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Información, cultura y sociedad

versión impresa ISSN 1514-8327versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  n.19 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2008

 

Información, medios de comunicación y bibliotecas. Análisis de políticas públicas y prácticas profesionales

Information, mass  media, and libraries. Analysis of public policies and professional practices

Claudia Nora Laudano

Departamento de Bibliotecología, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Calle 48 entre 6 y 7, 5º piso. 1900 La Plata, Argentina (1). Correo electrónico: claudialaudano@yahoo.com.ar

Resumen: El trabajo presenta resultados de dos etapas de una investigación llevada a cabo en la ciudad de La Plata para sistematizar los recursos informativos de los medios de comunicación que conforman los fondos documentales de bibliotecas populares y públicas. Asimismo da cuenta de los lineamientos considerados en las políticas públicas del Estado nacional, provincial y municipal en tal materia y de las prácticas cotidianas del personal bibliotecario. En el marco general de un discurso fuertemente instituido en torno a la noción de «sociedad de la información», se plantean una serie de reflexiones en torno a las consideraciones de los medios de comunicación desde una perspectiva instrumental, donde predomina la dimensión técnica, en relación inversa a su valoración como recursos informativos.

Palabras clave: Medios de comunicación; Recursos informativos; Bibliotecas; Políticas públicas; Prácticas bibliotecarias.

Abstract: The article presents results of two stages of a research made in La Plata city to gather the information resources coming from mass media, which are part of the collections of popular and public libraries. At the same time, the specific proceedings considered in public policies of the national, provincial and local State and the daily practices of librarians are analyzed. In the context of a discourse strongly based on the «information society», a set of thoughts about mass media considered from an instrumental perspective, where the technique dimension predominates in reverse relation to its valuation as information resources.

Keywords: Mass media; Information Resources; Libraries; Public Policies; Librarian Practices.

Artículo recibido: 12-08-08.
Aceptado: 06-11-08

Introducción

En la última década, el discurso acerca de la «sociedad de la información» se ha instituido en ciertas esferas como verdad insoslayable. Sin duda, la realización de la cumbre mundial específica de la ONU  con sus dos etapas entre 2003-2005, contribuyó con su difusión a nivel global y con la estabilización de sentidos predominantes desde una perspectiva tecnicista; aún cuando, desde diferentes miradas, continúa siendo un concepto polisémico y polémico (Mattelart, 2002, 2006; Becerra, 2003, Felicié Soto, 2006).
No obstante, resulta paradójico que en tiempos donde se celebra la muerte de los grandes relatos modernos, emerja, circule y se robustezca una narrativa que desde una perspectiva tecnicista augura el fin de los males que aquejan a la humanidad desde tiempos remotos, y por los cuales, en cierto sentido, pugnaron aquellas otras narrativas, al compás de acciones y estrategias políticas varias.
Desde el campo bibliotecológico, Rendón Rojas (2001) propuso una periodización de la historia, homologable a la tipología de las eras mcluhianas, cuyo eje distintivo se centra en esta oportunidad en la información. De tal modo, se configuran una serie de etapas sucesivas tales como: sociedad de tradición oral, sociedad de élites privilegiadas con acceso a documentos manuscritos, sociedad del documento impreso (lectora) y sociedad de la información. Aporte que intentaría dilucidar la especificidad de cada etapa según el tipo de información que se produce, consume y transmite, la dinámica de su flujo, el modo como aparece, influye y se reflexiona sobre ella, desterrando la idea vaga (y acrítica) de que sólo en la última etapa la información se ha tornado de vital importancia para la existencia humana.
En este contexto de fuerte valorización de la información en general, los medios de comunicación serían productores destacados de información, en tanto constructores de la opinión pública ciudadana (Wolton, 2001), con capacidad de organizar la agenda pública de debate en la sociedad, jerarquizar los asuntos relevantes a discutir e incidir en los marcos cognitivos de los sujetos (Saperas, 1987).
Al considerarlos materiales indispensables como recursos informativos en las bibliotecas, se organizó una investigación interdisciplinaria entre los campos de la Bibliotecología y la Comunicación Social1 con dos objetivos: a) Relevar la existencia de material informativo proveniente de medios de comunicación gráficos y audiovisuales como fondo documental en las bibliotecas populares y públicas de la ciudad de La Plata, y el acceso a las versiones electrónicas de los medios en internet; b) Analizar líneas de acción y políticas públicas que abordan el vínculo entre medios de comunicación y bibliotecas, desde las prácticas profesionales del personal bibliotecario y directivo, así como desde las políticas en ejecución desde el estado municipal, provincial y nacional.
Antes de dar cuenta de la metodología empleada y la conformación de la muestra, cabría explicar la distinción realizada entre bibliotecas «populares» y «públicas». Si bien ambas serían consideradas «públicas» por la condición de accesibilidad, en tanto que abiertas al público en general; existen diferencias en cuanto a los modos de financiamiento y administración de las instituciones. Por un lado, las bibliotecas públicas son de exclusiva responsabilidad del Estado en su funcionamiento y administración. Esto implica, entre otras cuestiones, que tienen garantizada una partida presupuestaria del Estado (nacional, provincial o municipal), que las decisiones son tomadas por funcionarios designados dentro del sistema de la administración pública y que éstos siguen sus lineamientos y reglamentaciones. En cambio, las denominadas bibliotecas «populares» son autónomas, sostenidas y administradas por vecinos-as de un barrio o localidad, mediante una comisión directiva elegida en asamblea de socios-as, que define lineamientos y prioridades. Respecto del financiamiento, conviven diferentes formas: algunas reciben uno o más subsidios de los organismos responsables a nivel nacional, provincial y/o municipal, que se detallarán más adelante; mientras que otras dependen exclusivamente del sistema de aportes de socios-as y de recursos obtenidos por servicios brindados.

Los medios de comunicación como productores de información: el estudio exploratorio

Metodología y muestras

En la primera etapa de la investigación se organizó una muestra de bibliotecas populares según la información suministrada por tres fuentes documentales. Por un lado, se consideraron los datos publicados por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires (2004) y los de la Federación de Bibliotecas Populares de la Provincia de Buenos Aires (2004). Según sus registros, en el caso estatal, al partido de La Plata corresponden 35 bibliotecas populares; mientras que el ente privado agrupa a 28. Del cruce de ambos listados, se conformó una muestra con 21 instituciones para realizar el relevamiento, sobre la base de dos criterios prioritarios. En primer lugar, que en todas figurara al menos la existencia de material gráfico según las categorías de «diarios» y/o «revistas» y, en segunda instancia, que contemplara una distribución geográfica equilibrada entre la zona céntrica, los barrios y las zonas periféricas.
Los datos publicados por la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (1997), en su Guía de Bibliotecas Populares Argentinas, basada en un censo extraordinario con información relevante respecto de la existencia y lectura de materiales de prensa, fueron la tercera fuente. Esta permitió confrontar los datos relevados en nuestra investigación con los existentes en 1996 y delinear algunas tendencias en la última década.
La información se recolectó entre el 2005 y el 2006 a través de una encuesta ad hoc. Para profundizar, se realizó análisis documental de materiales existentes en las bibliotecas y, luego, entrevistas semiestructuradas al personal bibliotecario en una muestra de siete casos (Laudano, 2007).
En una segunda etapa, se recogió información de tres bibliotecas públicas de la ciudad, sobre un total de cuatro: la Biblioteca Municipal «Francisco López Merino», la Biblioteca Central de la Provincia «General José de San Martín» y la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata, mediante encuesta, observación documental de sus materiales y entrevistas semiestructuradas al personal directivo2 en el 2007.

La información recopilada

En primer lugar, se presenta por separado la información recopilada de las bibliotecas populares y de las públicas, según los siguientes ejes: existencia de diarios, revistas, recortes de prensa, materiales audiovisuales y acceso a versiones electrónicas de los medios. Luego, algunas tendencias comunes y diferencias.

a) Bibliotecas Populares

Existencia de diarios: El 33% de las bibliotecas consultadas (7 de 21) cuenta de manera regular con algún diario para la lectura en sala. Entre los títulos se registra mayor presencia de medios locales que  nacionales. Esta cuestión no favorece la diversidad de fuentes ni los puntos de vista en la conformación de la opinión pública ciudadana; a lo que se suma que, en general, las bibliotecas desconocen la disponibilidad de medios en otras instituciones para proponer búsquedas alternativas.
Por otra parte, existe cierta dificultad en algunas de ellas para garantizar la presencia diaria y, en especial, la continuidad de dichos materiales en las salas de lectura por diferentes razones, vinculadas con vaivenes presupuestarios o bien, por inconvenientes en la recepción de las donaciones.
Al confrontar con información publicada en las tres guías institucionales citadas (CONABIP, 1997; Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, 2004; Federación de Bibliotecas Populares de la Provincia de Buenos Aires, 2004), el panorama es desalentador si se compara con la disponibilidad de diarios para la lectura en sala de cinco años atrás; ya que la reducción alcanza el 50%. Se registra una tendencia negativa más marcada aún al comparar la existencia de diarios con la década anterior.
Por problemas de espacio, las bibliotecas no guardan ejemplares atrasados y, en caso de hacerlo, el tiempo oscila entre uno y seis meses. De manera excepcional, entonces, se localizan colecciones de gran valor histórico en tres bibliotecas3.

Material periodístico «recortado»: El 67% de la muestra (14 de 21) cuenta con material de prensa  «recortado», proveniente de diarios y revistas. Es un dato significativo; ya que duplica las cifras de disponibilidad de diarios en sala. No obstante, suele estar desactualizado o con identificación inadecuada que dificulta su posterior recuperación. El personal bibliotecario considera valioso este recurso, de manera especial, cuando es información que por su «novedad» no se consigue en otras fuentes o bien, cuando suple la carencia de libros por problemas presupuestarios.

Existencia de revistas: El 90% de la muestra de bibliotecas populares (19 de 21) dispone del rubro revistas en general, con colecciones que oscilan entre 100 y 200 títulos. A pesar de la dificultad inicial de sistematizar dicho caudal informativo, se puede trazar un panorama mínimo. Así, son escasas las publicaciones de debates políticos o temáticos de actualidad nacional o internacional; en general, recibidas por donación, de manera discontinua, tanto de colección abierta como cerrada. A éstas habría que sumar ejemplares de las revistas dominicales editadas con los diarios.
En cambio, un conjunto de bibliotecas cuenta con revistas que se precian de hacer divulgación científica y ejemplares discontinuos de revistas culturales. No obstante, el acceso al material está limitado por la escasa difusión entre la comunidad de usuarios/as y, en ocasiones, por la falta de registros adecuados; ya que sólo en excepciones están fichadas o incorporadas a una base de datos de publicaciones periódicas.

Materiales del rubro «audiovisual»: Dentro de esta amplia clasificación, consideramos la existencia de películas, material grabado de producciones radiales y televisivas, y fotografías.
El mayor registro se observa dentro de las películas: el 71% de la muestra posee títulos (15 de 21), con diferencias notables entre cantidad y grado de procesamiento. Predominan los documentales ante las películas de ficción, por donaciones de la CONABIP, y sólo dos bibliotecas han desarrollado colecciones significativas de videos y, en la actualidad, en DVD (Planas, 2007). En algunos casos, existen restricciones para el uso de las colecciones en sala y préstamo domiciliario, debido a que no disponen de los recursos tecnológicos elementales (videocasetera y televisor), para reproducir y chequear el estado de los materiales o bien, necesitan reparación.
Por otro lado, el material sonoro radiofónico y televisivo es escaso: sólo posee el 10% del total de la muestra (2 de 21) y responde a registros de participación de algún integrante de las instituciones en emisiones radiales o televisivas locales.
Respecto del material fotográfico, el 38% de la muestra (8 de 21) dispone de fotos como parte del acervo documental, aunque en su mayoría sin adecuada clasificación ni catalogación (Poccioni, 2005). No obstante, en ciertas oportunidades juegan un destacado lugar en la memoria colectiva, insertas en actividades de conmemoración institucional o barrial.

Acceso a versiones electrónicas de los medios de comunicación: Si bien, en general, las bibliotecas populares están en proceso de informatización básico (en cuanto a disponer de computadora, impresora y conexión a internet); el acceso a la información para los usuarios en general está mediado por el personal bibliotecario. No obstante, en los casos donde es directo, no queda registro de las prácticas de navegación (como en cambio queda si consultan un diario en sala, por ejemplo), por lo cual es imposible conocer el acceso a versiones electrónicas de los medios en internet.

b) Bibliotecas Públicas

Existencia de diarios en sala: el panorama respecto de los títulos de diarios disponibles resulta más variado. En tal sentido, la Biblioteca de la Universidad cuenta con una política de larga data en la compra de diarios locales y nacionales y en la constitución de colecciones, con una amplia gama de títulos; mientras que las dos restantes (la provincial y la municipal), se limitan a la presencia efectiva de uno o dos ejemplares en sala para el acceso público: un diario local, por un lado4, y el de mayor tirada nacional junto al tradicional diario local, en la otra. Sendas asociaciones de amigos facilitan la compra de un diario local y, en un caso, financia además la conexión a internet.
Dentro de los acervos documentales se localizan colecciones de significativo valor histórico en las bibliotecas públicas, al incluir diarios, periódicos y revistas del siglo XIX y principios del XX, que ya han sido relevados como parte de la investigación (Aguado, 2007). Sin embargo, la falta de espacio y las condiciones ambientales conspiran contra el almacenamiento y la conservación.

Material periodístico «recortado»: Las tres bibliotecas de la muestra cuentan con una importante cantidad de material de prensa recortado, proveniente de diarios y revistas, para consultas. En todos los casos, se encuentra organizado (en carpetas o cajas) e identificado, pero no está incorporado en ninguna base de datos. Su actualización varía según cada biblioteca, así como la diversidad de fuentes que lo componen.

Materiales del rubro «audiovisual»: Sólo la biblioteca provincial cuenta con una considerable colección de videos, que ronda en las 550 piezas, en gran medida documentales, catalogados y clasificados, y un porcentaje bajo de programas televisivos grabados, de corte educativo. Aunque dispone de varios televisores y videocaseteras, se ha dejado de utilizar la sala para ver el material in situ al reconvertirla para acceder a internet. Las colecciones de videos de las dos restantes no son importantes, compuestas por   documentales en mayor medida. 
En ningún caso se registran grabaciones de programas de radio ni desarrollo de colecciones de fotos.

Acceso a versiones electrónicas de los medios de comunicación: Dos de las tres bibliotecas públicas  ofrecen servicios de Internet en salas equipadas con computadoras para usuarios: la de la Universidad y la de la Provincia. De todos modos, al no existir registro de las prácticas de navegación se desconoce si existen búsquedas de material periodístico on line, que era nuestro objetivo conocer.

Algunas conclusiones

En la composición de los fondos documentales de las bibliotecas populares y públicas de La Plata se destaca el lugar hegemónico que continúa teniendo la cultura tipográfica (Mc Luhan, 1971), con predominio de diarios frente a los materiales audiovisuales, en tensión con la cultura electrónica en ciernes. Sin embargo, en relación con los libros, el material de los medios de comunicación ocupa un lugar secundario, lo que se deduce de la frecuente ausencia de registros en los catálogos generales.
Asimismo, en ambos casos, la existencia considerable de material periodístico «recortado», proveniente de diarios y revistas, forma parte de las rutinas profesionales instituidas desde el quehacer cotidiano para satisfacer demanda (real o potencial). Esta  práctica, que puede requerir mucha dedicación, a menudo está sometida a diferentes dimensiones de inestabilidad (presupuestaria, de voluntad de quien realiza la tarea, de espacio físico).
Mientras que en las bibliotecas públicas, la existencia de diarios de manera regular en las salas de lectura es una decisión del personal directivo a cargo; en las populares, son iniciativas personales de los/las bibliotecarios/as a veces en disputa y negociación con los integrantes de las comisiones directivas de las instituciones por la erogación presupuestaria de la compra.
Respecto del material audiovisual, la presencia es más aleatoria en ambos tipos de bibliotecas y, salvo excepciones, no forma parte de una política planificada, aunque se registra cierto interés por enriquecer el fondo documental con dichos materiales a corto plazo. La excepción está dada por la presencia de los documentales, en gran medida distribuidos por la CONABIP, línea de acción que analizaremos más adelante.
Según la caracterización de Rabiger (1989: 24), los documentales: «sólo tienen interés para una minoría; por lo general se centran en problemas y temas conflictivos… son lentos, exigen una concentración por parte de la audiencia y se piensa que no son 'entretenidos'. Tienen un bajo índice de aceptación».  Quizá podamos encontrar allí algunas razones para entender por qué el personal bibliotecario señala que los documentales no resultan el material más solicitado por socios/as para sus consumos personales o familiares, amén de la marcada influencia de la industria cultural en la organización del gusto audiovisual y el disfrute del tiempo de ocio en general.
Sin embargo, por el vínculo estrecho que el documental ha jugado con las tareas pedagógicas, su uso es frecuente en tares puntuales de extensión cultural, que contribuyen a fortalecer la articulación institucional con otras organizaciones en sus zonas de influencia o bien, a través de planes especiales, vinculados con las actividades de los bibliomóviles.
De cualquier modo, en líneas generales, creemos que aún no se visualiza la importancia creciente que ha adquirido la cultura audiovisual en las últimas décadas y las transformaciones sociales y en el campo de la percepción que se encuentran en pleno desarrollo. En esa línea, Lowe (1982) sostiene que en cada período histórico, la cultura de los medios de comunicación forja el acto de percibir y define un campo perceptual que se instituye como formación histórica; mientras que Renaud (1990) focaliza en las transformaciones producidas por las imágenes, en la generación de nuevos regímenes de lo visual y nuevos imaginarios.

Líneas de acción y políticas públicas vinculadas con medios de comunicación

En el análisis de las entrevistas realizadas al personal directivo de las bibliotecas públicas, encargado de diseñar las líneas de acción, llama la atención que al preguntar si existen lineamientos específicos relacionados con los medios de comunicación en sus gestiones, dos de ellas enfatizan en los medios como difusores de las actividades de sus instituciones. Dado que tal relación no se ha concretado de manera positiva, califican el vínculo como deficitario y, para suplir esa carencia, pueden optar por la elaboración de un boletín impreso, bimestral, de difusión de actividades entre socios-as. En ese sentido, sostiene una de ellas: «Nosotros tenemos nuestra propia publicidad».
Ahora bien, si consideramos que las bibliotecas contemplan en sus acervos colecciones históricas de diarios, revistas y periódicos,  reciben  a diario la prensa gráfica, archivan material periodístico recortado y coleccionan ciertos materiales audiovisuales; resulta al menos curioso que la construcción hegemónica no esté sustentada en relación con el recurso informativo que proporcionan sino en su instancia más instrumental, como vehículos de difusión institucional. Sin duda, estas significaciones están construidas sobre un imaginario (Castoriadis, 1989) que identifica el potencial mediático en tal sentido, en desmedro de su valorización como recursos informativos para conformar el fondo documental institucional.
Por otra parte, esto se observa asimismo en las escasas inclusiones de líneas de acción específicas en torno al vínculo entre medios de comunicación - recursos informativos - bibliotecas, más allá de la retórica de la sociedad informacional. En tal sentido, sólo en la política de la Biblioteca de la Universidad se registra una estrategia definida hacia el desarrollo de colecciones de diarios y su conservación, a través de la microfilmación; pero donde el caudal audiovisual es menor al 10% del total del fondo documental.
En las dos restantes, la compra de diarios aún no forma parte de un mínimo indispensable como para tener recursos financieros del presupuesto garantizados para tal objetivo, sino que dependen de las asociaciones de amigos. Como instituciones generadoras de políticas para las bibliotecas del municipio y la provincia, encargadas entre otras cuestiones de garantizar subsidios para sus mantenimientos, que pueden distribuirse en varios rubros (sueldos, mobiliario, compra de material bibliográfico), tampoco se registran líneas específicas en tal sentido.
No obstante, dos experiencias en el caso provincial constituyen aspectos innovadores en el vínculo con el campo mediático. En primer lugar, el programa «Forjando identidades lectoras», donde para fortalecer capacidades de lectura, se incluyen materiales de la televisión, por entender que desde la niñez se accede a dicho medio antes que a la lectura de libros. Si bien el programa se implementaba desde la gestión anterior a la entrevistada, en el 2006 se incorporó la dimensión audiovisual en la capacitación del personal bibliotecario y docente para «sensibilizar a los agentes de la cultura escritural con la imagen».
La segunda experiencia consistió en la realización de un único taller de capacitación en procesamiento de materiales periodísticos para bibliotecarios hacia fines del 2006; iniciativa ofrecida a la dirección provincial por la bibliotecaria a cargo de la enseñanza. El objetivo fue promover el uso del material periodístico existente en las bibliotecas (publicaciones periódicas y «recortes»), facilitar su registro y encontrar modalidades para clasificar y tematizar el material.
Aún cuando esta actividad significaría un reconocimiento de la existencia del material (suplementos, revistas dominicales de diarios, recortes varios) y de su uso potencial en las bibliotecas (populares y escolares, sobretodo), junto a una valorización de la dimensión audiovisual con énfasis en la televisión en el programa indicado; cabe indicar que, por el momento, estas iniciativas constituyen experiencias aisladas, no integradas en políticas definidas ni en un plan estratégico.

Excursus: Programa «Leer el presente» - Ciudad de Buenos Aires

Apenas presentado el proyecto de investigación, nos enteramos por los diarios nacionales de la existencia del ciclo «Leer el Presente», organizado por la Secretaría de Cultura porteña, mediante la Dirección del Libro y Promoción de la Lectura. Según el suplemento de difusión institucional Ciudad Abierta, en el transcurso del 2004 su objetivo giró en torno a «la construcción de un espacio público de reflexión y debate sobre los temas actuales de mayor relevancia para la comunidad (…) para garantizar la utilización del ámbito público por parte de la comunidad y para contribuir a la formación de los vecinos de Buenos Aires». Postura semejante a las instancias de debate público racional en la esfera pública habermasiana entre ciudadanos, readaptada en la oportunidad para «vecinos».
Hasta el final de la gestión gubernamental del 2007, llevó a cabo conferencias y debates a cargo de periodistas reconocidos de diferentes medios gráficos y audiovisuales en bibliotecas públicas y contó con el apoyo de ocho medios gráficos (Clarín, La Nación, Página 12, Le Monde Diplomatique, Veintitrés, TXT, Debate y Saber Vivir) que se comprometieron a aportar ejemplares gratuitos a 26 bibliotecas públicas de la Secretaría de Cultura de Buenos Aires. Asimismo, estos medios contribuyeron a la difusión de las actividades.
Consultados los responsables del área institucional porteña a mediados del 2005, postularon que el ciclo surgió para garantizar que los diarios volvieran a las bibliotecas municipales y que la gente concurriera más, atraída por las personalidades convocadas para las actividades públicas gratuitas. En tal sentido, firmaron un convenio con los tres diarios y la institución encargada de la distribución para garantizar la presencia  de los medios gráficos en el día.
Seleccionaron los diarios «más populares, importantes y con mayor influencia en la Capital», conforme la idea de abordar actividades con periodistas de medios que enfocaran la realidad del país y el mundo. Con estos criterios quedaron descartados los medios sensacionalistas que, según los funcionarios, son leídos por un público que no concurre a las bibliotecas, a quienes no obstante intentaron llegar con la propuesta.
Surgió entonces la idea de que «los mismos editores de los tres diarios explicaran a la gente cómo leer las noticias y qué manejo hay detrás de ellas, y cómo está involucrado el poder político». Esto dio origen al ciclo «Leer el presente», con periodistas de «cierto prestigio», convocantes para vecinos y sectores más amplios, según las personalidades invitadas. Al mismo tiempo, se hicieron presentaciones de libros y seminarios de investigación periodística, sobre la marcha. Luego, se sumaron las revistas; si bien su llegada no fue tan regular a las salas de las bibliotecas.
Desde el punto de vista presupuestario, no significó inversión del organismo estatal, más allá de los gastos administrativos, de organización y difusión; ya que los convenios con medios y las instancias de distribución fueron gratuitos, así como las participaciones de los/as periodistas en el ciclo.
Dentro de las temáticas seleccionadas para el debate público, el vínculo entre medios de comunicación e incidencia en el poder político (asociado a gobernantes de turno) y, su contracara, las influencias de los gobernantes en la prensa, ocuparon un lugar destacado durante el primer año. Más tarde, se amplió a otras personalidades de medios, tales como humoristas gráficos y directivos de publicaciones periódicas vinculadas con el mundo del cine y la cultura, tras la incorporación de revistas tales como El Amante y Ñ.
Respecto de la asistencia de público, usuarios de la biblioteca, ciudadanos o vecinos, los funcionarios estimaban un incremento de socios/as en algunas de ellas, pero no directamente vinculadas con la lectura de medios.
Los entrevistados evocaron una práctica que les llegó por el relato oral familiar, que intentaban actualizar. En barrios populares de la Capital, los partidos socialistas de principio de siglo estimulaban la lectura de la prensa propia y el debate público en sus espacios partidarios o culturales. Sin embargo, cabe distinguir que mediante el programa analizado, más que la propia dinámica sociopolítica barrial, se puso en funcionamiento la lógica del estado municipal.
Aún con la limitación del enfoque centrado sólo en medios gráficos (debido a una cuestión vinculada con el organigrama institucional, que ubica al libro y la lectura en dicha área y a los medios audiovisuales en otra dependencia), la propuesta significó una innovación valiosa en la relación entre medios de comunicación - bibliotecas - políticas públicas, con proyección en las instancias del debate público y la participación vecinal y ciudadana.

Políticas desde la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas

La CONABIP, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, entrega de manera regular dos tipos de subsidios a las bibliotecas populares para su fortalecimiento (CONABIP, 2007). En primer lugar, existen los fondos anuales que garantizan los gastos corrientes, entendiendo como tales a los del «normal funcionamiento». Estos pueden considerarse como: servicios de luz, gas, teléfono, alquiler, seguros, sueldos, cuota asociativa a Federación Provincial de Bibliotecas Populares, reparaciones varias, mobiliario; equipamiento (calefacción, ventilación, reproducción, audiovisual, telefónico, fax, de comunicación, informático, de seguridad, etc.); material bibliográfico, didáctico, multimedia, software e infraestructura edilicia (refacción, ampliación), en un porcentaje del 75%; mientras que el resto corre por cuenta de cada institución. Es necesario el reconocimiento previo por parte del ente, conforme ciertos requisitos.
Luego, están los fondos especiales, otorgados mediante la presentación de proyectos por parte de las instituciones, con fines acorde a los creados por las bibliotecas, pero con la misma exigencia que en los anteriores respecto de su adecuada rendición de cuentas.
Según lo descrito, entonces, la CONABIP no estimula de manera expresa la compra de material informativo de medios de comunicación (por ej., diarios, revistas, periódicos, grabaciones de programas televisivos o radiales); sino que pueden rendirse como gastos corrientes dedicados a adquirir bibliografía, tal cual ocurre en el conjunto de bibliotecas analizadas. En cambio, puede leerse el interés centrado en ciertos medios desde su dimensión tecnológica, conforme el ideario tecnicista de progreso vinculado con la adquisición de tecnología moderna; ya sea en aras de la mejor comunicación como de su informatización.
Cabría destacar que en la década del '90 se observa una preocupación institucional por la lectura extensiva a la dimensión audiovisual, que deriva en el uso del término inclusivo  «caudal bibliográfico multimedial». En tal sentido, es que el ente ha tenido una política específica en la distribución gratuita de una colección audiovisual que ronda los 200 títulos, conformada por diferentes series que podríamos englobar, grosso modo, según están dedicados a: instituciones (museos, bibliotecas); personalidades (del arte, deporte, literatura, política, espectáculo), rituales, atracciones turísticas del país, estilos musicales, historia, fotografía, arquitectura y arqueología. Tal como indicamos, este material forma parte del fondo documental de la mayoría de las bibliotecas platenses relevadas.  Asimismo, en las bibliotecas se habla de espacios especiales tales como «videoteca», «hemeroteca», «audioteca», que fueron promocionados y exigidos por la CONABIP.
Por otro lado, en las encuestas utilizadas por la propia institución para conocer el estado de las bibliotecas y su equipamiento se pregunta por la existencia de diarios, revistas, videos, así como el estado de las colecciones y sus títulos, y dentro de los servicios al público se indaga la existencia de préstamos de material especial y audiovisual,  y los servicios de reproducción de audio y video  (CONABIP, 1997: 16).
Por último, también existe una preocupación directamente vinculada con los medios de comunicación en la pregunta por la difusión de las actividades de las bibliotecas. En tal sentido, se conformaría una paradoja, ya que los recursos mediáticos parecen ser de suma utilidad desde un punto de vista instrumental, en tanto pueden garantizar la circulación de la información institucional (respecto de servicios y recursos disponibles), pero en cambio no alcanzan el valor suficiente como para ser considerados recursos informativos necesarios con presencia regular y sin discontinuidades.

A modo de reflexiones finales

En un sentido general, se podría calificar de débil el vínculo diseñado y sustentado por las políticas públicas y las prácticas entre las bibliotecas y los medios de comunicación. Cabría indicar que a nivel de los organismos públicos vistos, el grado de vinculación registrada entre las dimensiones comunicacionales y bibliotecológicas es escaso, donde tienden a privilegiar la cuestión tecnológica o bien, la instrumental, desde la difusión de actividades institucionales. En cambio, salvo las excepciones analizadas, no se registran políticas específicas que focalicen en el material informativo que proveen los medios de comunicación a diario, con sus contribuciones al debate público ciudadano.
Sin embargo, desde las distintas prácticas profesionales del personal bibliotecario se observa interés por garantizar la continuidad de la prensa diaria en las salas de lectura o para préstamo, como iniciativas personales que implican en ciertas oportunidades, negociaciones frecuentes con quienes toman decisiones sobre los recursos económicos. A la vez, el interés se extiende a la práctica de recortar y archivar material periodístico de variadas temáticas, aún con la disponibilidad de tiempo que requiere.
Por otro lado, la noción de «sociedad de la información» es interpretada de manera hegemónica desde la informatización, como signo elocuente de modernización que, según ciertas posiciones teóricas, otorgaría mayor acceso a la información. En tal sentido, se pugna en primera instancia por el acceso del personal bibliotecario a los beneficios de las tics, en tanto dispositivos técnicos, para la organización de bases de datos, producción de páginas webs, servicios de referencias por correo electrónico, catálogos en línea, etc. y en segunda instancia para los usuarios, mediante el acceso en sala a las computadoras para la propia exploración y usos. Esta etapa encuentra en algunos casos ciertos reparos, al esgrimirse descuidos en la utilización de las tics por parte del público o bien, usos indebidos, por consultas ocasionales a páginas consideradas pornográficas o juegos.
Creemos que las prácticas tendientes a facilitar el acceso a los recursos informativos de los medios y a las tics, se organizan desde dos significaciones sociales imaginarias instituidas desde larga data en el campo bibliotecológico y, por ende, entre quienes lo componen: garantizar el acceso a la información en general y satisfacer las necesidades de los usuarios. No obstante, la dimensión tecnológica concita cada vez mayor atención y los beneficios potenciales adjudicados al acceso a Internet adquieren con frecuencia un carácter de resolución de problemas próximo a una dimensión mágica.

Agradecimiento

Agradezco al Departamento de Bibliotecología y a las Autoridades de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP por haberme otorgado licencia por año sabático (agosto-diciembre 2008) para realizar tareas de investigación y docencia, donde se enmarca la elaboración de este artículo.

Notas

1. Proyecto aprobado por el Programa de Incentivos y radicado en el Departamento de Bibliotecología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP (2005-2008): «Los medios de comunicación como recursos informativos en las bibliotecas». Equipo interdisciplinario conformado por Claudia N. Laudano (directora), Amelia Aguado (codirectora), Teresa Poccioni, Javier Planas y Pamela Pelitti (integrantes).
2. Se realizaron entrevistas a la Directora de la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata, la Directora de Bibliotecas y Promoción de la Lectura (del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires) y la Directora de la Biblioteca Municipal. La segunda administra la red provincial compuesta por unas 480 bibliotecas populares, escolares y especiales; mientras que la tercera, 48 de ellas. Quedó excluida de la muestra la Biblioteca del Senado de la Provincia de Buenos Aires. En ciertos casos, las bibliotecas reciben subsidios de ambas dependencias estatales y del ente nacional, la CONABIP
3. El Diario del Juicio a las Juntas en la Biblioteca Popular «Bernardino Rivadavia»; La Gaceta de Buenos Aires en la Biblioteca «Jacinto Calvo» del Círculo de Periodistas y La Vanguardia en la Biblioteca Popular «Francisco Romero Delgado».
4. En la encuesta se registran tres diarios, los dos locales y Clarín, pero el día del relevamiento sólo había uno en el mostrador de la sala de lectura.

Referencias bibliográficas

1. Aguado, Amelia. 2007. Los diarios en la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata. En Información, Cultura y Sociedad. No. 17, 13-38.        [ Links ]

2. Becerra, Martín. 2003. Sociedad de la Información: proyecto, convergencia, divergencia. Buenos Aires: Norma. 156 p.        [ Links ]

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