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Información, cultura y sociedad

versión impresa ISSN 1514-8327versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  no.36 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2017

 

ARTÍCULOS

La colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952). Ampliación del público lector y fortalecimiento del campo editorial colombianos

The collection of the “Biblioteca Popular de Cultura Colombiana” (1942-1952): Extension of the reading public and strengthening of the Colombian publishing field

 

Paula Andrea Marín Colorado 

Instituto Caro y Cuervo, Colombia / paulanmc@gmail.com

Artículo recibido: 14-11-2016
Aceptado:
17-04-2017

 


Resumen

Este artículo presenta los resultados de investigación sobre el proyecto editorial dirigido por Germán Arciniegas cuando fue ministro de Educación de Colombia: la colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Tal proyecto manifiesta algunas de las líneas editoriales que siguieron las ediciones oficiales en Colombia durante la primera mitad del siglo XX, así como también la manera en la que su editor configuró sus lectores y sostuvo la idea de ampliar el mercado para el libro colombiano. De esta forma, este proyecto editorial contribuyó a la modernización de la industria editorial colombiana, en un momento de transición hacia la profesionalización-especialización del oficio de editor y de escritor en Colombia, y de aumento del público lector.

Palabras clave: Industria editorial colombiana; Derecho de autor; Habitos de lectura

Abstract

The current article presents the research results about the publishing project led by Germán Arciniegas, when he was Minister of Education of Colombia: The collection of the “Biblioteca Popular de Cultura Colombiana”. This project shows some editorial trends of the official edition in Colombia during the first half of the twentieth century as well as the way in which the editor configured his readers and supported the idea of expanding the market for Colombian book. In this way, this project contributed to the modernization of the Colombian publishing industry, at a time of transition towards the professionalization-specialization of the function of editors and writers in Colombia, and of an increase of the reading public.

Keywords: Colombian publishing industry; Reading habits; Copyright


 

Introducción1

Al hablar sobre historia de la edición y de la lectura en Colombia, Germán Arciniegas (Bogotá, 1900-1999) actúa como pieza clave dentro de ellas. Desde sus 16 años, su vida estuvo ligada al mundo del impreso, siendo el fundador de dos publicaciones periódicas entre 1916 y 1917: Año Quinto y Voz de la Juventud. Desde esa temprana edad y, especialmente, desde 1921, cuando funda y dirige la revista Universidad, en su primera época (1921-1922), su nombre se convierte en representante de los intereses de los estudiantes colombianos y latinoamericanos; luego, a estos intereses se suma uno que lo convertirá en vocero de la cultura latinoamericana: el “americanismo”, eje de sus 36 libros publicados en vida, de su acción como agente cultural y de su papel como uno de los nodos principales de las redes intelectuales en Latinoamérica, durante la primera mitad del siglo XX.

Entre la primera y segunda época (1927-1929) de Universidad, y cuando aún la vida profesional de Arciniegas estaba anclada completamente al ámbito intelectual colombiano, funda su casa editorial Ediciones Colombia. Desde la década de 1930, la acción intelectual de Arciniegas se despliega desde Estados Unidos, Europa, Argentina y Colombia, desempeñándose como profesor, periodista, diplomático y escritor. En 1941, Arciniegas es llamado por el presidente Eduardo Santos para ocupar el cargo de ministro de Educación; en 1945, este nombramiento se repite, por invitación del presidente Alberto Lleras Camargo. Son estos años en los que Arciniegas dará forma a la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (BPCC). De Ediciones Colombia a la BPCC encontramos la transición de un intelectual que ha buscado ser un escritor profesional y lo ha conseguido, y que, a través de esta profesionalización, ha contribuido a profesionalizar también el oficio de editor y a la especialización de la edición colombiana.

Arciniegas asume el cargo de ministro de Educación (para los gobiernos de la República Liberal: 1930-1946), cuando el liberalismo vuelve a asumir el poder político en el país, tras el período de la Regeneración y de la Hegemonía Conservadora (1886-1930). Dos de las campañas más importantes de los gobiernos liberales de esta época fueron la ampliación de la cobertura educativa y el incremento de las tasas de alfabetización. Lo anterior no quiere decir que en los años precedentes no se hubiese hecho adelantos en estos aspectos, pero, entre 1930 y 1946, el aumento en el presupuesto para el funcionamiento del Ministerio de Educación resultó clave en la ejecución de estas campañas, pese a que este aumento no haya sido suficiente para cumplir con todas las metas propuestas. La atención a la cobertura educativa y a las campañas de alfabetización estuvo acompañada por lo que se podría resumir como un proyecto para hacer del libro un objeto cotidiano entre las “masas populares”. Dicho proyecto se concentró en la creación de las Bibliotecas Aldeanas y de las Misiones Culturales, desde 1934, y tuvo entre sus resultados más importantes el incremento del autodidactismo y la búsqueda del lector por fuera del espacio oficial de la biblioteca (Silva, 2012: 63, 143). Durante este período también se introducirán los mayores cambios acerca del reconocimiento y pago de los derechos de autor en la primera mitad del siglo XX en Colombia. Arciniegas será, pues, uno de los artífices de estas transformaciones en el ámbito social y cultural colombianos, cuando asuma la ejecución del proyecto de la BPCC.

La Biblioteca Popular de Cultura Colombiana como proyecto editorial

La publicación de los 161 volúmenes de la BPCC constituye un hito dentro de la historia de la edición en Colombia por tres motivos principales: 1) Porque transformó la percepción de las ediciones oficiales y, en general, del libro como objeto. 2) Porque demuestra cómo la acción del Estado es imprescindible para la consolidación de un campo editorial. 3) Porque contribuyó a concretar el proyecto de popularización de la cultura, impulsado por los intelectuales que hicieron parte de los gobiernos de la República Liberal. La acción de Germán Arciniegas como ministro de Educación (1941-1942, 1945-1946) fue indispensable dentro del diseño y ejecución de la BPCC, y refleja la experiencia que había adquirido como escritor profesional2.

Al llegar por primera vez al Ministerio de Educación y encontrarse “sin presupuesto ni partidas”, Arciniegas decide acabar con todas las publicaciones oficiales –“que eran muchas y malas”– para constituir el Fondo Rotatorio de Publicaciones, gracias al que la BPCC podrá sostenerse económicamente (Cacua Prada, 1999: 330). Para 1946, el intelectual bogotano alcanza a dejar impresos 110 volúmenes de la BPCC (once series) y otros veinte en prensa. Cuando ocurre el cambio de los gobiernos liberales a, nuevamente, los conservadores (1946), la dirección de la BPCC pasa a manos del poeta Rafael Maya, quien también era el director de la revista Bolívar (publicación oficial que había reemplazado la Revista de las Indias).

Entre 1946 y 1950, no se pone en circulación ningún volumen de la BPCC y es solo hasta este último año que se reactiva el proyecto de esta colección y se publica el resto de volúmenes que había dejado preparados Arciniegas (serie doce). Entre 1951 y 1952, se publican los últimos títulos de la BPCC: la última serie preparada por Arciniegas y 31 títulos más (productos del criterio de selección de Rafael Maya); precisamente, este año marcará el inicio de una nueva colección oficial: la Biblioteca de Autores Colombianos, que se puede entender como una respuesta a la BPCC, elaborada con un criterio de selección más conservador, en relación con las tradiciones literaria e histórica colombianas (Anexo. Tabla 1. Colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana).

Tres características se pueden mencionar como las mayores innovaciones que introdujo la BPCC, dentro del panorama de las ediciones oficiales en el país: 1) Los libros fueron vendidos. 2) Su tamaño y diseño los acercaba más al concepto de edición comercial. 3) La intención de los prólogos y notas actualizaba la lectura de textos clásicos. Arciniegas pensaba que “los libros que se distribuyen gratuitamente no se leen con el cuidado e interés con que se leen los que se compran” (Ministerio de Educación Nacional, 1946: xlviii-xlix) y, por esta razón, propuso que los libros de la BPCC no se regalaran –como solía hacerse con las ediciones oficiales–, sino que se vendieran a un precio económico ($1) –casi equivalente al precio de costo–, tanto en las oficinas del Ministerio de Educación como en librerías (la Librería Colombiana, específicamente), con una comisión para los libreros que estuvo entre el 10 y el 30% del valor de los libros (entre 1942 y 1946) (Arciniegas, 1942aArciniegas, 1946a).

La intención de Arciniegas era que el dinero que se recolectara se debía invertir completamente en la edición de nuevas publicaciones. Para el intelectual bogotano, esta era la única manera de hacer viable el proyecto de la BPCC, sobre todo, pensando en que él no estaría todo el tiempo al frente de la publicación de los volúmenes y que el Fondo Rotatorio sería, entonces, la manera de asegurar dicha publicación y las siguientes que hiciera el Ministerio. Había sido el proyecto del Fondo de Cultura Económica de México el que había inspirado a Arciniegas (Ministerio de Educación Nacional, 1946: xlviii-xlix); además, la BPCC, entraba en consonancia con proyectos similares que se estaban desarrollando en Latinoamérica: Biblioteca de Cultura Peruana, Cuadernos de Cultura (Cuba), publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Biblioteca Boliviana (Arciniegas, s.f.).

Todo parece indicar que las decisiones administrativas de Arciniegas funcionaron: las publicaciones periódicas de la época destacan el éxito de ventas de la BPCC; específicamente, la Revista de las Indias señala cómo estos volúmenes estaban entre los preferidos de los compradores en las Ferias del Libro (realizadas desde 1936 y durante toda la República Liberal) ( La nueva..., 1943: 276). Por otra parte, en una carta dirigida a Germán Arciniegas, Baldomero Sanín Cano escribe: “El librero de la esquina [en Popayán] me dice que la colección ha tenido buena acogida […]. La ocasión es precisa para vender libros colombianos” (Sanín Cano, 1942). Es necesario retomar este elemento señalado por Sanín Cano acerca de la buena ocasión para la venta de libros nacionales. Tanto la Guerra Civil Española como la Segunda Guerra Mundial habían producido una alteración en los procesos de circulación de impresos en Latinoamérica, pues gran parte de los libros que llegaban aquí, hasta entonces, provenían de Europa. A partir de 1936 y, sobre todo, desde 1939, la importación de libros españoles, franceses e ingleses decae (así como la de insumos para empresas de artes gráficas) y esto ocasiona dos fenómenos paralelos: el aumento en la producción de libros nacionales y de insumos nacionales, y el aprovechamiento de Estados Unidos para penetrar más asiduamente en el mercado editorial latinoamericano.

Los lectores de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana

En el éxito de la BPCC se debe mencionar, además, el interés permanente de los lectores por conocer la historia y la literatura del país. Este es un rasgo perceptible, por ejemplo, en el Censo Intelectual elaborado por Daniel Samper Ortega como director de la BNC, en 1933, en el que, entre los libros más solicitados, aparecen los de las dos materias mencionadas (Biblioteca Nacional de Colombia (BNC). Fondo Aldeano, s.f.); asimismo, entre los libros que figuran como desaparecidos en los inventarios de las Bibliotecas Aldeanas (proyecto de la República Liberal, iniciado en 1934, encabezado por Luis López de Mesa, como ministro de Educación, y por Daniel Samper Ortega), aparecen aquellos sobre historia y literatura colombianas (Silva, 2000). Por último, cabe mencionar que el registro de lectores enviado a la BNC desde las distintas Bibliotecas Aldeanas del país también constata esta preferencia lectora entre los colombianos, con un promedio mensual de 430 a 550 solicitudes de obras de literatura e historia (Ministerio de Educación Nacional, 1946: 91Biblioteca Nacional de Colombia (BNC). Fondo Bibliográfico, 1948).

Había pues, una curiosidad y un gusto entre el público lector colombiano por conocer la historia y la literatura del país. Los libros de estos temas funcionaban como una forma de “producción de conexiones reales y simbólicas entre los miembros de una sociedad y entre el conjunto y el Estado” (Silva, 2012: 94), una manera de sentirse parte de un territorio y de una historia común. Además, esta preferencia lectora se enclavaba en la tradición decimonónica que basó la construcción de una idea de nación y la fundación simbólica de la República en los textos de historia y de literatura nacionales, buscando en estos “textos del origen” los “elementos […] cohesivos de la cultura nacional” (Degiovanni, 2005: 4). De esta manera, es relativamente fácil comprender que el éxito de la BPCC se debió no solo a las decisiones editoriales y administrativas de Arciniegas, sino también al estado del ámbito editorial colombiano, latinoamericano y mundial, y a la existencia de una demanda lectora que se había alimentado desde hacía un siglo.

Dentro de este éxito, es también necesario resaltar las decisiones de Arciniegas y de su equipo de colaboradores acerca del diseño de los libros que se publicarían. La mejor descripción de este diseño la encontramos en una nota escrita por H. T. (¿Hernando Téllez?)3 y publicada en la Revista de las Indias:

En ediciones decorosas y sencillas, hechas con buen gusto, fáciles, manuables, ajenas por completo al detestable sello oficial de los libros editados por el gobierno, que solamente hasta ahora están perdiendo ese aspecto exterior, pobretón y sumario, de informes de ministro o secretario, empezarán a circular estos volúmenes, de cubiertas alegres […], de precio cómodo, que podrán viajar en el bolsillo del lector. […] Libros así […] y no mamotretos. (H. T., 1942: 404-405).


Imagen 1 Sobrecubiertas de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana
Fuente: Ejemplares de la BPCC exhibidos en la Librería Mundial (Bogotá).

Esas “cubiertas alegres” eran, en realidad, unas sobrecubiertas que hoy no es posible apreciar en ninguno de los libros que se conservan de esta colección en las dos bibliotecas más importantes del país: la BNC y la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA). Se trataba de unas “fundas” (sobrepuestas a las carátulas de los libros) con ilustraciones (grabados a una tinta): una de las caras mostraba las tradiciones populares colombianas (del campo); la otra resumía la historia del país, desde la Conquista y hasta el siglo XIX. En las solapas aparecía un resumen del volumen y el listado de los volúmenes y series publicadas de la BPCC. Este era el detalle que distanciaba esta colección del diseño de las ediciones oficiales (que la carátula de los libros de la BPCC sí mantiene). Las sobrecubiertas buscaban establecer una relación más cercana con el lector, a partir de la presencia de elementos familiares para él, aunque el contenido de los libros, la mayoría de las veces, no manifestara esa misma familiaridad.

De aquí se deriva que quizá uno de los mayores aportes de la BPCC a la consolidación de un capitalismo editorial4 haya sido la familiarización de un nuevo público lector con el libro como objeto. Su precio asequible, su diseño atractivo y su formato cómodo (19x13 cm) –aunque no tan cómodo como para poder, realmente, llevarlo en el bolsillo– acercaron el libro a un público para el que no era un objeto cotidiano y que no solía tener bibliotecas en sus casas. El libro “mamotreto” empezaba a quedar como un objeto del pasado, asociado con la lectura como erudición y distinción social, y empezaba a imponerse cada vez más este concepto de libro “manuable” (luego del importante antecedente que constituyó la Biblioteca Popular de Jorge Roa, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, y la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana, en la década de 1930), que no solo permitía la familiarización con el objeto libro y la conformación de pequeñas bibliotecas en los hogares que hasta entonces no las tenían ni creían que podían tenerlas, sino que también afianzaba un concepto de lectura asociado con lo comercial, el entretenimiento y, sobre todo, la popularización de los saberes.

No podemos saber cómo se leyeron esos libros o si los lectores, tras adquirirlos y empezar a leerlos pudieron o quisieron terminar su lectura. Los títulos publicados no parecían ser muy atractivos para un lector contemporáneo –según los ojos de un lector de hoy–, así como tampoco lo era el número de páginas de cada libro (entre 300 y 500), pero si recordamos el gusto que había en la época por conocer acerca del país, de su literatura y de su historia, y el hecho de que la lectura era uno de los pasatiempos más comunes y legitimados en la época, no podemos desechar del todo la idea de que tanto por su aspecto material como por sus contenidos, los libros de la BPCC lograron llegar a un nuevo público lector que deseaba sentirse –por fin– parte de una nación. Renán Silva explica cómo los gobiernos de la República Liberal construyeron un tipo de relación entre el Estado y el pueblo que había sido antes inexistente (Silva, 2012: 25); en esta relación, el pueblo se sentía incluido, por primera vez, de manera más concreta, en los proyectos del Estado –esto pese a las omisiones y desaciertos que hubo en ese proyecto de la República Liberal, y que han sido profusamente analizados por Renán Silva–. La publicación de estos libros –así como los de la Selección Samper Ortega, casi una década antes– y las demás acciones culturales (apertura de bibliotecas, ampliación de la cobertura escolar, conciertos, publicaciones periódicas, conferencias, proyecciones cinematográficas, obras de teatro, programas de radio) ayudaron a definir esta nueva relación, aunque no sea posible medir con exactitud los modos y los grados en los que se produjo.

A pesar de la consonancia entre la BPCC y otras iniciativas similares en Latinoamérica, se puede afirmar que la colección colombiana tuvo más relación con el tipo de “Bibliotecas Populares” que se publicaron a finales del siglo XIX en esta parte del continente. Específicamente, para el caso argentino, Sergio Pastormelo explica la función que tuvo la Biblioteca Popular en esa época: “Acercar la cultura letrada a las clases populares y estimular a los escritores nacionales. El material publicado no buscaba ajustarse al gusto del nuevo público; esperaba […] una adecuación (‘elevación’) del público al material de lectura ofrecido” (Pastormelo, 2014: 14). Pese a los esfuerzos que hizo Arciniegas para actualizar la lectura de textos coloniales o decimonónicos para los lectores contemporáneos, a través de los prólogos y de las notas finales de algunos de los libros de la BPCC, lo cierto es que la elección de los títulos sugiere esta búsqueda de “elevación” del público lector a las lecturas ofrecidas y nunca al contrario. Este sentido de “elevación” cultural siempre estuvo presente en las políticas culturales de los gobiernos de la República Liberal y obedece a la dicotomía entre “alta cultura” y “cultura popular” vigente y aceptada como una pareja “natural” en la época (Silva, 2012: 63) –aunque también ahora, pese a que los mecanismos de “distinción” social y cultural hayan cambiado y sean cada vez más sutiles–.

En este sentido, se puede afirmar que la BPCC tuvo dos características que la relacionan más con la función de la Biblioteca Popular decimonónica: acercar la cultura letrada a las clases populares y continuar con la misión de servir de fundamento a la construcción de un proyecto de nación, pues la mayoría de los títulos publicados pertenecen a la historia y, en segundo lugar, a la literatura. El encargo de Arciniegas de traducir y reeditar títulos (que hablaran sobre Colombia), que hasta ese momento solo se habían publicado en idioma extranjero o solo en ediciones extranjeras, también ratifican lo anterior: la localización de textos fundacionales que continuaran con la tarea de legitimar la República y la nacionalidad colombianas (aunque omitiendo todo el pasado indígena, antes de la Conquista). Esto no impide, sin embargo, reconocer el esfuerzo editorial de Arciniegas y del Estado en la publicación de esos libros traducidos e impresos en Colombia por primera vez.


Imagen 2. Carátula de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana.
Fuente: Ejemplares de la BPCC exhibidos en la Librería Mundial (Bogotá).

Tabla 2 Biblioteca Popular de Cultura Colombiana por tema.

Datos elaborados por la autora con base en la información de los libros de la BPCC.

Por obvias razones y pese a su ánimo comercial, se puede entender por qué la BPCC no pudo desligarse de sus funciones como colección oficial del gobierno colombiano: preservar y legitimar las tradiciones histórica y literaria del país, reiterando concepciones tales como la preponderancia de la cultura hispánica, la validación del costumbrismo como la “escuela nacional” literaria por excelencia y la preferencia por los autores ya consagrados (y fallecidos hacía mucho tiempo); solo el 11% de los volúmenes de la BPCC (18 títulos) son de autoría de escritores contemporáneos (o recién fallecidos).

Al parecer, la BPCC impulsó otras colecciones similares en las regiones del país, publicadas entre 1946 y 1949: Biblioteca de Autores Caldenses, Biblioteca de Escritores Costeños, Biblioteca de Autores Antioqueños, Biblioteca de Autores Nortesantandereanos, Biblioteca de Autores Nariñenses y Biblioteca de Autores Caucanos5. Esta situación indica dos de los aspectos del funcionamiento del campo intelectual colombiano: el primero, la búsqueda de diferenciación de las regiones frente a una tradición literaria e histórica colombianas, impulsada y desarrollada desde el centro de país (específicamente, desde Bogotá) que, por lo general, omite los fenómenos históricos y literarios de las regiones; y el segundo, la falta de consolidación de procesos de identificación entre las regiones del país y, por ende, las dificultades para concretar proyectos de Estado a nivel nacional, pese a esfuerzos como la BPCC.

Arciniegas y el fortalecimiento de la producción bibliográfica nacional

El aporte sí innegable de la BPCC es que fue fundamental en el proceso de emergencia de un campo editorial en el país, por las particularidades de su edición. En una carta de Arciniegas dirigida a la Imprenta López, de Buenos Aires, el intelectual bogotano rechaza el ofrecimiento de esta empresa gráfica para imprimir los volúmenes de la BPCC y propone que, si bien desea que las ediciones para consumo interno se editen en Colombia, podrían hacer un contrato para que se imprimieran en Buenos Aires las que se distribuirían en el exterior (Arciniegas, 1942b). Este convencimiento de Arciniegas de hacer todo el proceso de edición en Colombia obedece a una búsqueda de afianzamiento de esta industria en el país, pese a las limitaciones técnicas que había aún y que quedan demostradas en el hecho de que hubiese sido necesario acudir a la contratación de varias imprentas y editoriales para completar la publicación de los 2000 ejemplares (en promedio) de cada uno de los 161 títulos de la BPCC. Además de la Imprenta Nacional y de las Prensas de la Biblioteca Nacional, fue necesario contratar los servicios de empresas gráficas como Kelly, A.B.C., Instituto Gráfico Ltda., Minerva, Centro e Iqueima. La cantidad de ejemplares impresos y el hecho de saber que eran distribuidos de manera comercial también indican que en esta época hay una ampliación del mercado editorial y del público lector.

Por otra parte, inicialmente, Arciniegas deseaba enviar parte de estos ejemplares al exterior para su venta y hay cartas que demuestran que hubo contratos e intenciones de ellos con el Fondo de Cultura Económica, con Autorjus y con Losada para llevar a cabo esta empresa (Arciniegas, 1942cArciniegas, 1942d); sin embargo, también se debe tener en cuenta que, al mismo tiempo que la Segunda Guerra Mundial perjudicó la exportación de libros europeos hacia Latinoamérica, también afectó el intercambio de mercancías entre los países latinoamericanos, pues escaseaban los barcos para transportarlas (Arciniegas, 1942e). Esto menoscabó el objetivo de Arciniegas de conseguir una distribución más amplia para los libros colombianos, pero, paralelamente también ayudó a afianzar aún más la necesidad de impulsar la edición y circulación de impresos nacionales.

Por último, pero no menos importante dentro de este proceso de emergencia de un campo editorial en el país, se debe mencionar el enorme avance que significó el pago de los derechos de propiedad intelectual de las ediciones de la BPCC (en la mayoría de los casos, para los escritores vivos, y en aquellos en los que fue posible identificar a los herederos de los ya fallecidos), para el desarrollo de la profesionalización del escritor en el país, como lo demuestran tanto la correspondencia de Germán Arciniegas como ministro de Educación, como los contratos publicados en el Diario Oficial. Según estas fuentes, se pagaban aproximadamente $0.20 por cada ejemplar publicado y, además, se entregaban ejemplares al autor como parte de ese mismo pago (Arciniegas, 1945Sobre venta..., 1946: 26). Si bien las ediciones oficiales siempre habían sido una posibilidad para los escritores de recibir un pago efectivo por sus creaciones (sobre todo por las de textos escolares), es posible ver durante estos años de la República Liberal un aumento en la reglamentación y realización de contratos entre el Estado y los autores; esta situación constituye un hito dentro de la historia de los derechos de autor en el país, sobre todo, tratándose de textos que no estaban destinados únicamente a las escuelas, sino que habían sido pensados para circular como ediciones comerciales.

Los anteriores hechos demuestran la importancia de la acción del Estado en la emergencia y consolidación del campo editorial. Desde 1825, cuando el Estado adquirió su propia imprenta, se convirtió en el mayor impulsor de la producción nacional de impresos. Lo que pasaba por la imprenta adquiría una nueva legitimidad que no tenía el manuscrito y esa legitimidad empezó a ser cada vez más necesaria en la construcción de la República. Las publicaciones oficiales contribuyeron a consolidar el circuito de industrias de artes gráficas en el país, ya sea porque el Estado demandaba sus servicios o porque el uso y la función que le daba a los impresos empezaron a ser extensivos en otros ámbitos de la vida pública del país (la educación, la opinión pública) (Murillo Sandoval, 2017). A pesar de que, en un primer momento, este papel del Estado pueda ser visto como un obstáculo a la autonomía con la que puede funcionar el campo editorial, lo cierto es, como lo explica Renán Silva, que “la débil conformación del campo intelectual [colombiano] es subsidiaria de la inexistencia de un sistema fuerte de instituciones culturales (públicas y privadas) que encuentren en el Estado una palanca de apoyo que asegure su vitalidad y permanencia” (Silva, 2012: 31).

Esta debilidad del campo intelectual colombiano se traslada a la del campo editorial. Por eso es necesario, entonces, asegurar primero esta “palanca de apoyo” sobre la cual podrá funcionar luego un campo editorial que actúe de acuerdo con sus propias reglas. La BPCC es un ejemplo de ello; al impulsar la edición de libros nacionales y de autores nacionales, el reconocimiento y pago de los derechos de autor, una forma de edición basada en la necesidad de crear el hábito de la adquisición de libros y de ampliar la circulación de los impresos, esta colección del Ministerio de Educación contribuyó a la emergencia de un campo editorial en el país. Lastimosamente, los gobiernos conservadores siguientes no dieron continuidad al funcionamiento del Fondo Rotatorio de Publicaciones y se volvió a la práctica de poner a circular los libros oficiales de manera gratuita y de restringir sus canales de adquisición y de distribución.

Pese a ello y como siempre sucede, los retrocesos no obliteran del todo los avances realizados y estos continúan su curso. La popularización de la cultura es una acción que ha continuado hasta nuestros días, de manera cada vez más acelerada, aunque las formas de distinción social y cultural sean también cada vez más elaboradas, sutiles y efectivas. El impulso que dieron las políticas culturales, llevadas a cabo por los intelectuales de la República Liberal (desde la Sección de Cultura Popular y a través de las campañas de Extensión Cultural), para pasar de una “cultura aristocrática” a una “cultura [más] democrática” (Peña, 1945: 426-427), fue fundamental en la transformación de una idea exclusivista y discriminatoria de “cultura” y, junto con ella, de una concepción del libro como un objeto que solo podía estar en manos de eruditos, intelectuales y quienes tuvieran suficiente dinero para entrar en una librería para comprarlo y una biblioteca en casa para exhibirlo.

No se puede afirmar, pues, que la BPCC, haya sido realmente “popular”, pues su intención no fue hacer una colección que recogiera los saberes “populares” o las lecturas “populares”, sino “popularizar” –en el sentido de ampliar la recepción– la tradición letrada del país (sin hacer modificación alguna de sus contenidos), asegurando “que en forma elemental siquiera están gozando de los beneficios de la vida estética todos los grupos sociales” (Ministerio de Educación Nacional, 1946: 260), tal como fue el objetivo de todas las campañas de la Sección de Extensión Cultural del Ministerio de Educación. El mismo Arciniegas lo reconocía así en una carta a Baldomero Sanín Cano, cuando recién comenzaba la publicación de la BPCC: “Tengo la esperanza de que con el tiempo estas ediciones puedan servir de base a una pequeña biblioteca popular, como lo indica su nombre […]. Ya es tiempo de ir pensando en algunos libros de ahora. Mucho le agradecería que me hiciera algunas sugestiones” (Arciniegas, 1942f). Esta cita demuestra, pues, que el nombre de la BPCC fue más una intención que una realidad, y que con la inclusión de autores contemporáneos, el intelectual bogotano buscó una “popularización” más efectiva de los volúmenes.

Germán Arciniegas fue consciente de las limitaciones de su proyecto, que fueron las mismas de la mayoría de los proyectos culturales de la República Liberal; esto no disminuye la importancia de la BPCC ni sus contribuciones al desarrollo de la industria editorial en el país y a la ampliación del público lector, pero sí permite ver las contradicciones y dificultades propias de todo proceso de popularización de la cultura y de la lectura: ¿Cómo conciliar los intereses y las necesidades de todos los grupos sociales para que se sientan incluidos en un proyecto nacional? A pesar de que los intelectuales de la República Liberal se mantuvieron dentro de dicotomías restrictivas que asociaron la cultura popular con el folclor (que debía ser reconocido e impulsado por la cultura letrada) y la cultura letrada con el “buen gusto” (que podía ser adquirido por el pueblo) (Silva, 2012: 25), los ejercicios de reconocimiento de un “arte popular”, de las artesanías, de las tradiciones populares, como parte de la cultura del país e, incluso, como base de la cultura letrada (Brugés Carmona, 1946: 135), así como las campañas de “desanalfabetización”, produjeron una renovación cultural y social hasta entonces desconocida en la historia del país. Es en el marco de esta renovación que se puede ubicar y se pudo ejecutar el proyecto de la BPCC.

Conclusiones

A pesar de sus reticencias a aceptar puestos oficiales, pues, según él, menguaban sus capacidades como escritor y eran cargos que solo aceptaba por “física necesidad” (Arciniegas, 1942cArciniegas, 1946b) –tal como lo afirmaba la mayoría de sus colegas escritores contemporáneos–, es innegable la habilidad de Arciniegas como gestor cultural y como editor, según lo que ha sido expuesto aquí de su labor en la puesta en circulación de la BPCC. Esa habilidad es perceptible desde su tarea editorial en Ediciones Colombia, pues ya allí resaltan las características que relacionan a Germán Arciniegas con la figura del editor profesional: iniciativa en proyectos de publicación, control financiero de la publicación, especialización temática, selección de autores vivos, independencia de una afiliación ideológica y elección de la literatura como temática preferente para emprender “aventuras editoriales” (Pastormelo, 2014: 4).

La adscripción abierta de Arciniegas al partido Liberal, le permitió hacer parte de la puesta en marcha de las políticas culturales de la República Liberal y llevar a cabo la BPCC. No podría afirmarse que esta colección manifieste criterios editoriales completamente “liberales”, sino que la elección de sus títulos respondió a la preservación de una tradición que ya había sido aceptada; la inclusión de autores contemporáneos respondía, igualmente, a aquellos que estaban en una vía avanzada de esa aceptación, gracias a la acción de la prensa y del mismo Arciniegas.

En la BPCC, dadas la pertenencia de esta colección al ámbito oficial, tenía más peso la historia como depositaria de una tradición que legitimaba la constitución de una nación. En Colombia, las “aventuras editoriales” habían estado encabezadas por el libro religioso (durante la Colonia y gran parte del siglo XIX) y por el libro escolar (durante el siglo XIX y lo que iba del XX), pues eran los tipos de impresos que tenían una demanda más estable dentro del público lector; la literatura se convirtió en el lugar de un nuevo tipo de “aventura editorial”, perceptible desde los cuentos, poemas, novelas y obras de teatro publicados en las publicaciones periódicas desde el siglo XIX y que contribuyeron a la ampliación del público lector, y más adelante desde la Biblioteca Popular de Jorge Roa, que publicó obras literarias de autores extranjeros y nacionales. En la BPCC, esa “aventura” se concentró en modernizar las ediciones oficiales y en contribuir a la creación de una relación nueva con el objeto libro, que amplió el público lector de la época. Razones todas estas suficientes para incluir a Germán Arciniegas como impulsor de importantes transformaciones dentro de la historia de la edición y de la lectura en Colombia en el siglo XX.

Anexo

Tabla 1. Colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana








Fuente: Datos elaborados por la autora con base en la información de Revista de las Indias, Bolívar, Hojas de Cultura Popular Colombiana, Catálogo de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (Fondo Germán y Gabriela Arciniegas (FGGA), Biblioteca Nacional de Colombia (BNC)) e Historia de las bibliotecas en Colombia: compilación de correspondencia (Renán Silva, 2000).

Notas

1 Este artículo es parte de los resultados del proyecto ganador de la Beca Instituto Caro y Cuervo de Investigación en Historia de la Edición en Colombia. Colecciones y Catálogos (1919-2014), “Proyectos editoriales en Colombia (1925-1952): un nuevo mercado para el libro y nuevas prácticas lectoras”, financiado por el Programa Nacional de Estímulos (2015) del Ministerio de Cultura.

2 Renán Silva afirma que el listado inicial de la BPCC lo había hecho Darío Achury Valenzuela, director de Extensión Cultural del Ministerio de Educación Nacional, tratando de ampliar los límites cronológicos y el abanico de autores de la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana (Silva, 2009: 114).

3 Hernando Téllez fue un reconocido crítico y autor literario colombiano de la época. Artículos suyos circularon profusamente en las publicaciones periódicas y, específicamente, en la Revista de las Indias.

4 El capitalismo editorial constituye una etapa posterior al establecimiento de un mercado editorial. Se caracteriza por un proceso de afianzamiento editorial en el que los editores gozan “de los beneficios derivados de la inicial confianza que el lector entregaba a los autores nacionales” (Silva, 2012: 169); además, se produce una especialización de libreros y editores, se anima la inversión en publicación de libros y en retribución a los creadores, enmarcada en un espíritu de riesgo y aventura (Silva, 2012: 189).

5 Así lo reseña la revista Manizales en varias notas publicadas entre los núms. 67 (1946) y 111 (1949)

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