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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  no.12 Viedma ene./jun. 2010

 

ARTÍCULO

El bicentenario chileno en la literatura. El ensayo lastarriano como fundador de la Nación

María del Pilar Vila
mpvila@speedy.com.ar
CURZA - Universidad Nacional del Comahue

Resumen
La generación chilena de 1842 cumplió un papel notable en el campo cultural de su país al amparo del pensamiento de José de Mora, Andrés Bello y Domingo F. Sarmiento. Uno de los integrantes de ese grupo, José Victorino Lastarria pronuncia en ocasión de su ingreso como director en la sociedad Literaria de Santiago un discurso que, en gran medida, constituye un texto fundante porque en él despliega sus ideas con respecto a la literatura, la lengua y la historia, cuestiones centrales para la historia literaria del país. Este trabajo se centra en Discurso de Incorporacióna una sociedad de Literatura de Santiago (3 de mayo de 1842) pronunciado por Lastarria con el propósito de analizar el modo en que se moldean y articulan esas ideas con el proyecto nacional.

Palabras clave: Generación chilena de 1842; José Victorino Lastarria; Literatura nacional.

The chilean bicentenary in the literature. The essay lastarriano as founder of the Nation

Abstract
The Chilean generation of 1842 played a significant role in the cultural field of its country under the thought of José de Mora, Andrés Bello and Domingo Faustino Sarmiento. One of the members of that group, José Victorino Lastarria, at the time he became director of the Literary Society of Santiago, gave a speech that constitutes a relevant text because in it he exposed his ideas with regard to literature, language and history, central issues for the literary history of the country. This paper focuses on Discurso de Incorporación a una sociedad de Literatura de Santiago (3rd of May, 1842) given by Lastarria with the aim of analyzing how those ideas are molded and articulated with the national project.

Key words: Chilean generation of 1842; José Victorino Lastarria; National literature.

Recibido: 10/06/10
Aceptado:
15/06/10

El 18 de septiembre de 1810 se organizó en Santiago de Chile, al igual que en mayo en la Argentina, la Primera Junta de Gobierno y ese momento marca el comienzo de la construcción simbólica de la independencia. Se procura, como en otros países del continente latinoamericano, cancelar el mito de la Madre Patria para comenzar un trayecto desprendido de la presencia tutelar de la península. Las razones para emprenderlo son varias pero sustancialmente hay coincidencias en focalizarlas en aspectos políticos generados en la crisis que vivía España. Más allá de la coincidencia de muchos historiadores en lo referido a la idea de que a partir de esta fecha, en los hechos, el proceso vivido por Chile no significó un cambio en la estructura social, sí lo fue para pensar en la necesidad de transformar o modificar ciertas particularidades de la sociedad.

Época sometida a cambios sociales y políticos, los acontecimientos que en especial se viven en los centros más poblados repercutirán en la literatura chilena.1 Me refiero a la notable importancia que tendrá en territorio chileno la presencia de escritores, pedagogos, médicos y naturalistas de distintas nacionalidades quienes aportarán sus ideas para contribuir con el desarrollo cultural y económico del país. En este marco, intelectuales y patriotas chilenos se sienten convocados, básicamente, por las ideas de libertad y de abandono de la vida colonial. Nombres como Bernardo O'Higgins, Manuel de Salas -fundador de la Biblioteca Nacional en 1810- y Camilo Henríquez2 -notable defensor de la libertad de prensa- dejan sus huellas libertarias, muchas de las cuales encontrarán eco en la obra de José Victorino Lastarria (1817- 1888), joven que crecerá y se educará en un ámbito ya desvinculado de España aunque todavía "a medio camino entre la ortodoxia y la tolerancias, entre el anciénrégime y el mundo moderno, entre el Reino de Chile y la República Independiente." (Subercaseux; 1981:21) y que cumplirá un papel destacado en el campo de la literatura y de la política chilenas. De sus trabajos, me interesa en especial el Discurso de Incorporación a una Sociedad Literaria3 porque allí se expresan cuestiones centrales para considerar la formación de la literatura nacional cuando todavía resonaban discusiones acerca del vínculo del país latinoamericano con España.

"A NOSOTROS NOS TOCA VOLVER ATRÁS PARA LLENAR EL VACÍO QUE DEJARON NUESTROS PADRES"

El joven Lastarria se educa primero en un ámbito religioso, para luego hacerlo en el Liceo de Chile, institución dirigida por José Joaquín de Mora4, intelectual que influyó en los jóvenes estudiantes quienes, además, habían recibido una notoria influencia de Andrés Bello. Las palabras pronunciadas por el venezolano en ocasión de la creación de la Universidad de Chile anunciaban los cambios que el incipiente grupo -que será conocido como la generación de 1842- se encargaría de revisar.5 Se perfilaba, así, el ámbito adecuado para que conceptos tales como literatura, historia, patria, tradición se tuvieran en cuenta y fueran el eje de las discusiones de los sectores que se veían a sí mismos como las vías de transformación de una sociedad dominada hasta el momento por la presencia/ausencia de España. En este camino, la generación de 1842 cumplió un papel notable al abrigo del pensamiento de Andrés Bello el que dejó una fuerte huella, en especial en el de José V. Lastarria, aunque con los años esta influencia se desdibujaría tal como lo expresa en Recuerdos Literarios (1878) cuando cuestiona la condición de conservador y deudor del régimen colonial del venezolano, imputación que significaba el impedimento del desarrollo intelectual de quienes pretendían emanciparse del pensamiento colonial. A veces de modo lateral, Lastarria comienza a distanciarse del maestro, en especial cuando señala como rasgo cuestionable su apego por la retórica clásica y su relación con el poder. Desde la perspectiva de Lastarria, el venezolano evidenciaba un cierto "apocamiento" y una tendencia a adecuarse a las "conveniencias de un partido encaramado al poder público" (R. Silva Castro, 1960), idea que confirma la intención del chileno por sostener que la literatura debía tener una cierta autonomía y, en consecuencia, era preciso trazar el territorio en el que ésta debía moverse.6

Sin embargo no puede ignorarse que las ideas de Mora y de Bello son centrales para los intelectuales chilenos, sin olvidar que el pensamiento del argentino Domingo F. Sarmiento, exiliado en Chile, constituyó un acicate notable para que organizaran una literatura propia. Comienza, entonces, a gestarse la idea de que había que pensar en una literatura no necesariamente ligada al mundo hispánico, reflexión que va acompañada por una creciente valorización del modo peculiar en que se usaba la lengua en el país. Muestra de ello es el célebre y con frecuencia mencionado consejo del argentino: "en lugar de ocuparos de las formas, de la pureza de las palabras, de lo redondeado de las frases, de lo que dijo Cervantes o fray Luis, adquirid ideas de dondequiera que vengan [...] echad miradas observadoras sobre vuestra patria, sobre el pueblo, las costumbres, las instituciones, las necesidades actuales [...]"7

"¿A DÓNDE HALLAREMOS LA EXPRESIÓN DE NUESTRA SOCIEDAD, EL ESPEJO EN QUE SE REFLEJA NUESTRA NACIONALIDAD?"

Francisco Solana Astaburuaga, Francisco Bello, -ambos fundadores de la Sociedad Literaria- Francisco Bilbao, Jacinto Chacón, Ramón Francisco Ovalle, Manuel Antonio Tocornal formaron parte, entre otros, de la llamada generación de 1842 y en la que Lastarria ocupará un lugar destacado. Entre los integrantes había, además, varios argentinos como Juan Bautista Alberdi, Félix Frías, Juan María Gutiérrez, Miguel Piñero.

Una de las figuras que influyó en el naciente grupo fue la del argentino Domingo Faustino Sarmiento quien cumplió un papel importante no sólo por sus relevantes opiniones sino porque sus polémicas con Andrés Bello repercutieron en el grupo, contribuyendo así a la creación del clima de animación cultural y de debates que caracterizaron a esos años. Sirva de referencia la muy estudiada y discutida disputa mantenida por ambos en torno a cuestiones lingüísticas y sobre la que hay abundante literatura. Otra polémica renombrada fue la que mantuvieron Bello y Jacinto Chacón por cuestiones historiográficas.8 Estas querellas repercutieron en el interior del grupo y de modo especial en Lastarria porque conceptos vinculados con la lengua nacional o americana y que fueron el punto más debatido por Bello y Sarmiento, estarán presente en el discurso de la Sociedad Literaria.

Varios analistas del período coinciden en señalar que los aspectos que relacionaban a estos jóvenes de 1842 era el pensamiento liberal, la intención de abordar críticamente los cambios históricos y sobre todo la idea de que ellos serían los encargados de generar el cambio que la nación estaba reclamando. El propio Lastarria se ocupará de explicar el sentido en los siguientes términos: "Llama la atención de los historiadores contemporáneos el movimiento literario que se operó entre nosotros, y con razón lo consideran como el impulso inicial del portentoso progreso que han hecho las letras de Chile durante los treinta y cinco años que nos separan de aquella fecha memorable."9

Algunos críticos destacan las inquietudes religiosas del grupo y la mirada atenta en lo que acontecía entre la Iglesia y el Estado (Stuven V., A.M.; 2000), otros, en cambio, los identifican con el liberalismo de la oligarquía santiaguina que posteriormente integraría "la cultura del '48' en Chile" (Gazmuri, C.; 1998: 31) Alfredo Jocelyn-Holt entiende que focalizar el liberalismo criollo en la idea de abandono del pasado colonia no alcanza para dar cuenta de lo que significó la frecuentación de los intelectuales de la época con el pensamiento liberal. Tampoco, dice, es suficiente razón pensar que la creación de una sociedad se funda en los valores e ideas nuevas.(1985: 214) Cedomil Goic, por su parte, señala la importancia del grupo, y en especial de Lastarria, por su condición de escritores que delinearon las particularidades de la literatura nacional10 (1997:27) B. Subercaseaux, por su parte, alude a la condición de "primera promoción intelectual más o menos homogénea posterior a 1810". (1981: 56) De modo que la constitución formal de la Sociedad Literaria fue una muestra de cómo los jóvenes intelectuales hicieron públicos aquellos temas que tenían una cierta presencia en la sociedad (Jocelyn-Holt, ib.id) y encontraron en la ocasión el momento adecuado para explicitar el alto contenido político asignado a la literatura. (Subercaseaux, ib.id.)

"¿Qué modelos literarios serán, pues, los más adecuados a nuestras circunstancias presentes?" Sin dudas esta pregunta axial pone en escena el propósito del chileno por comenzar a definir el concepto de la literatura que están pensando en la época. Lastarria señala con insistencia la necesidad de dejar de lado la tradición hispánica porque "[d]urante la colonia no rayó jamás la luz de la civilización en nuestro suelo." Ese legado colonial fue la razón del fracaso de la Patria Vieja (1810-1814) debido a que "[l]a misma nación que nos encadenaba a su pesado carro triunfal permanecía dominada por la ignorancia y sufriendo el ponderoso yugo de lo absoluto en política y religión."11

"NO ME SIENTO BASTANTE FUERTE PARA SOPORTAR EN MIS SIENES EL LAUREL"

Las ideas liberales que circulaban en la época ejercieron un notable impacto en estos jóvenes y en especial en Lastarria quien se impregnó de ellas a partir de su formación con Mora cuyos pasos seguirá en más de una propuesta, tal como quedará expresado en el discurso.12 El encuentro se produce el mismo año en que se crea la Universidad de Chile y de la que será su rector el venezolano Andrés Bello.

Las palabras que pronuncia José V. Lastarria en la ocasión de su ingreso como director en la sociedad Literaria de Santiago tienen en gran medida un carácter de fundacional puesto que en él despliega sus ideas con respecto a la literatura en especial las que guardan relación con conceptos centrales para la historia literaria del país y que están imbricados con la idea de nación. Lastarria procura hacer visible la necesidad de discutir acerca de cuál sería el proyecto nacional que debería construirse y al mismo tiempo sus palabras tienden a involucrar a los presentes en una trayectoria común.13 Se trata, sin dudas, de un gesto de reafirmación de identidad expresado en la apelación a categorías como Patria, Libertad, Lengua, Historia.

A lo largo de la exposición deja a la vista que su palabra es la de quien posee valores y virtudes propias de los elegidos, aunque al hacerlo apele a ciertas fórmulas de falsa modestia -como la expresión que subtitula este apartado-, y a una encendida convocatoria a sus compañeros de ruta: "Os doy el parabién, señores, y muy sinceramente me glorío de ser vuestro compañero, porque habéis acertado en asociaros para satisfacer una necesidad social. Vosotros tenéis mis ideas y convenís conmigo en que nada será Chile, la América toda, sin luces" Resuenan en estas palabras la herencia romántica tan presente en la obra de Lastarria, presencia que además convive con el pensamiento que se nutrió de las principales líneas de la filosofía de la historia que circulaban en la época.14

La idea de que en Chile, en primer lugar, y en América, luego, todo estaba por hacerse, que después de la independencia era necesario recuperar los valores de un naturaleza injuriada y agredida (Subercaseaux, 1997) constituye el contexto adecuado para presentar el discurso. De allí que la retórica empleada se orienta a enfatizar acerca de la proyección que alcanzará la Sociedad Literaria: "Sí, señores, vuestra dedicación es una novedad, porque os conduce hasta formar una academia para poner en contacto vuestras inteligencias, para seros útiles recíprocamente, para manifestar al mundo que ya nuestro Chile empieza a pensar en lo que es y en lo que será." La ocasión que se elige para dar a conocer estos conceptos constituye, por cierto, una señal clara acerca del escenario en el que se deben plantear estas cuestiones. Si bien en la época se publicaban gran cantidad de periódicos y de revistas15 -lo que implicaba la existencia una atmósfera propicia para la circulación de ideas y de debates-, los intelectuales son concientes de que las instituciones -universidad, salones literarios o ateneos- constituyen el lugar adecuado para la difusión de las ideas.16

La organización de la literatura y el ordenamiento de las bibliotecas, la conformación sociedades literarias, la fundación de cátedras de literaturas nacionales o la definición de la lengua nacional son iniciativas que marcan el propósito de pensar la nación y por ende sentar las bases de la nacionalidad chilena. Para ello es preciso fortalecer la presencia de símbolos que prefiguren la nación chilena. En consecuencia, la idea de progreso que se desliza en todo el discurso responde a uno de los paradigmas de la época.

Me interesa detenerme en el caso particular de la literatura puesto que la explicación de Lastarria, en lo referido a su función, es una muestra elocuente del modo en que se comienzan a prefigurar algunos rasgos definitorios de gran parte de la historia de la literatura nacional: "Me llamáis para que os ayude en vuestras tareas literarias, pero yo quisiera convidaros antes a discurrir acerca de lo que es entre nosotros la literatura, acerca de los modelos que hemos de proponernos para cultivarla, y también sobre el rumbo que debemos hacerle seguir para que sea provechosa al pueblo." La convocatoria se focaliza en la definición del concepto de literatura porque se relaciona no sólo con cuestiones intelectuales sino que también se orienta a definiciones de índole moral, ya que "es el resorte que revela de una manera la más explícita las necesidades morales e intelectuales de los pueblos [...] y las preocupaciones de toda una generación".

Sin dudas se está frente a un discurso en el que las representaciones tienen una dimensión esencial vinculada con una clase dirigente que comparte ideas direccionadas a cuestiones políticas y filosóficas tal como queda expresado: "[l]a literatura, en fin, comprende entre sus cuantiosos materiales, las concepciones elevadas del filósofo y del jurista, las verdades irrecusables del matemático y del historiador, los desahogos de la correspondencia familiar, y los raptos, los éxtasis deliciosos del poeta." Por otra parte, a este concepto de literatura se une -tal vez desde una perspectiva estética- la búsqueda de originalidad, concepto valorado, además, por su relación con la idea de libertad.

Lastarria hace un rápido recorrido por la historia y remarca que prácticamente no hay manifestación literaria chilena auténtica puesto que Pedro de Oña sólo escribió poemas "de poco mérito" en tanto que la mención a Lacunza, Ovalle y Molina queda circunscripta a la condición de "conciudadanos" aunque sus producciones no son auténticamente chilenas en la medida en que ellos eran "indígenas de otro suelo" y, por lo tanto, sus trabajos son resultados de "preceptos extraños".17 No los considera escritores que dejaran una impronta en la generación siguiente, más bien los tres son deudores de la historiografía aunque muchos críticos estiman que los datos que aportaron fueron poco confiables o adolecían de errores. El planteo de Lastarria en lo referido a que "desde 1810 hasta pocos años a esta parte, tampoco no hallo obra alguna que pueda llamarse nuestra" es coincidente con lo que años más tarde sostuviera Manuel Rojas (1964; 28-29)

La otra cuestión, no menor por cierto, es que la literatura nacional chilena tuvo un vínculo muy estrecho con la historia, en particular con la idea de que todo estaba por hacerse y que a esta generación le correspondía esta tarea (Subercaseux; 1997). La circunstancia de que era preciso distanciarse de la metrópoli y hacía falta producir textos que dieran cuenta de esta intención contribuye con el proyecto de delinear la literatura nacional. Queda demostrado en consecuencia que la literatura se pensaba como un camino para lograr la identidad y que era preciso hablar del progreso para conseguir y fortalecer la idea de Nación. En esta línea, los pensadores de la época encontraron en la formación de sociedades literarias un camino viable y eficaz para expresar qué idea de la literatura se estaba gestando.

De modo que Lastarria encuentra en la ocasión dos razones valederas para consolidad el grupo: porque comparten el "enemigo", es decir España y porque se piensan como los "herederos" de los hombres de 1810. Todo ello podrá hacerse si se combate la ignorancia y quienes podrán hacerlo serán Lastarria y el auditorio. Acompaña estas ideas la certeza de que es preciso sacrificarse y en esa certeza se agranda la idea de patria. Utilidad y patria se vinculan pero a partir de sostener que son ellos, en tanto elegidos, los que podrán avanzar en ese proyecto. El discurso se impregna de un tono exaltado que en gran medida revela sus deudas con la literatura patriótica.

"NUESTRO CHILE EMPIEZA A PENSAR EN LO QUE ES Y EN LO QUE SERÁ"

A partir de esta afirmación, nacida del hecho de que "el ruido de las armas ha cesado en nuestro suelo", Lastarria convoca, desde el lugar de la voz autorizada, a considerar la función de la literatura en tanto reservorio de los valores que una nación debe atesorar. La selección lexical habla de la idea de abandono de la relación con España y, respondiendo a la retórica independentista, apela a fórmulas asociadas con ruptura, enfrentamiento y libertad, ligando el tópico de las armas con el de las ideas. Como sostiene Bernardo Subercaseaux las afirmaciones de Lastarria vinculadas con el valor de conocer a Garcilaso, Granada, Luis de León y a los prosistas Mendoza, Mariana y Solís, provienen de los postulados sostenidos por su maestro José Joaquín de Mora, en especial por los que dice en la "Oración inaugural del curso del Liceo de Chile en 1830.18 (1981:26), palabras que Lastarria recupera al expresar: "Estudiad esa lengua, señores, defendedla de los extranjerismos; y os aseguro que de ella sacaréis siempre un provecho señalado, si no sois licenciosos para usarla, ni tan rigoristas como los que la defienden tenazmente contra toda innovación, por indispensable y ventajosa que sea". Se trata, por cierto, de un modo elíptico de recordar la defensa del idioma emprendida por Bello y de rendir homenaje al maestro Mora.

El texto asume una serie de matices que le dan una dirección que va más allá de constituirse en un discurso de circunstancia; por el contrario allí se despliegan conceptos como Patria, paz, libertad, lo que se amalgaman con aquellos que aluden al peso de la literatura en tanto constructora de tradición y resguardo del crecimiento del país. Se articulan, así diversas alusiones relacionadas con la historia, la lengua, la sociedad, la cultura, otorgándole al discurso un matiz altamente político y al mismo tiempo, prescriptivo. Por otra parte, logra darle al discurso una visión estetizante gracias al uso de un lenguaje que se reconoce deudor de un instrumental patriótico en el que resuena cierto tono belicista. Se trata entonces de darle a la palabra un matiz claramente antihispánico y provocar en el lector la exaltación del sentimiento patriótico, actitud que remite a las ideas propias de la época en tanto momento en que se le otorga importancia a la expresión de conceptos políticos íntimamente relacionados con el desarrollo de lo literario. El lugar desde donde se expresan estas afirmaciones reúne, también, una doble significación: impulsar la adhesión a un proyecto literario y despertar un sentimiento anticolonial exacerbando el nacionalismo. Es precisamente el encuentro en ámbitos como en el que se desarrolla la reunión motivo del discurso, el que permitirá atacar la ignorancia, encontrar la verdadera expresión del pensamiento y de los proyectos chilenos. El lugar de enunciación es el de la civilización y desde ahí debilita el peso de la autoridad de los modelos que se mencionan: Oña, Lacunza, Ovalle, Molina.

Lastarria argumenta tiendo en cuenta el propósito que guía las postulaciones literarias y políticas, de allí que no descuide el uso de estrategias que le permiten presentarse como voz autorizada pero también como transmisor de ideas que a veces hay que rebatir y otras fortalecer. "Se dice que la literatura es la expresión de la sociedad..." Afirma también que "la literatura [...] comprende [...] las concepciones elevadas del filósofo y del jurista, las verdades irrecusables" Este cruce de dominios, el modo en que reúne distintos campos del saber y del poder de la época significa que para Lastarria la literatura debe constituir un campo independiente y que él es un representante que debe dar a conocer sus opiniones como así también discutir y polemizar con las ideas de la época, aún con las provenientes de sectores que hasta el momento eran incuestionables. Lo hace porque, además, se autopercibe como quien visualiza que no hay otro espacio más destacado que la literatura para "reflejar nuestra nacionalidad". Deposita en la institución literaria todo el peso de la transformación y la posibilidad de analizar cuestiones de índole político-histórica desde ese lugar.

El otro aspecto que se destaca en este discurso es la ligazón entre las cuestiones históricas y las literarias, generando el ámbito propicio para pensar que se asiste al momento adecuado para pensar en el campo literario. La afirmación casi hiperbólica de que hay "una multitud de chilenos ilustrados, y dignos de mejor suerte [que se agolpan] a la entrada del santuario de la literatura, todos con el empeño de penetrar en él y de perseguir la gloria" demuestra cómo se apela a fórmulas que impulsan la exaltación para demostrar que él resume el sentir de una comunidad ilustrada y de que la literatura es el espacio sagrado en el que se pueden encontrar las razones que guíen al progreso.

De modo que la mención de la fecha patria chilena -18 de septiembre de 1810- es un punto de referencia notable porque se trata de "la alborada de nuestra vida social" y porque, además, es el momento que se visualiza el punto de inflexión entre la colonia y el "nuevo orden social". Con el propósito de dejar a la vista la relación entre historia/literatura, apela a cuestiones del primer campo que señalan la tensión entre el campo político chileno y el español, subrayando de modo enfático la importancia que reviste el momento para comenzar a pensar en la literatura chilena. Así dirá de modo enfático: "La verdadera crítica confrontará continuamente la literatura y la historia, comentará la una por la otra, y comprobará las producciones de las artes por el estado de la sociedad."

El análisis del presente oficia de disparador porque se lo vive como el momento preciso en el que la sociedad debe reconsiderar su relación con España y analizar su propia colocación en el marco de una notoria marginalidad. Para ello apela al valor de la sociedad literaria, destacando el capital social del que gozan: "vosotros habéis comprendido esta necesidad, vosotros que sin guía, sin amparo, sacándolo todo de vuestro solo valor, os congregáis para ilustraros e ilustrar con vuestros trabajos [...] a fin de hacerse dignos de la independencia que a costa de su sangre nos legaron los héroes de 1810". Se reúnen dos campos semánticos muy notables: la idea de futuridad depositada en esos que son capaces de proyectar la idea de nación y el pasado hecho presente en la asunción de la herencia. Ambos campos constituyen el espacio simbólico en el que es posible pensar la identidad cultural y, lo que es más notable, donde se debatirá la idea de país. De modo que la afirmación "A nosotros toca volver atrás para llenar el vacío que dejaron nuestros padres y hacer más consistente su obra, para no dejar enemigos por vencer, y seguir con planta firma la senda que nos traza el siglo" adquiere varias dimensiones. Por una parte, el nosotros inclusivo tiñe el discurso de un matiz convocante en el que la voz de Lastarria claramente se inscribe como la del conductor. Por otra, la evocación del pasado está depositada en el sentido de la paternidad de modo que se ensamblan los dos conceptos: actualidad con visión o perspectiva de futuridad en nosotros y pasado con idea de hacer presentes a los padres sin dejar por eso reafirmar la idea de que es preciso continuar con un mandato que se percibe como inconcluso. Lastarria se piensa como un sujeto sociopolítico que cumple un papel esencial en un ámbito público "narrando en conciencia, desde sí mismo [para intervenir] en los hechos históricos como una voz interpretativa." (Rubio; 2005:3) De allí que su convocatoria a que la literatura no se restrinja a un ámbito selectivo sino que por el contrario se proyecte en la sociedad. Se trata de un texto programático en el que se dejan sentadas las bases de un proyecto de literatura y lengua nacionales.

"ES PRECISO QUE LA LITERATURA NO SEA DEL EXCLUSIVO PATRIMONIO DE UNA CLASE PRIVILEGIADA"

¿Qué redes se tejen para poder pensar en una literatura nacional? ¿Se la piensa o se la percibe desprendida del mandato de la madre patria? Sin dudas, Lastarria está pensando -y expresando desde un lugar que marca el inicio de la consolidación de la institución literatura- que es el momento en que se debe hablar de la reunión de rasgos nacionales y del necesario acompañamiento de los intelectuales en tanto portadores de ideas o proyectos que se debe consolidar. Y en esos términos la literatura aparece como el elemento cohesionante de la incipiente nación, tal como lo señala la afirmación de Lastarria que sirve de título a este apartado.

La necesidad a la que alude está relacionada la idea de que "nuestros padres" dejaron el trabajo inconcluso concepto que está en íntima relación con un pensamiento guerrero que los ecos de la independencia no habían acallado. De allí que la apelación a "no dejar enemigos por vencer" se realimenta a lo largo del discurso con una retórica que rememora los himnos nacionales o las canciones patrióticas. Advierte además de lo imperioso que resulta continuar con el camino indicado por "el siglo", inscripción colectiva que implica una clara asunción de liderazgo. Lastarria no quiere dejar de lado la historia, porque su proyecto está orientado a hacer visible la función civilizadora que tiene la literatura.19 De allí que su discurso se funde en la idea de considerar la literatura como parte de la historia sin descuidar el valor de la lengua que dejaron los españoles, "uno de los pocos dones preciosos que nos hicieron sin pensarlo".

Lengua e historia son soportes que permiten dibujar los bordes de la incipiente nación, una nación que encuentra en este discurso los lineamientos que serán el soporte retórico que delineará los ejes de la chilenidad, reclamo expresado en la búsqueda de originalidad puesto que "fuerza es que seamos originales; tenemos dentro de nuestra sociedad todos los elementos para serlo, para convertir nuestra literatura en la expresión auténtica de nuestra nacionalidad."

El discurso de Lastarria es un texto significativo para comprender cómo se construyen en el imaginario nacional las principales líneas de pensamiento de una generación dispuesta a legitimar su lugar en una sociedad y que intentaba romper los vínculos que la ligaban a la metrópolis. Lo es también porque delinea los rasgos del "pueblo" chileno pensados desde el lugar de una élite que asume la representatividad y el papel de conductora.20 Se puede observar, además que hay un cierto mesianismo en el papel que le cabe al escritor y al grupo que es convocado, en particular cuando dice: "no sea que las generaciones futuras y la presente nos cusen de haber perdido la ocasión que se nos ofrece para elevar a nuestra patria al engrandecimientos que sus recursos le preparan." Su voz se desplaza del presente a futuro y desde ese lugar interviene en los hechos que analiza y en el programa que postula. Esta intervención es la que lo guía para reclamar la iniciación o la apertura de nuevos espacios de discusión.

Pero no se trata sólo de un reclamo. Por el contrario lo que busca es polemizar con voces instaladas en el contexto político, social y cultural de la época desautorizando a voces como las de Bello o a la misma tradición que había colocado en lugares relevantes o reconocidos a nombres que ahora discute. "¿Pero cuál ha sido, cuál es en el día nuestra literatura? ¿Adónde hallaremos la expresión de nuestra sociedad, el espejo en que se refleja nuestra nacionalidad?" La respuesta es categórica: una vez más está presente la tensión entre civilización y barbarie aunque no se explicite en esos términos. En todo caso lo que sí se deja señalado es que la colonia no aportó nada en términos civilizatorios y que España es un centro relacionado con lo retardatario y que, además, está acompañada por lo más retrógrado de la iglesia. Lastarria se presenta como quien puede y debe orientar a sus pares para que, en conjunto, guíen a la sociedad y emprendan una tarea pensada en términos casi religiosos ("hemos contraído con la sociedad un empeño sacrosanto")

El Discurso de la sociedad literaria constituye una suerte de archivo que atesora los pensamientos y las palabras que engrosarán la memoria de Chile. A lo largo del discurso se cruzan los dos paradigmas de la época. Están presentes las deudas con la filosofía de la Ilustración en tanto dadora de instrumentos que permiten interpretar las nuevas relaciones que se generan después de la Independencia. Para ello echa mano a una retórica que permite articular lo viejo con lo nuevo: "Ya veis, señores, que Chile, así como las demás repúblicas hermanas, se ha encontrado de repente en una elevación a que fue impulsado por la ley del progreso"

El otro paradigma es el proveniente del romanticismo cuyas líneas teóricas proveen al orador de pautas para reclamar una nueva idea de patria y de tradición. "Tenemos un deseo muy natural en los pueblos nuevos, ardiente, que nos arrastra y nos alucina. Tal es el de sobresalir, el de progresar en la civilización y merecer un lugar al lado de esos antiguos emporios de las ciencias y de las artes, de esas naciones envejecidas en la experiencia, que levantan orgullosas sus cabezas en medio de la civilización europea." En esta mirada emerge la tradición romántica europea, en especial la herencia de Víctor Hugo21 y de Lamartine22 de quien toma los versos del epígrafe y que preanuncian la idea de ingreso en el lugar de los elegidos.23

La otra referencia significativa que subyace en el discurso la constituye la obra de Mariano de Larra. Al igual que los franceses, el español le proporciona conceptos que atravesarán el Discurso de la sociedad literaria y también su obra literaria. La lectura de "Literatura" del español le permitirá visualizar conceptos como el vínculo entre literatura y progreso, la valoración del concepto de libertad en tanto aspectos que deberán atravesar todas las actividades del hombre. Atiende también a las reflexiones de Larra en lo relacionado con la búsqueda de alejamiento de modelos, la relación íntima entre literatura e historia y sobre todo la búsqueda de una lengua propia.24 El otro escritor que dejó huellas en el pensamiento lastarriano fue el argentino Domingo F. Sarmiento de quien tomará la idea de progreso como fuente central para la emancipación y para la constitución de la nación.

La reiteración del valor de la novedad remite a un pensamiento inscripto en la búsqueda de identidad y de independencia intelectual cuestión que caracterizó a esta generación, de modo que este discurso es una temprana manifestación del interés por encontrar un lugar para las letras nacionales. Es, asimismo, una muestra contundente de la visión que de sí mismo tiene Lastarria: se trata de pensarse como parte de un grupo que tiene en sus manos la posibilidad de reformular el campo aunque siempre aludiendo a ello con una forzada modestia: "No tengo la presunción de aconsejaros, porque ni mis conocimientos ni mis aptitudes me dan título alguno para ello: me contento con presentaros en este ligero cuadro mis ideas"; no obstante ello, es cauteloso a la hora de distanciarse de "los sabios escritores" ya que señala que ellos deben ser "escuchados con más atención." Más allá de estas afirmaciones que clausuran el discurso, la percepción que tiene Lastarria de sí mismo queda explicitada a lo largo de todo el texto ya que va fortaleciendo su posición de conductor señalando, de modo paralelo, la relevancia que le asigna al grupo en tanto responsable del cumplimiento de un papel fundamental en un tiempo de gestación del verdadero sentido de la nacionalidad ya que "A nosotros nos toca volver atrás para llenar el vacío que dejaron nuestros padres".

Los escritores de la época tienen en claro que el primer paso para conseguir la emancipación es lograr una lengua propia y ordenarla para así lograr la unidad. Lastarria expresa esas ideas con fuerza pero no logra desprenderse del peso de la tradición. Pretende distanciarse de algunos modelos de la época pero convoca a la lectura de los franceses. Insiste en la búsqueda de originalidad y reafirma su rechazo a la imitación en tanto causal esencial de "las calamitosas disidencias que han detenido nuestra marcha social".

José Victorino Lastarria se desliza entre el romanticismo y el positivismo, sin embargo es conciente de la relevancia que tiene dar a conocer sus ideas en ámbitos intelectuales. Apela al discurso de la Sociedad Literaria -que es un ensayo por el valor programático y por la estructura argumentativa con que su autor trabaja- porque tiene en cuenta no sólo el lugar en el que lo está diciendo, sino el destinatario. La convocatoria está dirigida a una generación "adánica" (Subercaseux; 1997:49) que debe ocupar un lugar en el campo intelectual chileno para pensar una literatura nacional orientada "a todo un pueblo". Las ideas desplegadas son el resultado de un pensamiento que tiene en cuenta el progreso y la independencia como dos de los pilares fundamentales de un tiempo que comienza a dibujar de modo más preciso los contornos de la nación chilena.

Notas

1. La ciudad de Santiago experimentó un crecimiento notable para la época. La burguesía mercantil tenía una fuerte presencia y lograba convivir con la oligarquía. Valparaíso, por su parte, crecía rápidamente no sólo por su condición de puerto sino porque recibía gran cantidad de extranjeros que acercaban nuevas ideas y modos de vida.

2. Henríquez será evocado en el discurso de la Sociedad Literaria como autor de "bellas producciones" que muestran "un talento despejado y un corazón noble, entusiasta y generoso".

3. Discurso de incorporación de D. J. Victorino Lastarria a una Sociedad de Literatura de Santiago, Valparaíso: Imprenta de M. Rivadeneyra, 1824. En lo sucesivo se cita por esta edición tomada de la versión digital. [Fecha de consulta: 10/02/2010]

4. José J. de Mora es fundador, junto con José Passaman, del diario El Mercurio y entre sus actividades tendientes a lograr la ampliación del público lector, organiza un grupo de lectores y fomenta el intercambio de libros. Es el creador del Liceo de Chile; su esposa, Francisca Delauneux, -también interesada en cuestiones educativas- funda el primer colegio femenino chileno.

5. S. Collier y W. Sater otorgan a Lastarria un papel importante en el marco de los acontecimientos vividos durante el gobierno de Manuel Bulnes en particular a su desempeño como parlamentario. De su accionar destacan sus ideas progresistas, su eficacia oratoria y el "toque de vanidad" que exhibía y del que hacía gala con un cierto desenfado. Cfr. Historia de Chile, 1808-1994, [A History of Chile, 1808-1994] Madrid: Cambridge University Press, 1998, Cap. 5 "El impulso liberal, 1841- 1876"

6. Por el contrario, Bello tiene conciencia de que la universidad es el lugar del saber y es desde dónde se puede comenzar a delinear la lengua y la literatura. Cfr. Luis Sánchez Latorre, "Prólogo" a Lastarria, José V. Recuerdos literarios, Santiago: Zig Zag, 1967 e ib.id. Santiago: LOM, 2001.

7. Estas contundentes afirmaciones fueron la respuesta que Sarmiento dio a Andrés Bello quien, desde las páginas del periódico El Mercurio de Valparaíso, y con el seudónimo "Un quidam", reafirmaba su propuesta de mantener firmes las normas gramaticales del español en tierras americanas.

8. Joseph Dager Alva desarrolla este tema en "El debate en torno al método historiográfico en el Chile del siglo XIX" en Revista complutense de Historia de América, Vol 28 (2002), pp. 97-138

9. En Recuerdos literarios, op. cit. p.19.

10. Goić entiende que Lastarria pertenece a la Generación de 1852 y para esta clasificación tiene en cuenta la fecha de nacimiento de sus integrantes. Relaciona este grupo con el de 1842 al definirlo como "la generación joven del movimiento del 42". Más allá de la débil línea que separa a un grupo de otro, adhiero a la idea de ubicar a Lastarria en el grupo del 42 no sólo porque en el conjunto de su obra están presentes los postulados literarios e ideológicos que sostenían sus integrantes sino porque en 1843 Lastarria publica el relato "El mendigo", cuento que le otorga una fuerte presencia en el campo cultural de su país y al que muchos críticos consideran el primer cuento que se publicó en Chile.

11. Raúl Silva Castro considera que Lastarria continuó con las tareas en 1859 cuando se integra al Círculo de Amigos de las Letras actividad que fue "más eficaz" y desde donde continuó con el fortalecimiento del ideario nacional. La otra sociedad desde la que procuró "establecer contacto entre los escritores y el público culto" fue la Academia de Bellas Letras en 1873) Cfr. "Prólogo" a Recuerdos Literarios, op. cit. pp.13-14.

12. Cabe señalar que la organización formal de esta sociedad se produce el mismo año en que se crea la Universidad de Chile y de la que será su rector Andrés Bello. Manuel Rojas señala que la condición de venezolano no fue impedimento para que condujera la casa de estudios porque "[e]n aquellos hermosos tiempos hermosos siquiera por eso, el nacionalismo no había aparecido aún en Hispanoamérica."(1964: 35) Desde la perspectiva de Rojas, la ausencia de un pensamiento nacionalista permitió a un extranjero llegar a un lugar tan notable. Es posible que la nacionalidad no haya sido impedimento para ello pero, en ese momento, era una cuestión importante para el imaginario de la época y tenía un peso significativo en los discursos tanto literarios como históricos.

13. A partir de la década de 1840 la lectura del folletín era frecuente puesto que encontró un lugar de circulación en los periódicos de la época. Este tipo de literatura generó inquietud en algunos sectores de poder, como la iglesia, que lo definía como moralmente peligroso, de modo que era preciso trazar líneas que definieran el concepto de literatura, es decir, pensar en discursos en los que tanto la retórica como los temas conservaran cierto 'estilo'. Cfr. Vicuña, Manuel, La belle époque chilena. Alta sociedad y mujeres de elite en el cambio de siglo, Santiago: Editorial Sudamericana, 2001.

14. Hay coincidencia en señalar que Herder ejerció una notable influencia en los jóvenes de la época, en particular su noción del progreso desplegada en Ideas sobre la filosofía de la historia de la humanidad libro al que accedieron a través de la traducción al francés de Edgar Quinet. Gracias a Mora, Lastarria se aproximó a Rousseau, Bentham y Saint Simon. El distanciamiento con Herder está focalizado en que el chileno le daba importancia a la libre acción de los hombres y no al peso de la Providencia como sostenía el filósofo alemán.

15. El desarrollo de las publicaciones en Chile hacia mediados del siglo XIX fue notable. Aparecieron periódicos y publicaciones de neto corte cultural y, como sostiene Elvira Narvaja de Arnoux, no sólo contribuyeron con la difusión de textos escritos sino que tuvieron la función de "revitalizar el instrumental retórico destinado a la palabra pública [para] atender a las nuevas formas de su ejercicio como es la clase en los establecimientos de enseñanza superior" Cf. Los discursos sobre la nación y el lenguaje en la formación del Estado (Chile, 1842-1862) Estudio glotopolítico, Buenos Aires: santiago Arcos editor/SEMA, 2008, p. 27.

16. Cabe señalar, además, que los conceptos de patria y amor a la libertad tienen una presencia significativa también en las novelas, en especial en aquellas que apelan a historias de amor para proyectar las dificultades o los conflictos generados por estas categorías. Me refiero, por ejemplo a lo que acontece en El mendigo o en Rosa, ambas de Lastarria.

17. Álvaro Kaempfer desarrolla la posición de Lastarria en lo referido a la resistencia indígena frente al orden colonial en "Lastarria, Bello y Sarmiento en 1844: genocidio, historiografía y proyecto nacional" en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año XXXII, Nº 63-64, Lima-Hanover, 1º y 2º Semestres de 2006, pp. 9-24. Bibiana Apolonia Del Brutto alude a este tema en "La fundación de una lengua. Las polémicas en Chile. Andrés Bello, José V. Lastarria y D. F. Sarmiento", luminoso ensayo que integra el volumen Beligerancia de los idiomas. Un siglo y medio de discusión sobre la lengua latinoamericana compilado por Horacio González, Buenos Aires: Ediciones Colihue, 2008.

18. Las palabras de Mora tienen una resonancia muy alta en el discurso de Lastarria. En la mencionada Oración dirá el español: "Estudiad los diversos aspectos, los variados matices, los innumerables primores que presenta nuestra habla en sus grandes modelos, en la grave y mesurada facundia de Hurtado de Mendoza y de Marina, en la templanza armoniosa y suave de Granada y de León, en los artificios ingeniosos de Saavedra y de Solís; en la admirable flexibilidad, en la grandilocuencia de Cervantes." Cit. en Subercaseaux, 1997, p. 54.

19. Un ejemplo notable lo constituye la obra de Alberto Blest Gana quien en Martín Rivas apela a un hecho histórico citadino aunque éste carezca de la relevancia de los grandes relatos, puesto que al autor le importa mostrar el crecimiento del buen burgués. La elección de un episodio urbano, como es el motín de Urriola, lo guía en el fortalecimiento del héroe. Se trata en definitiva de una novela en la que los tópicos románticos están claramente delineados.

20. Muchos de los pensamientos expresados por Lastarria corren también por el conjunto de su obra literaria, fundamentalmente cuando manifiesta su propósito de poner en marcha un país que pueda ser reconocido por su lengua y por su literatura.

21. Toma de V. Hugo la referencia al concepto de novedad que éste despliega en el Prefacio a Hernani: "En la revolución todo movimiento hace adelantar. La verdad y la libertad tienen la excelencia de que todo lo que se hace en pro o en contra de ellas les sirve de igual modo. Después de los grandes esfuerzos que practicaron nuestros padres y que nosotros hemos presenciado, hemos conseguido salir de la antigua forma social, y tenemos que salir también de la antigua forma poética. A pueblo nuevo, arte nuevo. (Traducción de Juana Bignozzi y Eduardo Romano para la edición de Hernani, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1968. [El destacado es mío]

22. C. Gazmuri destaca la influencia que ejerció Historia de los Girondinos entre los intelectuales chilenos al punto de constituirse en una obra "de culto" para quienes se reunían en "casas particulares" o en "la sala de redacción del diario pipiolo El Progreso". Cf. op. cit. p.33

23. Los versos de Lamartine dicen: Quandnous ne sommes plus, notre ombre a des autels,/ Oùle juste avenir prépare à ton gènie/ Des honneurs inmortels. (Cuando ya no estemos nuestra sombra tiene altares/donde el justo porvenir prepara para tu genio/honores inmortales) [La traducción es mía]

24. La idea de literatura sostenida por Larra cuando afirma que: "rehusamos, pues, loque se llama en el día literatura entre nosotros; no queremos esa literatura reducida a las galas del decir, al son de la rima, [...] sino una literatura hija de la experiencia y de la historia y faro, por tanto, del porvenir [...] literatura, en fin, expresión de toda la ciencia de la época del progreso intelectual del siglo", resuena en el discurso de Lastarria. Cf. "Literatura" en Artículos, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002.

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