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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  no.12 Viedma ene./jun. 2010

 

RESEÑA

Vezub, Julio Esteban Valentín Saygüeque y la "Gobernación Indígena de Las Manzanas". Poder y etnicidad en la Patagonia septentrional (1860-1881). Buenos Aires: Prometeo, 2009, 300 pp.

Horacio Miguel Hernán Zapata
horazapatajotinsky@hotmail.com
Escuela de Historia - Centro Interdisciplinarios de Estudios Sociales (CIESo); Facultad de Humanidades y Artes - Universidad Nacional de Rosario

Recibido: 14/05/10
Aceptado: 19/05/10

En este libro, muy esperado por cierto ya que circuló primero entre los miembros de la comunidad historiográfica bajo el formato de tesis doctoral y cuyos resultados fueron volcados en diversos artículos y capítulos de libros que fueron apareciendo posteriormente (Vezub 2002; 2005; 2006a; 2006b; 2006c; 2006d; 2007), Julio Vezub se propone historiar la política indígena configurada en las tolderías en el norte de la Patagonia entre 1860 y 1880, último período en que fue ejercida con autonomía. Más estrictamente, la historia se enfoca en la experiencia del cacique Valentín Saygüeque y en la manera en que éste construyó y perdió su poder en el lapso de esas dos décadas, con el fin de entender los vínculos entre los grupos étnicos y étnico-políticos, los diferentes linajes y "órdenes de familia", y las autoridades argentinas y chilenas en la cuenca del río Negro y el País de Las Manzanas del sur de Neuquén. La estructuración de jefaturas indígenas durante la etapa anterior a la expansión del Estado Central argentino y la vinculación de la acumulación de poder con los procesos de etnicidad y mestizaje conforman las dos problemáticas centrales que atiende la investigación. Advertir qué tipo de configuración social y política representó la "Gobernación Indígena de Las Manzanas" entre 1860 y 1880 fue la pregunta que delimitó el problema a tratar, así como también dilucidar el formato étnico y el papel que desempeñó el parentesco en los fenómenos de cristalización de poder en las regiones adyacentes a los ríos Limay y Negro.

A treinta años de la configuración de un campo común de reflexiones de antropólogos e historiadores sobre las sociedades indígenas pampeano-patagónicas, el presente estudio de Valentín Saygüeque y su Gobernación contribuye a cubrir un vacío relativamente importante en los análisis específicos sobre las jefaturas indígenas de las décadas de 1860 y 1870 a través de una perspectiva que combina la diacronía y la sincronía. En la estela de esta nueva historiografía, necesitada de una particularización de los procesos históricos y del conocimiento de la organización y territorialidad de los agrupamientos aborígenes, la propuesta de Vezub procura contribuir con un examen especifico de proyección general que dé cuenta de los problemas del poder, la etnicidad y el parentesco desde una perspectiva microanalítica y morfológica, con una explotación intensiva de una base documental de cuño hibrido o mestizo que permita interpretar los procesos históricos mediante textos producidos en el interior de las sociedades de frontera. El estudio de caso específico de la jefatura de Valentín Saygüeque en el País de Las Manzanas de Vezub presenta, a nuestro entender, una serie de puntos relevantes y singulares para la comprensión de problemas de más amplio alcance. Un primer punto se vincula, justamente, con el cruce de tradiciones disciplinares. El libro resulta del análisis riguroso de las fuentes, típico del oficio del historiador, aliado, por un lado, a una mirada antropológica preocupada por las perspectivas aborígenes y, por otro lado, a una mirada sociológica volcada hacia las circunstancias sociohistóricas que determinaron, en la época, el campo de acciones posibles de las poblaciones indígenas dentro de un orden burgués y capitalista que lentamente comenzaba a desplegarse. De ese cruce interdisciplinario y de una narrativa enfocada en problemas precisos y situaciones particulares, emerge una imagen de Valentín Saygüeque: un agente culturalmente informado, con capacidad de negociación y de apropiación de nuevos instrumentos, relaciones, conceptos e ideas dentro del cuadro sociopolítico claramente estructurado pero también móvil, ambiguo y conflictivo, que significó la configuración de su jefatura, la Gobernación Indígena de Las Manzanas. En la pluma de Vezub, ganan vida innumerables personajes, con nombre y apellido, moviéndose en situaciones sociales singulares, de modo que nos ofrece una visión en clave biográfica de eventos y estructuras, pero narrados en una escala más amplia. En esa trama sobresale un elenco de colaboradores indígenas que ejercían cargos importantes, dominaban diversas prácticas diplomáticas, negociaban con los representantes de la sociedad hispanocriolla, escribían en español y llevaban y traían nuevas ideas e imágenes, circulando en espacios entre los toldos y los poblados.

Un segundo punto a destacar es que, de hecho, se trata de una obra completamente nueva, escrita con rigor, una investigación impecable que no olvida el especial papel constructivo de la teoría en combinación con la crítica rigurosa y creativa con un vasto conjunto de fuentes, muchas de ellas inéditas y dispersas en varios archivos. La metodología asumida por el autor posibilitó formular nuevas preguntas e invertir los postulados clásicos de la historiografía a través de los cuales los historiadores se han vinculado con las fuentes, es decir, la superación de prejuicios acerca del carácter ágrafo de las culturas indígenas, a la vez que habilitó un rastreo mucho más productivo de los procesos históricos, mediante las múltiples versiones que proporcionan los actores, sin las mediaciones o distorsiones generados por los colonizadores, funcionarios o religiosos. Más allá de la interpretación de crónicas de los viajeros occidentales y de los informes de los funcionarios y los notables fronterizos, y de la relectura de etnografías que describieron el tránsito del siglo XIX al XX en el norte de la Patagonia, el principal corpus documental con el cual Vezub accede al pasado del País de Las Manzanas es la "Secretaria de Valentín Saygüeque", cuerpo de textos indígenas escritos en los toldos en idioma español reconstituidos y sistematizados por el autor a partir del trabajo con el legajo 723 "Ángel Justiniano Carranza", preservado en el Archivo General de la Nación. Tal legajo conserva los manuscritos secuestrados a Saygüeque por las tropas argentinas en 1881 durante el asalto a sus toldos del río Caleufú, junto con un número importante de misivas despachadas por los escribientes que asistieron al cacique desde 1863; un tipo de cancillería que posibilitó contrarrestar la escasez de fuentes primarias de factura indígena o mapuche que padecieron los estudios del área. Al desarrollar su investigación, Vezub reintegra la "Secretaría de Valentín Saygüeque", dispersa y sin entidad como tal en archivos y repositorios, a partir de la reunión de tales manuscritos con otras fuentes inéditas o editadas de similares características y remitentes, alojadas en otros reservorios y archivos.

Como podrá leerse, la representación de la Gobernación Indígena de Las Manzanas legada por los etnólogos y los primeros historiadores no se correspondía a la realidad. Vezub recupera, con brillo académico y literario, la textura densa y singular de los contextos en que estuvieron insertos Saygüeque y sus manzaneros a lo largo de casi treinta años: se trató de situaciones socioculturales porosas que se conectaban con redes sociales más amplias y complejas, involucraban actores y fuerzas políticas diversas, combinaban diferentes formas de sociabilidad y se estructuraban en torno de principios muchas veces contradictorios. Tales características tendieron a tornarse cada vez más complicadas con los procesos de etnogénersis, las políticas de ofensiva por parte del Estado argentino y los propios movimientos identificarios. A tono con el problema, la periodización se abre con la emergencia de la jefatura de Saygüeque y se clausura con la derrota del cacique ante el Estado argentino. La adecuación de la variable temporal con el lapso cubierto por los documentos de la "Secretaría de Valentín Saygüeque", esto es, a las décadas de emergencia, apogeo y derrota, no obedeció a la simple comodidad de un relato lineal ni a la reducción empirista de una historia a la disponibilidad de fuentes que la sostenga. La periodización esbozada por Vezub se ajusta a la definición del problema a investigar, encontrando en todo caso una justificación paralela en la interpretación de ese corpus letrado como síntoma del salto de calidad experimentado por la jefatura de Saygüeque. En esta línea, la periodización no sólo se articula a la hipótesis general, sino también a una cronología desde el interior de la historia que se relata en las fuentes, sin subordinarla a los cortes tradicionales establecidos ni por la historia argentina o chilena ni por las propias incisiones temporales presentes en la documentación. No obstante, el autor reconoce que fueron precisamente los hechos palpables en tales hitos cronológicos, el afianzamiento de las instituciones y prácticas de centralización estatal los que incidieron de forma radical en esos años. En definitiva, el criterio elegido para la determinación de una periodización se corresponde con el aspecto revelador de la detección de un corpus documental de factura indígena para dar cuenta del problema histórico.

El tercer punto a recalcar es la mirada microanalítica sobre el entorno de un jefe importante. Esta estrategia no sólo se torna un instrumento efectivo porque propone un claro panorama sobre las experiencias localizadas de los actores, sino porque además se adecua mejor a la lógica segmental de los conflictos entre las jefaturas indígenas y los Estados nacionales y posibilita comprender que la clave de esos conflictos residía en un registro sociopolitico. La vía morfológica o topográfica de las prácticas sociales seguida por Vezub atiende a los movimientos de ensamble y a las tensiones existentes en los elementos que constituyen la fisonomía de una sociedad, a la vez que aporta una percepción nítida de las líneas de fuerza que la recorren y su intencionalidad. La indagación de instrumentos adecuados para comprender los cambios sociales por medio de las incoherencias reales, conlleva a un lugar para pensar la colisión entre los principios estructurales determinados por las relaciones de parentesco y la emergencia de la jefatura de nuevo tipo. Se busca sondear qué papel jugaron los procesos de etnicidad en el incremento de la tensión entre el parentesco y el poder, al influjo de la presión ejercida por las sociedades estatales de Argentina y Chile.

La concentración de poder de ese cacicazgo fue el producto de la tensión entre continuidades y rupturas. En primer lugar, la posición relevante que ocupaba Saygüeque dentro del sistema de prestigios y linajes norpatagónicos fue la condición de posibilidad para el establecimiento de su jefatura. En segundo lugar, las prácticas políticas de este cacique conllevaron una ruptura en los patrones de reciprocidad de las relaciones de parentesco al mismo tiempo que incitaron la profundización del rango y las jerarquías en una sociedad mapuche-tehuelche que permanecía en una situación de contacto con las sociedades hispanocriollas y los gobiernos estatales de Argentina y Chile. A tono con ello, el rasgo más original del proyecto de Saygüeque radicó en el molde étnico en el cual construyó su capital político, un capital que se articuló además sobre la contradicción entre permanencias y continuidades, en tanto la producción discursiva de lo "indígena" subsumió una diversidad de identidades preexistentes, y la edificación de la "Gobernación Indígena de Las Manzanas" implicó un ajuste a los procesos de mestizaje e hibridación cultural que se desenvolvían entre los ríos Neuquén, Limay y la cordillera de los Andes desde fines del siglo XVII. Evidentemente, hubo jefes o caciques en la Norpatagonia antes de la imposición de Valentín Saygüeque: su propio padre Chocorí y sus abuelos se encontraban entre los más notorios. No obstante, el punto inflexivo en la política indígena se produjo durante la segunda mitad del siglo XIX: la emergencia de lo que el autor denomina una jefatura de nuevo tipo, esto es, una sociedad no estatal donde el poder pasa a ser el fundamento de ordenación principal, asentado sobre bases previamente instituidas, reforzado por la alianza llevada a cabo con el Estado Nación en ciernes, la militarización de las relaciones de parentesco y la digitación de formas de identidad específicas en un contexto de hibridación cultural. En esta línea, Vezub entiende que el poder en las jefaturas de nuevo tipo se halla amparado por niveles de acumulación de riqueza, inéditos hasta ese momento, y por la profundización de las redes intercaladas que conectaban a los nodos mapuches con las autoridades, y a los notables huincas de Argentina y Chile. La "Gobernación Indígena de las Manzanas" fue, en definitiva, el nombre del proyecto de Saygüeque y de su jefatura indígena, estando ambas instancias tensionadas por la disyuntiva entre la subordinación al Estado y el ejercicio autónomo de la soberanía.

Por su parte, la explicación de las lógicas que estaban vigentes en la definición de la política indígena en Las Manzanas conlleva realizar un tratamiento en dos niveles: el primero en el plano de las prácticas, y el segundo en el plano de la subjetividad. La atención a ambas dimensiones que ejercitó el autor le posibilitó no sólo analizar los discursos míticos y políticos y visualizar las formas sociales, sino también comprender los desfasajes que se producían entre las versiones que la sociedad manzanera elaboraba sobre su funcionamiento, las gramáticas fundamentales que la regían y las conductas asumidas, en un plano social, material y simbólico, ante el duro embate de un Estado Central en continua expansión y consolidación. Asimismo, la problematización de las múltiples adscripciones e identidades que pululan en las fuentes, intercaladas, esquivas y volubles, es una vertiente por la cual Vezub logra acceder al complejo entramado relacional de grupos e individuos que se perciben diferentes. Escudriñando las interpretaciones puestas en juego por los múltiples agentes y en función de sus propios contextos explicativos que le otorgan coherencia y verosimilitud, Vezub reconstruye las identidades a partir de las prácticas políticas, del impacto de las mismas en los caciques y en el contorno, y en las representaciones de los sujetos pertenecientes a la sociedad estatal que entraba en interacción con la sociedad manzanera.

El libro se organiza en siete capítulos y agrega un variado anexo que contiene fotografías, mapas y reproducciones de documentos. El capítulo primero está dedicado a presentar las fuentes históricas y etnográficas, con énfasis en la denominada "Secretaría de Valentín Saygüeque". Se explicitan los criterios seguidos en la reintegración y análisis de ese corpus letrado, y se reconstruye la historia de los propios documentos. En este capítulo, el autor se ocupa del problema correlativo de la escritura indígena, definiendo las claves interpretativas del discurso indígena o mestizo, y los efectos de la escritura en una sociedad de tradición oral, o con formatos no alfabéticos de transmitir significados. De esta manera, Vezub se introduce en el debate que, en pocas palabras, se ha esgrimido sobre la autonomía de los textos: entre los investigadores que sostienen la imposibilidad de franquear las fronteras teórico-metodológicas que se erigen para averiguar si expresaban el pensamiento de los caciques o sus lenguaraces y aquellos que resaltan las marcas de las lógicas estatales que llevaban impresos. El autor se sitúa en una posición crítica, concentrándose en señalar, a lo largo del capítulo, que tales manuscritos diplomáticos, comerciales y políticos no sólo constituyen una evidencia acabada de que las autoridades argentinas y chilenas negociaban con las poblaciones indígenas o con sus representantes. Recalca que esos mismos documentos testimonian, a pesar de las tan mentadas dificultades metodológicas, los canales de sociabilidad, los lazos de parentesco, la gran movilidad y la circulación de los miembros de los linajes indígenas a través de los espacios cordilleranos y fronterizos.

En efecto, en la primera parte del acápite destaca que las fuentes trabajadas conforman un legado de la incipiente burocracia de escribientes y lenguaraces que existían alrededor del liderazgo étnico-político de Saygüeque. La adopción de la escritura castellana para fines políticos y económicos fue una de las más numerosas y significativas adecuaciones de los pueblos aborígenes a las exigencias planteadas por el contacto con las sociedades estatales. En el marco de una sociedad de fuerte tradición oral, la producción de profusas misivas de cuño hibrido o mestizo, que conectaba a los caciques principales con otras autoridades indígenas y criollas, es un claro ejemplo de la sofisticación de los jefes y del grado de complejidad obtenido por la política indígena en las décadas previas a la supresión de su autonomía. Por último, se precisa el recorte de los documentos etnográficos y las narrativas de viajeros, el tipo de lectura que se propone en función de éstos últimos y los vínculos de los mismos con la correspondencia indígena.

Después de guiar al lector con estos reparos metodológicos en el uso e interpretación de las fuentes, Vezub emprende la ardua tarea de poner a prueba su hipótesis central sobre la conformación de la "Gobernación Indígena de Las Manzanas", para lo cual se vale de los capítulos segundo y tercero, consagrados a la historia previa del País de Las Manzanas y del linaje de Saygüeque, los modos en que hicieron política su padre Chocorí, su tío Benito Chingoleo Cheuqueta, y su primo José María Bulnes Llanquitruz. El capítulo cuarto, destinado a desbrozar la juventud de Valentín y los aspectos testimoniales de la emergencia de su jefatura, opera en el mismo sentido de búsqueda de vectores que permitan comprender la nueva lógica de las dinámicas sociales, identitarias y políticas. Así pues, la presencia de mediadores como Chingoleo, el comandante Murga o el sobrino Miguel Linares, de profunda significación para el proyecto de Saygüeque, son actores que Vezub inteligentemente ha seleccionado para comprender la trama que lentamente, a lo largo de aquellos años, va tejiendo lo que en las décadas de 1860 y 1870 será la configuración etnopolítica de este líder indígena. Entonces, para alcanzar el ciertamente ambicioso objetivo que se ha propuesto, en el sentido de ir trazando líneas de continuidad y de ruptura, Vezub demuestra por qué fue Saygüeque y no otro quien subordinó a parientes, allegados y "alcanzados" en una estructura de orden y mando cualitativamente distinta a través de operaciones hermenéuticas y metodológicas portadoras de inesperados recursos documentales, en el firme intento de señalar las prácticas que abrigara en su interior la intrincada construcción de la fórmula política y étnica que se abría paso desde 1850.

El capítulo quinto se ocupa de la reconstrucción de la territorialidad de Las Manzanas y de los "caminos indígenas" que alguna vez vincularon las tolderías de Saygüeque, Molfinqueupo y Ñancucheo siguiendo los indicios que proporcionan tanto las cartas del corpus mapuche como las comunicaciones orales o no alfabéticas, onomásticas y cartográficas. Analizar el espacio como resultado de las relaciones e interacciones implica, al menos para Vezub, un merodeo por sus concreciones objetivas. Tales concreciones, identificadas con el sistema regional de jefaturas que lideraba Saygüeque, invitan a pensar el paisaje cual arqueólogo, intentando asir a través del propio contacto con el terreno la trama narrada por las fuentes. El recorrido efectuado por el autor entre enero de 2002 y octubre de 2003 por aquellos espacios norpatagónicos le permite visualizar una arqueología del poder, profundizar la relación entre jefatura y territorialidad, y comprender la identidad dual del agrupamiento manzanero, orientado hacia lo pampa o "tehuelche septentrional", pero también hacia lo transandino. Gracias a la aplicación de una metodología de campo poco ejercitada entre los historiadores, transitar el propio núcleo espacial de su investigación, Vezub logra redefinir la extensión histórica y geográfica del territorio manzanero: ubicado en el sur de la actual Provincia del Neuquén, extendiéndose a su vez hacia el norte de la Patagonia y moldeado sobre una superficie aproximada de quince mil kilómetros cuadrados, vertebrado por múltiples redes viales y conexiones de puntos. Este ejercicio establece, a su vez, la posibilidad de complejizar la mirada sobre el soporte material de las relaciones sociales y culturales desenvueltas por las tensiones políticas, los vínculos parentales y los circuitos económicos, abordando problemas generales desde elementos locales y periféricos, desatendidos por la historiografía tradicional, e impugnados por la historia local y regional. En este tramo del trabajo, se presenta particular atención a la economía de la jefatura manzanera y a sus redes de negocios y sociabilidad hacia ambos lados de la cordillera. El historiador apunta cómo las raciones dispensadas por el gobierno central se articularon con los negocios y la configuración del territorio indígena, al mismo tiempo que el Estado argentino reclamaba que la gente de Saygüeque dejase de hacer exacciones descentralizadas, un importante elemento para la emergencia de la jefatura de nuevo tipo que comulgaba, a su turno, con otros dos requisitos: que los referentes del linaje del cacique se abstuviera de ejercitar la venganza, una dinámica política clave en las sociedades segmentales, y que pactara con el Estado al reemplazar la maloca por la ración.

El capítulo seis está destinado a indagar el momento de apogeo de la jefatura de Saygüeque, enfocando aspectos tales como el parentesco, el poder y la organización militar. De manera compleja y diferenciada respecto de la narración de los capítulos anteriores, Vezub esboza los puntos más relevantes de la tensión existente entre los procesos de concentración de poder y riqueza en las tolderías (manifiestos en la acumulación de los úlmenes, el acopio de mujeres, la estratificación interna) y las cuestiones de reinvindicación del parentesco como fuente de legitimación social y de flexibilización de las normas de matrimonio como dispositivos igualitarios que pudiesen revertir la derrota en tiempos en que era necesario multiplicar los guerreros en condiciones de resistir. El pasaje de la territorialidad extensa a la localizada y, por otro lado, el desarrollo de una red de influencias ampliadas se correspondieron cada vez más con la gestión centralizada de Saygüeque. La descripción detallada de estos cambios es luego contrapesada con el análisis de las manifestaciones de los mismos en el plano de la etnicidad y las políticas de la identidad, apuntando también las clases de impugnaciones que significaron al poder global las transformaciones sociopolíticas que vivieron los actores.

El último capítulo describe la debacle de la "Gobernación Indígena de Las Manzanas", y explicita qué clase de proyecto representaba, retomando una vez más las cuestiones de la identidad dentro de opciones territorial y subjetivamente acotadas, las jefaturas mapuche-techuelches y el Estado central hacia 1880. En la explicación ofrecida se insertan las reflexiones sobre los destinos menos previsibles que pudiera haber tenido aquella Gobernación Indígena de Las Manzanas. En efecto, frente a la pregunta de por qué el aliado más consecuente de las autoridades argentinas lideró la última resistencia indígena significativa en Patagonia, el estudio de caso muestra que en el punto de partida no había elementos que hiciesen preveer el final de derrota y marginación. Es decir, al inicio del proceso no existían presupuestos que incluyeran el dramático desenlace, al menos tal como se conoció empíricamente y se estudió. Ni la marcha imparable del aparato del Estado Central, ni la expansión del capitalismo como sistema otorgan legibilidad plena al relato, pues hacendados, militares y políticos habían contribuido a la proyección de Saygüeque como contraparte de sus negocios y perspectivas durante los decenios de 1860 y 1870. En todo caso, el declive final estuvo vinculado a un cambio tardío en las decisiones políticas de la clase dirigente argentina, preocupada porque el proyecto de Saygüeque, tolerable inclusive hasta la década de 1880, entraba en franca contradicción con sus propios intereses a partir de entonces. Parte de la población manzanera desaparecería en la terrible Campaña del Desierto, mientras que otra parte sobrevivirá como colectivos subalternos.

Con este libro, Vezub ha demostrado que se halla en la gama de historiadores que, como pocos, son capaces de asir la dinámica histórica de las sociedades indígenas, ubicándose con su análisis en las antípodas de lo meramente descriptivo y tradicional al realizar una genuina tarea de rescatar, con una profundidad arqueo-antropológica y a partir de materiales tan cuidadosa y pertinentemente seleccionados, una historia sobre poder y etnicidad en la Patagonia Septentrional. La intencionalidad del autor fue abrir una brecha en el conocimiento histórico del período y proporcionar una explicación de cuestiones sociales, políticas y económicas, estudiando las relaciones en vivo, en un contexto histórico real. Por lo expuesto, creemos que esta meta fue cumplida con acierto e inteligencia, planteando a su vez otras cuestiones a la espera de respuestas que guardan siempre el grado de provisoriedad por su pertenencia a un saber que está en permanente construcción, la Historia. Cuando nos preguntemos hacia dónde van los estudios indígenas como campo de investigación donde convergen historiadores, antropólogos, etnohistoriadores, lingüistas y arqueólogos, sería un buen punto de partida fijar la atención en esta exquisita obra sobre Valentín Saygüequey la Gobernación Indígena de Las Manzanas, producto de una prolongada y generosa trayectoria docente-investigativa.

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