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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  n.10 Viedma ene./dic. 2008

 

ARTÍCULOS

El diseño del Far West: viajes y relatos de Juan Monticelli sobre La Pampa de la crisis1

Por María Silvia Di Liscia

Facultad de Ciencias Humanas - Universidad Nacional de La Pampa

RESUMEN

En este artículo, el objetivo es analizar el imaginario construido sobre la Pampa a partir de los relatos del sacerdote salesiano y doctor en ciencias naturales, Juan V. Monticelli durante diferentes viajes en las primeras décadas del siglo XX. Se aúna en esos recorridos la tarea misional en el Territorio con el reconocimiento florístico, en una tradición que la Iglesia católica y la ciencia habían empezado mucho antes del siglo XX. En varias obras, científicas y de divulgación, Monticelli presentó un medio ambiente en permanente transformación por la explotación exhaustiva de la tierra. Así, la escritura del viajero avanza sobre las posibilidades y límites de la Pampa, con un dibujo tanto de sus llanuras ubérrimas con trigales como de las "sangrías" de los bosques nativos de caldenes; sobre las poblaciones pujantes de la frontera agrícola y el abandono de las inmensas regiones del Oeste espinoso. En el Far west construido para solaz de los lectores que admiraban lo exótico y querían tanto informarse como admirarse, desfila la población de abnegados inmigrantes, la vida sacrificada de los hacheros de los montes y las dificultades del funcionamiento institucional por la puesta en marcha de un espacio productivo en el contexto crítico de los años treinta.

Palabras clave: Viajes; La Pampa; Imaginario; Crisis de 1930.

The Far West: Juan Monticelli's Journeys And Stories About The Pampas During The Crisis

ABSTRACT

This paper explores the imaginary constructed about the Pampas from the stories of the Salesian priest and doctor of natural sciences, Juan V. Monticelli during different journeys in the first decades of the 20th century. The misional task in the Territory is combined with flora reconnaissance, following a tradition that the Catholic Church and science had begun long before the 20th century. In several scientific and popularization works, Monticelli presented a permanently changing environment due to exhaustive soil explotation. Thus, the writing of the voyager explores the possibilities and limits of Pampas, with a picture that reflects its very fertile plains with abundant wheat fields as well as native forests' drains; the thriving populations on the agricultural frontier, and the abandonment of the immense regions of the thorny West. A population of selfsacrificed immigrants, the hard life of the woodcutters at native forests, and the difficulties for institutional operation at the start-up of a productive space within the critical context of the Thirties, are shown in this Far West constructed for entertainment of readers who admired the exotic and wanted to inquire as well as admire themselves.

Key words: Journeys; La Pampa; Imaginary; 1930 crisis.

Recibido: 17/04/09
Aceptado: 06/05/09

1. INTRODUCCIÓN

Los relatos de viajeros, consciente o inconscientemente, han fascinado la imaginación de lectores ansiosos de aventuras quienes, sin moverse de su cómodo sillón, eran capaces de recorrer la espesura de las selvas, los desiertos sin fin y explorar los mares ignotos, en los confines del espacio, donde habitaban las más exóticas criaturas. La fascinación acompañaba a los escritores que, con mayor o menor maestría, eran capaces de brindar en sus páginas relatos de sus pesares, alegrías o simplemente, de sus pasadas experiencias. En clave telúrico-costumbrista, moralista, romántica, irónica o escandiendo una serie de verdades científicas, los viajeros podían explayarse sobre "el otro" (geográfico, ecológico, cultural y social) que es, en última instancia, también una reflexión sobre sí mismos.

Cuando Jonathan Swift narraba las vicisitudes de Gulliver entre gigantes, seres minúsculos, amazonas y soberanos de oscura piel, también recordaba a los británicos la complejidad del universo colonial que pretendían dominar. Cuando Juan Monticelli, botánico y sacerdote, recorría las llanuras sin fin y señalaba "La Pampa es una cárcel", en la que el condenado no encuentra paredes sino leguas y leguas por recorrer, sin "rastros humanos [donde] se experimenta un silencio tan absoluto, tan torturante como las tinieblas" (Monticelli 1933: 46), rompía con la visión de un país homogéneo y fácil de asimilar, despertando las inquietantes imágenes del vacío, de la nada. Y en ese rompecabezas que para él era la Pampa colocaba su símil, el far west del interior de Norteamérica en versión cinematográfica, proveniente de las "cintas" con altaneros cowboys y pintarrajeados indios.

La Pampa, tal como muchas otras regiones argentinas, fue también escenario de recorridos y, consecuentemente, de relatos de viajeros. Desde el Oeste, como lo fue el viaje de Luis de la Cruz en 1806 o desde el Este, como el recorrido de Zeballos y de otros naturalistas que acompañaron las huestes guerreras de Roca, durante la Campaña al desierto en 1879, las narraciones sobre la inmensidad de estepas, de montes sin fin en un horizonte interminable podían ser atrayentes para los aventureros en búsqueda de oportunidades y riquezas. La construcción de tales escritos obedeció en muchos casos a la impronta moderna y justificaba el avance arrollador de la civilización. Así, la conquista medioambiental a través del arado, el rémington, las ciudades y el ferrocarril llevaban implícitos el paulatino desalojo de tradiciones, fauna, flora y población nativa, pero tal problema no se planteó como una cuestión de pérdida o de problema ético hasta los años de 1930, cuando una crisis agroecológica de singular intensidad hizo tambalear el proyecto productivo original.

En trabajos anteriores (Di Liscia 2008 y Di Liscia, e/p), he referido a la particularidad de este proceso, en relación al medio ambiente, la visión intelectual y académica y su modificación desde finales del siglo XIX hasta mediados de la década de 1940. En este artículo, me interesa avanzar atendiendo al material brindado por un sacerdote y botánico, Juan V. Monticelli, cuyas referencias incluyen de manera especial a la Pampa de la primera mitad del siglo XX. Aún después, en escritos publicados hasta su muerte, habría una constante referencia al territorio2, en relación con su afán naturalista y religioso. Este ejercicio, a pesar de su evidente interés para la historia regional, también puede reclamarse más allá de las fronteras de la Pampa, para integrase a las miradas historiográficas de la escritura de los relatos de viajes (que inciden en la literatura sobre la historia cultural actual)3 y de la historia de la ciencia, especialmente en sus vertientes ecológicas, en virtud de los aportes sobre otras formas de relación entre la sociedad y el medio-ambiente4.

2. NATURALISMO Y SACERDOCIO: DOS VERTIENTES

Juan Víctor Monticelli nació en 1888 en Lincoln (Provincia de Buenos Aires) y fue ordenado sacerdote en 1913. Un año antes, había obtenido el título de profesor y en 1932, se graduó con medalla de oro como Doctor en Ciencias Físico-Naturales por la Universidad Nacional de La Plata, con una tesis escrita sobre fitogeografía en La Pampa Central, publicada más adelante en una revista botánica de importancia (Monticelli 1938). Murió en 1957, en Buenos Aires. De acuerdo con las palabras de Pascual A. Faraoni, director de la congregación salesiana, "sus manifestaciones religiosas no eran frondosas, como no lo era su vida, sino silenciosas y hondas, de gran profundidad y caudal. Su fe descendía, como sus agujas de disección, a las raíces de los hechos y de las circunstancias para escrutar la voz de Dios"5. El obituario ensalzaba el doble carácter de Monticelli: la religiosidad unida al afán de conocimiento de la naturaleza, intereses difíciles de soldar, habida cuenta de la oposición entre ambas formas de acceso al saber.

Dictó clases durante medio siglo en colegios secundarios salesianos y en el Instituto del Profesorado CONSUDEC. Ahora bien, la docencia excedió los marcos habituales en los colegios y escuelas religiosas, para formar parte de una red más amplia, tanto como consultor científico nacional del Estado como investigador en proyectos con cierta autonomía del ámbito eclesiástico. Por ejemplo, en la década de 1940 participó de la Reforma del Calendario Mundial6 y cuando era profesor de la cátedra de Botánica del Instituto Nacional de Nutrición, fue delegado por el Vaticano en el Congreso Internacional de la FAO, realizado en Tucumán y tuvo similar función en la Comisión Forestal Latinoamericana.

En 1954, expuso sus trabajos en el Congreso Internacional de Biología, realizado en París y durante años, estuvo en contacto frecuente con el Instituto de Botánica y Farmacología de la Universidad de Buenos Aires7. De su tarea científica, sobresale el interés por la investigación en alergias, formando parte del equipo de investigación del médico Hernaiz Ballesteros en Bahía Blanca, Laboulaye y Fortín Mercedes (Buenos Aires), General Pico y Santa Rosa (La Pampa) y en la provincia de San Luis8.

Su labor de naturalista se completó con la de hábil divulgador, publicando libros y artículos donde se dedicaba a unir, según sus propias palabras, la ciencia con la moral cristiana: como veremos más adelante, muchos de ellos contienen no pocas contradicciones, relacionadas con el doble papel de científico y religioso. De todos sus proyectos, hubo uno que no llegó a realizarse y fue la publicación de un libro de botánica para estudiantes. La censura religiosa llevó a considerar que el vocabulario utilizado en cuestiones "delicadas", como la reproducción de las plantas, era demasiado crudo y exponía a los alumnos a trasposiciones no deseadas sobre la sexualidad animal y humana9.

Los viajes formaron parte de su vida profesional: fue el primer sacerdote en viajar a la Antártida, lo cual registró profusamente con fotografías (en Legajo Monticelli) y recorrió el entonces Territorio Nacional de La Pampa en varias oportunidades, colectando plantas y observando la geología, hidrología y fitogeografía del lugar, así como la vida cotidiana de comunidades y personas en los amplios espacios del oeste y del sur, desnudos para quien no supiera mirarlos. Sobre estos viajes queremos detenernos en el apartado siguiente, ya que forman parte indisoluble de su existencia y sobre todo, del imaginario sobre el espacio del interior argentino.

3. DESIERTOS DE CIELOS DIÁFANOS Y DIFÍCIL SUPERVIVENCIA

Sus principales recorridos se realizaron entre 1928 y 1932: son cuatro años claves, puesto que el Territorio pasó de tener muy buenas perspectivas en una de las principales actividades económicas de la región, la producción cerealera, a una crisis ecológica, que complicó aún más la compleja situación económica general. Se produjo un proceso de despoblación que afectó sobre todo el Este agrícola (ver Barsky y Gelman 2005, una síntesis sobre la región en Di Liscia y Martocci 2008)

El espacio conocido en la actualidad como Provincia y, en la etapa que se aborda, Territorio Nacional de la Pampa, comparte rasgos de la llanura pampeana al Noreste, presenta al extremo Oeste rasgos del área cuyana, mientras que el Sur cuenta con características del ambiente patagónico y vinculado con ello, incorpora importantes variaciones tanto desde el punto de vida climático como geológico, edáfico, botánico y zoológico (Covas en Salomón Tarquini 2008)10.

Las narraciones sobre este espacio están contenidas en un libro de divulgación, el Far West argentino (1933) y en otros textos de igual condición, como Verdades de mi costal11, Otro costal de verdades (1945ª), que recopilaban notas de diarios y revistas de importante circulación, como La Nación, Criterio y El Pueblo. Algunos relatos formaron parte del material de lectura obligatoria en escuelas primarias, como "El monte de caldenes", publicado en el Tesoro del Idioma de 1948. Es posible entonces especular sobre el alcance de sus palabras a un público relativamente amplio de lectores, que reprodujo estas voces por circuitos periodísticos y educativos, tanto en el Territorio12 como fuera de él, habida cuenta la publicación en editoriales y periódicos de vasta circulación.

El Far West resulta una de sus obras más curiosas, tanto por el título, donde intenta cierta identificación con las películas norteamericanas, como por la forma de exposición. En efecto, la recopilación de datos llevada a cabo con motivo de la tesis doctoral (publicada en Lilloa en 1938) brindó la posibilidad de recorrer sitios poco conocidos, como lo eran el Sur y el Oeste pampeano. La colecta botánica implicaba atravesar áreas rurales, por lo que prácticamente no hay descripción de ciudades ni poblados. Esta cuestión implica una diferencia notable con relatos contemporáneos, centrados en la declamación del progreso del Territorio a partir de la organización urbana y un orden civilizatorio necesario para lograr la deseada provincialización (como es el caso de Molins 1918)

En 1923, la Pampa tenía 122.525 habitantes y en 1935, habían aumentado a 175.077 (Ander Egg 1958), en un territorio de 145.097 km213. A pesar del incremento, la densidad demográfica seguía siendo muy baja (de 0, 8 a 1,2 hab/km2) y en los departamentos del Oeste era aún menor. Hacia 1947, la población disminuyó a 170.549 habitantes, a raíz de la crisis comentada precedentemente. Una parte importante de la actividad productiva se desarrollaba en la franja Este, a partir del cultivo de cereales y forrajeras.

El Far West poco habla de la Pampa de las montañas de trigo y de cielos azules y de la abundancia de sus agricultores, los "gringos" cargados de hijos (1933: 20-21). Le interesa mucho más la de las Sierras de Lihué Calel, Limay Mahuida y de los alrededores de General Acha y Telén. El paisaje descrito es el del "fachinal", el del monte prístino con altos caldenes y el del desierto seco, recorrido por los vientos y casi despoblado, donde sólo hay puestos con ranchos (taperas) y escasísimos pueblos, con población indígena y criollos apaisanados.

Ésta es "la Pampa llena de misterios, de porvenir y hasta de aventuras sangrientas". El escenario es similar, tal cual lo veía el espectador en las películas de Hollywood, con los mismos salvajes montaraces, idénticos criollos y civilizados, "que lentamente van instalando su confort en el seno de una naturaleza solitaria y arenosa" (Monticelli 1933: 17)

La imagen gestada resulta curiosa y sólo es explicable en una especie de guiño del escritor a sus lectores. Nouzeilles ha expresado que los desafíos de la supervivencia en el desierto y en la selva, lugares extremos para el hábitat del hombre moderno, implican para el viajero-aventurero que logra el éxito la posibilidad de re-inventarse a sí mismo. La Patagonia, por ejemplo, fue uno de los refugios naturales a finales del siglo XIX donde probar la virilidad y además, el espacio desnudo prometía una vía de acceso a "la libertad absoluta que se derivaba a la absoluta falta de límites" (2002: 170)

Podríamos observar parte de esta sensación en los discursos de Monticelli. Como la obra está dirigida a señalar las virtudes de una tierra salvaje frente a la glotonería inexplicable del progreso, la identificación entre el lejano oeste norteamericano -con sus personajes icónicos- y el lejano oeste argentino imprime un sello de similitud modélica. Tal como se percibe en el cine, es posible ver in situ la magnitud de la empresa conquistadora del ambiente y de una sociedad irreductible a sólo setecientos kilómetros de Buenos Aires. La puerta de la imaginación, convenientemente estimulada por la teatralidad de las películas, asumiría así personajes y entornos tan extraños como aquéllos y sin embargo, "nuestros". Los cowboys regresan como los criollos y paisanos; los pieles rojas como los ranqueles y las interminables llanuras del Norte son intercambiables con las pampas del Oeste del país.

Veamos a continuación cómo la principal narración que se considera en este artículo, el Far West, entrelaza dos temáticas: la Pampa "verdadera", cuya flora, fauna y habitantes están ligados a un ambiente difícil y hasta peligroso y la pérdida de ese registro original, a partir del impacto de la civilización.

3.1. Caldenes, ranchos y criollos

El viajero, en su doble rol de científico y religioso, también es un voyeur para quien la Pampa presenta el exotismo temporal, al cual se llega, visita y abandona. En el libro, se relatan una y otra vez las "vueltas": los capítulos señalan los viajes y los retornos, donde se asume la diversidad y se la integra en la comodidad de lo propio14. Esta región no podía visitarse en las cuñas que imprimió la modernidad, ya que los rieles del ferrocarril acompañaban al trigo, dejando de lado las tierras más deprimidas, de toscas blancas y paisaje espinoso. Por lo tanto, la única manera de llegar a esas ignotas regiones era en automóvil o en caballos, cuando no era posible atravesar los arenales.

Monticelli acompañó en sus recorridos de los tórridos veranos a los padres salesianos, que hacían las rondas por las parroquias móviles en automóvil y a la vez, aprovechaban para otras tareas, como la colecta botánica o la caza de martinetas (1933: 175). Estos recorridos periódicos lo hacían recalar en las viviendas de los paisanos, baquianos y hacheros del lugar, quienes figuran en no pocas fotografías de la época15. En las taperas, pobres ranchos del lugar, siempre había mate, galleta y un poco de capón para el visitante (1933: 47)

La civilización ha transformado a los indígenas, antiguos dueños de las tierras, en trabajadores obedientes. Así, el hijo del centenario cacique Yancamil, "matador de los héroes de Cochicó", es un "hermoso tipo de araucano", completamente civilizado, capaz de demostrar en "su optimismo trabajador la reconciliación de las razas" (Monticelli 1933: 54). Es más, la Pampa se hizo luego de que los héroes del desierto "desalojando al indio peligroso e inerte, entregaron al arado el territorio conquistado con la espada" (1933: 21)

En todo el Far West, los héroes verdaderos no son los soldados sino los agricultores y los hábiles paisanos del Oeste. Rusos y vascos, esforzados miembros de una raza de trabajadores incansables, son también férreos defensores de la moral cristiana16. Un punto esencial de la obra de este sacerdote-botánico tendría que ser justamente enfatizar la religiosidad de unos y otros, pero no se observa una saturación del relato. La evangelización aparece por supuesto como proyecto salesiano, tanto en las fiestas y reuniones de la paisanada para festejar bautismos y celebrar los matrimonios, limitada en ocasiones por la misma acción estatal, tal y como denuncia en el texto, cuando señala cierta oposición de los funcionarios civiles a consolidar las uniones religiosas ("Rituales del desierto", 1933: 69-75). Pero Monticelli encuentra fuera del contexto de la tarea evangelizadora recursos explicativos sobre la evolución y adaptación de las plantas y los animales. Hay una primera demarcación entre la región del "desierto" y la del "bosque", ambas sin embargo se aúnan en la singularidad de la supervivencia17.

Así destaca de la escasa fauna, la vida subterránea de las vizcachas, quienes no salen durante el día a las calcinadas arenas (1933:48), la belleza humilde de la verbena roja y violeta que rodea los caminos y merecería por lo tanto ser mejorada y "adornar con derecho de ciudadanía nuestros jardines y nuestras casas" (Monticelli 1933: 27), mientras que las espinas de las rosetas que molestan a los caminantes, existen para proporcionarles a las plantas la posibilidad de viajar y reproducirse en otras tierras18.

El bosque de caldén registra los mayores aplausos como ejemplo de adaptación medioambiental. Como ya hemos señalado (Di Liscia 2008), los esfuerzos por clasificar la especie más destacada de este ecosistema es posterior, pero desde mucho antes se describe la majestuosidad de los árboles y a la vez, la productividad de su madera. Monticelli enfatizó sus virtudes en varios textos, escritos a lo largo de su vida (1933, 1938, 1948), pregonando su defensa. La persistencia frente a la sequía significa un punto esencial en el relato del Far West, que se argumenta de manera científica en el artículo presentado en Lilloa, así como el renacimiento luego de los recurrentes incendios. La falta de lluvias y el fuego constituyen dos constantes en el ambiente de la Pampa; la resistencia a ambas catástrofes, frente a las cuales poco pueden hacer los hombres, incrementa su valor y aptitud (Monticelli 1933: 85, 107, 109)

Sin duda, aunque plantas y animales se destacan por su capacidad de incorporarse y medrar con tanta mezquindad de agua, sequías y suelos rocosos, los habitantes del Oeste y Sur de la Pampa reciben mayor atención en el texto. Una y otra vez el texto registra las extremas condiciones de vida, la escasez de medios y las condiciones que impone a la población en la comida y la bebida: un racionamiento extremo del agua, incluso el uso de los jagüeles celosamente conservados por los ranqueles; una dieta de carne asada, galleta y mate siempre igual a sí misma; una vivienda pobrísima, sin ninguna comodidad o higiene. Los "gauchos" destacan así entre los "inmigrantes"; unos y otros se unifican en el paisaje pero los primeros suministran los ejemplos más graves de la marginación y el abandono19.

De acuerdo con Monticelli, cerca del río Salado, que corta el fachinal al Oeste del Territorio, sólo los más valientes se atreven a desafiar la sed y la privación. Ovejas, vacas y cabras acompañan a los habitantes de la "Pampa oriental", que se defienden mejor que los agricultores del clima y la tierra inclementes: "Por el Salado sólo hay ganadería a lo que dé el campo y en cuanto aprieta la sequía hacen emigrar las haciendas, pero nunca faltará un cordero asado, con un poco de galleta y mala agua que es el menú de cada día (…) Puedo consignar el hecho de que los mismos habitantes del Salado tienen conciencia, y lo dicen, de saber soportar mejor la sequía y los años malos que los paisanos del Este. Estos hombres se van adaptando a la privación como las especies animales y vegetales propias de la Pampa. El trigo y la alfalfa se mueren, allí donde prospera verde y lozano el piquillín, que en verano se carga de frutos dulces, innumerables, rojos como guindas" (1933: 109)

Monticelli los suma al relato a partir de su hospitalidad y de las capacidades cinegéticas, que los identifica con el resto de los animales y los diferencia de los habitantes de las ciudades populosas. "Yo era un topo en medio de aquella gente nacida en despoblado. Mis ojos acostumbrados a tropezar con paredes por todas partes, están atrofiados para el infinito y mis oídos ensordecidos por los rumores urbanos no registran ya sensaciones tan lejanos" (1933: 125). Las mujeres y varones de la Pampa eran capaces de observar el horizonte y leer en la totalidad del espacio, la llegada de un vecino a caballo e incluso, percibir su trote mucho antes de que la vista alcance a señalarlo.

Como hemos señalado (Di Liscia 2003: 79-81), estos saberes propios de la vida en llanuras inconmensurables llamaron la atención de otros viajeros mucho antes, configurando un imaginario de las capacidades físicas de sus sufridos habitantes así como de su anacronismo y alteridad: la admiración permite también entrever la integración de la población rural, sobre todo paisana, al nivel de "fósiles vivos" (Monticelli 1933: 56). Y como tales, ejemplos del pasado, destinados a desaparecer.

3.2. Nostalgia del "tiempo perdido"

En los viajes hacia el desierto, el reconocimiento del relato está generalmente puesto "hacia atrás". Se registra por un lado un espacio anacrónico, relicto del pasado de la humanidad, intocado por la modernidad y por lo tanto, bárbaro, inculto y pasible de conquista. Por otro lado, se descubre la contaminación del paraíso, paradójica y avasallante a la vez; la llegada del progreso ligada a estímulos extraños que destruyen una esencia paisana -tanto criolla como inmigrante-, pero centrada en el respeto por los mayores, las costumbres, las formas de "hacer" tradicionales.

La particularidad de este sacerdote es su mirada contradictoria sobre los beneficios/maleficios de la civilización. Se visualiza de manera romántica tanto una sociedad que se corrompe por lujos y tecnologías modernas como una naturaleza que pierde, año a año, su pureza. Por un lado, la modernidad ha fomentado el consumo despiadado y sin sentido de bienes inútiles, como las vitrolas y radios, donde "resuena la música conspiradora y extranjera". Los agricultores han cambiado sus caballadas y el arado por automóviles "ford" y tractores y en esa transformación sin sentido ni previsión se asienta su ruina (Monticelli 1933: 22)

Estas mismas imágenes, emergentes de un consumo disruptor, se lamentan la pérdida de un sentido o esencia paradisíaca frente a un presente materialista y pueden localizarse en los años veinte en multitud de publicistas20, formando parte de la crítica social hacia una sociedad capitalista que, como un pulpo, adecua lo tradicional y lo moldea, haciendo desaparecer sus mejores aristas por un presente tecnocrático y despojado de romanticismo. Los recorridos realizados hacia 1928 enfatizaban en el Este la incorporación de maquinaria agrícola y de automóviles, llevados por un deseo anormal de modernización que, sin embargo, no es inapropiado en las ciudades. Ya en los últimos viajes, en coincidencia con la crisis agrícola, el viajero observa que parte de sus designios se cumplieron: el abandono de muchas de las tierras de labranza implica el fracaso del sueño y el éxodo familiar subsiguiente.

La mutación del ambiente es, en el análisis de esta obra un punto destacado. En otros trabajos (Di Liscia 2008), hemos planteado cierta preocupación de un pequeño conjunto de intelectuales locales y de la prensa por el exterminio del caldenal, un ecosistema único y necesario para mantener los suelos, como señalamos, en un contexto de sequía y erosión. El Prosopis calden, la principal especie del bosque, registraba ya ausencias importantes en los años del recorrido de Monticelli: los "limpiones" del parque pampeano habían ampliado las tierras para la agricultura de trigo. En varios textos, tanto de divulgación como dirigidos a un público académico (1933, 1938, 1945 y 1948), el naturalista denunció las consecuencias del desmonte y las pérdidas incalculables.

No sólo le preocupaban las carencias de los productores ante la erosión de los suelos por la devastación silvícola, sino la irresponsabilidad humana en general frente al medio ambiente. Así, eran culpables tanto las empresas que acopiaban montañas de maderas para parquet, las locomotoras que quemaban el carbón vegetal como los más humildes hacheros, que se dedicaban a borrar con su trabajo las huellas del bosque en la Pampa. "Sangrar" caldenes, es decir, secarlos en pie para aprovechar mejor la leña era una matanza reprobable, una "carnicería" peor que sacrificar vacunos, puesto que los árboles eran resultado de décadas de energía solar y el ganado, de sólo pocos años de consumo de vegetales (Monticelli 1933: 134 y 175-181)

La deforestación no sólo incluía la Pampa. Otras áreas de Argentina podían sufrir la expoliación de sus bosques, cuestión que hemos observado con anterioridad (ver Di Liscia,e/p). En varios relatos de divulgación, se alertaba sobre la impiedad con que desaparecían los bosques de araucarias en la Patagonia y sobre el sacrificio de las reservas de algarrobos y quebrachos del Chaco: "Talar un bosque equivale a destruir el capital y la renta" (Monticelli 1945: 27), porque se renueva a un ritmo lento, milenario y su rendimiento por hectárea de frutos comestibles supera a los más fértiles trigales (Monticelli 1940)

El viajero adquiría así un papel diferente, entre pedagogo y moralizante: inducía a los demás a observar la belleza del monte y alertaba sobre su desaparición21. Se transformaba también en un movimiento de auto-responsabilidad (puesto que se comparte el consumo de madera). Pero deberían ser los mismos pampeanos, como habitantes permanentes, los encargados de cuidar el ambiente, evitando su degradación22. El diagnóstico de la desaparición en la narración es más eficaz y certero discursivamente que la receta para su recuperación o mantenimiento. Se señala así que es posible una coexistencia productiva que incorpore a los bosques -al menos- el ganado, como actividades complementarias.

Arrasar con el caldenal es, para Monticelli, propio de un "industrialismo a la moda yanqui" o bien, un recurso desesperado de los pobres, quien por razones económicas, se transformarán en radicales y hasta en "anarquistas" y le echarán fuego al monte, mientras que no hay lord inglés a quien se pueda convencer en destruir su parque (Monticelli 1933: 137-138)

Así, una política de conservación se transforma, bajo esta mirada, en una visión política conservadora: los norteamericanos son el ejemplo de las películas de vaqueros y también de la nefasta "moda" industrial (cuestión que se complementa con el ingreso de maquinaria y automóviles y de otros elementos de consumo masivo e innecesario). Los ingleses, registran un nivel más alto -a pesar de ser dueños de empresas madereras en todo el país y de ejercer ese ímpetu destructor del cual es tan crítico. Y finalmente, los "radicales", a quienes ampara la escasez de recursos para la misma destrucción. ¿Cuál es la solución a este dilema del uso de naturaleza, que encierra no pocas enseñanzas sobre la moral y la política de un naturalista católico? En sus palabras: "Cuestión de educación y de justicia" (Monticelli 1933: 138). En la Argentina de los años de 1930, implicaría generar una legislación de protección y una conciencia (¿ambiental?) en un amplio conjunto social, pero con árbitros reducidos a una capa de especialistas, más sensibles a la problemática del ambiente y a la previsión de su uso futuro.

Pocos años después, otros dos científicos, Joaquín Frenguelli y Angel Lullio Cabrera realizarían un viaje similar al de Monticelli por la Pampa, aunque más corto y con la exclusiva de distinguir cómo el paisaje de la Pampa bonaerense se trastocaba en el de la Pampa central y de allí, al patagónico (Frenguelli y Cabrera, 1939)23. De Este a Oeste, recorriendo desde Santa Rosa a Santa Isabel y Algorrobo del Aguila a la ida y volviendo por el Norte, atravesando desde Telén a General Pico, los viajeros describían el monte y la "travesía" desértica, bajo una prolongada sequía. Sin embargo, a finales de los treinta, el caldenal parecía haber avanzado en el Noroeste pampeano: la misma escasez de lluvias provocaba su expansión sobre la estepa herbácea. Frenguelli y Cabrera expresaban que los "lugareños" les aseguraban que la sequía precisamente permitía la colonización de nuevos espacios, cuestión singular sobre la que Monticelli había alertado con anterioridad. Habría que esperar hasta finales de los años cincuenta para que se realizara una evaluación general sobre los bosques pampeanos, con una atención tanto ecológica como forestal, pero esa forma parte de otra historia. Y de otros viajes en el interior de la Pampa.

4. CONCLUSIÓN

En este breve recorrido, la argumentación de Monticelli incorpora diferentes tiempos: una primera etapa gloriosa, de conquista por el arado, donde los indios desalojados retornan como mansos peones; un territorio ornado con caldenes y bosques útiles, donde las tierras del Este florecen bajo los trigales, pero que esconde en su bonanza aparente los gérmenes del deterioro y la crisis. Y un segundo tiempo, donde el exceso de cultivo, la devastación de los bosques y el desorden climático plantean una reflexión general sobre los límites y los alcances de la modernidad. El Oeste de la Pampa resistía mejor a los embates por su conspicua adaptación al medio: gauchos, bestias y plantas asumían una fortaleza otorgada por la misma privación.

El viaje de 1933 implicó entonces cierta movilización cultural y una reconstrucción de las identidades y costumbres, como se ha señalado para otros ámbitos (Clifford cit. Zusman, Lois y Castro 2008: 12). En este caso, imprimió en el viajero un imaginario sobre la Pampa, desdoblado en obras posteriores a lo largo de toda su vida, tanto de carácter científico como de divulgación. La trama tejida en las palabras de este botánico y sacerdote resuma las dificultades del paisaje difícil - a pesar de las satisfacciones que puede otorgar su domesticación-, y los futuros riesgos de desconocer las enseñanzas de una naturaleza díscola y salvaje. Estamos lejos aún de conocer con certeza el impacto de este discurso en los diferentes ámbitos de interacción de Monticelli, aunque el hecho de que se deslizara entre espacios intelectuales muy diversos - los académicos, propios de su disciplina y de otras (biología, medicina), los religiosos y de enseñanza - hacen reflexionar sobre las posibilidades e implicancias de circulación de sus mensajes a público muy diversos. La perspectiva que abordamos aquí recuerda a la que Pratt (1997: 27) menciona como "de contacto": los sujetos se constituyen en y por sus relaciones mutuas; por lo tanto, la relación entre el viajero y sus propios sujetos (visitados) se hace en términos de co-presencia e interacción, aunque esta se plantee en una relación de poder asimétrica. En este caso, el naturalista es quien enseña al resto la "correcta" actuación frente al ambiente, a partir de la utilización limitada por la necesidad de mantenimiento y sustentabilidad. El viaje asume así instancias de enseñanza final, en las que la aventura desaparece y el Far West pampeano aparece bajo una mirada nueva: la de la responsabilidad por el futuro medioambiental.

Notas

1 Este artículo es parte de los Proyectos de Investigación Políticas y poéticas del museo. Etnia, nación y colonia en Paraguay, Argentina y España (Fundación Carolina, 2008) e Instituciones, actores y prácticas. Sociedad y economía en La Pampa, siglos XIX y XX (UNLPam-FCH).

2 Agradezco especialmente a Ana María Rodríguez la información sobre el Archivo Central Salesiano.

3 Ver como ejemplos recientes las compilaciones de Fernández, Geli y Pierini 2008 y Zusman, Lois y Castro 2008. Sobre el papel científico de los instrumentos generados por la geografía -que se intereconectan con la literatura de viajes- ver Livinsgtone 2003: 178.

4 Arnold (1992: 11-12) diferencia la "historia ecológica" -que se ocupa de los organismos vivientes, especialmente no humanos- de la "historia ambiental", que suele entenderse como la relación entre sociedades y culturas con su hábitat. En la actualidad, tal distinción parece haber desaparecido, puesto que no puede señalarse un ambiente en el cual las sociedades humanas no influyan, aún de manera tal de ocasionar su deterioro y destrucción.

5 Carta de Faraoni, Buenos Aires, 23/12/1957, Legajo Monticelli. Una de las fotografías del Legajo lo representa bajo el doble aspecto, ya que lleva el hábito de sacerdote y el guardapolvo del científico.

6 Monticelli 1945b. El texto, traducido al inglés, fue extraído del Almanaque del Ministerio de Agricultura de ese año. 7 Nota de Juan P. Molfino, Profesor de Botánica del Instituto, 20/08/1959, Legajo Monticelli.

8 El estudio se realizó durante 1940-1942 en base al examen polínico en estaciones botánicas situadas en puntos estratégicos (Herraiz Ballesteros y Monticelli 1943)

9 "También noto que hay, diría, excesiva crudeza en la terminología de lo que se relaciona con reproducción. Córrase un poco de la célula vegetal a la célula animal, del organismo vegetal al animal y al hominal (sic) y estaremos en territorio molesto, delicado y aún escabroso para nuestros niños, los cuales ya se encargarán de hacer, en su mente y acaso en sus recíprocas comunicaciones, ese fácil paso de lo vegetal a lo otro. Ejemplo, cap. XIV, pág 5 'óvulos encerrados en una cavidad llamada ovarios', Cap. XIII, pág. 4 'marcha infalible del anteroide al óvulo'" (Nota manuscrita al Reverendo José Reynadi, 21/08/1937, Legajo Monticelli). Un año más tarde, el libro fue presentado nuevamente con las reformas sugeridas que no llegaron a convencer a sus revisores, a pesar de que se aceptaba el uso de términos como "sexual, asexual". Lo recomendaron como texto para alumnos de 3º o 4º año, dado que los alumnos ya eran mayores y podían entender los conceptos empleados y "pasar sobre los puntos delicados" (Nota al Reverendo Padre Inspector, 19/04/1938, Legajo Monticelli), pero finalmente no llegó a publicarse, tal como lo afirmaba la nota necrológica citada.

10 La llanura oriental, los valles pampeanos y la depresión del sudeste se concentran en el Norte y Este de la provincia, permitiendo la práctica de actividades agropecuarias de secano. Se trata de la franja con la mayor concentración de población, servicios e infraestructura y ha sido desde fines del siglo XIX el espacio más valorado por sus aptitudes para la producción para el mercado externo. Entre las isohietas de los 500 y 400 mm de precipitaciones anuales, la llanura herbácea es reemplazada por el monte de caldén y al Oeste de ésta última, la zona comprendida aproximadamente entre los departamentos Chalileo, Chicalcó, Puelén, Limay Mahuida y Curacó, se corresponde con el espacio pastoril, caracterizado por su aridez y semiaridez, se distinguen en él a su vez la depresión fluvial y las mesetas occidentales, donde se practica ganadería ovina y caprina casi exclusivamente. La depresión fluvial comprende una zona de menor altitud (los departamentos de Chalileo, Limay Mahuida, Curacó, oeste de Lihuel Calel, y este de los departamentos Chicalcó y Puelén), que se corresponde con el curso del sistema Salado-Chadileuvú-Curacó, con precipitaciones que oscilan entre los 300 y 400 mm anuales. La meseta occidental se encuentra a una mayor altitud, con condiciones de mayor aridez y menor densidad de pasturas debido a los afloramientos rocosos, y precipitaciones menores de 300 mm anuales. En la región occidental (departamentos de Chicalcó, Puelén y Curacó, y suroeste del departamento Limay Mahuida) el clima es entre árido y semiárido, con paisajes compuestos por planicies, pendientes, coladas basálticas, terrazas y paleocauces, y vegetación de arbustales abiertos, bajos, y matorrales subdesérticos (Salomón Tarquini 2008 e Inventario Integrado 1980).

11 En el Diario El Heraldo (Santa Rosa, La Pampa, abril 1935) se realizó una reseña de esta obra, señalando que su autor había publicado bajo ese título una compilación de artículos aparecidos en diferentes periódicos del país, con un estilo ameno. El texto estaba dividido en tres partes, una de las cuales refería específicamente a las plantas autóctonas (en Legajo Monticelli),

12 Stieben (1946) retomó sus argumentaciones al mencionar los graves problemas acarreados por la sobre- explotación del caldenal.

13 Sobre las características iniciales del poblamiento (grupos étnicos, nacionalidad y distribución, así como crecimiento demográfico) ver Di Liscia y Lluch 2008.

14 La estructura misma del libro trata de imprimir la novedad en los subtítulos de los capítulos que la componen: cap. I "¡Hacia el Oeste!", cap. 2: "En la huella", cap. 3: "Hombres y fieras", cap. 4: "Taperas y hogares", cap. 5: "Rituales del desierto", cap. 6: "Sed y miseria", cap. 7: "Aguas arriba", cap. 8: "Lihuel Calel", cap. 9: "Vida Serrana", cap. 10: "La Pampa tiene el Caldén", cap. 11: "Las Tinajeras", cap. 12: "Inhumación", cap. 13: "De vuelta al monte". El cap. 14 ("La leyenda del Nevado") refiere a Mendoza. (ver Monticelli 1933)

15 En el Legajo de Monticelli se han recogido varias fotos donde figura el sacerdote-naturalista con paisanos del lugar junto al automóvil que le servía de transporte.

16 En Lihuel Calel, donde se encuentran las Sierras del mismo nombre, lo recibe la familia Altolarrigue: "Es la tercera familia perfectamente constituida que encuentro en la Pampa y no será casualidad que el apellido sea vasco: parece que traen prendida al apellido la noción de familia, y bien se nota en la casita limpia y ordenada con su cerco de espinas y flores. Fuera del cerco, perros guardianes, mansos avestruces, el molino que da agua a la hacienda y luego piedra y desierto: más allá de esa línea infranqueable, el hogar con sus previsoras comodidades, el pequeño huerto, algunas parcelas de flores, un gato y tres charitas" (1933: 116)

17 Sobre las regiones fitogeográficas pampeanas, ver Di Liscia 2008 e Inventario Integrado 1980.

18 Irónicamente se señala: "Yo no creo que hayan nacido por simple evolución, como dicen los naturalistas: para mí, las hizo el diablo, porque hay en esa especie, desesperante premeditación y ensañamiento contra el pobre animal encargado de diseminarlas según enseña el evolucionismo" (1933: 40)

19 "…Le vi bajar y le vi acercarse a caballo, saludar como viejo amigo y ofrecer su ranchito, su asador, su galleta, y sobre todo su aljibe de agua codiciosamente guardada. ¡Úsela amigazo, toda la que precise pero no desperdicée ni una gota, que hace tiempo que no llueve y este techito de pocas chapas junta muy poco agua cuando se acuerda de llover! Qué vida miserable aquélla! Unas pocas ovejas perdidas en anchas leguas. El compañero de trabajo ha salido por la madrugada a campear los animales (…) Un candil de sebo sobre un tronco; varios troncos donde se sentarán los convidados; un pedazo de capón a medio asar sobre las brasas y un cajón de galleta que se hace polvo entre los dedos: esa es toda la decoración del peristilo de aquel palacio cuyo techo está decorado con las decoraciones del cielo. Esta pobre gente no cambia menú toda su vida: no tienen, ni prueban un bocado vegetal y confieso que todas mis teorías dietéticas crujieron al contemplar aquellos gauchazos robustos y viejos como caldenes" (Monticelli 1933: 50-51y 149-150)

20 Por ejemplo, ver González Stephan (2006) en relación a la interpretación de Rubén Darío sobre la fascinación tecnológica y las críticas al capitalismo.

21 "He vuelto al monte. No me interesa discutirle al puma o al jabalí los secretos de sus guaridas: sólo quiero sumergirme en la espesura, donde no hay caminos trazados ni sendas recorridas, ni el plan original de un parque inglés ni el alumbrado terminal ni el horizonte infinito y torturante del desierto. Todo allí es concreto y real, vecino de formas definidas: es majestuoso el Caldén, es imponente el Chañar, la alfombra tendida a los pies es de cloris y verbenas, y hay perfumes de tomillos y favoritas. Un día lo recorrí a caballo: el monte sigue los relieves del suelo y es un placer sumergirse en lo profundo de aquellas hondonadas, como subir hasta el lomo de aquellas oleadas inmensas de tierra revestidas de parque" (Monticelli 1933: 130)

22 "Cuidenme los montes amigo, por lo menos hasta que vengan leyes forestales como las tiene cualquier país civilizado. ¡No saben Uds. la belleza y la riqueza de esos montes! (Monticelli 1933: 181)

23 Joaquín Frenguelli, geólogo y Angel Lullio Cabrera, botánico, fueron reconocidos docentes e investigadores de la Universidad Nacional de La Plata.

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