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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  no.14 Viedma ene./jun. 2011

 

ARTÍCULO

El surgimiento del peronismo bonaerense en clave local y rural. Propuestas y problemas

 

Alejandra Salomón
asalomon@unq.edu.ar
Universidad Nacional de Quilmes; UBA

Recibido: 05/12/10
Aceptado:
14/02/11

 


Resumen
El objetivo de la propuesta es acercar algunas reflexiones que ayuden a explicar la génesis y la consolidación del peronismo en el interior de la provincia de Buenos Aires, básicamente rural y aún no marcado por la huella de la industrialización. ¿Cómo hacerlo cuando no es posible apelar a los viejos obreros o migrantes recientes? Para aproximarnos a esta cuestión, hemos optado por delimitar como objeto de estudio lo local y lo rural. Este enfoque, con sus alcances e incluso problemas metodológicos, permitirá observar las particularidades y complejizar un fenómeno tan trascendente, como es el surgimiento del peronismo en la provincia de Buenos Aires.

Palabras clave: Peronismo; Historia rural; Historia local; Provincia de Buenos Aires.

The rise of bonaerense peronism in local and rural key. Proposals and problems 

Abstract
The aim of the offer is to bring over some reflections that help to explain the genesis and the consolidation of the Peronism in the Province of Buenos Aires, basically rural interior still not marked by the fingerprint of the industrialization. How to do it when it is not possible to appeal to the working old men or migrantes recent? For it we suggest to delimit as object of study the local thing and the rural thing. This approach, with his scopes and methodological problems, will allow to observe the particularities and to make complex a phenomenon of great importance.

Key words: Peronism; Rural history; Local history; Province of Buenos Aires.


 

El surgimiento del peronismo, en tanto enigma sociopolítico, ha motivado interpretaciones ancladas en diferentes postulados empíricos y premisas teóricas. Como ocurre con cualquier fenómeno histórico trascendente, ha suscitado una gran variedad de teorías que enriquecieron o incitaron las discusiones. ¿Por qué los obreros optaron por el peronismo?, ¿quiénes eran los obreros que prestaron su apoyo a Perón?, ¿cómo se construyó la relación entre Perón y los obreros? Éstos son algunos de los interrogantes que han cruzado los distintos análisis. Sin duda, las interpretaciones ortodoxas de Gino Germani (1971) y heterodoxas de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero (1972) sobre los orígenes y la naturaleza del peronismo se han convertido en referencias básicas para la discusión del tema y ejes articuladores de debates posteriores (De Ípola 1989)

Frente a las ya clásicas ortodoxas y heterodoxas, unidas por su interés en explicar la proyección social de la industrialización1 centrada en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, Darío Macor y César Tcach sugirieron una nueva matriz conceptual, a la que caracterizaron como extracéntrica (2003) Este nuevo enfoque se propone rescatar las particularidades de la aparición peronista en otros espacios políticos, tanto provinciales como de los territorios nacionales. La gran riqueza que supone la perspectiva analítica presentada por los autores ha despertado sugerentes lecturas y numerosas incógnitas. Uno de los interrogantes, que es el disparador de la presente propuesta, pretende develar cómo fue la génesis y la consolidación del peronismo en el interior bonaerense, básicamente rural y aún no marcado por la huella de la industrialización. ¿Cómo hacerlo cuando no es posible apelar a los predilectos caballitos de batalla interpretativos, llámense viejos obreros o migrantes recientes?

Coincidimos con Mario Lattuada en que la lectura de las expectativas de determinados sectores sociales rurales no propietarios y su importancia como caudal electoral fueron tenidas muy en cuenta por Juan Domingo Perón y por Domingo Mercante al elaborar sus estrategias, y que estas reivindicaciones se cruzaron con las típicamente obreras urbano-industriales para asegurar su triunfo en las urnas (1986) Desplegando un discurso coloquial y cómplice, el peronismo lideró una propuesta económica redistributiva, en la que el agro jugó un papel singular (Girbal-Blacha 2008) Dichas propuestas, desarrolladas en documentos partidarios, plataformas electorales y discursos, fueron materializadas en gran parte a través de planes de gobierno, decretos y leyes y tuvieron efectos económicos, sociales y también políticos en el mundo rural.

Los resultados electorales de entre mediados de las décadas de 1940 y 1950 reflejan que el peronismo tuvo exitosa viabilidad en la provincia de Buenos Aires. Un dato elocuente es que de los 112 municipios en los que estaba dividida administrativamente la misma, en 1946 el laborismo ganó en 73 distritos, en tanto que en 1948 el peronismo triunfó en 100 y en 1954, en 104 comunas.2 A simple vista, estas cifras sugieren una rápida peronización de la provincia, la cual, ciertamente, no se limitó exclusivamente a zonas urbanas, como tradicionalmente se ha considerado. Sin lugar a dudas, los sectores rurales han sido interpelados por el peronismo y han contribuido a su consolidación como fuerza política, pero han merecido escasa atención académica. Una cifra representativa del papel del espacio rural proviene del censo nacional de 1947, el cual registró que, del total de la provincia de Buenos Aires y exceptuando a los partidos del conurbano, los demás partidos reunían el 59,2% de la población; y respecto a la población general del país alcanzaban el 15,7%.3

En este marco, conociendo la gravitación que ha alcanzado la provincia de Buenos Aires en la vida política argentina, consideramos crucial, en primer lugar, abordar el estudio de la misma dentro del espacio político nacional y, en segundo lugar, adoptar un enfoque que priorice las localidades en las que lo rural, con sus actividades económicas, formas de vida y cosmovisiones, haya incidido en la construcción del espacio político. En este sentido, creemos preciso delimitar como objeto de estudio lo local y lo rural para iniciar la comprensión del surgimiento y la exitosa viabilidad del peronismo en la provincia de Buenos Aires.

LO RURAL COMO CONDICIONANTE POLÍTICO-SOCIAL

Ahora bien, ¿qué es lo rural y qué es lo local? Tradicionalmente, la idea de lo rural se refiere a lo que en términos aún más generales y poco claros se podría llamar el campo. El mundo, implícitamente, se imagina como dividido en dos partes, separadas y separables: lo urbano y lo rural, donde lo segundo se mira desde lo primero (Reboratti 2007: 87) Acotar y definir el alcance de lo rural entraña grandes dificultades, debido a la polisemia que el término ha tenido dentro del campo académico (Paniagua Mazorra y Hoggart 2002) Sin embargo, cierta asociación de lo rural con el predominio casi absoluto de actividades agropecuarias y baja densidad poblacional otorgó por mucho tiempo una identificación que permitía despejar algunas ambigüedades del concepto. Un criterio, básicamente censal e históricamente empleado para diferenciar un área urbana de otra rural ha sido la cantidad de habitantes residentes en una determinada localidad. Así, aquellas localidades que poseen menos de 2.000 habitantes son consideradas rurales.4 De acuerdo con este criterio, en 1947 el 37,8 % de la población argentina habitaba en zonas rurales. El principio poblacional se combina con otros dos: la densidad de población y el acceso a determinados servicios públicos, como calles pavimentadas, cloacas, servicio médico asistencial, red de acantarillados y alumbrado público, por citar algunos. De este modo, son rurales aquellas poblaciones que, con menos de 2.000 habitantes, son dispersas y no cuentan con todas las características urbanas mencionadas. En esta línea explicativa, se ha identificado lo rural con otras dos variables: el dominio de los usos del suelo y la ocupación de la población. O sea, la ruralidad se caracteriza por el predominio de la actividad primaria sobre el conjunto de la economía local, de lo cual se deriva que las actividades productivas como la agricultura, la ganadería, la pesca o la extracción de recursos naturales tienen un peso proporcional mayor. Admitiendo esta matriz interpretativa, en los últimos tiempos se ha aceptado que en ámbitos rurales también pueden desarrollarse el turismo y las industrias pequeñas y medianas, en general ligados a la actividad primaria. En suma, este enfoque del espacio rural se ha asentado en una base eminentemente descriptiva, es decir, trata de medir la ruralidad con datos observables y cuantificables estadísticamente.

Sin desconocer la presencia de los elementos señalados anteriormente, creemos que es preciso complejizar esta identificación, de manera tal que incorpore otros rasgos que también caracterizan este ámbito. El ámbito rural no puede pensarse como algo fijo, cerrado, arcaico, inmóvil y socialmente homogéneo. Aparte de ser una entidad real, integra la subjetividad de los actores. Al respecto, es valioso el aporte de Raymond Williams, quien considera al campo no como una categoría sociológica, sino como un espacio cultural, construido por operaciones simbólicas que remiten a un imaginario social. De esta manera, atribuye importancia a lo cultural como un elemento configurador de las relaciones sociales (Williams 2001)

Ubicándonos en esta línea de razonamiento, pensamos que el concepto ruralidad contiene, además de componentes de corte objetivo, otros subjetivos o culturales. En efecto, dicho término también se define a partir de valores, representaciones y estilos de vida propios que, no por estar alejados de la ciudad, carecen de modernidad. En este sentido, lo rural se asienta en la construcción subjetiva del espacio por parte de quienes viven allí y, a la vez, en prácticas políticas y culturales específicas. Por ejemplo, el predominio de relaciones humanas personalizadas otorgaba un sello particular a las prácticas asociativas; y el sacerdote, el médico y el abogado eran referentes de la vida pública local y cotidiana.

De esta premisa se deduce la imposibilidad de concebir un espacio rural único y atemporal, ya que es una realidad histórica variable, tanto en sí misma como en las relaciones que mantiene con la ciudad. Es decir, la ruralidad argentina en la década de 1940 no es la misma de la de comienzos del siglo XXI. La diferencia obedece a que el contexto sociohistórico define de una manera particular el valor del espacio rural e introduce determinados vínculos entre los actores. El concepto de identidad está mediado por constructos ligados a la configuración social del espacio. Es decir, las formas de construcción y percepción identitarias generadas por los actores en la dinámica social están atravesadas por la configuración social del espacio (Fernández 2007: 37) Por otro lado, no existe una sola imagen de lo rural, sino múltiples, vinculadas cada una de ellas con distintos sectores sociales.

La idea de incorporar elementos culturales o ideológicos para definir lo rural resulta sumamente interesante, pero presenta varios inconvenientes. Uno consiste en la escasa disponibilidad de fuentes históricas, sobre todo provenientes de los protagonistas. En particular, los indicios sobre las representaciones del mundo rural suelen proceder de los escritos o discursos orales de intelectuales o dirigentes políticos, pero no de quines realmente ocupaban dicho espacio. Otro inconveniente es que la aprehensión de la subjetividad real choca con la idealización que caracteriza este espacio, en tanto refugio estereotipado y reservorio moral de la nación, portador de valores nacionalistas y tradicionalistas. Además, los elementos subjetivos son menos tangibles que aquellos estrictamente objetivos.En síntesis, la conceptualización de valores y visiones culturales rurales se torna compleja, sobre todo si se apunta a recuperar la autoidentificación por parte de los actores rurales.

Entonces, definir y caracterizar la ruralidad reviste una particular importancia, pues la misma condiciona las relaciones sociales, los procesos económicos y las prácticas políticas en espacios diferenciados y localizados. La trama que se teje en torno al peronismo sólo puede aprehenderse en toda su dimensión observando el proceso de producción de lo político en un ámbito en el que el mundo rural funcionaba como un escenario condicionante del perfil que adquirían los actores y sus modalidades de intervención. Surge así un interrogante medular: ¿Cómo se constituía el lugar de lo político en localidades insertas en contextos agrarios durante la etapa peronista? Dicho en otros términos, ¿qué terreno ocupaba la política en el marco de todo un conjunto de prácticas y representaciones que organizaban por entonces la vida en estos lugares? Dentro del contorno de un imaginario fuertemente republicano, en el que gravitaban por igual la figura del ciudadano honorable como referente de la vida civil y la noción del compromiso cívico como deber y derecho, la participación política no aparecía como una instancia extraña sino como una opción cotidiana que asumía diversas formas (sufragio, intervención en la prensa, movilizaciones, concentraciones, peticiones a las autoridades, etc.)

Por otra parte, en las localidades agrarias, la preeminencia de relaciones interpersonales y redes de amistades y favores expresa la presencia de formas comunitarias que, según Claude Dubar5, suponen la existencia de agrupaciones llamadas comunidades rurales como sistemas de roles y de nombres atribuidos de manera rígida a los individuos y que se reproducen sin modificaciones substanciales a través de las generaciones. Dichas formas comunitarias son fuentes de atribución de identidades. En cambio, para el autor, las formas societarias suponen la existencia de colectivos humanos múltiples, variables, efímeros, a los cuales los individuos adhieren por períodos limitados y esto les da recursos de identificación que administran de maneras variadas y provisorias. Así cada persona posee múltiples redes de pertenencia que además pueden variar en el curso de su vida (Dubar, Cit. en Albaladejo 2006: 33)

Sobre la caracterización de zonas alejadas de los centros de poder, resulta sugerente el aporte de Eduardo Hourcade, quien analiza las modalidades de organización del espacio en el interior del país entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX (1999) Según este autor, la organización de la vida y del espacio privado alrededor de la familia y de lo íntimo dio lugar a condiciones necesarias, pero no suficientes, para la emergencia de una vida pública local. En estas circunstancias, en las que los encuentros cara a cara y las situaciones de co-presencia fuera del marco íntimo no eran muy frecuentes en el desarrollo de la vida cotidiana, fue preciso instituir lugares de encuentros colectivos.

Esta tesis abonaría las impresiones de Carl Taylor, quien tras su recorrido y lecturas sobre la Argentina aseveró que los productores rurales de la década de 1940 vivían en un contexto de aislamiento y débil relación con el mundo urbano y preferían las relaciones vecinales a las asociaciones más formales y grandes (1948). La centralidad otorgada a la interacción social y al papel del reconocimiento en la construcción de las relaciones sociales, así como su insistencia en que la condición previa para la acción colectiva era la existencia de representaciones colectivas constituidas en la comunicación, son elementos muy resaltados por Taylor (Balsa; 2007: 25) Por otra parte, llama la atención que para este autor los electores rurales no consideraban al gobierno como una herramienta representativa de sus intereses, sino como una instancia ante quien elevar peticiones (Taylor; 1948: 271-272)

En las localidades agrarias existía una intensa vida asociativa que giraba alrededor de las comisiones de fomento, los clubes deportivos, las sociedades de ayuda mutua, las cooperativas, las asociaciones culturales y bares y restaurantes, entre otros espacios. Algunas prácticas de sociabilidad, como las charlas prolongadas de los vecinos en las puertas de las casas, los paseos por el centro o la asiduidad a ciertos bares, marcaban y consolidaban un espacio público en el nivel local y confirmaban la pertenencia a una misma comunidad. Lugares públicos, como la plaza central -frente al edificio de la Municipalidad y ámbito privilegiado para la conmemoración de fechas patrias- y la escuela aparecían como mediadores entre la sociedad local y la nación. Además, las movilizaciones callejeras tenían protagonismo en muchas localidades. La calle era un lugar privilegiado para la constitución de lo público. Allí los sectores competían por movilizar a la sociedad tras sus consignas y encontraban un lugar propicio para interpelar al poder, configurando una esfera de acción que fluctuaba entre el reclamo puntual ante las autoridades municipales y la constitución de una alternativa a la política partidaria que en ningún momento implicaba un desconocimiento de los partidos ni un rechazo a la actividad político-partidaria.

Avanzando en esta línea, Christophe Albaladejo propone tres modalidades de articulación de las sociedades rurales pampeanas antes de los años 1960: privada, pública y económica (Albaladejo 2006: 33) La esfera privada era la de la familia y de los afectos, en la que prevalecían las relaciones interpersonales y los compromisos personales. En este ámbito lo que importaba eran las personas en su singularidad y su integridad, no únicamente las funciones que cumplían. La vida social era una proyección de las relaciones familiares, lo cual explica la profundidad de los compromisos, el carácter interpersonal de los tratos, el estilo a veces paternalista del liderazgo y el tratamiento discrecional de ciertos temas. La esfera pública, regulada a través de las normas de la esfera privada, era la del compromiso con la colectividad, de los comportamientos cívicos y de las relaciones despersonificadas, donde se producían y discutían las normas que permitían vivir juntos.6 Por último, la esfera económica era el mundo de las relaciones laborales formales, de los roles definidos en función de la actividad productiva. Era un ámbito marginal, en el que los profesionales, como los abogados o médicos, eran menos reconocidos por su título o su inteligencia, que por su capacidad de insertarse en códigos personales. Un desempeño eficiente pero distante no era reconocido, puesto que para convertirse en referente era preciso mantener charlas cotidianas y comprometerse con la realidad local. De este modo, probablemente, más que la eficiencia en la tarea, valía el rol asumido en la comunidad.

El aporte de Albaladejo confirmaría la hipótesis de que la construcción del espacio político en localidades agrarias bonaerenses se basaba en relaciones interpersonales y de cotidianeidad en las que el compromiso con la vida local era considerado un gran valor. Dado que la política era nutrida por relaciones cara a cara que se ponían en acción a través de individuos concretos, validamos un enfoque que enfatiza en el papel clave de las transacciones personales existentes en estas comunidades. Indudablemente, estos vínculos influían en los pronunciamientos electorales. Los mecanismos de participación privilegiados eran la intervención desde la prensa, movilizaciones callejeras, gestiones ante las autoridades gubernamentales (como la firma de petitorios y la solicitud de entrevistas) y reuniones en lugares públicos (como sociedades de fomento, asociaciones culturales, etc.)

LO LOCAL: UNA CONSTRUCCIÓN HOLÍSTICA RELATIVAMENTE AUTÓNOMA

Por otra parte, nuestra propuesta se ancla en un nivel de análisis a escala micro o local. Al llegar a este punto, nos preguntamos qué es lo local. Dicho concepto, al igual que el anterior, ha sido analizado y ha tenido distintas tradiciones (Fernández y Dalla Corte 2001) Durante largo tiempo, estuvo en manos de amateurs y se circunscribió a un racconto de anécdotas, acontecimientos, personajes y conmemoraciones locales abstraído de un contexto más amplio, fue percibido como autosuficiente y utilizado muchas veces con intención apologética. En estos estudios prevalecía un enfoque puramente descriptivo y mezclado de una explícita subjetividad personal, con ninguna pretensión analítica. Además, salvo honrosas excepciones, estos trabajos no han merecido atención ni reconocimiento fuera de su exclusiva área de influencia.

Por otro lado, desde el campo profesional, lo local fue ponderado, de manera peyorativa, como una versión a escala de la historia nacional. Por ende, fue pensado como la verificación de un modelo general elaborado en otra parte. En relación a nuestro objeto de estudio, muchas investigaciones, ancladas en el área metropolitana, han convertido lo nacional en paradigma de los casos locales, los cuales distan muchas veces de ser industrializados, urbanizados y caracterizados por el predominio de la clase obrera y del sindicalismo organizado. De este modo, se han diseminado explicaciones generales sobre el peronismo que, aunque pertinentes, no logran revelar ciertas particularidades.

Lejos de eso, nuestra propuesta presenta lo local como unidad de análisis y presupone que es una categoría flexible y artificial que, por lo tanto, no coincide exclusiva y necesariamente con las fronteras geográficas o administrativas. Lo local alude también a lo cercano y a lo próximo, es decir, depende de la percepción personal de los sujetos (Serna y Pons 2007: 20-22) Asumiendo que lo local puede hacer referencia a múltiples dimensiones espaciales, nuestra propuesta de análisis convierte a distritos municipales, dirigentes singulares y partidos políticos locales en actores históricos. De este modo, la localidad es pensada como una entidad construida socialmente.

La historia local no propone un nuevo tema, sino un nuevo abordaje analítico. Por eso, el presente enfoque, preocupado por un problema teórico, apunta a atender la totalidad y considerar cierta autonomía de lo local. Esto significa que, en primer lugar, lo local no es percibido como un microcosmos aislado, sino como un ámbito particular de interacción entre diversas escalas de análisis. Por lo tanto, este estudio en perspectiva local no se centra en descubrir las características del peronismo local per se, sino en desentrañar la manera en que dicho fenómeno se ha constituido en clave histórica en estrecha conexión con lo regional, provincial y nacional, pues allí se inserta. Asumiendo este punto de mira, no nos proponemos estudiar exclusivamente el fenómeno peronista a pequeña escala sino también en vinculación con lo supralocal, pues esto es lo que le otorga coherencia y sentido. La historia local entendida como un pasaje que va y viene de lo micro a lo macro es una manera de superar la vieja dicotomía historia general-historia local.

A propósito de la afirmación anterior, vale hacer dos aclaraciones. Primero, consideramos inconveniente hacer depender a la historia local de la más general, como si fuera ejemplo o reflejo de ésta. Por otro lado, el espacio no es un mero marco de referencia, sino un objeto de análisis que se define en función de un contexto interpretado históricamente. En esta perspectiva, el aporte de los antropólogos es provechoso. Clifford Geertz, por ejemplo, plantea la necesidad de desentrañar en el nivel microscópico las estructuras de significación que se presentan ante el extranjero o no nativo, como medio para llegar a conclusiones de mayor alcance (1995) En este sentido, la meta del historiador local es interpretar y traducir aquello que sólo les concierne a los pobladores locales a un público más amplio. De este modo, el objetivo no es estudiar una localidad en sí misma, sino localmente un problema.

Segundo, estimar la autonomía de lo local presupone considerar que la realidad local funciona como un sistema con articulaciones endógenas que tienen una dinámica propia y una autonomía mayor a la que usualmente se cree, aunque obviamente se vincula con lo supralocal. El prestigio, la trayectoria y el conocimiento del ámbito circundante por parte de los dirigentes locales parecen haber sido tan relevantes como la adhesión a la figura de Perón. Hipotetizamos que lo cercano era tan o a veces más importante que el seguimiento de valores, discursos o prácticas emanados de los centros de poder. Algo similar ocurría con las Unidades Básicas en relación con otras instancias partidarias. Las instancias partidarias provincial y nacional habrían actuado en tanto árbitros y definidores de tensiones dentro del ámbito local. Su influencia, en este sentido, habría sido limitada a ocasiones y situaciones particulares. Por ejemplo, en Pergamino, a raíz de una solicitada publicada por una fracción del Partido Laborista el 24 de abril de 1946, fue intervenido el comité. El manifiesto formulaba cargos contra el presidente Diego García por su desvinculación e irresponsabilidad con las actividades partidarias, a la vez que pedía la intervención del comité.7 Ésta se produjo inmediatamente y expresó el interés supralocal de resolver desde arriba cuestiones que podían contribuir a desmoronar al novato partido local.

Ahora bien, ¿cuáles son los alcances teórico-metodológicos de la historia local? O, dicho de otra forma, ¿cuáles son las dificultades que la aquejan? Partimos de la base de que no consideramos la historia local como una panacea para responder todos los interrogantes irresueltos por la historiografía anclada en ámbitos macro. Por el contrario, es sólo una perspectiva que permite abordar nuevos y complejos problemas, resaltar la especificidad de ciertos fenómenos localizados y detectar semejanzas y diferencias. Como señala Revel, "cambiar el foco del objetivo no es solamente aumentar (o disminuir) el tamaño del objeto en el visor, sino también modificar la forma y la trama" (Revel 2005: 46) En este sentido, un enfoque más holístico sería una de las principales originalidades de los estudios microhistóricos. La consideración de los aspectos más diversificados de la experiencia social tiende a enriquecer el análisis, con lo cual se procuran abandonar las generalizaciones y las abstracciones. La microhistoria se propone la reducción de la escala de observación de los objetos con el fin de revelar la densa red de relaciones que configuran la acción humana. En esta línea, debería ser capaz de interpretar y explicar las prácticas sociales y políticas dentro de un espacio definido desde lo local. Limitando el campo de observación, no solamente emergen datos más numerosos y refinados, sino también organizados según configuraciones inéditas que hacen aparecer una cartografía diferente de lo social (Grendi 1996) Esta perspectiva nos introduce en el análisis de las relaciones interpersonales, ya que es posible recoger mayor caudal de información sobre los mismos individuos. Como asevera Ginzburg, "cada sociedad advierte la necesidad de distinguir los elementos que la componen. Cuanto más compleja sea la sociedad, tanto más insuficiente se nos aparece el nombre cuando se trata de circunscribir la identidad de un individuo" (1994: 158) Nos acercamos así a una historia atenta a los individuos tomados en sus relaciones con otros individuos. Resaltamos el rol de los protagonistas de los procesos, con el fin de eludir automatismos a que pueden conducir explicaciones de tipo estadística y, de este modo, comprender el modo en que se vive cotidianamente la política. Resulta sumamente interesante indagar sobre las adhesiones políticas de poblaciones cuyos miembros, pese a sus diferencias, mantienen relaciones de sociabilidad de ámbitos locales, donde las posibilidades de elección de los candidatos guardan relación con la trama de adhesiones preestablecidas. En este sentido cabría preguntarse por esas adhesiones previas a otros partidos políticos y la conversión al peronismo de la población rural, o de las pequeñas localidades del interior bonaerense; por otra parte la relación entre las nuevas adhesiones al peronismo y las reivindicaciones específicas de las poblaciones rurales, contempladas o no por el naciente movimiento político.

No obstante, su aplicabilidad presenta algunas dificultades prácticas. A continuación, mencionaremos algunos grandes problemas. Primero, los fenómenos políticos de un distrito no siempre están definidos por los límites estatales, aunque éstos constituyen elementos importantes a incorporar a la hora de analizar estructuras y funcionamientos. Por lo tanto, en algunas oportunidades los recortes suelen ser arbitrarios. Segundo, la poca disponibilidad de fuentes constituye un serio problema difícil de zanjear. Respecto al tema que nos ocupa, este inconveniente torna arduo reconstruir la articulación de las Unidades Básicas con otros espacios de poder o de representación social. Uno de los motivos principales estriba en que luego del golpe de estado de 1955, mucha documentación referida al peronismo se ha destruido o dispersado. Además, otra de las limitaciones es que las fuentes en general provienen de figuras representativas de la elite política, pero no de los grupos subalternos. De algún modo, aun reduciendo la escala de observación, seguimos sujetos a interpretaciones que adolecen de expresiones de estratos bajos e incluso medios de la población. Así, personajes para nosotros mudos y anónimos permanecen muchas veces ajenos de las interpretaciones. Otro inconveniente es la dificultad para aprehender los motivos individuales a la hora de definirse por la opción política peronista. Somos conscientes de que sólo parcialmente a veces es posible rescatar el modo en que la ciudadanía vivía la política en su vida cotidiana. No obstante estos reparos, creemos que el análisis basado en un entramado de interrelaciones anclada en lo local es el más apropiado para indagar un proceso político.

Por último, se suele criticar que el objeto de estas investigaciones no es representativo, pero esta crítica debe matizarse o formularse de otro modo. Preguntarse por la representatividad es inquirir sobre sus efectos duraderos y colectivos, es decir, es posible jerarquizar los hechos. Ahora bien, lo micro tiene un valor cognoscitivo al margen de sus repercusiones, razón por la cual es significativo e ilustra por sí mismo (Serna y Pons 2007: 23) Por otro lado, los estudios locales complejizan la totalidad, revelan lo particular dentro de los grandes procesos y fenómenos. Grendi propuso la noción de excepcional normal, es decir, la afirmación de que es posible integrar los itinerarios y las opciones individuales, abstrayendo los elementos de un hecho social sin un ánimo rigurosamente estadístico (Grendi 1977) El documento excepcional puede resultar excepcionalmente normal, justamente por ser relevante. Con esta fórmula aparentemente contradictoria y paradójica, Grendi, más que referirse al objeto de investigación, alude al problema de las fuentes, polemizando implícitamente con la cuantificación y la serialización características de la historia annalista (Serna y Pons 2002)

Anclados en una perspectiva local, es importante recurrir a la narración para explicar acontecimientos poco conocidos y al análisis, pretendiendo articular determinadas miradas teóricas con realidades particulares. El gran desafío es ganar en comprensión sin perder precisión. O, dicho en otros términos, conquistar poder explicativo sin caer en una descripción llana que opaque la problematización y niveles de abstracción mayores. Aunque se opte por un enfoque que coloca el acento en la dinámica partidaria local, no dejamos de reconocer que ésta formaba parte de una realidad más amplia con la cual interactuaba. Por lo tanto, más allá de las especificidades, resulta de vital importancia no aislar los procesos locales de lo ocurrido en los planos nacional y provincial. Es menester indagar sobre la articulación entre los distintos niveles organizativos. En este caso particular, no solamente en lo que se refiere a la relación de las Unidades Básicas con el partido provincial y nacional, sino también con el gobierno, con otros partidos y con otras esferas de representación social.

Por otra parte, nuestra propuesta se inscribe en la frontera entre la historia política y la historia social. Habitualmente, se ha identificado la democracia con la práctica universal del sufragio y, en este marco, se ha considerado que el voto era la única vía para ingresar a la política y que había una relación casi unívoca entre sectores de la sociedad definidos en términos socioeconómicos y comportamientos electorales. Pero al indagar sobre el ritual fundante de las sociedades modernas, cobra particular relevancia el análisis de las formas de socialización de diversos grupos de la sociedad, así como también otras maneras de hacer política. Asumiendo como clave de lectura la noción que Rosanvallon (1999) desarrollara en La consagración del ciudadano, planteamos que las identidades se constituyen en el doble proceso de construcción de lo político y figuración de lo social que lleva implícita la democratización. El estudio del enlace entre procesos y actores matiza y rompe interpretaciones historiográficas que concebían y hacían depender a la política de categorías tales como formal e informal. Por eso privilegiamos no sólo la elección y el partido como espacios de cruce entre la sociedad y la política, sino también los líderes locales, los periódicos y las asociaciones de la sociedad civil. A partir de estos núcleos distintos podrán desplegarse ricas explicaciones y se demostrará desde distintos ángulos de qué manera se ha ido construyendo el poder político peronista en localidades del interior bonaerense.

REFLEXIONES FINALES

A lo largo de estas líneas intentamos resaltar un objeto de estudio de escasa consideración hasta el presente. Particularmente, nos preguntamos sobre la construcción del poder político peronista en localidades bonaerenses insertas en contextos rurales. Siguiendo este eje, propusimos cómo a partir de la reducción de la escala de observación es posible aportar elementos que contribuyan a dilucidar la construcción y la dinámica política del Partido Peronista a nivel local en relación con la sociedad y distintos ámbitos de poder político-partidario.

El mundo rural (poco o nada industrializado, alejado de los centros de poder, más conservador y con predominio de relaciones personales) funciona como un condicionante del perfil que adquieren los actores y sus formas de actuación. De allí que es importante analizar la construcción del poder político peronista a través de sus variadas y específicas formas de expresión. Abandonando paradigmas homogeneizantes y simplificadores, avanzamos en la línea de las heterogeneidades constitutivas de las sociedades rurales locales. Los marcados contrastes entre las localidades reflejan la presencia de tramas socio-económicas diferentes y también remiten a trayectorias políticas divergentes. Por eso el análisis de casos constituye una fructífera vía para observar las particularidades y complejizar el fenómeno peronista. De este modo, el estudio del mundo político local y rural introduce tres problemáticas sobre las que apenas se ha incursionado: la construcción del poder político local, su legitimidad y su margen de autonomía respecto a las instancias provincial y nacional, una metodología útil para el estudio de diversas situaciones históricas, aplicada en este caso al peronismo en una provincia de singular peso demográfico y socioeconómico como es la de Buenos Aires.

Notas

1. De acuerdo con este concepto, la constitución del peronismo fue una respuesta a los efectos del proceso de industrialización, es decir, al surgimiento de nuevos sectores obreros-industriales y a la conflictividad social que se trasladó al universo de la política y los partidos.

2. Periódico El Día de La Plata.

3. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Censo General de la Nación, 1947.

4. Según esta misma categorización, los asentamientos cuya población fluctúa entre 2.001 y 5.000 personas son pueblos. Mientras que aquellos que poseen más de 5.000 habitantes son denominados ciudades.

5. La crise des identités. L´interprétation d´une mutation. Paris: PUF, Le Lien Social. 2000. Citado por Albaladejo, Christophe. en "De la pampa agraria a la pampa rural: la reconstrucción de las "localidades" y la invención del "desarrollo rural local". Párrafos Geográficos. Vol. 5. Nº 1. 2006.

6. Arendt realiza un aporte interesante, analizando las transformaciones sufridas por las esferas pública y privada desde la época de los Antiguos hasta la Modernidad (Arendt 1993)

7. Solicitada, en La Opinión, 25 de abril de 1946.

OBRAS CITADAS

1. Arendt, Hannah. "La esfera pública y la privada" en La Condición Humana. Barcelona: Paidós. 1993.         [ Links ]

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