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Quinto sol

On-line version ISSN 1851-2879

Quinto sol  no.14 Santa Rosa Jan./Dec. 2010

 

ARTÍCULOS

Relatos y prácticas de la vida familiar en el espacio doméstico. Mar del Plata, 1930-1970

Inés Pérez1

Resumen: La historia de la familia en Argentina durante el siglo XX ha sido leída desde el mundo académico a partir de un modelo que ha recibido múltiples nombres y que aquí llamaremos clásico. La intención de este trabajo es la de construir una imagen más compleja de la vida familiar en el período en que dicho modelo se considera predominante (entre las décadas de 1930 y 1970), una imagen que dé cuenta tanto de las permanencias de los vínculos con parientes ajenos a la familia nuclear, como de la conflictividad inherente a la vida familiar. Para ello, trabajamos con historias de vida, poniendo el énfasis en las experiencias de lo cotidiano.
La relación entre familia y vivienda, a partir de la que apelamos a la reconstrucción del pasado familiar, resulta una entrada interesante para la consideración de una serie de problemas centrales en el campo de la historia de la familia.

Palabras clave: Modelo de familia clásico; Prácticas familiares; Espacio doméstico; Vida cotidiana.

Stories and practices of family life in domestic spaces. Mar del Plata, 1930-1970

Abstract: In Argentina, Social Sciences have read the 20th Century Family History through an interpretative model, which has received a multiplicity of names, and which we will call classic model". In this article, our major aim is to reach a more complex image of the family life of the period in which this model is considered predominant (between the 1930's and the 1970's), one that acknowledges both the permanence of the bonds with relatives out of the nuclear family, and the conflicts that are inherent to family life. That is the reason why we work with life stories, making emphasis in everyday life experiences. The relation between family and household -the perspective from where we propose to approach the family history- is an interesting entrance for the consideration of central problems of Family Studies field.

Key words: Classic family model; Family practices; Domestic space; Everyday life.

Introducción

-¡Qué hermoso y lozano se ve todo! -exclamé con el entusiasmo de quien acaba de escapar a las nieblas de Baker Street. Pero Holmes meneó la cabeza con gran seriedad. Yya sabe usted, Watson -dijo-, que una de las maldiciones de una mente como la mía es que tengo que mirarlo todo desde el punto de vista de mi especialidad. Usted mira esas casas dispersas y se siente impresionado por su belleza. Yyo las miro, el único pensamiento que me viene a la cabeza es lo aisladas que están, y la impunidad con que pueda cometerse un crimen en ellas."
Arthur Conan Doyle

La historia de la familia en Argentina durante el siglo XX ha sido leída desde el mundo académico a partir de un modelo que ha recibido múltiples nombres y que aquí llamaremos clásico. Este modelo se apoya en los supuestos de la teoría de la modernización parsoniana. Sus rasgos definitorios son el tamaño del grupo doméstico2 (la nuclearización y la reducción de la fecundidad) y su estructura funcional basada en una división de roles por género y generación que, en sus formulaciones clásicas, se concibe como garante no sólo de la armonía familiar sino también social. El cambio familiar del período 1890-1930 es descrito por un importante sector de las Ciencias Sociales como parte del cambio social originado por la gran inmigración, la industrialización y la urbanización ulterior.
Desde el ya clásico estudio de Gino Germani, son numerosos los trabajos que coinciden en señalar a la clase media urbana como la vanguardia" en cuestiones de familia (Germani 1971; Míguez 2002). De acuerdo a la interpretación hegemónica del cambio familiar en nuestro país, los hogares con una estructura nuclear y de tamaño reducido (explicado a partir del descenso de la fecundidad) ya serían predominantes hacia la década de 1930 (Torrado 1999:237; Pantelides 1983). Por otra parte, en los años '40 se ha situado la culminación del proceso de extensión de la vivienda unifamiliar que daría cuenta de la nuclearización de los hogares argentinos.3 Organizada a partir de un matrimonio heterosexual e indisoluble, la familia clásica" se asienta en la afectividad como lógica fundante. Supone, además, una clara separación generizada entre los espacios público y privado: el hombre afuera y la mujer dentro del hogar4. La escisión entre producción y reproducción supuso la creación de dos papeles esenciales en el estereotipo de familia que se identifica con las décadas centrales del siglo XX: el varón proveedor y la mujer ama de casa.
La mirada centrada en datos de tipo cuantitativo tiende a atar los cambios en la vida familiar a cambios en las estructuras sociales (Torrado 2003; Moreno 2004). A partir de la reconstrucción de las experiencias de lo cotidiano enmarcadas en historias de vida, este artículo intenta aportar elementos para la construcción de una imagen más compleja de la vida familiar del período en que se considera que el modelo clásico fue predominante entre las familias argentinas (aproximadamente entre las décadas de 1930 y 1970). La reconstrucción de las prácticas familiares permitirá, en este sentido, hacer foco sobre ciertas tensiones opacadas en otras aproximaciones al pasado familiar realizadas a partir del uso de fuentes censales. Trabajamos con historias de vida reconstruidas en una serie de entrevistas. En ellas, privilegiamos las preguntas por los usos del espacio de la vivienda con la intención de recuperar las experiencias5 de lo cotidiano: la vida cotidiana introduce la sospecha de Holmes de que nada es tan armonioso como parece a la distancia.

Haciendo foco: el setting y los actores

Las experiencias a las que haremos referencia tienen coordenadas de tiempo y espacio particulares. El período que analizaremos es el que habitualmente se toma como el del auge de este modelo familiar y, que se trate de experiencias ocurridas en Mar del Plata, es un tanto más azaroso. En este período, la ciudad no ofrece a los fines que aquí perseguimos, diferencias significativas respecto de otros centros urbanos de nuestro país. Es probable que lo que aquí encontramos resulte similar a lo ocurrido en cualquier otro sitio de características similares. Sin embargo, nuestro setting posee algunos aspectos que debieran ser puntualizados.
Mar del Plata es una ciudad relativamente nueva (su fundación data de 1874), cuyo crecimiento se explica fundamentalmente por el flujo de migrantes (provenientes tanto de ultramar como de regiones rurales del interior del país)6. La población inmigrante en esta ciudad ha sido, en términos relativos, quizás más importante que en otras zonas del litoral y la pampa. En este sentido, el peso de lo tradicional" debiera ser, de acuerdo a la interpretación clásica, mucho menor que en otras regiones del país. Su población ha encarnado una transición demográfica relativamente temprana en relación con el resto de la Argentina, y hoy en día se considera que la ciudad posee una población envejecida en términos demográficos (Núñez 2000).
Por otra parte, la posibilidad de seguir las pautas del modelo de neolocalidad y nuclearidad del grupo doméstico fueron relativamente accesibles en Mar del Plata durante todo nuestro período de análisis. Las viviendas de tipologías modernas -casa cajón, con zonas de servicios claramente definidas y especialización funcional de los ambientes (Liernur 2002)- tuvieron una amplia y temprana difusión en la ciudad (Cacopardo 2003; Cacopardo 1997). Por otra parte, la vivienda fue uno de los temas prioritarios a nivel de la política municipal (Irigoin 1991).
En este setting, ubicamos a 14 actores y trabajamos con sus historias de vida, ellos vivieron en Mar del Plata en el período que hemos seleccionado.7 No se destacan por su excepcionalidad, por el contrario, podrían haber sido otros cualesquiera. Elegimos este corpus de un conjunto de 35 historias de vida, reconstruidas en el marco de una investigación mayor sobre la vida familiar y los modos de habitar en este período. Aunque resultaba engorroso introducir al lector en los pormenores de las historias de 35 sujetos, nos resultaba poco atractivo borrar completamente sus nombres e historias de la imagen del pasado familiar que aquí queríamos trazar. Es por ello que optamos por 14 casos, buscando reproducir en nuestra selección la heterogeneidad de situaciones narradas. En su mayor parte, se trata de las primeras entrevistas realizadas para la investigación, donde las preguntas eran más generales, el foco estaba puesto en la reconstrucción de la historia de vida, tomando como mojones algunos acontecimientos centrales de la biografía familiar (matrimonios, nacimientos, cambios de vivienda, etc.). Algunas, sin embargo, fueron realizadas más tarde con el fin de completar el espectro de entrevistados requeridos, de acuerdo a preguntas de investigación más específicas, pero respetando la dinámica de la reconstrucción del curso vital. Ahora bien, por una parte, la selección con la que se trabaja en este artículo permite cubrir en su totalidad el período de análisis. Por otra, a pesar de ser menos de la mitad de la muestra original, esta selección permite observar diferentes experiencias, ya que se registraron distintas voces de acuerdo al género, el sector social, la edad y el origen de los sujetos en cuestión. En los siguientes párrafos, intentaremos una descripción de los sujetos con cuyas historias trabajamos.
Quizás quienes se ajustan más claramente a las pautas con las que se identifica al modelo de familia clásico sean Adela, Evangelina y Luisa. Se trata de tres señoras de buena posición de alrededor de 80 años, viudas de caballeros de honrosas" profesiones (escribano, administrador y constructor), madres de seis, dos y tres hijos respectivamente.
La descripción de las historias de vida de Lucía y Beatriz Petorutti no difiere en gran medida de las anteriores. Varias son, no obstante, las razones para que las presentemos separadamente. En primer lugar, el hecho de que son parientes entre sí (Lucía es la esposa del primo de Beatriz) y que durante gran parte de sus vidas fueron, además, vecinas. Debemos destacar, por lo demás, una cuna menos lujosa que, aun cuando no impida que hoy las describamos también como señoras de clase media, nos habla de recorridos distintos de los que esbozamos para el primer grupo. La profesión de sus maridos, por otra parte, tenía un prestigio menor: dueño de una marmolería, el de Lucía; empleado de una importante tienda de la ciudad, el de Beatriz.
Leonor, un poco más joven que las anteriores, debe ser distinguida de las otras, no ya por los datos que su relato ordena, sino por el tono con el que lo enuncia. Un nerviosismo, una angustia, algo que está presente de forma más o menos evidente, con fluctuaciones. Leonor estaba acompañada por su marido durante la primer entrevista, que fue en su casa. En la segunda, ella ya no estuvo. Fue en la oficina del marido, sólo con él. Leonor no quiso estar. Lo relatado por ella y su marido no mostraba grandes sobresaltos, y aún, ella no quería recordar" (recordis, volver a pasar por el corazón).
Con el objetivo de incorporar en nuestro análisis la perspectiva masculina incluimos la historia de Bruno, un inmigrante italiano de 94 años. Bruno nos permite dar cuenta de otro tipo de diversidad familiar. Si con las señoras que presentamos en los párrafos anteriores la intención era buscar un estereotipo concordante con el que usualmente se piensa como hito de la modernización familiar, la inclusión de Bruno nos da acceso a las prácticas de una familia de trabajadores. De empleado de una fiambrería a casinero" y miembro de la marina mercante, las ocupaciones de Bruno fueron de lo más diversas.
También Blanca proviene de una familia de trabajadores. Nació en Olavarría en 1924, en el seno de una familia de 5 hermanos, y vivió su infancia y su temprana juventud en un medio fundamentalmente rural. Se casó a los 23 años y tuvo dos hijos. En 1954, ella, su marido y sus hijos se mudaron a Mar del Plata. Vivió unos años, con anterioridad, en la ciudad de Tandil. Blanca cosía para afuera". Su marido manejaba un camión.
Nos pareció interesante el ejercicio de incluir entre nuestros entrevistados dos hermanos, varón y mujer, para reconstruir la memoria de género de una misma familia (Gregorio y Juana). Su padre, en sociedad con su tío, era dueño de dos colectivos de cuyo ingreso vivía la familia. En su niñez (ambos nacieron a finales de los años '30) fueron vecinos de los Petorutti, en la casa que aún hoy mantienen, que fue edificada gracias al trabajo de unos tíos albañiles que dedicaban los fines de semana a construirla. Ella trabajó hasta su casamiento. Él sigue soltero y atiende desde hace cinco años el kiosco que tienen en el frente de la casa.
Carmen, Elena, Cristina y Nancy, finalmente, son las más jóvenes de los sujetos con los que trabajamos. Carmen, de 66 años, proviene de una familia trabajadora. Su padre tenía un empleo en las canteras de Batán hasta que por un problema de salud debió abandonarlo. Y desde entonces, trabajó en la construcción en Mar del Plata. Ella logró cierto ascenso social al casarse (su marido era propietario de una fábrica de mosaicos) y gracias a ello dejó su empleo en la fiambrería del centro, en el que estuvo entre sus 15 y 23 años. Todas sus viviendas estuvieron ubicadas en un barrio alejado del centro (el Bernardino Rivadavia).
Elena nació en 1955 en Mar del Plata, hija de comerciantes que tenían almacén en la parte de adelante de su casa. El padre y los tíos de Elena habían llegado unos años antes a la ciudad, estableciendo sus viviendas a pocas cuadras unas de otras. La cooperación entre los parientes no nucleares en la construcción de esas viviendas es todavía recordada por otros vecinos del barrio. Elena tiene tres hijos, está casada y es ama de casa, aunque, según cuenta, le gustaría volver a su empleo como cajera en un supermercado.
Cristina y Nancy pertenecen a otra generación, a una generación en la que cambiaron los mandatos tanto del deber ser familiar como del deber ser mujer. Los recuerdos de la vida cotidiana de su infancia nos permiten reponer otra voz en el relato del pasado familiar. Cristina nació en 1959 también en Mar del Plata. Fue la más joven y la única mujer de los tres hijos del matrimonio de sus padres -un ama de casa y un vendedor de vinos que habían llegado a Mar del Plata en 1948, después de haber dejado su natal Bragado y de un breve paso por Buenos Aires-. Nancy, por su parte, nació en 1965 en Mar del Plata. Hija de un oficial electricista y un ama de casa, hoy está divorciada, es madre de dos varones y trabaja como peluquera. Ambas miran el pasado familiar (y en particular la figura de su madre) de un modo crítico, lo que permite reponer tensiones y conflictos en las experiencias de la vida familiar de nuestro período de análisis.

Familias en casas, casas y familias en barrios

Corría la década de 1950. Carmen era todavía sólo una niña y sus padres decidieron dejar el pueblo. El padre de Carmen ya no podía trabajar en las canteras de Batán, debía buscar otro trabajo en la ciudad. ¿Irían a Buenos Aires? No, era demasiado lejos. Mar del Plata parecía la mejor opción.
La familia de Carmen llegó a Mar del Plata en el contexto de un fuerte crecimiento demográfico de la ciudad, originado por migraciones de áreas rurales del País (Núñez 2000:39). No fue sólo la familia nuclear de la infancia de Carmen la que migró a Mar del Plata; la llegada de distintos parientes a la ciudad, que compartieron la vivienda con ellos por extensos períodos, fue continua hasta la muerte de sus padres. La corresidencia con otros familiares recién se interrumpió cuando Carmen conformó un nuevo núcleo.
Desde los años '40 y hasta fines de los años '70 se produjo una aceleración del proceso de urbanización y suburbanización vinculado a las migraciones desde zonas rurales. Dicho proceso fue constituido tanto por distintas políticas que favorecieron el acceso a la vivienda unifamiliar como por la extensión del número de viviendas precarias, cuya manifestación más extrema es la extensión de las villas de emergencia característica de este período. La construcción surgida de los llamados loteos económicos" y la posterior autoconstrucción" de las viviendas tuvo como resultado la consolidación de un tejido urbano discontinuo y desarticulado (Yujnovsky 1974; Auyero y Hobert 2003). Por otra parte, el surgimiento y consolidación de empresas de ahorro y préstamo para la vivienda y de las secciones hipotecarias de los bancos privados beneficiaron al sector de la población con capacidad de pago. Todo esto explica que el aumento relativo en el número de viviendas unifamiliares entre los sectores medios y populares urbanos haya sido contemporáneo de la práctica, todavía extendida, de la convivencia con la familia extensa.
Ahora bien, la permanencia de los lazos con la familia extensa no sólo puede observarse entre la primera generación de migrantes o entre aquellos que pertenecen a los sectores populares. Por el contrario, no resulta inusual encontrar que distintos núcleos familiares emparentados entre sí habitaban viviendas que no sólo se ubican en el mismo barrio, sino que, en muchos casos, se encontraban a menos de cien metros de distancia. Es el caso de la familia de Blanca, cuya vivienda se encuentra enfrente de la de su hermana y a una cuadra de las de cada uno de sus dos hijos. Éste es también el caso de Leticia. En la manzana en la que se ubica la casa donde crecieron sus hijos, se encuentran también aquéllas que ellos ocuparon al conformar un nuevo núcleo familiar y las de los hermanos de Leticia. La cercanía de las viviendas da cuenta en estos casos de un contacto intenso y cotidiano entre los distintos parientes ajenos a la familia nuclear.
Este tipo de redes de intercambio y reciprocidad entre parientes no nucleares y vecinos han sido observadas en otros contextos (sobre los que nos detendremos en el siguiente apartado)8. En sintonía con estos estudios, en la mayor parte de los casos aquí analizados la combinación del parentesco con la cercanía de las viviendas es la que permite el sostenimiento de estas redes. Un buen ejemplo, en este sentido, es el de la familia de Elena. Dos hermanos y un primo se instalaron con sus respectivas familias nucleares en el barrio Bosque Alegre a fines de la década de 1940; un tercero, el primero en llegar a la ciudad, vivía a unas 20 cuadras del barrio con su propia familia nuclear; su cuñado, por su parte, también se instaló en este barrio. Los hijos de esta generación, finalmente, en buena medida permanecieron ya de adultos allí. Aquí la pertenencia a la red está marcada por la condición de pariente, pero también por la cercanía de las viviendas: aquellos hijos de la primera generación que de adultos abandonaron el barrio ya no pertenecen a la red. La red, como en otros casos similares, es más estable e implica intercambios de dinero y de favores de mayor importancia que aquellas conformadas sólo por vecinos. Sin embargo, las redes tejidas entre vecinos también abundan. En todos los casos, la interacción entre las mujeres en el espacio del barrio es de notable trascendencia en el funcionamiento de dichas redes.
A partir de los relatos que describen la vida cotidiana, es posible observar la existencia de redes de solidaridad, cuya pertenencia es garantizada por la condición de pariente y/o por la cercanía de las viviendas de los miembros de dichas redes. En los casos en los que algunos de los parientes (por lo general los más jóvenes) abandonan el barrio, los contactos con la antigua red pierden intensidad, a veces incluso desaparecen.
La definición de familia atada a la de hogar" opaca el registro de las solidaridades que trascienden a la familia nuclear. El análisis de los relatos de lo cotidiano, por otra parte, permite hacer foco sobre el modo en que los lazos de parentesco no nucleares condicionaron en muchos casos la ubicación espacial de los hogares, habilitando la permanencia de redes de reciprocidad a partir de las que resolver la reproducción" familiar.

Casas, familias y fronteras en tensión

Como decíamos en la introducción, la demarcación de lo público y lo privado es uno de los elementos centrales del modelo clásico de familia. En la mirada parsoniana, dicha separación, que suponía además la generización de estas instancias, funcionaba como garante de la armonía social, en la medida en que el hogar era el espacio para la resolución de los conflictos sociales -lo que los críticos de este modelo han llamado la doctrina del domestic containment- (Tyler May 1988). En la mirada germaniana, por otra parte, las dificultades de las familias de los sectores marginales para delimitar lo público de lo privado era uno de los principales índices para señalar la distancia respecto del comportamiento de los sectores más integrados a la sociedad moderna" (Germani 1961).9
La escisión de las esferas de la producción y la reproducción ha sido leída a partir de cambios en el diseño de la vivienda y de la identificación del espacio del hogar como el espacio de las mujeres. A partir de distintos momentos de las historias de vida con las que trabajamos, puede observarse la forma en que la vivienda fue adquiriendo cada vez más connotaciones femeninas, aislándose de vecinos y parientes, para resguardar la virtud del ángel del hogar".
La figura de la mujer doméstica" es moneda corriente en los discursos destinados a mujeres ya desde las primeras décadas del siglo XX (Liernur 1997; Nari 2004; Cepeda 2007). Sin embargo, en los discursos que la tenían a la vez por objeto y destinataria, aquella mujer confinada al ámbito del hogar no era en todos los casos responsable de la realización del conjunto de las tareas domésticas: el ama de casa debía vigilar que sus sirvientes cumplieran adecuadamente con las tareas. Sólo a las amas de casa de sectores populares correspondía realizar con sus propias manos las tareas de la casa y, en ese caso, el acento estaba puesto en el ahorro (de dinero), la gran virtud asignada a las mujeres pobres. Para mediados de siglo, en cambio, el ama de casa propuesta como modelo para unas clases medias cada vez más amplias -que incluyen a unos sectores trabajadores con un mayor acceso al bienestar y a sus signos de estatus- debe realizar las tareas de la casa por sí misma. En una cocina amable y acogedora", debe a un tiempo resolver las tareas domésticas y compartir un momento con su marido e hijos (Pérez 2009).
Ahora bien, las redes de las que hablamos antes -y el lugar de las mujeres en ellas- ¿pueden pensarse como instancias desde donde se tensiona esa separación? En América Latina, las redes de intercambio y reciprocidad con miembros de la familia extensa o con no parientes (vecinos, amigos, etc.) ha sido principalmente estudiada para los sectores populares y, en particular, para los grupos marginados (Lomnitz 1998 [1975].10 Por otra parte, aquellos trabajos que han observado el funcionamiento de estas redes ente los sectores medios no han tomado en consideración el espacio a partir del que dichas redes se articulan -elemento, en cambio, central en el análisis de las redes construidas entre los pobres-: si el shanty town (la villa miseria, la barriada, la favela) es protagonista en las explicaciones de cómo sobreviven los marginados, el barrio de casas bajas (el paralelo del suburbio norteamericano) ha tenido un papel más bien oscuro en el análisis de las redes de clases medias (Lomnitz y Melnick 1991; Kessler 1998). La presencia de mujeres en espacios barriales de clase media como garantes del funcionamiento de redes de reciprocidad e intercambio tensiona la frontera entre lo público y lo privado propia del modelo clásico.
Estas tensiones se encuentran en el discurso de nuestras entrevistadas mayores -las que nacieron entre fines de la década de 1920 y la de 1930-, que sólo hablan de su estar afuera" en ciertos momentos: cuando el discurso se estructura en torno de ciertos ejes como la oposición entre el antes" y el ahora", o en torno de ciertos núcleos temáticos como el sufrimiento" y la necesidad de ayuda (Ruiz Ávila 2005). En otros momentos, la imagen del yo que predomina es la que las ubica en el adentro, respondiendo al deber ser de las mujeres de la época que describen. Ahora bien, incluso cuando narran su presencia en el afuera, la lógica de lo doméstico coloniza (y legitima) el sentido que otorgan a sus prácticas (Murillo 2006). El estar afuera es parte de la resolución diaria de las tareas domésticas, en la que las redes de reciprocidad de las que hablamos antes juegan un papel central.11
Por otra parte, la imagen del ama de casa confinada" a su hogar comenzó a ser tensionada por la generación de mujeres que ingresó al mercado de trabajo entre 1945 y 1959. De acuerdo a Susana Torrado, la curva de actividad de las mujeres en ese período empezó a mostrar un perfil moderno", en la medida en que las tasas de actividad se incrementaron en todas las edades respecto de los tiempos precedentes12. Desde fines de la década de 1940 es posible observar una tensión entre esas obligaciones y otras que devienen de su participación en el mundo público. En este sentido, el retiro de las mujeres del mercado de trabajo en el momento de la constitución de sus familias (entre los 24 y los 34 años) se dio en proporciones cada vez menores a lo largo de las generaciones. Por otra parte, ya desde ese momento, es posible observar la tendencia a la reincorporación de las mujeres al mercado de trabajo después del período en el que constituyen sus familias (alrededor de los 34 años) y su permanencia hasta la edad de 55 años (Torrado 2003). Finalmente, y en este mismo sentido, a partir de los años sesenta puede observarse un cambio en las representaciones de la mujer presentes en distintos medios de circulación masiva, aunque no en un sentido único (Barrancos 2001; Wainerman 2005; Cepeda y Rustoyburu 2006; Cosse 2006b), si bien la imagen del ama de casa no desapareció ni disminuyeron las responsabilidades de las mujeres respecto de las tareas domésticas.
En contraste con lo que observábamos en el discurso de las entrevistadas mayores, las más jóvenes -las que nacieron entre la segunda mitad de la década de 1940 y la de 1960- se presentan como mujeres independientes, activas, que trabajan hoy y que han trabajado toda su vida. Ahora bien, lo que las entrevistadas de la generación más joven describen como trabajo tiene una serie de puntos en común con el estar en el barrio" de la generación mayor y en las mismas redes que mencionamos antes. El trabajo como peluquera de Nancy o el polirrubro de Cristina se sostienen, en buena medida, en esas redes de reciprocidad: ambos se desarrollan en el barrio en el que vivían sus padres, sus clientes son los mismos parientes y vecinos que confían en ellas porque las conocen desde siempre.
Por otra parte, muchos de los hijos de la generación anterior (la primera en instalarse en el barrio) han establecido su domicilio no lejos del de sus padres. Los intercambios entre ellos son sumamente fluidos y se dan en ambas direcciones -aunque en distintos momentos del curso de vida familiar-.13 El principal bien intercambiado es el cuidado de otros, un trabajo tradicionalmente adjudicado a las mujeres. Si en un momento los abuelos cuidan a los nietos, la contrapartida dilatada en el tiempo, es el cuidado de los ancianos por parte de aquellos hijos que están cerca: los hijos cuya vivienda es cercana a la de sus padres son, entre los hermanos, los que suelen participar más activamente de estos intercambios (en un sentido y en otro). Es precisamente el intercambio de cuidados lo que ha permitido a buena parte de las mujeres de la generación más joven el haber podido sostener un trabajo fuera de su casa teniendo hijos pequeños.
En este sentido, podemos observar la persistencia de las redes de reciprocidad con parientes no nucleares y vecinos a lo largo del tiempo. La existencia de estas redes no pone en cuestión las transformaciones observadas por las interpretaciones hegemónicas del cambio familiar: se trata de hogares nucleares, con una clara división del trabajo y asignación de roles en clave de género y generación, y la búsqueda de la demarcación entre lo privado y lo público. Sin embargo, hacer foco sobre ellas permite reponer tensiones que dan lugar a un entendimiento más complejo de la vida familiar.

Reflexiones finales

A lo largo de estas páginas, hemos leído distintos relatos de la vida cotidiana, buscando complejizar la mirada del pasado familiar construida a partir del modelo de familia clásico. En las dimensiones trabajadas registramos tensiones que aparecen en el relato de la cotidianeidad.
Recuperar historias de vida no supone acceder a una fuente más certera. El relato de los entrevistados es, ante todo, un relato: el de la experiencia, atravesado por la ficción de la memoria y de la puesta en discurso. Sin embargo, en ellos es posible rastrear tensiones inherentes a la familia clásica. Las redes de reciprocidad con parientes no nucleares y vecinos tensiona la demarcación entre lo privado y lo público, evidenciando, además, desigualdades de género y generación. Esas redes han servido de sostén a la reproducción familiar y es en buena medida gracias a ellas que aún hoy se garantizan las tareas de cuidado, por lo general a cargo de mujeres.
Existe un vínculo complejo entre los modelos interpretativos propuestos por los analistas y las imágenes de familia que se tienen por ideales allende las fronteras del mundo académico. La reposición de estas tensiones es un aporte para la construcción de una imagen del pasado que recupere la diversidad familiar así como las desigualdades que atraviesan el mundo doméstico, una imagen que permita pensar las transformaciones familiares actuales como parte de procesos de largo plazo.

Notas

1 Licenciada en Historia, Doctoranda en Ciencias Sociales de la UNQ, Becaria de Postgrado Tipo I del CONICET., Miembro del Grupo de Estudios sobre Familia Género y Subjetividades a cargo de Norberto Álvarez (UNMdP). Dirección postal: Colón 1899 3º E, Mar del Plata (7600), Prov. de Bs. As. Teléfono: (0223) 494-0425. e-mail: inesp18@yahoo.com. Las cuestiones abordadas en el presente artículo forman parte de las preocupaciones que serán trabajadas en mi tesis doctoral. El proyecto de tesis se titula Vida familiar y modos de habitar: experiencias y representaciones. Mar del Plata, 1940-1980". Agradezco los comentarios de los evaluadores, de los que la presente versión de este artículo se benefició enormemente.

2 La familia es un concepto a la vez más amplio y más restringido: en principio, no todos los coresidentes son familia necesariamente; al mismo tiempo, no todos los miembros de la familia deben habitar en la misma vivienda para ser considerados parte de ella (Sarti 2003).

3 Si bien, ...el sueño de la casa propia comenzó a materializarse para los sectores populares a través de la compra en mensualidades de un lote de terreno y de la construcción de la vivienda por medio de diversas estrategias, paralelas siempre a las necesidades de composición y al presupuesto familiar" ya a comienzos del siglo XX, la casa para todos" (en la lógica de un núcleo familiar por vivienda) fue una idea que sólo llegó a realizarse en alguna medida a partir de la década de 1940, en buena medida gracias al impulso de las políticas públicas implementadas por el peronismo (Torrado 2003:386; Ballent 2005). Sin embargo, recientemente se ha señalado la gran proporción de hogares ocupados por más de una familia, incluso en 1960 (Aboy 2008). Desarrollaremos este punto en el próximo acápite.

4 Para una discusión de esas categorías véase Álvarez 2007; Pérez 2008.

5 La escritura de las prácticas implica en sí misma una serie de problemas, entre los que el de su irreductibilidad a las formas del discurso que su escritura implica -su sujeción a lógicas que no les son propias- no es el menor. Esta operación indispensable para construir nuestro objeto de conocimiento, desnaturaliza las prácticas al aislarlas del flujo social en el que son comprensibles. Una solución posible es reconstruirlas a partir del relato de los propios actores, en cuyo caso estamos ante experiencias", es decir, ante una reelaboración subjetiva del propio pasado, realizada en la forma de un relato. Aunque sujetos a las lógicas compositivas de la narración (la selección del contenido, los recursos estilísticos utilizados, el tiempo que crean), son piezas a partir de las cuales podría reconstruirse el contexto del que las prácticas sociales han sido extractadas (Chartier 1996). En oposición a esta problemática, G. Stedman Jones sostiene que en tanto las llamadas prácticas no discursivas están orientadas por discursos y poseen significado para los sujetos actuantes, pueden ser leídas como prácticas discursivas (Stedman Jones 1998).

6 Se destacan las migraciones con predominio ultramarino entre la fundación de la ciudad y la década de 1930; del interior del país, a partir de ese momento (Núñez 2000).

7 Estas historias de vida han sido reconstruidas a partir de una serie de entrevistas (2 por cada sujeto). La primera tuvo, en cada caso, un carácter más general. En la segunda, introdujimos los planos de las viviendas como soporte para algunas de nuestras preguntas. Evitaremos aquí, sin embargo, la transcripción de fragmentos de estas entrevistas. En primer lugar, porque la transcripción literal del lenguaje oral desvirtúa lo que ha sido dicho. El formato de la oralidad supone usos que, escritos, resultan chocantes incluso para quienes oportunamente profirieran las palabras trascriptas. La fidelidad en la transcripción, apunta L. Arfuch, debería, por otra parte, lograr incorporar gestos, fluctuaciones de la voz, risas, etc. Esta autora sostiene que un formato literario es capaz de recrear con mayor exactitud lo dicho. Por otra parte, la transcripción literal de las fuentes, es un resabio positivista de quien necesita mostrar el documento para avalar los propios argumentos (Arfuch 2002). Algunos de los nombres de los entrevistados han sido cambiados, de acuerdo con lo pactado en las entrevistas.

8 Desde el clásico análisis de Elizabeth Bott, la construcción de redes familiares y la importancia del papel de las mujeres en su conformación ha vuelto a ser analizada en repetidas ocasiones, a partir de las más diversas cuestiones. El funcionamiento de este tipo de redes fue abundantemente descrito en distintos trabajos (Lomnitz 1998 [1975]).

9 En esta lectura, los sectores integrados presentaban una delimitación clara entre el espacio familiar y el público: por una parte, la participación en este último era eminentemente masculina; por otra, las instancias de las que participaban eran asociaciones civiles respecto de las que los vínculos familiares y domésticos ocupaban un lugar relegado (los ejemplos más citados son los de los clubes deportivos y las sociedades vecinales).

10 Para un estado de la cuestión respecto del vínculo entre el estudio de la pobreza y el análisis de dichas redes en el marco de las estrategias (de subsistencia, familiares de vida, de reproducción, etc.) véase Gutiérrez (2004). La pregunta sobre estas redes en los trabajos que analizan los sectores medios se abrió a partir de la pauperización sufrida en las últimas décadas, es decir, en la medida en que se acercaban al universo en el que tradicionalmente habían sido observadas (Kessler 1998).

11 En otro trabajo he argumentado que este estar afuera" no puede aprehenderse cabalmente sólo a partir de la lógica de lo doméstico. Dependiendo del momento del relato, las entrevistadas lo asocian también a otras lógicas más cercanas a lo privado -en el sentido de tiempo propio"- o a lo público -cuando se las piensa en relación al trabajo productivo"- (Pérez en prensa) . En este sentido, resulta útil la conceptualización de estas nociones como distinciones fractales, dependientes del contexto discursivo en el que se la sitúe, que realiza Susan Gal (2002).

12 Entre 1930 y 1950 se produjo un crecimiento en la cantidad de mujeres que se incorporaban a nuevas actividades generadas por la industrialización sustitutiva en detrimento de puestos de carácter tradicional (Torrado 2003; Lobato 2006). Por otra parte, es generalmente aceptado que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo durante todo el siglo XIX y hasta comienzos del XX era alta y que, incluso, está infrarepresentada en las fuentes de la época.

13 El concepto de curso de vida se propuso como superador del de ciclo de vida, criticado por la deducción de sus etapas de las familias actuales americanas de clase media -no siempre adecuadas a otras situaciones- y por centrarse en las etapas evolutivas de la paternidad más que en los aspectos más dinámicos de las transiciones familiares de un rol a otro (Hareven 1995).

Fuentes

Entrevistas a:

Adela (julio y agosto de 2004).

Evangelina (octubre de 2004, enero de 2005).

Luisa (octubre de 2004, enero de 2005).

Lucía P. (octubre de 2004, enero de 2005).

Beatriz P. (enero y marzo de 2005).

Leonor y su esposo (octubre de 2004 y febrero de 2005).

Bruno (marzo y mayo de 2005).

Gregorio y Juana (febrero y mayo de 2005).

Carmen (febrero y mayo de 2005).

Nancy (marzo de 2007).

Blanca (enero de 2007 y agosto de 2008).

Cristina (enero de 2007 y agosto de 2008).

Elena (septiembre de 2007 y agosto de 2008).

Planos de viviendas sitas en:

San Martín 3440, Mar del Plata (vivienda habitada por Luisa). Archivo de Obras Privadas, Municipalidad de General Pueyrredón (en adelante AOP-MGP).

La Rioja 2121, Mar del Plata (vivienda habitada por Luisa). AOP-MGP.

Independencia 2263, Mar del Plata (vivienda habitada por Evangelina). AOP-MGP.

La Rioja 2186 1º piso, Mar del Plata (vivienda habitada por Evangelina). AOP-MGP.

Gascón 3020, Mar del Plata (vivienda habitada por Evangelina). AOP-MGP.

Santiago del Estero 2731, Mar del Plata (vivienda habitada por Evangelina). AOP-MGP.

Gascón 1921 8º piso, Mar del Plata (vivienda habitada por Evangelina). AOP-MGP.

Avellaneda 2484, Mar del Plata (vivienda habitada por Leonor). AOP-MGP.

Corrientes 3147, Mar del Plata (vivienda habitada por Leonor) AOP-MGP.

Peña 2294, Mar del Plata (vivienda habitada por Leonor). AOP-MGP.

Sarmiento 4401, Mar del Plata (vivienda habitada por Bruno). AOP-MGP. Olazábal 2169, Mar del Plata(vivienda habitada por Bruno). AOP-MGP.

Catamarca 1745, Mar del Plata (vivienda habitada por Adela). AOP-MGP.

Rivadavia 3490, Mar del Plata (vivienda habitada por Adela). AOP-MGP.

Falucho 2351, Mar del Plata (vivienda habitada por Adela). AOP-MGP.

Alberdi 2562 1º A, Mar del Plata (vivienda habitada por Adela). AOP-MGP.

3 de febrero 2788 2º A, Mar del Plata (vivienda habitada por Adela). AOP-MGP.

Hipólito Yrigoyen 2570, Mar del Plata (vivienda habitada por Adela). AOP-MGP.

Funes 1182-1190, Mar del Plata (vivienda habitada por Beatriz P.). AOP-MGP.

11 de septiembre 3993-3997, Mar del Plata (vivienda habitada por Lucía P.). AOP-MGP.

Castelli 51, Mar del Plata (vivienda habitada por Lucía P.). AOP-MGP.

Funes 1126, Mar del Plata (vivienda habitada por Gregorio y Juana). AOP-MGP.

Vieytes 3735, Mar del Plata (vivienda habitada por Juana). AOP-MGP.

Avellaneda 5180, Mar del Plata (vivienda habitada por Carmen). AOP-MGP.

Castelli 5355, Mar del Plata (vivienda habitada por Carmen). AOP-MGP.

Solís 7786, Mar del Plata (vivienda habitada por Blanca). Planos provistos por la entrevistada.

Formosa 4583, Mar del Plata (vivienda habitada por los padres de Cristina). Planos provistos por la entrevistada.

Almafuerte 4455, Mar del Plata (vivienda habitada por los padres de Nancy). Planos provistos por la entrevistada.

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Fecha de recepción de originales: 03/10/2008
Fecha de aceptación para publicación: 27/06/2010

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