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Información, cultura y sociedad

On-line version ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  no.23 Ciudad Autónoma de Buenos Aires July/Dec. 2010

 

EDITORIAL

La cuestión bibliotecológica o "el factor humano"

The Library Question or "The Human Factor"

Alejandro E. Parada

Secretario de Redacción
Información, cultura y sociedad

El ejercicio profesional cotidiano, luego de más de dos décadas de la llegada del universo informático a las bibliotecas, sin duda, ha hecho de la Bibliotecología / Ciencia de la Información una disciplina completamente diferente a lo que era hasta entonces, en tal grado que, sin entrar en debates teóricos, es posible hablar de una nueva instancia curricular. Si bien esta afirmación se basa en la redundancia, pues la producción bibliográfica sobre dicha temática es abrumadora y de proporciones incontrolables, el hecho de reflexionar sobre algunas características del "nuevo episteme" que reconfigura a una disciplina constituye, inequívocamente, una necesidad que no debe eludirse.
El límite consabido de un Editorial no permite explayarse en profundidad sobre este tópico. No obstante, es posible insinuar algunos de ellos que, en un primer intento, podemos incluir en un género abierto: la "cuestión bibliotecaria en prospectiva". Nos referimos, puntualmente, a las problemáticas que podríamos denominar sistémicas, de gestión y humanas.
Ante todo, una aclaración previa: somos conscientes de que este Editorial no busca la complacencia de "lo políticamente correcto" del pensamiento bibliotecario. Pues, ¿qué sentido tiene aceptar lo que ya sabemos si no lo enriquecemos y lo renovamos desde otra articulación de nuestra forma de pensar? O en todo caso, ¿para qué sirve el ejercicio profesional si no es sometido a una constante relectura?
La cuestión sistémica es la base del orden y del posicionamiento bibliotecario. La información registrada sobre distintos soportes exige un topos determinado, una estructura taxonómica y una clasificación de los contenidos. Pensar una biblioteca fuera de esta dinámica sería, de hecho, imposible. Una biblioteca, en amplio sentido, escenifica el mundo de una geografía fuertemente topográfica. Un sistema que pretende ser autosuficiente y coherente en el momento de la búsqueda y la recuperación de la información.
No obstante, el orden existe en virtud de la presencia del "desorden", en ese juego dialéctico que se ha definido en los orígenes de la filosofía como una "puja o lucha de contrarios". El universo es un sistema en expansión, es decir, en infinita dispersión. Asimismo, la entropía constituye una pérdida de energía que lleva a un aniquilamiento similar a la fragmentación. Y el mundo moderno, a pesar de todos sus tipos de globalizaciones, es un inmenso ámbito en constante variedad de fragmentos. Internet es una prueba de ello: una galaxia cuya metáfora se asemeja a una oda a la fragmentación de la información.
La praxis diaria no es otra cosa que un proceso de ida y vuelta entre lo global y lo diverso, entre la unicidad y sus partículas. Las bibliotecas modernas deberían hacer un esfuerzo por expresar esta fragmentación porque, en sí misma, invoca una pluralidad de accesos, a pesar de los riesgos ideológicos de caer en una segmentación parcial o, en el peor de los casos, sectaria.
Acaso, pues nada es seguro, deberíamos tener una pequeña dosis heteróclita, una mirada herética o, al menos, desusada. Todas las bibliotecas, fundamentalmente las de acceso público, deberían poseer un sector asistemático, sin orden prefijado, ni indización alguna, donde los lectores puedan vivir la posibilidad de participar de la aventura bibliográfica de encontrar un libro al azar. Vagar, con libre arbitrio, alrededor de un territorio, impreso o virtual, librado al encuentro fortuito y a la anarquía. Un lugar donde la imaginación y  la lectura se centraran en fundar una cabecera de playa librada al gozo lector. Las bibliotecas deben tener su pequeño sitio huérfano del rigor topográfico, caro a los libres traslados furtivos de los lectores. Nos referimos a lo atópico como una constelación de confluencia entre las prácticas, las configuraciones y las representaciones.
Los buscadores de Internet son las herramientas que poseen estos lectores de lo azaroso en el momento de capturar los textos. La tarea del bibliotecario, en este marco, no solo debe sostenerse en su obsesión por el ordenamiento de la masa incontrolable de información (no de conocimiento) sino que, además, debe  hacer el esfuerzo de trascender esta "zona de sutura" para buscar "el orden/control dentro de lo fortuito". Un deber que para nosotros es un credo que avala la jerarquía, varias veces centenaria, de nuestra profesión y, por ende, un concepto sin claudicación alguna.
Pero debemos meditar las estrategias que son necesarias para instrumentar un camino en común entre la cultura impresa y  la virtual. Esto es el devenir de los textos en su relación con los hombres. No es una tarea vana ni un atentado contra nuestra profesión, el hecho de intentar crear dentro de nuestras bibliotecas una "sala de anarquía impresa y virtual".  Posiblemente para muchos colegas esto sea una blasfemia o un delirio. No obstante, por el contrario, considero que esto es trabajar por la creación y el deseo del lector. Pero si pensamos desde lo libertario, nuestra razón de ser se fundamenta en ayudar a construir los deseos desconocidos de los usuarios. Desde el fondo de la intimidad de nuestra historia, entonces, tenemos la oportunidad de llevar a cabo una relectura a contrapelo de nosotros mismos y rehacernos como trabajadores de la fantasía.
Ranganathan sostenía "que cada libro tiene su lector". Inauguremos, pues, un nuevo sector en las bibliotecas (reales y virtuales) dedicado a lo impredecible, a lo inesperado, en especial en las públicas, pues el usuario que ha ido a buscar un libro (ya sea real o en texto completo) en nuestra hermosa sección ordenada y se ha provisto de él, tal vez al pasar por esta "sala del desorden bibliotecario" se pueda hacer con un par de lecturas que jamás hubiera encarado en su vida. Y esto, no solo vale la pena, sino que, en definitiva, resulta un gran ejercicio de profesionalidad. Insistamos: muchas veces, luego de poseer toda la profesionalidad que debe tener una carrera, es fundamental "dar vuelta" lo sabido, para gestarlo desde otro ángulo antes dejado de lado o no tenido en cuenta. En este punto seamos osados y participemos de la heterodoxia.
La gestión bibliotecaria futura, entonces, se centra en desarrollar "un punto de vista profesional" que establezca la imbricación entre la información fractal del universo virtual y la instancia de bregar por su normalización y disciplinamiento. Nos referimos ahora a instrumentar una dialéctica de ida y vuelta entre este desorden y nuestras normativas bibliotecarias.
Pero todo esto desemboca y pone en escena un problema de vital trascendencia para nuestra profesión que será ineludible en un futuro próximo: "el factor humano bibliotecario".
¿Qué significa esta expresión? José Ortega y Gasset dice que la técnica es "la reacción enérgica contra la naturaleza", esto es, la imposición de una "sobrenaturaleza" sobre la circunstancia natural del hombre (1983: 324). Un mundo artificial que se deposita estratigráficamente sobre el universo natural. La informática, siguiendo este modelo, sería ya una "tercera naturaleza" en nuestro hábitat cotidiano. Esto implica un extrañamiento de lo primario, un alejamiento, gradual y progresivo, "del ser en estado original". La virtualidad desplaza el diálogo y la conversación cara a cara. Su principal consecuencia es la ausencia del espacio biológico en los procesos de comunicación.
Las bibliotecas y la instrumentación de sus servicios están estructuradas en un contexto de "presencia biológica". En ellas, el intercambio lector-bibliotecario es vital e inefable. Nuestro desafío, pues, en el devenir, se centrará en rescatar y apuntalar "el factor humano" en ese ámbito dominado por los lectores.
Sin embargo, debemos pensar que la "esfera del lector" se está desplazando del intramuros de la biblioteca a su extramuros. En este marco, sin duda, los desafíos se tornan múltiples y complejos. La gestión, posiblemente, se descentralizará a tal punto que es factible pensar en una "cogestión bibliotecario-usuario", y el carácter fragmentario de la información también exigirá "un control en línea" cuyas consecuencias finales todavía ignoramos.
Signados por la encrucijada de nuestra existencia profesional (¿o no-existencia?) y ante el impulso arrollador de las TIC, los bibliotecarios tendremos que reflexionar sobre la única alternativa que nos podrá unir más estrechamente con los otros-lectores: el desarrollo de nuevas formas desconocidas de relacionarnos con los usuarios, esto es, ampliar y enriquecer nuestra potencialidad de "factor humano".  Quizás, luego de tanta tecnología mecánica, electrónica y virtual, al girar, metafóricamente, la última página de nuestra razón de ser como profesionales, nos encontremos con que la clave de nuestra supervivencia se encontraba en el acto inaugural de sus inicios: el encuentro de nuestra mano con otra mano que desea leer.

Referencias bibliográficas

1. Ortega y Gasset, José. 1983. Meditación de la técnica. En su Obras completas. Tomo V. Madrid: Alianza Editorial, Revista de Occidente.         [ Links ]

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