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Información, cultura y sociedad

versión impresa ISSN 1514-8327versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  n.21 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2009

 

EDITORIAL

Reflexiones sobre la edición científica en Bibliotecología / Ciencia de la Información (B/CI): el caso de Información, cultura y sociedad*

Reflections on the Scientific Edition in Library Science and Information Science: The Case of Información, Cultura y Sociedad

Alejandro E. Parada

Secretario de Redacción Información, cultura y sociedad

En realidad, este editorial también podría titularse, con mayor precisión, "por qué y para qué la edición científica en Bibliotecología en la Argentina". No obstante, en la ocasión presente es pertinente ceñirse, más que a una exposición específica, a algunas reflexiones generales relacionadas con esta temática. Estas meditaciones, aunque se expresen con cierta brevedad, son un intento preliminar de hilvanar las primeras respuestas a estos "por qué y para qué».
No es nuestra intención detenernos en variados aspectos de la revista Información, cultura y sociedad. Empero, un escueto resumen no resultaría ineficaz y, por añadidura, refrescaría nuestra memoria colectiva. Se trata, entonces, de una periódica de Bibliotecología / Ciencia de la información que ya cumplió su primera década de vigencia, y que en la actualidad totaliza veinte números.
Es una publicación editada por el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La revista posee varias secciones: editorial, artículos, notas de investigación, notas de interés profesional, trabajos de curso, reseñas e informaciones varias. Son secciones que varían en cada número por razones puntuales. El arbitraje, como toda iniciativa editorial seria, es el denominado "doble ciego". Esto significa la salvaguarda ética y de rigor académico indispensables para garantizar su calidad gracias al anonimato del árbitro y del colaborador.
Se trata de una instancia tensa y compleja en un grupo de redacción, pues la elección de los evaluadores se torna en un punto clave y crucial. Es necesario, además, aclarar una cuestión: asumir los procedimientos de "doble ciego" significa que ninguna persona que interviene en la elaboración de la revista (me refiero a la directora, al secretario y al comité de redacción) puede evaluar un artículo. Aclaro este punto porque no han faltado las ocasiones en que un autor, ante el rechazo de su trabajo, piense que esa negativa se deba a los integrantes del equipo de Información, cultura y sociedad. Nada más lejos de esta situación, ya que todas las futuras ediciones de la UBA deben presentar al Consejo Editor de su Facultad respectiva, dictámenes de arbitraje de carácter positivo, pues en caso contrario el número de esa revista es rechazado de plano.
Estamos hablando de controles de calidad académicos, no de componendas ni favoritismos o de simpatías por ciertos autores. En el momento de publicar en una periódica de estas características, en forma puntual, hay que someterse a una de las más ricas experiencias que le depara el destino a un profesional: el hecho de ser evaluado por sus pares y por el Consejo Editor de una universidad. La realidad nos ha demostrado que todos los artículos evaluados, gracias a la intervención de los árbitros, han sufrido modificaciones en aras de su mejor calidad.
Hay una infinidad de tópicos que, en particular, tornaría a este breve resumen en una monografía. Sin embargo, concluyamos que Información, cultura y sociedad, actualmente, es registrada por todos los servicios de indización de las Ciencias de la Biblioteca y la Información. Un hecho, por cierto, nada menor.
Aunque parezca algo poco creíble, implementar una revista de BCI en la Argentina constituye una carrera de fondo, una especie de maratón donde se ponen en juego las habilidades editoriales para lograr dominar ese ecosistema signado por las normas de la edición académica.
Luego de esta descripción se presenta la pregunta inicial: ¿para qué un instrumento de este tipo? Las respuestas son complejas y disímiles. Sin embargo, una se impone en forma contundente por su simplicidad: para escribir de, desde, por y sobre nuestra disciplina.
¿Pero por qué insistir en las textualidades? Porque la escritura es la práctica que construye el oficio de investigar. La condición fundacional de la investigación es el discurso textual. Este tópico no es una figura metafórica, ya que "poner en palabras" lo que hace distinto y exclusivo a nuestro campo de estudio en comparación con otras áreas, en una publicación periódica, fue un tema casi de exclusión bibliotecaria en las Ciencias Sociales de nuestro país durante mucho tiempo. Esto significa que los bibliotecarios debieron superar el trauma de su falta de capacidad en la redacción sobre sus quehaceres. El hecho de que hasta 1999 no existiera una revista profesional académica, resulta, en este caso, una prueba contundente de esa problemática. Es necesario decirlo en pocas palabras: ¿qué impedimento existía en publicarla? Ninguno, salvo nuestra falta de audacia y, por sobre todo, nuestra baja autoestima en el momento de emprender una edición académica.
Una vez superado el complejo que podríamos denominar como "carencia de habilidades de exposición e imposición escrita" en nuestra disciplina, hay que reparar en la "variedad de los textos". ¿Pero qué significa esta expresión? Significa que para que exista una sólida literatura bibliotecológica en la Argentina es fundamental publicar sobre todos los temas que hacen a la profesión en nuestro vasto y heterogéneo territorio. No se debe buscar, obligatoriamente, el artículo original e insuperable. Por supuesto, esta clase de contribuciones es indispensable y perentoria. Es decir, constituye la columna vertebral de esta clase de publicaciones. No obstante, para que existan dichos trabajos debe darse una coyuntura particular: la existencia de un núcleo de artículos que traten sobre temas tales como estudios de casos, notas de interés profesional e informes de investigación en curso.
Este contexto requiere de un comentario más explícito. Una vez asumidos todos los requisitos editoriales que garantizan la calidad de una revista, se vuelve inexcusable la creación de la diversidad del universo tipográfico, sea impreso o virtual. La variedad en la producción constituye, inequívocamente, el repositorio bibliográfico de las investigaciones del porvenir. La gestión de Información, cultura y sociedad nos ha demostrado la siguiente realidad incondicional: la retroalimentación constante entre los artículos denominados "originales" y las contribuciones que presentan el resultado de experiencias profesionales.
Además, una buena edición académica debe poner en escena ese mundo multiforme para ayudar a la búsqueda de la identidad bibliotecológica nacional. Así como hay una afanosa búsqueda del "ser argentino" para identificar nuestro modo de actuar, también una revista de Bibliotecología / Ciencia de la Información debe buscar esa compleja entidad que es ser "bibliotecariamente argentino" en América Latina. Por otra parte, la revista tiene la obligación de generar nuevos espacios de crítica, porque su rol es justamente cuestionar la ortodoxia de los conocimientos adquiridos y alentar las articulaciones con los nuevos saberes. La única herramienta que funda y da razón de ser a estas producciones es el lenguaje. De ahí que sea indispensable que los bibliotecarios lleven a cabo un uso pleno de las dimensiones del lenguaje, ya que su dominio y uso determinan los aspectos formales que construyen la "materialidad bibliotecaria".
Una revista profesional también es un lugar (locus) de la esfera política y ciudadana, donde la "población de bibliotecarios" tiene la obligación de ejercer su derecho a participar en la elaboración de nuevas realidades. La frase no es una mera presencia ociosa. Pues a nuestra disciplina, en su palpitar más íntimo, le falta debate, esto es, los "lugares de la discrepancia".
Estamos hablando de una deuda que tenemos todos los aquí presentes. Información, cultura y sociedad tiene una sección de "debate de ideas" que no ha sido usada por los bibliotecarios argentinos. No nos alarmemos, ya que este "índice de calidad" nunca fue tenido en cuenta en los controles de gestión de la década del noventa. Una época, como todos recordamos con cierta vergüenza, donde los lectores o usuarios eran "clientes" y las bibliotecas se transformaron, de la noche a la mañana, en empresas. Un pensamiento sospechosamente inviable para la realidad latinoamericana. Pero que detentaba una posición política contraria, por ejemplo, al origen revolucionario e igualitario de la primera Biblioteca Pública de Buenos Aires fundada, hace casi dos siglos, por la Junta de Mayo. Un concepto conservador que, sin duda, no se habría arraigado si hubiese existido el ejercicio del debate y la discusión como una instancia insoslayable de la alteridad entre los colegas. La ausencia de debate, pues, es una falta de madurez de la profesión y un indicador de que la investigación en Bibliotecología resulta aún insuficiente en la Argentina, a pesar de los importantes avances de los últimos años.
Estas reflexiones son apenas una aproximación a muchos de los problemas que asedian a la investigación y a la edición académica en nuestra vida cotidiana. Desde la redacción de la revista, los sesenta años de labor docente bibliotecaria en la Universidad Nacional de La Plata (1949-2009), puede brindarnos la ocasión de pensar sobre la necesidad de construir nuestro propio discurso disciplinar, a través de la multiplicidad de temas que es indispensable acometer y, por extensión, hacer del lenguaje social de nuestro acontecer un epicentro de debate constante y dialéctico. En este sentido la revista es una invitación a crear el universo gregario del nuevo conocimiento profesional.
Luego de una década de trabajo es oportuno exponer los objetivos iniciales que nos planteamos en 1999, cuando comenzó esta carrera de largo aliento, con visos de ensoñaciones utópicas, que es Información, cultura y sociedad:

  • lograr un producto de edición académica que sea analizado por todos los servicios de indización de Ciencias de la Biblioteca y la Información;

  • fomentar la investigación bibliotecológica autóctona (romper con el mito de su imposibilidad);

  • contribuir a la formación de un corpus de investigadores en BCI de nivel nacional;

  • alentar la "diversidad" de tipos de investigación disciplinar;

  • competir, en calidad y continuidad, con otras publicaciones similares.

Muchos de los tópicos mencionados se han coronado con éxito. Empero, los estudios de investigación en nuestra área todavía poseen una gran deuda con la sociedad, con los pares y con las instituciones que nos incluyen. Una revista o un conjunto de publicaciones de índole universitaria, puntualmente, no son los únicos ámbitos en la generación de conocimiento relevante. Los bibliotecarios muchas veces nos conformamos con una "vida silenciosa" ante el tumultuoso despliegue de otras carreras. Por cierto, encaramos emprendimientos y tareas de todo tipo, pues somos conscientes del ahínco y el tesón que ponemos en las bibliotecas en las que trabajamos. Este conjunto de esfuerzos es loable y, en suma, vital e insoslayable.
Sin embargo, nuestra Bibliotecología requiere de una mayor producción en su cantidad de literatura. Investigar y escribir (nuevamente insisto, con las disculpas de la reiteración casi monotemática y obsesiva, en esta práctica que ejercemos con poca frecuencia) no solo consiste en lograr textos cuya novedad implica una revolución en nuestro campo.
Investigar es jerarquizarse como profesión en un medio altamente competitivo. Esta  condición nos es ajena y, por lo tanto, no somos inmunes a ella. Cuando una ocupación abandona o ejerce con debilidad la autodeterminación de discurrir sobre su oficio, otros expertos, de diferentes lugares y, por qué no, más capaces, ocupan los espacios que se han dejado vacíos. Aquí se manifiesta uno de los grandes peligros que debemos evitar, ya que abandonar el horizonte de las decisiones para que estas sean tomadas desde fuera de la propia esfera, en definitiva, consiste en ceder nuestra capacidad de participación.
Hablar de política bibliotecaria no solo sugiere el momento de exponer nuestro dinamismo para debatir con nosotros mismos, sino también, enfrentar la experiencia inefable de defender las habilidades profesionales en otras geografías de las Ciencias Sociales y las Humanidades.
El caso de Información, cultura y sociedad, que podríamos tildar como de una exploración audaz en el campo de la edición científica en Bibliotecología, nos plantea, como comentábamos en el comienzo, más dudas que certezas. Y yo creo que esto, en realidad, es muy positivo. Las dudas y las equivocaciones nos enseñan mucho más que las certidumbres y los hallazgos.
¿Por qué y para qué hacemos con esta revista lo que hacemos? Por supuesto, como lo hemos observado, para progresar en la otredad (no hay que tener miedo a la palabra progresar aunque sea de cuño positivista, pues el progreso es una condición inevitable del destino humano, sea para bien o para mal), para discutir con voces y discursos diferentes, para trasmitir las experiencias de cada bibliotecario en su sitio de trabajo, para edificar nuestra identidad profesional como argentinos y latinoamericanos, para impulsar los hábitos de la escritura entre nosotros, para que todos intenten investigar mediante el aporte de diversos tipos de contribuciones, desde la más modesta hasta la más destacada.
Entonces, ¿por qué todo este andamiaje de para qué sucesivos? Porque al final del camino, cuando la meta de esta carrera pueda un día alcanzarse, se abre el abanico de la vida profesional en sus múltiples riquezas y ambigüedades. Ambivalencias que pueden servir para plantear nuevas preguntas y así convertirnos en bibliotecarios pensantes e independientes. En bibliotecarios capaces de elaborar una filosofía de nuestra existencia, o un cuerpo teórico de sus principios rectores, o una epistemología fenomenológica de sus acciones.
Si alguna vez traspasamos esta difícil encrucijada y logramos, con el trabajo y la dedicación, escaparnos del dédalo autosuficiente, autista y retórico en el cual han quedado atrapadas muchas disciplinas, la edición científica académica en la Argentina, no de una, sino de muchas revistas de Bibliotecología, sin duda, habrá cumplido con su tarea: la de propiciar y fomentar la pluralidad de la investigación en nuestra profesión.

*  Ponencia presentada en el panel «La investigación bibliotecológica» (Moderadora: Claudia Laudano), en la Jornada por los 60 años de la carrera de Bibliotecología de la Universidad Nacional de La Plata: Perspectivas de la enseñanza, la investigación y la profesión en Bibliotecología (Biblioteca Pública de la UNLP, 4 de septiembre de 2009).

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