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Revista argentina de endocrinología y metabolismo

On-line version ISSN 1851-3034

Rev. argent. endocrinol. metab. vol.44 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Oct./Dec. 2007

 

Los monitoreos de DDI en Argentina. Tercera Parte. Antecedentes y estado actual.

Salvaneschi, J. P.

Dirección Postal: Jorge P. Salvaneschi. Av Santa Fe 3386 1°B, 1425 BGV, Buenos Aires.

E-mail: salvaneschijorge@gmail.com

Monitoreo de DDI en el sur de la provincia de Mendoza (2001)

Salas y Amato (1946) citan que en 1937, en un censo escolar efectuado sobre 16 establecimientos educativos de la provincia, se encontró una prevalencia de bocio del 43,6 % con valores extremos del 28 al 88 % (1).
Alonso Mujica (1939) menciona en su Geografía Médica, que en la provincia, en 1939 había una frecuencia de bocio del 68 % (2).
En la sesión del 30 de marzo de 1939, en el Senado de la Nación, Alfredo Palacios, apoyado por Suárez Lago y Ozores Soler, senadores por Mendoza, presentó un proyecto de ley para la creación del Instituto del Bocio para Mendoza dependiente de la Universidad de Cuyo, basado en los datos de la alta prevalencia de bocio y debilidad mental, frecuente en escolares y, a continuación otro proyecto para la creación de la Comisión Nacional de Lucha contra el bocio Endémico. Ambos proyectos fueron aprobados por unanimidad (3,4,5).
Perineti y Frenau (1940) con el auxilio de médicos escolares, encuestaron 52.548 escolares de edades comprendidas entre 6 y 16 años, de toda la provincia, hallando el 46 % de bocio con una nodularidad del 2 %, el 48 % eran varones y el 52 % mujeres (6).
Perinetti (1951) menciona que en 1940, durante el reclutamiento, se encontró que sobre 3.360 reclutas, 426 tenían bocio (el 12,68 % de ellos, el 73,4 % eran difusos y el 22,2 % nodulares, el 3,5 % fueron considerados hipertiroideos (7).
En una investigación conjunta, realizada en 1951, mediante un convenio entre las Universidad de Cuyo y Harvard, se efectuó y demostró por primera vez, mediante la captación tiroidea de radioyodo, la fuerte avidez de la glándula por el elemento en el bocio endémico, la que se halla relacionada con la intensidad de la deficiencia de yodo y es inversamente proporcional a la cantidad de yoduro excretado por la orina (8).
Bado y Trilles (1929) no detectaron yodo en el agua de Mendoza capital, en Godoy Cruz,Colonia Alvear, Rivadavia ni Junin. Trellles (1937) publicó los resultados de un estudio del agua de consumo de Mendoza, el que incluía grupos experimentales de ratas, concluyendo que el alto contenido de calcio y magnesio (aguas duras) favorecían el desarrollo del bocio Trelles (1972) menciona que en un agua de San Martín halló 3μg/L y 9μg/L en un agua de Junin. Stanbury y col. (1951) hallaron 2,4μg/L de yodo en un agua corriente de Mendoza capital (8).
El 28 de octubre de 1952 se sancionó la Ley 2112 y el 12 de mayo de 1953 se reglamentó, estableciéndose en todo el ámbito de la provincia la obligatoriedad del uso de sal yodada en la proporción de 1:30.000 y, en 1954, comenzó la yododoprofilaxis.
Staneloni y col. (1968), luego de 17 años de la implementación de la Ley, efectuaron una encuesta entre 43.528 escolares de la provincia, encontrando una prevalencia de bocio del 3,2 %, con una nodularidad del 0,016 %.
En el sur de la provincia, Departamento de Malargüe, que consumían sal enriquecida durante 6 meses, la tasa de bocio era de 29,4%. En la escuela que no consumían sal en todo el año, la tasa fue de 60,8%, mientras que el resto de los 43.598 tenían sólo 3,2% de bocio. Estos resultados son de la encuesta de1968 (12).
Perinetti y col. (1974) presentaron los resultados referentes a la yodoprofilaxis y su influencia en las patologías tiroideas, con datos obtenidos de las historias clínicas de los enfermos que concurrían al Instituto del Bocio de Mendoza. Cabe comentar que en 1951 el porcentaje de hipertiroideos fue del 13,7% y el de cáncer de tiroides del 0,70/100.000 habitantes. Luego de tres años de profilaxis, hasta 1957, era de 1,33/100.000habitantes y de 1950 a 1970 de 2,14/100.000 habitantes. También aumentaron los casos de tiroiditis de Quervain y linfomatosa y disminuyó el bocio nodular (13).
Perinetti y col. (1976) publicaron los resultados de cáncer de tiroides de 255 pacientes que pertenecían al Instituto del Bocio y de 54 pertenecientes a la Cátedra de Anatomía Patológica, durante el período 1951-1970. La frecuencia fue de 0,70/100.000 habitantes, llegando en el último quinquenio de ese lapso a 2,14/100.000, de los cuales el 0,34 eran varones y el 1,23/100.000 eran mujeres. Según el tipo histológico fueron 105 foliculares, 89 papilares, 34 anaplásicos, 20 sólidos y 7 de tejido conjuntivo. El 71,8 % tenía bocio previo. La morbilidad se triplicó, pero la mortalidad se mantuvo (14).
Rezzónico y col. (1994) estudiaron el volumen tiroideo de 215 niños y adolescentes sanos de Mendoza, con pesos, tallas y palpación tiroideas normales. Se obtuvo una buena correlación del volumen tiroideo (VT) con la edad, el peso, la talla y la superficie corporal (15).
Hereñú y col. (2000) examinaron 783 escolares de ambos sexos en tres localidades de la provincia: San Rafael (209), Villa 25 de Mayo (152) y General Alvear (422). El examen clínico lo realizaron los integrantes del equipo. Se encontró bocio: en San Rafael 5,2 %, en Villa 25 de Mayo 8,5 % y en Gral. Alvear 5,7 %. Las yodurias fueron: en San Rafael: promedio 108±149 μg/L, mediana 79 μg/L; en Villa 25 de Mayo: promedio 114 ± 74 ug/L, mediana 94 μg/L, y en General Alvear: promedio 115±80 μg/L mediana 105 μg/L. Todas fueron muestras casuales de orina. El contenido de yodo en las sales fue de18,2 mg/Kg en San Rafael, de 14,9 mg/Kg en Villa de Mayo y 18,2 mg/Kg en General Alvear.
Los resultados demuestran que no existe una marcada deficiencia de yodo. También realizaron una encuesta nutricional en busca de factores bociogénicos que dio resultados negativos (16).

Monitoreo de DDI en el Alto Valle del Río Negro (2001)

Cattáneo (1965) comunicó que Perinetti y col. examinaron 1702 escolares y 105 adultos en San Carlos de Bariloche, encontrando prevalencias de bocio del 53 y 50 % (17).
Salvaneschi y col. (1968) encuestaron 669 escolares de 6 localidades de la provincia, hallando una prevalencia media de bocio del 63,9 %; las tasas por localidades fueron: 36,0 % en 264 alumnos de San Carlos de Bariloche, 61,6 % en 120 de Pilcaniyeu, 64,3 % en 33 de Río Villegas, 65,6 % en 170 de El Bolsón, 75 % en 7 de Pichileufú y 80 % en 5 del Lago Puelo (18).
Salas y Amato (1946) no detectaron yodo en un agua superficial de San Carlos y, en un agua de General Conesa y otra de General Roca hallaron 6,8 μg/L. Incolla (1955) en su Carta menciona que en 9 muestras de agua de la provincia, el contendido de yodo iba de 0 a 11μg/L (26). Arena y col. (1945) analizaron 5 muestras de suelo del Alto Valle del Río Negro y no hallaron más de 500 μg/Kg de yodo en ninguna de ellas.
Spegni y col. (2000) examinaron 793 escolares de ambos sexos en dos localidades de la provincia: San Carlos de Bariloche y El Bolsón. Entre los 443 exminados en San Carlos se encontró una prevalencia de bocio del 4,3 % y entre los de El Bolsón 8,0 %. Las yodurias fueron promedio, en San Carlos, 161 μg/L, mediana134 μg/L; en El Bolsón pomedio 186 μg/ mediana163 μg/L
Bertrand y col. (2001) examinaron un total de 523 escolares de ambos sexos en Cipolletti (189) y Allen (394). El examen clínico fue realizado por los integrantes del equipo. Encontraron bocio Grado I en 5,6 % en Allen y 6,9 % en Cipolletti. Las yodurias fueron promedio en Cipolletti 221,2±78 μg/L, mediana 212,7 μg/L, y promedio 175±96,3 μg/L, mediana 164,5 μg/L, en Allen. El contenido de yodo de las sales fue de 31,8 mg/Kg, sobre 365 muestras en Allen y 30,4 mg /Kg sobre 136 muestras en Cipolletti. El contenido de yodo en sales con menos de 15 mg fue del 8,8 % en Allen y 12,5 % en Cipolletti (19).

Monitoreo de DDI en Córdoba (2001)

Bergmann (1930) estudió un grupo de 70 mujeres de 13 a 21 años, internadas en el hospital Buen Pastor de la ciudad de Córdoba, encontrando un 51,5 % de bocio, mientras que un grupo de varones observó una prevalencia del 44 % (21). Alonso Mujica (1939) menciona que en la provincia había una prevalencia de bocio del 22 % (2). Córcoba (1960) examinó a 719 escolares en Villa Allende, 270 en San José de la Dormida y 1163 en Totoral, encontrando prevalencias de hasta 76,3 % (22).
Staneloni (1965), en un estudio realizado sobre 7.800 adultos y escolares de Río Cuarto, encontró 6,5 % de bocio con captaciones que iban del 40 al 45 %, el yodo del agua oscilaba entre 3 y 260 μg/L (23).
En la encuesta de 1965 se examinaron 17.067 varones de 20 años, que constituían una muestra probabilística para su edad y sexo de toda la provincia, se encontró el 7,7 % con bocio (96,1 % difusos y 3,9 % nodulares) (24).
Salvaneschi y col. (1968) efectuaron un estudio en 19.519 escolares de la provincia, a la que decidieron dividir en tres zonas: Capital, noroeste y sudeste, siendo respectivamente las prevalencias halladas del 7,2 %; 30,4 % y 7,7 %; la tasa del centro urbano fue del 7,7 % y del 35,5 % en las zona rurales. Reichert y Trelles (1920) no encontraron yodo en un pozo de Estación Casares y dos pozos de Cruz Chica, en tanto que, en un agua de Estación Ordoñez que contenía 1400 μg/L de arsénico, hallaron la sorpresiva cantidad de 1500 μg/L de yodo (25). Bado y Trelles (1929) no detectaron yodo en un agua subterránea, ni en el agua de consumo de la ciudad de Córdoba, pero hallaron 19 μg/L en Victorica y 80 μg/L en un agua del sur de la provincia (9). Salas y Amato (1945) encontraron 11,9 μg/L de yodo en un agua superficial de Belville, 103,9 μg/L en un agua profunda de Villa María y 0,9 μg/L en un agua superficial de La Cumbre (1) Incolla (1955) menciona en su carta los resultados de los análisis de yodo en quince muestras de agua: 104 μg/L en Villa María, 123 μg/L en Alta Gracia y en los trece pozos restantes, de otras zonas de la provincia, la concentración estaba por debajo de 10 μg/L (25,26). Arena y col. (1945) estudiaron el contenido de yodo de cuatro muestras de suelo de Cruz del Eje, en las que hallaron una media de 5.500 μg/Kg, con un rango de valores de 3.000 a 7.000 μg/Kg. Diserio y col. (1986), con la metodología propuesta por Follis, estudiaron la excreción urinaria de 49 adultos de Córdoba capital y de 324 escolares diferenciados por edad y condición social (alta, media y baja), pertenecientes a ocho localidades de cinco zonas sanitarias de la población rural de la provincia. Los adultos, 22 varones y 27 mujeres, recogieron orina de 24 horas y 30 de ellos, además, una muestra casual para verificar la correlación entre la excreción urinaria de 24 horas y la casual, expresada en μg/g de creatinina. La yoduria media de la orina de 24 horas fue de 131,2 μg/día y de 132.2 μg/g de creatinina la recolección casual. No se halló diferencia estadísticamente significativa por sexos. En cuanto a los escolares, 182 varones y 142 mujeres discriminados por zonas, las cuales fueron: Zona norte, Las Arrias y San José de la Dormida, que pertenecían al Grupo I de Follas (ninguna excreción por debajo de 50 μg/g creatinina; Zona sur, Río Cuarto, 27 varones y 16 mujeres, pertenecían al Grupo II (algunas excreciones por debajo de 50 μg/g creatinina); Zona este, Rinkman y Freyre, 39 varones y 40 mujeres, respectivamente, pertenecían a los Grupos I y II; Zona oeste, Ambul y San Vicente, 49 varones y 33 mujeres, pertenecían respectivamente al Grupo III (limítrofe) y Zona centro, Alto del Durazno 55 varones y 22 mujeres pertenecían al Grupo III. No se halló diferencia significativa con respecto a la condición socioeconómica de los encuestados (27).
Ortiz Arzelan y col. (2001) examinaron 427 alumnos de escolaridad primaria de ambos sexos; 383 alumnos en Alta Gracia y 44 en Monte del Rosario. Encontraron 4,2 % de bocio Grado I en Alta Gracia, sólo uno con Grado II y el otro con nódulo solitario. En Monte del Rosario, que es una zona rural con alto gado de pauperismo, la frecuencia fue de 11,4 %. La yoduria promedio en Alta Gracia fue de 128±54 μg/L, con una mediana de 124 μg/L. En Monte del Rosario el promedio fue de 99±46 μg/L, con una mediana de 85 μg/L. Cuando se asoció el nivel de las yodurias con la marca de sal de consumo, se encontró que los valores más bajos correspondían a Dos Anclas y Leader Price, con yodurias de 88,9 μg/L, mientras que con Celusal las yodurias fueron de 119,1 μg/L Las sales mostraron una media de 32,2 mg/Kg en Alta Gracia y 21,2 mg/Kg en Monte del Rosario. Las muestras con <15 mg/Kg fueron del 10 % en Alta Gracia pero del 40 % en Monte del Rosario (28). Szafryk-Mereshian y col. (2004) estudiaron 200 embarazadas, sin tiroideopatías, del 1er al 3er trimestre, hallando que el volumen de la tiroides oscilaba entre 10,4 a 13,7 ml, y que la mediana de las yodurias era de 79 μg/g de creatinina, con valores extremos de 9,1 a 130 μg/g de creatinina (29).

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Recibido: octubre de 2007
Aprobado: octubre de 2007.

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