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Quinto sol

versão On-line ISSN 1851-2879

Quinto sol vol.26 no.3 Santa Rosa out. 2022

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.19137/qs.v26i3.6353 

Reseñas

Mirta Zaida Lobato (Ed.) Comunidades, historia local e historia de pueblos. Huellas de su formación. Prometeo, 2020, 242 páginas.

Anamaría Macedo1  macedoanamaria4@gmail.com

1Universidad Nacional de La Pampa. Facultad de Ciencias Humanas.

Comunidades, historia local e historia de pueblos. Huellas de su formación. 2020. Prometeo, 242 páginas.p.

La obra que reseñamos responde a una necesidad del campo historiográfico en torno a las estrategias metodológicas de investigación que aborda la historia local. Al mismo tiempo, el eje vertebrador de sus páginas se percibe a partir de la concepción de comunidad. De esta manera, cada capítulo del libro da cuenta de un recorrido por diferentes procesos que reflejan el camino que atraviesan determinados espacios a la hora de construir distintos sentidos de pertenencia que surgen a partir de la experiencia.

A lo largo de los capítulos de la obra, cada autor/a recupera las experiencias de la clase trabajadora en las fábricas, barrios y en la vida cotidiana al indagar en la memoria y en las huellas que intervienen en la conformación de comunidades. Como propone Mirta Zaida Lobato, se debe pensar al espacio como una construcción social.

Al mismo tiempo, esta publicación retoma la historia de la cultura trabajadora al analizar las diversas experiencias obreras, ya que la comunidad no está definida solo por el espacio, sino también por los agentes y las prácticas que intervienen en su construcción. Para abordar las investigaciones se recurre a lugares de memoria donde es posible realizar un rastreo de huellas que integren al pasado de cada comunidad. Para ello, autores/as se acercaron a archivos oficiales, de empresas, de sindicatos, de asociaciones culturales, étnicas y deportivas. Asimismo, apelaron al análisis de la prensa, de diversas publicaciones, obras literarias, testimonios orales, memorias, autobiografías, cartas, junto al aporte de archivos de imágenes fotográficas, pictóricas y producción audiovisual.

El libro se encuentra dividido en dos partes. La primera se titula “Vida cotidiana, trabajo y protesta en la construcción de comunidades” y está integrada por seis capítulos. Estos reflejan los procesos de construcción de la comunidad, tanto en las fábricas como en los barrios, a partir de conflictos que surgen y por los cuales aparece en escena la lucha de quienes “se sienten parte”. El primer capítulo, de Laura Caruso, tiene como objeto de análisis el barrio de La Boca y la huelga grande de 1904. La autora analiza las estrategias entre sujetos y organizaciones del barrio que generaron lazos de solidaridad entre los trabajadores. La consolidación de una comunidad portuaria se refleja en la utilización de un lenguaje común ante la lucha por sus derechos a través de la protesta obrera. En la misma línea, el capítulo siguiente, a cargo de Agustina Prieto, al identificar la comunidad barrial como obrera, estudia las condiciones deficientes del Barrio Refinería en Rosario a inicios del siglo XX. Tal situación trajo aparejada una serie de protestas y huelgas. Prieto retoma también un tema interesante: la construcción en torno al imaginario progresista de este barrio y el vínculo entre los obreros expresado en la prensa y la literatura de la época.

El tercer apartado del libro, elaborado por Florencia Gutiérrez, indaga en la situación de un pueblo azucarero de la provincia de Tucumán y el vínculo entre la comunidad y el primer gobierno peronista. Analiza una serie de cartas enviadas al presidente Juan Domingo Perón donde se articulan las demandas de los trabajadores ante las injusticias laborales de la producción azucarera. A la vez, Gutiérrez propone estudiar la cotidianeidad de los trabajadores como la manifestación de los lazos sociales que se extienden por fuera del ámbito laboral. En este último vínculo se experimenta la solidaridad entre los obreros y sus familias, con intereses y similares objetivos de lucha.

El cuarto capítulo se enfoca en la comunidad obrera Loma Negra ubicada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, cercana a los pueblos de Villa Cacique y Barker. A lo largo de este análisis, Daniel Dicósimo propone pensar cómo el funcionamiento de una fábrica también implicó considerar estrategias para arraigar a los trabajadores al espacio de trabajo. Para ello, retoma el tema del paternalismo entre los trabajadores y los lazos de fidelidad que aseguraban la disciplina y la permanencia en la fábrica. El autor utiliza el término de “villa obrera” para pensar en estas comunidades y comprender la ambigüedad en la identificación de los operarios con la empresa. La concepción de “gran familia” se ve interferida por una serie de reclamos que surgen por parte de los trabajadores producto de las diferencias jerárquicas generadas a lo largo de la década de 1990. El autor se pregunta cómo, a pesar de las transformaciones económicas y sociales experimentadas por esos años, aún pervive la concepción de comunidad en la memoria de sus trabajadores.

Julia Soul, en el quinto capítulo, analiza la formación de la comunidad en torno a la instalación de la empresa SOMISA en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos. En este caso, el crecimiento demográfico y las diferencias económicas y salariales impactaron en las pautas de consumo y sociabilidad. Como consecuencia de ello, se detiene en el colectivo singular de trabajadores llamados “somiseros” y en las tensiones con los “nicoleños”. En el último apartado de esta primera parte, Rodolfo Podrini analiza el barrio de trabajadores llamado El Cerro en Montevideo. El propósito del autor es indagar en la construcción de identidades que comparten los barrios como espacios de encuentro social a partir de relatos, crónicas y recopilaciones de vecinos. La intención del autor es observar cómo se expresaron los trabajadores como consecuencia de la crisis de la década de 1960, del desempleo y de la inestabilidad experimentada en El Cerro por el cierre de varios frigoríficos. De esta manera, los trabajadores se pronunciaron mediante una huelga y una movilización sindical en la que se destacó la participación de mujeres junto a sus familias. La lucha adquirió diferentes formas –organizadas y espontáneas– y aportó a la construcción de un sentimiento comunitario.

La segunda parte del libro está compuesta por tres apartados y se titula “Cultura, memoria y patrimonio en la conformación de comunidades”. En primer lugar, el capítulo de Ludmila Sheinman se enfoca en la comunidad obrera del barrio de Barracas de la ciudad de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XX. Para ello, analiza los diferentes vínculos que se generaron a partir del accionar de los vecinos y de las instituciones. La autora destaca la participación de varios agentes que impactaron en la construcción del sentimiento de pertenencia a una comunidad desde diversos lazos de solidaridad. En el apartado siguiente, Alba González estudia el efecto del cierre de una fábrica y el desarrollo de un proceso de patrimonialización en Pueblo Liebig, Entre Ríos, donde se configuró una comunidad de trabajadores identificados como la “gran familia”. La autora reconoce la importancia de la memoria de la localidad en la generación de sentimientos hacia la fábrica como patrimonio del pueblo. El último apartado está a cargo de Mirta Zaida Lobato, quien analiza la narrativa del “Museo 1871” de Berisso. Para Lobato, allí se expresa el modo a través del cual la comunidad se comprometió con su historia para resguardar la propia memoria. Por este motivo, estudia las colecciones presentes y la producción de relatos habitados por emociones y sentimientos. En el museo residen recuerdos y voces que se expresan para resguardar un pasado que se entrelaza con el de los trabajadores argentinos.

A modo de reflexión final, se advierte cómo la obra reseñada concibe la noción de comunidad desde semblantes emocionales que el historiador social percibe en diferentes espacios de pertenencia. En esta compilación, se asume a los trabajadores como individuos activos, comprometidos y participantes, conectados por un diálogo constante que se entrevé en esas historias locales y que los diferentes capítulos se encargan de sostener de manera argumentada y con gran solidez académica. Asimismo, la propuesta invita a reflexionar sobre el rol de los historiadores en relación con las memorias de las comunidades y con sus espacios como objeto de estudio y de enseñanza.

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