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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.16 no.1 Viedma jun. 2013

 

ARTÍCULO

Pueblos indígenas urbanos en Argentina: un estado de la cuestión

 

Laura Weiss, Juan Engelman y Sebastián Valverde
lauttm@yahoo.com.ar - jmengelman@hotmail.com - sebavalverde@yahoo.com.ar
Facultad de Filosofía y Letras - UBA; CONICET - Argentina

Recibido: 08/05/13
Aceptado:
16/05/13

 


Resumen
La problemática de los pueblos indígenas urbanos, resulta un particular desafío para la reflexión desde las ciencias sociales y la disciplina antropológica. Máxime considerando, que en Argentina la mayor parte de los pueblos indígenas reside en ámbitos urbanos y si bien se vienen incrementando recientemente los diferentes estudios en esta línea, ésta ha sido una temática escasamente desarrollada. Nos proponemos como objetivo efectuar una aproximación general de la cuestión indígena urbana contemporánea en Argentina, considerando la dinámica migratoria y los procesos organizativos en ámbitos urbanos. Ejemplificaremos esta problemática a partir de situaciones correspondientes a los tres grupos indígenas de mayor incidencia demográfica del país: el Pueblo Mapuche –a partir del caso de pobladores que han migrado a diversas ciudades de Norpatagonia-, el pueblo Qom y el pueblo Guaraní. En estos últimos dos grupos, analizando los procesos de las comunidades "Nogoyin Ni Nala" (Qom y Moqoit) y "Cacique Hipólito Yumbay" respectivamente, ambas en el Partido de Almirante Brown, en el Gran Buenos Aires (Provincia de Buenos Aires).Nos planteamos como objetivo complementario, formular una serie de lineamientos para el abordaje de esta temática, que sirva como insumo para profundizar en aportes futuros.

Palabras clave: Indígenas urbanos; Migraciones; Procesos organizativos; Pueblo Mapuche; Pueblo Qom; Pueblo Moqoit; Pueblo Guaraní.

Urban indigenous peoples in Argentina: status of the issue

Abstract
The issue of the urban indigenous peoples turns out to be a special challenge to be considered by the social sciences, and the anthropological discipline. This is particularly so considering that, in Argentina, the greater part of the indigenous peoples resides in urban areas, and that, even though different studies performed on this matter have been recently increased, this is an issue that has received little discussion. Our goal set is to make a general approach to the contemporaneous urban indigenous issue in Argentina, and to consider the migration dynamics, and the organizational processes in urban areas. We will provide examples for this issue based on situations corresponding to the three indigenous groups of greater demographic incidence in the country: the Mapuche people -based on the case of inhabitants that have migrated to diverse cities in Northern Patagonia-, the Qom people, and the Guaraní people. In these last two groups, the processes of the "Nogoyin Ni Nala" (Qom and Moqoit) and the "Cacique Hipólito Yumbay" communities respectively, both located in the district of Almirante Brown, in Greater Buenos Aires (the Province of Buenos Aires), were analyzed. We set, as a complementary goal, the creation of a series of guidelines to approach this issue, which can serve as a resource to deepen in future contributions.

Key words: Urban Indigenous People; Migrations; Organizational Processes; Mapuche People; Qom People; Moqoit People; Guarani People.


 

PRESENTACIÓN1

Como resultado de las imágenes fuertemente extendidas en el conjunto de la sociedad en relación a los pueblos indígenas, es muy común suponer que los mismos residen mayoritariamente -o en su totalidad- en los ámbitos rurales, en las "comunidades" y en los lugares alejados de los grandes centros urbanos o en ambos "Desiertos" (Chaco y Patagonia). No exageraríamos si sostuviéramos que prácticamente la totalidad de los argentinos desconocen que siete de cada diez integrantes de los pueblos originarios de nuestro país reside en el contexto citadino o más aún, que de cada tres indígenas, uno habita en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Gran Buenos Aires)

Paralelamente, en las ciudades, la presencia indígena se encuentra sistemáticamente negada, ocultada tras la idea de "los cabecitas negras", "los negros", "los villeros" (Ratier 1972), "los Bolivianos, Paraguayos, Peruanos, etc."; esos "otros" que son permanentemente discriminados y excluidos. También se halla sumamente extendida la noción de que los indígenas "dejan de serlo" porque han migrado a las ciudades, y por lo tanto "han perdido su cultura", presuntamente asociada a "lo rural", a los ámbitos "naturales" de pertenencia indígena.

Estas concepciones -sumamente falaces por cierto- son el resultado de imágenes y prejuicios que aún se encuentran fuertemente arraigados en el imaginario colectivo del conjunto de la sociedad en relación con los pueblos indígenas, y se siguen trasmitiendo a través de diferentes comunicaciones masivas, discursos sociales, programas educativos y de desarrollo, en la promoción de destinos turísticos, etc.

Por ello la problemática de los pueblos indígenas urbanos, resulta un particular desafío para la reflexión desde las ciencias sociales en general y en especial desde la disciplina antropológica. Más aún, si consideramos que la temática ha sido escasamente desarrollada, si bien es oportuno mencionar algunos trabajos pioneros2 y a la vez señalar que se vienen incrementando los diferentes estudios en esta línea, en especial por parte de las jóvenes generaciones de investigadores (muchas veces a través de los primeros trabajos o tesis de licenciatura)

Aquí es necesario destacar la importancia que ha tenido el flujo migratorio de los diferentes integrantes de los pueblos indígenas -al igual que el de otros sectores residentes en el ámbito rural- hacia las diferentes urbes. Migraciones éstas, que se han ido produciendo constantemente, acelerándose en las últimas décadas, como consecuencia de las profundas transformaciones socioeconómicas con la consiguiente desestructuración de las economías domésticas y de subsistencia, y la creciente monetarización y asalariamiento de estas unidades familiares.

Por otro lado, al igual que en toda América Latina, en nuestro país ha sido en estos ámbitos urbanos donde se han venido registrando a partir del retorno de la democracia (y en muchos casos desde años anteriores) procesos organizativos y de movilización étnica sobre la base de demandas etnopolíticas. Ha sido definitoria la participación de estos migrantes, o sus hijos nacidos y criados en contextos urbanos, que se fueron consolidando como dirigentes indígenas a partir de la experiencia en variadas organizaciones sociales, políticas y sindicales (Radovich 2011) Así fue como se pudieron ir gestando y afianzando los movimientos indígenas en los ámbitos urbanos, efectuando una serie de reivindicaciones basadas en la adscripción indígena que comienza a actuar como factor de cohesión y de solidaridad entre sus miembros. En muchos casos, ha sido a partir de estas experiencias que se ha ido tomando conciencia de la propia cultura, fortaleciendo y revalorizando la identidad.

En el presente trabajo nos proponemos como objetivo principal efectuar una aproximación general sobre la cuestión indígena urbana en Argentina en la actualidad, considerando la dinámica migratoria desde el ámbito rural a diferentes áreas urbanas y visualizando los procesos organizativos desarrollados en ellas. Ejemplificaremos esta problemática a partir de tres situaciones correspondientes a los grupos indígenas de mayor incidencia demográfica en la Argentina: el Pueblo Mapuche, el pueblo Qom y el pueblo Guaraní. A partir de este análisis, nos proponemos, como un segundo objetivo, formular una serie de lineamientos para el abordaje de esta temática, que sirva como insumo para profundizar en aportes futuros.

En la primer parte del artículo, efectuaremos una presentación de tipo general sobre los pueblos indígenas en contextos urbanos, tomando los datos estadísticos más recientes y la comparación con diferentes situaciones homologables en América, abordadas por diferentes autores. En la segunda parte, nos centraremos brevemente en el caso de pobladores del pueblo indígena Mapuche que han migrado a la ciudad de San Carlos de Bariloche (Provincia de Río Negro), así como el caso de la comunidad "Nogoyin Nala" de los pueblos Moqoit (Mocovi) y Qom y la comunidad "Cacique Yumbay" del pueblo Guaraní, ambas en el partido de Almirante Brown, en el Gran Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires.

En el trabajo aquí planteado se ven plasmados resultados de las investigaciones desarrolladas por los tres autores. Laura Weiss viene desarrollando su investigación de licenciatura en relación a la comunidad Qom y Moqoit ya aludida. Juan Engelman ha hecho lo propio en relación con la comunidad del pueblo Guaraní antes mencionada (Engelman 2012) y Sebastián Valverde investiga desde hace años los procesos de actualización identitaria, la emergencia y consolidación de los movimientos indígenas, y las demandas territoriales del pueblo Mapuche en el sur argentino.

LA MIGRACIÓN DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN ÁMBITOS URBANOS DE LA ARGENTINA: CONSIDERACIONES TEÓRICAS

Los fenómenos migratorios no constituyen una consecuencia lineal o cuasi-mecánica de modificaciones en las dinámicas estructurales que afectan a las diversas poblaciones que protagonizan tales movimientos, ya que en estos procesos intervienen diversas variables que no pueden ser reducidas a una explicación unicausal.

Los enfoques centrados exclusivamente en el nivel macrosociológico -es decir, la migración rural-urbana como resultado de causas estructurales entendidas como variables demográficas, sociales, económicas y políticas- entendemos que resulta insuficiente al momento de aprehender los procesos migratorios en toda su complejidad. Esta perspectiva, por sí sola no puede dar cuenta de la selectividad de la migración, es decir, si las condiciones estructurales impactan en todos los sujetos sociales en una comunidad, el interrogante natural es por qué unos migran y otros no, y por qué se dan distintas formas de migrar (Arizpe 1976). En el otro extremo, un enfoque centrado exclusivamente en el nivel micro de análisis -es decir, aquel que entiende a la migración como resultado de las motivaciones subjetivas y personales- resulta insuficiente para dar cuenta de la migración en tanto proceso social (Tamagno 2001; Arizpe 1976) Si bien, de acuerdo con esta última autora, este último abordaje permite comprender la selectividad en la migración, parte de la premisa (que también resulta errónea), de que la suma de las maneras de actuar de los actores sociales conforma el proceso social en su conjunto. Así, por lo tanto, se confunden las causas estructurales de la migración con las motivaciones que enuncian los sujetos sociales particulares, al desconocer el contexto económico y social más amplio en el que la migración tiene lugar y el marco en el cual adquiere significado social.

En definitiva, para abordar la complejidad de los fenómenos migratorios, es necesario articular ambos niveles de análisis, es decir causas estructurales y motivaciones subjetivas tal como lo ha planteado Arizpe (1976) cuyo modelo teórico desde la Antropología Social, a pesar del tiempo transcurrido desde su formulación, aun resulta vigente. Desde esta perspectiva, el individuo experimenta las presiones estructurales y lo hace: "[...] a través de una medición: la del grupo al que pertenece, ya sea éste una unidad cultural, ya sea una clase social" (Arizpe 1976: 67).Por tanto, es central la representatividad de los casos estudiados y el contexto local y regional en el que los mismos se inscriben y configuran, ya que la migración constituye -retomando la definición de Tamagno- "[...] el cambio permanente o semipermanente de residencia de los individuos, familias o grandes colectividades que implica cambios en los sistemas de interacción de los que migran" (2001: 45)

Históricamente, el fenómeno de la migración ha sido constitutivo de los pueblos indígenas americanos, como práctica extendida previa y posterior a la conquista europea (Amodio 1996) Sin embargo, estos procesos se han profundizado y han adquirido una particularidad característica con la emigración indígena moderna hacia las ciudades desde la década de 1960 en adelante (Amodio 1996) Así, las migraciones pueden concebirse como un proceso cuya profundidad es histórica, pero que en tiempos más recientes se caracteriza por la magnitud que ha alcanzado.

LAS TRANSFORMACIONES PRODUCTIVAS Y LA AMPLIACIÓN DE LAS MIGRACIONES DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

El aumento de estos movimientos migratorios en las últimas décadas, es consecuencia de profundas transformaciones socioeconómicas en los ámbitos rurales, como la desestructuración de las economías domésticas y de subsistencia, la creciente monetarización y asalariamiento de estas unidades familiares de los pueblos indígenas. A la vez, otra causa radica en el avance de diferentes actividades productivas, en especial ligadas al capital agroindustrial, sobre los territorios en que se asientan estos grupos. Es necesario aquí remarcar la expansión de la frontera agropecuaria y la concentración económica en las distintas estructuras rurales, que viene afectando a los pequeños productores, ocupantes tradicionales de tierras fiscales y privadas, comuneros, pueblos indígenas y aparceros precarios, tendencia que afecta a amplias áreas del país, principalmente en el NOA y NEA. (Trinchero 2010)

Un ejemplo paradigmático es el del pueblo Qom (Toba) que se asienta en la región chaqueña, y constituye el principal pueblo (en términos demográficos) establecido -como resultado de los procesos migratorios- en el eje Rosario- Buenos Aires-La Plata. (Tamagno 2001 y Bigot et al. 1991) Las causas de estos flujos poblacionales, radican en que desde fines del siglo XIX el proceso de expansión del capital agroindustrial en la región chaqueña, ha ido transformando la estructura socio-económica, impactando radicalmente en dicho pueblo originario. La crisis de los obrajes y de la producción algodonera dieron inicio a procesos migratorios que comenzaronen la década de 1960 -y que continúan hoy en día- hacia zonas urbanas y periurbanas, no sólo intrarregionales sino también hacia las localidades recién señaladas, conformándose los denominados "barrios tobas" (que pueden también incluir a otros pueblos relacionados como el Moqoit) Esto permite explicar, como resultado de estos procesos sociohistóricos, que el 68% de los Qom del país resida en zonas urbanas (INDEC 2004-2005)

Recorridos comparables se vienen registrando en diferentes lugares del interior del país, con migraciones intrarregionales hacia localidades de variada importancia. Es el caso del éxodo del pueblo Mapuche3 hacia diferentes ciudades de la región Norpatagonica (que describiremos más adelante)

LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LA CIUDAD

La presencia indígena en las ciudades, se encuentra sistemáticamente negada, ocultada y estigmatizada.En muchos casos, los propios censos han contribuido a dicha invisibilización al emplear preceptos esencialistas4 que no registraban a los indígenas urbanos, como fue caso del Censo Indígena Nacional de 1968-5. Como es esperable, fue registrada una población mucho menos numerosa que la que se hubiera podido detectar si los criterios hubieran sido otros, totalizando algo más de 70.000 indígenas en el conjunto de la Argentina (Maidana et al. 2009)

En muchos casos los pobladores han ido conformando diferentes "barrios" como resultado de las vinculaciones familiares y apoyos entre parientes, amigos y diferentes relaciones sociales. No sólo se trata de las denominadas "cadenas y redes migratorias" (Devoto 2006 y Pedone 2010)6 que operan a la hora de establecerse en el lugar de destino, conseguir trabajo, contactos, etc., sino que -parafraseando a Amodio (1996)- son expresión de los "territorios populares urbanos" en los que se yuxtapone lo étnico, la pobreza y el desarraigo propio de diversos ámbitos de América Latina. Luego estos agrupamientos se van conformando como "comunidades" al tramitar y en muchos casos formalizar su reconocimiento ante organismos como el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, la Dirección de Personas Jurídicas de la Provincia de Buenos Aires, etc. En otros casos, los migrantes no conforman comunidades urbanas, aunque esto no exime que en un futuro se pueda dar dicho proceso de organización.

Desde ya en los diferentes pueblos, las labores que desempeñan en el ámbito urbano los migrantes indígenas se dan en trabajos precarios, por lo general estacionales, con bajos salarios, oficios de baja especialización y duras condiciones de trabajo. Es muy común que los hombres se empleen en el rubro de la construcción, limpieza y mantenimiento y las mujeres en el servicio doméstico.

Todos estos factores se traducen en diversas situaciones de pobreza y precariedad social. Por esto mismo, suelen ser beneficiarios de diferentes planes sociales del Estado, destinados a paliar la pobreza y el desempleo.7

Asimismo, con el retorno a la democracia la "cuestión indígena" -junto a la defensa de los derechos humanos- ha cobrado un papel destacado en la agenda pública en la Argentina. De esta forma, el reconocimiento a los pueblos indígenas se expresa en transformaciones en la jurisprudencia8, dentro de un panorama mayor configurado por el auge y consolidación de movimientos étnicos en América y Argentina (principalmente hacia fines de la década de 1980 y durante los años 1990)

Estos procesos de creciente autoreconocimiento, emergencia étnica (Bartolomé 2006 y Pacheco de Oliveira 1999) y la afirmación de los pueblos como sujetos de derecho, se ven reflejados en las cifras censales que progresivamente van a dar cuenta de estos asentamientos indígenas en áreas urbanas. No obstante, es necesario señalar que estos valores pueden ser aún mayores, precisamente por los prejuicios aún presentes, que en muchos casos han llevado a subestimar en dicho contexto su presencia.

De acuerdo con datos del último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del año 2010 (INDEC 2012), la cifra de hogares con una o más personas que se reconoce como perteneciente o descendiente de un pueblo indígena es similar a una década atrás, es decir, un 3,03%. El pueblo Mapuche es el grupo originario más numeroso, con 205.009 integrantes. Después, le siguen el pueblo Qom (Toba) (126.967 integrantes), Guaraní (105.907), Diaguita (67.410), Kolla (65.066), Quechua (55.493) y Wichí (50.419). El 70% de la población originaria de la Argentina se concentra en estos siete pueblos aquí mencionados (INDEC, 2012), en tanto el 30% restante se atomiza en más de 30 etnias diferentes.

Como es factible observar en el cuadro adjunto, en primer lugar la región Pampeana-Patagónica y luego la del Noroeste y Noreste, son las que concentran mayor porcentaje de población indígena sobre el total de habitantes de cada una de las mismas, mientras Mesopotamia, Cuyo y Centro reúnen las menores proporciones.

 

Cuadro N°1. Hogares por región con una o más personas indígenas o descendientes de pueblos indígenas sobre el total de hogares por región

Fuente: Reprocesamiento propio por región a partir de los datos del "Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010" - Cuadro 5. Hogares con una o más personas indígenas o descendientes de pueblos indígenas u originarios según provincia. Total del país. Años 2001 y 2010 (INDEC 2012: 288).

 

Estos resultados, es necesario analizarlos en complementariedad con los que visualizamos a continuación en el cuadro Nº 2, donde se presenta la incidencia de la población indígena de cada una de las regiones sobre el total del país. Aquí, nos encontramos con datos que resultan verdaderamente sorprendentes, al menos en función de las imágenes fuertemente extendidas que existen sobre los lugares en que se asientan los indígenas en Argentina.

La región Centro -Córdoba, Santa Fe, Provincia de Buenos Aires (Interior y Gran Buenos Aires) y Ciudad Autónoma de Buenos Aires- concentra la mitad (52,7%) de los hogares con población indígena del país. Si consideramos dentro de esta región la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires diferenciados del resto (Córdoba, Santa Fe e Interior de Provincia de Buenos Aires), observamos que casi un tercio de los indígenas de la Argentina (28,8%) residen en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)9. Las regiones del Pampeana-Patagónica, Noroeste y Noreste y concentran el 17,6%, 14,4% y 6,5% respectivamente de la población indígena de la Argentina. Finalmente, las de menor incidencia sobre el total del país son Cuyo -5,7%- y Mesopotamia -3,1%-.

 

Cuadro N° 2. Hogares con una o más personas indígenas o descendientes de pueblos indígenas u originarios por región10, porcentaje sobre el total de hogares del país (indígenas y no indígenas) y porcentaje sobre el total de Hogares con población indígena.

Fuente: Reprocesamiento propio por región a partir de los datos del "Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010" - Cuadro 5. Hogares con una o más personas indígenas o descendientes de pueblos indígenas u originarios según provincia. Total del país. Años 2001 y 2010 (INDEC 2012: 288)

 

En definitiva, vemos como existe una preponderancia sensiblemente mayor de lo que se supone de presencia indígena en ámbitos urbanos y en la región Centro y, como contrapartida, menor en las regiones incorporadas más tardíamente a través de campañas militares, -los "Desiertos"- al Estado-Nación.

No obstante, dada las particularidades en la conformación de dichas sociedades regionales, es mayor la visibilidad pública de los pueblos indígenas y su importancia cómo parte de la identidad constitutiva local, lo que reproduce la idea que es en estas zonas –casi exclusivamente- donde se asienta la población indígena del país.

LA RECREACIÓN Y REACTUALIZACIÓN DE LAS IDENTIDADES INDÍGENAS EN ÁMBITOS URBANOS

Bengoa (2007) describe una imagen que podría resultar sorprendente al dar cuenta de las características que asume la movilización indígena en América Latina en tiempos recientes. En los barrios pobres de la ciudad de Santiago (capital de Chile), se reúnen asiduamente cientos de Mapuche y efectúan la ceremonia del Ngillatún, recreando la forma en que la hacían (ellos o sus ancestros) en el sur del país desde tiempos inmemoriales (Bengoa 2007: 63). En términos comparables, encontramos que las comunidades de Almirante Brown (al sur del conurbano bonaerense), celebran hace años -el primero de agosto- el día de la Pachamama en la plaza principal del distrito, junto a otras festividades durante el curso del año. En éste último caso, no sólo resulta importante el hecho de reunirse, sino que encauza procesos de negociación y reconocimiento con el Municipio local. De modo que, si bien son espacios de recreación y reactualización de las identidades indígenas en ámbitos urbanos, expresan un mayor nivel de visibilización que contrasta incluso con tiempos muy recientes.

Imágenes como las aquí descriptas, se multiplican a lo largo de todos los países de la región y son cada vez más comunes en el paisaje de América Latina. De allí que cualquier enumeración de situaciones similares resultaría siempre incompleta y arbitraria.Es el caso de los indígenas mexicanos que se han visto obligados a migrar a California (EE.UU.), y han conformado organizaciones oaxaqueñas, mixtecas, zapotecas, o los ejemplos del mismo pueblo Mapuche en contextos urbanos de Chile (Bengoa 2007 y Campos Muñoz 2008) y Argentina (Radovich 1992) Los quechuas en Lima, Perú, han conformado los denominados "Pueblos nuevos" –asentamientos precarios sin servicios-.

Ahora bien, paradójicamente, es en estos ámbitos urbanos donde se han ido dando procesos organizativos y de movilización étnica sobre la base de demandas etnopolíticas, efectuando una serie de reivindicaciones basadas en la adscripción indígena, la que comienza a actuar como factor de cohesión y de solidaridad entre sus miembros mediante la revalorización de la identidad (Radovich 2011) En nuestro país, se da con el retorno de la democracia en 1983 (y en muchos casos desde años anteriores). Ha sido central la participación de estos migrantes que se fueron consolidando como dirigentes indígenas en diversas organizaciones sociales, políticas y sindicales.

Debemos comprender, como parte de estas dinámicas, que las ciudades tienen la particularidad de poner en contacto a conjuntos de residentes de distintas regiones y comunidades y, en forma paralela, de incentivar su asociatividad como forma de enfrentar la adversidad que supone la migración. También constituyen ámbitos particularmente apropiados para establecer relaciones con las instituciones nacionales e internacionales, gubernamentales y no gubernamentales (Aravena et al. 2005)

Deseamos enfatizar que esta "emergencia" o "recreación" de identidades en los ámbitos urbanos, no implica la "recuperación" de antiguas identidades rurales que se habían "perdido", sino de identidades recreadas por la nueva dirigencia en los nuevos contextos urbanos (Bengoa 2007: 91) Aquí es necesario comprender la complejidad y multidimensionalidad de esta reinterpretación de las culturas rurales en las ciudades, ya que no se reniega de las nuevas pautas de la ciudad, ni por ello los migrantes se dejan de integrar a la misma, pero la cultura -en palabras de este último autor- "se reconstruye como un 'segundo texto' subrepticio pero de mejor calidad, ya que es el que otorga sentido a la acción" (Bengoa 2009: 17). Así vemos, que la recreación de identidades y colectividades que remiten al lugar de origen, no resulta contradictoria con la incorporación de estos migrantes a los ámbitos urbanos de recepción. Al contrario, pueden darse en simultáneo y reforzarse entre sí. (Crosa 2007)

A partir de estos preceptos, no es extraño advertir dentro de estos nuevos sujetos sociales urbanos que vienen revalorizando las diferentes identidades indígenas, la combinación y fusión dentro de la misma -y de sus acciones reivindicativas concretas-, diferentes adscripciones territoriales y locales, etarias, de género, político-ideológicas, etc. Un ejemplo paradigmático es el denominado "colectivo Alteño vecinal" en el "El Alto" en Bolivia. Tal como ha sido analizado por Revilla Herrero; Arteaga Aguilar y Espósito Guevara (2008), este grupo comparte además de la adscripción reivindicativa urbana asociada a los sectores populares, valores culturales vinculados al origen aymara de estos migrantes (Revilla Herrero et al. 2008)

Otro aspecto central de estas dinámicas, es que esta reinterpretación urbana viaja nuevamente al campo y allí se vuelve a reinstalar, reconstruir y rediseñar. Son "identidades de ida y regreso" (Bengoa 2009). Debemos considerar, en este sentido, la forma como en las últimas décadas se ha redefinido radicalmente "lo rural" y "lo urbano" con las profundas reconfiguraciones en la interrelación entre estos ámbitos que se vienen dando en toda América Latina (Giarraca 2001y Teubal 2001)

Estos cambios permiten explicar la estrecha interrelación campo-ciudad -impensable poco tiempo atrás- (en especial en las comunidades cercana o periurbanas), propiciada de forma reciente por el desarrollo de las comunicaciones (Internet y telefonía celular) y el transporte, lo que permite mantener una estrecha fluidez o "continuum", entre las ciudades y las comunidades indígenas rurales (Bengoa 2009: 17)

LOS POBLADORES INDÍGENAS EN ÁMBITOS URBANOS: LOS MAPUCHE EN LA CIUDAD DE SAN CARLOS DE BARILOCHE (PROVINCIA DE RÍO NEGRO)

Uno de los ejemplos que deseamos presentar, se refiere a pobladores Mapuche que han migrado a los ámbitos urbanos y han conformado diferentes organizaciones etnicistas y comunidades desde dicho ámbito. Nos centraremos específicamente en el caso de la ciudad de San Carlos de Bariloche11 (Provincia de Río Negro) dado que ha recibido importantes flujos poblacionales desde el ámbito rural.

Los integrantes de las diversas poblaciones Mapuche circundantes a la ciudad fueron migrando hacia esta localidad o a otras zonas cercanas para desempeñarse en diferentes trabajos asalariados -ya sea diariamente, por temporada o en forma permanente-.12 Las actividades agrícola-ganaderas que desarrollaban estas familias fueron declinado como consecuencia de la creciente reducción de los espacios territoriales (ante el avance de diferentes agentes estatales y privados), la imposibilidad de las economías domésticas de acrecentar su producción en la misma proporción que su incremento poblacional y la progresiva reducción del mercado para la venta de las diversas elaboraciones domésticas de las que antes eran abastecedores.

A finales de la última dictadura cívico-militar (años 1976-1983) y con la reinstauración democrática se fueron conformando variadas organizaciones indígenas a instancias de estos migrantes o sus descendientes. Algunos de ellos, contaban con experiencias sociales, políticas, sindicales, etc. así como en tareas comunitarias vinculadas al obispado local. De hecho el rol de sectores de base de la iglesia católica, fue central en la conformación de estas organizaciones indígenas. Esto se observa en relación a uno de los grupos que se conformó en este contexto: el "Consejo Asesor Indígena" (CAI)13 de la Provincia de Río Negro. Su surgimiento en el año 1984, tiene como antecedente el movimiento solidario llevado a cabo por el accionar de la iglesia, los dirigentes Mapuche y el gobierno provincial, para contrarrestar los efectos de una gran nevada que ese mismo año afectó a gran parte de los pequeños productores rurales de la zona (causando la muerte del ganado ovino, fuente de subsistencia de estos productores familiares)14 Desde su conformación, el CAI se fue fortaleciendo como organización social independiente, por lo que fue enfrentándose crecientemente con el gobierno provincial y terminó constituyendo un grupo autónomo del mismo (Radovich 1992) También por aquellos años, fueron surgiendo otras agrupaciones como los denominados "Centros Mapuche" de esta localidad de Bariloche, al igual que en otras de la región (El Bolsón, General Roca, etc.)

Pero además, un fenómeno que ha comenzado a extenderse en la última década, es el de diversos grupos familiares asentados en las áreas periurbanas del Parque Nacional Nahuel Huapi -lindante con la ciudad de San Carlos de Bariloche-, que históricamente se autodefinían y eran visibilizados públicamente como "pobladores" (en gran medida como resultado del proceso histórico de invisibilización y ausencia de reconocimiento como indígenas), que comenzaron a adscribirse y a reivindicarse públicamente como "Mapuche", demandando al Estado su formalización como "comunidades". En estas dinámicas de reterritorialización -o "viajes de vuelta" que ya señalara hace unos años Pacheco de Oliveira, 1999- ha sido definitoria la manera en que los integrantes de estas familias –devenidos en la nueva dirigencia urbana- ha revalorizado la propia cultura en este contexto no tradicional (Valverde 2010)

LAS COMUNIDADES QOM, MOQOIT (MOCOVI) Y GUARANÍ "NOGOYIN NALA" Y "CACIQUE YUMBAY" DEL PARTIDO DE ALMIRANTE BROWN, EN EL GRAN BUENOS AIRES (PROVINCIA DE BUENOS AIRES)

El nucleamiento guaraní "Cacique Hipólito Yumbay", en el barrio de Almafuerte de la localidad de Glew, partido de Almirante Brown está compuesto por aproximadamente 18 familias, cuyos mayores se instalaron en los predios urbanos a mediados de los años de 1970. La familia troncal, originaria del chaco boliviano, inició este recorrido asentándose primariamente en la provincia de Salta15, durante las primeras décadas del siglo XX. Su relocalización en la ciudad de Tartagal (Departamento de General Mazza) de esta provincia, no sólo respondió a una reestructuración del agro que se tradujo en el trabajo temporal en ingenios, sino en la búsqueda de mejores condiciones de vida. No obstante, el avance de la frontera agropecuaria por medio de los poderes locales, devino en la expropiación de las tierras comunitarias -mediante una orden de desalojo-. En consecuencia, la familia extensa se dividió y mediante dos viajes se trasladaron a la Provincia de Buenos Aires, dado que parte de la comunidad ya había migrado anteriormente, pocos años antes de este conflicto con el territorio. En un comienzo llegó el padre junto a dos hijos, y se instalaron en Pompeya (CABA) –lugar de residencia de los primeros migrantes-; pero el hacinamiento hizo que buscaran otro espacio para instalarse. Elegir Glew, como residencia final, estuvo signado por ciertas actividades y nociones características del grupo y de su historia con el espacio. El monte, muchas veces de acuerdo con los testimonios, aparece como imagen de un "tiempo mejor", carente de conflictos. A través de tales experiencias pasadas fue más sencillo instalarse definitivamente en Glew, un lugar descripto "como todo campo".

Un nuevo conflicto territorial vivió la comunidad a principios del año 1991 con la llegada de otro intento de desalojo.16 Esto motivó, la necesidad de tramitar su personería jurídica y, de ese modo, acceder al reconocimiento estatal. El sin fin de avatares burocráticos y legales, que desplegaron sus miembros a la hora de generar la documentación probatoria, tuvo como contracara una organización política que no sólo propició nuevas líneas de acción, sino que cementó vínculos con otras comunidades del municipio y organizaciones sociales que apoyaban la causa indígena. El resultado de este nuevo campo político -más amplio, heterogéneo y conflictivo- avanzó con convenios y el desarrollo de "eventos culturales" junto a las autoridades municipales, quienes vieron en este fortalecimiento y visibilización un medio para promover el paternalismo y el asistencialismo en el municipio. Finalmente, la comunidad logró la compra de las tierras gracias a fondos otorgados por el INAI (Instituto de Asuntos Indígenas)

"Nogoyin Ni Nala" está asentada en la localidad de Rafael Calzada y se compone aproximadamente por 60 familias. En ella conviven diversos pueblos originarios -en su mayoría qom (toba), luego moqoit (mocoví)- que han arribado en distintos momentos desde la provincia del Chaco a partir de mediados de 1960. Si bien esta localidad ha sido el destino de estos migrantes, el recorrido del monte a la ciudad no ha sido unidireccional. Quienes migraron nacieron en distintas localidades al sur de la provincia del Chaco17 y las primeras trayectorias migratorias de las familias -realizadas en busca de empleo- tuvieron como escenario ciudades y localidades en el Gran Chaco18, en tanto su incorporación al trabajo se dio en obrajes y en la producción algodonera. La crisis en esta actividad desde mediados de la década de 1960 y la mecanización del agro a partir de 1970 que ya hemos señalado, provocó que muchos de ellos se constituyeran en mano de obra "sobrante". Conjuntamente, el avance de la frontera agropecuaria resultó en una creciente presión sobre las tierras de sus comunidades. Por otro lado, los recuerdos de esta época expresan una doble discriminación en términos de su origen étnico y posición de subordinación social. De este modo, la forma de mitigar la violencia cotidiana y las difíciles condiciones laborales consistió en migrar hacia ciudades más lejanas -en pos de una mejor calidad de vida- como Resistencia en la provincia del Chaco o en el Conurbano Bonaerense como Isla Maciel en Dock Sud (Avellaneda), Villa Iapi (Quilmes) y finalmente Rafael Calzada (Almirante Brown) Hacia mediados de la década de 1960, la zona de Rafael Calzada era un amplio espacio verde y los primeros lotes fueron comprados por una pareja qom-guaraní. Posteriormente, se fueron instalando sus familiares provenientes de la provincia del Chaco, así como también quienes se habían asentado en un primer momento en Dock Sud y Villa Iapi. El imaginario idealizado y afectivo sobre el monte estuvo presente al momento de elegir "un espacio verde" y asentarse en él, así como también la importancia de la proximidad espacial para "estar más tranquilos y juntos" y desarrollar sus prácticas socio-culturales. Si bien la búsqueda de "una mejoría" -las expectativas de ascenso social- pronto se encontró limitada, las relaciones de parentesco de familias extensas les permitieron a los migrantes contar con algún tipo de apoyo económico y de contención afectiva.19

La comunidad "Nogoyin Ni Nala" comenzó a conformarse políticamente hacia fines de los años 1990. Junto a otras agrupaciones del municipio participaron en la formación de la "Mesa de Organización de Pueblos Originarios de Almirante Brown" -entidad con personería jurídica como Asociación Civil-. Y compartió, además, el espacio de trabajo con "Cacique Hipólito Yumbay" (analizada precedentemente) en la "Coordinación de Pueblos Originarios de Almirante Brown" y en el "Consejo Indígena de Almirante Brown". Estas articulaciones, fortalecieron la circulación de información política relevante, la puesta en práctica de distintas acciones políticas colectivas, la reproducción de relaciones de sociabilidad y el mantenimiento de la cohesión intragrupal.

PALABRAS FINALES

A partir del recorrido efectuado, observamos que la problemática aquí abordada conlleva dinámicas sumamente complejas, cuya indagación representa un desafío y a la vez una necesidad, ante la creciente presencia indígena como parte de la "diversidad urbana".

En primer lugar, los lazos de parentesco -en tanto familias extensas- y la relación de los migrantes que integran las comunidades urbanas con los familiares del interior del país y las poblaciones de origen, se constituyen como un aspecto relevante y a ser indagado. Tales vínculos, lejos de disgregarse se reconfiguran y desarrollan un rol cardinal en el apoyo económico y afectivo para los "recién llegados". Pues, las relaciones de los individuos, familias y grupos con los nucleamientos de origen, y al interior de éstos, se redefinen como resultado de la interrelación rural-urbana. Por lo tanto, la migración no implica la oposición urbano-rural ya que como hemos visto, se constituye en una experiencia familiar y colectiva, donde las estadías y las migraciones temporales se vuelven prácticas extendidas.

Este aspecto, forma parte fundamental–al decir de Bengoa- de "una segunda etapa en la emergencia indígena" (2009), donde uno de los rasgos fundamentales consiste en la estrecha interrelación y profunda redefinición en las articulaciones campo-ciudad (Bengoa 2009: 17) De esta manera, la comunidad puede ser repensada a través de las relaciones que sus miembros desarrollan en y fuera de ellas, sobre espacios sociales -laborales, parentales, de amistad, incluso religiosos- distendidos en términos espaciales (Gundermann et al. 2009)En el caso Mapuche, en Bariloche, lo emblemático ha sido cómo las organizaciones urbanas desafiaron la negación e invisibilizacion histórica de Parques Nacionales al efectuar una "vuelta al territorio" en ámbitos rurales o periurbanos cercanos. En los casos Guaraní y Qom-Moqoit, de acuerdo con la magnitud de la familia nuclear y extensa que ha migrado, se observan diferentes vinculaciones con el lugar de origen. A diferencia de la primer comunidad, en "Nogoyin Ni Nala" no solo se efectúan visitas en ambos sentidos sino que se reúnen donaciones para enviar a la provincia de Chaco y, a la vez, se efectivizan trámites en organismos públicos en la Ciudad de Buenos Aires a fin de gestionar diversos proyectos destinados al lugar de origen.

Otro reto relacionado a este último punto, es la instrumentación de diversas políticas públicas en el contexto urbano que implican o no, como destinatarios, a los diversos pueblos originarios. En este sentido, el acceso de la población indígena a planes de asistencia social y subsidios estatales ha operativizado circuitos de comercialización de bienes por un lado, y ha reorientado los sentidos de las prácticas etnopolíticas por el otro. Con esto no queremos decir que se han visto soslayados los reclamos territoriales e identitarios -puesto que siguen siendo el eje principal de la lucha indígena- sino que el acceso a tales recursos ha dinamizado y enriquecido las prácticas políticas. En este sentido, un ejemplo paradigmático, es el de un dirigente indígena de una de las comunidades urbanas, cuyo ingreso diario se basa en la comercialización de artesanías que recibe de diversos pueblos y regiones del país. Esto no sólo da cuenta de la relación entre lo urbano y lo rural en términos continuos; sino que tal articulación es posible gracias al aumento de la "bancarización" del segmento indígena como consecuencia de dichos planes sociales. De este modo, el acceso al mercado laboral en la ciudad es redefinido en función de los medios y vínculos que ofrecen los nuevos espacios de organización social y política.

Otro de los aspectos, que forma parte de esta problemática y que es necesario continuar indagando, es la presencia de los movimientos indígenas urbanos y las nuevas configuraciones que asumen en las urbes. La creciente articulación de nucleamientos y comunidades indígenas en el nivel local, son la prueba del fortalecimiento y visibilización del trabajo y organización política de las mismas. A su vez los espacios de discusión se vuelven más heterogéneos y amplios como resultado de la inclusión de nuevos actores y modalidades de acción, al tiempo que sus configuraciones también resultan sumamente variables en función de las realidades particulares (según el municipio, la zona, etc.)

Estas organizaciones urbanas, progresivamente se van convirtiendo en ámbitos de referencia, no solo como espacios de reunión y planificación de actividades sino a través de una de sus estrategias de mayor impacto: la visibilización de la "cuestión indígena" en la esfera pública (ya sean plazas, colegios o fundaciones locales, etc.) En este sentido, la generación de espacios de negociación, participación y co-gobierno con las entidades municipales debe ser remarcado, ya que era una tendencia en otros países de la región (Bengoa 2009; Assies y Gundermann 2007); donde la Argentina parecía estar más rezagada. Sin embargo, la creciente articulación se evidencia en múltiples contextos locales. Por ejemplo, a la participación de las comunidades en el municipio de Almirante Brown se le puede sumar el caso de la localidad de "El Aguilar", en la Provincia de Jujuy, donde el "Movimiento Comunitario Pluricultural" ha accedido al gobierno comunal (Rojas 2013)

Ahora bien, estas dinámicas novedosas de participación, también acompañan elevados niveles de tensión, en especial a la hora de generar resultados concretos. La demora en la instrumentación de los diferentes cambios, la burocratización de la dirigencia que participa en estos ámbitos oficiales y el desconocimiento de los procederes institucionales, genera un efecto contradictorio y a la vez paradójico. Por un lado, se repliega el accionar de los movimientos y suelen establecerse diferencias internas con la propia dirigencia indígena que participa de estas instancias, pero a la vez esto posibilita el fortalecimiento de los reclamos. Las reformas jurídicas de las últimas décadas, han sido claves en la apertura de estas instancias de participación, por eso podemos hablar hoy de una "Coordinación de Pueblos Indígenas" en un municipio del conurbano.

Más allá de los diversos aspectos que efectivamente restan por abordar, es nuestro humilde deseo que este recorrido resulte una contribución a echar a luz sobre esta temática, y en especial a considerar que los pueblos indígenas no son "relictos de un pasado" ni residen exclusivamente en las áreas rurales "alejadas", sino también forman parte de la realidad cotidiana de las ciudades.

Notas

1. Este trabajo se enmarca en el proyecto UBACyT 2012-2015:"Etnicidades, movimientos y comunidades indígenas en contextos de promoción de emprendimientos productivos: una perspectiva comparativa entre los pueblos indígenas Mapuche, Chané, y Qom", Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, bajo la dirección del Dr. Sebastián Valverde.

2. Ver los trabajos de Tamagno 1986; Vázquez y Bigot 1988 y Bigot et al. 1991.

3. El pueblo Mapuche ("gente de la tierra") se asienta a ambos lados de la Cordillera de los Andes. En Chile se localizan en la Octava, Novena y Décima Región y en la región Metropolitana como resultado de las migraciones. Suman un millón de integrantes (Bengoa, 2007) y son el pueblo indígena más significativo de ese país. En Argentina, se ubican en las provincias de Chubut, Río Negro, Neuquén, La Pampa y Buenos Aires (Radovich 2003). De acuerdo con datos del censo del año 2010, supera los 200.000 miembros y es también el principal pueblo originario del país (INDEC 2012)

4. Los abordajes denominados por distintos autores como "esencialistas" -o "primordialistas"- han sido definidos por Trinchero (2000) como aquellas orientaciones etnográficas que se dirigen hacia "[...] la detección de determinados atributos específicos, que se vinculan a rasgos o prácticas que se suponen originarios, y que la identidad portada por individuos o algún colectivo tiende a preservar o mantener" (2000: 28). Dentro de estos "rasgos" que se suponían originarios se encontraban ciertos atributos como el uso de la lengua, determinados caracteres biológicos y una "cultura común" (ya que se concebía que a "una raza" le correspondía "una cultura")

5. Tal como ha analizado Liliana Tamagno y su equipo (Maidana et al. 2009), el sesgo culturalista de dicho Censo (en boga todavía por aquellos años) presumía que los indígenas para poder ser considerados como tales, debían asentarse "en sus lugares de origen", excluyendo así a los que habitaban en el ámbito rural, pero no vivían en "comunidad" y a los que habían migrado a centros urbanos.

6. Claudia Pedone (2010: 107) -quien ha estudiado los migrantes Latinoamericanos en Europa- define por cadenas migratorias "la transferencia de información y apoyos materiales que familiares, amigos o paisanos ofrecen a los potenciales migrantes para decidir, o eventualmente, concretar su viaje. Las cadenas facilitan el proceso de salida y llegada, pueden financiar en parte el viaje, gestionar documentación o empleo y conseguir vivienda" (McDonald 1964; Malgesini y Giménez 1997 en Pedone 2010). También en ellas se produce un intercambio de información sobre los aspectos económicos, sociales y políticos de la sociedad de llegada. Siguiendo a esta autora, las redes migratorias"son estructuras sociales mayores que trascienden los límites geográficos y tienen un carácter eminentemente transnacional, e involucran a todas aquellas personas e instituciones que están vinculadas al hecho migratorio: políticas de estado (origen y destino), migrantes, empleadores y empleadoras, ONGs, personal de servicios sociales (preferentemente educación y salud), instituciones religiosas, asociaciones de migrantes" (2010: 107)

7. En Argentina los "Planes Sociales del Estado" constituyen un aliciente económico a familias "pobres" y desempleadas, a través de la cobertura a las necesidades básicas familiares. Comenzaron a implementarse partir de los años 1996-1997, a raíz del incremento en los niveles de desempleo y como política focalizada hacia jefes de hogar en dicha situación. Luego, en la última década, se han ampliado a través del fomento de cooperativas que proveen con insumos y servicios al propio Estado y a través de prestaciones de amplia cobertura e impacto social como la Asignación Universal por hijo (AUH), buscando generar transformaciones en el mundo del trabajo, la producción y el desarrollo local.

8. En este arduo proceso, un punto de inflexión lo supuso, en la Reforma Constitucional de 1994, la incorporación del artículo 75, inciso 17, en el que se reivindican a las comunidades indígenas y se reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas en el país.

9. Es necesario aclarar que en el Censo del año 2010 se utilizaron dos cuestionarios. Uno fue el formulario general, destinado a todos los hogares. El otro fue un cuestionario ampliado de carácter excepcional -en el que se hizo la pregunta de si alguna persona de ese hogar es indígena o descendiente de pueblos indígenas- el cual se aplicó en todas las ciudades de menos de 50 mil habitantes y, en las grandes ciudades, a una muestra de viviendas repartidas estadísticamente. A partir de esto se hizo una proyección del total censado en esas ciudades, a partir del cual se obtuvieronestas cifras.

10. Agrupación de provincias por región: Región del Noroeste (Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja); Región de Noreste: (Formosa, Chaco, Santiago del estero); Región Mesopotamia: (Misiones, Corrientes y Entre Ríos); Región de Cuyo: (Mendoza, San Juan y San Luis); Región Centro: (Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y Región Pampeana-Patagónica: (La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego)

11. Posee una población de 108.205 habitantes (Diario "Bariloche 2000" 26/11/2010) siendo el principal centro urbano de la "zona de los lagos" y uno de los principales de la Patagonia.

12. De acuerdo con datos de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI-INDEC 2004-2005) de la población Mapuche que reside en las provincias de Chubut, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego, la gran mayoría (71,6%) se asienta en ámbitos urbanos (localidades de más de 2000 habitantes), mientras el 28,4% restante lo hace en áreas rurales (INDEC-ECPI 2004)

13. El nombre de "Consejo Asesor" se debe a que estuvo integrado originalmente por promotores y técnicos que asesoraban al gobierno provincial (Radovich 1992)

14. La iglesia católica lanzó la campaña "una oveja para mi hermano", con el fin de recomponer el stock ganadero de estos sectores perjudicados. Simultáneamente, el Obispado de Río Negro puso en marcha un proyecto de promoción social para trabajar sobre las necesidades de estos pequeños productores rurales.

15. La línea parental –abuelas/os y bisabuelas/os- nacidos en las localidades de Alto Parapetí y Alto Camiri, departamento de Santa Cruz, Bolivia.

16. Será a partir de este conflicto que el nucleamiento decidirá autodenominarse "Cacique Hipólito Yumbay", en honor a un referente que luchó por la defensa y cultura del pueblo Guaraní.

17. En Colonia Aborigen Chaco o Napalpí, Quitilipi, Charata, Colonia Cacique Catán, San Bernardo, Villa Ángela, Coronel Du Grati y Santa Sylvina.

18. El Gran Chaco es la región sudamericana que corresponde a los territorios que se extienden en el espacio comprendido entre el sur de Brasil, el oeste del Paraguay, el oriente boliviano y el centro-norte de Argentina (Trinchero 2000: 67)

19. Estas relaciones han tenido un papel preponderante en el asentamiento y acceso a un mercado de trabajo restringido e informal. Mediante los lazos familiares, los hombres se emplearon, principalmente, en tareas de mantenimiento, plomería, herrería, mecánicas, textil, mientras que las mujeres lo hicieron en el servicio doméstico, textil, limpieza y cuidado de niños.

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