistema político como un sector aceptado y reconocido, exclusión formal del sistema pero participación en el "gran juego" a través del enfrentamiento y la presión o exclusión y retracción con participación en los espacios celulares que deja en la sociedad el sistema hegemónico." (Gutiérrez y Romero 1995: 108).

Los socialistas eligieron el camino de la acción política. Esto implicó el montaje de una organización partidaria y la participación activa en las contiendas electorales. El Partido Socialista se constituyó sobre la base de su propio estatuto y de un "Programa mínimo" que daba a conocer los puntos básicos alrededor de los cuales se congregaban sus adherentes. Ambos documentos fueron publicados en el periódico "La Vanguardia" del 1° de agosto de 1896. A poco tiempo de fundado el partido, las mujeres socialistas dejaron oir sus voces en la lucha por los derechos civiles y políticos de la mujer, y lanzaron una convocatoria para crear una agrupación feminista en 1902. Así surgía el Centro Socialista Femenino que "...incorporó un amplio abanico de intereses, expresados en actividades gremiales, políticas y educativas referidas a las mujeres (derechos civiles y políticos, higiene y bienestar, trabajo) y los niños" (Raiter, s.f.). Entre estas mujeres que "hicieron futuro" se encontraban: Fenia Chertkoff de Repetto, Adela Chertkoff de Dickmann (hermana de la anterior), Mariana de Justo, Teresa Mauli, Gabriela Laperriere de Coni, Justa Burgos Meyer, Raquel Messina, Raquel Camaña, entre las más conocidas (Ferro, 1996). Ellas sabían que el ariete político que podía derrumbar las murallas de una sociedad conservadora y prejuiciosa era la educación, y sólo a través de la educación de las mujeres y los niños, la sociedad del porvenir daría a la mujer su lugar merecido donde sus derechos plenos estarían garantizados. Por esto, se coincide en un todo con Dora Barrancos cuando dice: "Aquí está muy claro que, del lado del socialismo, hay un elemento fuerte que es propender a la mayor educación, hacer que el núcleo femenino tome las riendas para maximizar la propuesta educativa del Estado, llevarla a todos los sectores necesitados." (Barrancos, 1997a).
Si bien existen contrastes en las cifras que arrojan los censos y las suministradas por algunos investigadores, el conjunto de la población ponía en evidencia niveles elevados de analfabetismo a principios del siglo XIX. En 1909, el Censo General de Población de la Ciudad de Buenos Aires dio cuenta de un total de 21,4% de analfabetos en esta jurisdicción, de los cuales un 13,2% eran argentinos y un 29. 4%, extranjeros. La deserción del sistema educativo se manifestaba en los primeros años y el ciclo escolar era completado por el 40% de los educandos. La inspección de la obligación escolar en las fábricas y establecimientos industriales se inició en la Capital recién en 1909. A juzgar por los altos índices de analfabetismo y de deserción escolar se piensa que, pese al impulso dado a la instrucción pública desde la sanción de la Ley 1420, una parte importante de la población no accedió a los beneficios de la educación común hasta 1910. Esta situación se iría revirtiendo paulatinamente a partir de la década de 1910 en virtud de la fuerte acción estatal, lo cual produjo un aumento de los lectores potenciales, incluyendo a aquellos que si bien no habían completado su educación primaria estaban en condiciones de realizar una lectura fragmentada (Gutiérrez y Romero, 1995). Sin embargo, aún permanecía la "otra infancia":

"...confluían niños abandonados por la miseria y marginalidad de padres no incorporados al trabajo asalariado; niños huérfanos de padres afectados por la variedad de enfermedades de la época y la desatención sanitaria; niños trabajadores, desde pequeños obreros y obreras hasta vendedoras ambulantes, hijos de padres que necesitaban contar en el presupuesto familiar con el aporte infantil; niños "de la calle" que oscilaron entre la mendicidad, los pequeños delitos y el vagabundeo" (Carli, 1991: 24).

La existencia de un importante número de asociaciones consagradas a la infancia entre 1890 y 1910 es una evidencia de esa realidad. La investigadora Sandra Carli se ocupó de este tema con profundidad. Distingue una serie de sociedades y centros de acuerdo con su procedencia: de colectividades inmigrantes; creados por la militancia anarquista y socialista, por iniciativa de grupos de vecinos, por directores y maestros de escuela, por la acción estatal del Consejo Nacional de Educación. La autora sostiene que en el período estudiado por ella (1890-1930) surgió en la Argentina una "sensibilidad por la infancia" (Carli, 1991).
En la arena política, las mujeres socialistas instalaron el debate sobre el problema del trabajo infantil y la obligación indelegable del Estado de garantizar la educación de la primera infancia. Así las feministas pugnaron por la abolición del trabajo infantil o porque el mismo no obstaculizara la educación elemental del niño. Ellas conjugaron, al mismo tiempo, la pugna por la educación del niño obrero con los reclamos de las mujeres trabajadoras de dejar a buen amparo a sus hijos durante las horas de trabajo; de esta manera: "...La resolución de un problema doméstico se vinculó con las nuevas ideas pedagógicas, porque la apertura de alternativas institucionales para resolver el problema social incluyó la valorización del juego como factor de aprendizaje..."  (Carli, 2002: 159)
La conjunción de la realidad de una niñez menesterosa y marginada, la lucha de las mujeres socialistas, su "sensibilidad por la infancia", su naturaleza pro organización y la expansión de las bibliotecas obreras del Socialismo, nos da el pie para encarar un acercamiento al estudio de la labor bibliotecaria de la Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles, como una contribución más, desde un prisma bibliotecológico, a los inteligentes estudios ya existentes sobre el tema.

II. La calle y los libros: origen y objetivos de la Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles

La iniciativa de fundar núcleos de lectura y recreación para los niños de las familias obreras que deambulaban por las calles en su tiempo libre pertenece a Fenia Chertkoff de Repetto, quien subrayó, en un artículo de su autoría, que las primeras bibliotecas creadas por la Asociación Bibliotecas y Recreos Infantiles se instalaron en 1912 en algunos centros socialistas y en la Sociedad Luz (Chertkoff de Repetto, 1918). La fundación oficial de la Asociación tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires el 19 de abril de 1913. De acuerdo con el principal promotor de las bibliotecas obreras socialistas, Angel Mariano Giménez, el primer recreo y biblioteca infantil fue abierto en la Biblioteca Mariana Chertkoff de la sexta circunscripción (Giménez, 1932: 34) en la calle Mármol 911. Entre 1913 y 1915, un segundo recreo se constituyó en el local de la Sociedad Luz (Martín García 473) en la sede del Hogar Obrero y un tercero funcionaba en la calle French 2860.
En el tercer censo nacional de 1914, como así también en la literatura bibliotecológica, no se registran menciones acerca de la presencia en la Ciudad de Buenos Aires, en esta época, de bibliotecas destinadas especialmente al público infantil. Cabe hacer la salvedad de que sí existían colecciones infantiles en bibliotecas escolares (v.g.: Escuela infantil no. 15 del C.E. 11°, Pública y escolar de Flores, etc.) y populares (Popular del Municipio, Popular del Consejo Escolar 6°, entre otras). De hecho, las mismas bibliotecas obreras socialistas contaban en sus catálogos con cuentos y narraciones infantiles (Biblioteca Obrera, 1914). Recién en 1927, se presentó un proyecto de ordenanza en el Concejo Deliberante de la Ciudad (rubricado por A.J. Sanguineti, A.A.E. Soldano, A. Fernández Castro y F.A. Turano) que impulsaba la creación de bibliotecas de este tipo anexas a los patios de juegos infantiles bajo la vigilancia de la Dirección de Plazas de Ejercicios Físicos. El proyecto preveía la instalación de cinco bibliotecas en los parques Avellaneda, Chacabuco, Centenario, de los Patricios y Saavedra.
El modelo en el cual se basaba la Asociación estaba inspirado en instituciones similares de Europa y América del Norte, tanto resultantes de emprendimientos del socialismo internacional (bibliotecas del niño obrero, por ejemplo) como de la acción de estados nacionales. Este hecho se pone de manifiesto en un texto de Victoria Gucovsky; en efecto, al realizar una apelación con el  fin de obtener recursos financieros, sostenía:

"Los Recreos infantiles no son una complicación más ni una invención superflua, están difundidos en los países más adelantados de Europa y en Norte América, gozando de la protección del gobierno y de la simpatía popular. En Suiza y Estados Unidos disfrutan de cómodos edificios y espaciosos jardines" (V.G., 1926: 34)

El objetivo central de estas bibliotecas y recreos infantiles era recoger, cobijar y proteger a los niños callejeros de los suburbios porteños ocupándolos en la lectura matizada con actividades lúdicas y manualidades. Este propósito se explicitó con total claridad en el artículo 1ro. de los Estatutos de la Asociación en 1923, cuando se declaraba que la misma «[...] tiene por objeto: sustraer a los niños de los barrios populosos de la Capital a la calle y sus peligros físicos y morales, ofreciéndoles, en cambio, bajo la dirección de una persona competente, una ocupación inteligente escogida, por medio de libros, láminas, juguetes, juegos racionales y ejercicios físicos, cantos, paseos de estudio y labores manuales.» (Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles, 1923). En el mismo sentido, la investigadora Bárbara Raiter, en su trabajo sobre el Centro Socialista Femenino, reafirma:

"La creación de estos recreos infantiles estaba orientada a ocupar el tiempo de los niños durante la vacancia escolar. Estaban destinados especialmente a aquellos niños que, al trabajar sus madres, cubrían su tiempo de vacancia en «abandono», sin control alguno. Los recreos y bibliotecas infantiles se proponían ocupar ese tiempo libre de los niños dándoles atención pedagógica a través de juegos, excursiones o lecturas, para sustraerlos de la calle y ocupar su tiempo en actividades productivas. A su vez ofrecen a los niños apoyo escolar, atención médica y un suplemento alimentario en la forma de una copa de leche" (Raiter, s.f.).      

Un punto de vista sugerente surge del testimonio de un protagonista de aquella época: Humberto Amado. Él había entrado a la Biblioteca y Recreo Infantil "Cecilia Grierson" de la sección 19ª cuando tenía unos once años. Ya mayor, rememora esa vivencia:

"Hasta entonces mi medio de expansión y todas las actividades de mi edad, aparte de la escuela primaria, estaban en la calle. Junto con otros muchachos, constituía una de las características "barras" que no se distinguen, por cierto, en buenas acciones. A un paso del delito, sino dentro de él mismo, sin sospecharlo, transcurría nuestra existencia por esas calles de Buenos Aires que sólo alcanzaban a enseñarnos vicios e inmoralidades.
"Entrar al Recreo y cambiar fundamentalmente el sentido de mi vida fue todo uno." (Amado, 1948: 92)

El hecho más sugestivo es que con los años Amado se convirtió en un militante del Partido Socialista con una activa participación en la década del cuarenta en las contiendas políticas con el peronismo, lo cual reaviva la polémica sobre el carácter proselitista de las obras educativas del socialismo argentino   —sobre el final del presente trabajo se retomará este tópico—.
Un aporte enriquecedor respecto de la complementaridad de la acción civil de las mujeres socialistas con respecto al papel del Estado, se encuentra explícito en el trabajo de la investigadora Dora Barrancos:

"Una de las principales razones que llevó a las socialistas a desarrollar emprendimientos de protección a la infancia fue la de complementar la tarea educativa de la escuela pública, y muy probablemente también anticipar modalidades de gestión del Estado en el caso de que asumieran su control…
"Si bien el conjunto de iniciativas protectoras destinadas a los sujetos débiles -sobre todo los niños y las mujeres- más allá de su signo y procedencia, se anticipaba a los atributos del "Estado benefactor", el socialismo presentaba al mismo tiempo que un elevado grado de interpelación en materia de derechos sociales, un programa que no era alternativo o paralelo sino complementario." (Barrancos, 1997b: 131)

En cuanto a la estructura organizativa de la Asociación, era semejante a la de otros centros culturales socialistas. Se regía por medio de una comisión administrativa o directiva constituida por siete miembros (presidente, secretario, tesorero y cuatro vocales) quienes duraban un año en sus funciones. Estos tenían la obligación de presentar un informe semestral a la Asamblea Ordinaria. Un punto neurálgico en el devenir de la Asociación, como se verá más adelante, fue su financiamiento. Los estatutos ya citados se ocupaban de este asunto en su artículo segundo, donde se consignaba que el capital social era fruto de las cuotas mensuales de los miembros, suscripciones, donaciones y productos de fiestas.
Cada recreo estaba bajo la dirección de una encargada designada por la Comisión Directiva. De acuerdo con la Sra. Chertkoff de Repetto, las bibliotecas y los recreos eran atendidos por algunas afiliadas al Centro Socialista Femenino (Chertkoff de Repetto, 1918: 144). Las obligaciones de las encargadas eran: cumplir con los propósitos establecidos para las bibliotecas y recreos, controlar la marcha normal de las prácticas de lectura y de los juegos, formular e invertir las sumas del presupuesto mensual, mantener una comunicación fluida con los padres de los niños —consideradas necesarias para optimizar su funcionamiento. Además, las encargadas de cada unidad debían elaborar y presentar un informe mensual a la Comisión donde constara el funcionamiento y el desarrollo de los trabajos realizados durante el mes respectivo.

III. El juego de la política

La restauración de la Ley 419 "Protección de Bibliotecas Populares" se concretó en 1908 después de 32 años de su derogación y fue anunciada por el Ministro de Instrucción Pública Rómulo Naón en el marco del primer Congreso de Bibliotecas Argentinas, celebrado en ese mismo año. Tal como se ha demostrado en otro trabajo, este hecho tuvo una enorme significación para las bibliotecas obreras socialistas y marcó un punto de inflexión en su historia:

"En este nuevo contexto las bibliotecas obreras debían optar entre la incorporación o la exclusión del sistema nacional de protección. Su reconocimiento oficial, en virtud del cumplimiento de lo prescripto por la citada ley, representaba la posibilidad de acceder a otra fuente de financiación y creaba mejores condiciones para impulsar sus políticas de acción cultural sin el obstáculo de la oposición de las autoridades gubernamentales que no veían con buenos ojos las actividades de estas organizaciones por entender que respondían a fines partidarios." (Tripaldi, 1997: 24).

Sin embargo, la adopción de una actitud legalista por parte de las bibliotecas obreras, acompañando la estrategia del socialismo en el plano político nacional, no les garantizó, de ninguna manera, el visto bueno del liberalismo gobernante, ni mucho menos el de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares; simplemente, trasladó el debate a otro escenario: ahora la lucha se libraba en el poder legislativo donde ambas partes contaban con representantes. Si bien la victoria en las disputas parlamentarias sobre las bibliotecas obreras pareció inclinarse en favor del socialismo en el período 1910-1939 (reconocimiento oficial de las bibliotecas y obtención de subsidios), algunas de sus aspiraciones culturales en el plano bibliotecario quedaron en el camino; por ejemplo, el ambicioso proyecto de ley sobre bibliotecas públicas de Ángel Giménez (1937).
La Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles, siguiendo los lineamientos políticos trazados por los socialistas para sus órganos culturales a partir del decenio 1910-1919 (Tripaldi, 1997), solicitó la personería jurídica, obteniéndola por un decreto del Superior Gobierno de la Nación fechado el 27 de septiembre de 1923; es decir, una década después de su creación. El paso inmediato posterior, en el caso de las bibliotecas, era el reconocimiento y la protección de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares. Esta situación perfilaba dos matices contrastantes. Por un lado, las bibliotecas protegidas, según prescribía la Ley 419, gozaban de un subsidio del Estado, entre otros beneficios, pero, por otro lado, eran pasibles del control y la inspección de la Comisión Protectora que estaba en manos del oficialismo. Esta institución tuvo una fuerte presencia en la política bibliotecaria oficial de los años 20 y 30; sobre todo durante la dirección de Miguel F. Rodríguez (fines de la década de 1920 hasta 1927) y de Juan Pablo Echagüe.
Ahora bien, desde sus comienzos las bibliotecas y recreos infantiles desarrollaron sus tareas en dependencias de entidades partidarias. Este hecho molestaba a las autoridades gubernamentales y a los adversarios de los socialistas. Un caso ejemplar fue una controversia discursiva que se suscitó, con motivo de la solicitud de un subsidio para la Asociación ante el Concejo Deliberante de Buenos Aires por parte de los ediles socialistas, en 1925. El concejal Coronado pidió se aplazara el tratamiento de aquel pedido para poder constatar si dichos recreos infantiles funcionaban en locales socialistas. El entonces concejal Ángel Giménez defendió enérgicamente la labor de la Asociación, argumentando que en ella no se enseñaba «... ningún himno socialista, ni ninguna clase de catecismo»; no obstante, sus opositores se empeñaron en probar el domicilio de los recreos con el objetivo de usarlo como alegato para negar el otorgamiento del subsidio. En resumen, se acordó una suma de dinero con la condición de que las unidades infantiles tuvieran sus sedes fuera del ámbito partidario. Al año siguiente, los representantes socialistas pidieron un nuevo subsidio para esta misma Institución ($20.000) con el fundamento de que sus gastos habían aumentado en razón del traslado «a locales propios fuera de los centros partidarios». Un breve análisis de este acontecimiento permite poner de relieve dos obstáculos primarios que enfrentaban las bibliotecas infantiles creadas por la Asociación por entonces: la falta de conciencia, por parte de los sectores afines al oficialismo, de su misión educadora y de su trabajo social, aun cuando el propio legislador Coronado reconocería posteriormente la importancia de su labor y propondría al sector oficial que imitara su ejemplo (Barrancos, 1997b: 142), y, por otro lado, sus incesantes problemas económicos que amenazaban constantemente su estabilidad institucional. Desde una óptica bibliotecaria, el cuestionamiento a las bibliotecas infantiles de las mujeres socialistas se comprende mejor si se examinan las políticas bibliotecarias conservadoras de la elite gubernamental expresadas a través de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares. En apretada síntesis, se puede aseverar que las directivas nacionales sobre bibliotecas públicas se basaban en tres principios dogmáticos: la biblioteca popular o pública debe cumplir el rol de agente educador y de nacionalización, la biblioteca popular es un complemento de la escuela y viceversa, las bibliotecas obreras socialistas son instrumentos de lucha partidaria (Tripaldi, 1997). Proyectado esto al plano del público infantil, los servicios bibliotecarios para niños debían estar, en primera instancia, bajo la órbita de la biblioteca escolar, su dirección y su control:

"Esta vinculación de la escuela y de la biblioteca, explica el penúltimo postulado que he enunciado: el director de la escuela debe ser, por derecho propio, miembro de la comisión directiva de la biblioteca, por su interés directo en su existencia, y para que sea el vínculo permanente entre las dos instituciones. Nadie más interesado que él, si sabe sus deberes, en la armonía de ambas, y, por su intermedio, la biblioteca estaría vinculada a los poderes públicos, como por los otros vecinos que compongan la comisión popular local, en virtud de la Ley Sarmiento, estaría vinculada al pueblo" (Rodríguez, 1926: 35)

O sea, no parecía importar si la colección de las bibliotecas infantiles poseía un cariz político o pro socialista o si los ejercicios realizados estaban a cargo de personal calificado o implicaban algún tipo de proselitismo. No había que tomarse el trabajo de inspeccionar y estudiar con detenimiento la labor de la Asociación, el simple hecho de estar físicamente en un local socialista era suficiente para un dictamen reprobatorio. La oposición a la obra cultural socialista debía ser, prima facie, sistemática, para luego convertirse en un contrapunto discursivo que terminaba en algún tipo de consenso a medias.
Por último, las angustias económicas de la Asociación fueron patentes desde mediados de la década de 1920, lo cual se reflejaba en los numerosos pedidos de subsidios, tramitados en el Concejo Deliberante Buenos Aires y en el Congreso Nacional entre 1925 y 1939, para su manutención. A las solicitudes ya citadas, cabría sumarles las del proyecto de resolución del 22 de diciembre de 1933 presentado ante el Concejo Deliberante por Pedro González Porcel y Miguel Navas, y el proyecto de aumento de subsidio a la Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles de la Capital Federal, suscrito por los diputados Nicolás  Repetto, Enrique Dickmann y otros, el 23 de agosto de 1939 (Diario Sesiones Diputados 1939, t. III, p. 228); como así también, la publicación de los escritos apologéticos de las mujeres fundadoras (denominados "llamados") sobre la misión de las bibliotecas y los recreos con el fin de recaudar fondos para su sostenimiento (1922 y 1926). Cabe destacar que la Asociación contaba por entonces con las subvenciones anuales de la Municipalidad y de la Nación, las que eran consideradas insuficientes por no llegar a cubrir, por lo menos la primera, ni siquiera los gastos básicos del suministro de la copa de leche (Repetto et al., 1939: 229).
La exigencia de alquilar los inmuebles para las bibliotecas y los recreos perjudicó a la Asociación y puso en serio riesgo su existencia. A fines de 1920 se vio obligada a cerrar tres unidades por razones económicas. En 1926, quedaban sólo cuatro bibliotecas infantiles: «Mariana Chertkcoff» (Río de Janeiro 882), «Domingo Faustino Sarmiento» (Tandil 6751), «Aurora» (Manzanares 2335) y «Arcace Arienti» (Jonte 3027). En este año las mujeres responsables de llevar adelante la obra de la Asociación eran: Fenia Chertkoff de Repetto (Presidenta honoraria); Rosa B. De Mouchet (Presidenta); Victoria Gucovsky (Secretaria); Adela Chertkoff de Dickmann (Tesorera); Teresa H. De Larroque, Luisa C. de Dickmann, María Antonia Cervini y Amelia Testa (vocales).
Hacia fines de la década del 30 existían 6 recreos y bibliotecas infantiles. (Repetto et al., 1939: 229)

IV. El refugio de las letras y de los juguetes

Las bibliotecas y recreos infantiles llevaban a cabo una variada gama de ocupaciones (lectura, pintura, teatro, excursiones, música, periodismo, etc.) tendiente a contener a los niños en un espacio educativo extraescolar para mantenerlos, como ya se ha dicho, al resguardo de los riesgos y de las amenazas latentes en las calles de los barrios suburbanos de Buenos Aires.
A continuación, se recoge un testimonio que se encuentra en un texto de Victoria Gucovsky  y que refleja la perspectiva de las propias autoridades socialistas acerca de la labor social de estos centros. La autora, quien fuera secretaria de la Asociación en la década del 20, narra las experiencias en el ámbito de los recreos de un niño hipotético al que llama «Tin»: sus relaciones con la maestra y sus compañeros, su aprendizaje de nociones básicas de geometría a través del juego, su participación en excursiones al aire libre, las horas de lectura y sus juguetes, etc. En un pasaje de ese relato, Gucovsky, ilustra la vida de los niños asistentes:

«...En la modesta y limpia sala del Recreo Infantil y en su amplio patio, no se pelean: se quieren. ¿Por qué han de pelearse? Hay lugar para todos, juguetes para los pequeñuelos, labores y trabajos manuales para las mujercitas, libros de cuentos para los que quieren leer, libros de textos para los que quieren aprender, un lugar tranquilo para estudiar y para jugar, una voz amiga en la maestra que los atiende. Un rico vaso de leche y una gran tajada de pan, servidos sobre las mismas mesitas de los juegos, recubiertas ahora con un blanco mantel de hule... Alegría en las fiestas que con frecuencia se dan en los mismos Recreos; y alegría que desborda cuando, en larga caravana de tranvías, recorren la ciudad para asistir a una fantástica función de circo o cinematógrafo instructivo y divertido. Inmenso ensanchamiento del horizonte, en los paseos que realizan periódicamente fuera de la ciudad. Visita a un gran transatlántico. Rumor de agua junto al río y excursión por los canales del Tigre. Rumor de grandes árboles en los bosques, en los parques, y sombra bienhechora debajo de las ramas, que se extienden con gesto de bendición sobre estas cabecitas de rostros tantas veces pálidos que viven aprisionados en la potencia aplastadora de la gran ciudad!
Recreo Infantil: rincón amable y tranquilo donde los niños de la clase obrera juegan y aprenden, mientras sus padres trabajan sin sentir la congoja del sobresalto, pensando en el siempre posible accidente moral o físico que los acecha en la vivienda hostil y en la calle llena de peligros.» (V.G., 1926: 8-9)

A este artículo le concierne en particular el tema específico de las bibliotecas y las actividades de extensión que tenían como eje a la lectura y al libro.
Acerca de las bibliotecas infantiles, poco se conoce sobre sus colecciones porque no hay suficientes datos en las fuentes remanentes. Por ejemplo, no se han publicado sus catálogos como era costumbre de otras bibliotecas obreras desde el primer decenio del siglo pasado (Biblioteca Obrera, 1914 y Sociedad Luz, 1913). Esto ha hecho inviable la aplicación de un abordaje metodológico empleado por el autor con éxito en otro estudio (Tripaldi, 1995). Una explicación posible es que estas bibliotecas albergaban una pequeña cantidad de libros que no ameritaba una organización técnica rigurosa, pues bastaría con anotar los ejemplares en un simple cuaderno o la docente encargada, simplemente, recordaba de memoria los títulos principales, y que, por su experiencia y su trato cotidianos con los niños, supiese cuáles se adecuaban mejor a determinadas edades o preferencias. Se sabe que, en conjunto, el tamaño de la colección alcanzaba a sumar 700 volúmenes en 1925 y, hacia fines de la década del 30, no sobrepasaba unos cuatro centenares de piezas bibliográficas por cada recreo: "...la mayor adquisición de libros que forman las bibliotecas de cada recreo, que hoy alcanza a 400 volúmenes [...] debe salir de la cuota de los socios, de las donaciones voluntarias, subvenciones y de las subscripciones." (Repetto et al., 1939: 229). En cuanto al contenido de la colección, algo ya se adelantó en el fragmento del texto de Gucovsky citado más arriba; es decir, la colección estaba compuesta por "[...] libros de cuentos para los que quieren leer, libros de textos para los que quieren aprender [...]" (V.G., 1926: 8); dicho en otras palabras, estaba representada por tres tipos clásicos de obras infantiles: los libros de cuentos, los textos escolares y las revistas (a estos debería agregarse otros tipos de materiales: juegos didácticos, láminas, conjuntos, juguetes,etc.)
Tomando como fuente de información los registros estadísticos de los hábitos de lectura de los niños que frecuentaban las bibliotecas hacia 1926,  y sin la pretensión de resolver este tema por hipotiposis, se elaboró una lista de los libros favoritos sobre la base de la frecuencia de uso ordenados alfabéticamente:

Esta lista de títulos no muestra ninguna particularidad con respecto a supuestas tendencias en los libros y no difiere, esencialmente, de las lecturas tradicionales de los niños de la época. Por el contrario, sorprende la fidelidad del gusto literario infantil  por los libros de aventuras, de animales, los cuentos tradicionales y las leyendas. La consulta de textos de enseñanza de nivel primario tenía su razón de ser en el hecho de que los niños recibían apoyo escolar.
Las prácticas de lectura eran múltiples: silenciosa, grupal, concurso de lectura, en sala, a domicilio, y lectura con debate. La elección de las diferentes modalidades dependía de la edad de los infantes, de sus gustos o de sus relaciones con otros chicos. Un ejemplo de cómo algunos preferían la lectura en recogimiento se encuentra en este relato:

"Cuántas veces hemos visto a la hermanita mayor traer en brazos al más pequeño y a remolque a otro más, entrar con toda confianza, tomar unos juguetes para los chicos y para ella un libro...
"A veces, al rato, el pequeñuelo se duerme; ella lo recuesta en su hombro y sigue leyendo..." (V.G., 1926: 34)

Algunos chicos anunciaban a otros sus impresiones sobre tal o cual libro con celeridad, un mismo cuento era leído por muchos de ellos en un solo día o en los días sucesivos, según se deducía de las notas del cuaderno de observaciones de las encargadas. La lectura compartida entre ellos surgía como una necesidad de los más comunicativos, y de la alternancia de los juguetes y los cuentos entre los más pequeños bajo el cuidado y la guía de los mayores: uno leía y otros escuchaban y miraban las figuras.
Para avivar el hábito de leer se organizaban concursos:

"La lectura era otro aspecto que había sido especialmente considerado. Teníamos nuestra espléndida biblioteca infantil con hermosas obras que despertaban las inquietudes de los lectores.
"En ellas muchos hicimos nuestras primeras lecturas realmente provechosas. Esta actividad se complementaba con los concursos de lectura que acaparaban gran interés. Los premios consistían en el obsequio de buenos libros." (Amado, 1948: 92)

Estas bibliotecas, también, prestaban libros y revistas a domicilio. Curiosamente, de acuerdo con la información recabada, los niños preferían la lectura en sala. El ambiente debía ser más acogedor y propicio para esta práctica que el de sus hogares. La compañía de la maestra y de otros niños lectores eran factores estimulantes.
Los recreos abrían sus puertas todos los días de 13.30 a 16.30 hacia 1926. La cantidad de niños asistentes dependía de su localización y de la época del año. Según datos de esta misma época, el promedio era de 80 a 100 chicos por día, mientras que durante los meses de verano la afluencia se elevaba de 175 a 200 niños. En 1939 se registraba una media de 100 niños, diariamente, en los seis recreos existentes (Repetto et al., 1939: 229).

V. El fin del recreo: lectura y debate

Un aspecto crucial del estudio de la obra cultural socialista en la primera mitad del siglo XX es la incidencia del componente ideológico en su proyecto educativo. De los fundadores de bibliotecas obreras en este período (anarquistas, católicos y socialistas), han sido estos últimos los únicos que han formulado un pensamiento bibliotecario que abordaba desde la acción social de las bibliotecas hasta los detalles técnicos de su organización (Tripaldi, 1997: 25-30). Es esta definición en cuanto a políticas bibliotecarias lo que le ha valido la crítica de diversos sectores ortodoxos del mundo bibliotecario (Rodríguez, 1926; Echagüe, 1939).
Sin embargo, cuando se trata de bibliotecas infantiles, la posible utilización de un accionar propagandístico se torna una cuestión aún más sensible. En el tercer apartado de este opúsculo, se han adelantado algunos matices de este asunto. Se veía como Ángel Giménez defendía la obra de las bibliotecas y los recreos infantiles aseverando que allí, se reitera, no se impartía la enseñanza de ningún "himno socialista". En este mismo sentido apuntaba Nicolás Repetto en ocasión de fundamentar el pedido de ayuda financiera para la Asociación en 1939. Repetto mantuvo la labor de la Asociación al margen de toda suspicacia política:

"Instituciones de este género no pueden achicar ni desnaturalizar su alta misión educativa por la restricción de la indispensable ayuda oficial. Es preciso ayudarlas de continuo, atender a sus necesidades fundamentales, propender a su desarrollo porque realizan una obra de bien general sin obligar al Estado a tomar sobre sí toda la responsabilidad y todos los gastos que origina su sostenimiento. Para mejorar los jardines de infantes, para aumentar su número, para sistematizar la copa de leche y el panecillo, para ayudar a sostener la colonia de vacaciones, para introducir en los niños costumbres higiénicas y el cuidado de la boca, para restituir y aumentar, en fin, la eficiencia de los servicios que presta esta benemérita asociación, es que me he decidido a presentar esta iniciativa." (Repetto et al., 1939: 230)

Por lo expuesto hasta aquí, se puede sustentar la tesis de que tanto lo que se conoce del contenido de las colecciones como las prácticas educativas y recreativas de los pequeños no importaban un ingrediente o una intención partidista o propagandística, hasta que se choca con este testimonio:

"Desarrollábamos en el Recreo las más diversas actividades, desde los juegos puramente recreativos hasta los debates que hacíamos sobre artículos o noticias de "La Vanguardia" o algún otro diario.
"En estos debates, dirigidos convenientemente por un compañero del Centro, aprendimos muchas cosas de gran importancia. No sólo nos ilustrábamos, sino que, sin advertirlo, íbamos desarrollando nuestra capacidad, nos acostumbrábamos a expresar nuestras ideas y desenvolvernos con soltura en una discusión. Esto es fundamental en el joven socialista." (Amado, 1948: 92)

¿Cuál es la lectura posible de este fragmento que aparenta caer en contradicción con lo expresado con anterioridad? Una explicación plausible es la brindada a continuación: se dijo que asistían niños de diferentes edades y que las tareas instructivas y recreativas estaban a cargo de personal docente calificado; las actividades que las encargadas impartían a los niños se ajustaban a su edad y a sus gustos; a medida que los chicos crecían se acercaban a su juventud sus predilecciones e intereses podían virar hacia temas "adultos". Los adolescentes que manifestaban estas inclinaciones se harían miembros de la "Comisión Administrativa del Grupo Infantil", adquirían de esta forma otras responsabilidades y accedían a actividades más propias de sus inquietudes juveniles: la política, la ciencia, la literatura, etc. Estos jóvenes participaban en excursiones a instituciones científicas, museos, e intervenían en las lecturas con debate. Estas prácticas sí se desenvolvían en el marco de una estricta "moral socialista":

"Estoy aquí luego de un largo proceso, que une la llegada a un Centro Socialista de un chico que va a jugar, con el estado emocional de un ciudadano que vive el drama, la angustia y la responsabilidad de los momentos actuales, pasando por una cantidad de etapas intermedias perfectamente determinadas. Esto quiere decir, que la conciencia socialista no se adquiere de la noche a la mañana." (Amado, 1948: 97)

Es evidente que, para el desarrollo de esas lecturas con debates, los jóvenes debían recurrir a los periódicos, porque en la colección de las bibliotecas infantiles, que cuando pequeños frecuentaron, no había material bibliográfico que se prestara para esa praxis. "La Vanguardia" asomaba en la vida de los jóvenes militantes como un hábito indispensable de lectura.
Por último, los jóvenes adquirían la capacidad de debatir ideas, de exponer argumentaciones, de posicionarse en las polémicas sociales y, además, aprendían a difundir sus pensamientos por escrito. El periodismo era una ocupación originada en las lecturas críticas a las que se hizo referencia; una especie de complemento indefectible: "la pluma y la palabra". El cierre de esta última afirmación se ilustrará, una vez más, con un testimonio:

"Otra gran obra de nuestro Recreo fué la revista "Yunque", que se imprimía a mimeógrafo en nuestro Centro. En ella colaborábamos una cantidad de muchachos en los más diversos temas. "Yunque" fué para muchos el instrumento que los inició en el difícil arte de escribir y hoy podría ofrecerles a ustedes testimonios irrebatibles de ello.
"Tomando al principio como un juego más, nuestra revista se ganó en el corazón de todos nosotros un lugar de privilegio, pues a través de sus páginas vimos, como por arte de magia, desfilar nuestros primeros pasos en el camino hacia el ideal que luego habríamos de abrazar definitivamente." (Amado, 1948: 93)

VI. El rincón de las conclusiones

La Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles desarrolló un abanico de actividades instructivas y recreativas en favor de la infancia marginada de Buenos Aires durante su permanencia. La tesis que se ha sostenido en las páginas precedentes indica que la biblioteca infantil y las prácticas lectoras eran el centro gravitatorio de esa labor institucional. En primer lugar, se entiende, aunque aparezca como una verdad de Perogrullo, que el término "bibliotecas" figura en primer orden en el propio nombre de la Asociación; asimismo, cuando se habla, en el artículo 1° de los estatutos, de sustraer a los niños de la calle a cambio de una ocupación inteligente, idéntico orden persiste: "por medio de libros, láminas, juguetes, juegos racionales y ejercicios físicos, cantos, paseos de estudio y labores manuales". En segundo lugar, la trama de actividades proyectadas se enlazaba, de una forma u otra, mediante métodos que implicaban al "libro" o con conocimientos adquiridos por medio de las lecturas (teatro, apoyo escolar, pintura, escritura, música, "paseos de estudio", etc.). En este punto cabe una aclaración, si bien se desprende de lo expuesto, sobre el concepto de colección infantil sustentado por las mujeres socialistas. Bajo su óptica, la biblioteca infantil era concebida a la vez como una ludoteca; por lo tanto, no sólo libros, en sentido estrictamente bibliográfico del término, "habitaban" su colección, sino también "láminas, juguetes, juegos racionales". Esta aproximación conduce a aventurar la hipótesis de que las mujeres socialistas fueron precursoras de la biblioteca infantil moderna en la Argentina.
Sus recursos bibliográficos y sus materiales no librarios hacían a la idea de la biblioteca infantil en igual medida que la variedad y la adaptabilidad de las modalidades de lectura. Los niños tenían la libertad de acceder a los textos desde diferentes experiencias. Se ha visto como la lectura silenciosa de la interioridad, la lectura compartida, la lectura comentada, la lectura guiada por la maestra encargada, la lectura de estudio, la lectura de recreación, la lectura en sala, la lectura en el domicilio, entre otras, eran prácticas habituales de los niños.
Por otra parte, se ha insistido en el hecho de que las bibliotecas infantiles no se mantuvieron al margen del contrapunto político-bibliotecario del socialismo y el oficialismo en las décadas del 20 y del 30 (Tripaldi, 1997). En el caso específico de la Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles, las controversias se suscitaron en los sucesivos pedidos de asistencia económica en los fueros parlamentarios sobre todo en la década del 20. Las vicisitudes económicas de la Asociación (el costo de los alquileres en especial) fueron consideradas por algunos investigadores como uno de los factores asociados con su decadencia (Barrancos, 1997a; Raiter, s.f.). Sin querer profundizar aquí sobre este punto, se cree que para dilucidar la cuestión del debilitamiento de las bibliotecas obreras e infantiles habría que indagar en las décadas subsiguientes (1940 y 1950), donde el problema, en el ideario socialista, no era económico sino "moral" (¿ética política?):

"Hoy puedo decir, sin temor a exageración alguna, que si algo soy se lo debo exclusivamente al Recreo Infantil de la Sección 19ª.
"De no haberse producido la circunstancia de mi ingreso, nada más lógico que  fuera de los que hoy claman ruidosamente la solución de sus problemas a un amo que los maneja como muñecos." (Amado, 1948: 98).

Para finalizar, el autor se tomará una licencia que incurre en un anacronismo culposo. Las consideraciones subsecuentes se pueden tomar como anotaciones marginales de lector o como signos de apostilla o, si se quiere, como inscripciones borrosas en la frontera del texto. Son las expresiones extemporáneas de un bibliotecólogo preocupado por los servicios bibliotecarios infantiles en Latinoamérica donde la situación de los niños de la calle parece hoy rivalizar en gravedad con la de principios de siglo XX. No hace mucho tiempo, en 1996, se realizó en la ciudad de México el "Encuentro Latinoamericano sobre la Biblioteca, la Lectura y el Niño Callejero" que en su convocatoria alertaba sobre la dimensión de este problema y se proponía como objetivo "...buscar formas que favorecieran la vinculación de la biblioteca y el libro con el niño callejero y sus familias..." (Román Haza, 1996: 41). Fue entonces inevitable recordar la estrategia bibliotecaria de las mujeres socialistas argentinas de principios del siglo anterior y su Asociación de Bibliotecas y Recreos Infantiles como una referencia inevitable al pasado y al futuro de las bibliotecas porteñas para los niños.

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