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Información, cultura y sociedad

versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  no.22 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2010

 

EDITORIAL

Los desafíos de la investigación bibliotecológica en la Argentina1

The Challenges of Library Science Research in Argentina

Susana Romanos de Tiratel

Profesora Consulta Titular
Directora INIBI

Cuando el trabajo profesional nos agobia luego de un largo y complicado día de trabajo, después de haber tolerado decisiones que otros han tomado, con las que quizás no estamos muy de acuerdo, pero que tenemos que obedecer y ejecutar, es probable que pensemos en ciertos profesores, identificados como investigadores y, echando a volar la fantasía soñemos con esas vidas recoletas, reflexivas, sin prisas, sin estrés, independientes y libres, dedicadas a descubrir misteriosos arcanos, a ampliar las bases del conocimiento, a debatir y a escribir. Entonces, en una lógica voltereta pragmática y materialista puede que nos preguntemos ¿pero, si me dedico a investigar, de qué voy a vivir?
También podría suceder, cuando en el transcurso de uno o dos cuatrimestres cursamos alguna asignatura con ciertos prototipos de docentes-investigadores, que quedemos prendados de sus conocimientos, de su desenvoltura, de sus modos de pensar y de exponer y, en un muy humano proceso de identificación, nos asalte el deseo de emularlos, de ser como ellos. Asimismo, en este caso, puede producirse una construcción imaginaria, contrapuesta a la anterior, que compare las propias capacidades con las de ese modelo idealizado e, irremediablemente, pierda en el proceso. Yo nunca podré ser como Fulano, no poseo su inteligencia, su capacidad de trabajo, sufro cuando tengo que exponer mis pensamientos en público, me cuesta escribir, me disperso cuando me dejan librado a mi suerte. No, mejor me dedico al ejercicio profesional, donde no tendré que hacer todas esas cosas que admiro pero para las que no sirvo.
Otra posibilidad es que, desde pequeños, hayamos sido apasionados y preguntones, aventureros arriesgados, soberbios discutidores inconformes con un porque sí o porque no o porque lo digo yo, como cierre a un debate de cualquier índole en el que nos veamos envueltos. También obsesos por resolver problemas, sobre todo si son difíciles y desafiantes. Que, ante una afirmación que no nos cuadra demasiado, tratemos de ir a las fuentes, de averiguar, de indagar, de confirmar o no el aserto de quien sea, sin importar rango o edad. El problema, en este caso, es que el sistema educativo tiende a apagar o a disminuir alguna de estas cualidades porque, en grado superlativo, suelen ser muy molestas para los grupos y para los docentes.
Entre muchos otros, he optado por describir tres casos: el profesional agobiado por la rutina pero fijado a ella por necesidades económicas, el estudiante deslumbrado por quien él considera como un ideal inalcanzable, el estereotipo, aceptado socialmente, de sabio loco candidato a ganar el premio Nobel.
A quien en nuestro país se le plantee dedicarse a la investigación en B/CI, deberá conciliar armónicamente las tres figuras que me he permitido esbozar. Esta es, en primer término, la hipótesis que deseo plantear en este editorial.
Por qué presupongo esto, es simple, porque, si bien es fundamental tener vocación y condiciones para dedicarse a producir conocimiento, aplicando rigurosamente métodos y técnicas establecidos por la comunidad académica que nos rodea y en la cual tenemos que insertarnos, es imprescindible aceptar la rutina de los procedimientos sean estos inherentes a la investigación misma, como recopilar y registrar datos, o a la administración del sistema científico: conocer y someterse a reglamentos, presentar proyectos, llevar cuentas para rendir los subsidios recibidos, redactar informes de avance y finales, completar bases de datos, etc. suelen ser tareas si bien necesarias, bastante engorrosas.
Es altamente improbable que quien egrese con su título de Licenciado en Bibliotecología/Ciencia de la Información, con ninguna o muy poca experiencia laboral, acceda de inmediato a dirigir una gran biblioteca con una numerosa planta de empleados. Será tomado primero como uno más y, con suerte, tesón, capacitación y buen tino para elegir podrá llegar a los niveles superiores. Sucede lo mismo con el trayecto de una persona que pretende enseñar e investigar en la universidad pública argentina, porque se trata de una decisión vocacional -idéntica a la de quien prefiere trabajar en una biblioteca- pero se trata también de un trabajo como cualquier otro, con sus reglas prescriptivas, sus condiciones de realización, sus exigencias, sus jerarquías y sus responsabilidades. Del mismo modo que en otros compromisos laborales, se empieza por el principio, con una exigencia mínima de titulación o de materias aprobadas y de experiencia, trabajando, quizás, bajo la dirección de ese ideal, por ahora inalcanzable y superando diferentes niveles de acuerdo con el grado de compromiso, con la oportunidad de tomar o no ciertas decisiones y, ¿por qué no?, una vez más, con la suerte a quien la iconografía popular pinta calva.
¿Cómo encaja la construcción del genio insuperable en todo esto? Del mismo modo que en el desempeño laboral, cuando identificamos personas que nos desafían y nos deslumbran y pensamos «yo no sería capaz de lograr tal cosa o de pelear así por tal otra o de darme cuenta cómo es el proceso más adecuado y ejecutarlo o hacerlo ejecutar». Se trata de aspiraciones, de modelos a quienes, desde la humildad que nos proporciona el reconocimiento de nuestras debilidades, queremos emular. Se necesitan en el trabajo profesional tanto como en el académico. En ambos, a medida que vamos madurando, nos sirven de parámetros para reconocer adónde hemos podido llegar, qué nos falta lograr y qué cosas ya no podremos hacer.
A esta altura se preguntarán ustedes ¿y el investigador «estrella» cómo se conjuga en ambas esferas del desempeño en nuestra disciplina? En diferente medida y proporción es imprescindible en ambas. Por supuesto, nos referimos a construcciones ideales, ya que puede haber investigadores menos que mediocres que carezcan, en alguna medida aceptable, de las cualidades enunciadas pero, aceptemos que alguna chispa debe haber quedado de esa etapa que transcurre entre los 4 y los 5 años, la de los insaciables por qué.
Pero asimismo, es necesario poseerlas para el desempeño profesional, porque nuestros colegas más exitosos, a mi juicio, no son los que cobran un sueldo más abultado sino aquellos que cuestionan las rutinas, que indagan, que leen bibliografía y están actualizados, que reflexionan sobre lo que leen con criterio y buen juicio, sobre cómo hacen lo que hacen, y por qué razón proceden de una determinada manera y no de otra. Son aquellos que, en sus ámbitos de incumbencia, actúan como verdaderos universitarios, inconformistas y críticos, porque  generan conocimiento aun cuando no haya habido una intencionalidad expresa de efectivizar una indagación científica. Y no solo lo generan, sino que también lo difunden. Llegados a este punto, pues, vemos en paralelo que existen condiciones y cualidades compartidas entre profesionales e investigadores, entonces ¿qué se necesita para ser investigador? Mi respuesta es, lisa y llanamente, tener la vocación, el deseo, la pulsión de serlo. Imaginarse y construirse desde esa perspectiva que no tiene por qué excluir a la otra. Hay casos en las que ambas coexisten.
Entonces, si poseemos los conocimientos básicos de nuestra disciplina, si tenemos el anhelo y la decisión de ser investigadores ¿podremos, llegado el caso, vivir de esa actividad? Soy mi propia respuesta, se puede y, como en cualquier otro derrotero elegido habrá que averiguar ciertas cosas. En primer lugar, del mismo modo que quienes practican usualmente su profesión de bibliotecólogos, ser investigador es una actividad en relación de dependencia. Entonces, lo primero que hay que averiguar es en qué ámbitos, nacionales o internacionales, se la puede ejercer. Existen becas de estímulo, de doctorado, de postdoctorado en las universidades y en los entes oficiales o privados de investigación científica.
Por ejemplo, en la Argentina, en la Universidad de Buenos Aires existen programas de becas centralizados en Rectorado y distribuidos en las diferentes unidades académicas con el acuerdo de las Facultades. También se apoya con subsidios a grupos de investigación, tal como parte de los que se encuentran radicados en el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas (INIBI), a través de las programaciones UBACYT, con la diferencia sustancial respecto de las becas, de que esos montos no se destinan al pago de investigadores. Asimismo, la Agencia de Promoción Científica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva ayuda financieramente a proyectos de distinto tipo.
Tanto becas como proyectos, cualquiera fuera su origen, tienen que radicarse en un instituto o departamento académico. En el caso de Bibliotecología, en la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, se cuenta con el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, creado hace 42 años por Josefa E. Sabor con el apoyo de la Unesco y dirigido desde hace 12 por mí. Es el lugar ideal para recabar informaciones sobre la investigación, para fijar sede para los proyectos y becas, y para intercambiar experiencias, dudas y problemas. Asimismo, se puede obtener bibliografía especializada sobre cuestiones muy variadas, contactarse con investigadores y, por qué no, abrigarse y cobijarse de las inclemencias, cualquiera sea el origen de las mismas mientras se lee alguno de los 22 números de Información, cultura y sociedad. En todos los casos utilizados como ejemplo, para quienes deseen ampliar sus percepciones y conocimientos, descargar reglamentaciones, registrar fechas de vencimiento de presentaciones, podrán acceder a las páginas Web de las instituciones mencionadas.
Soy consciente de que uno de los objetivos permanentes de los departamentos académicos de los que dependen las carreras profesionales es el de promover la investigación en Bibliotecología como insumo imprescindible para ampliar las bases del conocimiento de nuestra disciplina en general y, en particular, de los modos y con los paradigmas dominantes en los que ese conocimiento se ha abordado y desarrollado en la Argentina, pero también lo soy respecto de que ya no se investiga más en el grado, que no tenemos postgrados escalonados para ir afianzando no solo la vocación, sino también el oficio, y que muy pocos se plantean el doctorado como un horizonte posible. Un ejemplo loable lo constituyen países donde se exige este tipo de formación como requisito indispensable para convertirse en profesor universitario y avanzar en la carrera académica, porque si los profesores no investigan los alumnos carecen de ese modelo ideal al cual aspirar y se renuncia a la producción de conocimientos propia, eligiéndose en su reemplazo la repetición de lo que otros afirman y sostienen, a veces con poco espíritu crítico y adhiriendo sin pensar demasiado a alguno de los vaivenes frívolos de nuestra disciplina.
Otro medio de incrementar la investigación en Bibliotecología es mediante el aumento de las dedicaciones a profesores y auxiliares docentes, pero muy pocas universidades y ningún instituto terciario no universitario lo han conseguido y, peor aun, muchas gestiones académicas ni siquiera se lo han planteado como una meta a seguir sin claudicaciones, porque tiene que ver con la universidad que queremos y con el perfil profesional que perseguimos.
Además, asumo que cuando los alumnos eligieron estudiar Bibliotecología, la mayoría ni siquiera sabía que se podía investigar en el área, por lo tanto, no fue un componente definitorio a la hora de optar por la carrera, tal como sucede con otras que se cursan en las universidades. Presupongo que cuando se hacen las campañas de reclutamiento de estudiantes, si es que se menciona, no se hace hincapié en ese aspecto sino, más bien, en las concretas salidas laborales en bibliotecas y centros de información y documentación.
Existen, pues, varios componentes que se combinan para ralentizar la producción de conocimientos en B/CI: bajas dedicaciones docentes a la investigación con la consiguiente baja de la producción científica; características de los ingresantes que busca captar la carrera, con perfiles investigadores muy difusos o casi inexistentes, con una marcada tendencia a diferenciarse poco de la oferta terciaria no universitaria; ausencia de postgrados escalonados; desmotivación, sencillamente por ni siquiera mencionarlo, respecto del doctorado.
A través de mi experiencia y tamizada por mi subjetividad, tengo la certeza de que esta situación no se remedia con acciones repentistas y aisladas, sino con una planificación a corto y mediano plazo, modificando discursos, emprendiendo acciones progresivas, asumiendo que la investigación es un reto ineludible que debemos enfrentar entre todos si queremos crecer en el respeto de nuestra sociedad, dado que se trata de uno de los elementos imprescindibles de una disciplina que, por su historia y su trayectoria, se ha ganado un lugar en la universidad argentina. Asumamos nuestras respectivas responsabilidades, cuidemos lo obtenido y no nos conformemos nunca con lo que tenemos. La Universidad no es un lugar por el que se pasa, es un lugar que nos pasa a todos.

Notas

1 Este editorial se basa en las Palabras de apertura pronunciadas en las Jornada de Difusión de la Investigación en Bibliotecología y Ciencia de la Información, organizadas por el Dep. de Bibliotecología y Ciencia de la Información, el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y la cátedra de Metodología de la Investigación, que tuvo lugar en Buenos Aires, el 1º de octubre de 2009.         [ Links ]

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