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Información, cultura y sociedad

versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  no.27 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2012

 

EDITORIAL

 

Un género en construcción: el editorial bibliotecológico

A Genre Under Construction: The Librarianship Editorial

 

Alejandro E. Parada

Secretario de Redacción
Información, cultura y sociedad

 

No es la primera vez que los redactores de Información, cultura y sociedad: revista del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas se refieren, en forma reflexiva, a las características, tanto teóricas como prácticas, de la presentación escrita de la sección editorial de una publicación académica
(Romanos de Titatel, 2002).
En esta oportunidad, las nuevas realidades bibliotecarias argentina y latinoamericana, propician una aproximación conceptual en la cual se retomarán algunos ejes temáticos expresados con anterioridad pero, además, se incorporarán otros aspectos considerados de interés.
Ante todo, ¿cuáles son los ámbitos propios y peculiares de editorializar en una revista universitaria?
Su dimensión más notoria, en apariencia poco ortodoxa, se fundamenta, precisamente, en expresar y generar un marco de opinión que, en lo usual, no tiene inserción en la esfera de la producción de textos académicos. El editorial es, por definición, pura doxa, fuera de un episteme de normalización formal. Su discurso repara, en especial, en eludir la construcción erudita para fijar un texto de carácter ensayístico que, inequívocamente, se aproxima al discurso periodístico, a la urgencia de las demandas bibliotecológicas de la realidad, a la necesidad de fijar un punto de vista ante una problemática local o internacional y, por sobre todo, a la libre expresión de la escritura al margen de las requisitorias formales que ciñen la producción de los artículos especializados. El editorial, en esta instancia, requiere de espontaneidad, de desarticulaciones normativas, y de decisión en el momento de opinar sobre un tema candente o de interés particular para un conjunto de profesionales. De este modo, el editorializar se identifica con una textualidad cuya identidad se inserta como una cuña entre el ensayo y la contribución científica. No es el citado primero ni tampoco el segundo: su vocación, su razón de ser, se funda en no transformarse en ninguno de estos "géneros" de producción. Su identidad, se define, al parecer, en esta posición intermedia, a dos aguas, de cuña reflexiva en el mundo académico pero, fundamentalmente, con un aliento que lo hace independiente de dicho universo. La opinión del editorialista prima sobre los requisitos que hacen a la revista científica, en aras de dar cierto vuelo a la reflexión circunstancial; de ahí, pues, su carácter, en muchas ocasiones, efímero.
Esta es otra de sus demandas: la dimensión de la transitoriedad. El tema abre un amplio debate, pues si bien lo transitorio se impone en la mayoría de los editoriales, dicha condición puede permanecer más allá de lo eventual y trascender por su estructura teórica y discursiva. Empero, en lo esencial, estas producciones son respuestas articuladas en el ámbito de lo provisorio y que, por lo tanto, no aspiran a resolverse como conocimiento.
Su más lúcida herramienta potencial, en forma paradójica, radica en esa libertad de exponer la discusión de la actualidad a partir de una trayectoria móvil hacia el devenir. Hablamos de opinar sobre lo que sucede profesionalmente en la actualidad y de su vinculación disparada en lo mudable. Opinar sobre nuestra transitoriedad bibliotecológica. Opinar con todos los riegos que ello implica. Opinar sobre una realidad turgente y palpable que se manifiesta hoy, pero que mañana será extraña a los nuevos aconteceres.
Otra dimensión a tener en cuenta es la emotividad. El editorial embarga a la sensibilidad. La reflexión resignificada por la emoción no suele estar presente en el artículo científico que, en lo sustancial, requiere de un gran rigor racional. La emoción es algo que siempre debe de ser erradicada por los evaluadores que aceptan o rechazan una contribución destinada o no a su publicación. La sensibilidad fuera de la racionalidad es algo que los responsables de los editoriales no pueden permitir a sus colaboradores. Esto, sin duda, es algo correcto y lógico en la trasmisión del pensamiento científico y especializado. No obstante, en los pocos lugares académicos de generación de textos donde aún puede residir esta sensibilidad es, precisamente, en el editorial. Por supuesto, nos referimos a una emoción gobernada por la coherencia instrumental de las palabras.
Existen, por añadidura, otras facetas en la esfera de los editoriales. Una de ellas se proyecta en las representaciones políticas e ideológicas. El editorial permite, en especial en las Humanidades y en las Ciencias Sociales, un abordaje de opinión política que, de otro modo, quedaría fuera del contexto de un artículo científico o, al menos, recortado en su compleja densidad. Esto no quiere decir que no existan ni se puedan escribir contribuciones propias de las Ciencias Políticas en las revistas especializadas. Lo importante es puntualizar que el editorial es un terreno fértil para esta clase de conceptualizaciones ideológicas.
Las novedades tecnológicas, electrónicas y virtuales son otros de los temas sobre los que, con frecuencia, se editorializa. Son situaciones propicias desde todo punto de vista, pues las innovaciones en el registro y difusión de la información moderna plantean un punto de inflexión, tanto convergente como divergente, con la civilización impresa. Una zona de palpitante dinamismo donde se reformularán las nuevas prácticas y apropiaciones de la escritura y la lectura en el presente y en el futuro inmediato. La velocidad de los cambios dentro y fuera de las bibliotecas es de tal magnitud e impacto que, en muchas ocasiones, la imposición textual del editorial es una zona franca para discutir esas transformaciones fuera del tiempo académico. Las urgencias y las mutaciones entre lo impreso y lo virtual reclaman de opiniones y tendencias diversas. El editorial garantiza, entonces, la diversidad de voces dentro de la Bibliotecología / Ciencia de la Información.
Por otra parte, la estructura de opinión rápida y de marco reflexivo, impone la presencia de temáticas que, de una o de otra manera, suelen quedar fuera o no pertenecer a la incumbencia de las revistas universitarias. Nos referimos a los estudios de caso locales, a las experiencias específicas de bibliotecas insertas en lugares carenciados, a la implementación de programas electrónicos nacionales de libre acceso para gestionar ciertas bibliotecas especiales, a la identificación de los problemas de gestión bibliotecológica que inciden en un país tan heterogéneo como la Argentina, a los emprendimientos bibliotecarios para lograr la visibilidad de las provincias en un proyecto de Bibliotecología Federal, a los informes sobre los planes de lectura en pequeñas bibliotecas con carencias de todo tipo, a la largo y ancho de nuestra superficie territorial. En fin, el editorial, en este punto, constituye una puerta abierta a esas "menudas experiencias" que no alcanzan una concreción académica pero que son la pasión y la sal de la vida de nuestra profesión. No solo alcanza con la variedad, en consecuencia, sino que editorializar patentiza la pluralidad democrática de las experiencias bibliotecarias.
Pero entre los aportes más interesantes del "editorial bibliotecológico" es necesario señalar uno al cual los bibliotecarios suelen ser renuentes: nos referimos a la discusión y crítica profesional entre pares. Una disciplina se fundamenta a partir de la concienciación de la ciudadanía profesional. El hacer y el quehacer que se implementa merced al intercambio de pareceres y posiciones, indefectiblemente, podrá generar nuevos posicionamientos en un saber especializado. El debate, el enfrentarse críticamente, el sostener posturas disímiles, el escenario de las divergencias, en todas las disciplinas de las Humanidades y Ciencias Sociales, y en especial en la Bibliotecología cuya materia prima es la información y el conocimiento, resultan fundamentales e inevitables para lograr nuestro continuo crecimiento disciplinar.
Además, el editorial de una revista especializada en el universo de las bibliotecas, es uno y múltiple a la vez. Es el árbol y el bosque al unísono. Expresa, por un lado, la orientación bibliotecaria, en general, del Comité de Redacción de cualquier publicación y, también, el pensamiento de una gran masa de profesionales ante un problema específico en un momento determinado. Sin embargo, la esencia de "relato bibliotecológico" se resuelve en la personalidad de quien aborda su redacción. Esta sutil presencia de "lo uno y lo propio", en imbricación con "la mirada del otro y su alteridad", reconfigura este "género menor" dentro del ámbito de las nuevas representaciones de la escritura académica, en tanto género o subgénero de textos cruzados.
El editorial, en su aparente modestia, emerge, entonces, como un intercambio entre las ideas individuales y las miradas colectivas. Este no es un punto menor en una disciplina que aspirar a tener presencia y peso expositivo dentro de la extraordinaria variedad de competitividad de los saberes actuales.
Pensar lo propio, con sus experiencias, con las sugerencias y correcciones que brindan los errores, en lo mediato e inmediato, es otra de las dimensiones del editorial. Su particularidad radica en la controversia que lo transforma en un texto proclive al error, pero esencialmente directo y llano, pues su devenir apela a la necesidad, a la argumentación de las problemáticas del día a día, y a las opiniones que se expresan en la vívida demanda de establecer un juicio o una respuesta provisional.
Hay, además, otros márgenes insospechados en el "editorial bibliotecológico": la manifestación del espacio teórico y la presencia de las referencias filosóficas. La literatura bibliotecaria argentina carece de un corpus de teoría y de bases epistemológicas mínimas acerca del ejercicio de la profesión. Indudablemente, el papel y la funcionalidad final del editorial escapan a la densidad de estos requerimientos filosóficos que implican, de hecho, ensayos de largo aliento. No obstante la ausencia de este rigor propio de todo episteme, en muchas oportunidades, es en la esfera de los editoriales donde se suelen plantear algunas cuestiones de índole teórica que, a la larga, pueden servir como puntos de partida o como elementos disparadores para acometer los nuevos desafíos de nuestra Bibliotecología.
También la cuestión del tópico editorial puede resumirse desde la perspectiva filológica. Pues, ¿en qué consiste, en definitiva, escribir un editorial? Consiste en adentrarse, en este caso particular, en una disciplina como la Bibliotecología, con el ánimo de valorar, enjuiciar, juzgar, evaluar, calificar, considerar, apreciar, sugerir, declarar, manifestar, conjeturar, meditar, pensar y, por sobre todo, expresar y sentir las formas materiales y cognitivas que hacen a una disciplina curricular en su pleno ejercicio.
El tema no se agota en esta primera aproximación. Ni se pretende abordar la abundante literatura que estudia las formas de editorializar. Este editorial sobre editoriales, sin ser una redundancia, es una visión desde la experiencia argentina; un aprendizaje signado por sucesivos editoriales desde la aparición de Información, cultura y sociedad en el año 1999. Constituye, en definitiva, un conjunto de prácticas arduamente asimiladas y trasmitidas a los lectores.
Este texto no pretende recopilar la totalidad de lo que representa el tópico, pero sí visualizar algunas de las características del editorial: la capacidad para concebir un lugar de opinión y debate, la independencia en la expresión y en la concepción estilista, la transitoriedad de las ideas expuestas, la construcción de los discursos fuera del rigor de las normativas que pautan las publicaciones científicas, la emotividad y sensibilidad en el momento de imponer lo escrito, la osadía de retornar a pensar las bibliotecas entre los posicionamientos políticos y de movilidad social, la vocación multidisciplinar para hacerse escuchar en la arena de las Humanidades y Ciencias Sociales, la divulgación de la innovaciones electrónicas y virtuales en el universo de las bibliotecas, la pluralidad para expresar nuestra diversidad bibliotecológica, las dimensiones locales y universales, la instrumentación de "una ciudadanía de conciencia profesional" a través del ejercicio del espíritu crítico y comparativo, la integración de "lo uno" con el apoyo de la otredad, el aporte del pensamiento teórico y filosófico. Y un último mandamiento existencial: la misión de enlazar las nuevas tecnologías con nuestra humanidad a través del diálogo, en un intento de rescatar el antiguo humanismo profesional del cual somos herederos.
En este marco de apropiaciones conceptuales es necesario preguntarse sobre la importancia de ejercer, en forma sistemática y sostenida, esta herramienta de opinión y de discusión entre nosotros. Es así como el "editorial bibliotecológico", desde su propia vitalidad y creación personalísima, puede transformarse en un género en construcción, en una de las formas sutiles de escribir sobre la Bibliotecología.

Referencias bibliográficas

Romanos de Tiratel, Susana. 2002. El editorial: una opinión desde la trastienda. En Información, cultura y sociedad. No. 7, 5-8. [Reimpresión en: Cuando opinar se convierte en un ejercicio profesional: 17 editoriales de Información, cultura y sociedad. 2007. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 172 p.         [ Links ]].

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