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Quinto sol

versión On-line ISSN 1851-2879

Quinto sol  n.13 Santa Rosa ene./dic. 2009

 

RESEÑAS

Diego Armus.
La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.
Buenos Aires, Edhasa, 2007, 413 páginas.

María José Billorou
IESH-UNLPam

¿Una enfermedad puede explicar a una sociedad? Diego Armus, con este libro buscó contestar esta pregunta; así, desplegó una historia de la tuberculosis en tanto espejo de algunos aspectos constitutivos de la ciudad de Buenos Aires entre 1870 y 1950. La tuberculosis, integró la vida de la ciudad en diferentes niveles, no solamente en los meramente discursivos sino que tiñó las prácticas cotidianas de sus habitantes. Aunque carecía de novedad, su impacto a partir del último tercio del siglo XIX con el desarrollo de la bacteriología moderna cristalizado en el descubrimiento de Koch, devino en una subcultura. El libro se presenta como una especie de inventario de "imágenes, asociaciones y experiencias concretas que dan sustancia a esa subcultura que, durante siete u ocho décadas, saturó de significaciones a la tuberculosis y su lugar en la vida de Buenos Aires" (Armus 2007:25).
Este trabajo se inscribe dentro de una renovación historiográfica del campo de la historia de la salud y la enfermedad, en los últimos años, el descubrimiento de la enfermedad como objeto de reflexión integró perspectivas renovadas de la historia de la medicina, la historia de la salud pública y la historia socio-cultural de la enfermedad. Dentro de esta línea de trabajo, la historia de la tuberculosis, se convirtió en una de las patologías que más atención concitó entre aquellos interesados en explorar la relación que establecen los procesos de salud y enfermedad con los procesos de urbanización, industrialización, modernización y modernidad. Múltiples trabajos en diferentes países tanto occidentales como no, constituyen un entramado de referencia para esta obra.
La tuberculosis se erigió, de esta manera, en una enfermedad cargada de significados que excedían lo estrictamente patológico; su vigencia durante el período elegido, entre 1870 y 1950, le dotó de una continuidad que la distinguió de otros procesos de la historia política, social o cultural. La omnipresencia de la tuberculosis se erigió en una clave central para entender como la gente convivía con la enfermedad, como se la dotó de complejas asociaciones y metáforas así como se articularon las preocupaciones e iniciativas políticas alentadas por la higiene social y la salud pública.
Todos estos aspectos, se manifiestan en los nueve capítulos del libro. Inicialmente se abordan, los proyectos para conjurar el peligro a través de la creación de una ciudad verde, con arboledas y paseos que impedirían fructificar los gérmenes infecciosos, imaginada tanto por los actores más diferentes desde los ácratas ansiosos de lograr una nueva sociedad en las antípodas del mundo como por planificadores en busca de una solución racional al caos urbano. En el centro de esta asociación de la enfermedad como resultado de una relación defectuosa entre sociedad y medio ambiente, se ubicó la vivienda popular, sinónimo de hacinamiento y precariedad material, como contrapartida se prefiguró el ideal: la casa higiénica.
Las diferentes asociaciones, imágenes y metáforas construidas que dieron sustancia a la subcultura de la tuberculosis se develan en profundidad. En primer lugar, el texto descubre la feminización de la enfermedad plasmada en tres arquetipos de tuberculosas: la neurasténica, la trabajadora, especialmente la costurerita y la milonguita. Pero esta no fueron las únicas asociaciones existentes, en una sociedad aluvional, la importancia de la construcción de la nacionalidad y de una "raza argentina" adquirió preeminencia. Otra vertiente de esta preocupación, enraizó la tuberculosis en la cuestión racial, en consecuencia, se calificaron los grupos étnicos en torno a su propensión a contraer la enfermedad: la "predisposición de los españoles", "el vigor de los vascos", "la debilidad de los judíos", la inclinación a la enfermedad de "los indios de Roca" ejemplificada en Ceferino Namuncurá.
El discurso médico, legitimó este imaginario, en la medida que no pudo explicar las causas efectivas de la manifestación de la enfermedad ya que sólo algunos terminaban tuberculosos a pesar de que todos estaban expuestos. Para explicar este proceso, el colectivo profesional elaboró un catálogo de conductas excesivas que facilitaban la adquisición de la tuberculosis: la sexualidad, la bebida y el trabajo. La enfermedad se erigió en un recurso organizador de una serie de discursos que buscaron el disciplinamiento, la moderación, la racionalización, y la normalización de la población.
La cultura higiénica, resultado de la acción de educadores, médicos, políticos y burócratas se consolidó con su difusión en casi todos los ámbitos sociales. Sin embargo, la escuela, se elevó como un escenario privilegiado para erradicar las prácticas peligrosas, en ella, se desarrolló con ímpetu la guerra al esputo al polvo, al corsé, al beso. El sistema educativo, en correspondencia generó instancias de fortalecimiento de la niñez a través de la educación física y especialmente en las escuelas y colonias para niños débiles. Así la forja del cuerpo sano estableció una nueva relación entre estado y sociedad, si bien la sociedad se vio obligada a incorporarlo como meta al mismo tiempo lo transformó en un derecho a aspirar.
Pero estas no constituyeron las únicas iniciativas, la tuberculosis fue la enfermedad que más atención concitó en las primeras décadas del siglo XX, la emergente burocracia médico-administrativa construyó con relativa autonomía tanto una red de instituciones estatales de asistencia antituberculosa como una institución privada apoyada en ocasiones por el Estado: La Liga Argentina contra la Tuberculosis. Esta última, se constituyo en la referencia institucional más influyente y perdurable de la sociedad civil al lograr un consenso en torno a la urgencia de combatir la enfermedad que se visualizó a partir de 1935 con la Primera Cruzada Nacional Antituberculosa.
Sin embargo, no emanó de este entramado institucional una terapéutica eficaz, la experiencia de la enfermedad gestó un itinerario de tratamiento propio. En esta experiencia de la enfermedad se recurría a las ofertas de las instituciones médicas, que variaban según el sector social de pertenencia, desde las internaciones en estaciones de salud en los Alpes suizos, sanatorios y hoteles de lujo a dispensarios, hospitales y pensiones tanto en las sierras de Córdoba como en la ciudad. Pero los tuberculosos, en un derrotero variable, no descartaron las propuestas brindadas por los curanderos, herboristas y charlatanes.
Los enfermos, devenidos a medida que avanzaba el siglo XX en pacientes medicalizados son recuperados como actores a través del análisis de las diferentes estrategias y reacciones utilizadas para resquebrajar una relación desigual signada por la subordinación; de esta manera en forma individual o colectiva desplegaron una variada gama de reacciones que abarcó desde la adaptación a la protesta.
El libro es fruto de una investigación empírica de gran erudición que se despliega en un abanico de fuentes; así se analizan en profundidad los textos literarios, las estadísticas, las revistas médicas, la historia oral, los reportes oficiales, los diarios de gran circulación, los avisos publicitarios junto a las letras de tango, la prensa obrera, los ensayos sociológicos, las historias clínicas y las autobiografías.
Finalmente, el autor cumple con las exigencias dentro del campo académico y se convierte en una obra de referencia ineludible, pero va mucho más allá, cumple con el sueño de los historiadores de lograr que una tesis doctoral se transforme en una obra de alcance más amplio y vasto que impacte en el conjunto de la sociedad.

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