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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen  no.14 Viedma ene./jun. 2011

 

ARTÍCULO

Ricardo Rojas y la invención de la Argentina mestiza

 

María Beatriz Schiffino
mariabschiffino@hotmail.com
Universidad Nacional de Rosario; CONICET

Recibido: 30/07/11
Aceptado:
02/12/11

 


Resumen
El objetivo de este artículo es analizar los conceptos de raza y nacionalidad en las obra de Ricardo Rojas: Cosmópolis (1908), La Restauración Nacionalista (1909) y Blasón de Plata (1910). Nuestro punto de partida es que en estos textos advertimos un nuevo tratamiento de ambos conceptos que caracterizará las inflexiones del autor. En este sentido, afirmaremos que en el discurso de Rojas es posible advertir la intención de reemplazar las visiones biologistas sobre la raza -divulgadas por las corrientes cientificistas- por otra de corte telúrico-espiritualista. Por otro lado, si la intención Rojas consistió en invertir la dicotomía sarmientina de civilización–barbarie a partir de una nueva relación que sintetizó en los pares indianismo–exotismo, es posible anotar la continuidad de un discurso que si pretendió otorgarle a la nacionalidad una diversidad que se asentaba en el reconocimiento de lo indígena y lo hispánico como constitutiva de la misma, al mismo tiempo, inauguró un conjunto novedoso de distinciones abocadas a diferenciar entre quienes son los sujetos políticos habilitados a conducir la política nacional y quiénes los que deberán sujetarse a esa dominación política–cultural. La imagen del criollo emerge así como un componente central dentro del esquema presentado por el autor, entendido como el sujeto legítimo llamado a decir la nacionalidad y la política en la Argentina centenaria.

Palabras clave: Ricardo Rojas; Argentina; Raza y nacionalidad.

Ricardo Rojas and the invention of the Argentina "mestiza"

Abstract
The main of this article is to analyze the concepts of race and nationality in Ricardo Roja's work: Cosmópolis (1908), La Restauración Nacionalista (1909) and Blasón de Plata (1910). From our point of view Roja´s work is a revision of both concepts that will characterize the author's ideas. Furthermore, we affirm that in his speech appears the intention of replace biological vision of race -developed by scientifics currents-, by other telluric-spiritualistic. The intention of Rojas was to review Sarmiento's dichotomy about civilization and barbarism and creat a new relation between the pairs denominated: indianismo-exotismo. While the author recognises indigenous and hispanic tradition as constitutive of nationality also affirms a new set of distinctions among political subjects, the ones who are qualified to drive national policy and the other ones who are to be submitted to the political and cultural domination. Finally, in Roja's scheme, the creole emerges as a central component, understood as the legitimated subject able to tell about Nationality and Policies in the centenarian Argentina.

Key words: Ricardo Rojas; Argentina; Race and nationality.


 

INTRODUCCIÓN 

El trabajo que sigue a continuación se propone analizar la utilización del concepto de raza en las obras de Ricardo Rojas del período 1908/1912 teniendo en cuenta que las indagaciones del autor en torno al tema se insertan en la discusión sobre la nación y la nacionalidad características del Centenario1. De este modo, los aportes de Rojas se inscriben en una corriente de pensamiento2 que compartirá con otros autores que desde la tribuna literaria intentarán esbozar una nueva interpretación de la historia nacional. En este sentido, sin rechazar completamente las reflexiones de las generaciones intelectuales precedentes, (pensemos en la generación de 1837 o en la de 1880) reformulará un nuevo relato nacional en ese contexto de crecimiento económico y demográfico que caracterizó al país en los prolegómenos de la república verdadera.

La cuestión nacional y la cuestión racial se transforman así en las dos caras de una misma moneda, en tanto, para el autor de Cosmópolis (1908), la nación argentina como país nuevo, resultante de esa mixturización racial y cultural acontecida a partir de la conquista, precisa redefinir sus contornos, intensificándose esa tarea a partir del proceso de modernización abierto en el 80' pero cuyas consecuencias sociales, políticas y culturales son aún observadas con alarma por dirigentes políticos e intelectuales hacia el momento del Centenario.

A diferencia de otros planteos que observaron en la hibridación originaria del Plata las explicaciones de la barbarie moderna, Rojas intuye que, precisamente, la grandeza argentina se erigirá a partir del reconocimiento de la misma como una marca identitaria que, lejos de excluirnos de la historia universal, nos permitirá ingresar a la misma.

Estableciendo una distinción inicial entre pueblos europeos y americanos sostendrá:

Lo que diferencia las sociedades europeas de las americanas, y acaso crea para las nuestras una inferioridad, es que en aquellas los pueblos han sido anteriores a la nación y a la independencia, en tanto que nosotros, después de haber creado la independencia y la nación, necesitamos, por una alteración de factores, plasmar en nueva substancia cosmopolita, un pueblo homogéneo que responda a los ideales de una civilización superior. Pueblos heterogéneos, pueblos advenedizos y sin unidad espiritual, son pueblos sin perpetuidad y sin destino humanos. Raza que olvida su tradición pierde su aliento de permanencia histórica3

La reinvención de una identidad nacional para el país centenario se basa así en el supuesto de una heterogeneidad propia que intentará conciliar dos tradiciones claramente enfrentadas en los relatos fundacionales de la argentinidad esbozados por Sarmiento: la tradición hispánica y la indiana. De esa heterogeneidad nacerá entonces para Rojas la identidad nacional argentina que ubicará en el encuentro de aquellos dos elementos.

Aceptada la condición del desarrollo económico, como parte de un proceso civilizatorio del que Rojas no renegará del todo, se trata ahora de completar la obra material iniciada por aquella primera generación de exiliados con la difusión de un ideal que encontrará en el pasado nacional los fundamentos para un nuevo relato identitario: "El cosmopolitismo materialista puede ser una etapa pero nunca la meta de nuestra civilización. El ideal político que Sarmiento y Alberdi predicaron en el Río de la Plata ha comportado al realizarse nuevos problemas morales que los escritores de nuestro tiempo no podremos desdeñar"4

¿Cuáles son esos nuevos problemas a los que hace referencia el autor? Claramente, se trata de denunciar las consecuencias morales que los nuevos valores del mercado han introducido en la sociedad criolla, caracterizada por el debilitamiento del espiritualismo y el interés exclusivo por el lucro. En el apartado de su libro Cosmópolis, dedicado a la obra de Fray Mocho expresa sin empaques la crítica a la vida moderna de las grandes ciudades transformadas por el progreso, recomendando un regreso "a las cosasnuestras" con el fin de contrarrestar la influencia de ideas extrañas. La literatura nacional aparece entonces como elemento central de una tradición que Rojas se propone rescatar.

Por otro lado, el problema de la modernización aparece aquí como eje central de las preocupaciones del período 1908/1912, en un contexto de transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales, sobre las que Rojas no dejará de intervenir al decirnos:

Concluida la organización nacional yconquistado el desierto, la paz y la fortuna constituyen desde hace veinticinco años las dos ambiciones supremas de la sociedad argentina. Esto, como era de esperarlo, ha originado mengua en los conceptos más nobles de la conducta, hasta producir, en ciertos instantes de nuestra reciente historia, verdaderos eclipses de nuestra conciencia moral. En tal ambiente, la sociedad asume yo no se que sorpresas de tómbola: el trabajo es para algunos inexplicable lotería el juego, la especulación, el agio, se hacen normales en la actividad, sonoras familias que se derrumban de pronto, son reemplazadas por nuevos nombres que llegan a la luz de los lujos mundanos5

En este sentido las inflexiones rojianas podrían sistematizarse en tres ejes centrales: 1- reformular el relato nacional incorporando al mismo la tradición hispánica e indígena, 2- reconocer el carácter híbrido de la raza argentina como hecho fundante de nuestra identidad nacional y, finalmente, 3- divulgar a través de la escuela pública los postulados de un nacionalismo laico y democrático que tendrá por objetivo la formación de un ciudadano preocupado por otros intereses que no sean la búsqueda exclusiva del lucro y la riqueza.

Se tratará entonces de indagar esas propuestas y preocupaciones que se insertan en el debate ideológico del Centenario y en las que reconocemos cierta originalidad que caracterizará al autor, configurando así nuevos relatos y programas políticos que, sin rechazar plenamente los postulados del proyecto liberal - republicano, se abocarán a revisar el ideal homogeneizador en que se han embarcado las elites estatales.

TERRITORIO, RAZAS Y NACIONALISMO

La preocupación por la identidad nacional no es una originalidad que podamos atribuir a Ricardo Rojas, otras investigaciones han demostrado que ésta asoma muy tempranamente en nuestra región dando lugar a una profusa producción ensayística en torno a la cuestión6. Sin dudas, quizá haya sido Sarmiento uno de los primeros, sino el primero, en establecer algún tipo de vínculo entre la necesidad de pensar este problema en relación con la constitución racial de los pueblos americanos. Entre otros aspectos, lo que le preocupaba especialmente a Sarmiento hacia 1883 cuando publicaba su obra culmine, titulada "Conflicto y Armonías de las razas en América" era si el factor racial podía constituirse en una de las causas que explicara el atraso político de la América hispánica frente a ese modelo ejemplar que eran los Estados Unidos.

La hibridación racial que deviene en confusa identidad nacional aparece así como un dato central en las ex colonias españolas y esa situación será definida como conflicto desde los inicios del libro cuando afirme:

¿Somos europeos?- ¡Tantas caras cobrizas nos desmienten! ¿Somos indígenas?- Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acaso la única respuesta. ¿Mixtos?- Nadie quiere serlo, y hay millares que ni americanos ni argentinos querrían ser llamados. ¿Somos Nación? - ¿Nación sin amalgama de materiales acumulados sin ajuste ni cimiento? ¿Argentinos? - Hasta dónde y desde cuándo, bueno es darse cuenta de ello.

A esta pregunta todavía presente en la Argentina del Centenario intentará ofrecer alguna respuesta el mismo Ricardo Rojas con la publicación de Blasónde Plata en 1910; obra que se inicia, precisamente, con la citada frase de Sarmiento. En este sentido, las obras de Rojas establecen un dialogo con el proyecto liberal - republicano sostenido por Sarmiento y sobre el cual se ha erigido el estado nacional en nuestro país, aún cuando, como veremos, las conclusiones a las que arribe en sus trabajos lo distancien de aquel en términos tanto políticos como teóricos. Distanciamiento teórico que si no dejará de asentarse en las corrientes idealistas y modernistas que se inspiran también en la influencia de Rodó en la región y, en general, en el espíritu anti - positivista propio del Centenario, recurrirá aunque sea tangencialmente al acervo conceptual del cientificismo7 para ofrecer una revisión del concepto de raza que lo diferenciará de los planteos positivistas de otros autores del período, abocados a similares preocupaciones.

De este modo, Rojas recurrirá al concepto de raza en un sentido que se pretende diferente al establecido por la sociología cientificista decimonónica con el fin de ofrecer una interpretación de la misma como fenómeno territorial y ambiental que si en algún sentido ya estaba presente en la obra de Sarmiento, se caracterizará por la ausencia absoluta de aquellos planteos de corte biologicistas en los que todavía parece desarrollarse parte importante de la producción teórica local; recordemos que el artículo de Ingenieros, "La formación de una raza argentina"es del año 1915, fecha que nos habla también de la larga subsistencia del discurso cientificista en nuestro país. De esta manera, es posible advertir que el concepto de raza con que operará Ricardo Rojas se aleja del determinismo biologista, según el cual las características somáticas son determinantes de capacidades psicológicas y morales8 para introducirnos en una interpretación de la misma como acontecimiento espiritual y en la que lo cultural-telúrico jugará un rol fundamental.

Si para Carlos O. Bunge y las corrientes positivistas más duras, la particularidad latinoamericana remitía a esa mezcla racial negativa que culminaba en una síntesis degenerada, de acuerdo con los postulados en boga sostenidos entre otros por Gustave Le Bon9, hacia el Centenario se tratará, precisamente, de la revisión de aquellos postulados y de la necesidad de buscar nuevos sentidos para los conceptos organizadores10 con los que bajo el paradigma cientificista los intelectuales locales habían interpretado los problemas y causas del atraso/barbarie latinoamericano.

Si la persistencia de la barbarie, el caudillismo o la política criolla, como sintomatología de un continente enfermo, encontró una de sus explicaciones en la reproducción de los elementos nativos a través de la herencia -o negro, lo hispánico y lo indígena- constituyéndose así una psicología local caracterizada desde la negatividad, la intención de Rojas asomará para revertir esa ecuación negativa entre lo nativo y lo barbárico, para reconocer en la herencia hispánica e indiana un aporte fundamental de nuestra identidad nacional11.

La mezcla de razas no constituirá para Rojas un elemento negativo, sino, muy por el contrario, un componente identitario positivo de la argentinidad. En este sentido, es posible para el grupo de intelectuales que se nucleará alrededor de la revista Ideas, revisar el anti -hispanismo precedente de las generaciones intelectuales argentinas para encontrar en la cultura hispánica parte de ese acervo espiritual que nos definirá como argentinos en el concierto internacional de naciones.

El juicio elogioso de Rodrigo de Maeztu sobre su libro: La Restauración Nacionalista -1909- no puede más que confirmar esta idea de comunión entre argentinidad e hispanidad que los intelectuales locales empezarán a sostener en esa búsqueda de una identidad propia que nos singularice del cosmopolitismo moderno y babélico en el que parece transformarse la capital, en oposición a las viejas ciudades coloniales que, como Córdoba, se erigen en baluartes de una tradición nacional.

Sin embargo, Rojas insistirá en la presentación de aquel libro y a lo largo de toda su obra que su nacionalismo no pretende…la restauración de las costumbres gauchescas como así tampoco la expulsión de todos los inmigrantes…12 Por el contrario, su nacionalismo se pretende laico y democrático, definiéndolo como aquella concepción moderna de patriotismo que tiene por base territorial y política la nación13.

Teniendo en cuenta que el nacionalismo es una doctrina o idea política que no nace espontáneamente, la Restauración Nacionalista14 puede presentarse como una suerte de manual instructivo para difundir entre esa población cosmopolita y heterogénea las ideas nacionalistas con las que se educará a los ciudadanos de la Nación. Rojas deja así explícitamente asentado que la función de la escuela es un elemento clave para llevar adelante ese proceso de nacionalización que se propone; considerando que no serán necesarios ni el cierre de las fronteras nacionales a la inmigración, ni la expulsión compulsiva de extranjeros, sino la intervención férrea del Estado en todos aquellos espacios donde la diversidad pueda emerger para corromper la verdadera argentinidad.

Ahora bien, ¿como introduce Rojas esta lectura en clave positiva de la hibridación racial como marca identitaria de la Argentina? Blasón de Plata es la obra destinada a fundamentar ese proyecto, introduciendo con ella una reformulación del relato nacional en el que ocuparán un lugar central tanto el componente hispánico como la indígena. En este sentido es posible afirmar que la obra se presenta como un relato destinado a naturalizar el mito de la Argentina como crisol de razas.15 Nos dice Rojas al respecto:

no fueron los territorios del Plata el asiento de aquellos pueblos; pero recuerdo sus tradiciones para motivar el abolengo legendario de nuestra América Occidental, y revelar cómo estas Indias nuestras, emplazadas entre dos enormes océanos, pudieron ser en sus orígenes tierras de inmigraciones. Todas las gentes de América, y especialmente las ribereñas, vieron en los navegantes españoles un ser extraordinario, pero no temible. Colón describe en su "Diario" la forma hospitalaria y reverente con que le recibieron los ingenuos salvajes de las islas: hombres llegados de la mar misteriosa figuraban en casi todas las leyendas genésicas de las razas indianas16

En este sentido, si en ese relato nuestro país se presenta desde tiempos inmemoriales como territorio de migraciones, aspecto que ya había sido anotado por Alberdi, en la medida que se avanza en la lectura de la obra puede observarse como se amplía la brecha entre los postulados teórico-políticos de la generación del 37 y los planteos del nacionalismo cultural del 10'17, en tanto ahora, .el elemento indígena sobresale como un componente central de la argentinidad y cuya participación en el pasado y futuro de la Nación parece cobrar nuevas perspectivas. En este sentido, Rojas propone una reformulación de los pares civilización o barbarie establecidos por Sarmiento, al afirmar

este dilema no puede satisfacernos ya; aplícase a un período restringido de nuestra historia, y nosotros deseamos una síntesis que explique la totalidad de nuestra evolución; trasciende, además, a odio unitario y nosotros buscamos una teoría desapasionada y de valor permanente, expresa en fin, un juicio europeo, puesto que transpira desdén por las cosas americanas, y nosotros queremos ver nuestro pasado como hombres de América. Bárbaros, para mí, son los extranjeros del latino: y no pueden serlo quienes obraron con el instinto de la patria, así fuera un instinto ciego. Por eso yo diré en adelante: el exotismo y el indianismo, porque esta antítesis, que designa la pugna o el acuerdo entre lo importado y lo raizal, me explican la lucha del indio con el conquistador de la tierra, del criollo con el realista por la libertad, del federal con el unitario por la constitución…18

Ya no se tratará entonces de un elemento bárbaro arrojado al pasado por los efectos de la civilización o, de unas razas inferiores desaparecidas en la lucha por la vida, sino de un componente central de la argentinidad cuya influencia resulta determinante en la formación de nuestra identidad nacional. Este último aspecto resulta fundamental para comprender los aportes del nacionalismo cultural del 10' a la pregunta por nuestra identidad nacional. Si al formularla, la generación del 37' había establecido una ruptura con el pasado colonial y prehispánico y nuestra identidad asomaba fundamentalmente como un proyecto a futuro, para el ensayo positivista el pasado de la nación constituía una etapa superada por el avance de la civilización sobre la barbarie o, de unas razas superiores sobre otras inferiores; en Rojas, el pasado asomará como continuidad. Existe así una tradición nacional que debe ser rescatada como elemento clave para luchar contra ese cosmopolitismo des-integrador contra el que dispara su escritura.

Pero, ¿Cómo opera este nuevo relato sobre la identidad nacional? Principalmente, a partir de la negación absoluta de la idea de conflicto que supuso el encuentro entre nativos y conquistadores. La expansión colonialista es así relatada como un encuentro armonioso entre dos culturas diferentes pero que habrían tenido una común intención de reconocer en el otro, al mismo. Ya sea porque las razas aborígenes esperaban la llegada del hombre blanco o porque los conquistadores perseguían conscientemente el encuentro con otras culturas, el relato de Rojas se inscribe en una visión que niega la conflictividad que inauguró la conquista en la región. De esta manera, la resistencia indígena o, la desobediencia al dominio colonial son relatadas como excepción en el contexto de comunidades predispuestas a aceptar la invasión del conquistador, aunque no su violencia. Señalaba Rojas al respecto:

los exploradores que después del descubrimiento llegaron al Río de la Plata, encontraron la misma hospitalidad que en las Antillas. Los soldados de Pedro de Mendoza o de Alvar Núñez, conducidos a la morada de los caciques indios, cuentan de recepciones amistosas en las páginas de los Comentarios, o en la crónica fidedigna de Schmidel. No se sentaron ellos en el dorso del Duche simbólico, sino en la tierra buena o en los rústicos troncos nacidos de esa tierra. Pero la sombra de sus chozas, la carne de su pesca y hasta el amor de sus indias, todo lo compartieron. La ruptura de las dos razas fue un hecho que siguió siempre a los tributos injustos, a los vejámenes de que era víctima la tribu autóctona, a manos del extranjero armado19

Pero además, y retomando una explicación que podría muy bien pertenecer al acervo ideológico del positivismo, Rojas va a considerar que si la hospitalidad indígena resulta una característica central del encuentro entre las razas nativas y española, al mismo tiempo, las primeras estaban determinadas a ser reemplazadas por las segundas, de acuerdo con las palabras proféticas que el Canto de la primavera anunciaban en boca del rey Nezahualcoyotl20.

Sin embargo, la apuesta de Rojas va más allá de la descripción de ese momento a partir del cual América se vuelve Europa y ésta indiana porque va a establecer, precisamente, una relación de tipo sincrética entre el dominio cultural blanco- español- europeo y el alma de la tierra americana. Allí asoma entonces Eurindia como concepto clave del relato que nos permite reconocer un vínculo especial en el encuentro de esos dos mundos. Si Argentina había sido desde sus orígenes territorio de migraciones, según hemos podido leer en párrafos anteriores, en su capacidad para indianizar al extranjero reside para Rojas su particularidad.

El otro, una vez alojado en América, no será entonces un extranjero pero tampoco el nativo permanecerá inmune, la influencia entre ambos será mutua. Eurindia expresa esta síntesis que se produce en América a partir del encuentro de las razas y es la vida en el espacio -territorial compartido el factor que eurindiza a unos y otros. De este modo, esa reescritura de la historia que propone Blasón de Plata, lejos de pretender la expulsión de los elementos extranjeros, intenta incorporarlos al relato nacional, al mismo tiempo que lo hará con los pueblos originarios21 de América. De cualquier manera, no se trata de identidades diferenciables sino de una síntesis en la que se confunden los caracteres de unos y otros una vez alojados en nuestro territorio. El criollo constituye de este modo la expresión genuina de esa unidad derivada de la mezcla en que abreva la verdadera argentinidad. Señalaba Rojas:

habíamos llegado […] a creernos un pueblo de pura raza europea, olvidando que la emancipación, salvo el escaso número de dirigentes, fue realizada por el cholo de las ciudades y el gaucho de los campos, mestizos a quienes el nuevo dogma directamente beneficiaba. Recordemos también que la guerra criolla tuvo en las tribus sobrevivientes de ambas fronteras sus mejores aliados contra el realista español. Pero la falta de apellidos indígenas, así en las levas de la libertad como en los empadronamientos de la república, pareció comprobación concluyente de nuestra hispanización, sin considerar que el indio, al cristianizarse, comenzaba por adoptar un nombre castellano…Ocupadas las indias en nombre de Dios y del rey, deslizábase junto a la conquista guerrera la conquista espiritual. Bautizar a los indios era la preocupación del franciscano y del jesuita que acompañaba a la hueste invasora. Aceptado el bautismo, la conversión religiosa importaba para los indios un primer paso a favor de la mestización. Trueque de nombres y lenguas eran para las tribus sometidas, un modo de perecer; pero disponiendo ellos de las mujeres y del número; el soldado conquistador fue absorbido por el elemento nativo. Pues, fuera de las influencias naturales del suelo, tanto más poderosa cuanto más virgen y característico es ese suelo, numerosas causas sociales contribuyeron en nuestro país a la asimilación del español y su descendencia, siendo la más importante esa hospitalidad y sumisión de las tribus…y la enorme desproporción numérica entre el invasor y el invadido22

Pero además, la tierra en un sentido tanto material como simbólico, como elemento integrador, es la que indianiza, la tierra destinada al cultivo y el trabajo para recibir a esos contingentes migratorios que construirán una identidad nacional, tan real como la lanza, el lazo y las boleadoras

a los que quisieran venir a vivir con nosotros les daremos la tierra…los que tal cosa anunciaban no eran hebreos , como Aaron Leví pretendiese, ni eran tampoco tibeteanos o atlantes. Eran por asimilación o creación, indios de América, indios que hace doscientos años ofrecían a los hombres de buena voluntad el don indiano que nosotros debíamos ofrecerles, doscientos años después. Al constituir la unidad nacional con el objeto de afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común y promover el bienestar general -buscábamos asentar en todos ellos los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra prosperidad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Era, como veis, la promesa antigua que los indios de Quito en 1644 a un extranjero: a los que quisieran venir a vivir con nosotros les daremos tierra23

De este modo, la identidad nacional se constituye en espíritu de la tierra y ésta se instituye en el elemento clave a través del cual nuestro país se diferenciará de Europa, ofreciendo su propia identidad, la argentinidad es así definida como crisol y fusión de lo diverso en la unidad -homogeneidad que ofrece el suelo compartido.

Toda esta tradición indiana, ligada sustancialmente al nombre argentino, viene para nosotros desde lo viviente de la tierra y lo hondo de los siglos. Ella ha de entrar, con el bronce y el oro, en las aleaciones de nuestro tipo definitivo. Las naciones no reposan en la pureza fisiológica de las razas -quimérica por otra parte -sino en la emoción de la tierra y la conciencia de su unidad espiritual, creada por la historia, la lengua, por la religión, por el gobierno, por el destino. Y esa visión de los paisajes natales -que el alma de los indios trasuntó la primera en verbo humano -habrá de ser para nosotros la fuente de perpetua emoción que dulcifica en su belleza la austeridad militante de nuestro patriotismo

Diferenciándose claramente de las visiones racialistas desarrolladas por Carlos Octavio Bunge, José Ingenieros y, hasta del mismo Leopoldo Lugones, las cuales proponían una explicación sobre la historia argentina que asentaba sus orígenes en una supuesta lucha de razas que habría llevado a la supervivencia de las más aptas; la lectura de Rojas se propone rescatar el carácter sincrético y homogeneizador de la sociedad argentina, reconociéndose dos factores primordiales en su explicación: la tierra, como espacio común compartido y la disposición natural a la fusión entre nativos y extranjeros24. Argentina aparece así como territorio naturalmente predispuesto a la fusión de razas a través de un proceso de tipo cultural y espiritual que no lleva necesariamente a la eliminación de unas razas sobre las otras sino a su modificación mutua una vez enraizadas en América.

EL CRIOLLO: BALUARTE DE LA ARGENTINIDAD

Un aspecto central en el argumento desarrollado en Blasón de Plata es entonces que la argentinidad afinca en una tradición indiana que debe ser rescatada del olvido, oponiéndose a una escritura sobre el pasado nacional que ubicaba sus orígenes en mayo de 1810. Para Rojas, la Argentina posee una historia muy anterior al momento clave que se abre en nuestro país a partir del proceso independentista. Sin embargo, la centralidad que le atribuye a los acontecimientos revolucionarios iniciados en mayo cobran relevancia en tanto que representan el momento político clave de la unidad entre los elementos originarios de nuestra América, constituyendo al criollo en el sujeto político de nuestra nacionalidad. Éste representa la síntesis original de la tierra, resultado de la fusión entre el español y el nativo, convirtiéndose en el verdadero hacedor de la emancipación.

De acuerdo con una explicación que ubica el fundamento de las ideas independentistas en el amor por la tierra de los nativos, es decir, de aquellos que siendo indios o criollos, compartían un mismo afecto por la cuna compartida desde el nacimiento, en oposición a los españoles peninsulares; para Ricardo Rojas la independencia de España es el hecho político que viene a demostrar que la nacionalidad argentina se funda en ese amor común entre quienes residen en la misma tierra, así, el suelo, el lugar donde se ha nacido, emerge como elemento capaz de crear el lazo social que dará origen al patriotismo criollo. Pero, al mismo tiempo, se trata de establecer los orígenes de un conflicto que encuentra sus fundamentos en una sociedad estamental que establecía una diferenciación social que ubicaba a los españoles nacidos en América por fuera de las ventajas ofrecidas por la Corona a los españoles peninsulares, provocando una distancia entre estos y aquellos que los acercaba a los grupos de indios, mestizos y mulatos, ampliándose la brecha entre los representantes de la burguesía comercial (criollos) y los miembros de la burocracia colonial.

La impolítica legislación española, ciega desde la distancia donde se promulgaba, nada hizo por mitigar esta crisis que minaba el sentimiento español en América…excluidos los americanos de las funciones públicas -salvo las municipales del Cabildo -dedicábanse exclusivamente a la vida del hogar y los negocios, por lo que ellos vinieron a constituir la burguesía, en sociedades donde la oligarquía formaba como una aristocracia accidental. Ellos fueron lo que se llamó en nuestras ciudades "la gente decente" …todos se agrupaba frente al oligarca metropolitano...25 ¿Cómo pudieron los hidalgos criollos captarse la simpatía de los indios, si ellos, en su casi totalidad descendían de españoles? ¿…qué fuerza omnipotente y súbita venció la tradicional contradicción de nuestras razas o clases sociales en una nueva unidad? …lo que unió a esos hombres diversos por la raza, la genealogía, el color, la cultura y la clase social, fueron la comunidad de la tierra y la comunidad del ideal…nuestros nativos de selección, forjaron con elementos del común acervo espiritual de los hombres un credo americano, y nuestras muchedumbres lo aceptaron porque daba una conciencia, un rumbo y una esperanza al instinto territorial de los nativos. Y ese rumbo era tan amplio, que no excluía en sus dones de patria y de libertad a ningún hombre que tuviese su cuna en las Indias…26

El criollo aparece entonces como el sujeto político capaz de darle un sentido a la historia y es en su inteligencia educada en Chuquisaca o Salamanca, donde encuentra los fundamentos de su dominación política, son éstos los sujetos políticos llamados a cumplir la función rectora en una sociedad que les pertenece por nacimiento. El criollo es así el sujeto político capacitado para conducir a esas muchedumbres instintivas que fueron, al decir del autor, la base social sobre la que se habría asentado la burguesía criolla al momento del acontecimiento revolucionario.

el criollo al asimilar las ideas del siglo XVIII y al sentir en su propia vida la injusticia del régimen colonial, llegó forzosamente, a un concepto de libertad americana que devolvía a los nativos el gobierno de América y a un concepto de igualdad social que amparaba en sus beneficios a las clases serviles. Éstas, acaso, no estaban preparadas para comprender su doctrina; pero estaban ligadas a él por una afinidad de rencores y de amores que los unía mejor. El gaucho, con su gota de sangre hidalga, era su hermano de las campañas, jinete errante y romántico, sabía de patria y de libertad por instinto…y así vinieron también a favor de esta lucha, el esclavo a quien su propio amo le ofrecía la patria y la libertad; el indio a quien se le restituía el dominio de su tierra natal…Todas estas pasiones se concretaron en torno del nuevo ideal que concibió, para gloria y fortuna de América, el criollo hidalgo de las ciudades… Ellos dieron de su alma y su brazo el paño y el asta de la bandera que la muchedumbre de los nativos adoptó por suya27.

Esta conclusión a la que nos lleva la lectura de Blasón de Plata no puede dejar de tener una intención claramente política. Se trata, de la reafirmación de los componentes nativos como los sujetos reservados a conducir los destinos de la Nación. Si la Argentina, tal cual como lo ha demostrado Rojas, es desde tiempos inmemoriales territorio de migraciones, el nuevo contingente inmigratorio no podrá más que sujetarse a la dirección política y cultural de los criollos. Allí estaba su propuesta de una educación nacionalista capaz de educar a los extranjeros en la historia nacional y el diseño de un programa político - pedagógico capaz de redimir a la Argentina su nacionalidad cuestionada.

Nuestro país, se presenta entonces ante las naciones como un territorio que si recientemente ha logrado su organización política, posee su propia historia, cuya antigüedad se pierde en las brumas de ese pasado que Rojas ha intentado restaurar. Sin embargo, la restauración de ese pasado plantea a su vez una tarea política central que vincula la dimensión historiográfica del pensamiento de Rojas a la tarea del intelectual - funcionario que si bien ha desarrollado una dura crítica a las elites gobernantes, no dejará de pertenecerles, en tanto, ha sostenido las orientaciones generales del programa político llevado adelante por el ala reformista-liberal de la oligarquía28. No puede resultar entonces un dato menor que Cosmópolis haya estado dedicado precisamente a uno de los máximos representantes de ese sector: Carlos Pellegrini. Cabe entonces afirmar que la prédica sostenida por Rojas no era del todo incompatible con el proyecto nacionalizador encarado desde el Estado. Si el problema inmigratorio había despertado desde el 80' en adelante diferentes propuestas que fueron desde la expulsión de aquellos extranjeros considerados peligrosos –vía promulgación de la ley de Residencia en 1902- a los proyectos integracionistas que planteaban su nacionalización (propuesta que entre otros compartirán tanto Sarmiento como Juan B. Justo), el nacionalismo oligárquico se propondrá la tarea de forjar una identidad nacional entre la heterogénea población argentina.

En este sentido, la propuesta de Rojas coincide con el intento homogeneizador encarado por Ramos Mejía a partir de 1908 desde el CNE y que lo llevará a sostener toda una liturgia patriótica destinada a forjar el sentimiento nacional entre los hijos de inmigrantes "sistemática y con obligada insistencia se les habla de la patria, de la bandera, de las glorias nacionales y de los episodios heroicos de la historia; oyen el himno y lo cantan y lo recitan con ceño y ardores de cómica epopeya…y en su verba accionada demuestra cómo es de propicia la edad para echar la semilla de tan noble sentimiento"29 De cualquier manera si tanto Rojas como Ramos Mejía coinciden en que esa tarea deberá ser encarada por el Estado, lo que está en el fondo de la discusión es de qué Nación se trata. Precisamente porque si para Rojas la Nación era en parte una construcción a futuro, al mismo tiempo, partía del supuesto según el cual la misma se asentaban en un pasado que encontraba sus orígenes y fundamento en aquella hibridación racial característica de América.

El nacionalismo de Rojas combinará entonces dos visiones sobre los orígenes y fundamentos de la nación que se encontraban en disputa en los relatos sobre la nacionalidad hacia el momento del Centenario. Por un lado, la Nación entendida como construcción a futuro -dentro de la cual la raza blanca transplantada en América ocupaba un rol central como elemento civilizador y motor del progreso -y por el otro, la Nación comprendida como pasado y tradición que incluía al interior del relato de la argentinidad tanto a la tradición hispánica como a la indígena. Señala al respecto Devoto que el indianismo le servía a Rojas para dos propósitos: por un lado, proponer una vía singular de formación de la argentinidad que partía de su tan apreciada conciliación de opuestos, por el otro tomar distancia de la idea de Argentina como simple transplante europeo.

Podría decirse entonces que en la escritura que presenta el autor en el periodo bajo estudio, una y otra lectura en torno a la nación no son incompatibles. Se trata, por el contrario de una combinación de la visión derivatista que ubica a la Nación como construcción a futuro, resultado del nuevo aporte poblacional a partir del proceso inmigratorio, y, por el otro, de una concepción nativista que reconoce en el componente indígena un elemento de la nacionalidad que no podrá ser desdeñado, en tanto ocupó un rol fundamental en el desarrollo de ese sentimiento nacional de tipo instintivo que describiera Rojas en Blasón de Plata.

Precisamente, es en esa unidad de lo heterogéneo que se fundará la Nación argentina, la unidad emerge entonces como imperativo político del que Rojas no sólo no habrá de renegar sino que será su promotor. En este sentido, la identidad entre lengua, raza y nación que postula en "La Restauración Nacionalista" no puede dejar de relacionarse con ese otro gran tópico del período que fue el de la educación del ciudadano o, en palabras de Britos, la formación de ese demos homogéneo que se constituirá en el fundamento de la soberanía popular en la era de los estados democrático - liberales.

PALABRAS FINALES

Como hemos advertido, de la lectura de los textos aquí consultados se desprende un uso particular de los conceptos de nacionalidad y raza en Ricardo Rojas. Aún reconociendo cierta originalidad en sus planteos, los aportes desarrollados por el autor en torno a ambos conceptos se encuentran claramente influenciados tanto por la reflexión romántica como por la positivista aunque marcando sus diferencias con aquellas. En este sentido, es imposible no anotar ciertas continuidades que se refieren a comunes preocupaciones vigentes en el largo período que se extiende entre los años que transcurren entre la caída del gobierno de Juan Manuel de Rosas y los festejos del primer Centenario.

Los problemas en torno a la nacionalidad emergen como un componente central dentro de las obras de Rojas del período 1908 / 1912, incentivadas por la cuestión inmigratoria y sus derivaciones sociales, políticas y culturales. La Restauración Nacionalista constituye así, desde nuestro punto de vista, una propuesta política que tiene por objetivo establecer las bases de un pensamiento nacionalista en nuestro país y cuyas fuentes doctrinarias encontrará Rojas tanto en la gesta patriótica de Mayo como en las obras de Alberdi y Sarmiento; pero también en lo que denominará el patriotismo instintivo y que encuentra en la defensa del territorio por los indios su antecedente más importante.

Precisamente, se trata de restaurar a través de esa educación nacionalista que propone, las tradiciones propias de nuestra argentinidad, restableciendo los vínculos que nos unen a una tradición anterior a Mayo para otorgarle a la historia nacional una densidad que Rojas encontraba opacada en los relatos oficiales. Este reconocimiento del componente indígena en la historia patria le hará sostener también su propuesta de incorporar la enseñanza obligatoria del quechua y el guaraní30 en la fundación de una nueva Escuela de Historia a modo de homenajear el Centenario de la revolución de Mayo.

Sin embargo esta recuperación de la tradición indiana que propone no supone la negación del carácter mixto de nuestra identidad, sino que, por el contrario la refuerza a través de la hipótesis señalada más arriba por la cual establece que nuestro continente habría sido -originariamente- territorio de migraciones. Lo característico de nuestra identidad nacional será entonces ese tipo mixto del que Sarmiento renegaba hacia 1883 cuando escribía su Conflicto y Armonías de las Razas. La obra de Rojas, por el contrario, parece asentarse en ese supuesto, estableciendo una clara influencia del medio y la tierra en ese proceso sincrético que resulta de la unión interracial. La raza argentina es así el resultado de una mezcla en la que ninguno de sus componentes podría desaparecer sin perecer nuestra identidad nacional.

De todas maneras, en Blasón de Plata vislumbramos que ese proceso sincrético encuentra en la figura del criollo, estirpe nueva y superior31-al decir de Rojas - su expresión más genuina y avanzada, convirtiéndose éste en la contra -figura del extranjero, vislumbrado como amenaza, ya no por origen racial, sino, por su resistencia a ese enraizamiento que Rojas propone como fundamento de la nacionalidad.

Precisamente, son aquellas escuelas extranjeras, adheridas a sus nacionalidades de origen o, peor aún, a ideologías internacionalistas, las que representan el verdadero peligro para el fortalecimiento de nuestra nacionalidad en el país centenario. Resistencia entonces a la integración con la que Rojas distinguirá no sólo a los enemigos presentes y futuros de la nación sino también a los pasados; reactualizando las distinciones entre indio bueno- predispuesto a aceptar el proceso modernizador/ civilizatorio e indio malo, hacia el cual, la única política posible era el exterminio.32

Finalmente, es posible sostener que en Rojas la Nación asoma fundamentalmente como espacio de concordia y unidad, negándose todo aspecto conflictivo o confrontativo hacia el adentro de las fronteras nacionales. La integración nacionalista es entonces, una asimilación condicionada por la aceptación de ese proyecto homogeneizador que desde el Estado se propone la educación nacionalista y que en el plano político supondrá el mantenimiento de las distinciones entre ciudadanos y habitantes en el que se basó el sostenimiento de la república posible.

El problema de la modernización política aparece así como eje central de las preocupaciones del período 1908/1912, en un contexto de transformaciones sociales, económicas y culturales, sobre las que Rojas no dejará de intervenir33. En este sentido, cobran particular importancia las posiciones asumidas por el autor respecto de la reforma electoral de 1912. Afirmaciones que si, por un lado, encontraron su primera expresión en la escritura de Cosmópolis, sistematizará acabadamente poco tiempo después cuando esboce su propuesta de una reforma política que se basó en el mantenimiento de un conjunto de distinciones entre ciudadanos y habitantes de acuerdo a un conjunto de clasificaciones que excluirían a amplios sectores de la población del derecho al sufragio34. Por su puesto que Rojas no se encontraba aislado en esta tarea clasificatoria que excluyó por igual a nativos y extranjeros del ejercicio de los derechos políticos, en tanto, como sabemos, los habitantes de los territorios nacionales no pudieron ejercer el derecho al sufragio hasta muchos después de aprobada la ley Sáenz Peña, en 1912.

De cualquier manera, lo que importa destacar es que las distinciones vertidas por el autor entre lo que podríamos caracterizar como una ciudadanía plena (excluyente para los habitantes de las grandes ciudades como Buenos Aires) y, una ciudadanía restringida o tutelada para los habitantes de las provincias, se basaba en un reconocimiento de las dificultades que había encontrado el Estado argentino para civilizar el territorio nacional. En este sentido, se hacia dificultoso sino imposible, para el autor, pensar en la universalización del sufragio. Teniendo entonces en cuenta su adhesión al voto calificado35, es posible establecer una relación que no parece imposible entre desarrollo económico y social; expansión del sistema educativo y derecho al sufragio. En tanto, allí donde las ciudades capitales eran el espacio privilegiado para el asiento de los trabajadores urbanos y comerciantes de origen extranjero y la escuela argentina había logrado imponerse exitosamente alfabetizando en el idioma nacional a las nuevas generaciones de argentinos, la ciudadanía aparecerá universalizada. Por el contrario, en las regiones donde esa expansión de la estatidad resultaba todavía escasa, la ciudadanía seguirá configurándose como promesa para la amplia mayoría de la población y como privilegio de una minoría. Paradójicamente, mientras en Blasón de Plata el territorio constituye ese espacio que otorga unidad e identidad a los habitantes de la Nación, terminará por convertirse en el fundamento de una clasificación política que distinguirá a la población entre habitantes y ciudadanos, manifestando su adhesión a esa modalidad de la política propia del orden conservador, el republicanismo tutelado.

De cualquier manera, teniendo en cuenta este último aspecto, creemos que los aportes de Ricardo Rojas para la discusión sobre nuestras marcas identitarias como Nación no pueden ser desdeñados en la actualidad, sobre todo, si de lo que se trata es de repensar estas incesantes preguntas para ofrecer nuevas respuestas a los desafíos que nos presenta la coyuntura actual. En este sentido, creemos que cobra relevancia la relectura de sus obras, precisamente, para indagar en el presente el lugar que ocupan en los relatos contemporáneos sobre la nacionalidad y las ciudadanías los viejos y nuevos sujetos de la exclusión política y social en la Argentina bicentenaria.

Notas

1. Si se tratara de hacer una breve reseña de las líneas de investigación abiertas en torno al autor en la última década, no podríamos dejar de nombrar las llevadas adelante, entre otros, por Graciela Ferrás (Villavicencio y Pacecca: 2008), Oscar Terán (2008) y Fernando Degiovanni (2007), sin dejar de nombrar, por supuesto, los trabajos pioneros en torno al autor desarrollados por Eduardo Hourcade (1995) y Horacio Castillo (1999)

2. Hacemos referencia a la consolidación del movimiento literario modernista y su influencia dentro del grupo de intelectuales que como Rojas, Lugones o Gálvez comenzaron a desarrollar una relectura de los postulados sostenidos por el positivismo y que concluirá, entre otros aspectos, en la revalorización del interior frente a las ciudades capitales caracterizadas por su cosmopolitismo y afán de riqueza. El libro de Gálvez, publicado en 1910, "El Diario de Gabriel Quiroga" constituye un claro ejemplo de la influencia literaria de esta corriente que desde la última década del siglo XIX había comenzado a expandirse, impulsada por la residencia de Rubén Darío en Buenos Aires durante buena parte de la década de 1890. Por otro lado, si bien en las obras de Gálvez y Rojas es posible encontrar una común reacción antipositivista que los llevará a reivindicar el legado hispánico en oposición al afrancesamiento de las elites nativas, el nacionalismo católico del primero lo distanciará de Rojas para quien el nacionalismo debía caracterizarse fundamentalmente por su carácter laico y democrático.

3. Rojas, Ricardo. Cosmópolis, Paris: Ed. Garnier, 1908. (Prólogo, VIII)

4. Rojas, Ricardo. Cosmópolis. (op cit)

5. Rojas, Ricardo. (Op cit) pp 87-88.

6. Para el tema se puede consultar el libro de Bertoni, Lilian Ana. Patriotas, cosmopolitas, nacionalistas. Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2001.

7. En este sentido, en La Restauración Nacionalista puede observarse la utilización de términos como " lucha por la vida" o "adaptación", propios del acervo conceptual positivista para fundamentar la extensión de una educación patriótica entre la población. Al respecto dirá: La escuela colonial tiende a prolongar en el criollo hijo de inmigrantes la nacionalidad de sus padres. Ataca, por consiguiente, el patriotismo moral de nuestra nacionalidad. Nos roba o nos desvía futuros ciudadanos con perjuicio para ellos mismos, que muchas veces fracasan o se retardan en la lucha por la vida, debido a una incompleta adaptación que suele comenzar por el desconocimiento del idioma nacional, En La Restauración Nacionalista, La Facultad, 1922, p 200.

8. Terán, O. Vida intelectual en el Buenos AiresFin de Siglo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001, p 155.

9. En su libro Lois psychologiques de l' evolution des peuples, Le Bon expresaba:"Los países en los cuales la proporción de mestizos es demasiado grande están condenados a la anarquía perpetua". Citado En: Salvar la Nación: Intelectuales, cultura y política en los años veinte. Funes, Patricia. Buenos Aires: Prometeo, 2006.

10. La expresión pertenece a Maristella Svampa. En: El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronistas, Buenos Aires: El cielo por asalto, 1996, p 110.

11. De cualquier manera, la búsqueda de nuevos conceptos organizadores o la utilización de nuevos sentidos no excluye la vigencia de un discurso positivista que todavía perdurará en nuestra región para el período 1907 / 1912. Recuérdese el libro de José María Ramos Mejía -Rosas y su tiempo -publicado en 1907 y sus explicaciones sobre el carácter del líder federal, entre las cuales, la herencia por vía materna explica las principales características tanto públicas como privadas del Restaurador de las leyes, o, como se ha señalado más arriba, téngase en cuentas las formulaciones en torno a la raza argentina esbozadas por Ingenieros entre los años 1913/1915.

12. Rojas, Ricardo. La Restauración Nacionalista. (1922), Ed. La Facultad, Bs. As; p 13.

13. Ibidem p, 60.

14. El libro es el resultado del viaje realizado por Rojas entre 1907 y 1908 como representante del gobierno argentino a los fines de estudiar la enseñanza de las humanidades en las escuelas europeas.

15. Daniel Dalmaroni señala este aspecto en su artículo "Los indios argentinos descienden de los barcos (Sobre Blasón de Plata de Ricardo Rojas)". En: Orbis Tertius, 2000, VI (7)

16. Rojas, Ricardo. Blasón de Plata. Buenos Aires: Hyspamérica, 1986, p 67.

17. La expresión nacionalismo cultural pertenece originalmente a Payá y Cárdenas. Sin embargo, el uso ambiguo y polisémico del término nacionalismo obliga a establecer algunas precisiones conceptuales para nuestro estudio. Como señaló Devoto (2005), en los trabajos clásicos sobre la cuestión, el término fue utilizado en un sentido restringido, en tanto se utilizó para caracterizar a movimiento políticos de tipo autoritarios, antiliberales y en cuya retórica ocupaba un papel preponderante el énfasis en las especificidades históricas, culturales o raciales de una comunidad política en relación con otras. Estudios posteriores ampliaron su uso para incluir hacia el dentro del nacionalismo otras experiencias políticas que tuvieron por objetivo la invención de identidades nacionales dentro de determinados confines nacionales a través de la utilización de diferentes instrumentos como fueron la enseñanza escolar de la historia, la geografía, la ritualidad patriótica, en la escuela o en la milicia, las pedagogía de las estatuas y de los símbolos patrios (p XIV) De este modo, el concepto de nacionalismo no es incompatible con la ideología liberal, sino por el contrario, inherente a ese proceso de construcción del estado moderno, tanto en las experiencias europeas como en las latinoamericanas, a partir del siglo XIX.

18. Rojas, Ricardo (op cit) p 115.

19. Ibidem, p 72.

20. Ibidem, p 78.

21. Cabe aclarar que Rojas no usa esta denominación para referirse a las comunidades originarias de nuestro país, el hablará alternativamente de indios, indígenas, nativos y aborígenes para hacer referencia a los mismos.

22. Ibidem, p84

23. Ibidem, p 150

24. Es importante señalar que en Blasón de Plata, la utilización del término extranjero es utilizada para referirse a los europeos no españoles, diferenciándolos de estos últimos. Cuando el autor se refiere al proceso de fusión que señalamos incluye tanto a la unión entre indígenas y españoles como a las diversas mezclas que se dieron entre indios y negros o entre europeos no españoles. De cualquier manera, vale la pena insistir en que Rojas no se refiere solo a la mezcla racial en términos físicos sino a las influencias culturales entre unas y otras sociedades, conformándose así un nuevo tipo claramente diferenciado de sus elementos originales. Nos dice: "Cuando dos civilizaciones se mezclan o sobreponen, pronto aparecen nuevos tipos sociales, que el pueblo se apresura a designar con nombres nuevos. Tal ocurrió en América, cuando el suelo de las Indias los hubo diferenciado, por la adaptación o por la mezcla de los inmigrantes entre sí, y de éstos con los aborígenes." Ver: Blasón de Plata (op cit) p, 116.

25. Ibidem, p 126

26. Ibidem, p 131

27. Ibidem, pp 130/ 131.

28. El término liberales reformistas fue acuñado por Eduardo Zimmermann para caracterizar a una corriente política al interior de las elites estatales oligárquicas del período 1890-1916. Entre otros aspectos, se caracterizaron por: 1- su adhesión al liberalismo progresista, en su mayor parte anticlerical 2 proponer la intervención del Estado para solucionar los conflictos devenidos de la explosión de la llamada cuestión social 3- la convicción de que las soluciones al conflicto social sólo podían venir del mundo de la política, a través de la sanción de un conjunto de leyes que tenían por objetivo disminuir la confrontación social característica del período. Ver Los liberales reformistas: la cuestión social en la Argentina 1890/1916. Buenos Aires: Sudamericana; 1994.

29. Ramos Mejía, José María. Las Multitudes Argentinas. Rosario: Ed Biblioteca, 1974, p 214.

30. Señalaba Rojas al respecto: "Con dicho fin enseñaríase en ella, como complemento del actual curso de arqueología, en su doble carácter histórico y técnico, el quichua, el Guaraní y nociones de otras lenguas americanas, tan indispensables para llegar a los orígenes propios, como para el alumno de l' École de Chartes las lenguas célticas y los dialectos galos." En La Restauración Nacionalista, op cit. p. 306.

31. Rojas, Ricardo, Blasón de plata, op cit, p 80.

32. Allí donde los españoles encontraron sociedades indígenas suficientemente orgánicas para resistirles, como en Méjico y Perú, la fusión fue más lenta y difícil, pues algo de su primitiva estructura sobrevivió en la nueva sociedad, por el contrario, allí donde el indígena era tan indómito y reacio a la civilización como en el Uruguay de los charrúas -cuyo nombre de turbulentos los definía en guaraní -fue menester exterminarlos, y la nueva sociedad se constituyó más pura, pero totalmente advenediza. En: Blasón de Plata (op cit) p 87.

33. En la escritura de Cosmópolis puede leerse la crítica al sufragio que realiza Rojas aún cuando allí no proponga todavía el voto calificado. Claramente, hacia 1908 su preocupación mayor parece ser lo que denomina venalidad del voto para indicar una dura crítica a las prácticas de manipulación electoral vigentes durante el orden conservador.

34. Para el tema se puede consultar el trabajo de Graciela Ferrás En: Villavicencio y Pacecca (comps) Perfilar la Nación Cívica en la Argentina. Figuraciones y marcas en los relatos inaugurales. Bs. As: Del Puerto; 2008.

35. En Cosmópolis pueden anotarse las primeras manifestaciones de desconfianza hacia el voto popular vertidas por el autor. Allí expresa la incertidumbre que le provoca la idea de soberanía popular, constituyendo la ignorancia del pueblo el principal obstáculo para el ejercicio exitoso de la democracia. Ver: Degiovanni, Fernando. Los Textos de la Patria: Nacionalismo, políticas culturales y canon en Argentina. Rosario: Beatriz Viterbo, 2007.

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