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Información, cultura y sociedad

Print version ISSN 1514-8327On-line version ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  no.39 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2018

 

DEBATE

Alfabetización informacional y biblioteca neoliberal: Hacia un nuevo paradigma

Information literacy and neoliberal library: Towards a new paradigm

 

M. Engracia Martin Valdunciel

Universidad de Zaragoza, Biblioteca de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación, Huesca, España / marien@unizar.es / https://orcid.org/0000-0002-4155-0899

Artículo recibido: 13-10-2018
Aceptado:
12-11-2018

 


Resumen

El trabajo tiene como objetivo reflexionar sobre la práctica discursiva relativa a la alfabetización informacional a partir del comentario de un texto de M. Seale (2013): “La biblioteca neoliberal”. La autora propone una mirada histórica, interdisciplinar y crítica para abordar el estudio de las claves conceptuales, sociales y políticas que subyacen a la alfabetización informacional. Seale se distancia de las visiones tecnocráticas y ahistóricas para contextualizar la alfabetización informacional en la lógica de la “sociedad de la información” y el capitalismo académico de finales del siglo pasado en los Estados Unidos de América. El estudio de Seale resulta relevante pues implica ópticas políticas y educativas que, normalmente, son invisibilizadas dentro del campo académico y bibliotecario.

Palabras clave: Neoliberalismo; Alfabetización informacional; Capitalismo académico; Discurso; Bibliotecas universitarias; Tecnocracia; Mercado

Abstract

This work aims to reflect the discursive practice in relation to information literacy through a comment in a M. Seale’s (2013) chapter: “The neoliberal library”. A critical, historical and interdisciplinary perspective is adopted by the author in order to address the analysis of the conceptual, social and political keys that underlie information literacy. Seale does not agree with technocratic and ahistoric visions about information literacy so its origin is framed within the logic of “information society” and academic capitalism in the eighties in the EEUU. Seale’s work is important as it involves political and educational perspectives that are usually hidden within the academic and librarian field.

Keywords: Information literacy; Neoliberalism; Academic capitalism; Discourse; Academic libraries; Technocracy; Market


 

La alfabetización informacional: un discurso funcional a la “sociedad de la información y el conocimiento”

Probablemente, una de las prácticas discursivas de más repercusión social del campo de la documentación y las bibliotecas desde fines del siglo XX sea la que se conoce como information literacy (alfabetización informacional). Aunque las ideas-clave que nutren la Information literacy no proceden estrictamente del medio bibliotecario, sino del tecnólogico-informacional de los años 70 del siglo pasado, el mundo de las bibliotecas ha venido recontextualizando esas ideas e integrándolas en la propia tradición formativa hasta convertir la alfabetización posmoderna en un verdadero mascarón de proa desde el último cuarto del siglo pasado. Se trata de propuestas y modelos para informar y orientar a los usuarios de las bibliotecas que académicos y profesionales han venido desarrollando al amparo de las “sociedades de la información y el conocimiento”. La nueva alfabetización, como no podía ser de otra forma en el marco en que surge, se define como una “competencia” que busca conformar sujetos que “gestionen información”, principalmente electrónica, de forma eficiente. Así, aunque no solo, los escenarios de ideación y aplicación de diferentes modelos de alfabetización informacional han sido, principalmente, las instituciones académicas y las escolares. De hecho, el estudio de M. Seale (2013)1, que ahora comentamos, centra su atención en el contexto académico.

La presencia de la information literacy no se reduce al campo documental o profesional; también puede rastrearse en el conjunto de la sociedad y ello no solo ha tenido que ver con la actividad desarrollada por el mundo académico y profesional desde el siglo pasado, sobre todo en países como EEUU, Reino Unido o Australia. El discurso de la information literacy ha contado con el apoyo incondicional de organismos nacionales e internacionales que han respaldado su proyección prácticamente mundial, como el National Forum on Information Literacy o el Institute for Information Literacy en los EEUU.

Ha habido, por otra parte, encuentros a escala planetaria organizados por instancias como la Unesco y la National Commision on Libraries and Information Science que dieron lugar a la Declaración de Praga (2003). También la IFLA (International Federations of Library Associations and Institutions) junto con la Unesco planificaron un segundo encuentro mundial del que surgió la Declaración de Alejandría (2005). Cabría citar, también, organismos como la International Alliance for Information Literacy (IAIL) o, ya en Europa, la European Network for Information Literacy (ENIL) que han promovido y divulgado la alfabetización informacional vinculada a otras narrativas que sostienen y legitiman las sociedades del capitalismo tardío, como el “aprendizaje a lo largo de la vida” o la “emprendeduría”, propuestas que giran alrededor del ideal del homo eoconomicus, estrechamente ligadas a la formación del sujeto “literate” de la alfabetización informacional.

Estamos ante un discurso ampliamente secundado también por instancias como la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), la Comisión Europea o el Banco Mundial que inscriben la alfabetización informacional en la instrucción del “capital humano” del siglo XXI, una de cuyas competencias sería aprender a gestionar información de forma eficiente para que los agentes económicos puedan encontrar un empleo. Un capital humano que, como analiza Seale, el orden neoliberal hace responsable de su éxito o fracaso social, obviando, por tanto, las estructuras políticas, sociales, económicas o culturales que condicionan su devenir. Puede inferirse, por consiguiente, que el discurso ha tenido y tiene interés, más allá del medio bibliotecario o académico, para el sistema de producción y el gobierno de las sociedades y sujetos del capitalismo. Los esfuerzos por difundir la nueva alfabetización, como ocurriera ya en la modernidad, se han centrado en impulsarla como condición de progreso, prosperidad, desarrollo, libertad e incluso como medio de nivelación social:

La creación de una Sociedad de la información es clave para el desarrollo social, cultural y económico de las naciones, comunidades, instituciones e individuos a partir del siglo XXI ... La AI (alfabetización informacional), justamente con el acceso a la información y el uso eficaz de las tecnologías de la información y la comunicación, juegan un papel fundamental en la reducción de las desigualdades entre las personas y países (Declaración de Praga, 2003).

... declaramos que la alfabetización informacional y el aprendizaje a lo largo de la vida son los faros de la Sociedad de la Información que iluminan las rutas hacia el desarrollo, la prosperidad y la libertad (Declaración de Alejandría, 2005).

Más allá de esta edulcorada visión de progreso indefinido y universal, lo cierto es que la alfabetización de las sociedades posmodernas se encuentra en el corazón de los nuevos modos de acumulación y explotación, sustentados, en parte, en el consumo y producción de información y comunicación. El análisis de su historia, sus valores, sus implícitos, etc., desvela una práctica profundamente funcional al sistema de producción fundamentado, en buena medida, en la inserción de sujetos y comunidades en el “free flow of information”, un escenario que hace del consumidor y del libre mercado ejes de funcionamiento de las sociedades. Este escenario del capitalismo informacional o cognitivo va a materializar visiones de teóricos neoliberales, como F. Hayek (1945) o Ludwig von Mises, que identificaron, ya en la primera mitad del siglo XX, la función clave del uso de la información como garante de la toma de decisiones de los agentes económicos en una sociedad basada en relaciones contractuales.

Dada su relevancia en el campo de la documentación y las bibliotecas no es extraño que M. Seale haya abordado, en varias ocasiones, análisis sobre la narrativa informacional y el contexto en que emerge (Seale, 2013), o alguna de sus materializaciones, tanto las que se produjeron en el filo de cambio de siglo (Seale, 2010) como revisiones recientes (Seale, 2016).

Interdisciplinariedad y campo documental

Habría, a nuestro entender, al menos, tres aspectos que hacen interesante el trabajo de Seale. El primero radica en que la autora utiliza perspectivas interdisciplinares para aproximarse a la comprensión tanto de la biblioteca académica como del fenómeno informacional. Una perspectiva epistemológica reivindicada por autores y autoras de la disciplina biblioteconómica en los USA, como evidencian obras colectivas recientes (Leckie, Given, Buschman, 2010), óptica menos presente en países como España, que sigue, principalmente, las tendencias cientistas y manageriales dominantes del campo profesional. Seale no puede sino extrañarse de que los discursos y prácticas relacionados con la alfabetización informacional no se pongan en relación con campos de conocimiento claramente asociados, como los sistemas educativos o áreas relativas a procesos de producción y aprehensión de conocimiento (Seale, 2013: 40, 43).

Por ello, M. Seale se sirve en su trabajo de categorías conceptuales procedentes de la teoría y la pedagogía crítica, el análisis histórico y de discurso o perspectivas y autores marxistas o posestructuralistas. Entre sus referentes pueden hallarse pensadores, ampliamente conocidos y estudiados en diferentes áreas de conocimiento –menos en las ciencias documentales– como M. Foucault, K. Marx, Giroux, E. Said, M. Horkheimer, D. Harvey, G.C. Spivak, o autores y autoras clave en posturas críticas en el campo de la Library and Information Science en los USA, como M.H. Harris, C. Pawley, J. Buschman, A.L. Dick, R.E. Day, G. Leckie, G. y M. Radford, J. Elmborg o J.M. Budd, entre otros, cuyos planteamientos posibilitan a nuestra autora analizar las estructuras históricas, sociales y políticas en que se insertan sistemas educativos y bibliotecas y que le permiten dotar de sentido el marco conceptual del discurso informacional.

De tal forma que, a la hora de abordar su estudio, M. Seale se posiciona en los “márgenes” de la disciplina (“on the fringes or librarianship” (2013: 40) para reflexionar sobre el área de conocimiento en general o sobre la information literacy en particular. Su lugar como investigadora se encuentra entre aquellas que no se limitan a hacerse eco del concepto de biblioteca o de information literacy hegemónicos: más allá de la visión tecnocrática que se prodiga y se difunde, es decir, la biblioteca orientada al consumidor o la alfabetización informacional presentada como herramienta neutra de instrucción y conformación de individuos “alfabetizados informacionalmente” para adquirir competencias y convertirse en sujetos con capacidad de encontrar un empleo, Seale escruta históricamente los implícitos y las servidumbres de una práctica discursiva indisociable de los procesos de mercantilización de la esfera pública, de instituciones educativas y culturales, que se gestaron en los USA en el último tercio del siglo XX.

Sin duda, la conceptualización de la information literacy como práctica educativa y, por tanto, política, que mantiene la autora, es una visión que se distancia de las posturas “neutras” más difundidas que presentan la nueva alfabetización como herramienta descontextualizada, aséptica, calculable y medible, y como medio de legitimación corporativa en contextos en los que el valor de la educación o la cultura se interpreta en términos meramente económicos. Es, por tanto, la de Seale una posición poco frecuente, e incómoda, invisibilizada tanto por organismos internacionales que la promueven y apoyan como por el mismo campo de la Biblioteconomía y Documentación o del ámbito profesional, aun cuando perspectivas que se distancian del positivismo y cientismo dominantes se van abriendo camino, al menos en los EEUU (Nicholson y Seale, 2018).

La information literacy fruto de la “biblioteca neoliberal”

El texto que nos ocupa forma parte de una monografía colectiva dedicada a analizar la relación entre alfabetización informacional, justicia social y práctica bibliotecaria. Es decir, un enfoque académico y profesional poco usual, que contextualiza la actividad institucional y bibliotecaria en coordenadas temporales así como en relaciones de saber-poder y, por consiguiente, posibilita acercarse a la comprensión de los discursos como producciones históricas de sentido que, en modo alguno, pueden considerarse neutras o naturales sino, más bien, correlato de conflictos sociales y materiales. Este abordaje crítico e histórico constituiría un segundo rasgo para destacar el análisis de Seale.

M. Seale titula su contribución “la biblioteca neoliberal”. Es conveniente detenerse en el adjetivo. En la segunda década del siglo XXI, dada la extensión e intensidad de las políticas de corte neoliberal, probablemente no sea preciso profundizar en el concepto “neoliberal” o “neoliberalismo”. De forma muy sucinta, aunque precisa, la doctrina neoliberal se identifica con aquella que defiende la doxa del libre mercado y la competencia como principios reguladores de las relaciones entre sujetos, supuestamente, egoístas que maximizan permanentemente sus intereses; mientras que las prácticas políticas y económicas de este signo suelen asociarse a Estados que tienden a privatizar, desregular o mercantilizar esferas, en algunos casos antes públicas, como la educación, la cultura, los servicios sociales o fuentes vitales, como el agua. Fenómenos que se vienen acentuando desde el último tercio del siglo XX en un escenario global en el que se da una clara confrontación entre las rentas del capital y las del trabajo a favor de las primeras (Harvey, 2009).

Aun siendo correcta la apreciación, lo que nos interesaría resaltar aquí, sin embargo, es la relación entre la macro y lo micro: más allá de las políticas organizadas “desde arriba” para privatizar y abrir el abanico de “mercancías” en circulación y a nivel global (recordemos que la OMC, Organización Mundial del Comercio, uno de los organismos más activos en este sentido, nace en 1995), las políticas económicas generan condiciones, estrategias y mecanismos de reproducción y subjetivación “desde abajo” que refuerzan las estructuras de poder, cuestión que nos interpela de forma directa en relación con las prácticas y discursos que desarrollamos, como mantiene Seale (2013; 2016).

Por lo que respecta a la producción del orden liberal “desde arriba”, en el caso de las universidades o de las bibliotecas norteamericanas, Seale traza históricamente el inicio del proceso en el contexto de las políticas que comenzó a aplicar R. Reagan, periodo en el que se publica el Informe sobre la Alfabetización Informacional (ALA, 1989), analizado por Seale (2103) y referente para el desarrollo de diferentes modelos. Para Europa en general, y España, en particular, debemos retrotraernos al proceso de generación del Espacio Europeo de Educación o El Espacio Europeo de Investigación, ya en el siglo XXI, como medio para competir en una economía global del mercado educativo: podrían fijarse ahí las coordenadas de incorporación de la competitividad en las instituciones universitarias y los servicios bibliotecarios a través de la extensión de “la gobernanza”, “la responsabilidad social corporativa”, o la “lex mercatoria” que establecerán un nuevo constitucionalismo basado en el contrato y el derecho de carácter privado en las organizaciones, aun cuando estas sigan denominándose “públicas” (Estévez Araújo, 2010). Reformas universitarias que irían más allá del ámbito estrictamente académico por su trascendencia en el conjunto de la sociedad.

Desde esta perspectiva, el neoliberalismo puede observarse como un proyecto civilizador basado en la naturalización de la competitividad, de forma que elementos como la competencia o la empresa resultan medulares para comprender el fenómeno como “el conjunto de los discursos, de las prácticas, de los dispositivos que determinan un nuevo modo de gobierno de los hombres según el principio universal de la competencia” (Laval y Dardot, 2013:15). Este aspecto, como se ha indicado, es crucial para intentar comprender la relación global-local.

A escala institucional, bibliotecaria ¿cómo se produce esa competencia, clave de la producción y del gobierno de los sujetos del capitalismo neoliberal? Probablemente, uno de los mecanismos de producción de competencia más importante fue, y es, la imposición/aceptación de las técnicas empresariales a la organización de la esfera pública (new public management). Lo que se conoce como “nueva gestión pública” o “gestión de calidad”, hace innecesaria la privatización explícita de dichas instituciones toda vez que, de forma endógena, se mercantilizan al basar su lógica operativa en la relación coste / beneficio y en la obtención de “resultados”, cuantificables y medibles. Este conjunto de discursos, prácticas, valores relaciones o estrategias informa y condiciona férreamente la actividad de las organizaciones desde fines del siglo pasado. El cambio, “la gestión del cambio”, se ha propuesto, e impuesto, como algo necesario e irremediable (“no hay alternativa”), como señala Seale (2013), por encima de otros ideales –como la ética pública, el bien común o la justicia social– que el pensamiento dominante tacha de trasnochados, inservibles o poco pragmáticos.

Efectivamente, como están evidenciado algunas investigaciones para diferentes partes del mundo, hay una clara confluencia entre contextos sociales y educativos presionados para organizarse conforme a la lógica de eficiencia (asociando la financiación a un determinado tipo de resultados), y el surgimiento del discurso informacional: el caldo de cultivo en el que emerge y se desarrolla la information literacy bibliotecaria no es otro que el de instituciones educativas y servicios bibliotecarios que basan su lógica operativa en la racionalidad económica (Seale, 2013; Enright, 2013; Martin Valdunciel, 2017).

Esta lógica de eficiencia ha fomentado la propagación de dispositivos de control, como la evaluación, o la “cultura de la auditoria” (tanto en una sociedad “en crisis” en general como la educación, en particular), que se conceptualizan como mecanismos imprescindibles, cubiertos con el halo legitimador del cuantitativismo cientista y, supuestamente, objetivo que garantizan su bondad (Díaz Barriga, 2009). Esto implica el control de instituciones que forman parte de lo que se conoce como esfera pública por instancias privadas, además de un importante negocio desarrollado a partir de la multiplicación de una (neo) burocracia alrededor de acreditaciones, certificaciones y “sellos”, sean EFQM (European Foundation for Quality Management), modelo muy extendido en Europa, y España, sea LibQual (Association of Research Libraries), tipo especialmente utilizado en USA (Lilburn, 2017). Mecanismos, en definitiva, que constituyen un potente medio de mercantilización y estandarización de los servicios universitarios obviando contextos específicos, necesidades particulares y problemas concretos de las bibliotecas en diferentes partes del mundo así como de su personal en el presente siglo XXI.

Desde esta perspectiva, podrían citarse, por ejemplo, la creciente desprofesionalización, tanto de docentes como de bibliotecarios, la precarización de las condiciones de trabajo de ambos colectivos, la asunción de un ethos profesional acrítico y fetichista, una suerte de extendido tecnofetichismo, (Lossin, 2017:111) o la irreflexión en torno a un agresivo contexto tecnocrático (Buschman, 2018). De hecho, ya en la segunda década del presente siglo, el original contenido conceptual asociado a information literacy deviene constructo eminentemente tecnológico como resultado de la confluencia de las relaciones y tensiones entre producción, las “economías basadas en el conocimiento », unos sistemas educativos y culturales volcados al mercado y el poder del gobierno neoliberal (Martin Valdunciel, 2017:435 y ss).

En este sentido, el rol jugado por las asociaciones profesionales ha sido, es, relevante. El CAUL, (Council of Australian Universty Librarians) en Australia, SCONUL (Society of College, National and University Libraries) en el Reino Unido, o la ALA (American Library Association) y la ACRL (Association of College and Research Libraries) en los EEUU (Seale, 2013), por ejemplo, han tenido un gran protagonismo a la hora de proyectar un marco discursivo y práctico de gestión empresarial para las bibliotecas, un contexto de saber-poder en el que se formulará y desarrollará el discurso informacional. De la misma forma, en España la Red de Bibliotecas Universitarias Españolas (Rebiun) ofició un papel similar a la hora de proyectar una cosmovisión y unas propuestas de trabajo para las bibliotecas académicas acordes con la tecnocracia y el mercado (Martín Valdunciel, 2017).

Tomar conciencia de la necesidad de analizar las prácticas discursivas

¿Qué tema o temas aborda M. Seale y cómo en el capítulo: «la biblioteca neoliberal »? A través del análisis crítico e histórico la autora identifica claves de interpretación del marco elaborado por la American Library Association (ALA) a partir del cual se formularán diferentes modelos para implementar la alfabetización informacional en bibliotecas académicas o escolares. Como se ha indicado, se trata del Informe Final de la Comisión sobre alfabetización informacional de la ALA, de 1989, que asumirá postulados claramente congruentes con el contexto del capitalismo tardío, como la consideración mercantil de la educación o la cultura, que se exportarán a otros países del mundo, entre ellos España, ya en el siglo XXI. Se configurará así una suerte de mainstream, una forma de normalización, de lo que puede entenderse como information literacy susceptible de ser aprehendido desde cualquier parte de un mundo cada vez más globalizado.

Seale, y este sería el tercer elemento para comprender la importancia de su trabajo, analiza críticamente y con afán desvelador los implícitos de prácticas discursivas bibliotecarias, porque entiende que estas son importantes (“discurse practices matterSeale, 2013:432) ya que aquellas van más alla de lo meramente lingüístico: construyen marcos de interpretación y actuación de los seres humanos. Unas prácticas, analiza Seale, secundadas y promovidas tanto por académicos como por profesionales en los EEUU, ampliamente respaldados por organizaciones, como la American Library Association o la Association of College and Research Libraries, centradas en difundir una visión de “cambio” para instituciones educativas o bibliotecarias. ¿Cual? Aquella en la que la organización de la educación y la cultura se conciben en términos de negocio y en la que se defiende su orientación al cliente soberano (customer-focused). Esta invasión de la lógica económica a otras esferas de la vida social no sólo supondría una subordinación de la enseñanza o de la actividad de las bibliotecas a la producción, también funcionaría como una preparación de los clientes para el consumo y el entretenimiento. Estos fenómenos no pueden aislarse de un marco socioeconómico en el que, como recuerda Seale (2013), la búsqueda de trabajadores desechables (low-cost), produce una fuerte precarización de las condiciones laborales, tanto de profesorado como de personal bibliotecario.

Es en este marco tecnócrata, con un importante apoyo institucional, profesional y social, en el que la information literacy, un saber-poder, se despliega, como evidencia Seale (2010; 2013; 2016): su ethos tiene que ver con “cuantificación”, “competitividad”, “resultados” o “éxito”. Seale pone en evidencia las concomitancias entre conceptos clave de la alfabetización informacional dominante y la ideología que sustenta el orden neoliberal como “acreditación”, “libertad”, “elección” o “éxito”. Habría que abordar, propone la autora, un trabajo imprescindible de análisis de las estructuras en que se inserta el trabajo bibliotecario y de los discursos que produce y, por tanto, de desvelamiento de los valores que subyacen al discurso informacional hegemónico, que se cierra férreamente a otras concepciones y, por tanto, a otras prácticas y otras relaciones sociales.

Estas perspectivas implican un salto de paradigma por lo que se refiere a la consideración de la educación y la cultura en instituciones públicas en época posmoderna. Es cierto que aquellas no pueden disociarse de la historia de la modernidad y del desarrollo del capitalismo. Pero mientas en la modernidad, discursivamente al menos, la cultura o la educación formaban parte de proyectos de emancipación, progreso y organización social colectiva, en el capitalismo finisecular el propio discurso se rinde al individualismo, al pragmatismo y las diferencias entre espacio público/espacio de negocio tienden así a desaparecer, como se evidencia en la proliferación y promoción de partenariados (public-private partnerships). Por tanto, estamos en un escenario en el que, como apunta Seale (2013:58), se dan luchas importantes en el plano de la producción simbólica y en el material y social para definir y reflexionar sobre el rol de la Biblioteconomía. Si en la modernidad la biblioteca, en marcos educativos o no, tuvo un papel esencial en el desarrollo y mantenimiento de lo que algunos autores denominan “sociedades disciplinarias”, en la posmodernidad las corrientes dominantes tienden hacia la conformación de una institución que transforma su sentido, su finalidad o sus discursos (information literacy, entre otros) para ocupar un espacio y poder legitimarse en las “sociedades de control”.

Hacia otras formas de pensar la biblioteca

La concepción de information literacy más extendida (tecnocrática, apolítica, ahistórica, individualista, cuantificable, acrítica, etc.,) es indisociable, en el ámbito universitario, del marco que la hace posible (capitalismo académico , «cultura de la auditoría » y “rendición de cuentas”, etc.), los efectos que produce (individualismo, competitividad, mercantilización del conocimiento) o los intereses a los que se subordina (competencia, privatización, mercado global). Si Callinicos (2006:7) apunta que “la lucha por mejores universidades no puede separarse del movimiento contra el capitalismo global”, la lucha por otras formas de concebir la educación y las prácticas y discursos de la biblioteca no puede abordarse, ni aislarse, de los movimientos que cuestionan el control discursivo y material de instituciones públicas por intereses privados asociados a la racionalidad eficiente.

Probablemente, los nuevos perfiles “profesionales”, es decir, líderes y managers, e incluso coachs –que construyen y forman parte de las estructuras, relaciones de poder, valores, etc., de la neo-tecnocracia y de los privilegios derivados– que defienden las bondades de la “gestión del cambio”, enfoques como el de Seale les resulten tangenciales. Puede ocurrir lo propio con personal bibliotecario pragmático y positivista que, bajo paraguas-mito como profesionalismo o neutralidad, legitima, de forma consciente o no, “lo que hay”. Esta aportación quiere contribuir a interpelar a académicos y bibliotecarios que cuestionan el orden de injusticia y desigualdad imperante derivado del dominio del capital financiero en el mundo (Oxfam, 2016; George, 2014), presente tanto en la sociedad como en la universidad, pero que, quizá, no llegan a asociarlo a prácticas discursivas habituales, como las relativas a la “nueva gestión” o discursos dominantes como el de la alfabetización informacional. Nos gustaría pensar que, aun teniendo en cuenta los múltiples obstáculos, como afirma nuestra autora: “hay alternativas, a pesar de tres décadas de políticas y prácticas neoliberales que empezaron con Thatcher y Reagan” (Seale, 2013:59).

Notas

1 Texto completo en: http://eprints.rclis.org/20497/

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