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Revista Pilquen

On-line version ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.16 no.1 Viedma June 2013

 

RESEÑA

 

Cervera Salinas, Vicente. Escalada y otros poemas. Madrid: Verbum, 2010, 78 pp. Prólogo de José Emilio Pacheco.

Marisa Martínez Pérsico
m.martinezpersico@unimarconi.it
Universita' degli Studi Guglielmo Marconi – Roma - Italia

Recibido: 06/02/13
Aceptado:
14/02/13

 

Publicado por la editorial madrileña Verbum, Vicente Cervera Salinas nos dispensa su cuarto poemario, Escalada y otros poemas (2010), con prólogo de José Emilio Pacheco. El escritor albaceteño ha trepado metafóricos peldaños; si El alma oblicua (2003) era un libro de pendientes y declives, palpables en títulos como "Bajada al metro", "Escaleras abajo" o "Yacimientos", este poemario lo es de ascensos y escaladas ("aligero así cuanto se inclina/ a la caída"; "Miro en torno, y advierto/ –sorprendido– que el camino era/ un ascenso y el viaje una/ escalada, que permite recostarme/ en su penumbra vertical") Si sus versos precedentes se solazaban en la conjunción de negaciones y lítotes ("los objetos/ que no tocas... Nada saben/ Nada indican") homenajeando tácitamente un procedimiento capital de la literatura borgiana a la que consagró su precoz tesis doctoral y posterior ensayo Jorge Luis Borges, historia de una eternidad (EDITUM, 1992), su última poesía se nutre de gozosas aserciones y aquiescencias ("Hay una alegría/ tersa y coronada por los dioses/ del recuerdo"; "Fuerza imperiosa del deseo, verde/ crótalo de la fatiga que silba por/ cuanto pudo haber sido y aun pudiera/ ser, mientras vivo sea el aliento")

La travesía vital como catedrático de literatura hispanoamericana de la Universidad de Murcia se transparenta en la predilección de paratextos y dedicatorias: el epígrafe de Altazor ("¿y caer a través de tu cuerpo de tu zenit a tu nadir?), así como el poema homónimo ("Del zenit al nadir") al comienzo de la tercera sección; el cuarto apartado alusivo a César Vallejo (el poemario se divide en cuatro secciones: "Escalada", "El destructor", "Advientos", "Azul heraldo", "Ánfora"), la variación libre que "La lana védica" hace del poema XXXIII de Trilce, y el poema-prefacio o "anti-prólogo" -pues se titula "No voy a hacer un prólogo"- con que el Premio Cervantes mexicano inaugura este libro.

Según José Emilio Pacheco Escalada y otros poemas goza, como su título, del arte de subir por el lenguaje para entrar en él con "mansa violencia" y convertirse en moneda de cambio para las transacciones cotidianas ("Cuán cerca estuvo de mí el mal... Qué cercanas sus espinas a rozar/ sin compasión el viento blanco/ que meció la herida. De qué modo se usurpó la confianza en la merienda familiar"). Pacheco celebra la música sutil, la "delicada orquestación sin estruendo" y, aun así, en su anti-prólogo insta a los poetas a concebir la escritura como un oficio marcial, pues escribir es quiera o no el autor, una acción de guerra: "Cada uno tiene una misión en el campo/ en la batalla contra el error y el silencio/ en el cruento escenario que es la página". Paralelismos del prologuista mexicano con la música no son inocentes si hablamos de Cervera Salinas, quien publicó La partitura (2001), un extenso volumen inspirado en la escala musical heptatónica que refleja su periplo viajero por tierras americanas, desde La Habana a Buenos Aires, y que fuera auspiciado en Argentina por el escritor Antonio Requeni. Escalada asume el significado de un tránsito dinámico por los innumerables parajes de la existencia en dirección ascendente, con una impronta introspectiva que, para Gabriele Morelli -en la traducción italiana de L'anima obliqua (2008)-, constituye una marca de estilo: "Una grande lezione etica nei confronti della vita e della nostra esistenza" e un "invito all'ascolto e all'analisi interiore" que no ahorra cierto tono de advertencia o sentenciosa exhortación: "Entono versos cada vez que la sombra/ de la certeza deja al descubierto/ superficies de hondonadas/ y prosigo veloz en mi lentitud"; "...medito/ sobre el límite entre el centro/ y sus innumerables periferias"; "...un paso más allá, allí donde el hilo se deshace/ y parece desmembrarse en la ceniza. / Una música te espera. Sabrás si la/ puedes escuchar sin derrumbarte. Asomará/ la otra entretela, el corazón...". De este poemario aislaré dos piruetas del lenguaje como botón de muestra de la originalidad de su composición. La primera es la prolija ambigüedad en la selección léxica de sustantivos, adjetivos y adverbios con miras a generar un efecto de indeterminación de género -en el sentido de gender y no de genre- que empuja al lector a vacilar en la identificación del sujeto poético. Hay en estos versos la construcción de un yo andrógino, tangible en pasajes como "Avanzo instintiva/ luego, cabalmente" (donde se plantea un equívoco entre la construcción del adverbio, neutro, y el adjetivo femenino en virtud de la colocación sintáctica); "Te imaginé violeta y dulce/ para que lo fueras. / Para que llegaras a serlo/ en ti pensé sin amargura ni rencor/ sin maldición ni sombras / lejos del árbol turbio/ y del agua abyecta" (equívoco entre el adjetivo calificativo invariable y el nombre propio femenino Violeta); la mención al "Azul heraldo" o a "mi persona" (donde heraldo y persona son sustantivos de género invariable) Este procedimiento dota la poesía de Cervera Salinas de cierta sugestiva indeterminación genérica. La segunda acrobacia poética atañe al uso de correlaciones verbales y a la ruptura del continuum temporal. En numerosos poemas la acción se presenta, fluye y progresa con un tiempo verbal específico que se ve interrumpido por la incrustación de un verbo en otro tiempo; así se rompe la secuencia temporal y se obliga al lector a reconstruir aquello que los formalistas rusos llamaron la fable, la realidad evocada por el texto: "Se desata cada instinto... y cuando estás alerta al gozo... el viejo espíritu se reproduce y comparece... las convulsiones del amor que se encendió y de la carne que bullía"; "Yo fui sereno y dulce, y arriesgué... dijo adiós... y tal vez no dormiré".

Escalada y otros poemas privilegia las metáforas vegetales, que se distribuyen en dos campos semánticos emparentados con el ascenso. Una serie se vincula con la fugacidad, la descomposición, la fragilidad y desaparición de vegetales trepadores: "se cubren de perfumes los instantes/ al otro lado de la hiedra"; "ramos de aromas efímeros". La otra serie asimila la escalada-ascenso con la erección sexual mediante los pares semillas-semen, tronco-cuerpo, raíces errantes y humanas ("Tiene tu talle condición de tronco... pues condición no le falta/para perdurar como tronco/ incardinado al claustro de mi vida") Otra pieza de este libro es un obsequio a la imaginación literaria, digno de dadaístas y performáticos. Se trata de "La tijera", poema elegíaco dedicado a una tijera que ha sido enterrada como castigo en el cubil de los cubiertos: "abatida en el cubil de los cubiertos/ quiero que reposes tú, espíritu/ afilado, que fuiste en otras manos/ instrumento de separación y tajante/ rasgadura de dos partes que eran una...". Descensos y subidas constituyen, en la summapoetica del escritor español, mojones de un periplo vital que conducirá a idéntico destino, como el ser inmóvil, eterno e inmutable de Parménides de Elea; no es inocente que el nombre del presocrático haya sido elegido por el autor como seudónimo de su primer libro, De aurigas inmortales (1993), que recibió el Premio América de Poesía en Murcia y que se publicó con prólogo de Antonio Colinas. Sus ecos se oyeron hasta la más reciente escalada: "Tan sólo deja que la piel siga su ruta/ hasta que temple su pincel. Del zenit/ al nadir eres el punto que a sí mismo/ se persigue".

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