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Revista argentina de endocrinología y metabolismo

On-line version ISSN 1851-3034

Rev. argent. endocrinol. metab. vol.45 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jul./Sept. 2008

 

Celso Moradei
10 de diciembre de 1930 - 2 de octubre de 2007

Alicia Santaliestra

Cuando Nora me ofreció la oportunidad de escribir sobre el Dr. Moradei, mis ojos se llenaron de lágrimas. Los recuerdos se agolparon en mi mente. Celso fue un gran maestro para mí, no sólo en la medicina, también en la vida.
Vivíamos en la misma cuadra y yo concurría al colegio con una de sus tres hijas, pero iba a su casa con frecuencia y jugaba con todas. A veces, había que hacer silencio porque Celso tenía que estudiar. Eso me llamaba la atención: ¿un adulto que estudiaba como nosotras? Entonces, me explicaba: "Alicita, la medicina evoluciona todo el tiempo y hay que estar actualizado". Para esa época yo tendría 8 años y sus palabras se grabaron a fuego en mi alma. Decidí que iba a ser médica.
Empecé la carrera y él me decía que era un camino muy duro y me llevaba al viejo hospital Rawson para mostrarme la realidad. Lejos de desanimarme, me entusiasmaba más porque él vivía la profesión y su especialidad con tal pasión que me contagiaba.
Una vez recibida, decidí seguir su misma especialidad: mis charlas, con él, sobre los neurotransmisores, receptores, señales, todo lo nuevo que se descubría a cada momento, me hacían pensar que no había otra rama que integrara al organismo como un todo y eso era estimulante.
Hice la concurrencia en su servicio. Como Jefe era incisivo en su decir, tratando de desafiarnos para que no cayéramos en la mediocridad. Nos impulsaba a concurrir a ateneos, a leer todas las semanas, a asociarnos a las sociedades médicas, a hacer el Curso superior en la UBA, siempre a dar un paso más en busca de la excelencia
La muerte de mi padre, que había sido su paciente y amigo, determinó que yo tuviera que seguir otros caminos dejando el hospital e interrumpiendo una relación que comenzó cuando yo tenía 6 años y se prolongó por 25. Me encontraba con Celso en los congresos y en reuniones de SAEM y la última vez que nos vimos nos dimos gracias mutuamente por todo lo compartido. La foto que acompaña esta nota es de ese día.
Enterarme de su partida para mí fue doloroso. Escribir estas líneas es una reparación a ese dolor y la oportunidad de recordar a un ser humano que brindó mucho a su familia, amigos, pacientes y alumnos. ¡Gracias Celso!, siempre vas a tener un lugar de privilegio en mi corazón.

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