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Revista Pilquen

On-line version ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  no.14 Viedma Jan./June 2011

 

ARTÍCULO

Buenos Aires en el Bicentenario (1810-2010): consideraciones acerca de la ciudad y lo urbano

 

Ana Gretel Thomasz, María Florencia Girola y Marcela Alejandra País Andrade
gretel2007@gmail.com - florenciagirola@gmail.com - maky2007@gmail.com
CONICET; UBA

Recibido: 25/08/11
Aceptado:
22/11/11

 


Resumen
La celebración que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810 se ha constituido como un hito festivo que devino, indudablemente, en una excelente ocasión para reflexionar sobre nuestra metrópolis -tanto en su dimensión pasada como presente-. A lo largo de este artículo exploraremos ese singular acontecimiento confrontándolo con la celebración del Centenario acaecida en 1910 ya que consideramos a ambos eventos, Centenario y Bicentenario, como epítomes de dos modelos urbanos diferentes: la ciudad moderna y la ciudad contemporánea respectivamente. En ese sentido, pondremos de relieve cómo dichos sucesos trasuntan y cristalizan los preceptos y valores característicos de cada uno de estos modelos. Con ese propósito, nos referiremos en primer lugar a los estrechos vínculos existentes entre la ciudad moderna o "la ciudad del Centenario" y la ideología del progreso civilizatorio, el patrimonio material o tangible y la constitución de la identidad nacional. En segunda instancia, aludiremos a la consolidación de un nuevo modelo urbano basado en el uso de la cultura como recurso, el ensalzamiento de la diversidad cultural y del patrimonio intangible; principios que se visibilizaron ostensiblemente durante el evento Bicentenario.

Palabras clave: Centenario/Bicentenario; Ciudad moderna/Ciudad contemporánea; Patrimonio material/ Patrimonio inmaterial; Patrimonio nacional/Diversidad cultural.

Buenos Aires in the Bicentenary (1810-2010): about the city and the urban 

Abstract
The celebration that took place in Buenos Aires to mark the Bicentenary of the May revolution (1810) has become undoubtedly an excellent opportunity to reflect on our cities, both in its past and present dimension. Throughout this article we explore this particular event comparing it with the Centennial celebration occurred in 1910. We consider both events (Centenary and Bicentenary) as epitomes of two different urban models: the modern city and the contemporary city. We remark how these events transcript and crystallize the precepts and values characteristic of both models. To this end, we refer first to the close links between the modern city or the "city of the centennial" and the progress and civilization ideology, the tangible heritage, and the national identity. Secondly, we refer to the consolidation of a new urban model based -as the Bicentennial event shows- in the use of culture as a resource, the glorification of cultural diversity and multiculturalism, and the weakening of the cult rendered to national heritage.

Key words: Centennial /Bicentennial; Modern city /Contemporary city; Tangible/ Intangible heritage; National heritage /Cultural diversity.


 

INTRODUCCIÓN

Las ciudades se constituyen más allá del patrimonio edificado. Recorridas por los sentidos e imaginarios que recrean los espacios urbanos, las ciudades son antes que 'objetos reales', el producto de los imaginarios sociales que pueblan cada rincón y que dejan huella en las vivencias y prácticas colectivas de sus habitantes.

(Lacarrieu, 2006:1)

En este artículo reflexionamos teórica y empíricamente sobre las continuidades y rupturas existentes entre las formas de "hacer ciudad" que han predominado en Buenos Aires en el marco del pasado Centenario (1910) y del actual Bicentenario (2010). Con este propósito apelamos a los dos modelos urbanos que, según buena parte de los investigadores actuales, se han sucedido en las grandes metrópolis del mundo occidental: la ciudad moderna y la ciudad contemporánea (Amendola, 2000; Donzelot, 1999 y 2004; Mongin, 2006) En este sentido nos interesa, por un lado, reconstruir los rasgos que asumió el proyecto urbano moderno en el ámbito porteño; un proyecto que emergió con la llamada Generación del Ochenta y que resultó inseparable de la ideología del "progreso civilizatorio" y del intento de uniformizar y nacionalizar a la heterogénea población local. Ciertamente, siguiendo a distintos investigadores (Gorelik, 1998; Romero, 1976), veremos que en Buenos Aires la consolidación del modelo urbano conocido como ciudad moderna fue inseparable de la celebración del Centenario. Por otro lado, nos interesa identificar las características del modelo urbano vigente en el contexto presente, rasgos que resultan -a nuestro juicio- fácilmente reconocibles en el evento Bicentenario.1

Siguiendo a Lacarrieu (2006), partiremos del supuesto de que las ciudades no se construyen solamente desde el patrimonio edilicio o material sino también desde los imaginarios sociales, las prácticas cotidianas de la ciudadanía, el patrimonio intangible y los eventos festivos extraordinarios, en especial los promovidos por el poder político tales como celebraciones patrias y grandes rituales nacionales; y de que éstos últimos poseen una gran capacidad para vehiculizar identidades e imágenes urbanas hegemónicas. En otras palabras, resulta claro que eventos de la magnitud del Centenario y del Bicentenario, que trascienden la esfera nacional y concitan interés internacional, lejos de ser neutrales comunican valores, preceptos e ideales acerca del orden político y social deseado. Sin embargo, como ya lo adelantáramos, consideramos que directa o indirectamente también reflejan las formas hegemónicas de "hacer ciudad", y que expresan el modelo urbano dominante en una coyuntura dada al tiempo que contribuyen a construirlo y/o consolidarlo. Se colige, pues, que además de ser eventos político-sociales, el Centenario y el Bicentenario presentan una insoslayable dimensión urbana, aspecto que interesa explorar en este artículo. Para la elaboración de este trabajo nos basamos en la recuperación y consulta de bibliografía especializada, fuentes, documentos y archivos relativos al Centenario; como así también en las investigaciones que las autoras venimos desarrollando en el campo de la antropología de las ciudades. En este sentido, las reflexiones se nutren de la laboretnográfica efectuada durante los cinco días que se extendió la celebración del Bicentenario en la ciudad de Buenos Aires.2

LA CIUDAD MODERNA O LA CIUDAD DEL CENTENARIO

Parafraseando las reflexiones de Marshall Berman podemos señalar que ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire" (1988:1). Quizás un solo término, el de progreso, baste para sintetizar esas sensaciones contradictorias de destrucción y crecimiento, transformación y cambio continuos tan características de la experiencia moderna.

La ideología del progreso maduró en Europa en la segunda parte del siglo XIX y, en un plano estrictamente urbano, fue quizás en la París del Barón Haussmann en donde encontró su expresión más acabada. Por la ruptura con el pasado/tradición y por la renovación radical que produjeron, las transformaciones impulsadas por el alcalde Haussman en París suelen ser consideradas como las más tempranas manifestaciones de la ciudad moderna y del urbanismo funcionalista.3 La modernidad urbana vehiculiza modalidades de planeamiento y formas arquitecturales que, como bien lo plantea G. Althabe, no tienen ningún lazo con la tradición y adquieren sentido dentro del proyecto de destrucción o transformación profunda de la sociedad existente y de construcción de una sociedad nueva y (Althabe, 2002: 97). Ambos procesos, modernización de la ciudad y modernización de la sociedad se presentan, pues, como dos caras de una misma moneda o como fenómenos en retroalimentación.

Pero dicha ideología no se circunscribió a las ciudades y naciones europeas sino que alcanzó también a otras regiones y metrópolis entre las que se contó Buenos Aires. Igual que en otras urbes, el ideal del progreso civilizatorio adquirió en Buenos Aires expresiones a la vez sociales y materiales (Thomasz, 2005). Por un lado, esta ideología se tradujo en el designio de promover la inmigración europea y la invisibilización de la alteridad: es decir, de todos aquellos sectores sociales que encarnaban, ante los ojos de la élite ilustrada local, el retraso, el estancamiento y la barbarie (indios, gauchos, afrodescendientes y otros).4 Por su parte, en términos materiales, la ideología del progreso se manifestó en el precepto de hacer tabula rasa del pasado indígena e hispano-criollo (eliminando o al menos invisibilizando la matriz colonial de la ciudad) y en el intento de reconstruir la urbe emulando a las más importantes capitales europeas (como Londres o París). En palabras de Romero:

Las nuevas burguesías urbanas de las distintas ciudades latinoamericanas se avergonzaban de la humildad del aire colonial que conservaba el centro de la ciudad y donde pudieron trataron de transformarlo sin vacilar, en algunos casos, en demoler algunos sectores cargados de tradición. Buenos Aires se decidió por las demoliciones […] Federalizada en 1880, Torcuato de Alvear fue designado intendente poco después y empuñó la piqueta. (1976: 275-276)

Algunas de las reformas impulsadas por Alvear que modificaron el aspecto tradicional del centro cívico fueron la apertura de la Avenida de Mayo, la formación de la Plaza de Mayo a partir de la demolición de la Recova Vieja y el derribo parcial del Cabildo. Añade Romero que dicho remodelamiento se inspiró directamente en las reformas parisinas de Haussmann y que se caracterizó por la erección de edificios públicos monumentales, el emplazamiento de estatuas y monumentos en lugares destacados y la apertura de amplias avenidas (Romero, 1976:275) Si aludimos -aunque sea brevemente- a esta modernización promovida en la década de 1880 es porque en términos materiales, la remodelación de la que fue objeto el centro de Buenos Aires con motivo de la celebración del Centenario constituyó una continuación casi directa de aquélla.

En efecto, el festejo del Centenario fue precedido por una vertiginosa mutación del área central de la ciudad que se sustentó en la realización de demoliciones a gran escala, la monumentalización del espacio público y la invención de un incipiente patrimonio nacional. Se trataba, al despuntar el siglo XX, de convertir a la "gran aldea" en una moderna metrópolis pero también de homogeneizar y nacionalizar a la población eminentemente diversa que en ella residía. Los festejos de 1910 coincidieron, de este modo, con la apertura de dos diagonales que partieron de la Plaza de Mayo en dirección norte-sur; la inauguración del Congreso Nacional y de su plaza adyacente; la construcción de hoteles, teatros, parques públicos y cafés que cambiaron definitivamente el rostro de la capital rioplatense. Simultáneamente, poco antes del Centenario, se encargaron y emplazaron monumentos al General San Martín y a los miembros de la Primera Junta, también estatuas conmemorativas de Garay, Vieytes y Rodríguez Peña.5

Como bien ha señalado Gorelik, todos estos cambios formaron parte de la puesta en escena de un ambicioso dispositivo político-urbano que se desplegó en la ciudad con el propósito de diferenciar la Buenos Aires provinciana que en 1810 sólo contaba con 40.000 habitantes, de aquella urbe moderna que se aprestaba a festejar el Centenario (con cerca de un millón de habitantes) y que había sido forjada por la élite gobernante bajo la influencia de la generación de 1880 (Gorelik, 1998:181). Es interesante notar que las mutaciones físico-arquitectónicas también comentadas apuntaron a la valorización del patrimonio nacional en su expresión tangible/material; vale decir, a la ponderación de monumentos y edificios emblemáticos que operaban como símbolos de una territorialidad excelsa y encumbrada, asociada a la excelencia artístico-espiritual y ajena a los "males" urbanos (Lacarrieu, 2006) De este modo se fue consolidando, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, la imagen de Buenos Aires como una ciudad moderna, cosmopolita y europea, situada en el confín del mundo, una suerte de "París en América del Sur"; comparación para nada casual ya que los arquitectos y urbanistas franceses contribuyeron fuertemente a la remodelación de la ciudad.

Cabe apuntar, no obstante, que si bien las transformaciones materiales realizadas con motivo del Centenario aparecieron como deudoras o continuadoras de las impulsadas por Alvear en el decenio de 1880, en una plano ya no material sino social se había producido un sutil y significativo cambio en la actitud de la élites locales hacia el inmigrante europeo. Éste era ahora visualizado más en términos de otro extranjero que de elemento promotor del progreso: así, mientras que hacia 1876 la Ley Avellaneda había depositado sus expectativas de progreso en el establecimiento de los europeos recién llegados; en 1902 la Ley de Residencia avalaba la expulsión de extranjeros considerados peligrosos o indeseables (eufemismo que refería a todos aquellos que simpatizaran con el socialismo y el anarquismo) y colocaba al estado de sitio como marco de celebración del Centenario.6 El control ejercido sobre los inmigrantes se tradujo, asimismo, en la limitación y/o prohibición del uso de lenguas foráneas y de la realización de prácticas festivas traídas de ultramar, siempre en favor de la lengua, las celebraciones y la educación nacionales (Bertoni, 1992 y 1996)

Lo antedicho pone de relieve que hacia 1910, el "ideal de la blanquedad" (Frigerio y Lamborghini, 2009: 95) y la construcción de una sociedad moderna redundó no sólo en el silenciamiento de la herencia hispánica y en la invisibilización de la población indígena / mestiza / afro, sino también en un férreo control de las expresiones culturales de origen europeo y de la diversidad cultural en general. Como corolario de esta condición marcadamente anti-étnica que caracterizó a la ciudad de Buenos Aires, en el Centenario de 1910 la urbe se tiñó de los colores celeste y blanco de la insignia nacional flameando al compás del Himno Nacional que se hacía presente en todos sus espacios públicos. Este escenario mostraba un proyecto político y social hegemónico fuertemente asociado a la noción de civilización. Así, bajo las banderas y escarapelas prevalecía una sólida voluntad de integración frente a la confluencia inmigrante y sus diversas formas de expresión sociocultural. Simultáneamente, en las letras del himno se podía vislumbrar la necesidad de educar, moralizar y homogeneizar a un pueblo trabajador y cuyo destino no era otro que el progreso. Como bien señala M. Lacarrieu (2004), el Centenario se volvió un acontecimiento certero en cuanto a su intencionalidad, preciso y coherente en su proyecto de construcción y exaltación de la argentinidad:

Todo fue dominado por la bandera, la escarapela y el himno cantado sin cesar en las calles de Buenos Aires. Se buscaba combatir con ello a otros, argentinos o inmigrantes que se oponían (o se suponía que se oponían) a todo o parte del ideario dominante (…) lo que se consagraba así era una memoria pública oficial cuyo objetivo era crear una sociedad homogénea, y suprimir los diferentes aportes culturales que habían ido construyendo a la Argentina, desde el de los mismos inmigrantes al de los pueblos originarios. Aunque parecía que se celebraba un pasado, las gestas de un siglo, las fiestas apuntaban al porvenir. El pasado no se celebraba en sí sino como caución o garantía de un futuro de grandeza" (2004:9)

Retomando los planteos de Monnet (1996) podemos concluir este apartado señalando que el Centenario constituyó, como hemos visto, una excelente oportunidad para escenificar en el espacio público tanto la utopía del progreso civilizatorio como los valores nacionales, y para inculcar éstos últimos a la población local y -al mismo tiempo- proyectarlos al exterior. En síntesis, desde nuestra perspectiva, la Celebración del Centenario dio cuenta del fortísimo arraigo que el ideal del progreso civilizatorio adquirió en Buenos Aires pero también puso en primer plano algunos de los rasgos propios de la ciudad moderna y de los problemas derivados de su cosmopolitismo: la exaltación del patrimonio edificado; el problema de la integración, asimilación y nacionalización del otro en tanto que extranjero; el problema del control y disciplinamiento de ese extranjero en tanto que obrero asalariado en la industria y por ende, potencial promotor de los emergentes movimientos político-sociales de izquierda.

LA CIUDADES CONTEMPORÁNEAS

Son numerosos los autores que ubican en las últimas tres décadas del siglo XX el ocaso de la ciudad moderna y la paulatina emergencia de un nuevo modelo alternativamente denominado ciudad contemporánea (Donzelot, 1999), posmoderna (Amendola, 2000) o posciudad (Mongin, 2006); y que se refieren a la superación de la fase moderna de expansión urbana por la actual fase de transformación y renovación de la ciudad existente. Si los acelerados procesos de industrialización y el urbanismo funcionalista caracterizaron a la urbe moderna; la desindustrializacion y la emergencia de nuevas formas de "hacer ciudad" que suelen subusumirse bajo la denominación de "planeamiento estratégico" distinguen a la ciudad del presente.7

La reconversión de espacios urbanos heredados de la modernidad, la primacía del patrimonio inmaterial por sobre el patrimonio edificado, el debilitamiento del culto rendido al patrimonio nacional, el ensalzamiento de la diversidad cultural y el multiculturalismo, la expansión de los "cultos a la cultura" (Delgado Ruiz, 1997) y el uso de esta última como recurso (Yúdice, 2002) para producir procesos de renovación urbana, son también fenómenos característicos del modelo urbano contemporáneo. En palabras de Lacarrieu:

La desindustrialización que tomó cuerpo hacia la década de los ´70 en las ciudades del denominado Primer Mundo y se intensificó en los años ´90 en las grandes y medianas ciudades de América Latina; es el contexto en el que la cultura se volvió el recurso por excelencia no sólo para la resolución de problemas socio-económicos, sino también como estrategia para el desarrollo de proyectos de transformación urbana" (2008:1)

Por su parte, Amendola llama la atención sobre los cambios en los usos del espacio que se derivan de los actuales fenómenos de transformación urbana: nuevos usos vinculados con el ocio, el entretenimiento, el disfrute y el consumo pasan a ser predominantes, reemplazando y subsumiendo a las funciones que prevalecían en la configuración de la ciudad moderna (industria, residencia, circulación, etc.) En efecto, este autor afirma que un particular proceso de "reencatamiento urbano" y un nuevo "hedonismo de masas" han invadido a las ciudades contemporáneas de suerte que el imperativo primario que guía la estructuración de sus espacios es el de resultar bellos, agradables y atractivos a fin de proveer placeres y estimular el consumo (Amendola, 2000: 142-146). En tal sentido, Amendola concluye que el planeamiento urbano -urban planning- ha sido reemplazado y superado por el diseño urbano -urban design- (Amendola, 2000:31)

En la ciudad de Buenos Aires específicamente, la vigencia del nuevo modelo urbano hasta aquí referido se registra claramente en los procesos de reutilización y renovación urbana provomidos en zonas tales como el Abasto, San Telmo, Barracas y Puerto Madero -por citar sólo algunos ejemplos8-.

A continuación veremos cómo los rasgos recién reseñados, inherentes al modelo urbano contemporáneo, son fácilmente reconocibles en el evento Bicentenario. Entre otras cosas, pondremos de relieve cómo en este acontecimiento, el planeamiento urbano y el patrimonio material quedaron relegados a favor del urban design o el "urbanismo escenográfico" (Rolnik, 2002) y del patrimonio inmaterial. Mostraremos además la manera en que el evento Bicentenario se fundó en el uso de la cultura como recurso para estetizar el espacio y producir un acontecimiento extra-ordinario y altamente efectista, capaz de convocar y de conmover a la ciudadanía.

LA CELEBRACIÓN DEL BICENTENARIO

En primer término debe remarcarse que, en contraste con la celebración del Centenario, el Bicentenario no fue precedido por la realización de reformas en la zona céntrica de la ciudad ni por la erección de monumentos o estatuas conmemorativas. Tampoco se activó patrimonio histórico edificado ni se abrieron amplias avenidas o construyeron grandes obras públicas. En rigor, no se produjeron cambios de ningún signo en la estructura material de la ciudad: no se emplazaron o crearon nuevos lugares de la memoria (Norah, 1986) que celebraran aspectos del pasado, ni tampoco se apeló a las nuevas tecnologías para construir obras de infraestructura o monumentos ultramodernos que proyectaran a la ciudad hacia el futuro. En otras palabras, el uso del patrimonio inmaterial predominó por sobre el del patrimonio material, mientras que la lógica de reutilización de lo existente y el urban design parecieron prevalecer por sobre la lógica de la expansión y el urban planning respectivamente (Amendola, 2000). Efectivamente, la realización del Bicentenario se basó en la reapropiación, la estetización y el encantamiento de un espacio urbano de origen indudablemente moderno. Pues para celebrar el evento, simplemente se seleccionó un espacio que por su envergadura, amplitud y perspectiva, emblematiza a la ciudad moderna -es decir, la Avenida 9 de Julio entre Av. Belgrano y Av. Corrientes- y se propició una ocupación simbólica (Delgado Ruiz, 1997:111) de dicho espacio. Como veremos, una política de lugares y de la memoria (Delgado Ruiz, 1997:110) se insinuó en el Paseo del Bicentenario9 entre el 20 y el 25 de mayo de 2010. Consecuentemente, los usos cotidianos de la Av. 9 de Julio fueron reemplazados por apropaciones novedosas vinculadas al entretenimiento. De hecho, el flujo vehicular característico de esa gigantesca arteria fue sustituido por el tránsito peatonal, dando lugar a una práctica muy particular directamente ligada al ocio como lo es la práctica del paseo; por su parte, en sintonía con los lineamientos del "urbanismo escenográfico", la misma Av. 9 de Julio fue estetizada, purificada y transformada en un extenso y atractivo camino peatonal.

Como ya lo señalamos, no se levantaron grandes edificios para celebrar al Bicentenario: en cambio, un conjunto de stands y de pseudo-edificios "escenográficos" y desarmables, de colores claros y delicados, fueron erigidos a cada lado de la Av. 9 de Julio, contribuyendo a construir y delimitar simbólicamente el Paseo del Bicentenario. Del mismo modo, fueron colocadas algunas "puertas" en estratégicas intersecciones. No se trataba, desde luego, de puertas en el sentido literal del término sino de un conjunto de estructuras diseñadas por artistas plásticos (León Ferrari, Marcos López, Grupo de Artistas Callejeros y grupo Mondongo) que funcionaban como entradas formales al Paseo. La "ocupación simbólica" (Delgado Ruiz, 1997:111) del espacio en cuestión se completó con la colocación de cuatro escenarios de importantes dimensiones y de gran cantidad de pantallas electrónicas que daban a conocer al público concurrente las distintas atracciones y actividades culturales que tendrían lugar a lo largo de cada uno de los días en que se desarrolló la celebración, y fue coronada con el desarrollo de las actividades mismas: nos estamos refiriendo a los recitales y espectáculos que se brindaron desde los escenarios, a los cuatro desfiles que tuvieron lugar entre el 21 y el 25 de mayo10, y a los atractivos de los que podía disfrutarse en el interior de los distintos stands y en los puestos de gastronomía, en los que se ofrecían comidas regionales y étnicas.

Todas las actividades mencionadas, que pueden ser leídas como prácticas de "encantamiento" (Amendola, 2000), animación (Fiori Arantes, 1996; 2000) o festivalizacion del Paseo del Bicentenario, manifiestan con elocuencia la relevancia que cobraron la cultura y el patrimonio intangible para producir el acontecimiento Bicentenario -en desmedro del patrimonio histórico y edificado- y sugieren, al mismo tiempo, que el culto y la glorificación a los héroes de la independencia nacional tiende a ser reemplazado por los nuevos "cultos a la cultura" (Delgado Ruiz, 1997:100). Esta visibilización del patrimonio intangible y su uso como un recurso para producir espectáculos de magnitud fueron muy claros en los casos del Desfile de la Integración, el Desfile Federal y el Desfile Histórico-artístico.

El Desfile de la Integración, en el que se presentaron las colectividades de los distintos estados nacionales (tanto europeos como latinoamericanos, africanos y asiáticos) que se encuentran representados en Argentina, constituyó una extraordinaria puesta en escena de vestimentas y trajes "típicos", danzas y músicas folkóricas, fiestas y celebraciones tradicionales. Prácticamente todas las colectividades que desfilaron lo hicieron acompañadas de agrupaciones, danzas y músicas: así, en el espacio central de la Av. 9 de Julio se interpretaron danzas austríacas, armenias, españolas, danesas, croatas, húngaras, polacas, peruanas, japonesas y bolivianas -entre otras-. Ciertamente, un sinfín de fraternidades bolivianas interpretaron la danza de los Caporales y Diabladas, Morenadas y Tinkus, deleitando al público durante aproximadamente media hora. México, por su parte, puso en escena algunos Mariachis mientras que se presentaron por Uruguay gran cantidad de formaciones dedicadas al candombe, y por Brasil algunas mujeres vistiendo trajes de bahianas junto a una imagen de utilería del Cristo Redentor de Río.Por su parte, la colectividad china de Buenos Aires hizo referencia al Año Nuevo Chino reproduciendo en el Paseo del Bicentenario la tradicional danza del dragón que se realiza anualmente en el barrio porteño de Belgrano; la colectividad irlandesa aludió a la celebración de San Patricio y la italiana exhibió estandartes de distintos santos y vírgenes acompañados de sus fieles en procesión.

En el seno del Desfile Federal -que correspondió también a un fenomenal despliegue de patrimonios intangibles y en el que cada una de las provincias argentinas exhibió sus atractivos culturales- se brindaron espectáculos musicales y de danzas folkóricas; al tiempo que se hicieron múltiples alusiones a devociones populares, fiestas y celebraciones. Algunas provincias -como Corrientes, Catamarca, Jujuy y Buenos Aires- hicieron referencia al carnaval presentando comparsas, murgas y carrozas alusivas. Las provincias de Tucumán, San Juan y Mendoza presentaron llamativas carrozas que visibilizaron la ceremonia de la Pachamama, la Fiesta del Sol y la Fiesta de la Vendimia respectivamente. La Rioja escenificó la ceremonia de La Chaya y Río Negro hizo alusión a la Fiesta de la Manzana.

Como su nombre lo indica, el Desfile Histórico-artístico se basó en una particular combinación entre historia, teatro y arte. En efecto, distintos acontecimientos históricos se transformaron en el contexto de ese desfile en "escenas", puesto que fueron evocados, re-creados y representados en el marco de distintas carrozas en las que tenían lugar representaciones artísticas y teatralizadas. El éxodo jujeño, el cruce de Los Andes, la batalla de la Vuelta de Obligado, la llegada masiva de inmigrantes europeos, el surgimiento de los primeros movimientos políticos y sociales, los golpes de Estado, la guerra de Malvinas y la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, fueron algunos de los episodios invocados. Las representaciones correspondientes a los golpes de Estado, la guerra de Malvinas y la lucha de las Madres de Plaza de Mayo incluyeron en su puesta en escena impresionantes efectos especiales que permitieron montar situaciones tales como la figura de una Constitución Nacional incendiándose, la caída de una persistente llovizna (en alusión a las primeras marchas de las madres de los desaparecidos) y el sonido de escalofriantes estruendos; todas situaciones que -como si se tratara de una película- generaron en el público desconcierto y excitación.Por la fusión entre historia, arte, teatro y tecnologías de avanzada que propuso, el Desfile Histórico-artístico se convirtió en un asombroso mega-espectáculo cultural que produjo gran sorpresa y conmoción entre los presentes.

La diversidad cultural y el multiculturalismo se visibilizaron a través de prácticas y manifestaciones muy variadas. Como ya hemos mencionado, en el Desfile Federal por ejemplo se exhibieron manifestaciones culturales de origen prehispánico y/o sincrético como los Carnavales, la Fiesta de la Pachamama y el festival de la Chaya. El Desfile de la Integración, en cambio, en el que junto a las colectividades de inmigrantes europeos se presentaron miembros de países asiáticos y limítrofes-, concluyó con la presentación de un grupo étnico históricamente silenciado como son los afro-argentinos, portando una pancarta que afirmaba "Argentina también es afro". El otro grupo étnico históricamente invisibilizado que fue iluminado en el Bicentenario fue, desde luego, el constituido por los pueblos originarios locales. Estos últimos fueron invocados por medio de imágenes y fotografías -o bien por medio de la exhibición de las artesanías que producen- en los stands de algunas provincias. Y muy especialmente, lo fueron en el seno del Desfile Federal y del Desfile Histórico-artístico, en donde no fueron pocas las carrozas o las puestas en escena que apelaron a los pueblos originarios, sus prácticas y diversas tradiciones culturales.

De esta manera, la diversidad cultural y la plurietnicidad que hacia el Centenario y en el modelo "ciudad moderna" se procuraron silenciar y homogeneizar, y que un poco más tarde se intentarían anular por efecto del amalgamamiento y el crisol de razas; "explotaron" en el evento Bicentenario y -lo que es más interesante- funcionaron como estrategias de animación del espacio urbano. Pues como ya lo indicamos, de los cuatro desfiles que se desarrollaron, tres de ellos dieron lugar a la visibilización de prácticas culturales y sectores sociales antes acallados. Sin embargo, se trató en verdad de una explosión controlada, disciplinada y dirigida de la diversidad cultural, en tanto y en cuanto esta última tendió a hacerse visible de manera estetizada, apolítica y ahistórica. De este modo, si bien se invocaron las tradiciones culturales de los pueblos originarios, en ningún momento se los inscribió dentro de los procesos históricos que resultaron en su silenciamiento, sometimiento y virtual exterminación. Otro tanto ocurrió con ciertos colectivos inmigrantes -como el boliviano, el paraguayo y el peruano-: fueron presentados en el Paseo del Bicentenario de manera estetizada y desproblematizada, sin apelación a los conflictos de origen racial y/o político que estos inmigrantes suelen enfrentar en la ciudad de Buenos Aires.

En esa línea, es interesante notar por último que la utopía del progreso civilizatorio (Monnet, 1996) y la concomitante idealización de lo europeo, características de la ciudad moderna, parecen haber cedido en el contexto del Bicentenario a la positivización de las identidades latinoamericanas y a su conversión en un valor. Este mirar a Latinoamérica en desmedro de Europa se manifestó, por ejemplo, en la fuerte presencia que algunos estados nacionales de la región (Bolivia, Brasil, Venezuela) adquirieron en el evento, pues no solamente se reservaron espacios para que los "países invitados" montaran sus respectivos stands en el Paseo del Bicentenario y para que sus representantes militares y civiles participaran en el denominado Desfile de la Integración -entre otros-, sino que además pudo verse a sus máximos mandatarios acompañando a la Presidenta de la Nación en las actividades centrales del 25 de mayo (el denominado "video-mapping" y el Desfile Histórico artístico)

Esta revalorización de lo latinoamericano se manifestó, asimismo, en la reivindicación de importantes personalidades que contribuyeron a forjar la independencia de las distintas naciones de América del Sur y que avizoraban un destino de unidad y grandeza para estas últimas, tales como Simón Bolívar y Bernardo de Monteagudo: de hecho, segmentos de algunos célebres discursos proferidos por dichas personalidades fueron reproducidos en distintos puntos del Paseo del Bicentenario. Por otra parte, el Bicentenario contó con la presencia de numerosos y reconocidos artistas y cantantes latinoamericanos (Gilberto Gil, Isabel Parra, Pablo Milanés, Los Olimareños, Jaime Ross, Los Kjarkas, entre otros), quienes ofrecieron recitales y/o espectáculos musicales y de danzas en los escenarios que se dispusieron a lo largo de la Av. 9 de Julio.Cabe comentar, por último, que una de las carrozas que se presentó en el desfile de cierre de los festejos del Bicentenario (el Desfile Histórico-artístico) simbolizaba a Latinoamérica y su unidad.

CONCLUSIONES

A lo largo de este trabajo nos referimos a los contrastes y las divergencias existentes entre las formas de imaginar, pensar, planificar y actuar sobre la ciudad que se presentaron como hegemónicas tanto hacia la celebración del Centenario de 1910 como en el actual contexto de festejo del Bicentenario (2010). Este ejercicio nos ha permitido explorar por comparación / confrontación la conformación de dos modos de "hacer ciudad" bautizados por la bibliografía especializada como ciudad moderna y ciudad contemporánea. En este sentido, hemos puesto de manifiesto la manera en que el patrimonio edificado y el culto rendido a la identidad nacional a través del elemento patrio-militar (característicos de la modernidad urbana) han sido desplazados en el presente por los nuevos "cultos a la cultura", por un inusitado interés por el patrimonio intangible y por la visibilización/reivindicación de la diversidad cultural y el multiculturalismo (propios de la ciudad contemporánea). En palabras de Delgado Ruiz, "A la colectividad identitaria clásica provista por el nacionalismo decimonónico, que depositaba su fortaleza y su solidez en saber construir una comunidad de conciencia, le viene a sustituir ahora otra forma de identificación basada en una comunidad que es ahora de experiencias y sensaciones" (Deldago Ruiz, 1997:100)

No obstante, a modo de cierre es importante apuntar que el análisis realizado no debe inducirnos a pensar en términos de oposiciones absolutas o tajantes, pues los de ciudad moderna y ciudad contemporánea constituyen "tipos ideales" o modelos conceptuales que no se corresponden punto por punto con realidades empíricas concretas sino que simplemente nos ayudan a analizarlas. A modo de ejemplo: el elemento patrio-militar y el patrimonio nacional lejos estuvieron de estar completamente ausentes en el evento Bicentenario. Recordemos, a tal efecto, que una de las carrozas del Desfile Histórico-artístico se refirió al cruce de Los Andes, episodio también rememorado por la provincia de Mendoza en el marco del Desfile Federal. En el mismo sentido, cabe recordar que al margen de los tres desfiles que pusieron de relieve la diversidad cultural, se realizó también un desfile militar en el que se presentaron delegaciones de las tres Fuerzas Armadas. A la inversa, aunque en el Centenario tuvo preponderancia el elemento patriótico-militar, también se reservó un eje lúdico-festivo para que se desarrollaran actividades de otra naturaleza, tales como las Exposiciones Internacionales, en donde las colectividades extranjeras tuvieron mayor visibilidad y espacio. Por otra parte, señalamos también que la visibilización contemporánea de la diversidad cultural en el evento Bicentenario ha sido relativa y hemos adelantado algunas de sus limitaciones.

De esta manera, consideramos que los eventos Centenario y Bicentenario se revelan como excelentes hitos/conyunturas festivas para analizar la constitución histórica de nuestra metrópolis; para reflexionar sobre las distintas maneras en las que -hoy como ayer- se ha intentado controlar la alteridad, procesar los conflictos sociales y despertar sentimientos de unidad moral entre ciudadanos pertenecientes a una misma "comunidad imaginada" (Anderson, 1983).

Notas

1. Cabe remarcar, en relación al objetivo planteado, que no es nuestra intención analizar en profundidad los eventos Centenario y Bicentenario sino exponer el modo en que dichos acontecimientos expresan las formas de "hacer ciudad" dominantes en el siglo XX y en el contexto actual respectivamente.

2. Esta tarea implicó la realización de actividadades de observación/descripción de prácticas y de entrevistas informales breves con asistentes de un mega-evento que se realizó en el espacio público. La magnitud y el carácter inconmensurable de acontecimientos tales como el Bicentenario (al que concurrieron millones de personas) constituyen, sin duda, un desafío metodológico para el trabajo de campo antropológico -el cual se ha caracterizado tradicionalmente por el establecimiento prolongado y permanente del etnógrafo en una comunidad estable y delimitada-.

3. Distintos autores han coincidido en señalar que las reformas de las que fue objeto París entre mediados y fines del siglo XIX marcaron el hito fundacional de la planificación moderna. Dichas reformas, que fueron impulsadas por el alcalde Haussman entre 1853-1870 correspondieron, entre otras cuestiones, a la reconstrucción del centro histórico a partir de la demolición de sus viejos edificios y de la expulsión de las "clases peligrosas", a la creación de anillos de circunvalación para favorecer la circulación, al emplazamiento de aireados bulevares y a la apertura de grandes avenidas que permitieran el desplazamiento de las tropas en caso de revueltas obreras (Gorelik, 1998; Ortiz, 2000; Romero, 1976)

4. En términos sociales, tal como lo observa García Delgado (1994), el Estado argentino adoptó el rol de modernizador y portador de un progreso identificado con el mundo cultural europeo occidental. Se trató de un cambio que no fue producto de un consenso nacional sino del proyecto y la voluntad de una élite.

5. El circuito urbano constituido por la Plaza de Mayo / Av. de Mayo / Plaza Congreso fue planificado especialmente para la celebración del Centenario, funcionando como eje cívico-ceremonial en el cual se concentraron los actos públicos, los desfiles militares y las marchas cívicas. También se diseñó un eje lúdico-festivo que se extendió desde Plaza de Mayo por Florida hasta la Plaza San Martín, y desde allí hasta Recoleta y Palermo por Av. Santa Fe y Alvear: allí se realizaron exposiciones internacionales y algunos actos celebratorios de las colectividades (Gorelik, 1998)

6. Tal como argumentó Gorelik, el esplendor del régimen oligárquico y el notable crecimiento económico distaba de impedir la desigualdad y la tensión sociopolítica, la cual se hacía pública en huelgas, manifestaciones y atentados callejeros (1998:181)

7. La denominación "planeamiento estratégico" es de uso corriente en las más importantes metrópolis de América Latina. Dicha expresión se diseminó en la región para aludir al modelo bajo el cual se renovó la ciudad de Barcelona en 1992, difusión que fue producto de la propaganda realizada por consultores de origen catalán.

8. Las mutaciones producidas en esas zonas dan cuenta de que como lo indicamos, los procesos de transformación que distinguen a las ciudades contemporáneas no suponen la dispersión de lo urbano hacia nuevos confines (una lógica de expansión que ha sido propia de la modernidad), sino la reutilización o renovación de lo ya existente en clave estético-escenográfica (Delgado Ruiz, 1997; Amendola, 2000; Rolnik, 2002)

9. Se trata de la denominación oficial que recibió el espacio en el que se desarrolló la celebración, localizado en la Av. 9 de julio entre el Obelisco y Av. Belgrano.

10. Durante los cinco días que duraron los festejos del Bicentenario (cuya apertura tuvo lugar el 21 de mayo al atardecer y se extendió hasta el 25 de mayo a medianoche) se realizaron 4 desfiles. El desfile militar fue el primero en concretarse (el día 21 de mayo al mediodía). Además de las Fuerzas Armadas nacionales, participaron del mismo cuerpos militares de "países amigos" como Ecuador, Venezuela y Perú. El Desfile Federal tuvo lugar el 21 de mayo por la tarde y participaron de él delegaciones de todas las provincias argentinas. En el marco del Desfile de la Integración, que se desarrolló el 23 de mayo al atardecer, se presentaron delegaciones de las distintas colectividades que se encuentran presentes en la Argentina. El Desfile Histórico-artístico se realizó el 25 de mayo y consistió en la presentación de sucesivas carrozas que simbolizaban distintos acontecimientos y períodos históricos, como así también prácticas o elemenos considerados característicos de la identidad nacional.

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