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Quinto sol

versión On-line ISSN 1851-2879

Quinto sol vol.26 no.3 Santa Rosa oct. 2022

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.19137/qs.v26i3.6103 

Reseñas

Jessica Blanco. Historia de una relación impensada. El catolicismo en los sindicatos durante el primer peronismo. Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata/Grupo Editor Universitario, 2021, 121 páginas.

1Consejo Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas. Universidad Nacional de Rosario

Historia de una relación impensada. El catolicismo en los sindicatos durante el primer peronismo. 2021. Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata/Grupo Editor Universitario, Mar del Plata: 121 páginas.p.

El libro de Jessica Blanco propone alumbrar lo que presenta como una doble "relación impensada". Por un lado, la historia de los sindicatos católicos y de la Juventud Obrera Católica en la vida de los trabajadores a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Por otro, la presencia católica en la vida sindical durante el peronismo. Según Blanco, la sindicalización católica, aunque minoritaria, tuvo una edad de oro en la década de 1940, en especial tras la "revolución" de 1943. La persecución y el desplazamiento de dirigentes de orientación comunista, anarquista y socialista, tras el golpe de Estado, se tradujo en un fortalecimiento de los sindicatos católicos y sus dirigentes, según el modelo sindical que en las décadas anteriores habían impulsado los Círculos de Obreros. Dicho fortalecimiento, agrega la autora, se dio al menos en aquellas provincias en las cuáles el asociacionismo de los católicos sociales había alcanzado un cierto grado de desarrollo y madurez entre las décadas de 1920 y 1930. En breve, empero, la apuesta de Perón por un modelo de sindicato único por rama y de impronta aconfesional –idea que venía debatiéndose desde hacía varios años–, planteó un escenario adverso que impidió la consolidación de las iniciativas del sindicalismo católico que habían crecido tras el golpe de 1943. Por entonces, a pesar de que no faltaron las críticas, sobre todo de algunos sectores democristianos –entre ellos los Pregoneros Social-Cristianos y los militantes del Partido Popular–, las autoridades de la Iglesia mantuvieron una actitud moderada y de conciliación con el gobierno. La Juventud Obrera Católica, por su parte, se manifestó directamente a favor de la política laboral de la "revolución" de 1943, incluido el modelo sindical.

En los sucesivos capítulos, el libro propone una reconstrucción minuciosa, por momentos con precisión quirúrgica, de la existencia de sindicatos o dirigentes sindicales católicos en algunas ciudades y provincias del país, principalmente en Córdoba y Mendoza. Sobre esta investigación, la autora hilvana la principal hipótesis del libro y la formula como una pregunta. Si bien reconoce que "es muy poco lo que se sabe del accionar de los católicos y de la influencia de la religión en los sindicatos en estos años", se pregunta: "¿Acaso las acusaciones" de Perón, durante 1954 y 1955, sobre la infiltración católica en los sindicatos, no pudieron "haber tenido asidero en la realidad sindical?". Dicho con otras palabras: ¿cómo debemos interpretar la presencia católica que el libro rastrea en el mundo sindical durante el peronismo? ¿Estos católicos eran apenas "gotas en un inmenso mar sindical peronista" o, más bien, "la punta del iceberg de un activismo católico en los sindicatos durante el peronismo que todavía desconocemos?" (p. 84).

Coincido en este punto con la autora: se trata de una pregunta que no se ha formulado con la claridad necesaria y a la cual, por tanto, tampoco se intentó responder. En este sentido, el libro acierta en hacernos mirar en una dirección poco transitada. Sin embargo, al mismo tiempo, creo que la propia investigación de Blanco aporta indicios fuertes para suponer que, tal vez, no haya tanto para "pensar", a fin de cuentas, en esa "relación impensada". El primer indicio es que, a pesar del esfuerzo de investigación que se refleja en el libro, la presencia católica es en todo momento –incluida su edad de oro–muy minoritaria a nivel de las organizaciones sindicales. Lo cual, claro está, no quiere decir que su influencia no haya sido mayor por otras vías, como bien sabemos desde los trabajos de María Pía Martín a finales de la década de 1980.

El segundo indicio lo vemos en una perspectiva de mediana duración, esa marginalidad adquiere otra connotación si tenemos en cuenta que, como ocurrió con los partidos católicos, las autoridades de la Iglesia nunca estuvieron convencidas de que la creación de sindicatos católicos fuera la respuesta apropiada a los conflictos sociales. En parte porque, como sabemos, la propia idea de "nación católica" los condujo a priorizar la catolización integral de las dirigencias sindicales y de los trabajadores más que la creación paralela y fragmentaria de sindicatos propios. Esta estrategia, además, no había dado buenos resultados en las primeras décadas del siglo XX, y la mayoría de los obispos preferían no jugar un partido que consideraban que podían perder.

El tercer indicio aparece cuando pensamos en términos de organizaciones: la apuesta más sólida de la Iglesia se hizo en el plano del mutualismo, de la mano de los Círculos de Obreros. Dicho modelo, sin embargo, ya evidenciaba signos claros de agotamiento antes del peronismo, fundamentalmente por problemas en la escala de los cotizantes. Por supuesto, las políticas estatales de salud del peronismo le dieron el golpe de gracia, pero las dificultades del mutualismo católico eran estructurales. Por último, y tal vez más importante aún, tras la caída de Perón los católicos no lograron alcanzar las posiciones de relevancia en el mundo sindical que la hipótesis esbozada en el trabajo hace presuponer.

Por ende, a la luz de estas consideraciones, creo que la principal dificultad de la propuesta de Blanco reside en el carácter tajante de la pregunta sobre la que basa la investigación: los católicos en los sindicatos durante el peronismo ¿eran "gotas en un mar peronista" o la "punta de un iceberg" que desconocemos? Ante este interrogante, lo más lógico sería responder que ni una cosa ni la otra. En los últimos años, diversos historiadores han llamado la atención sobre la presencia católica en el mundo del trabajo durante la primera mitad del siglo XX. En este sentido, al día de hoy, no pueda hablarse de una "relación impensada", aunque, claro está, resta mucho por profundizar y revisar. Además, porque, como ha señalado recientemente Roy Hora, si corremos el eje de comparación de los casos europeos al de Estados Unidos, se abre un universo de debates y discusiones que todavía es preciso dar sobre la historia de los trabajadores. De todos modos, coincido con la autora en que la mayoría de estos trabajos no suelen cruzar la frontera del peronismo. Blanco se atreve a ello y plantea preguntas provocadoras e interesantes para pensar cuestiones, ahora sí, "impensadas" de la relación entre catolicismo y peronismo en el mundo sindical. Por todo esto, su libro es importante y necesario. Aun así, en resumen, y al menos por el momento en mi opinión, las investigaciones disponibles no alcanzan para abonar la hipótesis formulada. La discusión, no obstante, está planteada.

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