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Revista Pilquen

On-line version ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  no.12 Viedma Jan./June 2010

 

ARTÍCULO

Identidades en pugna. Lo local y lo nacional en las conmemoraciones barilochenses. 1910-1934

Alina Carey y Laura Marcela Méndez
lauramendezbari@arnet.com.ar
Centro de Estudios de Historia Regional (CEHIR) - Investigaciones Socio-históricas Regionales (ISHIR) - CONICET; Centro Regional Universitario Bariloche - Universidad Nacional del Comahue

Resumen
En las prácticas conmemorativas y los festejos es posible encontrar no sólo adhesiones y consenso, sino también tensiones y conflictos: si bien es el Estado -como encarnación de la comunidad política- la institución que inicia las conmemoraciones, diferentes grupos sociales se involucran en ellas: organizadores, asistentes, defensores o detractores. Es propósito de este trabajo analizar festejos y conmemoraciones en San Carlos de Bariloche entre 1900 y 1934 en relación a rasgos identitarios y vínculos dialécticos entre los mandatos del Estado nacional-territoriano y la dinámica de la comunidad local. ¿Existieron en el calendario festivo local otras festividades además de las emanadas desde los poderes centrales? ¿Quiénes fueron sus héroes? ¿Cuáles sus verdugos?

Palabras clave: Conmemoración; Identidad; Memoria; Festejos; Liturgia patriótica.

Conflicting identities. The local and national issues in the commemorations of bariloche. 1910-1934

Abstract
In the commemorative practices and celebrations it is possible to find not only joining and consensus but also tensions and conflicts: although it is the State as the incarnation of the political community the institution that promotes the commemorations, different social groups are involved in them: organizers, assistants, defenders and detractors. The aim of this work is to analyze celebrations and commemorations in San Carlos de Bariloche between 1900 and 1934 in relation to the identitary features and links between the mandates of the national-territorial State and the dynamic of the local community. Were there other celebrations in the local festive calendar besides the ones stemmed from the central power? Who were their heroes? Who were their tyrants?

Key words: Commemoration; Identity; Memory; Celebrations; Patriotic liturgy.

Recibido: 02/03/10
Aceptado: 10/06/10

1. PRESENTACIÓN

Cuentan los antiguos que en un principio el Gran Ciprés de los Deseos otorgaba sombra y refugio a los pobladores. Allí la comunidad se reunía para celebrar los acontecimientos importantes dando inicio a nuevos e intrépidos deseos, como la expansión y el bienestar para los habitantes. Sin embargo un día el Progreso se vio limitado y decidió talar el árbol para trazar con rectitud la calzada. Ese mismo día se perdió la concentración y los deseos volaron sueltos y lucharon entre si por una raíz que los anclara.

Ruth Viegener 2009

La conmemoración y el festejo como construcciones sociales presentan de qué manera un grupo o colectividad relaciona el presente con el pasado en los actos de rememorar y olvidar. Los acontecimientos, actores y lugares elegidos para ser recordados, se inscriben en un devenir histórico, por lo que cambian sus sentidos según los contextos políticos y sociales. Las luchas que expresan las tensiones entre la memoria y el olvido, están en el núcleo de la relación entre memoria e identidad, definiendo el nosotros que rememora y conmemora (Jelin y Langland 2003)

Como sostiene José Ignacio Homobono Martínez (2004) la fiesta es un hecho social total, una expresión ritual y simbólica vinculada con las identidades colectivas. Las conmemoraciones y festejos significan una oposición al tiempo ordinario y a la vida cotidiana en cuanto a celebraciones cíclicas y colectivas que estructuran un calendario festivo anual y definen una especialidad. Al poseer una capacidad creadora de un simbolismo festivo, cumplen un papel potente como activadoras de identidades mediante la eficacia de la acción ritual y contribuyen a la construcción de la tradición y a formas de sacralización intra-mundana.

Los rituales festivos poseen la capacidad de configurar la realidad y expresar identidades complejas fragmentarias y cambiantes que ponen en tensión lo local con lo nacional. Llorens Prats (1997) sostiene que en la intervención social sobre el patrimonio pueden advertirse dos tendencias: una macro, asociada con las activaciones patrimoniales del gobierno nacional y/o territoriano y una microactivación, vinculada con iniciativas locales o comarcales, con un bajo nivel de capitalización y sostenidas principalmente por el voluntariado local, interesado en la preservación de determinados símbolos del pasado.Asimismo, estudiar las formas y contenidos de las fiestas urbanas en las que se produce un particular modo de sociabilidad basado en la amistad, el asociacionismo y la vecindad, permite advertir agendas paralelas, a veces contradictorias y a veces complementarias, entre los festejos populares y los pensados desde la lógica estadual, entre las decisiones en una dimensión local -concebidas como un espacio restringido en el cual se desarrolla la vida social que posee, a su vez, una extensión dilatada, transversal y con una territorialidad desarraigada (Ortiz, 1996) y las macro decisiones en el nivelnacional que dan cuenta de las disputas en el campo del poder por imponer un determinado contenido simbólico al ocio de los habitantes de la ciudad.

El Estado, por lo general, tiene una relación ambivalente con las fiestas: por un lado desconfía y teme que las cosas se vayan de control y que se cometan excesos, y por otro admite la funcionalidad de los festejos como instancias en que la población puede reparar u olvidar sufrimientos y privaciones vividos cotidianamente y a la vez generar un sentir común, aunque sea momentáneo y fugaz, sentirse parte de un colectivo social que comparte ideas, tiempo y emociones. En este sentido, resulta imperativo identificar los emprendedores de memoria (Jelin 2002) es decir, aquellos sujetos activos en el escenario político que buscan ligar con sus acciones, desde su presente, el pasado con el futuro.

Del rastreo del calendario festivo y las asociaciones que participaron en su concreción, es posible identificar en el espacio urbano las elites culturales, definidas éstas en términos de Pilar González Bernaldo (2001) como coincidentes con la gente decente concebida en clave educativa y lazos de parentesco y los vecinos, incluyendo en éstos a quienes poseen una posición de preeminencia en la esfera pública.

Existe una profusa bibliografía sobre marcos teóricos y desarrollos empíricos que da cuenta de conmemoraciones y festejos tanto en el territorio nacional como en el escenario latinoamericano1. Sin embargo, no tenemos conocimiento de la existencia de investigaciones que sobre esta temática específica se hayan realizado para la zona andina rionegrina, posiblemente en relación con la escasez, dispersión y fragmentación de las fuentes disponibles, realidad que amerita, sin duda, futuras investigaciones.

Es propósito de este trabajo analizar fiestas, comensalidades festivas -en términos de Homobono Martínez-2 y conmemoraciones de San Carlos de Bariloche entre 1910 y 1934 con la intención de identificar agentes organizadores, rasgos identitarios y relaciones entre los mandatos del Estado nacional y el territoriano y la dinámica de la comunidad local. Es nuestro especial interés ofrecer una lectura compleja de las versiones más tradicionales de las conmemoraciones y festejos en los Territorios Nacionales que los circunscriben a las fiestas mayas y julias y los conciben como medio del Estado para crear argentinidad.

Hemos iniciado nuestro trabajo alrededor de la década del 10, cuando la Argentina del Centenario acentuaba su prédica nacionalizadora en el sur argentino y lo hemos extendido hasta avanzada la década del 30, cuando los cambios experimentados por la sociedad local, inmersa en procesos de turistificación, urbanización e inmigración, se reflejaron en el sistema festivo.

En una primera parte nos proponemos historiar la realidad social barilochense entre principios de siglo hasta la década de 1930 para luego significar las conmemoraciones y festejos de sus habitantes. Nos interesa particularmente analizar éstos en relación con el accionar del Estado, sus agentes y la sociedad civil en pos de construir en los territorios del sur la nacionalidad argentina, a través de diferentes mecanismos de disciplinamiento social. ¿Existieron en el calendario festivo local otras festividades a las emanadas desde los poderes centrales? ¿Quiénes fueron sus héroes? ¿Cuáles sus verdugos?

2. UNA NACIÓN MIRANDO AL SUR

La historiadora Lilia Ana Bertoni (2001), quien analiza el contexto nacional de fines del siglo XIX para entender las pujas por la construcción de la nacionalidad argentina, afirma que hacia la década de 1880 el interés y el entusiasmo puestos en las festividades patrias, en especial por parte de las colectividades inmigrantes, no eran los esperados por la elite gobernante. Este panorama motivó al gobierno a esforzarse por revitalizar las fiestas públicas oficiales con el propósito de construir y conservar la nacionalidad argentina a través de prácticas, símbolos y contenidos nacionales rescatados de la historia. Así, hacia 1890 se inició la formación de un movimiento para la construcción de una tradición patria dentro del cual surgieron diversas asociaciones artísticas, literarias y deportivas con un carácter cívico patriótico. En simultáneo, se promovió la construcción de una memoria nacional de la que participó activamente la ciudadanía y la que generó debates en cuanto a quiénes serían los héroes de la historia patria. Esta formación de una historia y una identidad nacional, tenía como objetivos tanto fortalecer los lazos de integración hacia el interior del país, como afirmar la soberanía nacional en defensa ante cualquier amenaza desde el exterior de impulsar otra nacionalidad. Esta intencionalidad tuvo especial anclaje en los territorios del sur argentino.

Tras la campaña militar a la Patagonia (1877-1885), la población que comenzó a habitar esta fracción del territorio fue muy heterogénea en cuanto a su origen. En la Norpatagonia Andina de las actuales provincias de Río Negro y Chubut convivieron inmigrantes europeos, argentinos, un grupo poblacional muy numeroso de sustrato chileno y algunos indígenas sobrevivientes a la razia militar. En San Carlos de Bariloche, en particular, y en todos los Territorios Nacionales, el Estado argentino puso en marcha una serie de dispositivos para, a través de un proceso de territorialización, incorporar a la población a una nacionalidad. La escuela fue, sin duda, una de las instituciones clave en la concreción de este propósito en cuanto asumió un enérgico programa de educación patriótica que, a partir de un conjunto de rituales y contenidos escolares, se proponía fabricar argentinos. En este contexto multicultural, el Estado apeló a la educación primaria libre, gratuita, laica y obligatoria, tal cual lo establecía la ley 1420 de Educación Común, como uno de los dispositivos de control y homogenización. Como sostienen Mirta Teobaldo y Amalia García (2000), la sintonía discursiva entre funcionarios políticos, maestros y corresponsales de prensa obedeció al pensamiento hegemónico de principios de silgo XIX. En el espacio regional norpatagónico, el ejercicio de las actitudes patrióticas implicó prácticas etnocéntricas y xenófobas orientadas e indígenas y chilenos pobres, a quienes se les acusaba de portar el "estigma de la raza" que los condenaba a la vagancia, el vicio y la barbarie.3

La prensa del territorio se hacía eco de esta apreciación, vertiendo desde sus editoriales comentarios como el siguiente:

Es un tema de permanente actualidad el de la nacionalización de los moradores en las zonas limítrofes con Chile. Todos los gobiernos se han preocupado de obstaculizar lo posible, la inmigración y arraigo de población chilena en esos lugares y siempre con escasa fortuna, ya que, a pesar de sus medidas, esa población ha conseguido radicarse en forma definitiva y aún adueñarse de extensiones apreciables de campo, construyendo colonias pastoriles de importancia. ¿Comporta ello un riesgo, siquiera lejano, para la integridad nacional o significa acaso una rémora para el adelanto de esas regiones? La inmigración chilena es de gente laboriosa y útil. Lo que si hace falta, es intensificar su asimilación, convertirlos en elementos argentinos, nacionalizarla por todos los medios conducentes y aceptables.4

Los programas de estudio de las escuelas públicas nacionales establecíanque "los cantos escolares, morales y patrióticos, y el himno nacional, son obligatorios para todas las escuelas", disponíancomo feriados al 24 y 25 de mayo y al 8 y 9 de julio, entre otros, y dictaminaban que "en los tres días que preceden a las fiestas cívicas se destinará una hora diaria a lecturas, recitaciones y cantos patrióticos; Las diversas lecciones que se den en ese día se relacionarán directamente, en cuanto sea posible, con los hechos, las fechas y los nombres más memorables de nuestra revolución e independencia."5

Para la sociedad civil que no formaba parte del reducido universo de la población escolarizada se apeló a otros mecanismos, entre ellos la creación de una historia nacional que sirviera de espejo en el que se reflejara la gloria de la argentinidad y un conjunto de celebraciones, entre las que se destacan por excelencia el 25 de mayo y el 9 de julio, que ponía en acto los simbolismos de la patria y la significación de sus patriotas. En este arbitrario cultural, en 1902, un decreto del entonces presidente de la nación, Julio Argentino Roca, creó la Colonia Agrícola Pastoril y la ciudad de San Carlos de Bariloche, dándole así status jurídico formal a un grupo poblacional que hacía casi veinte años habitaba la región. Durante este período, el Nahuel Huapi ocupó un papel marginal en cuanto a actividades económicas y circuitos mercantiles en un país que, muy tempranamente, se orientó hacia el Atlántico y definió su vocación agroexportadora. Sin embargo, al interior de la región andina norpatagónica y de la meseta rionegrina, la zona del Gran Lago comenzó a reposicionarse: de ser un paraje muy escasamente habitado se convirtió, en el período que va desde 1883 a 1935, en una de las ciudades más importantes de la Patagonia norte por su tráfico comercial con Chile hasta 1920 y, a partir de entonces, por su reorientación como centro turístico.

El grupo social de mayor peso económico en este período fue el de los extranjeros de origen europeo, norteamericano o germano-chileno, vinculados a la actividad ganadera y comercial. En segundo orden se encontraba un amplio grupo social formado por chilenos e indígenas que, o bien vivían del trueque con una economía de subsistencia o trabajaban como mano de obra barata en los emprendimientos del grupo social dominante. Paradójicamente, a pesar de la rotunda presencia de chilenos en el Nahuel Huapi, Bariloche siguió presentándose y concibiéndose en el imaginario como la "Suiza Argentina", tanto en la prensa local y nacional, como en el sentir de muchos de sus habitantes.6

Con el correr del siglo XX se produjo una drástica disminución de población indígena en la zona urbana, desplazándose ésta al espacio rural. Condenados y marginados por su filiación étnica, muy pocos indígenas pasaron a integrar la categoría de pobladores cuando se nacionalizaron las tierras afectadas a los Parques Nacionales, ya que muy excepcionalmente obtendrían los títulos de propiedad de las tierras que ocupaban en forma precaria desde hacía más de un siglo.

La organización de un nuevo espacio urbano requirió del funcionamiento de un gobierno comunal. El 20 de noviembre de 1907 la Comisión de Fomento de San Carlos de Bariloche sesionó por primera vez, designada por el gobernador del Territorio Nacional de Río Negro, presidida por el gerente de la Compañía Comercial y Ganadera Chile-Argentina. Los problemas más comunes de esta Comisión, y de las que le sucedieron, estaban vinculados a la presencia de bandoleros en la zona, a la falta de autonomía en la toma de decisiones, a las graves carencias en materia de salud y educación y a la dificultad para la recaudación de impuestos. Casi en forma inmediata a la creación de la Comisión de Fomento, comenzaron a funcionar en el espacio urbano, dos escuelas elementales: una de ellas pública, la escuela 16, la otra "particular", la escuela Alemana, ambas posibles gracias a la iniciativa de los vecinos y el sostén que ellos aportaban.

Primo Modesto Capraro, empresario de origen italiano, fue uno de los principales actores políticos-económicos de las tres primeras décadas del siglo XX en el espacio regional. Su accionar acompañó la transición de la región del Nahuel Huapi de pueblo de frontera, vinculado a los circuitos económicos chilenos, a centro turístico integrado a un Estado y a un mercado nacional. Sus relaciones con los círculos de poder porteños, su capacidad para dar trabajo y nuclear a compatriotas en la región, además de la permanente participación personal y de su grupo en la Comisión de Fomento local, lo convirtieron en uno de los actores más relevantes de la década del 20.

3. CONMEMORACIONES EN SAN CARLOS

Un conjunto de fiestas y rituales urbanos se desplegaron en la ciudad a lo largo del año, conformando un entramado de conmemoraciones inscriptas dentro del supuesto calendario oficial y otras festividades vividas por los barilochenses. Si bien las ceremonias fueron cambiando según los años, tuvieron cuatro invariantes: la presencia de una autoridad política que legitima y una eclesiástica que bendice el evento; la presencia de la escuela en la discursiva de directores y docentes; el baile popular que da cuenta de la percepción de la conmemoración como festejo, y el compartir una comida, generalmente un asado con cuero o un chocolate caliente. El orden protocolar que se respetaba en los actos muestra las disputas por espacios de poder y visibilidad en la esfera pública. En ellos, la dimensión religiosa -en especial de la mano de la congregación salesiana- adquirió un rol destacado, articulando la ideología católica con los discursos de la oficialidad y evidenciando la armonía y connivencia de intereses en ambas discursivas.

La preparación, desarrollo y evaluación de las fiestas patrias en el Territorio era una de las preocupaciones centrales de las autoridades y vecinos de los distintos parajes rionegrinos. Claras evidencias de esto son la sociedad en pleno reunida en la plaza, el pago de los sueldos antes del 25 de mayo para que haya posibilidad económica para el festejo, la canción patriótica como ritual compartido de identificación nacional, los juegos populares que culminaban en asado y baile y los encendidos discursos de funcionarios estaduales que significaban el cumpleaños de la Patria y llamaban a la población a imitar la grandiosidad de los próceres y a comprometerse en la procura de la grandeza e integridad de la nación.

Una Comisión de Fiestas Patrias se constituía para su organización, de la que participaban representantes de Centros Culturales, como el caso del "Centro Cultural de Maestros de San Carlos de Bariloche", autoridades escolares y vecinos "importantes". Esta Comisión debía elevar el programa de actividades previstas para el festejo a la Comisión de Fomento para su evaluación y aprobación. En general, la propuesta se diferenciaba según los grupos sociales: los sectores populares y medios participaban de las actividades diurnas al aire libre, mientras que los grupos más acomodados asistían al banquete y velada danzante que se realizaba por la noche en el salón más fastuoso de la ciudad, al que se lo ornamentaba con sentir patriótico para el acontecimiento.

La prensa seguía con interés la preparación del calendario festivo territoriano y publicaba en detalle la programación de los festejos en las localidades rionegrinas, tal como lo evidencia, por ejemplo, la celebración del centenario de la Declaración de la Independencia:

En estos últimos días han llegado a nuestra redacción como ecos lisonjeros de todo el territorio rionegrense comunicaciones de los corresponsales de esta hoja, dando cuenta de los preparativos que se hacen en cada pueblo, del aniversario nacional de la jura de la independencia, mañana nueve. Se detallan a continuación los programas de algunas localidades: [...] se forma una comisión presidida por el comisario, el oficial y algunos jóvenes notables de la comunidad. Además se cuenta con el decidido apoyo del director y personal de la escuela y es de esperar que la celebración asuma las proporciones y solemnidad de un acontecimiento social de primera magnitud.7

Años más tarde, el periódico La Nueva Era se refería nuevamente al festejo del 9 de julio en Bariloche:

En las vísperas del aniversario de la gloriosa fecha, el pueblo de Bariloche no podía permanecer indiferente a las palpitaciones cívicas del sentimiento ciudadano conmemorando las brillantes gestas nacionales. Los señores Ramón Alducín y Carlos Mesa espíritus resueltos, embanderaron las calles del pueblo, por resolución de la Comisión de Fomento y propiciaron con el mayor éxito una reunión de vecinos en el Hotel Central. Respondiendo a tal llamado más de 120 caballeros se agruparon en torno a las mesas en que servían el banquete del homenaje, sin etiqueta y a tal módico precio de cubierto que podría llamarse popular. No faltaron los discursos desbordantes de inspiración cívica, descargas de buen humor y las atenciones a diferentes naciones representadas por comensales8

HISTORIA LOCAL E HISTORIA NACIONAL EN CLAVE FESTIVA

Como sostiene Mabel Pacheco "la dimensión ideática constituye una de las principales preocupaciones del poder político local, no la única, pero sí una de las que implica "articular", "imaginar" y poner en escena la idea de una comunidad local nutriéndose para ello de una cierta lectura del pasado, del presente y del futuro de la ciudad" (Pacheco 2006: 308-309) Esta afirmación se hace evidente en dos dimensiones de las conmemoraciones festivas locales: la presencia de funcionarios del poder político local en los puestos clave de las comisiones organizadoras y la construcción, repetida hasta el hartazgo en las discursivas de actos y festejos, de una historia que debe ser contada. Así, a través del recurso de la palabra, se intentaba dar un significado global a los acontecimientos que jalonaron la historia local. La discursiva, en el afán de potenciar su efectividad simbólica, se apoyó en algunos objetos y lugares de la memoria, como la estatuaria conmemorativa y la identificación de determinados elementos del paisaje devenidos en monumentos históricos.

La historia que pobló los libros escolares y formó parte de todos los discursos conmemorativos comenzaba con el triunfo de la civilización sobre la barbarie, cristalizado en lo que fue concebida como la conquista del desierto de los años 1879-1881, continuaba con la llegada de los primeros inmigrantes extranjeros y tomaba dimensiones de epopeya en el accionar de los pioneros, quienes desafiando la adversidad, contribuían con ideas y trabajo al engrandecimiento de la Patria. En esta historia no existió lugar para la crítica al poder político central: los funcionarios nacionales eran alabados en un continuo temporal, más allá de su filiación partidaria, quizás, en la idea que la adulación y el agasajo se convertirían en un futuro en réditos para la región.

Frente a esta realidad, las elites locales asumieron la organización y celebración de las efemérides patrias a la vez que fueron creando otras festividades que permitieron definir una identidad regional que se distinguía de la nacional. Es decir, los vecinos encumbrados construyeron una tradición inventada, al decir de Eric Hobsbawm9, y un panteón de próceres acorde con su realidad socio-económica, en la que predominaba el sustrato extranjero y la figura del Pioneer, relegando ciertos actores sociales a la subalternidad, como fue el caso de población indígena y chilena. A pesar del mandato hegemónico, estos sectores no fueron dóciles consumidores del pool de festejos e intentaron, como pudieron, sostener sus propias conmemoraciones. Veamos entonces, cómo se produce esta puja al interior de las comunidades locales, que remite a una pregunta central ¿quiénes son los dueños de la memoria y la historia?

4. UN LUGAR DE LA MEMORIA: EL "VENERABLE DEL LAGO"

25 de Mayo, 9 de julio, desfiles, procesiones cívicas y religiosas que se realizaban en la ciudad tenían un escenario obligado para su despliegue: el ciprés histórico ubicado al lado de la escuela pública del pueblo al que, según la tradición local, Francisco Moreno había sido atado, prisionero de los indígenas, en los trágicos tiempos de 1880. En ese año, Moreno realizó un segundo viaje al Nahuel Huapi y acampó a la sombra del ciprés. El 22 de enero de 1880 -en el contexto del avance militar contra el territorio indio- cambió su condición de visitante por la de prisionero y fue escoltado por un grupo de lanceros hasta la toldería del gran Sayhueque, señor de las Manzanas. En 1896, Moreno volvió a la región en carácter de experto en cuestiones limítrofes con Chile y al ver al ciprés, recordó su cautiverio: "Aquel día medí uno y su tronco, a la altura de un hombre a caballo, alcanzaba más de ocho metros de circunferencia. Es el que hoy domina la población de San Carlos"10. Ya hacia 1913, el grandioso e histórico ciprés11 estaba rodeado por un cerco que la Comisión de Fomento había ordenado construir para demarcar el espacio que lo circundaba. De esa manera, se reconocía como una marca territorial, como un espacio simbólico que era preciso custodiar y conmemorar.

Ángel Gallardo, durante la primera presidencia de Yrigoyen, fue presidente del Consejo Nacional de Educación. En San Carlos de Bariloche ordenó construir la centenaria Escuela N° 16 junto al legendario ciprés y, de visita al establecimiento, afirmó: "Decidí entonces edificar una escuela importante en una manzana de terreno que era propiedad del Consejo, donde fue atado y liberado Moreno, en el viejo ciprés."12

Moreno falleció en 1919 y un año más tarde se decidió bautizar con su nombre la calle que albergaba al ciprés donde había estado prisionero. El artículo del periódico La Nueva Era, de 1920, titulado "Homenaje al Perito Moreno", exponía así el sentido del acto:

Bariloche ha tributado a la memoria del Dr. Francisco P. Moreno un sentido homenaje recordando los memorables trabajos realizados por el malogrado perito en la cordillera andina, durante el debate de la cuestión de límites con la vecina República de Chile. Dicho vecindario asistió hace pocos días a la ceremonia de colocación de una gran placa de bronce en el ciprés donde se dice que los indios tuvieron sujeto al doctor Moreno para ejecutarlo. [...]La fuerza policial con su jefe, comisario Ávila, a su frente, participó en el homenaje llevando una corona de ramas de ciprés con grandes cintas de colores nacionales que depositó al pie del árbol histórico. Los alumnos de la escuela local llevaron también artística corona de flores naturales y manojos de flores sueltas, las que dejaron respetuosos al pie de dicho árbol.13

El ciprés estaba, como afirmamos, al lado de la Escuela 16, que fue bautizada con el nombre del perito, y las conmemoraciones en torno al árbol se fundían en ambos sentires: el rescate del valor de la educación y de la obra civilizadora de Moreno.

Resulta interesante que durante las décadas de 1910 y 1920 el ciprés de la memoria fuera identificado como punto de encuentro de los lugareños. Los actos y discursos que se entretejieron bajo su copa tuvieron entre sus contenidos el rescate de la figura de Francisco Moreno, identificado como héroe civilizador. Lo que llama la atención, desde una mirada retrospectiva, es que en ese período lo que se rescataba de Moreno era, principalmente, su actuación como perito en cuestiones de límites entre Argentina y Chile y su participación en lo que fue, para la discursiva decimonónica oficial, la gesta civilizadora contra el desierto argentino, que contó con la anuencia de gran parte de la población originaria regional.

6. LOS FESTEJOS POPULARES

Mientras los actos vinculados con las efemérides patrias se hacían bajo la copa del viejo ciprés, otro conjunto de celebraciones populares irrumpieron en las calles céntricas de la ciudad, entre ellas los festejos de carnaval14 y del día de la independencia de Chile. El origen del carnaval es todavía discutido: mientras algunos autores lo conciben como un resabio de la Antigüedad Clásica que persiste durante la Edad Media custodiada por la cultura popular, otros lo asocian con la liturgia cristiana medieval como contrapunto de la Pascua antecediendo a la Cuaresma. Otro conjunto de estudios sostiene la tesis de que el carnaval es la "fiesta de la inversión", es decir, la subversión de los roles sociales vigentes a través de un disfraz que permite desde el anonimato cuestionar las jerarquías y poderes establecidos (Heers 1983). Más allá de la diversidad de enfoques, para el caso argentino, hay consenso en afirmar que en los siglos XIX y XX los festejos de carnaval se erigieron como una práctica social y un espectáculo eminentemente urbano, que produjo textos de diversa materia expresiva (verbal, gestual, escenográfica, musical, etc.) con un alto valor estético.

En San Carlos de Bariloche existen referencias de festejos de carnavales desde mediados de la década de 1910. Se realizaban en la calle central del pueblo y el desfile de carrozas exigía semanas e incluso meses de preparación previa. La población en su conjunto participaba de los festejos, y tanto niños como adultos se disfrazaban para la ocasión. La imagen del empresario y líder político Primo Capraro emulando al Martín Fierro, aún es recordada por vecinos que participaron del espectáculo:

En los carnavales recorría la calle Mitre Don Primo Capraro, se vestía de Gaucho, con un chiripá negro y un calzón blanco con puntillas, un chaleco bordado, un cuchillo de 60 centímetros plateado en la cintura, rastra de oro y plata, botas de potro, boleadoras y llevaba el cabello largo con una vincha, se montaba en un caballo negro, con riendas y frenos de oro y plata, en la frente llevaba un escudo de oro y plata, el recado tenía al frente dos escudos de plata con incrustaciones de oro, el caballo llevaba también una pechera de oro y plata.15

Quizás el carnaval más festivo y más recordado fue el de febrero de 1924 cuando por las calles del pueblo desfiló un plesiosauro articulado y de inmensas dimensiones, construido por Capraro y un grupo de amigos, pocos días después que la expedición en busca de un animal prehistórico en los lagos del sur dirigida por Clemente Onelli, director del Museo de la Plata, hubiera fracasado. El telegrama publicado por la prensa porteña es elocuente: "El plesiosaurio está finalmente preso. Desde ayer está bloqueado de manera que no pueda levantar vuelo a la playa barilochense. Favoreció la captura; la ley seca. Firmado: Primo Capraro"16

Los festejos del día de la independencia chilena también fueron muy importantes. Los grupos de chilenos e indígenas, a pesar de ser invisiblizados bajo la postal de la "Suizo-Argentina", eran mayoría en la región en las dos primeras décadas del siglo y mantuvieron en el espacio regional tradiciones y festejos de Chile, como maneras visibles de preservar su adscripción identitaria.17

Pedro Alcoba Pitt fue maestro y director de escuela en San Carlos de Bariloche entre 1918 y 1932. También se desempeñó como secretario de la Comisión de Fomento local y corresponsal del Diario La Nación. En un cuaderno personal recopiló una selección de noticias del Bariloche de la década de 1920 a las que cincuenta años más tarde incorporó un comentario. De la lectura de los escritos de Pedro Alcoba Pitt, puede inferirse que el 18 de septiembre, fiesta nacional chilena, era muy celebrado. Según su relato, durante la década del 20 los festejos duraban no menos de tres días, de los que participaba el Cónsul chileno en función. Durante esos días se organizaban comidas típicas, como asado con cuero, curanto y cazuela de gallina, siempre "harto picantes"18 y acompañadas de cuantiosa chicha, lo que hacía necesaria la intervención policial para evitar desmanes productos de borracheras. También se realizaban juegos de destreza campestre, como la topeadura, la chueca, la corrida de sortija, y el fútbol.

La celebración organizada para el 121º aniversario de la Independencia de la República de Chile, el 18 de septiembre de 1931, contó con un vasto programa. Los festejos se iniciaron con una recepción oficial en el consulado de Chile. Continuaron con un almuerzo criollo en la chacra del señor Gallardo, una función de cine para niños en el Cine Bar Bariloche y finalizaron con un gran baile en el Hotel Suizo. Según expresara un antiguo poblador del Gran Lago:

Por tales días, la celebración popular en San Carlos, no es el 25 de mayo ni el 9 de julio; que sólo festeja tímidamente algún argentino en su domicilio... La auténtica celebración popular y bullanguera, alegre, luminosa, es la del 18 de septiembre. Cualquier desprevenido forastero, pensará, ante tales festejos, que tienen razón los trasandinos cuando dicen que esta tierra les pertenece. (Porcel de Peralta 1958:170)

7. AGASAJOS EN EL GRAN LAGO

Los agasajos a personalidades tuvieron una finalidad política. A través de la lectura de las fuentes se observa el valor otorgado a las visitas de personajes reconocidos de la política nacional en búsqueda del rédito que merecía la región. Entre 1920 y 1930 la Comisión de Fomento de la ciudad organizaba la recepción y acogida de los huéspedes, incluyendo la bienvenida, los discursos alusivos, la ornamentación de la calle principal, los almuerzos de camaradería, el alojamiento y alguna excursión a los puntos más atractivos de los alrededores.

Un ejemplo de ellos fue la recepción al ministro de Relaciones Exteriores Ángel Gallardo de la que da cuenta Alcoba Pitt en sus artículos. La calle Mitre fue adornada con arcos y gallardetes. La Comisión de Fomento organizó el acto de bienvenida, al que concurrieron autoridades nacionales y locales, padres salesianos y destacados vecinos. El secretario de la Comisión, el mismo Pedro Alcoba Pitt, y el presbítero doctor Salvat dieron los discursos de bienvenida.

En otra ocasión, ante la llegada del ministro de Agricultura Le Bretón, la recepción incluyó arcos de triunfo adornados con ramajes de maitén y ciprés; gallardetes y banderas en calle Mitre; una columna cívica que acompañó al ministro hasta el lugar de recepción, donde se sirvió una copa de bienvenida y se dijeron las palabras alusivas.

Un importante acto conmemorativo fue el homenaje que se realizó el 8 de febrero de 1925 a Carlos Wiederhold, reconocido como el fundador de Bariloche, por haber abierto en ese día, treinta años atrás, en los terrenos del actual Centro Cívico, la primera casa comercial de la ciudad. Weiderhold, radicado en Chile, mantenía una asidua correspondencia con algunos vecinos de Bariloche. Al enterarse éstos de su traslado definitivo a la ciudad de Santiago, decidieron organizarle un homenaje, en la fecha que desde entonces sería reconocida como el cumpleaños de Bariloche. Un pergamino de agradecimiento firmado por los vecinos y un almuerzo campestre coronaron la celebración.

Otro tipo de celebración fueron las reuniones sociales como almuerzos, banquetes y tertulias, realizados para agasajar a personas reconocidas por su labor a favor del desarrollo de la ciudad. Un claro ejemplo de esto fue el banquete en honor al ingeniero Horacio Anasagasti, propulsor de los Parques Nacionales. La organización y la asistencia quedaban circunscriptas a los vecinos notables, quienes de esa manera se proponían agradecer a Anasagasti sus acciones en pos del impulso regional.

En síntesis, los agasajos a visitantes y vecinos del espacio local tuvieron en la comunidad una función social y política. Cuando era el caso de agasajar a un huésped de la ciudad, la intención era doble: darse a conocer en el ámbito nacional a través de la prensa porteña, por la buena acogida y la belleza del paisaje y brindar una excelente impresión en los visitantes que repercutiera en un beneficio posterior para el desarrollo de la ciudad, mediante las posibles acciones que impulsaran éstos a su regreso a la capital.

En todos los casos, los concurrentes a este tipo de celebraciones y festejos se repiten. Asistían vecinos destacados, "caracterizados vecinos" según los relatos de Alcoba Pitt, es decir: comerciantes y propietarios de grandes extensiones de tierra; funcionarios públicos nacionales, territorianos y locales; autoridades eclesiásticas; familias distinguidas; entre ellos se encontraban los miembros de la Comisión de Fomento, presidida durante muchos años por Primo Capraro.

8. ENTRE LA NACIÓN Y LA LOCALIDAD: EL FESTEJO DEL DOS DE ABRIL

Con orgullo celebra Bariloche el día histórico en que por vez primera el azul del cielo argentino y la blancura impoluta de las nieves de las serranías andinas, vieron reproducidos sus colores en el glorioso "trapo" que afirmaba, en los dominios del cóndor, ese claro señor de las montañas, que la tierra a sus pies, pertenecía a una nueva y gloriosa nación. [...]El patriotismo del vecindario de Bariloche es un patriotismo sano, sereno, justo, es un noble y ferviente anhelo de que la patria viva en justicia y para la justicia. (La Nueva Era, 2 de abril de 1927)

En febrero de 1927 tenía previsto arribar a Bariloche Antonio Tiscornia, militar que había participado en la guerra contra el indígena. Ante la inminencia de su visita se decidió festejar el 46º aniversario del 2 de abril, fecha en la que se izó la bandera nacional en el cerro Carmen a manos del coronel Conrado Villegas. Nada se dejó librado al azar: la banda de policía de Río Negro dio la bienvenida en clave musical; Ferrocarriles del Estado abarató los pasajes para promover la afluencia de turistas y organizó un tour desde Buenos Aires al Nahuel Huapi; y el "Centro Militar de Expedicionarios al Desierto" envió una placa a colocarse en la pirámide que se estaba construyendo. El programa comenzó el 30 de marzo con la recepción del gobernador en punta de rieles, una bienvenida formal en la Escuela 16 y una función de biógrafo. Continuó con un paseo por el lago Nahuel Huapi en el vapor El Cóndor, cedido por Primo Capraro, quien también obsequió el almuerzo a bordo. Ese día finalizó con un baile social que comenzó al atardecer.

El 1° de abril se realizó un paseo en automóvil y el bautismo de cuatro calles céntricas con el nombre de "expedicionarios del desierto": los generales Conrado Villegas y Nicolás Palacios, el vicealmirante Eduardo O´Connor y el sargento Andrés Rolando19. Luego de escuchar el discurso del director de la Escuela 16, comenzaron los juegos populares y carreras de sortijas, para culminar ese primer día del mes con otro baile popular en la cancha de pelota del pueblo. En el día más esperado, 2 de abril a la salida del sol, veintiuna bombas de estruendo y diana despertaron a los vecinos. A las nueve de la mañana, salida al cerro Carmen, misa, himno nacional coreado por los alumnos, inauguración del monumento, almuerzo popular, conferencia cultural y banquete oficial.

En 1928 a los festejos habituales se le sumó el bautismo de otras seis calles de la ciudad. En cada una de las ellas pronunciaron un discurso el representante del gobierno, los miembros de la escuela nacional y algún acaudalado vecino. Al bautismo de las calles siguió por la noche una función cinematográfica en el Cine Bar Bariloche que culminó con un vermut danzante. El 2 de abril el vecindario íntegro se encaminó en camiones, coches y cabalgaduras al monumento levantado en el cerro Carmen, donde se desarrolló el acto central. Tras regresar al pueblo se ofició un solemne Te Deum, seguido por un almuerzo popular y una serie de juegos hípicos e infantiles. El día fue despedido con salvas de fusilería y bombas de estruendo, tal como se hiciera a la mañana a la salida del sol. Banquetes y paseos fueron corolario de la jornada.

La conmemoración del dos de abril se repitió año a año hasta el primer lustro de la década de 1930. De la liturgia de los actos llama particularmente la atención la dimensión nacional que se pretendió dar a la conmemoración. La prensa de la época reiteraba el reclamo barilochense de que la Argentina se hiciese eco de esta fecha y que en diferentes puntos del país se replicara el homenaje. Resulta curioso el intento de utilizar el acto como una atracción turística. La casa "Valle" filmó el acto y luego la película fue exhibida en Viedma, en el teatro Garibaldi de Carmen de Patagones (Provincia de Buenos Aires) y aún en la casa Rosada, donde fue aplaudida por el presidente Alvear. También resulta interesante la reconstrucción del dos de abril como un día de pacificación y armonía nacional, en el que los pueblos indígenas se sometieron voluntariamente al mandato del Estado argentino. La prensa reconstruyó este acontecimiento velando su violencia y transformándolo: "mientras la sagrada enseña conducida por los bravos jóvenes de las tribus amigas, Sayhueque y Namuncurá era saludada por una salva de 21 cañonazos y se presentaban las armas."

El hecho importaba una doble consecuencia 1) la pacificación de las huestes hostiles y bárbaras, incorporadas desde ese día a la civilización, 2) la declaración de soberanía incontrovertible, de estas regiones patagónicas, incorporadas a patrimonio nacional. Desde el lago Lácar, distante a noventa leguas, llegaron al sitio de la ceremonia el cacique Curruhuinca y quince indígenas, entonces:

El Comandante Albarracín, el "padre de los indios" como orgullosamente incita a los indígenas a que se titulen, les recibió afectuosamente, teniendo frases de reconocimiento para los representantes de la raza aborigen, muchas de cuyas tribus no sólo no fueron hostiles a los beneficios de la civilización que emprendiera el Ejército, sino que estimularon y cooperaron al éxito de la campaña en servicios de rastreo, de exploración y como baquianos.20

Se destacó la figura del general Villegas, a quien se lo equiparó con San Martín y se concibió a la Conquista del Desierto como la gesta que trajo la civilización, destacando la labor heroica de los soldados y el valor pedagógico de su conmemoración, en cuanto permitía afianzar el sentimiento de patriotismo en niños y jóvenes. En la conmemoración de 1931, Camere Grasso, comisionado municipal, se expresaba así:

Traigo a este acto la representación del Sr. Gobernador del Territorio[...] Cumplo tan distinguido mandato con la satisfacción más íntima, realizada por la legítima emoción que despierta, en mi espíritu profundamente argentino, el sentimiento que nos congrega al pié de este mástil, donde nuestra querida enseña flotará acariciada por las brisas cordilleranas [...] Este mismo sol y esta misma brisa que pusieron una página de bronce sobre las frentes de aquellos veteranos que, con más deberes que necesidades, jadeando en los médanos y en las salinas, luchando con los tembladerales y con los ríos helados, arrollaron al salvaje en cruenta lucha, donde más se impuso el coraje que los números y vinieron a plantar su trapo glorioso sobre este cerro, último y mudo testigo de aquella marcha triunfal [...] Niños que me escucháis, hombres del mañana, madres futuras, templad vuestro espíritus en este acontecimiento, grabad para siempre en vuestras mentes el recuerdo de este momento solemne, y cuando la república reclame de vosotros el cumplimiento de vuestro deber patriótico21

En los actos conmemorativos participaron diversos sectores del colectivo social. Se destaca la presencia de personal policial y de directores y docentes de las escuelas de la localidad, quienes también son responsables de algunos de los discursos que estructuraban la conmemoración.

Del éxito de los festejos da cuenta la prensa local como, por ejemplo, el artículo publicado en 1927 en La Nueva Era22: "La afluencia de forasteros es enorme, siendo muy dificultoso encontrar alojamiento [...] las calles están convenientemente adornadas, engalanadas con banderas nacionales. Al baile concurrieron unas 200 personas". El éxito del acto; recibió adhesiones de Buenos Aires, el colegio Nacional Buenos Aires, Mar del Plata, Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Acompañaban las iniciativas de la comisión funcionarios del Estado territoriano -el gobernador en persona o algún funcionario en su representación- y del espacio local y la comunidad en su conjunto. Resulta ilustrativa al respecto la convocatoria que Primo Capraro realizó para conmemorar el aniversario número cincuenta y uno. En su discurso, sostuvo:

Invito pues a todos, sean obreros del brazo o de pensamiento, simples colonos o acaudalados estancieros, profesionales, maestros, estudiantes, vecinos de arraigo, transeúntes y turistas, empleados del estado civiles y militares para que unidos festejen el 51 aniversario de la Bandera en el Cerro Carmen de Villegas, y espero su concurso unánime, desde que recordar hechos gloriosos no es hacer política ni infringir deberes impuestos, ni afirmar doctrinas de uno u otro credo.23

La comunidad se pensaba a sí misma en clave festiva y el poder político tutelaba el acto en la esperanza que sirviera para la pacificación social y la unidad en el amor a la patria. Una gesta nacional era resignificada año a año en clave local, era el Estado quien había abierto el camino, eran los pobladores locales quienes habían asumido las riendas de su destino. Belleza paisajística simbolizada por la montaña, la nieve y el cóndor, y capital humano, evidenciado en el espíritu pionero, eran sus rasgos distintivos.

9. CONSIDERACIONES FINALES

En San Carlos de Bariloche existió una agenda local de festejos que adquirió mucha relevancia en las primeras tres décadas del siglo y que permitió construir una historia regional que comenzó con la llegada del "expedicionario del desierto" Conrado Villegas al cerro Carmen y tuvo su andamiaje en la vida de pioneros como Carlos Weiderhold y Primo Capraro. En esta historia lo indígena no tiene cabida y el pasado que se reivindica tiene como hacedor al colono extranjero.

El pasado fue traído al presente a través de la conmemoración y, con el propósito de contribuir a la unidad de la comunidad local más allá de credos y países de orígenes, se despojaba a ese pasado de conflicto y contradicción para transformarlo en un relato armónico que permitía identificar notas de argentinidad y patriotismo. Las Comisiones de Festejos se constituyeron en esta trama como sólidas redes de relaciones en las que un grupo de vecinos organizaba la conmemoración. Su composición evidencia que al evento festivo le condice la participación política, la relevancia social y el mundo de los negocios.

La prensa territoriana dio mucho espacio a las conmemoraciones nacionales y en especial a la del 2 de abril, concebida como fiesta bisagra entre la nación y la ciudad, y muy poco dijo de las fiestas chilenas y los carnavales que fueron verdaderas fiestas populares sobre las que el Estado ejerció una cautelosa tutela, en pos de evitar desmanes y excesos.

La figura de Moreno en los comienzos del viejo San Carlos se vinculó con el añoso ciprés -concebido como lugar de la memoria- y con su presencia en Bariloche secundando la acción contra el indígena, en pos de la civilización y el progreso. Moreno va a continuar formando parte del panteón de próceres locales en las décadas posteriores a la del treinta, pero tras la creación de Parques Nacionales en 1934, se lo va a destacar como precursor de los Parques Nacionales en Argentina, como patriota y como científico.

Primo Capraro fue sin dudas el epicentro de esta forma de ver el pasado y construir espacios de sociabilidad. Su muerte marca un clivaje en el proceso histórico regional ya que la toma de timón por Parques Nacionales en el espacio local va a imponer otra liturgia patriótica, centrada esta vez en el Perito Moreno como quien donó las tierras para el Parque y definió límites, en Roca como conquistador del desierto y en el propio Bustillo como prócer. Las fiestas mayas y julias intentarán recuperar protagonismo de la mano de la restauración conservadora de los años 30. Esas conmemoraciones y festejos forman parte de otra historia.

Notas

1. Entre ellas sugerimos para el espacio nacional los textos de Bertoni, L. (2001), Garavaglia, J.C. (2007) y para la Patagonia Masés, E. (1994) y Baeza, B. (2007, 2009), entre otros.

2. El autor refiere a comensalidades festivas, como aquellos festejos que se organizan en función de compartir una comida y hacen del ritual de alimentarse un ámbito de sociabilidad y festejo (Homobono Martínez, J. 2004). En caso de la región andina, fue común el asado, el locro y el chocolate caliente para las fiestas patrias, el curanto y la chicha para las fiestas chilenas.

3. Los encomillados corresponden a los artículos 24, 26 y 27 respectivamente. La cuestión chilena y la acción educadora en Norpatagonia ha sido abordada en numerosos trabajos, para la región del Nahuel Huapi sugerimos Méndez, Laura (2009)

4. La Nueva Era, 3 de junio de 1917.

5. El Monitor de Enseñanza Común, 31 de marzo de 1900, en Escudé, C. El Fracaso del proyecto argentino. Educación e ideología. Bs. As: Tesis, Instituto Torcuato Di Tella, 1990.

6. Habla de la "Suiza Argentina" refiriéndose a Bariloche, por ejemplo el periódico "Fray Mocho". 14 de febrero de 1913. Apartado periódicos. Archivo Histórico Regional (en adelante AHR). Bariloche.

7. La Nueva Era, 8 de julio de 1916.

8. La Nueva Era, 18 de julio de 1928.

9. El concepto refiere a un conjunto de prácticas generalmente gobernadas por reglas aceptadas implícita o explícitamente, de naturaleza simbólica o ritual , que pretenden inculcar ciertas normas o valores por medio de la repetición.(Hobsbawm y Ranger 2002:p.8)

10. Expresiones de Moreno citadas por Vallmitjana 1989:48

11. Carta de Primo Capraro a Emilio Frey, fechada el 1º de diciembre de 1913, en Museo de la Patagonia, Colección Emilio Frey, 1.3. Roosevelt.

12. Museo de la Patagonia, Colección E. Frey, 1.3. Roosevelt.

13. La Nueva Era. 20 de enero de 1920.

14. Excede a este trabajo adentrarnos en el significado de los festejos de carnales. Recomendamos para tal fin, la lectura de Bajtin, M. 1989 para el análisis de su origen y en el contexto nacional César, R. 2005 y Martín, A. 1997 y Puccia, E. 2000.

15. Testimonio oral de Italo Paolí, dueño del bar "La Alegría", vecino de la ciudad desde principios del siglo XX. El relato fue registrado por su nieta, María de Luz Paolí en 1978.

16. Telegrama fechado en Bariloche el 19 de febrero en 1923. Reproducido en Vallmitjana, R., 2000:8

17. Lo mismo ocurre en toda la Patagonia, siendo numerosos los testimonios de perpetuación en la cotidianeidad de bailes y tradiciones chilenas. Véase Teobaldo, M. García, 2000, pp. 165-198.

18. Cuaderno de Pedro Alcoba Pitt, Museo de la Patagonia.

19. Desde que se bautizara a la calle del ciprés como calle Moreno, Primo Capraro quien, desconocía la normativa que prohibía nombrar a las calles con personajes que estuviesen vivos, no cesó de organizar actos de bautismo de calles con los nombres de vecinos y personalidades de la época que tuvieron protagonismo en el espacio regional. Cuando los nombres de capitanes, generales y tenientes coroneles se agotaron, se recurrió al del expedicionario y director del zoológico de Buenos Aires, Clemente Onelli, el ministro de educación Ángel Gallardo, la poetisa Ada María Elflein y el director de la Oficina de Tierras y Bosques Emilio Frey, entre otros, quienes vieron su nombre inmortalizado en alguna arteria de la ciudad.

20. La Nueva Era, Viedma-Carmen de Patagones, 5 de febrero de 1927

21. La Nueva Era. Viedma-Carmen de Patagones 1 de abril de 1931.

22. La Nueva Era. Viedma-Carmen de Patagones 9 de abril de 1927.

23. La Nueva Era. Viedma-Carmen de Patagones 2 de marzo de 1932.

FUENTES CONSULTADAS

1. Periódico La Nueva Era. Viedma-Carmen de Patagones.1910-1935. Archivo del Banco Provincia de Buenos Aires. Carmen de Patagones.         [ Links ]

2. Colección Emilio Frey. Archivo del Museo de la Patagonia Francisco P. Moreno. San Carlos de Bariloche.         [ Links ]

3. Testimonio de Italo Paolí. Archivo familiar. Atención María de Luz Paolí         [ Links ].

4. Testimonio de Pedro Alcoba Pitt. Documentación personal cita en la Biblioteca del Museo de la Patagonia Francisco P. Moreno.         [ Links ]

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